Por lo tanto, si ha de haber un principio práctico supremo y
un imperativo categórico con respecto a la voluntad humana, habrá de ser tal
que, por la representación de lo que es necesariamente fin para todos por ser
un fin en sí mismo, constituya un principio objetivo de la voluntad y pueda
servir, en consecuencia, como ley práctica universal. El fundamento de este
principio es así: la naturaleza racional existe como fin en sí misma.
Así se representa necesariamente el hombre su propia existencia, y en este
sentido dicha existencia es un principio subjetivo de las acciones humanas. Pero
también se representa así su existencia todo ser racional, justamente a
consecuencia del mismo fundamento racional que tiene valor para mí,
por lo que es, pues, al mismo tiempo, un principio objetivo del cual, como
fundamento práctico supremo que es, han de poder derivarse todas las leyes de
la voluntad. El imperativo práctico será entonces como sigue: obra de tal
modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de
cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio.
Vamos a ver ahora si esto puede llevarse a cabo.
(Kant. Fundamentación de la
metafísica de las costumbres)
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