En segundo lugar, la naturaleza de la dificultad que se halla
en este imperativo categórico o ley de la moralidad (la dilucidación de su
posibilidad misma) es muy especial. Se trata de una proposición sintético‑práctica
a priori,
y puesto que el conocimiento de la posibilidad de este género de proposiciones
ya fue bastante difícil en la filosofía teórica, fácilmente se puede inferir
que no habrá de serlo menos en la filosofía práctica. A la vista de este problema intentaremos ver primero si el
puro concepto de un imperativo categórico nos puede proporcionar la fórmula
que contenga la proposición que pueda ser un imperativo categórico, pues
aunque ya sepamos qué es lo que dice todavía necesitaremos un esfuerzo
especial y difícil para saber cómo es posible este mandato absoluto, asunto
que dejaremos para el último capítulo. Cuando pienso un imperativo hipotético en general no sé lo
que contiene hasta que me es dada la condición, pero si pienso un imperativo
categórico enseguida sé qué contiene. En efecto, puesto que el imperativo no
contiene, aparte de la ley, más que la necesidad de la máxima de adecuarse a
esa ley,
y ésta no se encuentra limitada por ninguna condición, no queda entonces nada
más que la universalidad de una ley general a la que ha de adecuarse la máxima
de la acción, y esa adecuación es lo único que propiamente representa el
imperativo como necesario .Por consiguiente, sólo hay un imperativo categórico y dice
así: obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta,
al mismo tiempo, en ley universal.
Ahora bien, si de este único imperativo pueden derivarse,
como de un principio, todos los imperativos del deber, podremos al menos mostrar
lo que pensamos al pensar el deber y lo que significa este concepto, aunque
dejemos sin decidir si eso que llamamos no será acaso un concepto vacío. Puesto que la universalidad de la ley por la que suceden
determinados efectos constituye lo que se llama naturaleza en su sentido más
amplio (atendiendo a la forma), es decir, la existencia de las cosas en cuanto
que están determinadas por leyes universales, resulta que el imperativo
universal del deber acepta esta otra formulación: obra como si la máxima de
su acción debiera convertirse, por tu voluntad, en ley universal de la
naturaleza.
(Kant. Fundamentación de la metafísica de
las costumbres)
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