CATÁSTROFE
(Enero de 1889)
A comienzos de enero de 1889 se produce la decisiva disolución mental de Nietzsche
algo que sorprendió incluso a sus mas allegados que no esperaban tal desenlace en un
tiempo tan corto. La rapidez en el desenlace llevó a su hermana a defender, sin prueba
alguna, la tesis del
CARTAS DE LOCURA
(3-6 Enero de 1889)
Los días de Navidad, como sabemos, eran una época crítica para Nietzsche en la que
arreciaban los quebrantos de salud. Por eso no fué casual que en los primeros días de
enero cayera en la crisis de la que ya no despertaría más. De una forma rápida y
contundente, Nietzsche, pasa de la claridad del día a la oscuridad de la noche. Comienzan
a superponerse en él historias fantásticas y recuerdos reales hasta que llega el momento
en que ambos, realidad y fantasía, se diluyen en la noche del espíritu.
Para comprender lo que sucedió en este tiempo contamos casi unicamente con las
denominadas cartas de locura de los días 3 al 6 de enero de 1889 asi como con
los testimonios que el hospedero de Nietzsche en Turín, Davide Fino, hizo a
Overbeck cuando acudió, raudo y veloz, en ayuda de su amigo. En las cartas de locura, a
pesar de la visión irreal que respiran, nos revelan los auténticos intereses que
preocupaban a Nietzsche en esos momentos: el destino de Europa en el
ámbito no unicamente cultural sino tambien político. Algunas de las cartas
de locura son las siguientes:
En este contexto de exaltación irreal de su espíritu, Nietzsche, vive y
pasea, durante estos días de enero, por las calles de Turín. Desconectado de la realidad
cree vivir en su época de estudiante de Bonn. En
la calle se da aires de extranjero distinguido lo
que no le libra de provocar escándalos públicos como el sucedido en 8 de Enero
en la conmovedora historia de Nietzsche con un caballo.
Biografía de Nietzsche.
FRIEDMATT
(Enero de 1889)
El domingo, 6 de enero de 1889, Jacob Burckardt recibe una larga carta de Nietzsche.
Afectado profundamente por su contenido se dirije a casa de Overbeck con el objeto de
enseñársela pues sabía que éste era amigo íntimo. Overbeck recordará más tarde en
sus
JENA
(1889-1890)
Durante los 14 meses siguientes a su llegada al Friedmatt la vida de Nietzsche
transcurre bajo estricto control médico. Overbeck nos transmite tambien como fue la
LOS AMIGOS DE NIETZSCHE ANTE SU HUNDIMIENTO
Los viejos amigos de Nietzsche respodieron muy positivamente ante el triste desenlace. De
todos los lugares llegan escritos de condolencia, dirigida esencialmente a Overbeck, y en
dónde son de destacar las misivas de
APATÍA
Mientras tanto en Naumburg Nietzsche camina irremisiblemente, y de forma
EL ARCHIVO-NIETZSCHE
El enfrentamiento surgido entre la Sra Förster y el editor Köselitz hizo que
éste tuviera que entregarle, el 23 de octubre de 1893, todo el legado manuscrito de
Nietzsche que Köselitz conservaba en Annaberg. Aunque enfadado por la actitud de la
hermana de Nietzsche, Köselitz, tenía una gran confianza en que no se podía
MUERTE DE NIETZSCHE
(25 agosto 1900)
Los
DERRAME CEREBRAL
La hermana de Nietzsche Elisabeth Förster
fundó sobre el aparente carácter súbito del hundimiento definitivo, la tesis de un «derrame
cerebral» o de una «parálisis cerebral»; tesis que se mantuvo durante
decenios contra todos los ataques y refutaciones, se repitió en numerosas publicaciones y
llegó a depurarse con el transcurso del tiempo. Como causas Elisabeth adujo
tambien: el agotamiento, como consecuencia del excesivo trabajo y el abuso de drogas
(cloral). Pero para demostrar esta tesis fallan los síntomas y las pruebas.
Biografía de Nietzsche
Catástrofe
SÍNTOMAS FALSOS
En primer lugar,
Nietzsche no se desmayó nunca, no sufrió ninguna pérdida total de conocimiento, y
permaneció además en dominio de sus movimientos corporales. No hubo síntoma alguno de
parálisis parcial como suele suceder en los ataques apopléticos.
En segundo lugar es excesivo hablar de
agotamiento por sobrecarga de trabajo, durante los tres últimos meses en Turín. Es
verdad que el número de los escritos elaborados en el último año llega a una suma
jamás alcanzada, pero la extensión total y las prestaciones intelectuales llevadas
a cabo no superan en parte alguna los esfuerzos anteriores. Los amplios y agotadores
estudios de fuentes para la «obra capital» ya estaban cerrados en lo esencial., desde la
primavera de 1888, y el trabajo para ellos -incluso en forma de resúmenes amplios- ya
había sido plasmado en los cuadernos de notas; los cuadernos posteriores ya no ofrecen
nada nuevo ni notable, ni respecto a la extensión ni al contenido. Nietzsche ya tiene
ante sí, elaborado, el «sistema» filosófico, ha tomado su posición, el tiempo lleno
de tensiones de los «descubrimientos» filosóficos ya ha pasado. El mismo habla ahora de
«tiempo de cosecha», posee un «ánimo otoñal a todos los respectos», en su paisaje
filosófico ha entrado la tranquilidad. Y así trabaja ahora con una cierta serenidad y
reposo, que él llama «alciónicos», evitando todo lo héctico. ¡Se toma casi cuatro
meses para las cincuenta páginas impresas, más o menos, que componen el Caso Wagner! junto
a ello le surge fácilmente y en pocos días esa colección de pensamientos, más del
doble de extensa, que es El crepúsculo de los ídolos, pero es que en este caso no
se trataba de desarrollar una idea fundamental y con todo rigor científico. El manuscrito
de El crepúsculo de los ídolos va a la imprenta ya un mes después tan sólo del Caso
Wagner. Al mismo tiempo Nietzsche consigue trabajar en el Anticristo, cuyo
manuscrito acaba en lo esencial el 30 de septiembre. En todo caso, en esos dos meses de
agosto-septiembre de 1888, hay que hablar de una gran intensidad de trabajo.
En Turín, ahora que no le estorban ni interrumpen influjos externos
ni visita alguna, que es respetado por sus ataques, habituales desde hace años, y puede,
por tanto, aprovechar plena y realmente todos los días, Nietzsche se despide de
la filosofía, echa una mirada retrospectiva a su vida y a su obra, y se pone a escribir
su autoexposición, el Ecce homo, que cierra provisionalmente a comienzos de
noviembre, sin haberla acabado. Nieztsche contra Wagner, terminado en diciembre,
está compuesto fundamentalmente de extractos de escritos anteriores. El trabajo principal
es el de la corrección de las pruebas de imprenta y la toma de postura frente a la
recepción que se va extendiendo al gran público, sobre todo de sus obras a partir del Zaratustra. Tampoco
los cuadernos de notas de esta última época contienen testimonio alguno de un
rendimiento intelectual filosófico acrecentado. Sí se produjo una tensión palmaria, de
la que pudo seguirse perfectamente una sobrecarga nerviosa, debido al miedo por el futuro
personal cuando hubieran aparecido los dos ataques a las grandes fuerzas de la
«Iglesia» (con el Anticristo) y del «Reich» (con el político Promemoria,
ante lo que Nietzsche, ya ahora, dubitante, se horrorizaba.
En tercer lugar, faltan testimonios, y
precisamente de la última época, para la leyenda del abuso de drogas. «El
viejo holandés», por cuya mediación parece que Nietzsche llegó a esa
extraordinaria droga indonesia (¿haschisch quizá?), sobre la que no se ha podido ofrecer
un dato útil (tampoco por la hermana, quien se refiere a ella), ha desaparecido desde
hace años (fines de 1886) del círculo histórico de Nietzsche y no ha vuelto a ser
citado Por él. Esa «fuente», pues, estaba agotada. También el recurrido «abuso
del cloral» es cosa de hace años y permaneció dentro de unos límites muy
modestos. En 1884 Nietzsche narró cosas al respecto a Resa von Schirnhofer, así
como sobre otros fármacos que él mismo se recetaba en Rapallo como «Dr.
Nietzsche». Pero se deshabituó sistemáticamente de todo ese tipo de calmantes,
prohibiéndose desde hace bastante tiempo incluso los alcoholes fuertes como el vino y el
aguardiente. Rehusó hasta el café y sólo bebía ya cacao y té. El intento de Elisabeth
Förster-Nietzsche era evitar que el acabamiento mental de su hermano se viera como
última consecuencia de un trastorno mental latente, o incluso hereditario
posiblemente, de una «en fermedad mental» funcional (de ahí también la leyenda en
torno a la muerte del padre como consecuencia de un accidente), y en ello quizá tuvo
razón. Sólo que se equivocó plenamente en la elección de los posibles quebrantos
orgánicos externos. Quizá ella no conocía realmente la auténtica causa, o no quería
(podía) -por rechazo interior- conocerla, pero lo que hay que reconocer, en cualquier
caso, es que con el tiempo fue creyéndose sus propias y falsas tesis.
JULIUS MÖBIUS
El primero que como médico y psiquiatra salió al paso en contra de
la imagen de la enfermedad que afirmaba Elisabeth Förster-Nietzsche, y que
atrajo hacia sí su cólera desatada, fue el neurólogo de Leipzig Paulus Julius
Möbius (1853-1907) con su extensa Patografía de Nietzsche, (1902). Para él
es seguro el diagnóstico de parálisis progresiva a consecuencia de una infección
de sífilis. En su intento, médicarnente legítimo, de ofrecer una historia completa
de la enfermedad, de describir el progreso de la enfermedad desde sus primeros y débiles
síntomas hasta el final ineluctable y letal, cede ya a la tentación de recurrir a un
análisis de la obra, para el que no estaba preparado ni por procedencia ni por
formación. Por desgracia su ejemplo siguió operante y pesó en adelante sobre la
compresión de Nietzsche. Son sobre todo aquellos a quienes horripilan ya títulos como Anticristo
o Voluntad de poder, los que se atienen de muy buen gusto a estas últimas palabras de
Möbius: «Si encontráis perlas no penséis que todo es un rosario de ellas. Sed
recelosos, ya que este hombre es un enfermo cerebral», y se sienten aliviados,
liberados de todo examen filosófico auténtico y propio.
OBSERVACIONES COMPARATIVAS
La «observación comparativa de enfermos» ha sido
intentada a menudo, con métodos científicos y también con fantasía poética (Stefan
Zweig por ejemplo). Naturalmente, en esto sólo pueden ser de interés las
comparaciones entre potencias espirituales comparables ellas mismas de algún modo, por lo
cual se echa mano a menudo de las vidas de Hölderlin, Van Gogh o Kleist.
Externamente se da el obvio paralelo de un final en la tiniebla espiritual, en el caso de
Kleist en el suicidio delirante. Pero las bases son decididamente distintas. Ni en el caso
de Hölderlin ni en el de van Gogh se da un quebranto orgánico
producido por un influjo exterior, como la sífilis por ejemplo, ni parálisis
tampoco.
SABER EMPÍRICO
Jaspers exige un «saber empírico» que parece
que es en lo biográfico donde mejor puede adquirirse. Pero las fuentes fiables para ello
son extraordinariamente escasas. No significa mucho en el fondo el que Resa v.
Schirnhofer, Meta von Salis y el mismo Julius Kaftan nos aseguren que hasta
incluso el verano de 1888 no encontraron nada «perturbado» en el ánimo de Nietzsche.
Ellos sólo conocían a Nietzsche desde hacía unos años y no tenían, por tanto,
posibilidad de comparación con el Nietzsche de otras épocas. Tampoco cuenta, a causa de
su superficialidad, el conocimiento anterior que Kaftan tenía de Nietzsche de los tiempos
de Basilea. ¿Ha cambiado algo desde la época de Basilea, y sobre todo en los
últimos años, en el ánimo de Neitzsche, en su conformación de la vida como reflexión
sobre el entorno? A esta pregunta decisiva sólo pueden responder pocas personas. La
primera de ellas sería Overbeck. Pero mantiene un contacto tan ininterrumpido
con Nietzsche que no puede apreciar los cambios, al igual que no pueden hacerlo los padres
con el crecimiento de sus hijos, a los que tienen diariamente en su derredor. Sólo a finales
de diciembre de 1888 se alarmó por el comportamiento obstinado del amigo en la cuestión
editorial y en el anuncio de un manifiesto político, es decir, en el abandono
de la filosofía. Otro testigo de excepción podía ser Köselitz. Pero
precisamente él compartió tan profundamente los cambios de Nietzsche que le resultó
imposible guardar cualquier distancia para la observación crítica. Hasta la misma locura
ya manifiesta no llegó a comprenderla. A la tarjeta del 4 de enero de 1889 de
Nietzsche con el texto «Cántame una nueva canción: el mundo se ha transfigurado y
todos los cielos se alegran. El crucificado», él responde: «¡Tienen que ser
grandes cosas las que le están sucediendo! Su entusiasmo, su salud... han de despertar al
más abatido; usted es de una salud contagiosa; la epidemia que usted deseó una vez a la
salud, la epidemia de su salud, ya no puede faltar.»
RASGOS EXTRAÑOS
Richard y Cosima Wagner hablaron con toda decisión de una
ruptura en la estructura de la personalidad de Nietzsche ya desde después de
1876, sobre todo después de Humano demasiado humano (1878). Pero en este caso todo
está tan cargado personalmente que es muy difícil considerar sus afirmaciones como
«pruebas», aunque tampoco haya que rechazarlas plenamente. Wagner era un
conocedor de personas como pocos, pero también una naturaleza despótica que exigía una
sumisión incondicionada que Nietzsche no podía ofrecer, sin que ello tenga que
significar que estaba «enfermo». Malwida v. Meysenbug ya desde hacía
años no tenía trato personal con Nietzsche. Sólo conocía sus cartas y sus obras, de
las que, desde Humano demasiado humano también, se sentía más y más alejada. La
brutal ruptura de Nietzsche con ella en el otoño de 1888 delata ya en principio
un desconocimiento de las relaciones de ella con las personas y de su capacidad de aguante
(como sucedió un año antes respecto con Rohde), así como un trastorno general de la
conciencia de la realidad. El comportarniento de Nietzsche es desproporcionado.
Aquí puede decirse: así no actúa una persona «normal». Lo mismo vale para el caso de Bülov
y de Fritzsch. Pero con ello ya estamos en los últimos meses antes de la evidente
irrupción de la enfermedad. No mucho tiempo antes, pero sí lo bastante para resultar
decisivo en este caso, dos viejos y fieles amigos, llenos de presentimientos, captan el
trastorno de Nietzsche en sus relaciones con el entorno: en junio de 1886 Erwin Rohde,
y en torno al 1 de septiembre de 1887 Paul Deussen. Aparentemente sus
impresiones son contrarias. Rohde siente «una atmósfera indescriptible de extrañeza,...
como si viniera de un país en el que no vive nadie más que él» 187, y a Deussen
le sorprende «qué cambios...se habían producido en él. Ya no tenía la arrogante
postura, el paso elástico, la conversación fluida. Parecía arrastrarse sólo con
dificultad y algo inclinado hacia un lado, y su conversación se hacía a menudo torpe y
atropellada...Después nos llevó a sus lugares preferidos. Me acuerdo especialmente
todavía de una pradera cortada sobre el abismo, bajo la que rugía en lo profundo un
riachuelo de montaña. Aquí -dijo- es donde más me gusta tumbarme y donde se me ocurren
las mejores ideas"...Nos marchamos por la tarde y Nietzsche nos acompañó hasta el
pueblo siguiente, una hora valle abajo...Cuando nos despedimos había lágrimas en sus
ojos.» A ambos les llama la atención un cambio fundamental en el ánimo de
Nietzsche, a Rohde una lejanía a la que no lleva ya puente alguno, a Deussen
una «exagerada atención y deferencia, [que] no había antes en el carácter de
Nietzsche y que me parecieron características de su situación presente», lo que
para ambos, en cualquier caso, no significaba una relación equilibrada con el ambiente.
Algún factor perturbador está actuando. La - por contraposición al caso de Rohde- «exagerada
atención» para con Deussen pudo deberse a su «pequeña» esposa,
mucho más joven y vivaz, de la que Nietzsche escribe incluso a su madre el 4 de
septiembre de 1887 calificándola de «algo judía», lo que, tras las semanas que acababa
de pasar con Helen Zimmem, no tiene en absoluto un significado «peyorativo». A su carta
del 16 de noviembre de 1887 a Paul Deussen, Nietzsche añade como posdata: «¡Un
saludo cordial a la pequeña y valiente camarada!» Deussen capta todavía otra
diferencia con el modo de vida de antes de Nietzsche, estricto y ordenado: «Me llevó
a su vivienda, o, como él decía, a su cueva. Era una sencilla habitación en una casa de
campesinos...La instalación era la más sencilla que puede pensarse. En uno de los lados
estaban sus libros, la mayoría de los cuales me resultaban muy conocidos ya de antes,
seguía una mesa campesina con taza de café, cáscaras de huevo, manuscritos, objetos de
toilette, todo ello en un revuelto que se seguía, pasando por un descalzador donde había
una bota, hasta la cama, todavía deshecha. Todo indicaba un servicio negligente y un
señor paciente, que se avenía a todo.» ¡Qué diferencia con Basilea, donde
quería llegar a la toma de posesión de su cátedra con criado propio, y donde era
conocido por su cuidado aspecto externo! Pero también en ello volvió a manifestarse un
cambio al año siguiente, y en la dirección del regreso a los años de Basilea, ahora, de
todos modos, no sin un cierto tono penoso, exaltado y convulso: se regocija por «los
honneurs que él mismo se hace», como escribe a su madre.
PRODUCCIÓN INTERRUMPIDA
Aparte de este trastorno general de la relación con el ambiente en
los últimos años ochenta, ahora, en los últimos meses antes de la catástrofe, las
agudas perturbaciones de la comprensión de la realidad y de la identidad cerrada se
amontonan en una serie cada vez más apretada. Un hecho cuyo significado no puede
menospreciarse es el que el pensamiento filosófico de Nietzsche se interrumpa
definitivamente con el Anticristo el 30 de septiembre de 1888. En una valoración
totalmente equivocada de la magnitud y del significado del asunto, Nietzsche quiere ver a
partir de esa fecha un nuevo comienzo, una nueva medida del tiempo, y lo que sucede es el
comienzo, sólo para él, de una época «nueva», de un estado de conciencia nuevo y
radicalmente distinto. La parte probablemente más significativa de su filosofía, la
crítica del conocimiento, parece totalmente olvidada; ya no se habla de crítica cultural
y moral, sólo quedan vagos recuerdos del mundo de Zaratustra, es precisamente su
contenido lírico el que revive en algunas poesías; por el contrario, ni el
«superhombre» ni el «eterno retorno» son ya defendidos.
¡TODO HA ACABADO!
Con el supuesto asesinato del cristianismo paulino como platonismo
invertido y como construcción judía de poder sacerdotal, Nietzsche cree haber
realizado el trabajo filosófico fundamental. Todo lo demás, toda «transvolaración
de todos los valores», se sigue naturalmente de ello, de modo que él ya no tiene
ningún cometido más que el de velar por la propagación de este definitivo «conocimiento».
¡Con él y en el 30 de septiembre de 1888, la filosofía como tal ha acabado! «Todo
ha acabado», escribe el 18 de diciembre a Carl Fuchs. Ya antes brilló
ocasionalmente, y de modo extraño, esta escisión con respecto a la propia obra, así por
ejemplo el 18 de julio de 1888, en que hace a Carl Fuchs la arrogante
afirmación: «He dado a los hombres el libro más profundo que poseen, mi
Zaratustra» (lo que repite también múltiples veces a otros destinatarios), y
añade pocas líneas después, por otra parte: «Desde entonces propiamente no hago
otra cosa que bufonería para seguir superando una vulnerabilidad y una tensión
insoportables, una idea -la de ser el «bufón del milenio»- que le sigue hasta muy
dentro de la época de transición a las tinieblas.El extrañamiento de su última obra
reciente, la Genealogía de la moral, puede captarse con más precisión en la
carta del 22 de agosto de 1888 a Meta von Salis: «La primera mirada que eché dentro
me deparó una sorpresa: descubrí un prólogo largo...cuya existencia había
olvidado...En realidad sólo conservaba en la memoria el título de los tres tratados: el
resto, es decir, el contenido, se me había extraviado. Esto es la consecuencia de una
actividad intelectual extremada,...que, por así decirlo, había interpuesto un muro en
medio...En aquella época hube de pasar por un estado de inspiración casi ininterrumpida,
de modo que este escrito surgió como la cosa más natural del mundo...El estilo es
vehemente e inquietante, lleno a la vez de finesses.- y flexible y colorista, tal como yo
no había escrito prosa alguna hasta entonces.»
