LA IDEA DE LIBERTAD

No basta con que atribuyamos libertad a nuestra voluntad, cualquiera que sea el fundamento en que nos apoyemos, si no tenemos razón suficiente para atribuirla asimismo a todos los seres racionales, pues como la moralidad nos sirve de ley en cuanto que somos seres racionales, tiene que valer también para todos los seres racionales, y puesto que sólo puede derivarse de la propiedad de la libertad, ésta tiene que poder ser demostrada como propiedad de la voluntad de todos los seres racionales. No es suficiente, pues, exponerla en la naturaleza humana mediante ciertas experiencias (aunque esto es absolutamente imposible, pues sólo puede ser expuesta a priori), sino que hay que demostrarla como perteneciente a la actividad de seres racionales en general y dotados de voluntad. Ahora digo lo siguiente: todo ser que no puede obrar de otra manera que bajo la idea de libertad es, por eso mismo, verdaderamente libre en sentido práctico, es decir, que valen para tal ser todas aquellas leyes que están unidas inseparablemente a la libertad, exactamente igual que si su voluntad fuese definida como libre en sí misma de un modo válido incluso en la filosofía teórica. Ahora bien, yo sostengo que a todo ser racional poseedor de voluntad debemos atribuirle necesariamente la idea de la libertad bajo la que obra, pues en tal ser pensamos una razón que es práctica, es decir, que introduce una auténtica causalidad con respecto a sus objetos. Desde luego, es imposible pensar una razón que con su propia conciencia respecto de sus juicios reciba una orientación proveniente de otra parte, pues entonces el sujeto atribuiría a un impulso, no a su razón, la determinación de su capacidad de juzgar. Tiene que considerarse a sí misma autora de sus principios independientemente de influjos ajenos, y, por consiguiente, como razón práctica o voluntad de un ser racional, debe considerarse a sí misma libre. En otras palabras, su voluntad no puede ser voluntad propia más que bajo la idea de libertad, con lo que, en consecuencia, ésta ha de ser atribuida a todos los seres racionales. (Kant. Fundamentación de la metafísica de las costumbres)

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