Una voluntad absolutamente buena, cuyo principio tiene que ser
un imperativo categórico, quedará,
pues,
indeterminada con respecto a todos los objetos y contendrá sólo la forma del
querer en general como autonomía,
es decir que la aptitud que posee la máxima de toda buena voluntad de hacerse a
sí misma ley universal es la única ley
que se autoimpone la voluntad de todo ser racional sin que intervenga
como fundamento ningún impulso o interés. Cómo
es posible y por qué es necesaria tal proposición práctica sintética a
priori constituye un problema cuya
solución no cabe en los límites de una metafísica de las costumbres.
(Kant. Fundamentación de
la metafísica de las costumbres)
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