PERDIDA DE IDENTIDAD
Otro paso decisivo más allá en ese camino lo da Nietzsche cuando
confiesa el 9 de diciembre de 1888 a Kóselitz: «Hojeo desde hace algunos días mi
literatura, para la cual sólo ahora me encuentro maduro...He hecho todo muy bien, pero
jamás he tenido idea de ello...¡Diablos, cuánto se oculta ahí dentro! -En el Ecce homo
leerá usted un descubrimiento sobre la tercera y la cuarta intempestivas que le pondrá
los pelos de punta- a mí también me los puso. Ambas hablan sólo de mí,
anticipando...Ni Wagner ni Schopenhauer aparecen en ellas psicológicamente...Ambos
escritos los he entendido sólo hace cuatro días.» La referencia al Ecce homo hay
que tomarla muy en serio. Por muy valiosos y significativos que sean los datos
biográficos, y los datos respecto a la historia de la obra, en este escrito, las
interpretaciones de obras que se hacen en una parte y otra suyas, hay que tomarlas con
extremo cuidado. El Nietzsche que escribe el Ecce Homo ya no es el
Nietzsche que ha escrito una obra filosófica, se enfrenta ahora a ella como un extraño,
la interpreta, piensa incluso que sólo ahora la entiende, que sólo ahora se hace una
idea de ella. Sin quererlo, con la firma de la carta, delata que ya no es él mismo: «le
saluda el fénix». Con ello comienzan los pseudónimos mistificantes, entre los que
hace seguir el 18 de diciembre en carta a Fuchs el de «el monstruo», y que tras
el desmoronamiento toman plena posesión de él. Después de la filosofía lo primero que
pierde Nietzsche es su identidad, y sólo dos semanas más tarde, el 31 de diciembre de
1888 (a Köselitz), no sabe ya su dirección: «supongamos que pudiera ser en
principio el palazzo del Quirinale». Turín, de donde surgió el joven reino
italiano, y Roma, desde donde domina ahora, se diluyen en uno ante esa mirada en-
turbiada. Nietzsche cree poder consumar ahora el mismo camino. Más tarde se ve como
organizador de un Congreso europeo de príncipes, que quiere convocar para el 8
de enero de 1889 en Roma, el corazón del «Imperium Romanum». Ya ha redactado
las correspondientes invitaciones, una para el rey italiano Umberto II, otra para el
secretario de estado papal Mariani y otra para la «Casa de Baden». »A la mueca
de las lágrimas le secundaba otra aparentemente opuesta, pero muy afín: Refiriéndose al
Crepúsculo de los ídolos escribe el 26 de noviembre de 1888 a Kóselitz:
«También quizá encuentre Usted en mi actualidad, malvada y festiva en el fondo, mayor
inspiración para la opereta que en ninguna otra parte [Köselitz trabajaba por ese tiempo
en una opereta]: hago tantas bufonadas conmigo mismo y tengo en privado tales ocurrencias
de payaso, que en plena calle me sonrío irónicamente durante media hora, y no pienso en
cosa otra alguna. Ultimamente se me ocurrió imaginar a Malwida como Kundry en un lugar
decisivo del Ecce Homo...Durante cuatro días seguidos perdí la posibilidad de poner
cierta seriedad en mi rosto.-Pienso ¿con un estado así está uno maduro para
"salvador del mundo"?» También aquí el muro que protege a este
espíritu elevado del desmoronamiento se ha hecho ya delgado y traslúcido.
CARTA A META VON SALIS
Una de las primeras manifestaciones «de locura», fue
la misiva del 3 de enero de 1889 a Meta von Salis se cierra así: «El mundo está
transfigurado puesto que Dios está en la tierra. ¿No ve usted cómo todos los cielos se
alegran? Acabo de tomar posesión de mi reino, arrojo al Papa en la cárcel y hago fusilar
a Wilhelm, Bismarck y Stoecker».
FROMENTIN
Nietzsche también pergeña escritos de acompañamiento
para el emperador Wilhelm y para Bismarck directamente, con ocasión del
envío del primer ejemplar de Ecce homo, «con el que se anuncia la proximidad
de lo prodigioso». Firma: «El anticristo / Friedrich
Nietzsche / Fromentin».
¿Qué significa esta autoidentificación con Fromentin?
Nietzsche conoció la obra del pintor y escritor francés Eugéne Fromentin
(1820-1876), sobre todo su novela autobiográfica Dominique, de 1863; él se
refirió a ella hablando con Meta v. Salis durante el verano de 1888. También
esta referencia se carga de gran significado. Con la relajación de sus fuerzas
espirituales, Nietzsche no sólo pierde las riendas de la realidad, de su
identidad y sentimientos, sino que se le escapan también sus secretos mejor guardados. Fromentin
describe en su novela -de gran penetración psicológica- su amor desgraciado por una
mujer casada que le arrebató la muerte cuando él tenía 24 años. Nietzsche sufrió una
tragedia semejante. Es verdad que la muerte no le había raptado a su amada, ella se
convirtió en la esposa de su amigo paternal y vivía aún, pero - lo que era peor
todavía - ella le había lanzado una especie de anatema. «¡Quién sabe excepto yo
lo que es Ariadna!», aparece todavía en el Ecce homo, después de haber
citado la «Canción nocturna» de Zaratustra II, a la que designa aquí
como «el lamento inmortal por estar condenado por la sobreabundancia de luz y de
poder, por su naturaleza de sol, a no amar»: «Es de noche: hablan ahora las
fuentes manantiales todas. Y también mi alma es una fuente manantial. Es de noche: sólo
ahora despiertan las canciones todas de los amantes.» En la noche que acaba de
entrar, ahora, su alma comienza a hablar en voz alta, desvela el misterio en torno a Ariadna,
es decir, a Cosima Wagner.
JACOB BURCKARDT (1)
El 4 de enero envia una carta a Burckhardt en donde afirma: «Wilhelm,
Bismarck y todos los antisemitas, suprimidos.»
JACOB BURCKHARDT (2)
El 5 de enero envia otra carta a Jacob Burckardt: «Mañana
viene mi hijo Umberto con la encantadora Margarita, a los que yo recibo, sin embargo,
sólo en mangas de camisa.» El encanto femenino sigue estando presente en Nietzsche
esta vez bajo la figura de la reina Margarita de la casa de Saboya.
CARTAS SOBRE COSIMA
A comienzos de enero de 1889 dirige tres manifiestos a la Sra. Cosima
Wagner. En uno se dice: «Ariadna, te quiero.» Pero no sólo a ella airea
Nietzsche ese secreto agobiante, sino también en dos cartas dirigidas al único ser vivo
que ve y reconoce al lado de ella y sobre sí mismo, Jacob Burckhardt. El 4 de
enero le escribe «Ahora es usted - eres tú - nuestro gran maestro, el más grande:
puesto que yo, junto con Ariadna, sólo he de ser el equilibrio dorado de todas las cosas,
tenemos en cada trozo aquellos que están por encima de nosotros...Dionisio», y el 5
de enero: «El resto para la Sra. Cosima...Ariadna...»
MALHECHORES DECENTES
En noviembre había tenido lugar en París un proceso contra un
asesino, que fue tratado detenidamente en las gacetas. Nietzsche hubo de leer con interés
las crónicas en los periódicos franceses que encontraba en las tratorías que
frecuentaba. Se trataba de un tal Prado (probablemente un pseudónimo) que vivía
en París junto con una chica. Fue llevado ante el juzgado por robo, pero allí se
descubrió además que dos años y medio antes había asesinado
a una prostituta. Por ese motivo fue condenado a muerte el 14
de noviembre. ¡Tan duramente se castigó el crimen de una prostituta! Esto correspondía
a la exigencia repetida por Nietzsche de protección y reconocimiento de la prostitución.
Al mismo tiempo tenía lugar otro proceso en Argelia. El estudiante Henri
Chambige era el amante de una tal Sra.Grille, una inglesa de nacimiento que vivía en
Constantine, Argelia. Tras una escena agitada, el 25 de enero de 1888, Chambige había
matado a tiros a la mujer en su villa y se había herido gravemente a sí mismo. ¿Vio
Nietzsche ahí a un Don José como el de la tragedia de Carmen en la ópera? El Don
José «real», Henri Chambige, fue condenado por los jurados de
Constantine el 11 de noviembre de 1888 a 7 años de trabajos forzados. Y ahora, en el
delirio, Nietzsche se identifica también con esos malhechores: «No tome demasiado en
serio el caso Prado. Yo soy Prado, yo soy también el Padre Prado, me atrevo a decir, que
soy también Lesseps. Quise dar a mis parisienses, a quienes amo [¡Nietzsche jamás
estuvo en París!], una nueva idea - la de un malhechor decente. También soy Chambige -
un malhechor decente también.» Esto lo califica Nietzsche como el primero
de sus «dos chistes malos», con los cuales quiere dar una idea a Burckhardt
de «cuán inofensivo puedo ser». Más allá de esta inofensividad queda la
cuestión de si esa, identificaciones con el «malhechor decente» podrían ser
influjos quizá de Dostoiewski.
LA CASA DE SABOYA
Frente a los dos procesos por homicidio, vinieron a añadirse
todavia tres acontecimientos en Turín, que penetraron profundamente, asimismo, en sus
sentimientos, de modo que también salieron a la superficie en el período de tránsito de
las cartas de locura. El reflejo en la carta a Burckhart es el siguiente:
«Este otoño, vestido lo menos posible, asistí por dos veces a mi entierro, primero como
Conte Robilant (-no, ése es mi hijo, por cuanto yo soy Carlo Alberto).» Como base
para ello le había precedido una,comunicación a Overbeck del 13 de noviembre:
«Tuvimos esos días la tétrica pompa de un gran sepelio en el que participó toda
Italia.- el Conde Robilant, el tipo más admirado de la nobleza piamontesa, hijo natural,
por lo demás, como aquí se sabe, del rey Carlo Alberto.Con él Italia perdió un premier
que no puede sustituirse.» Y el 16 de diciembre a Köselitz: «Acaba de morir el
príncipe de Carignano: tendremos un gran entierro.» Desde estas comunicaciones
habla un sentimiento inmediato de compasión con la joven casa real italo-saboyana,
que parece estar más cercana humanamente a él que la «Casa Hohenzollern».
BURCKARDT Y ANTONELLI
A todo lo anterior hay que añadir una tercera defunción en Turín:
el 18 de octubre murió el arquitecto Alessandro Antonelli. Sobre esta base
gira tambien la larga carta del 5 de enero de 1889 a Jacob Burckhardt: «Considere
Usted que entablamos una bonita conversación, Turín no está lejos, por de pronto faltan
obligaciones profesionales graves, habría que procurar un vaso de Veitliner» (el
vino tinto preferido por Burckhardt), y: «Pero Antonelli era yo mismo. Querido Sr.
Profesor, debería ver esta obra arquitectónica». La «Mole Antonelliana»
de Alessandro Antonelli debía facilitar la decisión de Burckhardt
de hacer un viaje a Turín; «el monumento característico de Turín, la torre más
absurda, más absurda y, a la vez, más ingeniosa que su oponente en hierro, más famosa
que ella: la de Eiffel», en juicio de Lucius Burckhardt. «Se comenzó
la construcción de la cúpula como sinagoga» (1863), pero como se acabó el dinero «el
ayuntamiento de Turín se hizo cargo de su terminación con vistas a una exposición
nacional...Entonces Antonelli siguió construyendo, y la iglesia de cúpula se convirtió
en una torre. Finalmente entregó el edificio 100 metros más alto de lo que había
aprobado su cliente. Desde entoces la Mole Antonelliana proporciona ocasión al visitante
de ver la ciudad desde lo alto y verla, por tanto, tal como fue concebida. Allí se
adivinan todavía las grandes perspectivas al campo abierto que deberían haber resultado
en los confines de las grandes calles diametrales». Precisamente fueron esas
perspectivas y la planta rectangular desarrollada a partir del castrum romano, las
cosas que contribuyeron esencialmente a la admiración de Nietzsche por Turín. ¡Aquí se
ofrecía un puente espiritual hacia Burckhardt!
DIFERENTES FIRMAS
Nietzsche firmará sus misivas como «Anticristo»,
otras como «El crucificado» o «Dioniso». Con las firmas
pseudónimas Nietzsche vuelve a plantearnos -por última vez- un enigma, para el
que hay, bien es verdad, algunos accesos biográficos, pero ninguna solución definitiva.
El Dionisio-Zagreo de los misterios órficos, que también llevaba el sobrenombre
de (Sotér = el Salvador), tal como luego se le asignó a Jesús, como hijo de
Zeus y de la reina del mundo subterráneo Perséfone, era el símbolo de una «vida
eterna», pero no en un «más allá», sino aquí, en este mundo. Así,
ello se correspondía con el «Sí a la vida» de Nietzsche, pero no en el
sentido de una supervivencia personal, de una resurrección de cada uno. Dioniso
fue despedazado por los titanes y dividido en un número infinito de individuos, pero Zeus
le hizo nacer de nuevo. Igualmente enigmática es su identificación con el «crucificado».
Ya en principio hay que preguntarse si con ello se refiere a Jesús -¡a quien no
nombra jamás!- o si se ve a sí mismo como un nuevo crucificado de ahora. A la imagen y
expresión pudo contribuir el recuerdo de una carta de Köselitz del 4 de noviembre de
1887 en la que éste le relata la impresión que parece que causó el «Himno a
la vida» de Nietzsche a dos italianos: «Ellos pensaron en el monte Calvario con
sus siete estaciones de dolor», a lo que Köselitz responde: «aquí es otro que
Cristo el que sube al monte; en lugar de la cruz lleva armas y el lucero del alba.»
Pero también puede ponerse en paralelo con el Zaratustra. Nietzsche, ante la
pregunta de por qué eligió precisamente a este fundador religioso persa como
protagonista de su poema didáctico, intenta hacer creíble que Zaratustra fue el
fundador del dualismo de «bien y mal».Y si esto ha de ser superado, tiene que
serlo precisamente por mediación de él. Del mismo modo, Nietzshe podía decir ahora: si
el cristianismo ha de ser superado, tiene que serlo por mediación del crucificado
resucitado, del que ya se decía en Zaratustra 1 («De la muerte libre»):
«Murió demasiado pronto: ¡si hubiera llegado a mi edad él mismo habría revocado
su doctrina! ¡Era suficientemente noble como para retractarse!» Tambien las
firmas del crucificado puede representar la pesadez de la carga que ha tenido que
soportar con una tarea que él consideró como vocación, a la que subordinó, sacrificó
incluso, toda su existencia externa. En este sentido también podría haberse considerado
como «portador de la cruz».
VIVIR COMO ESTUDIANTE
En estos días de Turín el comportamiento personal de Nietzsche
había perdido el suelo real, al menos del mismo modo, haciéndose vacilante y lleno de
emociones no dominadas. Nietzsche califica su vivienda, quizá con razón, de
habitación de estudiante. Con ello conscientemente conecta con su época de Bonn. En ella
vuelve a haber también un piano, que en estos días, muy a pesar de sus
patrones, toca intensamente a cualquier hora del día o de la noche. En su estado
presente, el desahogarse en vehementes improvisaciones, el poderse «vaciar»
liberándose en ellas, es una posibilidad muy importante para Nietzsche. Ahora se
plasma todavía en una actividad artística lo que poco más tarde habría de manifestarse
externamente en brutales accesos inmediatos de rabia.
PORTE DISTINGUIDO
En las calles y en los negocios se da aires de extranjero
distinguido, lo que no resultaba nada extraño ni llamativo para los comerciantes
turineses, acostumbrados como estaban a clientes extravagantes. También en esto Nietzsche
vuelve a recurrir a su procedencia de la nobleza baja polaca, presume de «polaco».
Así puede driblar su origen alemán, del que reniega con sumo gusto ahora que se
encuentra en esa situación de conflicto interno con el «Reich», los Hohenzollern,
Bismarck, etc.
INCIDENTE DEL CABALLO
Pero también llegan a sucederle incidentes en plena calle. El 7
de enero (eso le dice Overbeek a Köselitz el 15 de enero) Nietzsche «se cayó
en la calle y fue levantado [y] estuvo a punto de ir a parar, acto seguido, a un manicomio
privado y de rodearse así de esos aventureros que, en Italia más que en ninguna otra
parte, concurren en tales ocasiones». Elisabeth Förster cree poder
informar de que fue el patrono de Nietzsche, Fino, quien lo recogió de la calle
y lo llevó a casa, poniéndolo así a seguro. También el 8 de enero «el asunto se
convirtió en un escándalo público, el patrono...acababa de estar... en la policía y
con el cónsul alemán; una hora antes todavía... la policía no sabía nada»
(Overbeck.) Sobre este incidente, que Overbeek sólo menciona como «escándalo
público» y, por desgracia, sin citar fuentes, así como localizándolo falsamente,
con seguridad, cuatro días al menos demasiado pronto, el 3 de enero, Erich Podach
narra (en 1930) la conmovedora historia de cómo Nietzsche, en la parada de coches de
punto, cree que un viejo caballo es maltratado por su cochero y, entre sollozos y
lágrimas, se echa al cuello del animal abrazándolo. Aunque Podach testimonió
aquí una trasmisión oral de la tradición local de Turín, y que él recordó
después de años, siempre queda la pregunta de si en realidad se produjo un mal trato
realmente llamativo de un animal,.o si Nietzsche se lo figuró simplemente con su mirada
ya turbia. Hay que considerar además otra cosa: Nietzsche nunca mostró especial
afinidad para con los animales, sólo usa de «el animal» abstractamente, como el ser
vivo cobijado en la seguridad de su instinto, frente al hombre, inseguro a causa de sus
prejuicios morales y extraño de sus fundamentos naturales, al que designa como el
«animal imperfecto.Con el caballo únicamente entró en contacto directo en su época de
servicio militar como «artillero a caballo». De ello sólo se encuentran
recuerdos muy aislados, así por ejemplo cuando informa a Malwida v. Meysenbug,
el 13 de mayo de 1877, respecto a una pintura de un caballero del Palazzo Brignole de
Génova, y le dice que él encuentra que «en el ojo de ese potente corcel está todo
el orgullo de esa familia», o cuando el 13 de mayo de 1888, en carta al Sr. v.
Seydlitz, incluye la penosa escena de cómo en un duro paisaje invernal el cochero
niega el agua al animal maltratado. Nietzsche califica entonces aquello como una «moralité
larmoyante», nombrando a Diderot como fuente de la cita. Ultimamente Anacleto
Varrecchia ha llamado la atención sobre otra posibilidades: la escena de Crimen
y castigo de Dostoiewski, donde Raskolnikov sueña cómo campesinos
borrachos dan palos a un caballo hasta que muere, y él, dominado por la compasión, se
abraza al cuello del animal muerto y lo besa. Nietzsche no atestigua en ninguna parte
(así que habrían de aparecer aún pruebas de ello) que hubiera leído esta obra de Dostoiewski
o, al menos, de que hubiera conocido este episodio sacado de ella.
RECUERDOS OVERBECK
Cuán extraña e incomprensible le resultó siempre a Overbeck la
relación de Nietzsche con Burckhardt, es cosa que llega a expresarse con sorpresa más
tarde (1902) en sus Recuerdos de Friedrícb Nietzsche, a menudo poco críticos: «El
destinatario estaba casi indiferente: el que Nietzsche le hubiera escrito así sobre sus
cosas justifica más elocuente esta postura de Burckhardt que el contenido de por sí
enajenado.¡Cómo pudo comportarse de ese modo precisamente ante un hombre así!»
Esta valoración está influenciada seguramente por la descripción - falta de
comprensión y nacida incluso probablemente de los celos - de la relación de Burckhardt y
Nietzsche, que Köselitz había hecho a Overbeck en su carta del 2 de marzo de 1899: «Asimismo,
quien (tras el curso de Burckhardt sobre historia de la cultura griega, que escuchó
Nietzsche en el verano de 1876) haya visto a Burckhardt y a Nietzsche caminar juntos por
la plaza de la catedral hacia casa, hubo de notar que Burckhardt hacía el papel respecto
a Nietzsche de noli me tangere y que si por él fuera hubiera preferido evadirse
con paso tímido y receloso» Köselitz no podía haber desfigurado más burdamente
la relación elegantemente distante de Burckhardt y Nietzsche!
EDAD DE BURCKARDT
Burckhardt estaba entonces en su año 71 de vida y había
tenido que soportar ya la pérdida de algunas personas cercanas a él, y, por tanto, que
aprender a mantener una postura serena y tranquila en estos casos. En esa época
precisamente se sentía así frente a la muerte: «Tengo presente incesantemente la
sensación de que disminuyen las fuerzas... Según creo, está al llegar una dolencia de
corazón, hereditaria en un momento determinado en nuestra casa. A mi hermano se le hace
esto soportable, ya que está ausente en sus fantasías y que, además, se ve que no
sufre, pero su liberación es sólo una cuestión de tiempo, y de un tiempo
próximo...Entretanto el doctor prueba aquí y allá un nuevo medio con el que conseguir
una permanencia aquí más corta o más larga. Yo me grabo todo ello en la memoria para
conocer también mi final» (a Max Alioth, 19 de febrero de 1889; el hermano Gottlieb
murió el 13 de marzo de 1889). El historiador se preocupa de objetivar también
el propio destino personal, de tomar distancia frente a él, sin volverse por ello
apático al respecto. Del mismo modo hubo de intentar ahora asimilar el final trágico de
su colega más joven dentro de la resignación general duramente alcanzada. Todo lo que
él podía hacer era intervenir para que, lo más rápidamente posible, le llegara ayuda
al desdichado.Y para ello nada más apropiado y rápido que el camino a casa de Overbeck.
