En el libro IX de la Ética a Nicómaco, Aristóteles, continúa su análisis
sobre la naturaleza de la AMISTAD. Comienza hablando de lo
que denomina como amistad civil, amistad amorosa y amistad
fundada en el carácter. Todas ellas están fundadas en la proporción que
establece la igualdad.
Por ejemplo, en la amistad civil, el zapatero obtiene la compensación debida
por sus zapatos. La medida común que establece la igualdad se lleva a cabo a
través del dinero.
En la amistad amorosa debe existir correspondencia entre amante y amado, de
lo contrario puede ser que el amante proteste de que, amando él en exceso, no
es correspondido; por su parte, el amado se puede quejar de que el amante, que
antes había prometido mucho, ahora nada cumple. En este caso la proporción,
basada en la igualdad, se rompe porque el amante quiere al amado por causa el
placer y el amado al amante por interés, pero ninguno de los dos obtiene lo que
desea. En definitiva no habría amistad verdadera sino posesión, y como ésta
no es permanente; de ahí que no lo sea tampoco la amistad.
Por su parte, en la amistad fundada en el carácter, ésta se busca por sí
misma y, en este sentido, se vuelve permanente porque no se persigue únicamente
placer ni interés. En tal tipo de amistad la compensación debe ser libre (sin
papeles por medio) y ser medida siempre por la intención.