SOFISTA
(221c-223b)
Extranjero. -Y bien, ¿nos serviremos de este ejemplo para examinar lo que es el sofista y descubrir quién es?
Teetetes. -Sin dudar.
Extranjero. -Comenzamos preguntándonos si debía considerarse un pescador de caña como un ignorante o si posee algún arte.
Teetetes. -Sí.
Extranjero. -Y bien, mi querido Teetetes, ¿consideraremos al sofista como un ignorante o como un verdadero, sofista, en toda la fuerza de la expresión?
Teetetes. -No puede ser un ignorante. Comprendo lo que quieres decir: el que lleva el nombre de sofista debe verdaderamente serlo.
Extranjero. -Posee cierto arte, a lo que parece.
Teetetes. –Sí, ¿pero qué arte?
Extranjero. -¡Por los dioses! ¿No es este hombre, de la familia de nuestro hombre?
Teetetes. -¿De qué hombres hablas?
Extranjero. -Del pescador de caña y del sofista.
Teetetes. -¿Y qué?
Extranjero. -Los tengo a ambos por cazadores.
Teetetes. -¿Cuál es, pues, la caza del sofista? Porque, respecto del otro, ya lo hemos dicho.
Extranjero. -Hemos dividido antes la caza en dos partes, y hemos distinguido la de los animales que nadan, y la de los animales que andan.
Teetetes. -Sí.
Extranjero. -Hemos recorrido, en la caza de los animales nadadores, todas las especies de los animales acuáticos; en cuanto a la caza de los animales andadores, no los hemos dividido; pero hemos dicho que comprende gran número de especies.
Teetetes. -Es cierto.
Extranjero. -Hasta aquí el sofista y el pescador de caña marchan a la par, arrancando del arte de adquirir.
Teetetes. -Así parece.
Extranjero. -Pero cuando llegan a la caza de animales, se separan; el uno se dirige al mar, a los ríos y a los lagos, para perseguir a los animales que allí se encierran.
Teetetes. -Bien.
Extranjero. -El otro se dirige a la tierra en busca de los de otra especie; y, por decirlo así, hacia praderías fecundas en riqueza y juventud, para hacer presa y apoderarse de lo que en ellos se cría y alimenta.
Teetetes. -¿Qué quieres decir con eso?
Extranjero. -La caza en tierra comprende dos grandes partes.
Teetetes. -¿Cuáles?
Extranjero. -La caza de los animales domesticados, y la de los animales bravíos.
Teetetes. -¿Pero hay caza de animales domesticados?
Extranjero. -Sin duda, si el hombre es un animal domesticado. Pero escoge el partido que quieras: o decir que no existen animales domesticados; o que existen, pero que el hombre es un animal salvaje; o bien que el hombre será un animal domesticado, pero que, en tu opinión, no hay caza de hombres. Dinos a cuál de estas opiniones das la preferencia.
Teetetes. -Estoy persuadido, extranjero, de que nosotros somos animales domesticados, y que hay caza de hombres.
Extranjero. -Digamos, pues, que la caza de animales domesticados es doble.
Teetetes. -¿Cómo?
Extranjero. -Con la piratería, la esclavitud, la tiranía, las artes de guerra, formaremos una sola especie y la llamaremos caza por la violencia.
Teetetes. -Perfectamente.
Extranjero. -Pero la caza por la persuasión se divide en dos géneros.
Teetetes. -¿Cuáles?
Extranjero. -La una es privada, la otra pública.
Teetetes. -Estos dos géneros existen, en efecto.
Extranjero. -En la caza privada, hay la que reclama un salario y la que hace presentes.
Teetetes. -No lo comprendo.
Extranjero. -No te has fijado, al parecer, en la caza de los amantes.
Teetetes. -¿Cómo?
Extranjero. -Los amantes tienen costumbre de hacer presentes a los que persiguen por amor.
Teetetes. -Es muy cierto.
Extranjero. -Esta especie de caza privada será el arte de amar.
Teetetes. -Muy bien.
Extranjero. -En cuanto a la caza privada, que aspira a un salario, hay una especie en la que el cazador se atrae las gentes por medio de caricias, o emplean el placer como cebo, sin exigir otro salario que su propio alimento, y yo creo que convendremos en llamar a esto el arte de la adulación o el arte de procurar placeres.
Teetetes. -Sin duda.
Extranjero. –Pero, la otra especie, en la que se proclama que no se buscan los hombres, sino para enseñarles la virtud, indemnizándose de este servicio, con dinero contante, ¿no merece que se le dé un hombre particular?
Teetetes. -Sin duda.
Extranjero. -¿Qué nombre? Dilo.
Teetetes. -Es bien claro y no puedo dudar que nos hemos encontrado con el sofista. Dando este nombre al cazador de que se trata, cree darle el nombre que le conviene.
Extranjero. -Resulta, Teetetes, de todo lo que acabamos de decir, que por sofística debe entenderse el arte de apropiar, de adquirir con violencia, a manera de la caza de los animales andadores, terrestres y domesticados, la caza de la especie humana, caza privada, que busca un salario y salario a dinero contante, y que, con el aparato engañador de la ciencia, se apodera de los jóvenes ricos y de distinción.
Teetetes.
-De hecho, es lo que dices. {Ver Esquema}