El ser racional debe considerarse siempre legislador en un
reino de fines posibles gracias a la libertad de la voluntad, ya sea como
miembro, ya sea como jefe. Mas si ocupa este segundo puesto, no puede ser sólo
por la máxima de su voluntad, sino sólo si es un ser totalmente independiente,
sin que la capacidad adecuada a su voluntad posea necesidades ni limitaciones.
La moralidad consiste, pues, en la relación de toda acción
con aquella legislación por la cual es posible un reino de los fines. Pero esa
legislación debe hallarse en todo ser racional y ha de poder originarse en su
voluntad, cuyo principio, en consecuencia, es el de no hacer ninguna acción por
otra máxima que ésta: que tal máxima pueda ser una ley universal y, por
tanto, que la voluntad, por su máxima, pueda considerarse a sí misma, al mismo
tiempo, universalmente legisladora. Si las máximas no son, por su propia
naturaleza, necesariamente conformes con ese principio objetivo de los seres
racionales universalmente legisladores, entonces la necesidad de la acción,
según el mismo principio, se llama constricción práctica, es decir, deber.
El deber no se refiere al jefe en el reino de los fines, pero sí a todo miembro
y a todos en igual medida.....
En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad.
Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio,
lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada
equivalente, eso tiene una dignidad. Lo que se refiere a las inclinaciones y necesidades del
hombre tiene un precio comercial; lo que, sin suponer una necesidad, se adecua a
cierto gusto, es decir, a una satisfacción producida por el simple juego de
nuestras facultades sin fin alguno, tiene un precio de afecto; pero aquello que
constituye la condición para que algo sea un fin en sí mismo no tiene un valor
meramente relativo o precio, sino que tiene un valor interno, es decir,
dignidad.
La moralidad es aquella condición bajo la cual un ser
racional puede ser un fin en sí mismo, puesto que sólo por ella es posible ser
miembro legislador en un reino de los fines. Así pues, la moralidad y la
humanidad en cuanto que es capaz de moralidad son lo único que posee dignidad.
La habilidad y la ambición en el trabajo tienen un precio comercial; la gracia,
la imaginación viva, el ingenio, tienen un precio de afecto; en cambio, la
fidelidad en las promesas, la benevolencia por principios (no por instinto),
tienen un valor interior.
(Kant. Fundamentación de la metafísica
de las costumbres)
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