Después de que nacieran todos los dioses que
marchan de manera visible y todos los que aparecen cuando quieren, el creador de
este universo les dijo lo siguiente: «Dioses hijos de dioses, las obras de las
que soy artesano y padre, por haberlas yo generado, no se destruyen si yo no lo
quiero. Por cierto, todo lo atado puede ser desatado, pero es propio del malvado
el querer desatar lo que está construido de manera armónicamente bella y se
encuentra en buen estado. No sois en absoluto ni inmortales ni indisolubles
porque habéis nacido y por las causas que os han dado nacimiento; sin embargo,
no seréis destruidos ni tendréis un destino mortal, porque habéis obtenido en
suerte el vínculo de mi decisión, aún mayor y más poderoso que aquellos con
los que fuisteis atados cuando nacisteis. Ahora, enteraos de lo que os he de
mostrar. Hay tres géneros mortales más que aún no han sido engendrados. Si éstos
no llegan a ser, el universo será imperfecto, pues no tendrá en él todos los
géneros de seres vivientes y debe tenerlos si ha de ser suficientemente
perfecto. Pero si nacieran y participaran de la vida por mi intermedio, se
igualarían a los dioses. Entonces, para que sean mortales y este universo sea
realmente un todo, aplicaos a la creación de los seres vivos de acuerdo con la
naturaleza e imitad mi poder en vuestra generación. Comenzaré por plantar la
simiente de lo que conviene que haya en ellos del mismo nombre que los
inmortales, dado que es llamado divino y gobierno en los que quieren obedecer
siempre a la justicia y a vosotros, y os lo entregaré. Vosotros haréis el
resto, entretejiendo lo mortal con lo inmortal. Engendrad seres vivientes,
alimentadlos, hacedlos crecer y recibidlos nuevamente cuando mueran.»
Platón.
Timeo