DIRECTOR DEL FRIEDMATT
Overbeck, al leer la carta de Burckardt, se sentó a la
mesa inmediatamente y escribió una carta urgente a Turín diciendo que Nietzsche debía
venir sin demora a su casa a Basilea. Sólo cuando él mismo, el lunes siguiente por la
mañana (7 de enero), recibió también una «carta de locura», inconfundible,
de Nietzsche, se le hizo claro lo que sucedía. Entonces fue quien emprendió un camino
inusual. Se apresuró a ir a ver al director de la clínica psiquiátrica «Friedmatt»
(inaugurada en 1886), el Prof. Dr. Ludwig Wille, que entonces quedaba aún
bastante alejada de la ciudad, en la frontera alsaciana. Wille era un colega con el que
tenía confianza, y que también conocía a Nietzsche.Había podido conseguir que se
construyeran las modernas instalaciones «Friedmatt». Tras un examen de las dos
cartas dirigidas a Burckhardt y a Overbeck, Wille no tuvo duda alguna sobre cómo había
que juzgar el caso y sobre lo que había que hacer. Censuró como inválido el intento de
Overbeck con la carta y le instó a traer sin pérdida de tiempo al amigo de Turín a
Basilea, antes de que desapareciera en uno cualquiera de los dudosos centros italianos.
VIAJE A TURÍN
Overbeck siguió inmediatamente el consejo, que más
parecía una orden. Partió por la noche del 7 de enero hacia Turín, a donde llegó al
día siguiente hacia las 2 de la tarde. Dada su perennemente delicada salud, Overbeck se
exigió un gran esfuerzo con ello, ya que hacer a mitad del invierno, en los trenes de
entonces, insuficientemente caldeados o no caldeados en absoluto, durante la noche (sin
coche cama), un viaje de 18 horas aproximadamente, significaba un auténtico sacrificio.
Pero le aguardaban aún cosas peores. Por su propio esfuerzo encontró la vivienda de
Nietzsche en aquella ciudad desconocida para él. El patrono, Fino, estaba
ausente. Nietzsche, con su comportamiento, había acabado por ponerle en un estado de
desesperación, y ahora estaba buscando ayuda en el consulado alemán y en la policía.
Toda la familia estaba desperdigada de modo que Overbeck también tardó en
encontrar a la esposa. Y sólo después logró encontrar a su amigo.
VERSIÓN EDULCORADA
En su carta del 15 de enero, Overbeck, le narra a Köselitz
el encuentro: «Con el terrible momento en el que volví a ver a Nietzsche retorno a
lo principal: un momento terrible como ningún otro y totalmente diferente de todo lo que
se sucedió después. Veo a Nietzsche en una esquina del sofá, encogido y leyendo - como
luego se vio, las últimas pruebas de Nietzsche contra Wagner-, tremendamente
deteriorado en su aspecto externo, él [me ve] (y) se precipita hacia mí, me abraza con
fuerza reconociéndome, y se hace un mar de lágrimas, vuelve después, en medio de
convulsiones, a hundirse en el sofá, yo tampoco me encuentro con fuerzas, a causa de la
conmoción, para tenerme sobre mis piernas. ¿Se le abrió en aquel instante el abismo en
el que se encuentra o mejor, en el que ha caído? En todo caso, no se ha repetido nada
semejante. La familia Fino, al completo, se hallaba presente. Apenas volvió Nietzsche a
reposar allí, gimiendo y en contracciones convulsivas, cuando se le dio a beber el agua
de bromuro que estaba sobre la mesa. Instantáneamente se tranquilizó, y, riendo,
comenzó a hablar de la gran recepción que estaba preparada para por la noche. Con ello
Nietzsche se movía en un círculo de delirios del que no volvió a salir después hasta
que yo le perdí de vista; con claridad siempre sobre mí y en general sobre las demás
personas, pero preso en una noche total con respecto a él. Es decir, sucedía que,
exaltándose sin medida en fuertes cánticos y frenesíes al piano, recuperaba jirones del
mundo de ideas en el que había vivido últimamente; entonces, en frases cortas,
pronunciadas con un tono indescriptiblemente apagado, dejaba escuchar cosas sublimes,
maravillosamente visionarias e indeciblemente terribles sobre sí mismo como sucesor del
Dios muerto, punteando todo ello, por así decirlo, al piano; después volvían a seguir
convulsiones y arrebatos de un sufrimiento indescriptible. Pero, como he dicho, esto
sucedía sólo en momentos escasos y fugaces; mientras yo estuve presente, en total
predominaron las declaraciones de la profesión que él mismo se adjudica a sí mismo de
ser el bufón de las nuevas eternidades; y él, el incomparable maestro de la expresión,
era incapaz de reproducir los entusiasmos, incluso, de su alegría de otro modo que por
medio de las expresiones más triviales o por un bailar y saltar ridículos.»
¿Cómo llegó el «agua de bromuro» a la habitación de
Nietzsche en la casa de Fino? Overbeck conservó la factura de la farmacia Rossetti de
Milán, que él abonó a Fino. Los medicamentos (no sólo soluciones de bromuro) eran
prescripciones del psiquiatra Dr. Carlo Turina de Turín, que hizo cuatro visitas
a Nietzsche. Nietzsche, por tanto, ya estaba en tratamiento psiquiátrico ambulante desde
hacía algunos días en Turín, procurado por el solícito patrono Davide Fino.
Parece que entonces eran corrientes las soluciones de bromuro como
tranquilizantes. Así que fueron estos medicamentos prescritos por el médico los que
llamaron la atención del visitante en la habitación de Nietzsche y los que después
hubieron de contribuir a la leyenda del abuso crónico excesivo del cloral, que
habría causado el desmoronamiento. Pero la crisis estaba obviamente ya ahí antes de
los medicamentos, y con una fuerza que llevó a Fino al camino no usual del
psiquiatra. «Las tinieblas propiamente, parece que entraron de modo súbito el 4 del
mes de enero, por lo que he podido constatar».
VERSIÓN BRUTAL
El informe de Overbeek en sus Recuerdos y en las
cartas a Köselitz es muy sumario. Carl Albrecht Bernoulli puede completarlos:
«El no escribió entonces a Peter Gast (Köselitz) todo lo vivido en Turín en el
terrible encuentro; su mano se resistió a transcribir al papel los últimos y más crudos
detalles.Aunque ocasionalmente aludía a ello en los círculos más íntimos, y a mí
personalmente me completó una vez de palabra aquella descripción. Según ella se le
ofreció entonces una visión que corporeizaba de modo horrendo la representación
orgiástica del furor divino en el que se basó la tragedia antigua. Overbeck no
necesitó reconstruir el estado de Nietzsche cuando la catástrofe, partiendo de los
fragmentos escritos aquellos días; tuvo que ver con sus propios ojos ese estado».
DENTISTA ALEMÁN
Overbeck tenía que sacar de allí al enfermo
tan rápidamente como fuera posible. Veía y temía, con razón, las dificultades del
transporte, para las que sinceramente no se sentía con fuerzas. Después de que Fino ya
se había anunciado en el consulado alemán, fue ahora Overbeck el que continuó
ese contacto. Es de suponer que el consulado le proporcionó la dirección y los servicios
del joven dentista alemán Dr. L. Bettmann, quien, a pesar de su especialidad,
obviamente tenía experiencia o dotes para atender a los enfermos mentales, como atestigua
Overbeck también en una carta del 11 de enero.
VIAJE AJETREADO
Overbeck fue también más comunicativo con Möbius,
quien le visitó el 10 de abril de 1902. Möbius informa al respecto: «En
Turín encontró a un hombre judío que se ofreció como cuidador de locos (aunque no lo
era) y que con su intervención le ayudó a llevar a término la arriesgada empresa.
Nietzsche estaba en la cama y se negaba a levantarse. El judío le contó que
estaban preparadas para él grandes recepciones y festividades, y Nietzsche se levantó,
se vistió y fue a la estación con ellos. Allí quería abrazar a toda la gente, pero el
acompañante explicó cómo eso no era apropiado a un señor tan importante: y Nietzsche
se calmó. Con ayuda de grandes cantidades de somníferos se mantuvo tranquilo al enfermo
durante el viaje, y así llegaron los tres felizmente a Basilea.» Otro visitante de
Overbeck, el escritor Eduard Platzhoff-Lejeune, presentó así -sobre la base de
una conversación anterior con Overbeck- el episodio («realmente no del todo sin
desfiguraciones», como hace notar C. A. Bernoulli): «Nietzsche, en medio de un
delirio total, corriendo a toda velocidad con el codo sobre el piano, gritando y cantanto;
después, de nuevo, en completa apatía reconociendo al amigo e, inobediente como un
niño, oponiéndose a sus recomendaciones...La policía de Turín ya estaba al tanto, y
sólo un auténtico rapto pudo evitar la entrada obligada en un centro de aquel lugar.
Entonces, como por milagro, un desconocido -un judío alemán al parecer- se ofreció para
transportar al enfermo. Overbeck... accedió y no tuvo que arrepentirse de su
aceptación.Con tacto sorprendente el extraño consiguió inmediatamente influjo sobre el
díscolo enfermo, ascendiente del que no fue capaz el amigo. Nietzsche obedeció como un
niño, dejó la cama y se vistió. Un nuevo arrebato convirtió para Overbeck en una
tortura el camino hasta la estación. Dando gritos y persiguiéndola, Nietzsche se
dirigía a la multitud curiosa, que estuvo a punto de frustrar el viaje. El tren partió
mientras Nietzsche cantaba una canción de pescadores napolitana (?) que conmovió
profundamente al excitado amigo...El cuidador lo intentó con una sugestión: "Usted
es un príncipe. En la estación de Basilea le espera una multitud festiva. ¡Pase usted
ante ella, sin saludar, hacia el coche que ya estará preparado!" La artimaña
surtió efecto mejor de lo esperado.La mañana del 10 de enero de 1889, hacia las 8,
Nietzsche y sus do cuidadores llegaron a Basilea.. Un coche ya estaba preparado y los
condujo hasta Friedamatt».
El dato de la «canción de pescadores napolitana» a
la partida del tren es ciertamente falso y no meramente una «deformación». Overbeck
directamente nos ha transmitido que Nietzsche cantó durante la noche, al pasar
el San Gotardo, una «canción de góndola veneciana».
ENTRADA EN FRIEDMATT
Overbeck, pocos días después, en carta del 15
de enero de 1889 a Heinrich Köselitz, describe, con mayor pormenor que sus
penosas vivencias de Turín, la entrada en la clínica basilea: «Lo que más se
temía, la conducción desde la estación hasta el hospital la mañana del día 10, se
llevó a cabo con plena satisfacción, aunque, para mí, bajo el calmo horror ante toda
aquella situación. Una escena en la sala de espera del hospital (diré de antemano que
Nietzsche no tiene aún idea alguna de dónde se encuentra; para evitar las escenas de
Turín, antes de apearnos, el acompañante advirtió encarecidamente al enfermo que, en
principio, entraría de incógnito en Basilea....si no, se desbarataría la impresión de
la próxima entrada triunfal; y así, en actitud grave, Nietzsche pasa del cupé al coche
de punto, donde la mayor parte del tiempo se mantiene encogido en estado de gran
postración; anticipo asimismo que tuvo lugar el primer saludo con Wille, el director...
Nietzsche (con los rnodales más atentos de sus mejores días y en digna postura:
"Creo que ya le he visto a usted antes y siento mucho únicamente no recordar su
nombre. Quiere usted." Wille: "Soy Wille". Nietzsche (sin pestañear, con
el porte antedicho y en el tono más tranquilo, sin vacilación alguna, continúa):
"¿Wille? Usted es psiquiatra. Hace algunos años tuve con usted una conversación
sobre el delirio religioso. El motivo fue una persona desvariada, Adolf Vischer,
que vivía antes aquí (o en Basilea). Wille escuchó en silencio, con gesto aprobatorio.
Imagínese usted con qué helada sorpresa escucharía yo -que estaba en la situación de
reconocer la exactitud literal de ese recuerdo de hacía siete años. Y ahora lo
principal: Nietzsche consigue este recuerdo plenamente lúcido pero sin la menor relación
a su propio estado presente, no evidencia signo alguno de que el "psiquiatra"
tenga algo que ver con él. Tranquilamente, se confía al médico asistente que había
entrado en la habitación con el encargo de un desayuno y de un baño para tomarlos a
continuación, y, sin más, ante el requerimiento de éste de seguirle, abandona con él
la habitación -no sabría dar con mayor claridad una idea de la aniquiladora escisión de
su personalidad. Desde entonces no he vuelto a verlo, tampoco el sábado cuando volví
allá.»
MITIGAR SUFRIMIENTO
Durante los 14 meses siguientes la vida de Nietzsche
en Friedmatt está bajo constante vigilancia de los médicos. Sin embargo éstos
no pudieron ejercer ningún influjo determinante sobre el desarrollo de la enfermedad;
ésta ya no podía sustraerse al curso que le había predeterminado la naturaleza. Todo lo
que quedaba en el ámbito del arte médica era combatir los síntomas, mitigar los estados
de sufrimiento. Estos hubieron de ser fuertes de vez en cuando, sobre todo al principio.
El historial médico de Basilea informa de insomnio, intranquilidad, gritos y canto
ruidosos, «continua excitación motora». Se le dio sulfonal como
tranquilizante. Se cita varias veces el enorme apetito del que ya Nietzsche
se había preciado hacía meses desde Turín.
REPROCHES MALEVOLOS
En animadas discusiones diarias, Overbeck -¡contra su
propio sentir!- pudo conseguir al menos que aceptara el compromiso de sacar a
Nietzsche del hospital de Basilea y de llevarlo al de Jena. De
todos modos Overbeck no manifestó su opinión hasta que, en la disputa en torno a Langbehn,
se le reprochó que fue él quien empujó al desgraciado amigo al hospital de Jena; en
referencia a ello, el 12 de enero de 1890 responde a Köselitz que «el
centro binswangeriano no es elección mía en absoluto. Hace un año mi opinión era que Nietzsche debía de permanecer aquí, cerca de
mí; luché sobre todo contra ese modo precipitado en que Nietzsche fue llevado por la
madre, requerí que ella viajara sola primero, y que buscara un acomodo oportuno en su
cercanía, y me ofrecí a llevar yo mismo a su hijo hasta Frankfurt y entregarlo al
acompañante que ella dijo poder enviar desde Naumburg. Todo ello no sirvió de nada, pero
como yo no tenía la más mínima idea -que era lo principal- de qué es lo que yo podía
hacer aquí por Nietzsche, ni tenía aquí conocido alguno para poder informarme
"completamente" al respecto, dejé que decidieran los médicos y me abstuve de
protestar». Así pues, la llegada de la madre no significó alivio alguno para
Overbeck, sino nuevas preocupaciones y dificultades adicionales; de ello escribe el 15 de
enero a Köselitz: «La pobre llegó el domingo (13 de enero) por la noche, vio ayer
por la tarde a su hijo. Ahora no quiere saber otra cosa más (contra el consejo apremiante
de Wille y mío propio) que llevárselo consigo (propiamente a su casa, cosa total y
plenamente impensable y que le está prohibida). Mañana recibiré respuesta de Jena sobre
si es posible el ingreso allí. Si ella fuera afirmativa, la partida de la Sra. Nietzsche
con el enfermo y con un extraordinario acompañante, que ha encontrado mi mujer -médico y
en otro tiempo alumno aquí en el gimnasio, y alumno admirador de Nietzsche-, está
prevista para pasado mañana, jueves, por la tarde.» Y así fue. El nuevo
acompañante, hábilmente elegido por la Sra.Overbeck, fue el Dr Ernst Máhly,
hijo del Prof. Máhly, antiguo colega de Nietzsche y solícito representante de Nietzsche
durante sus vacaciones.
PARTIDA PARA JENA
Overbeck pudo ver a su amigo el 17 de enero de 1889
en la estación de Basilea y en dirección a Jena. De ello informa a Köselitz el 20 de
enero: «Nietzsche ya no está aquí, el jueves por la noche volvió a seguir camino
en compañía de su madre, de un médico y de un enfermero y, si todo ha ido bien, tiene
que estar desde el viernes por la tarde en Jena bajo los cuidados deL Prof. Binswanger.
Wille estuvo muy de acuerdo con la elección del hospital,...no así con la precipitada
partida, aunque no protestó por ello, ni tampoco por la participación de la madre en el
transporte. En ambos asuntos ella hizo oídos sordos a cualquier otra cosa, también a mi
propuesta de que si quería hacer algo útil debía ir primero sola a preparar el ingreso
de su hijo en Jena, y dejarme a mí, con los apoyos considerados necesarios, acompañar al
enfermo, al menos hasta Frankfurt, desde donde, entre los amigos o familiares, alguien
habría de encontrar que me sustituyera. Exímame de todo lo demás respecto a las
calamidades de los cuatro días que tuvimos a la Sra. Nietzsche con nosotros, y respecto a
la partida, el horrible e inolvidable momento en el que, cerca de las 9, en el atrio
demasiado iluminado de la estación central, vi cómo Nietzsche, franqueado estrechamente
por sus acompañantes, con paso rápido pero vacilante, en actitud innaturalmente rígida,
la cara convertida en algo así como una máscara, completamente mudo, se dirigió del
coche de punto inmediatamente al departamento de su vagón, que ya estaba preparado».
«Nietzsche se acabó.»
En la misma carta una confesión de Overbeck evidencia la
demoledora problemática de su profunda conciencia de responsabilidad, en la que lo
habían colocado sus deberes de amistad, por una parte, y la fuerza de las cosas, por
otra: «Puesto que no me deparé a mí mismo nada bueno en esos días, sufrí mucho
por mi responsabilidad, ya anticipadamente, al comienzo, en el viaje a Turín; actué
luego, en efecto, más que por mí mismo, bajo la presión de lo vivido y experimentado; y
después siguió atormentándome la idea de que un favor de amistad mucho más auténtico
que el de llevar al pobre al manicomio habría sido quitarle la vida; tal como sucede
ahora, que no tengo otro deseo que el de que le sea arrebatada pronto.. ¡Nietzsche
se acabó! Y yo ni siquiera tengo necesidad de la confirmación del juicio perito del
médico, que remite a una parálisis que no puede hacer más que progresar y que -excepto
momentos de tranquilidad- excluye toda curación. juzgue usted por sí mismo un detalle:
Nietzsche ni siquiera pudo ya concebir contra mí el odio que yo mismo ya me tenía
previamente por la privación de libertad de la que me hice culpable; las últimas
palabras que le escuché antes de que se cerrara su vagón fueron una confirmación
entusiasta de su amistad hacia mí. Hasta ese punto han llegado las cosas con este héroe
de la libertad, él ya no piensa más en la libertad.»
INTRANQUILIDAD Y ATAQUES DE RABIA
El viaje hasta Jena no fue tan tranquilo como el de Turín a
Basilea. Los acompañantes fueron esta vez: la madre, el joven médico Dr. Máhly y
Jakob Brand, un celador robusto del Friedmatt, de 25 años, que había
cuidado de Nietzsche los ocho días pasados allí. Parece que el Prof. Wille, a
instancias de Máhly, le concedió vacación para el viaje (¡el único viaje al
extranjero de su vida!). El Prof. Jakob Máhly, padre, colega en un tiempo de
Nietzsche, describe brevemente en sus Memorias (1900) las experiencias de su hijo
durante el viaje: «Mi hijo asintió con la condición de que los acompañara un
sólido celador del manicomio de Basilea para contener posibles excesos del enfermo. La
bondad de esta medida se mostró, incluso con excesiva claridad, a lo largo del viaje, que
fue absolutamente fatigoso. El enfermo tuvo varios ataques de auténtica rabia que se
dirigían agresivamente incluso contra la propia...madre y que sólo pudieron ser atajados
desplegando un común esfuerzo. Mi hijo dio gracias a Dios por haber vuelto a casa con la
piel sana.» La madre sólo habla, en su informe a Overbeck , de un ataque antes de
la llegada a Frankfurt; de todos modos después ya no viajó junto al paciente, «porque...le
dio un ataque de ira contra mí, de sólo un minuto aproximadamente de duración, pero
horrible de ver y de escuchar, de modo que [para] evitar más trastornos ya no volví a
aventurarme en su proximidad». Después, en el trayecto de Weimar a Jena,
estuvo intranquilo, cosa que la madre atribuye «a los duros bancos y a la incomodidad
de tumbarse».
INFUNDADA ILUSIÓN
En la estación de Jena esperaban a la pequeña comitiva el
Prof. Gelzer-Thurneysen y Sra., y llevaron en principio a la madre a su casa,
mientras el Dr. Máhly y el celador condujeron al paciente directamente al hospital. Algo
más tarde, la Sra. Gelzer fue con la madre al hospital, donde ésta tenía que
solucionar las cuestiones administrativas, como depósito de dinero, etc. Al hijo no
volvió a verlo. La madre vivía en una cierta ilusión respecto a la clase del
alojamiento. El 19 de enero informa a Overbeck (ya desde Naumburg): «Lo alojamos por
ahora en primera clase, 5,50 marcos al día... El secretario pensaba que podría encontrar
sitio también en "primera clase b", donde cuesta 1 marco menos; aunque allí
había de vivir con otro, cosa que al Sr. Dr. Máhly le pareció muy bien en definitiva,
mientras que yo creo que él es demasiado ruidoso, y que por eso esto no podrá ser. El
director, por el contrario, aconsejó la 2.3 clase; aunque, naturalmente, teniendo en
cuenta el rango y posición, sería de preferir la primera [clase]» donde ya hay dos
médicos, un oficial y un estudiante; y «sólo si no hubiera sitio, dado que Weimar tiene
preferencia, recibiría otra habitación y comida, naturalmente de 2.a clase, pero
también así estaría bien, dado que la comida de la primera clase parece que apenas se
da siquiera en los mejores hoteles.» Sin embargo, la notificación oficial a
Overbeck el 21 de enero, firmada por el Prof. Binswanger, reza así: «El Sr. Profesor
Nietzsche, cuyo traslado a mi clínica usted requirió, ha llegado aquí en compañía de
su madre y ha sido instalado en la segunda clase.»
