No empleamos el nombre de amistad cuando se trata de la afición a cosas
inanimadas, porque entonces no hay reciprocidad, ni se desea el bien del objeto
(sería ridículo, en efecto, desear el bien del vino, todo lo más, se desea
que se conserve, para tenerlo, degustarlo o venderlo); en cambio, decimos que
debe desearse el bien del amigo por el amigo mismo. De los que así desean el
bien del otro, decimos que son benévolos si de la parte del otro no se produce
el mismo sentimiento, pues cuando la benevolencia es recíproca decimos que es
amistad.
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