Parece que debemos tratar
a continuación de la magnificencia puesto que también ésta es virtud relativa a
las riquezas,- pero, a diferencia de la generosidad no se extiende a todas las
acciones que tratan de dinero, sino únicamente a las dispendiosas y en éstas
sobrepasa en magnitud a la generosidad. En efecto, como lo da a entender su
mismos nombre, es un gasto oportuno a gran escala. La escala es relativa, pues
no requiere el mismo gasto el que equipa una trirreme que el que dirige una
procesión pública. Oportuno se refiere a la persona, a las circunstancias y al
objeto. Pero al que gasta como lo merece el caso en cosas pequeñas o moderadas
no se le llama espléndido ....... Porque el espléndido es generoso pero el generoso no es por ello
espléndido. El defecto de esta disposición se llama mezquindad y el exceso
ostentación vulgar y mal gusto y todos los vicios, semejantes que no exageran
por desplegar grandeza en lo que es debido, sino por el esplendor en lo que no
es debido y como no es debido .Después hablaremos de ellos. El espléndido se
parece al entendido,- es capaz de considerar lo oportuno y gastar grandes
cantidades en consonancia ...... Pues bien, los gastos del espléndido
son grandes y adecuados. Luego tales serán también sus obras, ya que así
será un gasto grande y adecuado a la obra. De suerte que la obra debe ser digna
del gasto, y el gasto de la obra, o también estar por encima de ella. Y el
espléndido hará gastos así a causa de su nobleza, ya que esto es común a
todas las virtudes. Además lo hará con gusto y desprendimiento, pues el cálculo
minucioso es mezquino. Y se preocupará más de cómo resultara la obra más
hermosa y adecuada, que de cuánto le va a costar y cómo hacerla por lo menos
posible. Necesariamente, pues, el magnífico será también generoso ya que el
generoso gasta lo que es debido y como es debido, pero ahí está lo grande del
magnífico, su grandeza por así decirlo: siendo estas mismas cosas objeto de la
generosidad, con un gasto igual producirá un resultado más espléndido ...... Y la excelencia de una obra, su magnificencia, reside en su
grandeza. Es
propia de los gastos que llamamos honrosos, como los relacionados con los
dioses-ofrendas, objetos de culto y sacrificios - e igual mente todos los relativos a
las cosas sagradas, y los que implican ambición social por ejemplo, cuando uno se
cree obligado a equipar un coro o una trirreme o festejar a la ciudad con
esplendidez. ....Especialmente es tal el hombre magnífico, y tales son los
gastos propios de la magnificencia, como hemos dicho: son, en efecto, los
mayores y los más honrosos. Y, entra los particulares, los que se hacen una vez
aislada, por ejemplo, en una boda o en una ocasión parecida, o con motivo de
algo que interesa a, toda la ciudad, o a los que están en buena, posición, o
en las recepciones o despedidas de extranjeros, o cuando se hacen regalos o se
envían para corresponder a los recibidos,- porque el espléndido no derrocha para
sí mismo, sino en cosas de la comunidad, y los regalos tienen cierta semejanza
con las ofrendas votivas. Es también propio del espléndido amueblar su casa de
acuerdo con su riqueza (pues esto también es decoroso),y a gastar preferentemente en las obras más duraderas (porque son las más
hermosas) y en
cada caso lo debido, porque no es lo mismo lo adecuado a los dioses y a los
hombres, a un templo y a una sepultura ..... Tal es, pues, el hombre
magnífico. El que peca por exceso y es vulgar se excede por gastar más de lo
debido, como hemos dicho, pues por motivos pequeños hace grandes gastos, con un
brillo fuera de tono, por ejemplo, convidando a sus amigos de círculo como si
fuera una
boda, o, si es corego presentando al coro en escena vestido de púrpura, como
hacen en Megara, y todo esto lo hará no por nobleza, sino por exhibir su riqueza
y por pensar que se admira por esto gastando poco donde se debe gastar mucho
mucho donde se debe gastar poco. El mezquino, por su parte, se queda corto en
todos y después de hacer los mayores gastos echará a perder el buen efecto por una
pequeñez y en todo lo que hace pensará y considerara cómo gastar lo menos
posible, y aún eso lo lamentará, y creerá siempre hacer más de lo debido.
Estas disposiciones son, pues, vicios; sin embargo, no acarrean descrédito
porque no perjudican al prójimo ni son, excesivamente indecorosas.
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