Existen tres clases de condiciones morales que se deben rehuir: el vicio, la incontinencia y la brutalidad. Sus contrarios son la virtud, la continencia y la virtud sobrehumana, es decir, lo contrario a la brutalidad ya que consiste en una virtud heroica y divina que permite, a quien la posee, demostrar ( contrariamente al que se excede en brutalidad ) una sobreabundancia de virtud.

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Aristóteles comienza analizar la INCONTINENCIA, así como de la continencia y la resistencia. Comienza preguntándose como es posible que un hombre que juzga rectamente puede ser, al mismo tiempo, incontinente. Hace referencia a Sócrates el cual pensaba que esto era imposible ya que sostenía la idea de que nadie obra contra lo mejor a sabiendas, sino por ignorancia. De ahí que, según Sócrates, el incontinente no sería un vicioso sino un ignorante. Ahora bien, esta manera de razonar, según Aristóteles, estaría en desacuerdo con lo que vemos continuamente en la experiencia, por lo que sería necesario investigar acerca de la naturaleza de la afección de la incontinencia.
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Según Aristóteles, todos aquellos que no son dominados por la pasión de la incontinencia creen que no deben ser incontinentes, es decir, parece que saben que no es buena la incontinencia. Sin embargo, llega un momento en que, aún sabiéndolo, caen en esa pasión y comienzan a ser incontinentes. ¿Cómo es posible que, aún sabiendo que no es algo bueno, caigan en el vicio de ser incontinentes? Muchos afirman que cuando uno es dominado por una pasión no tiene realmente conocimiento sino OPINIÓN. Ahora bien, si ello es así, afirma Aristóteles, entonces deberíamos tener indulgencia con los incontinentes ya que podría decirse que realmente son dominados por la pasión a la que únicamente pueden enfrentarse con la pobre arma de la opinión. Lo que sucede es que no lo somos sino que condenamos moralmente la conducta del incontinente.
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Aristóteles diferencia entre incontinencia y desenfreno. El desenfrenado es aquel que obra deliberadamente pues cree que siempre se debe perseguir el placer; por el contrario el incontinente es aquel que cree que el placer no se debería perseguir por sí mismo, pero, sin embargo, lo persigue.

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