CUESTIÓN DE RANGO
Los reproches que se le hicieron más tarde al prof. Binswanger
de que trató mal, o, por lo menos, no «conforme a su rango», a Nietzsche, de
que le encerró en una celda,.y todo porque no tenía idea de la relevancia de su
paciente, carecen desde un principio de todo fundamento. Precisamente por eso hizo Overbeck
que viajara con Nietzsche el Dr. Máhly, porque éste había de poner en
antecedentes al Prof. Binswanger sobre la personalidad de Nietzsche,
cosa que hizo sin duda alguna, si se tiene en cuenta su devoción a su antiguo profesor
del gimnasio. Además, Binswanger era amigo de la familia Geizer de
Jena, y, con toda seguridad, también por parte suya recibió aclaraciones. Binswanger
-en la medida en que se lo permitía temporalmente su cargo de director del hospital-
leyó incluso los escritos de Nietzsche (como informa la madre, entusiasmada, el 30 de
abril). Ya no puede determinarse si eso lo hizo por interés en la obra, en la filosofía
de Nietzsche, o para seguir la pista de la etiología de la enfermedad, de la que, por lo
demás, está seguro (tal como se lo dice a la Sra. Gelzer, aunque, por desgracia, no se
nos ha transmitido cuál era la causa de la enfermedad en la que él pensaba): pero leyó
las obras y se dedicó en medida desacostumbrada a su paciente. En el otoño hizo que le
enviaran incluso el historial médico del Friedmatt de Basilea y que se
escribiera una copia que quedó en Jena.
FRENO A LA EXCITABILIDAD
Como tarea y objetivo del tratamiento los médicos fijaron la
contención de la exagerada excitabilidad, que llegaba hasta ataques de rabia.
Con ese fin fueron suministrados los medicamentos entonces conocidos, primero en dosis
abundantes, y luego disminuyendo con el tiempo, así como se sintonizaron el entorno y los
contactos. En este contexto se coloca la estricta prohibición de visitas de los primeros
meses.
HISTORIAL MEDICO EN JENA
Al día siguiente de su ingreso en Jena, el 19 de enero de 1889, se
resume en el historial médico: «El enfermo sigue hasta el departamento en medio de
grandes reverencias. Con paso mayestático, mirando hacia el techo, entra en su
habitación y agradece la "magnífica acogida". No sabe dónde está. Unas veces
cree estar en Naumburg y otras en Turín. Sobre sus datos personales informa
correctamente...Gesticula y habla continuamente, en tono afectado y con palabras
grandilocuentes, unas veces en italiano y otras en francés. Intenta innumerables veces
dar la mano a los médicos. Llama la atención que el paciente, que estuvo mucho tiempo en
Italia, a menudo, sin embargo, se confunda o no sepa en absoluto, en sus frases dichas en
italiano, las palabras más sencillas. Con respecto al contenido, se advierte la
confusión de ideas de su charla, en ocasiones habla de sus grandes composiciones y canta
trozos de ellas, habla de sus 11 secretarios de legación y sirvientes. Mientras habla
gesticula casi continuamente.» El 22 de enero dice «haber estrenado sus composiciones
musicales», mientras que tiene «menos comprensión o memoria para ideas o lugares de sus
obras filosóficas.»
CALOR Y OSCURECIMIENTO
Con el aumento de calor de la primavera, que siempre le había dado
ya que hacer, se produce un claro oscurecimiento. El 17 de abril se queja: «Se me ha
imprecado durante la noche, se ha usado contra mí las maquinarias más horribles»;
el 19 de abril escribe «cosas ininteligibles en la paredes. "Si es verdadera la
sospecha de que la gran duquesa misma comete esas cerdadas y atentados contra mí, quiero
entonces un revólver." "Me están poniendo enfermo en la frente, a la
derecha".» A finales de abril aparece la siguiente nota en el historial: «A
menudo arrebatos de ira», que aumentan tanto el 10 de junio que «de improviso
rompió el cristal de una ventana.» Pide (16 de junio) «ayuda, a menudo, contra
torturas nocturnas» y «rompe (el 4 de julio) un vaso de agua "para
proteger su entrada con trozos de cristal"», como él explica. «A la vez
da brincos y gesticula.»
RUIDOSO
En agosto vuelve a hacerse «muy ruidoso. Motivado su alboroto
por dolores de cabeza», el 16 de agosto rompe «repentinamente algunos
cristales. Afirma haber visto tras la ventana el cañón de un fusil».«Se
acuesta casi siempre sobre el suelo al lado de la cama» (7 de septiembre), «no
sabe quién es, afirma estar en Turín, pero reconoce con claridad a su madre y «por la
noche se acuerda todavía muy bien de la visita de su madre por la mañana» (15 de
septiembre).
REMISIÓN ENFERMEDAD
El 1 de octubre el médico puede testimoniar, satisfecho:
«Clara remisión en general», y a la madre se le permiten con mayor frecuencia las
visitas. Ella ve en esta fase signos de una curación total y acepta la tutela provisional
en la creencia de que «el buen Dios, en su gracia y bondad, nos devuelve a
nuestro buen Fritz en la antigua fuerza y vigor, tanto del espíritu como del cuerpo.
MEJORÍA DE SU ESTADO
Sólo el 23 de diciembre Overberck recibe noticias
directamente de Binswanger sobre una mejoría parcial del estado de Nietzschez «Respecto
al estado del Sr. Profesor Nietzsche le comunicamos, ante su requerimiento, que muestra
externamente una mejoría clara en tanto en cuanto habla algo más coherentemente y la
excitación con gritos, etc., es más rara. Siguen apareciendo delirios diversos, también
persisten aún alucinaciones auditivas. Las manifestaciones de la parálisis no han hecho
ningún progreso y no son significativas. Sólo reconoce en parte su entorno, así, por
ejemplo, siempre se refiere al celador jefe como príncipe Bismarck. No sabe exactamente
dónde está. A menudo tiene clara conciencia de enfermedad, sobre todo se queja de dolor
de cabeza. La ingestión de alimentos es regular, el sueño a menudo intranquilo. Su madre
lo ha visitado varias veces: la reconoció inmediatamente y habló a veces con gran
claridad con ella; también se acuerda muy bien los días siguientes de la visita. Se
producen todavía ensuciamientos. Las perspectivas de curación son, en cualquier caso,
escasas, aunque no pueden excluirse plenamente todavía. Un veredicto definitivo sobre la
evolución sólo podrá seguirse después de tres meses.»
LLAMADA DE ATENCIÓN
Llama la atención que Overbeck, en carta a Köselitz el
20 de enero, ya tenga esa certeza y cite incluso el diagnóstico médico de «parálisis
progresiva», que, según ello, ya se
había fijado en Basilea y no tuvo que ser sugerido por Overbeck posteriormente a los
médicos de Jena, ni ser añadido incluso al historial médico de allí sólo a
insinuación suya, como el «archivo» le imputó más tarde. El sábado 19 de enero por
la tarde, o sea, dos días después del transporte de Nietzsche a Jena, Overbeck
tuvo una conversación con el Prof. Wille. Fue en esa ocasión seguramente cuando
el médico hubo de comunicarle ese grave diagnóstico hecho tras una observación de ocho
días. En el historial médico, en su primera página, aparece la especificación
diagnóstica de «Paralysis progressiva» en una caligrafía claramente distinta
de la del texto del diario.Overbeck consideró
que era cometido suyo preservar la imagen de filósofo inquebrantable, para sí y para la
posteridad. Por eso, precisamente ahora, inmediatamente después de la catástrofe, no
había que llamar la atención innecesariamente. Se preocupó de que las cosas sucedieran
lo más suavemente posible, tomándose todas las molestias por conseguirlo incluso hasta
en detalles. Así, pagó todas las facturas en Turín, la del médico (30 liras), la de la
farmacia (9,90 liras), una suma no insignificante de 100 liras (80 marcos) al patrono Fino
por servicios diversos; tomó las medidas oportunas para el envío posterior de los
efectos personales y compensó a Fino por los dispendios con otras 20 liras; por
otra parte, tuvo que devolver a Fino las llaves que habían venido hasta Basilea
con la ropa de Nietzsche.Se aseguró de la continuidad de la pensión de Basilea. El fue
el centro de todas las informaciones y disposiciones administrativas. Tras la horrible
noticia, Köselitz deambuló como un loco por Berlín; ni siquiera había
reconocido como tal la clarísima carta de locura de Nietzsche. La hermana estaba
en el Paraguay, metida en una empresa colonial que también se iba acercando a la
catástrofe. La madre no hubiera sido capaz de hacer el viaje a Turín, así como tampoco
de tomar el resto de las medidas; su magnífica labor maternal posterior sólo pudo
llevarse a cabo sobre el terreno que Overbeck ya había allanado. Los reproches que años
después hiciera el «archivo» -es decir, la Sra. Elisabeth
Förster-Nietzsche, secundada más tarde, lamentablemente, por Kóselitz- a
Overbeck de haber pasado por alto y dejado desaparecer en Turín los manuscritos más
importantes de la Transvaloración, son completamente erróneos, e incluso
francamente pérfidos. ¿Dónde estaban a comienzos de enero todos estos sabiondos
posteriores? ¿Qué hubiera sucedido sin la enérgica intervención de Overbeek?
PAPELES DE TURÍN
Lo primero que hace Overbeck es hacer venir de Turín el
resto de los utensilios y papeles de Nietzsche. Parece que Overbeck dio inmediatamente
instrucciones para ello, puesto que ya el 14 de enero Fino promete para el día
siguiente el envío de la ropa y «le plus vite possible» el de la caja con los
libros. Fino expide esta caja, «forte et bien assurée», de 116 kg, el
19 de enero, y el 3 de febrero agradece el reintegro de los gastos de transporte. Así,
todo lo que Nietzsche tenía consigo en Turín llegó, primero, hasta Overbeck.
CARTAPCIO EN NIZA
El que más tarde (1895) se descubriera aún en Niza un cartapacio
con manuscritos de Nietzsche, es algo debido, en definitiva, a una inadvertencia
del propio Nietzsche. El había hecho que le enviaran en noviembre a Turín todo su «depósito
de Niza», siendo de la opinión de que no faltaba nada. El 11 de diciembre de 1888
había escrito a la madre: «Han llegado de Niza las 3 cajas de libros. - Ahora me
encuentro bien instalado aquí [Turín] en todos los respectos.» ¡Pertenece a la
táctica posterior del Archivo-Nietzsche, o sea, de Elisabeth
Fórster-Nietzsche, el que esta carta no fuera publicada con el fin de no hacer
peligrar la tesis de las partes desaparecidas de la «Transvaloración» y de la
inculpación por ello a Overbeek! El «depósito de Sils», asimismo, sólo
llegó a Naumburg después de algún tiempo, ya que la madre no había dado las
instrucciones esperadas a la familia Durisch sobre dónde había que enviar las
cosas. Overbeck hizo todo lo que quedaba en el ámbito de sus posibilidades para poner a
buen recaudo el legado escrito de Nietzsche, incluidas sus notas. Entre ello se
encontraban también los manuscritos de Nietzsche contra Wagner y de Ecce homo, listos
aparentemente, o al menos provisionalmente, para la imprenta. El crepúsculo de los
ídolos estaba en la imprenta, acabado y dispuesto a ser distribuido; del Anticristo
Overbeck encontró entre los papeles de Turín el manuscrito terminado, dejado en
reserva aún por el propio Nietzsche. Este manuscrito le era desconocido a Köselitz en
marzo todavía. Overbeck había hecho entretanto una copia de él, copia que
sólo le puede ofrecer a Köselitz el 13 de marzo de 1889.
CORRESPONDENCIA
Respecto a El crepúsculo de los ídolos estuvieron de
acuerdo en que la distribución había de hacerse lo más rápidamente posible, antes
incluso de que se extendiera por el mundo de interesados la noticia del final de Nietzsche
en la locura. ¡Los medios noticieros no trabajaban entonces con tanta rapidez! Así, el
20 de enero Overbeck escribe a Köselitz dando su conformidad: «El crepúsculo de los
ídolos debe... llegar al público,en las circunstancias actuales es muy conveniente
darse prisa, al menos con vistas a la repercusión momentánea, si es que ha de asignarse
a ello valor alguno, cosa de la que dudo mucho. Pero lo más importante es que la
publicación de El crepúsculo de los ídolos asegura al menos su propia
existencia. Otra cosa sucedía con los escritos pos-filosóficos Ecce homo y
Nietzsche contra Wagner. Entre Overbeck y Köselitz se desarrolló una intensa
correspondencia, especialmente en torno al último, en la que Overbeck insinuó repetidas
veces a su interlocutor que asumiera él solo toda la responsabilidad de decisión.
RESERVAS DE OVERBECK
Estaban de acuerdo en que tampoco a estos escritos, como obras
irrecusables de Nietzsche, había que arrinconarlos; pero divergían en cuanto a
la oportunidad de una publicación inmediata o diferida, ésta, a ser posible, en una
versión atenuada de algunas de las formulaciones excesivamente mordaces. Köselitz apremiaba
a que se siguiera la impresión comenzada por Naumann; Overbeck
exhortada a interrumpirla, por el momento al menos. En carta a Köselitz del 20 de enero
Overbeck escribe: «Es también exactamente mi parecer el que Nietzsche contra
Wagner se publique de modo restringido, tal como usted dice, pero no una auténtica
publicación: 1. porque yo -no por un sentimiento de delicadeza, que no tengo en modo
alguno, hacia nuestro Reich- quisiera evitar en estos momentos, a cualquier precio,
cualquier conflicto también de los escritos de Nietzsche con la policía;
conflictos que, sin embargo, dado el género de sabiduría política que impera hoy en
Alemania, me temo, efectivamente, a causa de unos cuantos párrafos sobre el emperador,
etc.; 2. porque la exposición se hace a veces un tanto delicuescente, hasta el punto de
que yo al menos no me puedo sustraer a la sospecha de que a Nietzsche ya le faltaron en
ello las fuerzas; y el que esos apuntes provengan todos de 11 escritos anteriores" de
Nietzsche, es cosa que, debido a trozos como el de la p.15 s.,no puede aceptarse
estrictamente».Overbeck podía sentirse unido también a Erwin Rohde
en esa decisión fundamental suya; éste le escribe el 24 de enero: «Y ahora ¿quiere
usted realmente editar sus póstumos, por así decirlo? Ya sólo la idea me produce
horror. Y luego el grotesco título de El crepúsculo de los ídolos. Pero al menos sí
que sabrá usted retener su panfleto contra Wagner. Su comportamiento hacia Wagner en los
últimos tiempos siempre me molestó y me afligió -ello mostraba que realmente ya hacía
tiempo que había algo enfermo en él; puesto que antes de acuerdo a su naturaleza entera,
le hubiera resultado imposible este tipo de lucha y en este caso. ¡Ah, el viejo
Nietzsche, como yo le conocí en la universidad y años después todavía! Nos sentiremos
mejor cuando vuelva a salir a la luz de las sombras esa imagen.- Más lucha ahora, es algo
imposible. ¿Ha aparecido realmente un opúsculo suyo, La caída de Wagner. Un
problema de músicos, que he visto anunciado en las librerías? Probablemente sea el
mismo que usted designa como Nietzsche contra Wagner. Pienso que, en cualquier
caso (prescindiendo ya completamente del anti-Wagner), habría que esperar con cualquier
tipo de publicación -hasta que realmente sean póstumas.» Una semana más tarde, el
27 de enero, Overbeck confirma otra vez a Köselitz expresamente su conformidad: «¿No
dice nada sobre el Crepúsculo de los ídolos? ¿Debo entender por ello que va a salir
inmediatamente al mundo? Después de haberlo leído no tendría nada en contra de eso.
Puesto que, aunque yo personalmente leo a Nietzsche con mayor agrado en la Genealogía de
la moral, por ejemplo, que en sus "explayamientos", no acierto a ver en este
caso que habría de oponerse seriamente, a pesar incluso de lo extremadamente desfavorable
del momento, a este cuerno de la abundancia, auténticaniente sorprendente, de ingenio y
penetración, dispuesto a derrarmarse hasta lo último. Sin embargo, este escrito no se
sale de los marcos acostumbrados de la literatura nietzscheana ni apela a ningún otro
lector que a los ya ganados por él hasta ahora. De todos modos me gustaría que la
publicación se retrasara lo menos posible, para que se produjera antes de que llegue al
público el horrible giro que ha tomado el destino de Nietzsche.» Para Overbeck las
cosas son totalmente diferentes respecto a Nietzsche contra Wagner. Aquí se apela
a otros lectores que no son sólo los interesados en el filósofo Nietzsche. Y de ello
espera Overbeck funestas complicaciones. Ahí están, en primer lugar, los círculos
políticos, con su largo brazo de la censura y del código penal, que podrían
inculpar del delito de «lesa majestad». Este peligro ya había asustado a
Nietzsche. Overbeck observa a Köselitz al respecto: «que cuento entre los párrafos
políticos arriesgados, al igual que los que se refieren al emperador.... el final del
prólogo» («Quosque tandem, Crispi...», cfr. supra, p. 27). Y a la vez hace
reparar a Köselitz en la dificultad fundamental para tomar decisiones: «Tal como
están las cosas, es decir, con falta total de legislación formal al respecto, no veo, en
verdad, cómo -supuesto que usted y yo estuviéramos plenamente de acuerdo en este asunto-
podríamos impedir a Naumann que hiciera uso de su, auténtico o supuesto, privilegio. Por
de pronto me gustaría que nos uniéramos para hacer todo lo posible», que sería «cortar
a los intereses editoriales de Naumann toda inmiscusión en este asunto, y sólo entonces
sería aceptable como correcta la factura presentada. Puesto que en este momento lo que
hay que hacer es proteger a Nietzsche de todo éxito popular...Lo que de él ya ha visto
la luz es ya suficientemente conocido como para permanecer para la posteridad,...de modo
que, sin ningún catonismo insulso, se puede considerar fútil para él el
"éxito" del día, máxime cuando, debido a las circunstancias, éste podría
resultar muy ambiguo».
POEMA FINAL
En la misma carta del 20 de enero afirma Overbeck: «¡Qué
desgracia, por el contrario, que este escrito, con todas sus excelencias - entre otras el poema
final -, desapareciera completamente del mundo y no se conservara para la posteridad,
medio oculto, fijado en prensa! Así que estoy plenamente de acuerdo con su propuesta».
Y aunque nada más fuera por el poema final («De la pobreza de los más ricos»),
que le parece magnífico y digno de ser conservado para la posteridad, no quiere arriesgar
ahora, a pesar de todo, la publicación del escrito entero - a una edición
auténticamente póstuma no se le interpondría nada en el camino.
ETICA DUDOSA
También Köselitz participa del entusiasmo de Overbeck
por el poema, y para salvarlo se le ocurre la idea de unirlo a las «Canciones de
Zaratustra» es decir, a los «Ditirambos de Dionisio»: una intención
laudable con un método dudoso, como habría aún de mostrarse. Pues con esos «intentos
de rescate» de partes aisladas traspasándolas de un manuscrito a otro, comienza la
embrollada y fatal historia de las ediciones póstumas de Nietzsche que llega
hasta muy recientemente. Overbeck ya se dio cuenta ahora de este estado de cosas, y vio ya
las consecuencias de una verbena- Nietzsche, tal como luego sería escenificada realmente
desde el archivo durante decenios.
CARTA DE GERSDORFF
«Nunca he conseguido tener un enemigo personal», escribía
Nietzsche el 25 de julio de 1888 a Carl Spitteler. Esto se corroboró ahora. Gersdorff
escribe el 13 de enero: «La noticia que me ha dado es tan profundamente
desconsoladora que el anuncio de una defunción no me habría dolido más que ella. Es
verdad que yo había pensado a menudo en la posibilidad de que nuestro amigo se
desmoronara un día bajo el peso de su rico y profundo pensamiento, ya que no le refrenaba
ninguna obligación profesional, ni le mantenía en vereda el reloj, eternamente
acompasado, del oficio. Ya lo temí cuando Zaratustra, pero creí ver un proceso de
curación en la vuelta a los estudios que más tarde volvería a emprender en la forma de
antes; también me alegré por el "Caso Wagner", cuyas ideas ya en 1880 me eran
conocidas...Nunca hubiera imaginado que el fatal destino de Hölderlin habría de irrumpir
tan pronto en este claro y libre espíritu. Y además en un momento en el que pensaba
comenzar grandes cosas.»
CARTA DE MALWIDA
También se sintieron profundamente afectados incluso aquellos ante
los que Nietzsche había abierto una fosa. Malwida v. Meysenbug había enviado a
su vez a su hija Olga Monod el billete de locura que recibió de
Nietzsche: «Como recuerdo del pobre a quien no ha conducido la locura a la
enfermedad, sino la enfermedad al delirio»; y le dedica el 15 de febrero el bello
epílogo: «Me ha conmovido profundamente: ¡un espíritu tan hermoso, una naturaleza
tan noble! Y la culpa la tiene sin duda su grave dolencia física y su pobre y solitaria
vida; tuvo que luchar con privaciones, mala comida, falta de cuidados, y, a la vez, con
esa profunda soledad, ese enfrascamiento en sus ideas, sin que encontrara una oposición
de igual calidad que la suya, hecha con razón y amabilidad; todo ello fue ofuscando poco
a poco la claridad de su espíritu y abandonándolo al delirio. Mejor que hubiera muerto,
sería menos triste. ¡Y la pobre madre, que sólo tenía los dos hijos y tan orgullosa
estaba del hijo, y la hija tan lejos!»
