Extranjero. -Ya ves la razón que tuvimos para combatir a nuestros adversarios, estrechándoles a que confesaran que las cosas toleran la mezcla mutua.

Teetetes. -¿Por qué?

Extranjero. -Porque el lenguaje es, para nosotros uno de los géneros de los seres. Si nos viéramos privados de él, cosa extremadamente grave, nos veríamos privados de la filosofía; pero es preciso, al presente, que nos entendamos sobre la naturaleza del lenguaje, y debemos tener en cuenta que si él nos faltase, no podríamos decir nada y, de hecho, nos faltaría, si concediéramos que no existe ninguna mezcla de cosa alguna con otra.

Teetetes. -Bien, con respecto a esto. Pero, no puedo explicarme por qué es preciso que nos entendamos sobre la naturaleza del lenguaje.

Extranjero. –Quizá, vas tú a explicarlo, siguiéndome por aquí.

Teetetes. -¿Por dónde?

Extranjero. -El NO-SER nos ha aparecido como un género, entre todos los demás, y esparcido entre todos los seres.

Teetetes. -Sí.

Extranjero. -Ahora es preciso examinar si se mezcla en el juicio y en el discurso.

Teetetes. -¿Por qué?

Extranjero. -Si no se mezcla, se sigue que todo será verdadero; si se mezcla, el juicio y el discurso serán falsos; porque pensar o decir lo que no es, es decir, el NO-SER, es lo que hace que haya falsedad en el pensamiento y en el lenguaje.

Teetetes. -En efecto.

Extranjero. -Si hay falsedad, hay error.

Teetetes. -Sí.

Extranjero. -Si hay error, es una necesidad que todo esté lleno de   ficciones, imágenes y fantasmas.

Teetetes. -Sin duda.

Extranjero. -Ahora bien, habíamos dicho que el sofista se había refugiado en este recinto, pero negando absolutamente que hubiese nada falso. Pretendía, en efecto, que el NO-SER no puede concebirse, ni expresarse, porque el NO-SER no puede, en manera alguna, participar de la existencia.

Teetetes. -Es cierto.                                                   .

Extranjero. -Pero nos ha parecido que el NO-SER participa del SER, de suerte que el sofista, quizá, no combatiría ya en este terreno. Pero, podría decir que unas especies participan, y que SER y otras no participan, y que el discurso y el juicio son de las que no participan. En este caso, su táctica sería probar que el arte de producir imágenes y el arte de la fantasmagoría, de que parece habernos librado, no existen absolutamente, puesto que el juicio y el discurso no tienen nada de común con el NO-SER. No hay nada falso desde el momento en que no hay nada de común entre ellos. He aquí por qué nos es preciso estudiar, por lo pronto, la naturaleza del discurso, del juicio y de la imaginación, a fin de que, conociéndolos mejor, podamos ver lo que hay de común entre estas cosas y el NO-SER, y que, viéndolo, demostremos que lo falso existe, y que, habiéndolo demostrado, encadenemos al sofista, si entra, en efecto, en el género de lo falso, o le soltemos, para buscarle en otro género.

Teetetes. -Verdaderamente, extranjero, razón teníamos para decir, cuando comenzamos, que el sofista es una raza difícil de coger. Parece que se le vienen a las manos los medios de defensa, que nos presenta sucesivamente, de suerte que jamás se llega, hasta él, sin combate. Ahora, apenas hemos pulverizado su proposición de que el NO-SER no existe, que era un muro para su defensa, cuando ya levanta otro, y nos obliga a probar que lo falso existe en el discurso y en el juicio. Después de esta dificultad, suscitará otra y otra, y nunca se llegará al fin.

Extranjero. -Es preciso tener ánimo, mi querido Teetetes, siempre que se gane terreno, aunque se camine lentamente. Si, en este caso, se desespera, ¿qué queda para situaciones difíciles, cuando no se avanza o cuando se retrocede? Los hombres de tal condición no han nacido, como dice el proverbio, “para tomar ciudades por asalto”. Pero ahora, mi querido amigo, cuando hayamos vencido la dificultad de que hablas, nos haremos dueños de la torre más fuerte del sofista, y ya nada nos podrá detener en nuestra marcha.

Teetetes. -Hablas perfectamente.

Sofista