Las virtudes intelectuales ( dianoéticas ) necesitan de la enseñanza y
del aprendizaje y, por ello, requieren tiempo y estudio. Por ejemplo, para
poseer la virtud de la sabiduría se necesita disponer de tiempo para el estudio
y el aprendizaje.
Las virtudes éticas, contrariamente a las intelectuales, no son algo
que se aprende estudiando sino que necesitan
del hábito y de la costumbre. No aprendemos a ser justos u honrados sino que
nos hacemos justos y honrados a través de la práctica, la costumbre y el hábito.
Las virtudes éticas no existen en nosotros por naturaleza. Según
Aristóteles las cosas que son por naturaleza son algo necesario ( por ejemplo,
por su propia naturaleza, una piedra estaría destinada necesariamente a moverse
hacia abajo ). En el caso de las virtudes morales éstas pueden moldearse en la
práctica y, por tanto, cambiar. No son necesarias sino contingentes.
Aristóteles afirma, que en las cosas que son por naturaleza primero adquirimos
la capacidad y después producimos la operación. Por el contrario en las
cosas que no-son por naturaleza primero producimos la operación, y,
después, adquirimos la capacidad. Por ejemplo, no adquirimos los sentidos
por ver muchas veces o por oír muchas veces; sino que los usamos porque los
tenemos. Con las virtudes morales sucede lo contrario ya que para
primeramente tenemos que ejercitarlas para de ese modo poseerlas. No poseemos
por naturaleza ( como poseemos la vista o el oído ) las virtudes de la justicia,
el valor o la generosidad sino que tenemos que ejercitarnos para poder
poseerlas. Practicando la justicia nos hacemos justos y practicando la templanza
nos hacemos templados.