CARTA DE DANIELA BÜLOW
También en Bayreuth se participa de la aflicción.
Overbeck, tras la muerte de Wagner en 1883, por última vez había escrito una carta de
condolencia que le fue agradecida por la hija mayor de Cosima, Daniela Bülow,
esposa entretanto del historiador del arte Henry Thode. Ahora es ella quien,
por encargo de Cosima, escribe una carta de condolencia el 5 de marzo de 1889: «Por
la Srta. von Meysenbug, a la que pregunté al respecto, supe del triste destino del Prof.
Nietzsche y comuniqué a mi madre lo que había oído. Ella, a la que habían inquietado
mucho las cartas alarmantes de Nietzsche, que dejan traslucir su trastorno mental, se
preguntó interiormente quién entre todos se encontraría que asistiera al pobre y se
hiciera cargo de su desamparo, e inmediatamente se le ocurrió su nombre. Según hemos
oído ha sido usted también realmente quien, interviniendo de hecho en esa existencia
atroz y desconsolada, trajo la última solución, que hubo de ser estremecedora y, a la
vez, tranquilizante para todos los implicados en ello. Ahora sabemos que está
físicamente atendido y a resguardo -¡Que Dios le depare, sin embargo, un dulce final!-» Cosima
Wagner trasmitió su adhesión a la hermana de Nietzsche Elisabeth y le
confió, años después todavía, los billetes de locura que había recibido de
aquel a quien admiraba en silencio.
CARTA DE RODHE
Rohde, en la carta que escribe a Overbeck entre los días
17 y 20 de enero de 1889, expresa insuperablemente su relación interior con Nietzsche
y, con ello, la base para la comprensión de su comportamiento lejano: «Durante días
no osé abrir su carta, porque me temía la confirmación de una horrenda sospecha;
confirmación que finalmente me sobrecogió como un calambre eléctrico...Tardé tiempo en
reponerme. No, en el fondo no creí que algo así pudiera suceder; sólo el último
billete que recibí - el 7 de enero - desde Turín, de Nietzsche, me hizo una advertencia:
era tan absurdo lo que decía que apenas pude imaginarme que aquello fuera todavía un
chiste, así que ello me produjo una sensación de lo más inquietante. Por lo demás, hay
que decirlo, las últimas manifestaciones (su panfleto contra Wagner no lo conozco) no
daban en absoluto la impresión de que ese potente entendimiento pudiera romperse de
repente: uno casi ya se había acostumbrado a su hipertensión de siempre en algún
aspecto. ¡Cómo lamento ahora no haberle escrito más en los últimos tiempos! Me había
intimidado con una manifestación máximamente peregrina, y no sabía de hecho qué
decirle de agradable sobre sus últimos escritos, que me son profundísimamente
antipáticos (prescidiendo de lo formal, en lo que seguía siendo un maestro, como
siempre). Así que preferí guardar silencio, creyendo que ése sería también para él,
en el fondo, el modo más soportable de la disensión. [Creí] que ya no podía decirle
nada ni ser nada más para él: ¡y, sin embargo, cuánto bien le habría hecho, quizá,
una manifestación de pura simpatía personal! No puedo pensar en absoluto en la desgracia
presente. Si cree que puedo ser útil, material o espiritualmente, en algo, no dude en
manifestarlo. Se rompe un trozo de la propia vida y del suelo sobre el que uno mismo
está, junto a alguien con un destino así, horrible; y ni siquiera puede uno imaginarse
las ideas, sueños y deseos tragados, que finalmente le golpearon como una ola sobre la
cabeza. Todavía estoy desconcertado ante la desgracia. Si se hubiera vuelto algo menos
claro en su pensamiento y exposición, como (por ejemplo) aparece tan de manifiesto en las
últimas producciones de Hölderlin: pero no, al contrario, su último escrito
(Genealogía) estaba mejor ordenado, construido con mayor rigor lógico que los
anteriores.»
Rohde es el primero que remite a la diferencia fundamental con la locura de Hölderlin,
diferencia que, lamentablemente, fue borrada pronto por autores más vocingleros.
PSYQUE
Rohde ya nunca superaría el schock del todo. Y en todo caso,
la conciencia de amenaza encontró alimento en su propia constitución. El padecía ya los
síntomas de una dolencia cardíaca - no reconocida como tal -, a la que había de
sucumbir en pocos años, y no en último término, a causa de la debilidad producida por
el desmesurado esfuerzo que le costó su famosa obra capital Psyque, en la que
trabajaba entonces. En enero y marzo escribió a amigos: «Me asaltan tantos
sentimientos e ideas llenos de melancolía y de estados de ánimo de todo tipo, que no
puedo hacer otra cosa que ocultarme y no decir nada más.» «Ultimamente me ha afectado
tan profundamente la desgracia de mi amigo Nietzsche que me siento realmente enfermo.»
Se ha observado a menudo y se le ha achacado a Rohde que en su libro, que en parte trata
los mismos problemas que El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, no
cita nunca la obra del amigo y no la tiene en cuenta para nada. Otto Crusius ha
demostrado al mundo especializado, en algunos párrafos sólo accesibles a la observación
más finas, que este reproche no es del todo acertado. Es verdad, sin embargo, que Nietzsche
no es aludido expresamente en parte alguna, y esto es comprensible por dos razones: por lo
que se refiere al contenido, las concepciones fundamentales de ambos divergen. Mientras
que para Nietzsche lo dionisíaco, el culto delirante de Dioniso, representa un
lado de la esencia griega, para Rohde «lo orgiástico y el misticismo fueron gotas de
sangre extrañas en la sangre griega». Y ahora, tras la desgracia, entrar en
una polémica científica con el querido amigo, es cosa que le prohibe a Rohde el decoro
mismo. «Ahora hay que evitar cualquier notoriedad en torno a Nietzsche», en ello
está plenamente de acuerdo con Overbeck, y lamentará incluso, más tarde, la
espectacular fundación del así llamado Archivo-Nietzsche como un «necio invento».
SORPRENDENTE KÖSELITZ
Heinrich Köselitz fue puesto completamente fuera de
quicio. El mensaje de locura que Nietzsche le envió el 4 de enero por la
mañana, lo recibió «sólo en Berlín», con algunos días de retraso. No deja
de tener una ironía trágica que responda a ello el 9 de enero, cuando Overbeck ya está
con el paciente camino de Basilea, y cree poder contestar a la «llamada» del
«crucificado» con una broma a medias. «Poco antes me había atribuido a mí
mismo las palabras que una vez inventé como variante a un párrafo del Ocaso de los
dioses de Wagner:» Más a menudo que él / nadie habló de baile, más raramente que
él nadie ha bailado, etc.»
La parodia a las palabras del grandioso monólogo final de Brünnhilde demuestra
una falta de comprensión sin parangón. Köselitz tenía que saber lo sensiblemente que
Nietzsche raccionaba precisamente ante el Ocaso de los dioses, y uno se da cuenta
con embarazo de la exactitud con que esa parodia del baile es aplicable a Nietzsche hasta
estos últimos días. Claro que Kóselitz no podía saber en qué bailes extáticos hubo
de encontrar, Overbeck, a Nietzsche en Turín.
DESMORONAMIENTO
Sólo la noticia de Overbeck del 11 de enero trajo claridad a
Köselitz. Y entonces se desmoronó interiormente, perdió la «fuerza que mantiene la
voluntad», por aplicar a él una expresión de las Walkirias (11, 2). No
sólo había recibido de Nietzsche su nombre de «Peter Gast», por el que
el maestro le llamaba aún en la locura, sino que a él le debía todo su camino
intelectual y la confianza en sí mismo, que necesitaba siempre volver a ser alimentada,
tal como sólo Nietzsche lo había hecho cada año. Precisamente en esa última carta del
9 de enero aparece la frase alarmante: «un aire frío, humoso y cargante invitó al
suicidio más bien que al baile»; y él vivió todavía algunas semanas cercano a
esa idea del último acto de la desesperación. Si no hubiera encontrado en Overbeck
un confidente comprensivo, al que siempre podía dirigirse poniendo al final de la carta «Su
devoto» (o «agradecido») «discípulo», habría aparecido un grave vacío en su
situación de entonces, sin esperanza alguna tampoco profesionalmente. Por eso, necesitó
siempre como impulso una carta de Overbeck, a la que respondía inmediatamente.
Primero, Köselitz intentó reprimir una clara visión de la radicalidad de la
desgracia. Su primera reacción el 13 de enero fue: «¡Su noticia me ha conmovido
hasta lo más profundo! No acierto todavía a imaginarme a Nietzsche, para mí una de las
manifestaciones superiores de la raza humana, encerrado en la celda de un manicomino. A
mí me parecía totalmente justificado el crescendo de su sentimiento sobre sí mismo,
que, para quien no tuviera idea de las metas que perseguía, había de resultar
sospechoso. El tiene derecho a la megalomanía. Pero, en todo caso, su máquina trabajaba
con excesiva vehemencia; pues agotaron su cerebro todas las cosas que hizo en el último
medio año: todas ellas quintaesenciales. Y ahora ya nunca más, quizá, sus grandes
sentimientos serán regulados y mantenidos por el necesario quantum de razón.» ¡Ah!,
a menudo me pidió que fuera a Turín, y yo no lo hice! Es obvio que no me atribuyo
ningún otro influjo sobre él sino el de que le hubiera distraído, estorbado, y turbado
en su enorme soledad. ¡Pero esto hubiera resultado un buen servicio para con él!...Y
bien, no pierdo la esperanza de que pueda recuperarse...La desgracia es, como he dicho,
que en la cercanía de Nietzsche no había principio alguno aminorante. Pues la potencia
espiritual de Nietzsche era tremenda; de no haberlo sido, no se hubiera perdido de tal
modo.» A ello Overbeck le responde con la carta del 15 de enero, de varias páginas,
y que es para nosotros la fuente de información más importante para los acontecimientos
de Turín y de Basilea.
COMPLEJO DE CULPABILIDAD
Overbeck intenta ahora implicar a Köselitz en la
responsabilidad por el legado de Nietzsche, y Köselitz se presta a ello. Intenta un
diálogo objetivo sobre la publicación de El crepúsculo de los ídolos y Nietzsche
contra Wagner. Pero la carta del 31 de enero ya la cierra con esta sospechosa
declaración: «¡No puedo escribir a la Sra. Nietzsche! ¡Discúlpeme lo más
amablemente posible ante ella, estimado Sr. Profesor! Todos hemos de hablar lo menos
posible de Nietzsche para que no cause más víctimas», pues «yo mismo casi me volví
loco por la noticia y todavía ahora me encuentro bajo su aniquiladora impresión..
Deambulo al aire libre casi el día entero, ya que el cuarto, mi corazón y mi poco de
entendimiento se vuelven demasiado angostos». Evidentemente, lo que había
ayudado provisionalmente a Köselitz a evitar lo peor era el esparcimiento que le ofrecía
la presencia de su viejo amigo y compañero de estudios de Basilea Widemann. Tras
su partida escribe el 7 de febrero a Overbeck: «Desde que Widemann se fue he vivido
horas horribles. Hace falta realmente un gran esfuerzo para superar algún que otro cuarto
de esas horas: hace ocho días faltó poco para que me cayera por la ventana abajo a la
Belleallianceplatz, y no por intenciones suicidas, sino por dolor de cabeza y mareo
repentinos Algunas semanas después (23 de febrero) ya no puede soportar la
«objetividad» y siente el impulso de «tomar distancia frente a los escritos de
Nietzsche, en principio al menos frente a los últimos».
El 28 de marzo informa de un encuentro con Carl Funchs, que había ido a Berlín
para un concierto que Köselitz estaba esperando allí: «Le leí algunos párrafos
del Ecce homo, y estuvimos de acuerdo en que muchas de esas cosas no pueden publicarse.
Algunas incluso resultaban muy cómicas en su presencia. Y el 13 de abril: «No he leído
aún completamente su copia del Anticristo; ¡perdone que le retenga tanto! ¡El aire en
este libro, y más aún en Ecce homo (que pronto habré copiado del todo), está tan
cargado! Se espera un trueno en cada instante.»
Overbeck había hecho una copia del manuscrito del Anticristo, traído de
Turín, para asegurar la conservación del texto y podérsela pasar a los amigos.
Köselitz, por otra parte, tenía a mano el manuscrito del Ecce homo, que copiaba a
su vez, y no sin «redactar» al mismo tiempo. Por lo que preguntaban ambos sin resultado
alguno era por la «Transvaloración de todos los valores» que Nietzsche
anunciaba insistentemente. Kóselitz escribió al respecto el 18 (?) de enero algo que,
desgraciadamente sólo aparece conservado en un extracto de Overbeck: «Si estuviera
acabada esta obra -según creo, Nietzsche se volvió loco en el júbilo por el triunfo de
la razón humana en él, por la consumación de la obra-, habría que seguir estando
contento, después de todo, por muy frívolo casi que esto suene. Lo que nos aflige ahora
es el temor de que el desmoronamiento sucediera demasiado pronto a la encarnación de
estas ideas. El que los manuscritos de esa obra no estén entre las cosas que usted se
trajo, es algo que me inquieta, he de reconocerlo. Pero se tranquiliza al pensar en la
fiabilidad del remitente de Turín, es decir, los Fino, y por el hecho de que éstos no
tengan idea alguna de la importancia de los manuscritos «de modo, así, que es de esperar
que todo llegue en su integridad». Y seguramente ése fue el caso, y sin embargo, la
«Transvaloración» no estaba entre ello, porque no existía. Tras el
concierto de Funchs, Köselitz se había vuelto a retirar inmediatamente a Venecia y
enmudeció para Overbeck hasta septiembre. Entonces, por fin, le confiesa el día 24: «Su
última y amable tarjeta era del 24 de abril. El que no le haya contestado hasta ahora, el
que no me haya informado ante usted sobre el estado de Nietzsche, son cosas que me exponen
a grandes malentendidos. Además de esto, mi silencio fue deliberado, y en absoluto debido
a falta de tiempo. En mi soledad, tuve que evitar todo lo que me volviera a introducir en
le meditación profunda de nuestra horrenda desgracia...No puedo justificarme por mi
mutismo. La falta está sólo en mi impresionabilidad enfermiza. Y sólo, en tierra
extraña, en nuestro caso estoy siempre cerca de perecer.»
REMBRAND COMO EDUCADOR
Julius Langbehn es una de las «figuras en torno a
Nietzsche», también él pertenece al monde de Nietzsche, aunque sólo aparece en
él por su corta intervención en la suerte fatal de Nietzsche, Por su aventurero intento
de curación-. En su época había ganado enorme consideración por su libro Rembrandt
como educador, que, habiendo aparecido en 1890, después de un año ya
alcanzaba 25 ediciones (66.000 ejemplares) y al final 84; todo ello le valió el apodo de «el
alemán-Rembrandt».Su «obra» no dejó ningún rastro memorable.
PROFETA SALVADOR
Julius Langbehn era de uno de esos profetas salvadores que
siempre aparecen, ante los cuales suele sucumbir la amplia masa de espíritus exaltados y
no muy versados intelectualmente. Puesto que Langbehn circunscribió su visión
de un futuro ideal a un acontecimiento nacional alemán, a una renovación cultural
«helénico»-alemana, pertenece de modo sospechoso, junto con el antisemitismo
contemporáneo de un Bernhardt Förster, a los «fundamentos del siglo xx».
Su éxito temporal muestra cómo posibilidades que en el siglo xx llegaron a tener tan
horrendas repercusiones, ya encuentran sus raíces en el final del siglo xix, y además en
amplias capas populares. .
ORIGEN HUMILDE
Julius Langbehn creció en Kiel. Nació como tercer hijo el
26 de marzo de 1851. Los ancestros de Julius Langbehn eran del Holstein. Vivieron
del modo más humilde, la mayoría de las veces como jornaleros. La madre procedía de una
vieja familia de pastores protestantes. En 1870, a los 19 años, se presentó voluntario
para la guerra y fue licenciado en junio de 1871 por enfermo (reuma) con el rango de
oficial. En 1875 es dimtido por su asociación estudiantil de Kiel «por hablar
impertinentemente». Entonces va a estudiar arte a Munich. El 20 de enero de 1880 se
gradúa como doctor en Munich con una disertación sobre «Figuras aladas griegas».
Su maestro -Brunn- se preocupa, primero sin éxito, ante el «Instituto arqueológico
imperial» de Berlín, por una beca para Langbehn para un viaje por Grecia e Italia. Sólo
en el otoño de 1881 se le concede la beca, que, sin embargo, ya no es prolongada en la
primavera de 1882, con lo cual se frustra para Langbehn la continuación del viaje de
estudios. Obviamente se sentía que el candidato se había alejado plenamente en su
interior de su «gremio», y estaba decidido a seguir un camino propio. El 21 de diciembre
pudo, así, escribir a su amigo Muhl: «Próximamente traspasaré el Rubicón hablando
propia e impropiamente, es decir, arrojaré por la borda a los intelectuales del gremio.
Cumpliré todavía con la beca y con las obligaciones que acarrea; ¡y después, punto
final!» Siete años más tarde también Nietzsche (carta a Köselitz), al
comenzar el desmoronamiento, quiere «traspasar el Rubicón» espiritualmente.
Langbehn nunca llevó una vida «regular», como, por ejemplo, en un puesto
académico de relieve. Los bienes temporales no le importaban en absoluto, se contentaba
con trabajos indigentes y temporeros de archivo o como conservador en museos y
colecciones. Con su modo de ser seductor conseguía siempre alojarse en casa de amigos,
para los que, dadas sus humildes pretensiones, tampoco suponía una gran carga. De
los efectos más duraderos fue su amistad con el pintor Hans Thoma.»
Y es que Langbehn» era una persona llena de sentido artístico, con una
capacidad extraordinaria de vivencia del arte. En el tiempo que permaneció con Thoma
(1884-85) tuvo lugar una salida a Darmstadt, donde Langbehn vio el Cristo en la
columna de la flagelación de Rembrandt. La impresión causada por esta experiencia
artística grabó toda su existencia futura (de modo parecido a la experiencia del Tristán
que tuvo Nietzsche en Munich). Así, el que cinco años más tarde ponga a su libro el
título de Rembrandt como educador es, ciertamente, algo más que mera parodia del Schopenhauer
como educador de Nietzsche, por muy evidente que resulte el paralelismo.
SISTEMA EDUCATIVO
Desde la primavera de 1885 hasta el verano de 1892 Langbehn
vivió en Dresden. En esta época se empeña cada vez más en una inútil oposición a sus
compañeros de especialidad y a todo el sistema educativo y universitario. En este
contexto hay que ver sus pérfidas invectivas contra Binswanger y el hospital de Jena, con
las que intranquilizó temporalmente, en 1890, a la madre de Nietzsche y a Köselitz. En
febrero de 1891 devolvió a la Facultad de Munich su título de doctor, roto en
pedazos, después de que ésta no accediera a su deseo de anular su promoción doctoral.
ESPECULACIONES MÍSTICAS
Langbehn fue perdiendo cada vez más el suelo de la
realidad y entregándose a especulaciones místicas para las que espera satisfacción y
realización, finalmente, en una conversión al dogma católico-romano. El 26 de febrero
de 1900 recibe el bautismo, el 7 de marzo la primera comunión. En junio de 1900 se
traslada a vivir a la católica Würzburg, el 30 de abril de 1907 muere en Rosenheim
(Munich), probablemente de un cáncer de estómago.
MEDICINA DEMONÍACA
Pongamos un ejemplo sacado de sus anotaciones
filosófico-religiosas: «El demonio es el creador de todo disgusto que se causa y que
se sufre. Antes del pecado original lo divino caía recto en el mundo, ahora cae
inclinado. Aparece como un palo roto, introducido en el agua. Se ha producido un desvío a
través de un medio turbio -a través del demonio...Así como los buenos espíritus se
encuentran amistosamente en Dios, los malos espíritus se encuentran enemistosamente en el
demonio; él significa incapacidad de desarrollo, endurecimiento, totalidad del mal, en lo
posible. Satán tiene también carácter, pero no alma...Y así como Dios es el espíritu
del todo y de lo esférico, el demonio es el espíritu de lo parcial y de lo dividido.»
Y ahora, partiendo de la convicción de que la medicina oficial demoníaca, por su propia
naturaleza, se confunde en todo y lleva también a Nietzsche a la perdición, de que
Nietzsche no está seriamente enfermo en absoluto, sino sólo desatendido, tratado
falsamente y conducido por vía falsa, este hombre se decide en el otoño de 1889 a
imponerse como su salvador.Consideraba que los escritos de Nietzsche eran extravíos
causados por un influjo maligno y que lo único que le había faltado era una fuerte
crítica hecha a tiempo.Sobre todo, responsabilizaba (como también Kaftan) a la
postura de lucha de Nietzsche contra el cristianismo del agotamiento nervioso transitorio
y creía que si se volvía a llevar a Nietzsche al buen camino, si se le reconciliaba con
lo suyo propio, con su modo de ser ideal piadoso, se disolvería la tensión,
desparecería el trastorno del ánimo.Y, a diferencia de Kaftan, se creía con fuerza y
con habilidad intelectual suficientes como para producir ese retorno.
