Sartre afirma que el existencialismo se opone rotundamente a cierta MORAL LAICA que quiere suprimir a Dios con el menos gasto posible. En este contexto hace referencia a ciertos filósofos franceses de la Ilustración que, después de afirmar que la hipótesis de Dios era algo inútil y, por tanto, que había que suprimirla, afirmaban, al mismo tiempo, que era necesario postular la existencia de ciertos valores a priori. Tales valores existirían - al modo kantiano - en un cielo inteligible, aunque, por otra parte, Dios no existiera. Pues bien, el existencialismo de Sartre quiere sacar todas las conclusiones sobre la no existencia de Dios y, en este sentido, piensa que resulta muy incómodo que no exista. Y es que al negar la existencia de Dios desaparece también toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible. Nada está escrito de antemano en el ámbito de la moral y, por ello, no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honrado o que no haya que mentir. Sartre haciendo referencia a la expresión de Dostoievsky que afirmaba que si Dios no existiera, todo estaría permitido, señala que ese es precisamente otro de los puntos de partida del existencialismo: como Dios no existe, el hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí una posibilidad a la que aferrarse. Dicho de otro modo, según Sartre, no existe el determinismo, sino que el hombre es absolutamente libre.

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