Tenemos que considerar la
naturaleza del fuego, agua, aire y tierra y su estado antes de la formación del
universo, pues creo que nadie hasta ahora reveló su origen, sino que como si
nos dirigiéramos a quienes ya saben lo que es el fuego y cada uno de ellos, los
llamamos principios y los hacemos elementos del universo, aunque quienquiera que
tenga un poco de inteligencia debería utilizar dicha similitud sólo de manera
aproximada y no como si se tratara de tipos de sílaba. Pues bien, nuestra
posición es la siguiente. Ahora no he de hablar ni de principio ni de
principios de todas las cosas ni de lo que me parece acerca de ellos, no por
nada, sino por lo difícil que es demostrar.........El
comienzo de nuestra exposición acerca del universo, por tanto, debe estar
articulado de una manera más detallada que antes. Entonces diferenciamos dos
principios, mientras que ahora debemos mostrar un tercer tipo adicional. En
efecto, dos eran suficientes para lo dicho antes, uno supuesto como modelo,
inteligible y que es siempre inmutable, el segundo como imagen del modelo, que
deviene y es visible. En aquel momento, no diferenciamos una tercera clase
porque consideramos que estas dos iban a ser suficientes. Ahora, sin embargo, el
discurso parece estar obligado a intentar aclarar con palabras una especie difícil
y vaga. ¿Qué características y qué naturaleza debemos suponer que posee?
Sobre todas, la siguiente: la de ser un receptáculo de toda la generación,
como si fuera su nodriza. Aunque lo dicho es verdadero, deberíamos hablar con
mayor propiedad acerca de él, lo que no es fácil, especialmente porque hay que
comenzar con las dificultades preliminares acerca del fuego y de los otros
elementos por lo siguiente: porque es difícil decir acerca de cada uno de ellos
a cuál se le aplica con más propiedad el nombre de agua que el de fuego o a cuál
qué nombre más que todos o uno en particular, de tal modo que se use un
discurso fiable y sólido. ¿Cómo trataríamos, entonces, esto mismo de manera
probable y de qué manera y planteándonos qué problemas? En primera instancia,
tomemos lo que acabamos de denominar agua. Vemos que cuando se solidifica, así
creemos, se convierte en piedras y tierras, pero cuando se disuelve y separa, se
convierte en viento y aire, y el aire, cuando se quema, en fuego, y el fuego se
vuelve a combinar, se apaga y retorna a la forma del aire, y el aire torna a
reunirse y condensarse en nube y niebla y de éstas, que se concentran todavía
más, fluye el agua; del agua, nuevamente, tierra y piedras y así, como parece,
se dan nacimiento en ciclo unos a otros. Por cierto, si ninguno de éstos se
manifiesta nunca de la misma manera, ¿cómo no se pondría en ridículo quien
afirmara sin reservas que cualquiera de ellos es éste y no otro? Imposible; es
mucho más seguro hablar acerca de ellos suponiendo lo siguiente: cuando vemos
que algo se convierte permanentemente en otra cosa, por ejemplo el fuego, no hay
que denominarlo en toda ocasión 'este' fuego, sino siempre 'lo que posee tal
cualidad' y no 'este' agua, sino siempre 'lo que tiene tal característica', ni
hay que tratar jamás nada de aquello para lo que utilizamos los términos 'eso'
y 'esto' para su designación, en la creencia de que mostramos algo, como si
poseyera alguna estabilidad, puesto que lo que no permanece rehuye la aseveración
del 'eso' y el 'esto' y la del 'para esto' y toda aquella que lo designe como si
tuviera una cierta permanencia'. Pero si bien no es posible llamar a cada uno de
ellos 'esto', lo que tiene tales características y permanece siempre semejante
en el ciclo de las mutaciones puede ser denominado según las cualidades que
posee, y así es fuego lo que posee en todo momento tal rasgo e, igualmente,
todo lo generado. Sólo aquello en lo que continuamente aparece cada uno de
ellos al nacer y en lo que nuevamente desaparece, debe ser nombrado por medio de
'esto' y 'eso', pero a nada de lo que tiene alguna cualidad, calor o blancura o
cualquiera de los contrarios y todo lo que proviene de éstos, se le puede
aplicar la denominación de 'aquello'.
Platón. Timeo