Otros de los puntos de partida del existencialismo es, según Sartre, la
defensa del SUBJETIVISMO. Por todo ello, reivindicando a
Descartes, afirma
que no puede haber otra verdad que la del Pienso, luego existo. Esta es la
verdad absoluta de la conciencia captándose a sí mismo. Fuera de este
cogito cartesiano, todos los objetos son solamente probables, y una doctrina
de la probabilidad corre el peligro de desembocar en la nada. En definitiva,
para que haya una verdad cualquiera se necesita una verdad absoluta, y ésta
es, sin duda, el saber a ciencia cierta que tenemos conciencia. Por otro
lado, defender este tipo de subjetivismo es la mejor arma contra todo
intento de desembocar en un materialismo de tipo filosófico, el cual tiende
a considerar a todos los hombres como objetos. El existencialismo, afirma
Sartre, intenta reivindicar que el reino humano constituye un conjunto de
valores totalmente distintos del reino material.
Ahora bien, defender el subjetivismo, al modo cartesiano, no quiere decir,
según Sartre, que el existencialismo defienda el INDIVIDUALISMO.
No se puede olvidar que, para un existencialista, uno no se descubre
solamente a sí mismo, sino también a los otros. El yo existencialista ( y
aquí Sartre se separa de Descartes y de Kant ) es quien nos permite
captarnos a nosotros mismos pero en tanto en cuanto existimos frente al
otro, y, en este contexto, el otro es tan cierto para nosotros como lo somos
nosotros mismos. Y es que el Yo no sería nada salvo que los otros le
reconozcan como tal. Para obtener una verdad cualquiera sobre mí - señala
Sartre - es necesario que pase por el otro; el otro es indispensable a mi
existencia. Sartre denomina este fenómeno con el nombre de INTERSUBJETIVIDAD.
Aunque, según Sartre, es imposible encontrar en cada hombre eso que ha
venido denominándose en la historia de la filosofía como naturaleza
humana, si podría hablarse de CONDICIÒN HUMANA. Por
condición se entiende el conjunto de límites a priori que bosquejan su
situación en el universo, es decir, el hombre nace y necesariamente se
sitúa en un mundo en donde tendrá que estar en medio de los otros. En este
contexto, todo proyecto, por más individual que sea, tiene un valor
universal. En este sentido, podría hablarse de una universalidad de la
condición humana, aunque tal universalidad no está dada a priori sino que
está perpetuamente construyendo. Y se construye esa universalidad humana
desde el momento en que cada sujeto humano elige, ya que, con su elección,
compromete a toda la humanidad.
Otra de las acusaciones vertidas contra el existencialismo consiste,
según Sartre, en señalar que defiende la GRATUIDAD y
el capricho, ya que, al tener que elegir, y, no existir razón para preferir un
proyecto a otro, todo puede convertirse en relativismo y
anarquía. Sartre se defiende de esta acusación señalando que el
existencialismo, aunque niega la existencia de valores a priori que
determinen nuestra voluntad, no defiende el capricho ( al modo de Gide ) sino
la obligación de tener de comprometerse a través de una elección aunque
sin referirla a valores establecidos.