DESCONFIANZA
Pero ya tras un corto tiempo de ensayo se debería haber dado cuenta
de lo poco accesible que era Nietzsche de ese modo.A finales de noviembre de 1889
Nietzsche reacciona con un ataque de furia ante la «filosofía» de Langbehn, le
arrojó una mesa ante los pies, lo amenazó con los puños y llamó a los celadores; ante
ello, el «salvador» desapareció, para no volver, camino de Dresden, desde donde
continuó su juego, poseído misionariamente, insistiendo en que era su cometido, su
tarea, la de recuperar a Nietzsche para la humanidad. Casi durante cuatro meses pudo
ejercitar con algún éxito su fantasmagoría ante la madre y ante Köselitz, para lo
cual, hábilmente, atribuyó como mérito a su método la remisión que Binswanger ya
había notificado en septiembre y encontró aceptación en ambos para esta tesis, hasta
que a finales de febrero de 1890 Overbeck logró expulsar al demonio, como en su tiempo al
«fantasma de Rosalie Nielsen».
DUO COMPENETRADO
En una carta de la madre de Nietzsche, ésta afirma:
RESQUEBRAJAMIENTO
Pero este dúo armónico no duró mucho. Dos semanas después, el 28
de noviembre, la madre tiene que informar que «el pobre doctor....a juzgar por sus
cartas, parece estar muy afectado» y muy ocupado con la corrección de las pruebas de su
libro. Si Langbehn quiere ya justificar con todo esto su soprendente partida
tras el ataque de furia de su paciente, o bien si su nerviosismo ha contagiado al paciente
y desencadenado el incidente justo poco después del 28 de noviembre, es cosa que ya no
puede precisarse, puesto que, curiosamente, el historial médico sólo muestra durante
todo este tiempo la siguiente anotación del 21 de noviembre: «Tengo dolor de cabeza,
de modo que ni puedo ver ni andar», y respecto a los paseos con Langbehn,
sólo tres semanas más tarde (20 de diciembre) se refiere a ellos tachándolos «hace
poco». Pero entonces ya hacía tiempo que Langbehn no estaba en Jena. Del 8
al 10 de diciembre va la madre allí y puede informar, respecto a esos tres días, que a
su «hijo le va muy bien, desde que volvió a dar diariamente amplios paseos con su
acompañante. Pero éste, desgraciadamente, se ha marchado, estaba demasiado nervioso, y
junto a la presión de su obra, se había impuesto una tarea superior al aguante de sus
nervios...Ahora es un médico joven quien le sustituye en esa obra caritativa, yendo
diariamente con él de paseo.»
POSEIDO POR EL DEMONIO
El palmario fracaso que lo había llevado, tras dos semanas tan
sólo, a abandonar a Nietzsche a sí mismo, es decir, a abandonar a su suerte el
hospital que tanto difamaba, fue quizá lo que despertó en Langbehn el afán de
retirarse lo más pronto posible de la empresa radicalmente fracasada. También puede ser
que recibiera un duro golpe su admiración incondicionada por Nietzsche y que se perdiera
en un relativismo, en el que también él, Langbehn, quedaba como el magnánimo perdedor.
Pocos años después expresó, en este sentido, su postura frente a Nietzsche, y en muchas
variantes que casi parecen inculpaciones por haber perdido el tiempo él, un hombre
temeroso de Dios, con el poseído del demonio que era Nietzsche. Una vez hizo
esto bajo el título: «Pobres, niños, pecadores.» A ellos «se dirige mi
instancia de conversión...Nietzsche pertenece a la vez a los tres grupos; esto es
propiamente lo que me une a él. Que él no sólo era un pecador, sino también pobre y
niño, de ello podría yo dar pruebas conmovedoras. El corazón de Nietzsche estaba
noblemente animado. Como persona le iba bien el patrón de la candidez, modestia,
ingenuidad, por el que yo mido todas las cosas, a pesar de que intelectualmente estaba
lleno de superficialidades, fallos, debilidades, enfermedades... Naturalezas como
Nietzsche, como Byron -que cayó a menudo en lo sucio-, como Shelley... no quiero
hundirlas más todavía, sino levantarlas. Aquí sólo puedo lamentar, no condenar. No
habría que condenar a tales "publicaciones y pecadores" como personas, más
bien ir en su ayuda tanto en la vida como en la muerte.» Y más tarde, en el otoño
de 1900, a su obispo von Keppier, de Friburgo: «No puede confundirse a Nietzsche con
sus seguidores y voceros. Considero posible e incluso probable que si hubiera vivido más
tiempo habría cambiado su opinión sobre el cristianismo del mismo modo que en su tiempo
la cambió sobre Wagner..."Ateos" como Shelley y "anticristos" como
Nietzsche son simplemente niños de escuela escapados, que hay que llevar al buen
camino... Los estravíos de Nietzsche, su así llamada filosofía, no es más que un
suicidio mental y moral... [él] estaba totalmente equivocado, Don Quijote y el diable
boiteux en una persona... Mi juicio sobre la persona de Nietzsche descansa sobre la
impresión personal que me produjo. jamás he conocido entre los intelectuales una persona
más ingenua y más inocua que él. Pero sus escritos -exceptuando el Zaratustra, que,
después de todo, es bastante inquietante- los detesto más que usted todavía, si es
posible. No puedo, literalmente, leer página alguna de ellos sin que me sienta mal
físicamente. Dicho en una palabra, lo considero una naturaleza pura en la que entró el
diablo.»
EXIGENCIA DE TUTELA
Mientras Langbehn está recluido en su rincón de Dresden,
la madre vuelve a hacerse presente. El 8 de enero informa a Overbeek: «¡Mi oración
se dirigía a que mi querido Dios y Señor quisiera enviarme algún mediador con el Dr.
Langbehn, a quien considero el único salvador posible con la ayuda de Dios!» Pero
ese salvador la obsequiaba desde Dresden con cartas llenas de reproches y con el plan de
llevar a Nietzsche a Dresden, de colocarlo allí o en los alrededores privadamente, bajo
la vigilancia de un médico y de varios celadores, de toda una corte en la que él,
Langbehn, sería el mayordomo y diariamente llevaría a cabo dos veces dos horas de paseo.
Para ello había que confiarle la pensión basilea de 1.600 marcos y traspasarle la
plena tutela.
KÖSELITZ Y LANGBEHN
La madre se dirigió a Köselitz pidiendo ayuda y consejo sobre la
exigencia de Langbehn, y éste se decidió el 6 de enero a viajar hasta Dresden para echar
un vistazo crítico a ese Dr. Langbehn y examinar sus planes, tal como prometió a
Overbeck. Pero entonces sucedió la desgracia de que él también se dejó encantar.
Köselitz, el 26 de enero:« El (Langbehn) debe de tener la tutela: primero, porque su
sistema, ampliamente planificado, no debe sufrir ningún menoscabo, y después porque
nosotros queremos tener garantía. Su que- rer-tratar-a-Nietzsche se convierte así en un
deber -tratar -a -Nietzsche (con la responsabilidad frente al juez tutelar).» Esta
fundamentación deshilachada no consiguió convencer a Overbeck.
SENTIDO CRÍTICO
Köselitz sin un examen objetivo, escribe a Overbeck el 7
de enero de 1890 «a las 9 de la mañana, el Dr. Langbehn...se ha marchado
por pura admiración hacia Nietzsche y porque temía lo que yo también temí desde el
principio:a saber, que se repitiera con Nietzsche la misma barbaridad que se ejercitó con
Hölderlin, Robert Mayer, etc. En el hospital de Binswanger es tratado como un profesor
degenerado, que se ha desperdiciado y vuelto loco en Italia -o mejor, no como profesor
precisamente, sino como prisionero y condenado, con cuyo tratamiento un hombre de la
sensibilidad de Nietzsche, aun cuando no estuviera ya enfermo, habría de hundirse: Nada
de observación, de estudio del enfermo, nada de la así llamada ciencia moderna, ante la
que tenemos tanto respeto los legos en ella -¡un comportamiento plenamente tosco, indigno
e indolente con el enfermo! Celadores que lo agarran y se burlan de él, mientras que él
se da perfecta cuenta de todo y lo siente horrible y trágicamente. En una palabra,
Nietzsche está allí como en una casa de beneficencia -y no otra cosa. Comida miserable,
incomodidad a todo respecto (ninguna silla en la habitación, sólo un duro sofá sin
cojines, junto a la habitación el ciosett, del que llega el olor, etc.). Según todo lo
que me narró este extraordinario Dr. Langbehn, de tantos merecimientos ya hasta ahora,
Nietzsche sólo padece de cansancio de nervios como consecuencia del excesivo trabajo. Y
que él, el Dr. Langbehn, conoce más gente así... que estaban peor que Nietzsche y que
se han recuperado totalmente.» A ello le responde Overbeck: «No pienso salir en
defensa del hospital de Jena, puesto que por principio estoy contra todos los hospitales
de ese tipo...Pero me pregunto, ante todo este horror que se me ofrece, cómo Nietzsche ha
podido siquiera resistir y cómo, en lugar de "hundirse" plenamente - cosa que
usted, con toda razón, si se tiene en cuenta sus supuestos, pone como consecuencia
necesaria -, parece, por lo demás que oigo, que se ha recuperado sin duda alguna, al
menos en sentido corriente. Tengo aún otro motivo para dudar de que el caso se trate en
Jena con esa completa rudeza, y es que, como yo sé, desde hace por lo menos un cuarto de
año, no se le considera un caso desesperado, y, en todo caso, se rechazó hace tiempo un
dictamen definitivo, que aquí por ejemplo fue hecho inmediatamente y con gran
decisión... pero ¿qué he de pensar de ello si oigo, además, que conoce individuos que
fueron recuperados de situaciones mucho peores que la de Nietzsche? Puesto que esta
situación sólo la conoce el Dr. Langbehn a partir del instante en que parece claro que
ya había salido de su peor estadio, y, además, los médicos desde el principio siempre
contaron con la posibilidad de períodos de atenuación.» Pero quiere cerciorarse de
la situación en Jena: «En estas circunstancias, lo que voy a hacer es lo siguiente.
Escribiré a Jena a un médico que conozco allí del tiempo de mi docencia privada, y no
en calidad de tal, sino en razón de que no se me ocurre nadie más allí a quien me
pudiera dirigir de este modo, con el encargo confidencial de si puede confirmarme como
posible...lo que me cuentan respecto al tratamiento de Nietzsche.» Lo cierto es que
tampoco Overbeck se hallaba libre de reparos respecto a Binswanger, reparos que comunica
algunos días más tarde (el 12 de enero) a Köselitz: «Tras la instalación de
Nietzsche en Jena intenté de inmediato, como es natural, ponerme en contacto regular con
Binswanger.....Más sospechoso que todo esto me ha resultado el que Binswanger en el
otoño, como he sabido más tarde, haya estado aquí, sin preocuparse lo más mínimo de
mí, sin ni siquiera darme a conocer su presencia. Lo único que sé es que él
conferenció aquí con Wille sobre Nietzsche y defendió frente a éste una concepción
menos desesperanzado del caso...Un segundo punto que me dejó perplejo fue el monto de
las... facturas del hospital, y la última recibida anteayer...a causa de su poco monto,
me habría llevado en todo caso a plantear de nuevo la cuestión de la asistencia de
Nietzsche.....una manifestación de Binswanger, sobre los escritos de Nietzsche, demuestra
cuando menos indiferencia.»
ESCÁNDALO PÚBLICO
Si no transferían a Langbehn plenos poderes ellos temían
que éste levantaría un escándalo público con un escrito «El caso Nietzsche»
y los presentaría en él como incumplidores de su deber.
ENFADO DE OVERBECK
Overbeck replicó enérgicamente: precisamente por eso no
podía confiarse a Langbehn la tutela. Puesto que una persona a la cual hay que
creer capaz de antemano de una perfidia así, no es digno de tal confianza.
EXIGENCIAS EXAGERADAS
La disponibilidad de la madre hubo de colocar a Langbehn en
una situación no poco embarazosa. En todo caso, vuelve a elevar ahora sus exigencias y
pone en cuestión su acción recíproca, hasta tal punto que tenía que ir todo el
asunto al fracaso. El 31 de enero exigía de la madre: «La abajo firmante se obliga
por la presente bajo juramento, para el caso de que la tutela jurídica sobre su hijo
Friedrich Nietzsche le sea traspasada al Dr. Julius Langbehn, a evitar...todo trato oral o
escrito con el último. Se obliga además bajo juramento, respecto a las posibles visitas
a su hijo que ella proyecte -durante el tiempo de esta tutela-, a seguir la instrucciones
del Dr. Langbehn; especialmente a informarle previamente del momento de su eventual
llegada y partida.»
DOLOR EN EL CUELLO
Por otra parte,comunicaba a Köselitz el mismo día: «Ha
surgido un nuevo cambio, por cuanto sólo puedo comenzar dentro de tres meses...mi
tratamiento de Nietzsche; hasta entonces he de curar mi mal de cuello, que ha empeorado.
Naturalmente estoy dispuesto a asumir ya la tutela pero entretanto será mejor dejar estos
tres meses al juez para la transferencia ...Estas gestiones con él debe hacerlas usted; y
además inmediatamente.... Durante ese período, usted u otros amigos de Nietzsche han de
hacerle compañía; si me telegrafía inmediatamente aquí que usted está dispuesto y
autorizado a traer aquí a Nietzsche en 6 ó 7 días, buscaré un alojamiento para él en
las cercanías de Dresden; pero naturalmente tendría que disponerse aquí de toda su
pensión -1.600 marcos... Yo, por mi parte, sólo estaré en Dresden 8 días a partir de
hoy y luego me iré por tres meses.»
SUSPENSIÓN DE CONTACTO
Sacar a Nietzsche del hospital en el plazo de 6 ó 7 días; girar a
Langbehn la pensión de Basilea: todas ellas eran exigencias que no podían cumplirse, eso
lo sabía él mismo.Pero todavía no tuvo bastante con esto, al final exige
terminantemente la previa firma de la madre de la renuncia al contacto: «sin esto no
acepto la tutela».
PAPA Y SULTÁN
Después de todo, Köselitz conservó la sangre fría y no se dejó
provocar, y justamente porque adivinaba esa intención detrás de la provocación de
Langbehn: «Quien lea ese legajo que he recibido de él apenas comprenderá por qué
yo, en lugar de -retenerle, no le he echado fuera. Pero, precisamente porque me pareció
que intentaba hacerse retirar con violencia (a su parecer, con "injusticia") del
asunto Nietzsche, no le di yo ese placer. Contra personas tan violentas practico la
política del papa y del sultán -la mayor paciencia, indiferencia, expresión del
sentimiento de que, como potencia de larga tradición, nunca ha podido hacerle perder el
equilibrio el ladrido de un perro.»
CANDIDATO IDONEO
Pero qué había de pensar Overbeck de la postura perspicaz anterior
de Köselitz, cuando en la misma carta, algunas líneas más abajo, tiene que volver a
leer la mayor loa de Langbehn: «Soy deudor, ante una posteridad rectora, de
conservar a este hombre para Nietzsche. ¿Por qué no habría de suceder que por una vez
fuera Belcebú quien expulsara al demonio? Ninguna otra persona de las cualidades
intelectuales de Langbehn ha de volver a encontrarse dispuesta a aceptar por dos años la
obligación de tratar a Nietzsche.» Köselitz
esperaba el milagro de una salida airosa, pero este milagro hubo de introducirlo Overbeck,
puesto que Köselitz ya no estaba en situación de ello, especialmente desde que a
comienzos de febrero había recibido del autor el libro de Langbehn Rembrandt als
Erzieher y se había entusiasmado con él, mientras que Overbeck opinó al respecto: «Seguro
que hay mil verdades ahí dentro, pero entonces seguro que hay también otras tantas
necedades...Hacía tiempo que no tenía en mis manos nada de carácter tan
doctrinario...todo ello en las antípodas de Nietzsche.»
DESPERTAR?
Pero de repente le aparece toda la incertidumbre del asunto.Overbeck
ya había precavido el 8 de enero frente al hecho de que, en definitiva, era Nietzsche
quien podía resultar la víctima de una acción fallida. Esa consideración intranquiliza
ahora también a Köselitz. En una frase entre paréntesis introduce la idea, en medio de
las demás explicaciones:«He de dejar sin zanjar la cuestión de cuál sería el
placer que se le causaría a Nietzsche volviéndolo a despertar a la vida. Creo que,
aproximadamente, nos estaría tan agradecido como uno que salta a la corriente para
matarse y es sacado a continuación vivo por un necio asno salvador. ¡He encontrado a
Nietzsche en situaciones en las que -¡horrible!- me parecía como si fingiera la locura,
como si estuviera contento de que todo hubiera terminado asi. La filosofía de Dioniso
sólo podía escribirla muy probablemente estando loco - pero todavía no está escrita,
aunque él cree haberla apuntado ya.»
LLENAR UN VACIO
El 20 de enero Köselitz había ido a Jena para llenar el vacío que
había dejado Langbehn. Al día siguiente escribe a Overbeck: «Después de dos años
y cuarto volví a ver hoy a nuestro gran amigo; puede usted irnaginarse que con el
corazón roto. Me reconoció inmediatamente, me abrazó y me besó, y, por su encantado y
repetido darme la mano, parecía querer decir que apenas creía en mi presencia. Me
admiró su memoria, pero observé también [cosa que no podía controlar el Dr. Langbehn]
que de vez en cuanto añadía algo de su invención, incluso perspectivas plenamente
horrorosas. A veces no podía distinguírsele del viejo Nietzsche; pero a menudo resulta
evidente su haber-perdido-el-equilibrio. Su risa es usualmente alegre, pero puede llegar a
hacerse también inquietante; asimismo aparecen accesos de mal genio y una obstinación
muy peculiar respecto a pequeñeces.Como mejor se le aparta de ello es con galletas, etc.
-Ahora paseo con él todos los días.» ¡Así que él podía pasear con el
«prisionero» del Prof. Binswanger!
ALQUILER DE PISO
Durante cuatro semanas puede Kóselitz tratar con Nietzsche
sin inconvenientes, el doble de tiempo que lo soportó Langbehn. El 16 de febrero
viene a añadirse además la madre. Alquiló una habitación en Jena, en la
Collegienstrasse 12, desde donde Köselitz informa el 20 de febrero a Overbeek: «Nietzsche
es recogido en torno a las 9 de la mañana del hospital y permanece aquí abajo, en la
ciudad, hasta las 6 de la tarde. La habitación en la que están los dos la mayor parte
del tiempo se encuentra sobre la mía, de modo que puedo subir inmediatamente en cuanto
suceda algo. Hoy es el tercer día en que se hace la prueba: sólo una vez se dio una
escena, pero sin culpa. La madre había limpiado las gafas de Nietzsche, y al hacerlo el
cristal se salió de la armadura de oro. Nietzsche se puso a llorar "¡pero, madre,
qué es lo que has hecho!"... Pronto conseguí poner de nuevo el cristal en su sitio
y Nietzsche volvió, inmediatamente a mostrarse alegre y contento.»
EL RELEVO
Entretanto Köselitz buscaba relevo. A finales de febrero
acabó su tiempo. Se le había prometido en Danzig la representación de su ópera y
tenía que supervisar los ensayos. Con tal motivo escribe a Overbeck al final de su carta:
«¿No tendría usted, admirado Sr. Profesor, inmediatamente después de acabado el
semestre, tiempo para echar por sí mismo una mirada a Nietzsche? Yo ya llevo aquí más
de 4 semanas; un trabajo muy cansado.»
