Según Aristóteles, algunos afirman que se puede llegar a ser bueno por obra de la naturaleza; otros piensan que a través del hábito; y, por último, algunos a partir de la instrucción.

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Según Aristóteles, no está en nuestra mano ser buenos por naturaleza. Únicamente unos pocos afortunados parecen ser sabios por naturaleza. 
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La instrucción no tiene fuerza en todos los casos sino que se requiere de los discípulos haya sido trabajada de antemano por los buenos hábitos. Y es que, en general, la pasión no parece ceder ante al razonamiento, sino ante la fuerza. 
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Es necesario, por tanto, que el carácter sea de antemano apropiado de alguna manera para la virtud. Por ello es difícil encontrar desde joven la dirección recta para la virtud si no se ha educado uno bajo las leyes. Pero además es necesario no olvidar y dejar de practicar lo aprendido y, por ello, necesitamos leyes para toda la vida, porque la mayor parte de los hombres obedecen más bien a la necesidad que a la razón, y a los castigos que a la bondad.

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