Pero no puedo contar con hombres que no conozco fundándome
en la naturaleza humana, o en el interés del hombre por el bien de la sociedad,
dado que el hombre es libre y que no hay ninguna naturaleza humana en que pueda
yo fundarme.
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¿Quiere decir esto que deba abandonarme al
quietismo? No. En
primer lugar, debo comprometerme; luego, actuar según la vieja fórmula:
"no es necesario tener esperanzas para obrar". Esto no quiere decir
que yo no deba pertenecer a un partido, pero sí que no tendré ilusión y que
haré lo que pueda.
Por ejemplo, si me pregunto: ¿llegará la colectivización,
como tal, a realizarse? No sé nada; sólo sé que haré todo lo que esté en mi
poder para que llegue; fuera de esto no puedo contar con nada.
El quietismo es la actitud de la gente que dice: "Los
demás pueden hacer lo que yo no puedo." La doctrina que yo les presento es
justamente lo opuesto al quietismo, porque declara: "Sólo hay realidad en
la acción." Y va más lejos todavía, porque agrega: "El hombre no es
nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza, no
es, por lo tanto, más que el conjunto de sus actos, nada más que su
vida." De acuerdo con esto, podemos comprender por qué nuestra doctrina
horroriza a algunas personas. Porque a menudo no tienen más que una forma de
soportar su miseria, y es pensar así: "Las circunstancias han estado
contra mí; yo valía mucho más de lo que he sido; evidentemente no he tenido
un gran amor, o una gran amistad, pero es porque no he encontrado ni un hombre
ni una mujer que fueran dignos; no he escrito buenos libros porque no he tenido
tiempo para hacerlos; no he tenido hijos a quienes dedicarme, porque no he
encontrado al hombre con el que podría haber realizado mi vida. Han quedado,
pues, en mí, sin empleo, y enteramente viables, un conjunto de disposiciones,
de inclinaciones, de posibilidades que me dan un valor que la simple serie de
mis actos no permite inferir." Ahora bien, en realidad, para el
existencialismo, no hay otro amor que el que se construye, no hay otra
posibilidad de amor que la que se manifiesta en el amor; no hay otro genio que
el se manifiesta en las obras de arte; el genio de Proust es la totalidad de las
obras de Proust; el genio de Racine es la serie de sus tragedias; fuera de esto
no hay nada. ¿Por qué atribuir a Racine la posibilidad de escribir una nueva
tragedia, puesto que precisamente no la ha escrito? Un hombre que se compromete
en la vida dibuja su figura, y fuera de esta figura no hay nada. Evidentemente,
este pensamiento puede parecer duro para aquel que ha triunfado en la vida.
Pero, por otra parte, dispone a las gentes para comprender que sólo cuenta la
realidad, que los sueños, las esperas, las esperanzas, permiten solamente
definir a un hombre como sueño desilusionado, como esperanzas abortadas, como
esperas inútiles; es decir que esto lo define negativamente y no positivamente;
sin embargo, cuando se dice: tú no eres otra cosa que tu vida, esto no implica
que el artista será juzgado solamente por sus obras de arte; miles de otras
cosas contribuyen igualmente a definirlo. Lo que queremos decir es que el hombre
no es más que una serie de empresas, que es la suma, la organización, el
conjunto de las relaciones que constituyen estas empresas.
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En estas condiciones, lo que se nos reprocha aquí no es en
el fondo nuestro pesimismo, sino una dureza optimista. Si la gente nos reprocha las obras novelescas en que
describimos seres flojos, débiles, cobardes y alguna vez francamente malos, no
es únicamente porque estos seres son flojos, débiles, cobardes o malos; porque
si, como Zola, declaráramos que son así por herencia, por la acción del
medio, de la sociedad, por un determinismo orgánico o psicológico, la gente se
sentiría segura y diría: bueno, somos así, y nadie puede hacer nada; pero el
existencialista, cuando describe a un cobarde, dice que el cobarde es
responsable de su cobardía. No lo es porque tenga un corazón, un pulmón o
cerebro cobarde; no lo es debido a una organización fisiológica, sino que lo
es porque se ha construido como hombre cobarde por sus actos. No hay
temperamento cobarde; hay temperamentos nerviosos, hay sangre floja, como dicen,
o temperamentos ricos; pero el hombre que tiene una sangre floja no por eso es
cobarde, porque lo que hace la cobardía es el acto de renunciar o de ceder; un
temperamento no es un acto; el cobarde está definido a partir del acto que
realiza. Lo que la gente siente oscuramente y le causa horror es que el cobarde
que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es
que se nazca cobarde o héroe. Uno de los reproches que se hace a menudo a
Chemins de la Liberté se formula así: pero, en fin, de esa gente que es tan
floja, ¿cómo hará usted héroes? Esta objeción hace más bien reír, porque
supone que uno nace héroe. Y en el fondo es esto lo que la gente quiere pensar:
si se nace cobarde, se está perfectamente tranquilo, no hay nada que hacer, se
será cobarde toda la vida, hágase lo que se haga; si se nace héroe, también
se estará perfectamente tranquilo, se será héroe toda la vida, se beberá
como héroe, se comerá como héroe. Lo que dice el existencialista es que el
cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; hay siempre para el cobarde
una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe de dejar de ser héroe. Lo que tiene importancia es el compromiso total, y no es un
caso particular, una acción particular lo que compromete totalmente. Así, creo yo, hemos respondido a cierto número de reproches concernientes
al existencialismo. Ustedes ven que no puede ser considerada como una filosofía
del quietismo, puesto que define al hombre por la acción; ni como una
descripción pesimista del hombre: no hay doctrina más optimista, puesto que el
destino del hombre está en él mismo; ni como una tentativa para descorazonar
al hombre alejándole de la acción, puesto que le dice que sólo hay esperanza
en su acción, y que la única cosa que permite vivir al hombre es el acto. En
consecuencia, en este plano, tenemos que vérnoslas con una moral de acción y
de compromiso. Sin embargo, se nos reprocha además, partiendo de estos
postulados, que aislamos al hombre en su subjetividad individual. Aquí también
se nos entiende muy mal.
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