OVERBECK EN JENA
Overbeck decide visitar Jena. Usa para ello los tres días de
vacación de carnaval, del 23 al 25 de febrero, y permanece allí en el trato más íntimo
con el amigo enfermo, pero extraordinariamente recuperado; anotó al respecto: «Con
permiso del médico pude estar con él durante horas fuera del manicomio, sentarnos
juntos, comer, ir solos de paseo incluso por las cercanías de la ciudad. En este trato,
un observador absolutamente extraño apenas hubiera encontrado motivo alguno para
observaciones dudosas, a excepción de algunas extravagancias en los modos de Nietzsche -a
la mesa o fuera, en la calle, cuando hacía ademán de golpear a los perros o incluso a
las personas que aparecían de improviso, u otras cosas parecidas. Para él nosotros
podíamos ser dos viejos amigos, pero sólo yo sabía que nuestro trato ya sólo vivía
exclusivamente de un pasado. Nietzsche me saludó, inmediatamente que nos encontramos por
primera vez en la vivienda de su madre en Jena, como si nada hubiera conmovido nuestras
antiguas relaciones, y así sucedió hasta mi partida de Jena. La participación de
Nietzsche en nuestras conversaciones casi había crecido incluso, pero estas
conversaciones tomaban su contenido casi exclusivamente de la época anterior a la
aparición de la locura. Por mi parte no faltaron intentos de dirigir sus pensamientos a
las últimas experiencias, de las cuales me interesaba, sobre todo, su trato, roto hacía
poco, con el Dr. Langbehn. Inútilmente: Si bien Nietzsche se las entendía a veces, y
esto sin incitación por mi parte, para hacer manifestaciones confusas sobre sus vivencias
presentes, por ejemplo sobre sus relaciones en el manicomio, sobre las que no le faltaba
conciencia en absoluto, en general parecía no guardar recuerdo alguno de su pasado más
reciente, y a veces parecía eludirlo premeditadamente, por ejemplo, hacía como si apenas
hubiera conocido al Dr. Langbehn; habláramos de lo que habláramos, y en el modo
totalmente confidencial de siempre, los temas surgían casi exclusivamente del pasado
situado detrás de aquel momento de la aparición de la locura. Es verdad que los
recuerdos de esa época en Nietzsche tampoco eran fiables, ni mucho menos, por muy
detallados y aparentemente seguros que se mostraron. Pues con aquellos que eran
sorprendenternente precisos, lúcidos y del todo correctos, se mezclaban otros que eran
confusos y completamente fantásticos además en parte. Pero, en general, podía decirse
que Nietzsche poseía todavía un acopio importante de recuerdos reales del período
anterior al momento de su trastorno mental, y que hacía uso de ellos con toda
despreocupación, mientras que lo más reciente quedaba como borrado para él; sí,
parecía que nunca lo hubiera captado, por así decirlo. Bajo estas condiciones, nuestro
trato se desarrolló entonces -duró tres días- como si hubiera tenido lugar desde dos
planetas diferentes. Yo había quedado en el antiguo, en un tiempo -es decir, hasta la
aparición de su locura- habitado en común por los dos; Nietzsche se encontraba en el
nuevo, pero sólo podíamos intercambiar cosas que pertenecían a aquel período anterior,
e incluso de éste Nietzsche sólo conservaba recuerdos quebrados. Y bajo estas
condiciones nuevas nos tratábamos, sin embargo, como si nada hubiera sucedido entre
nosotros, como viejos amigos. Como ejemplo de ello me referiré sólo a la conversación
sobre la vuelta de Nietzsche a su puesto de Basilea, conversación a la que volvía
siempre, por cuanto se figuraba que su recuperación estaba próxima. ¡Ya entonces me
pareció esto un síntoma especialmente fuerte de su trastorno mental, al pensar en la
importancia que había concedido durante años, en sus días todavía sanos, a su
liberación de aquel puesto! Después caí en la cuenta que como tal síntoma podía
aducirse, mejor, la circunstancia de que nuestras conversaciones de entonces se referían
la mayoría de las veces a condiciones externas de Nietzsche, y, por ello, también y
primordialmente, a personas con las que se había relacionado (Wagner entre otras), y de
que esas conversaciones mostrarían aquella extraña mezcla de claridad y confusión del
recuerdo, mientras que Nietzsche apenas se refirió alguna vez a sus escritos ni, sobre
todo, a los planes, todavía inacabados, que habían sido la preocupación absorvente de
sus últimos días claros. No es que en estas conversaciones de Jena aquí descritas
faltaran rasgos de ingenio que pudieran recordar todavía las más altas aspiraciones de
Nietzsche, más bien hubo algunas cosas que me sorprendieron en este sentido; en general,
esos rasgos se habían vuelto llamativamente escasos, y yo tenía la impresión como si el
espíritu de Nietzsche ya sólo pudiera elevarse en raras ocasiones sin perderse en lo
fantástico, mientras que el tenor entero restante de sus modos disminuía hasta tomar
sólo el carácter fundamental de una "tranquilidad" lindante con el abatimiento
o la postración. Tampoco Nietzsche mostraba entonces rasgo alguno de aquella obstinación
de Turín, dado que ahora, más bien, y a pesar de todas las excentricidades expuestas, se
dejaba conducir por mí docilmente como un niño, especialmente porque la dirección de
sus pensamientos se trastocaba inmediatamente e inmediatamente era confiada a cualquier
otra persona que tuviera que ver con él; y así, totalmente en contra de mi preocupación
-que sólo cedió ante la evidencia-, a la vuelta de nuestro paseo al atardecer, se dejó
conducir a su alojamiento del manicomio sin la menor dificultad. Así, aunque sólo
después en una mirada retrospectiva a mis experiencias con Nietzsche, también este
reencuentro con él, el tercero después de su oscurecimiento mental, me pareció una
muestra de la persistencia del afecto que me profesaba. La verdad es que, al regresar a
casa después de aquellos días de vacación de carnaval usados para el viaje a Jena, eran
otras y mucho más tristes las impresiones que me embargaban que la de la integridad casi
intacta de nuestra amistad.»
COMO UN NIÑO
Solamente se queda ya la madre con Nietzsche en Jena. La
correspondencia con Overbeck nos permite saber como marchaban las cosas:«Anteayer fue
un día penoso puesto que cuando le recogí en la ciudad hacia las 10, no había quién lo
sacara de una calle, quién le hiciera desistir de volver a ella (aunque lo mantuve firme
del brazo) y de contemplar las cosas en los escaparates, de precipitarse en una panadería
y escogerse toda suerte de panecillos, asimismo, en una tienda de comestibles finos,
higos, dátiles y pequeñas nueces, y se lo comió en el camino...De tales incidentes se
aprende con facilidad, y por eso ayer sólo lo recogí hacia el mediodía, y entonces me
acompañó con gran contento hasta la vivienda de la ciudad..Después dimos un pequeño
paseo todavía antes de comer, y fuimos al "Stern", donde hubimos de comer en la
sala del piano...Naturalmente él tocó inmediatamente algo, y algo muy bello, después
comimos y más tarde tocó el Sr. Köselitz, mientras él escuchaba con el rostro más
alegre posible, y tras esto di un gran paseo con él solo pasando ante la cueva de
la roca y hasta el puente del ferrocarril .... Después se durmió en casa, pero un poco
sólo, y más tarde le leí algo....mientras le pasaba, durante todo el tiempo, la mano
por la frente hacia arriba o se la dejaba reposar allí durante segundos, y esto parecía
hacerle bien...Hay que acomodarse a él en todas las pequeñas cosas, pero el leerle
despacio parecía hacerle bien...Así, hay que tener paciencia y confiar en la gracia y en
la bondad infinita del buen Dios, también en vistas al tiempo que se avecina, en el que
nos abandonará nuestro buen Sr. Köselitz.» (28 de febrero de 1890 a Overbeck.)
APACIGUAMIENTO
Así, ella lo observa, se amolda a sus peculiaridades; y, sin
embargo, va ejerciendo cada vez más una dirección suave. Y el apaciguamiento que se
sigue de ello, actúa en adelante favorablemente sobre el enfermo. Así, tres semanas
después, el 22 de marzo, puede informar a Overbeck: «Me parece como si semana a
semana se volviera más claro. Así, hace algunos días, como lo hace diariamente después
de comer en el "Stern", tocó algo al piano.Su modo de tocar el piano tiene algo
tan delicado que se nota que piensa al hacerlo, y toca además la mayoría de las veces
suavemente, porque así se lo he pedido y, naturalmente, se lo pido cada vez "para
que no excite con ello sus nervios", y así lo hace. Pero ha sucedido también no
querer seguir siendo dirigido por mí, entonces le dije "bien, si tú ya no lo
quieres me marcharé, puesto que el Prof. Binswanger me ha encargado que te dirija
siempre". Inmediatamente quiere resarcirme y me abraza inmediatamente en la calle y
sujeta tanto más fuertemente mi brazo...»
LA MADRE RECOGE A SU HIJO
Afirma la madre de Nietzsche:
VIVIENDA MAYOR
Pero poco a poco va madurando la decisión de sacarlo del hospital y
de su supervisión. De todos modos, la madre hubo de buscar otra vivienda para el 1 de
abril, cosa que hizo ya con la idea de poder acoger en ella al paciente. Finalmente
encuentra «una vivienda muy bonita, como hecha para Fritz, Ziegelmühlenweg, n. 3, en
casa de la Sra. Schrön», donde ya puede instalarse con él el 24 de marzo.
INCIDENTES
La tarde anterior, al llevarlo ella por última vez al hospital tras
el paseo vespertino, dijo él de repente: «Mamaíta ya estamos de nuevo ante esta
casa horrible, cómo pudiste hacerme esto, estábamos en direcciones completamente
opuestas, quién ha sido el que me ha traído a esta casa, no entro, voy contigo a tu
vivienda.» La madre hizo un gesto al jefe de celadores, que casualmente estaba
presente, «para que lo cogiera del otro brazo, y con ello volvió a olvidar su
enojo». La madre informa después: «Al día siguiente... recogí a mi querido
hijo hacia las 10 para llevarlo primero a dar un paseo...y para instalarlo después en la
nueva vivienda pedí para la tarde a su celador habitual...Fue una suerte que lo hiciera,
puesto que de repente explicó "pero yo estoy acostumbrado a la luz durante la noche
y además hay que cerrar la puerta firmemente". Hubo que inventarse una pequeña
mentira para salir del paso, ... con ello se tranquilizó finalmente, pero todo ello me
había puesto tan nerviosa que no pegué ojo aquella noche.» Después, ella le dice
que es una orden de Binswanger no darle luz alguna ni tampoco cerillas, «y
así se conformó el querido niño, ahora se desviste él sólo todas las noches y yo me
acerco a su cama para decirle las buenas noches y darle un vaso de agua azucarada...Desde
ayer estoy completamente sola en la vivienda [la dueña de la casa se ha ido de
viaje]...» (30 de marzo de 1890 a Overbeck.)
ACONTECIMIENTO IMPREVISTO
De este modo, ambos, de la mano, deambulaban hacia la primavera,
hasta que un acontecimiento imprevisto obligó el 13 de mayo de 1890 a un traslado
repentino a Naumburg. La madre se lo describe a Overbeck: «Dos días antes de nuestra partida íbamos, como siempre, a tomar el baño de
agua salina, cuando vino hacia nosotros.... el bañero y nos dijo que hoy no podía ser
porque tenía previsto la limpieza de la caldera de la calefacción...A la mañana
siguiente me desperté muy pronto...bebimos café con bollos... Me di toda la prisa que
pude para preparar panecillos con jamón... como segundo desayuno para nuestro paseo
después del baño,....le digo que se ponga su chaqueta de paseo...,ya que la de casa se
ve muy usada. Pero él quería quedarse con ésta y no ponerse la otra, tomar el sombrero
y fuera...Todos los ruegos no valieron de nada, que yo traiga todo, que él quiere ir al
baño". Imprudentemente vuelvo rápidamente arriba, recojo todo precipitadamente y
voy hacia el baño, pero mi querido Fritz no estaba allí, lo busco, después de ir tres
veces a la clínica ocular, donde están los baños salinos, y otras tantas, en medio,
hasta casa, lo mismo al Paradies, donde comemos ahora, como también al Stern, al barbero,
envío en su búsqueda a la criada ---que vivía en casa con su marido-, en ninguna parte
se le encuentra. ¡Esas dos horas de angustia mortal seguramente podrá usted
comprenderlas! Finalmente decido ir a la policía, ya que...,roja como el fuego y bañada
en sudor ya casi no podía moverme...tuerzo hacia la Koilegienstrasse y nada más llegar a
ésta veo cómo mi hijo querido viene por la calle al lado de un policía charlando con
toda tranquilidad. ¡Me hubiera gustado, en agradecimiento, hincarme de rodillas ante mi
buen Dios!.. Se me dijo que había querido bañarse en una charca junto al baño de
hombres y que había deambulado por allí mucho tiempo desnudo. Naturalmente no me atreví
a hacer ningún reproche a Fritz, sino que sólo le pregunté: "Viejo niño, no
estuviste en el baño ¿dónde has estado?" Entonces dijo: "Tú misma oíste
ayer al bañero que ya no puede uno bañarse allí, entonces me fui al baño donde me he
bañado antes" [desde el hospital] y contó que había hecho oralmente una especie de
expediente: "Que él era el Prof. Nietzsche, que había nacido en Röcken, cerca de
Lützen, que su padre había sido primero educador en la corte de Altenburg y después
párroco en Röcken". Creía que todo el asunto se había arreglado con ese susto por
mi parte... cuando a la mañana siguiente viene el Dr. Ziehen (ninguno de los médicos...
durante las siete semanas... se había preocupado de él, a pesar de que yo... les hice un
informe después de los primeros ocho días). En fin, apareció el Dr. Ziehen y dijo:
"que el incidente de ayer con mi hijo había causado un gran escándalo, cosa que a
ellos, médicos del hospital, les resultaba, naturalmente, muy desagradable", y, a
pesar de que le narré todo hasta con los mínimos detalles,... él se mantuvo firme en el
encargo de Binswanger de tener que enviarme al médico de distrito, y de que yo debía
decidirme a tomar un celador o a ingresarlo de nuevo en el hospital... El médico del
distrito... no venía, yo llena de miedo de que me enviaran un celador, así que
empaqueté las cosas sin más y, tras comer en el Paradies, fuimos a casa de los buenos
Gelzer, donde yo, mientras Fritz tocaba algo al piano, les conté todo,... envié a buscar
a un hijo de una amiga, que estudiaba allí, muy práctico y un magnífico organizador de
viajes, y en torno a las 6 tuvo lugar la salida de la última vivienda, maravillosamente
situada, de dos grandes habitaciones y un balcón... El viaje se efectuó también
extraordinariamente pues pareció divertirlo. Yo había telegrafiado a Alwine, y su
infantil alegría por nuestra llegada tuvo algo realmente emotivo, y ella dio muchos
saltos de alegría, también por el buen aspecto del Sr. Profesor. Hube de conducir a
Fritz por todas las habitaciones incluida la buhardilla y todo pareció proporcionarle
contento.» La madre sabe que ahora le espera una difícil tarea:«»
CUADRO IDÍLICO
Era evidente que la madre había tenido éxito en Jena con la «existencia
paseante». Por ello, en Naumburg, no vio motivo alguno para abandonarla. Lo único
que había que hacer era evitar incidentes, no provocar escándalo público alguno por el
que la policía pudiera llamar al orden, y para ello se brindaba una oportunidad en
Naumburg en la propia casa. Ella seguía teniendo al menos un alquilado, un rentista
apellidado Tittel, que estaba dispuesto a hacer de acompañante en los paseos, para poder
disponer en caso necesario de cierta fuerza «masculina». Pero no se necesitaría nunca.
En la misma carta del 28 de mayo de 1890, en la que había narrado y justificado a
Overbeek la huida de Jena, la madre continúa: «Abajo tengo viviendo a una especie de
rentista, a quien rogué que nos acompañara en nuestros paseos, llevé a Fritz a su
vivienda para que este señor pudiera ayudarle al bañarse...Tomó el baño, el Sr. Tittel
nos acompañó en nuestro pequeño paseo, pero cuando di el desayuno a Fritz, éste lo
arrojó a la hierba, enfadado porque no lo haya dejado ir a Leipzig, que así no soporta
la vida. Yo sabía que era sólo la compañía del Sr. Tittel lo que lo había puesto
fuera de sí de ese modo, y desde entonces hago que el Sr. Tittel vaya unos 50 pasos
detrás de nosotros durante los paseos, de modo, naturalmente, que él no se dé cuenta,
y, Dios sea loado, todo vuelve a ir bien. Naturalmente, de vez en cuando le surge la idea
de partir para Turín, ..."que tiene que recoger por sí mismo todas sus cosas,
algunas de las cuales no estaban bajo llave", y cuando le dije "que seguramente
ya se había preocupado de todo ello el bueno de Overbeck", me respondió que
"eso no puede hacerlo nadie más que yo". Pero al llegar a casa ya lo había
olvidado.» A continuación describe un plan diario normal: «Temprano,
inmediatamente después del desayuno, vamos a pasear al Bürgergarten, desde allí, a
través de todo el magnífico Buchwald y de la umbrosa calzada, hasta casa, donde llegamos
a eso de las 12. Entonces viene el barbero, después toca algo el piano, y así, de un
modo u otro, pasamos el tiempo hasta la 1, en que hago que Alwine le traiga, por doce
monedas y media de diez pfennigs de plata, sopa, un primer plato y asado, comida
extraordinaria...El Sr. Tittel tiene gratis la vivienda y la comida del mediodía, de modo
que Alwine cocina diariamente para nosotros tres legumbres y carne, ya que yo no puedo
preocuparrne más que de mi querido paciente, cosa que exige todo el poquito de fuerzas
que todavía me quedan, puesto que después que hemos dormido algo tras la comida, salimos
al balcón y allí le leo hasta la cena, para la que le preparo yo misma el cacao y
panecillos con jamón, y después vamos a pasear hasta las 10 menos cuarto, entonces lo
llevo a la cama y arreglo todo para el día siguiente, y hacia las 11 me voy agotada y con
un cansancio mortal a la cama. Y sin embargo dentro de mí me siento feliz porque él
está contento con mis cuidados, como recientemente, cuando dije, "en
DESMENTIDO DE DEUSSEN
Overbeck pidió información a Deussen sobre la
impresión que «Fritz» le había producido en la visita que realizó a
Naumburg, y el 25 de noviembre recibió como respuesta: «... por desgracia no puedo
comunicarle ninguna noticia especialmente favorable.....Bajo los cuidados totalmente
sacrificados de la madre se encuentra físicamente en perfecto estado. Come con buen
apetito, duerme bien, da largos paseos con su madre y antes tomaba baños en aguas
abiertas bajo la vigilancia de un bañero. Pero intelectualmente me pareció estar casi
plenamente apagado. La mayor parte de las veces escuchaba en silencio y sus respuestas
eran reminiscencias entrecortadas procedentes del pasado, por ejemplo que Schopenhauer
nació en Danzig y cosas así. Cuando le hablaba de España me interrumpió con la
observación de que Deussen también había estado allí, y cuando le dije: yo soy
Deussen, él me miró con asombro. Así pues, conservaba de mí un recuerdo in abstracto,
me acogió también cariñosamente como a un viejo amigo, pero ya no era capaz de unir
intuición y concepto...La madre de Nietzsche confía en una curación, y nosotros
ciertamente no vamos a quitarle ese consuelo, pero debo confesar que Nietzsche no me dio
la impresión de que pudiera recuperar ni siquiera un uso normal de las facultades
mentales». Y en sus Recuerdos de 1901 constata todavía: «Sus intereses se
volvieron los de un niño; largo tiempo siguió con la mirada a un muchacho que tocaba el
tambor, y la locomotora que iba y venía suscitaba especialmente su atención. En casa la
mayor parte del tiempo la pasaba sentado en un balcón soleado, emparrado, hundido en
tranquila meditación, de cuando en cuando echaba monólogos, a menudo sobre personas y
relaciones de Schulpforta, todo ello en confuso desorden.»
COLONIA PROBLEMÁTICA
Bernhard Förster había construido su colonia sobre bases
completamente falsas: sobre ideología en lugar de sobre capacidad y saber.Sus colonos no
querían en primera línea construir un «paraíso» ario-germánico, sino vivir
soportablemente del trabajo de sus manos. Y esto no se consiguió. El terreno de bosque
talado era pobre en agua y no aportó buena tierra de cultivo, y los productos que se
consiguieron a pesar de todo no podían ser llevados a los mercados interesantes porque no
existían buenas vías de comunicación. Förster rechazó una colaboración
racional con colonias vecinas, alemanas también, pero obviamente no tan estrictas
ideológicamente, y así no podía llegarse a un florecimiento económico. Hubo
desavenencias y envidias, puesto que mientras los colonos vivían en miserables chozas del
bosque, la pareja directora lo hacía en su residencia «Försterhof», donde
entraban y salían continuamente invitados, donde, pues, se vivía realmente «en plan
de corte», nada mal, probablemente de los ingresos del comercio con los artículos
de necesidad diaria que la pareja había monopolizado completamente en sus manos. A ello
se añadieron inseguridades respecto a la propiedad, porque Förster vendía a
sus colonos la tierra que el gobierno sólo le había arrendado, hizo que le pagaran los
lotes de terreno ya en Alemania, antes de la partida, sin proporcionar títulos de
propiedad, incluso los dineros depositados no pudo devolverlos o lo hizo con demora y
sólo parcialrnente.
ESTAFADORES
En Alemania comenzaron a filtrarse informes extremadamente críticos
que frenaron una segunda remesa de colonos, urgentemente necesaria por motivos
económicos. El ataque más desenfrenado, quizá debido a una decepción personal, lo
llevó a cabo el antiguo colono Julius Klingbeil con su libro, brillantemente
escrito y publicado en 1889, Revelaciones sobre la colonia Nueva Germania del Dr.
Bernhard Fdrster en Paraguay en el que, entre otras muchas, aparece esta frase
acusadora: «que se designan como "negocio" cosas que en Alemania se
llamarían simplemente "estafa" y serían castigadas según la ley». Klingbeil
describe la espléndida vida del matrimonio Förster, que se sienten como
regentes en el pequeño principado (como ellos llaman a la colonia). «Poseen
numerosos animales de leche, el personal de servicio para dos personas y su
administración se componía durante mi estancia allí de dos matrimonios alemanes y ocho
personas.» Esta publicación hubiera debido significar ya por sí misma, sin
más, el golpe definitivo, si la propaganda elogiosa no hubiera sido tan refinada y
penetrante Si se compara con ello la guerra de libros y de artículos de periódico que
pocos años más tarde fue emprendida desde el «Archivo-Nietzsche» durante
decenios sobre la misma base ideológica, no puede uno substraerse a la penosa impresión
de que en ambos casos fue la misma mano la que dirigió la pluma.
ESTAFADORA
Esta sospecha viene avalada por todas las manifestaciones críticas
surgidas de círculos de colonos que no creían capaz a Bernhard Förster de por
sí de negocios interesados, sino que más bien lo compadecían como el infeliz burlado
por sus propias ideas, mientras que los juicios sobre la esposa, como la fuerza impulsara
y la organizadora intrigante, suenan irritados casi sin excepción. Klingbeil
escribe : «Causa una impresión desagradable ser testigo de cómo él soporta el
dominio de su imperiosa mujer...Además, cada vez que uno quiere tratar de algo con el
Dr., se le oye decir siempre: "Hable usted de esto con mi esposa."» Y
caracteriza a ambos del siguiente modo: «El Doctor... una mezcla de cobardía y
ambición, mientras que su mujer, por el contrario, junto a esta última propiedad poseía
un grado increíblemente alto de valentía. Esa virtud heroica, para público daño del
prójimo, no se manifestaba precisamente en buenas y nobles acciones.»
