Dado que existen sujetos que gozan menos de lo debido (morigerado) de los placeres corporales, el hombre continente ocupa el lugar INTERMEDIO entre éste y el incontinente. El incontinente se aparta de la regla por exceso; éste, por defecto; el continente se atiene a ella y no se desvía en un sentido u otro. Tanto el continente como el morigerado no hacen nada contrario a la razón. Lo que sucede es que el continente tiene apetitos malos, mientras el morigerado no siente nada. Del mismo modo, se parecen el incontinente y el desenfrenado ya que ambos persiguen los placeres corporales. Lo que sucede es que uno ( desenfrenado ) cree que está bien y debe hacerlo, mientras que el segundo ( incontinente ) piensa que no debe hacerlo aunque, al desoír a su razón, acaba haciéndolo.

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La incontinencia tampoco es identificable con la prudencia ya que un hombre prudente sabe como se debe actuar mientras que el incontinente se equivoca en su actuación. Lo que sucede es que muchas veces se confunde la prudencia con la HABILIDAD cuando, en realidad, ésta es muy diferente de la prudencia ya que uno puede ser un político hábil y, sin embargo, no poseer ninguna dosis de prudencia. En este contexto, nada impide, según Aristóteles, que un hombre hábil sea, al mismo tiempo, incontinente.

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