SOBRE EL NO-SER


Extranjero. -Eso nos lleva nada menos que a suponer que el NO-SER es una realidad; de otra manera, lo falso no podría existir. El gran Parménides, mi querido amigo, cuando comenzaba a hablar y cuando concluía, en prosa o en verso, no cesaba de repetir esto a nosotros, que éramos niños, entonces: “No; jamás comprenderás que lo que no existe, existe. Haz que su pensamiento en sus indagaciones se separe de esta senda". Tal es el testimonio de Parménides. Pero esto se prueba, sobre todo, por el razonamiento, sin necesidad de insistir mucho. Examinemos, por lo pronto, esta dificultad, si no lo llevas a mal.

Teetetes. -Por mí, puedes proceder como te agrade. Adopta el método de razonamiento que juzgues mejor; marcha delante y te seguiré paso a paso.

Extranjero. -Así conviene hacerlo. Dime: ¿nos atreveremos a expresar lo que no existe de ninguna manera?

Teetetes. -¡Ah! ¿y por qué no?

Extranjero. -No se trata de sutilizar, ni de burlarse. Si alguno de los que nos escuchan tuviese que responder a esta pregunta: ¿A qué es preciso dar la denominación de NO-SER?, ¿crees que el sabría a qué objeto y cómo aplicarlo, y que podría explicarlo al que se lo había preguntado?

Teetetes. -Me haces una pregunta muy difícil, y yo, nada absolutamente, puedo responderte.

Extranjero. -Por lo menos, un punto es claro, y es que el NO-SER no puede ser atribuido a ningun ser.

Teetetes. -¿Cómo podría serlo?

Extranjero. -Por consiguiente, si no puede ser atribuido a ningún ser, el que lo refiera a a1guna cosa, lo hará sin razón.

Teetetes. -¿Cómo?

Extranjero. -Es evidente que, cuando pronunciamos esta frase “alguna cosa”, queremos hablar de un ser; porque emplearla sola, desnuda, por decirlo así, y separada de todos los seres, es imposible. ¿No es así?

Teetetes. -Imposible.

Extranjero. -Sentado esto, reconocerás necesariamente que quien dice alguna cosa, dice una cierta cosa.

Teetetes. -Conforme.

Extranjero. -Porque confesarás que “alguna cosa” significa “una cosa”, y algunas cosas significan dos cosas o un mayor número.

Teetetes. -Sin duda.

Extranjero. -Y el que no dice alguna cosa, es de toda necesidad, a mi parecer, que no diga absolutamente nada.

Teetetes. -De toda necesidad.

Extranjero. -Por consiguiente, no puede concederse que el que intente enunciar el NO-SER, hablará sin decir nada; antes bien, es preciso afirmar absolutamente que no habla.

Teetetes. -De esta manera, dejaríamos a un lado las dificultades de esta discusión.

Extranjero. -No cantemos victoria. Porque, mi excelente amigo, he aquí todavía la dificultad más grande y la primera de todas y que toca el fondo mismo de la cuestión que nos ocupa.

Teetetes, -¿Qué quieres decir? Habla, pero cuida de no retroceder.

Extranjero.-¿A un ser puede unirse otro ser?

Teetetes. -Sin duda.

Extranjero. –Pero, a un no-ser, ¿puede unirse algún ser?

Teetetes. -No, ciertamente.

Extranjero. -Ahora bien, nosotros colocamos entre los seres el número en general.

Teetetes. -Sí, desde el momento en que colocamos, entre ellos, cualquier cosa.

Extranjero. -¿No podemos referir al NO-SER ningún número, ni la pluralidad, ni la unidad?

Teetetes. -Sería, a mi entender, proceder mal, teniendo en cuenta nuestro razonamiento.

Extranjero. –Pero, ¿cómo expresar, con los labios, o concebir, por el pensamiento, los no-seres o el no-ser, sin hacer uso del número?

Teetetes. -Habla y veamos.

Extranjero. –Cuando decimos los no-seres, ¿no referimos, a ellos, la pluralidad del número?

Teetetes. -Es cierto.

Extranjero. -Y cuando decimos el NO-SER, ¿no le atribuimos la unidad?

Teetetes. -Evidentemente.

Extranjero. -Sin embargo, hemos dicho que no es justo, ni razonable, unir el ser al no-ser.

Teetetes. -Es muy cierto.

Extranjero. -Comprendes que es imposible enunciar el NO-SER en sí mismo, y decir algo de él y hasta concebirle; no está al alcance del pensamiento, ni del lenguaje, ni de la palabra, ni-del razonamiento.

Teetetes. -Así es.

Extranjero. -¿No tuve razón para decir antes que tocaba el punto más difícil, en esta materia?

Teetetes. -¿Pero vamos aún a abordar otro punto todavía más difícil?

Extranjero. -¡Qué, mi querido amigo! ¿No concibes, por lo que precede, que el que intente combatir el NO-SER se encuentra entorpecido, porque apenas comience a refutarle, se pone en contradicción consigo mismo?

Teetetes. -¿Cómo? Explícate con más claridad.

Extranjero. -No es posible. Primero, expuse que el NO-SER no admite la unidad, ni la pluralidad, y ahora se las he atribuido, porque he dicho el NO-SER. ¿Entiendes?

Teetetes. -Sí.

Extranjero. -Y no hace un instante que decía yo que no estaba alcance del lenguaje, ni de la palabra, ni del razonamiento. ¿Me sigues?

  Teetetes. –Te sigo sin dificultad.

Extranjero. -Esforzándome en asociar el SER al NO-SER, ¿me he contradicho a mí mismo?

Teetetes. -Parece que sí.

Extranjero. –Pero, atribuyéndole el SER, ¿no hablaba como de alguna cosa una?

Teetetes. -Sí.

Extranjero. -Por consiguiente, en el momento de decir que escapa al razonamiento, al lenguaje y a la palabra, yo razonaba sobre el como de alguna cosa una.

Teetetes. -Sin duda.

Extranjero. –Pero, ya hemos dicho que para hablar con propiedad, no se puede determinar el NO-SER, ni por la unidad, ni por la pluralidad, ni siquiera nombrarle, porque con sólo nombrarle, se le ponía en la categoría de la unidad.

Teetetes. -Incontestablemente.

Extranjero. -¿Qué es lo que se dirá ahora de mí? Heme aquí, después de muchos rodeos, batido en mi refutación del NO-SER. Ésta es la razón por que, como antes dije, no es, a mí, a quien es preciso dirigirse, para saber como puede hablarse con propiedad del NO-SER; y, a ti, te toca ser el guía en esta indagación.

Teetetes. -¿Qué es lo que dices?

Extranjero. -Adelante; haz un esfuerzo generoso, tú, que eres joven; emplea todos los recursos posibles para encontrar el medio de explicarte, con exactitud, sobre el NO-SER, sin unir a él el SER, ni la unidad, ni la pluralidad.

Teetetes. -Muy exagerada y loca confianza tendría en mí mismo, si viéndote naufragar en esta empresa, yo la intentara.

No-ser