Lo que complica las cosas es que hay dos especies de
existencialistas: los primeros, que son cristianos, entre los cuales yo
colocaría a Jaspers y a Gabriel Marcel, de confesión católica; y, por otra
parte, los existencialistas ateos, entre los cuales hay que colocar a Heidegger,
y también a los existencialistas franceses y a mí mismo. Lo que tienen en
común es simplemente que consideran que la existencia precede a la esencia, o,
si se prefiere, que hay que partir de la subjetividad. ¿Qué significa esto a
punto fijo?
Consideremos un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un
cortapapel. Este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en
un concepto; se ha referido al concepto de cortapapel, e igualmente a una
técnica de producción previa que forma parte del concepto, y que en el fondo
es una receta. Así, el cortapapel es a la vez un objeto que se produce de
cierta manera y que, por otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede
suponer un hombre que produjera un cortapapel sin saber para qué va a servir
ese objeto. Diríamos entonces que en el caso del cortapapel, la esencia —es
decir, el conjunto de recetas y de cualidades que permiten producirlo y
definirlo— precede a la existencia; y así está determinada la presencia
frente a mí de tal o cual cortapapel, de tal o cual libro. Tenemos aquí, pues,
una visión técnica del mundo, en la cual se puede decir que la producción
precede a la existencia.
Al concebir un Dios creador, este Dios se asimila la mayoría
de las veces a un artesano superior; y cualquiera que sea la doctrina que
consideremos, trátese de una doctrina como la de Descartes o como la de Leibniz,
admitimos siempre que la voluntad sigue más o menos al entendimiento, o por lo
menos lo acompaña, y que Dios, cuando crea, sabe con precisión lo que crea.
Así el concepto de hombre, en el espíritu de Dios, es asimilable al concepto
de cortapapel en el espíritu del industrial; y Dios produce al hombre siguiendo
técnicas y una concepción, exactamente como el artesano fabrica un cortapapel
siguiendo una definición y una técnica. Así, el hombre individual realiza
cierto concepto que está en el entendimiento divino. En el siglo XVIII, en el
ateísmo de los filósofos, la noción de Dios es suprimida, pero no pasa lo
mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia. Esta idea la
encontramos un poco en todas partes: la encontramos en Diderot, en Voltaire y
aun en Kant. El hombre es poseedor de una naturaleza humana; esta naturaleza
humana, que es el concepto humano, se encuentra en todos los hombres, lo que
significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal, el
hombre; en Kant resulta de esta universalidad que tanto el hombre de los
bosques, el hombre de la naturaleza, como el burgués, están sujetos a la misma
definición y poseen las mismas cualidades básicas. Así pues, aquí también
la esencia del hombre precede a esa existencia histórica que encontramos en la
naturaleza.
El existencialismo ateo que yo represento es más coherente.
Declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia
precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún
concepto, y que este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad
humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa
que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que
después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es
definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal
como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios
para concebirla.
El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como
él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere
después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo
que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.
Jean Paul Sartre. El existencialismo
es un humanismo.
Comentario
|