SOFISTA
(223c-224b)


Extranjero. -Coloquémonos ahora en otro punto de vista. Porque no es de poco valor el arte a que se refiere nuestra indagación y, antes bien, es, por el contrario, de una extrema variedad. Y lo que acabamos de decir da lugar a pensar, que el sofista pertenece aún a otro género diferente del que le hemos asignado.

Teetetes. -Veamos, explícate.

Extranjero -Hemos sentado que el arte de adquirir comprende dos especies, la adquisición por la caza y la adquisición por convenio.

Teetetes. -Así lo hemos establecido.

Extranjero.-Distinguiremos en la adquisición por convenio el que tiene lugar por donación y el que tiene lugar por compra y venta.

Teetetes. -Distingámoslos.

Extranjero. -Ahora diremos que la adquisición por compra y venta se divide en dos partes.

Teetetes. -¿Cómo?

Extranjero. -En la una se venden los productos de su propia industria, y la llamaremos comercio de primera mano; en la otra se venden los productos de una industria ajena, y la llamaremos comercio de segunda mano.   

Teetetes. -Muy bien.

Extranjero. -¡Pero qué! En el comercio de segunda mano, al que se hace en la ciudad misma, que es casi la mitad de este comercio, ¿no se llama tráfico?

Teetetes. -Sí.

Extranjero. -El otro, que consiste en ir de ciudad en ciudad, comprando y vendiendo, ¿no es lo que se llama negocio?

Teetetes. -Sin duda.                                

Extranjero. -¿En el negocio, no distinguimos dos partes, una que suministra por el dinero todo lo que es necesario al alimento del cuerpo, y otra que suministra todas las cosas que necesita el alma?

Teetetes. -¿Qué quieres decir con eso?

Extranjero. –Indudablemente, la dificultad que experimentamos es respecto del alma, porque, por lo demás, comprendemos bien lo que concierne al cuerpo.

Teetetes. -Si.

Extranjero. –La música, en general, que se compra y se vende de ciudad en ciudad; el arte del dibujo; el de las apariencias y encantamientos; todos los que se dirigen al alma, sea para encantarla, sea para instruirla, y cuyas obras son transportadas y vendidas; todo esto constituye un comercio, y consideramos al que lo ejerce tan negociante como el que lo hace con granos y líquidos.

Teetetes. -Es la verdad.

Extranjero. -El que compra conocimientos y, en seguida, los cambia por el dinero, yendo de ciudad en ciudad, ¿no le darás, también, el hombre de negociante?

Teetetes. -Sin duda.

Extranjero. -Una parte de este negocio de las cosas del alma podría llamarse muy bien exhibición de objetos de aparato y de lujo; y la otra debería tener igualmente un nombre, que será ridículo si ha de ser apropiado a la cosa, puesto que se trata de la venta de conocimientos.

Teetetes. -Evidentemente.

Extranjero. -En este comercio de los conocimientos, es preciso designar con un nombre la parte que se ocupa de los relativos a las otras artes, y con otro nombre, la que se ocupa de los relativos a la virtud.

Teetetes. -Es imposible dejar de hacerlo así.

Extranjero. -Comercio de las cosas de arte, he aquí un nombre que conviene perfectamente a la primera parte. Procura encontrar otro para la segunda.

Teetetes. -¿Qué otro nombre darle, para no equivocarse, que el del género que es objeto de nuestra indagación, el género sofístico?

Extranjero. -Ningún otro. Resumamos, pues, diciendo que el arte del sofista, bajo su segunda forma, se nos presenta como el arte de adquirir por el comercio, haciendo cambios; como un negocio, como el negocio de las cosas del alma; y como ventas de discursos y conocimientos relativos a la virtud.

Teetetes. -Muy bien.{Ver Esquema}

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