REFUGIO DEL SOFISTA: EL NO-SER


Extranjero. -Pues bien, si así te parece, dejemos esta cuestión. Y hasta que no encontremos alguno capaz de sacarnos de esta dificultad, digamos que el sofista, con una habilidad sin igual, se ha refugiado en un fuerte inaccesible.

Teetetes. -Enhorabuena.

Extranjero. -Sea lo que quiera, si llegamos a decir que el sofista ejerce una especie de arte fantasmagórico, fácilmente podrá sacar partido de nuestras palabras, y las volverá contra nosotros; y si entonces le llamaremos autor de imágenes o ficciones, ¿qué entendéis, -nos diría-, precisamente por una imagen? Fijémonos bien, mi querido Teetetes, en la respuesta que daremos a tan vigoroso adversario.

Teetetes. -Evidentemente, le citaremos las imágenes reflejadas en el agua y en los espejos, las pinturas, las molduras y todas las demás cosas semejantes.

Extranjero. -Es claro, mi querido Teetetes, que tú nunca has visto un sofista.

Teetetes. -¿Por qué?

Extranjero. -Creerás que él cierra los ojos, y aun que es completamente ciego.

Teetetes. -¿Cómo?

Extranjero. -Cuando le des esa respuesta, hablándole de espejos y de figuras, se reirá al ver que le hablas como a un hombre que ve claro; fingirá que no conoce los espejos, ni el agua, ni siquiera la vista, y todos tus discursos los reducirá a esta única cuestión.

Teetetes. -¿Cuál?

Extranjero. -¿Qué hay, de común, entre todas estas cosas, que, a pesar de ser una multitud, las has designado con un solo nombre, el de imagen, como si formasen una unidad?

Teetetes. -¡Ah extranjero! Dado un objeto verdadero, ¿no llamaré más imagen a otro objeto que se le parece?

Extranjero. -¿Y este otro objeto es verdadero o a qué lo refieres?

Teetetes. -De ninguna manera es verdadero, pero parece serlo.

Extranjero. -¿No entiendes por verdadero lo que existe realmente?

Teetetes. -Sin duda.

Extranjero. -¿Y qué? Lo que no es verdadero, ¿es lo opuesto a lo que lo es?

Teetetes. -Ciertamente.

Extranjero. -Luego, según tú, lo que parece ser no es realmente, puesto que dices que no es verdadero y, sin embargo, existe.

Teetetes. -¿Cómo?

Extranjero. -Tú aseguras que verdaderamente no existe.

Teetetes. -No, sin duda; pero es realmente una imagen.

Extranjero. –Pero, lo que llamamos realmente una imagen, ¿no es realmente un NO-SER?

Teetetes. -Me parece que aquí andan el SER y el NO-SER mezclados y confundidos de una manera bien extraña y hasta absurda.

Extranjero. –Absurda, en efecto. De esta manera ves cómo, de pregunta en pregunta, el sofista de las cien cabezas nos ha obligado a reconocer, a pesar nuestro, que el NO-SER existe en cierta manera.

Teetetes. -Demasiado lo veo.

Extranjero. -Y bien, ¿cómo definiremos el arte del sofista, para ponernos de acuerdo con nosotros mismos?

Teetetes. -Pero, ¿qué temes, qué te hace hablar así?

Extranjero. -Cuando decimos que el sofista nos engaña, valiéndose de fantasmas, y que su arte no es más que el arte de engañar, ¿queremos decir que induce nuestro espíritu a error, por medio de su arte, o bien pensamos otra cosa?

Teetetes. -No, es eso mismo. ¿Ni como podíamos pensar de otra manera?

Extranjero. –Pero, la opinión falsa es la que nos representa lo contrario de lo que existe. ¿No es verdad?

Teetetes. -Si, lo contrario.

Extranjero. -¿Dices, pues, que la opinión falsa nos representa lo que no es, lo que no existe?

Teetetes. - Necesariamente.

Extranjero. -¿Nos representa la opinión falsa lo que no existe, como no existiendo, o nos representa lo que no existe de ninguna manera, como existiendo en cierta manera?

Teetetes. -Es preciso que nos represente lo que no existe como existiendo de alguna manera, si, en alguna ocasión, nos ha engañado, aunque sea en poco.

Extranjero. -¡Pero qué! ¿No nos representa, asimismo, la opinión falsa lo que existe absolutamente como no existiendo de ninguna manera?

Teetetes. –Sí.

Extranjero. -¿Y no es ésta también una manera de engañarnos?

Teetetes. -También.

Extranjero. -Yo creo que opinarás que el error siempre es el mismo, ya se diga que el SER no existe o ya que el NO-SER existe.

Teetetes. -Así es.

Extranjero. -Así es, quizá. Pero el sofista no convendrá en ello. ¿Y qué hombre de buen sentido puede admitirlo, cuando, según antes hemos reconocido, el NO-SER, objeto de esta discusión escapa al lenguaje, a la palabra, al razonamiento y al pensamiento? ¿No adivinaremos, mi querido Teetetes, lo que nos va a decir el sofista?

Teetetes. -¿Cómo no adivinarlo? Dime que nos ponemos en contradicción con nosotros mismos, y se atreverá a afirmar que hay error en las opiniones y en los discursos. Nos veremos, en efecto, a cada instante en la necesidad de unir el SER al NO-SER, después de haber reconocido antes que esto es absolutamente imposible.

Extranjero. -Tu recuerdo es oportuno. Pero estamos en el caso de decidir como debemos conducirnos con el sofista. No se le puede colocar entre los artífices de mentiras y los charlatanes, ya lo ves, sin que las dificultades y las objeciones surjan naturalmente y en gran número.

Teetetes. -Es cierto.

Extranjero. -Todavía sólo hemos descubierto algunas; pero, en cierto modo, son infinitas.

Teetetes. –Eso equivale a decir que es imposible coger al sofista, desde el momento que se presenta como tal.

Extranjero. -¿Será porque le dejemos escapar? ¿Será porque nos acobardemos?

Teetetes. -A mi parecer, no mientras tengamos fuerzas para apoderarnos de él.

Extranjero. -Serás indulgente y habrás de estimar nuestros esfuerzos, conforme decías antes, si llegamos a ver un poco claro en una cuestión tan oscura.

Teetetes. -Puedes contar con que así será.

Extranjero. -Te hago con mayor instancia un segundo ruego.

Teetetes. -¿Cuál?

Extranjero. -Que no me consideres como una especie de parricida.

Teetetes. -¿Qué quiere decir eso?

No-ser