ANTICIPANDOSE
Lo cierto fue que Bernhard Förster no pudo soportar más
la tremenda tensión y se despidió de la vida el 3 de junio de 1889. Y,
al igual que poco tiempo después, la hermana de Nietzsche, procuraría borrar
las huellas del motivo de la enfermedad de su hermano y de la muerte del padre, así ahora
Elisabeth encubrió con una leyenda este suceso de muy mala reputación en su
tiempo. Presentó incluso un certificado oficial de que Bernhard Förster, debido
a una fatiga excesiva, unida a una afección aguda, sucumbió a un ataque cardíaco,
mientras la noticia del suicidio ya corría por la prensa.
PUBLICACIÓN
La Sra. Förster había hecho grandes adelantos en sus
actividades coloniales y tenía por fin algo de tiempo libre para preocuparse de los
asuntos de su hermano. Incluso había escrito un libro: La colonia de Bernhard Förster
"Nueva Germania" en Paraguay, que apareció en junio de 1891 y sobre el que
escribe Köselitz el 12 de octubre a Overbeck: «He leído con mucho placer
el escrito de la Sra. Förster sobre la Nueva Germania: está hecho con extrema habilidad
y, en todo caso, le ayuda mucho a apartar elementos indescados, a atraer los deseados y
para la aclaración de maledicientes rumores de todo tipo.»
EXPLOTACIÓN COMERCIAL
En el otoño de 1891 Naumann ofreció motivos suficientes a
la belicosa hermana de su desgraciado autor para que interviniera. El creyó poder
aprovecharse de la desorientación de la madre, de la evidente incompetencia de Köselitz,
así como de la falta de claridad de la situación legal, y sacó las segundas ediciones
de Mas allá del bien y del mal, de la Genealogía de la moral y del Caso
Wagner. Fiel a su principio de forjar el hierro mientras está caliente,
aprovechó la corriente de la época y el interés rápidamente creciente por Nietzsche.»
El 12 de octubre escribe Köselitz: «Los gastos de imprenta de 3.000 marcos de
Naumann resultan increíbles. Si esto es así, entonces yo lo conocí mal. De la venta,
por ejemplo, del Más allá (5 marcos, precio de librero) tuvo que sacar al menos 2.500
marcos. Suponiendo que los gastos de impresión llegaran a 800 marcos, quedarían
todavía, incluso aunque redondeemos éstos a 1.000 marcos, 1.500 marcos. Y aunque fuera
tan desvergonzado que asignara esos 1.500 a gastos de distribución, tendría al menos que
cerrar la cuenta con el saldo.»
ABOGADOS
Escribe tambien Köselitz: »La Sra. Förster ha puesto
el asunto en manos del abogado Dr. Wilde de Naumburg. Se harán consultas a otros
impresores, se establecerán nuevos precios, una nueva factura en general, las nuevas
impresiones se dejarán todavía, si es posible, a Naumann, con un honorario de 40 marcos
por pliego, etc., etc.» Mi pregunta -si usted quiere prestarle atención- es ahora: ¿No
se encontrarán entre los papeles de Nietzsche antiguas facturas de Naumann?» Se
ayudaría mucho al asunto jurídico, naturalmente, con una confirmación por las facturas
originales, divergente de los precios de ahora. Considero la cuenta presentada ahora por
Naumann como una pura fantasía de este verano, destinada a conservar los libros en la
editorial sin gasto alguno, por de una deuda de 3.000 marcos, surgida al final (que los
herederos de Nietzsche no pagan).»
ORGULLO DE MADRE
La madre escribe a Overbeck el 30 de diciembre de 1891: «Ella
[Elisabethl ha llevado victoriosamente hasta el final la historia de Naumann con verdadero
ánimo de león, que le reconoce el mismo consejero de justicia, puesto que ella habría
actuado con una perspicacia y conocimiento de causa tales que a él mismo le llenaron de
admiración.Quizá ha oído por mediación del Sr Köselitz la enorme exigencia expresada
por Naumann....Por este motivo fue citado en diferentes ocasiones, pero no compareció
hasta que se le hizo saber que "o aparecía al día siguiente o se confiaría todo al
fiscal para su procesamiento judicial", especialmente a causa de las nuevas
ediciones....»
RECONCILIACIÓN
Así, después de que se hubo discutido suficientemente, volvió a
encontrarse el camino de la reconciliación: el 9 de febrero de 1892 se llegó a cerrar un
contrato para una edición completa con Naumann como editor. Köselitz,
que se había mantenido al margen de la disputa, pero que no dejaba de estar interesado en
el resultado de la negociación, dado que se veía a sí mismo como editor literario,
informa el 26 de febrero de 1892 a Overbeck: «El 4-6 de febrero estuve otra vez en
Naumburg, y el 8 de febrero conferencié con Naumann, tras de lo cual, el 9, el sobrino de
Naumann (que se hará cargo algún día del negocio) viajó inmediatamente a entrevistarse
con la Sra. Förster y cerró un contrato editorial. De acuerdo a él Naumann se convierte
en el editor general de Nietzsche: lo que aún tiene Fritzsch aparecerá en la segunda
edición con Naumann. En esas segundas ediciones Naumann paga 50 marcos por pliego (el
número de pliegos se establecerá siempre de acuerdo al número de pliegos de la primera
edición). En la tercera edición y en las siguientes Naumann pagará 30 marcos por
pliego. No creo que en este momento pudieran haberse esperado condiciones más favorables
de ningún otro editor; fui yo quien persuadió de ello a la Sra. Förster. Es verdad que
Fritzsch es un editor honorable, pero en su editorial siempre ocupará Wagner el primer
puesto. Wagner y Nietzsche no se avienen muy bien en la editorial de un wagneriano; el
último siempre será tratado allí en plan de hijastro. Durante mi estancia en Naumburg
también Fritzsch estuvo allí algunas horas; después volví a visitarlo en Leipzig. Pero
no me pareció encaprichado precisamente con Nietzsche. Se le había pedido que expusiera
sus condiciones para el caso de una edición completa. En privado tenía un gran interés
en conseguir todo Nietzsche; pero no dejaba entrever nada. Esto sólo apareció claramente
después de que el contrato con Naumann había sido firmado el 9; parece que entonces
telegrafió muy indignado a Naumburg.»
IV PARTE DEL ZARATUSTRA
El Zaratustra, ahora sí llegó a publicarse la parte IV
en el marco de la edición completa. El primer Zaratustra completo, con todas las
cuatro partes, apareció en el otoño de 1892 -con una amplia introducción de «Peter
Gast»-, y sólo un año después de su reposición, en la Pascua de 1892, fue
distribuida la parte IV.
ELEVACIÓN INTELECTUAL
Antes aún de la partida de Elisabeth, el 17 de mayo de
1892, Erwin Rohde pudo escribir a Overbeck: «De modo casual plenamente topé
con el Zaratustra IV de Nietzsche. ¡Ahora comprendo lo que vino después! Un libro
extraño pero a menudo conmovedor, en el que oigo por todas partes el más profundo y
peculiar sonido de un alma que camina precipitándose al abismo. Cómo él se habitúa con
tanta familiaridad, en toda forma, a un mundo así de ensueño; sólo puedo leerlo con una
sacudida de tristeza. Esa experiencia de saberse perdido en la locura y en la
inaccesibilidad de su mundo loco, al espíritu más profundo y más rico con que uno se ha
topado, es cosa que suena siempre, repetidamente, con un toque a muerto de campanas,
productor de una indescriptible tristeza. Parece que ya se da por perdido definitivamente,
también por parte de los suyos: en ese sentido me escribe Volkelt, después de ver en
Jena a la hermana de Nietzsche (la cual, de acuerdo a la descripción de Volkeit -¡espero
que no sea sólo una equivocación!-, parece que se ha elevado mucho intelectualmente).»
RETROCESO
Y ahora, el 3 de julio de 1892, finalmente, también la madre
confiesa a Overbeck: «Desde que todo parece más bien indicar que la predicción del
Prof. Binswanger se cumple y que el estado mental de nuestro querido paciente no avanza,
sino que retrocede cada vez más, un informe me resulta cada vez un sacrificio, mientras
que antes siempre le escribía a usted sobre ello con verdadero placer, siempre en la
ilusión de que todo iba mucho mejor de lo que las descripciones anteriores en el hospital
manifestaban, pero todo no ha sido más que imaginaciones, ya que una enfermedad así
prosigue, aunque despacio, su camino aniquilador de la mente, lo que, naturalmente, el ojo
avezado del médico reconoció con rapidez, cosa que he de admitir ahora, por desgracia.
Su apecto externo es muy bueno, así como su estado físico, casi diría que puede
llamársele normal, pero su querido y magnífico espíritu se empobrece cada día más,
todo su ser, sin embargo tiene algo tan conmovedor.» .Más adelante continúa:
«A partir del mediodía siempre está más o menos excitado, ... por lo que es bueno
que nos proteja la oscuridad, aunque sólo sea por el caminar demasiado deprisa a mi brazo
o porque se separa de repente de él o por las pequeñas luchas por impedir que caiga en
la cuneta de la calzada, ya que lo que más le gusta es ir por el borde más extremo....En
casa sólo hace que pasar de una silla o sofá a otra. Tiene frases hechas que repite
continuamente, así como por ejemplo ahora: "estoy muerto porque soy tonto",
también lo dice al contrario, o..."yo no tiemblo a ningún caballo" en lugar de
quiero, palabra que yo le repito cien veces en nuestros paseos, pero que, a pesar de
ello, la usa pocas veces correctamente, así esta mañana... su primera frase fue:
"yo no tiemblo a ningún caballo".» Si se piensa en el incidente de
Turín con el caballo, en el orgullo con el que se llamaba a sí mismo «caballero
artillero»,entonces esta expresión adquiere una dimensión inquietante.
ACTIVIDAD MOTORA
La madre informa a Overbeck sobre un cierto livonio de
nombre Jürgenssohn, de Berlín, que le recomienda un método de curación
natural, frente al que ella queda, sin embargo, recelosa. «Además nos pasamos una
noche tras de otra casi sin dormir, porque él, si bien es verdad que permanece en su cama
con toda satisfacción, habla, sin embargo, en voz alta consigo mismo y con la mano
derecha se refriega la parte izquierda del pecho. Esto último tengo ahora que intentar
interrumpirlo siempre, permaneciendo a ratos largo tiempo junto a su cama, puesto que
sucede sin control y se va acrecentando de tal modo que reposa en su cama como bañado, y
en contra de ello no valen ni buenas ni serias palabras, se trata de una excitación
nerviosa.»
NO RECONOCE A KÖSELITZ
También Köselitz quedó profundamente impresionado por
esta manía motora que renacía; así se lo expresa el 5 de enero de 1893 a Overbeck:
«La última vez que estuve en Naumburg Nietzsche no me reconoció. Hablar con él era ya
algo simplemente imposible... Angustioso era su modo enfático de leer o monologizar: tuve
la impresión de que en ese estado podría algún día matar a golpes o estrangular a su
madre. Pero hace dos, tres semanas ella me escribió que, entretanto, esta
superexcitación había desaperecido.»(Esta carta, curiosamente, ha desaparecido del
legado de Overbeck y la cita Bernuilli)
INTENTO DE INTERNARLO
El empeoramiento de Nietzsche llegó a ser tan grave que
pensaron en internarlo.Overbeck es informado el 8 de enero por la Sra Nietzsche: «Describí
al Prof. Binswanger su estado y él consideró que se trataba de una grave excitación
cerebral y de un nuevo progreso de la enfermedad, y que debía llevarlo a Jena a la
clínica privada, donde él lo tomaría en tratamiento. Sé lo que el bueno de Binswanger
piensa sobre la enfermedad de mi hijo, y por eso no pude decidirme a alejarlo de mí.
También él se dio cuenta de ello y, a través de una persona amiga, dejó que me llegara
la indicación de lo que no se podía hacer en este estado sin temer...un derrame cerebral
inmediato. En una palabra, fue una época horrible, pero poco a poco ha vuelto a
desaparecer, Por cuanto yo..le hacía sentar hasta cerca de las 12 [de medianoche] en su
poltrona, que es donde primero se adormecía un poco y donde derivaba el restregar con la
mano al brazo de la poltrona, de modo que no se excitaba, ni mucho menos, como en la cama.
Pero esta época...le robó sus fuerzas, por cuanto ahora la parálisis cerebral parece
extenderse a la columna vertebral, ya que está tan rígido que apenas podemos andar una
hora al día todavía.»
REFORMAS
En la primavera la madre hace algunos cambios en la casa.
Se abre una puerta desde la habitación del paciente hasta el balcón y se agranda
éste.Con ello se consigue mayor y más fácil posibilidad de movimiento, cosa que se
hacía necesaria porque los paseos se volvían cada vez más problemáticos, hasta que
tuvieron que ser interrumpidos completamente; primero a causa del anquilosamiento de la
espalda, pero después, fundamentalmente, a causa de su comportamiento llamativo y
ruidoso. Al principio la madre intentó, y con éxito, pocos pasos antes de un encuentro,
recitarle una poesía, que él escuchaba, y con ello se desviaba su atención e
interrumpía por un momento su charla motora. Pero cuando esto tampoco surtió ya efecto y
él se le «inmiscuía en el verso con voz más alta», ella tuvo que dejarlo,
cosa que le costó muchas lágrimas. Hubo de limitar las salidas al entorno más próximo
a la casa y dejarlas para las horas del atardecer. En principio volvió a hacer que un
cochero los llevara hasta el bosque, donde podía deambular con el paciente una hora o una
hora y media, bajo la protección de la soledad. Respecto al traslado en coche fue una
suerte que el cochero fuese medio sordo y que no se irritara por los gritos del pasajero.
Rompía en tales gritos con una expresión del rostro alegre y serena, sin signo alguno de
sentir dolor. En casa, Alwine, desde hacía 15 años la fiel muchacha de la Sra.
Nietzsche, lo llevaba en silla de ruedas. En general, en los cuidados, que se hacían cada
día más difíciles y exigían también cada vez mayor esfuerzo físico, Alwine era más
que una mera ayuda preciosa: ¡ella soportó su buena parte!
AVISO A OVERBECK
Cuando Overbeck insinúa la posibilidad de su visita para
el verano de 1893, la madre tiene que prepararlo para el hecho de que probablemente su
hijo ya no lo reconozca. También a ella, en marzo de 1893, le hace repetidamente la
extraña pregunta: «¿Te llamas Franziska quizá?». Repite también
estereotípicamente frases aisladas como «más luz» o «sumariamente muerto».
¿Había captado algo parecido a esto en alguna ocasión, antes, a partir de alguna
conversación sobre su estado mental, y ahora la memoria reproducía mecánicamente, sin
conciencia, esa «captación»?
NUEVAS EDICIONES
Mientras que el espíritu del autor se disolvía de este modo, la
extensión e influjo de su obra crecía irresistiblemente, revitalizada ahora, además,
por las nuevas ediciones asesoradas por Köselitz, hechas por Naumann. Köselitz,
que había abandonado Venecia y se había retirado a su lugar de origen, Annaberg,
no muy lejano a Naumburg y a Leipzig, trabajaba como un poseso con el sentimiento de haber
sido llamado para esa nueva tarea, que cumplía haciendo prólogos introductorios, en los
que intentaba fundar sus interpretaciones en las experiencias e impresiones personales de
la época de su trabajo en común con Nietzsche.En agosto o septiembre de 1892 había
escrito a la madre: «Para las nuevas ediciones de los demás escritos de su señor
hijo me gustaría tener a mano los ejemplares que él usó de esos escritos. ¡El me
escribió una vez, por ejemplo, que había transformado bastante el primer tomo de
"Humano"! Me gustaría usar esas correcciones en una nueva edición. Pero,
según creo, estos libros están también en Basilea, en casa del Prof. Overbeck. ¿Qué
tal, estimada Sra. Nietzsche, si se hiciera enviar por Overbeek... la caja que, de todos
modos, no puede quedarse allí eternamente? Así podría yo en octubre, cuando quizá me
vuelva a tomar la libertad de visitarla, ojear esos libros.» Overbeck
envió las cajas (eran cinco), bien empaquetadas, de modo que «llegaron aquí en un
estado excelente, y además 24 horas antes de que el Sr. Köselitz llegara, como nuestro
querido invitado de cumpleaños, y así hice llevar todo directamente a su alojamiento, de
modo que pudiera disponer libremente de ello». ¡Y bien que lo hizo!
SUS PUNTOS DE VISTA
El 29 de octubre Köselitz escribe a Overbeck: «Me honra y
me alegra que haya leído el prólogo a la 2a edición de Zaratustra. Creo que este
prólogo aclara los objetivos de Nietzsche a alguno que se aproxime a él y no consiga
situarse en medio de ese laberinto de aforismos, etc. He acentuado sobre todo un aspecto
de la doctrina de Nietzsche: que el hombre se incauta primero de sí mismo: la moral de
señores, del mundo impulsivo del hombre aislado. El resto -convertirse en señor de los
demás- se sigue ya por sí mismo. He hecho del "superhombre", por de pronto,
una cualidad, un abstracto, a pesar de que sé que Nietzsche pensaba el asunto también de
otro modo. Quiero dejar primero que pase un decenio y que los lectores de Nietzsche se
acostumbren a esta interpretación, antes de hablar de los grandes preceptores que
Nietzsche considera necesarios. No llamar a los escritos de Nietzsche la escuela suprema
de nobleza por razón de que en ellos se trata algo demasiado de lo noble no puede ser un
motivo, a mi parecer, para llamarlos así a pesar de todo. Nietzsche entendió el concepto
"noble" de una manera nueva y no podía evitarse hablar sobre este asunto. Mis
conocimientos no son muy amplios en esto: confieso, pues, que en ninguna parte he
encontrado algo parecido a lo de Nietzsche en cuestiones de rango. Lo más próximo
Platón; pero éste es ingenuo como psicólogo y un desatinado. El Cortigiano de
Castiglione, por ej., es sólo un libro de los del tipo del "buen tono" como los
que se encuentran en la biblioteca de los jóvenes que entran en sociedad. Castiglione
escribe para aristócratas. Nietzsche, sin embargo, llega a la cuestión como organizador
del pueblo, en una era democrática. Que Nietzsche haga sentir de vez en cuando al lector
que él se siente a sí mismo como noble; ¿no comparte esto con todos aquellos que
tuvieron derecho a "sentirse"?» Incluso este giro tan grosero: "yo he dado
a los alemanes los libros más profundos de todos los que tienen" es, muy al estilo
de los grandes hombres, imprudente, una arrogante tontería -justamente noble, como son
nobles los gigantes-; por lo demás, este giro nació de un tremendo dolor (quizá me sea
permitido aquí sentir un poco con él); una persona, que da todo lo mejor suyo y que es
tratada por las demás como si quisiera hacerles mal con ello, al final manifiesta con
toda grosería por quién se tiene a sí misma, aunque nada más sea para liberarse, al
fin, de todos los tibios e indecisos que la rodean. Por lo que respecta a su creencia de
verse preso de la locura, he vivido muchas cosas con Nietzsche, quizá peores que usted
mismo, estimado Sr. Profesor. A veces era todo tan absurdo que uno pudiera haber perdido
incluso la razón -entre un pueblo extraño-, en espacios horrendos, fríos, desamparados,
se duplica la pesantez de la vivencia. Pero yo no aprecié síntoma alguno de
enajenación, más bien lo contrario. Es completamente natural que una persona desgarrada
por el dolor se haga las suposiciones más aterradoras sobre el futuro de su dolencia;
pero al superhombre no pueden servirle de pauta para el dictamen sobre la
dolencia. »Aunque me falta la tranquilidad para presentar estas cosas ordenadamente
y con precisión. Me alegraría si mi prólogo a Zaratustra le estimulara a usted también
a poner por escrito su impresión sobre Nietzsche; pues sólo por un mayor número de
testimonios cercanos pueden los extraños hacerse una imagen correcta, aunque sólo sea a
medias. Los amigos de una persona tan extraordinaria y curiosa como Nietzsche tienen
incluso la obligación de conservar sus experiencias con él para los tiempos venideros.
La postura de Nietzsche frente al mundo es la del artista: ¡el mundo como obra de arte
nacida incesantemente de sí mismo! Qué le importa al artista en definitiva el
inmoralismo, el amoralismo o cualquier otro moralismo: él mira hacia la belleza, salud,
fuerza, felicidad, altura, él quiere "raza". Para mí este punto de vista
resulta fascinante: por eso, en lo que esté en mi pequeñez, no intentaré aminorar la
repercusión de Nietzsche en la historia.» Con las alas que le dieron estas
ideas, Köselitz sacó en 1892, además del Zaratustra completo, todas las cuatro
Consideraciones intempestivas con sus trozos correspondientes del Ecce homo,
y, en 1893, Humano demasiado humano completo (ambas partes), Más allá del
bien y del mal y la Genealogía de la moral; todos provistos de
introducciones.
Y EN ESTO LLEGÓ LA FÖRSTER
»Pasaron entonces unos cuantos días malos en los que hubiera
preferido colgar de la percha mi condición de editor», escribe Köselitz a Overbeck
el 19 de septiembre de 1893. No había de equivocarse, y él fue el primero que llegó a
experimentar toda la dureza del nuevo régimen.Con ocasión de un encuentro en Leipzig, Elisabeth,
que ya había regresado del Paraguay, le recibe directamente con esta pregunta:
«¿Quién es el que le ha constituido a usted en editor?»
CONSEJO A OVERBECK
La madre, que es a quien incumbía solucionar el asunto de la
tutela, hizo lo que estaba más a su alcance: se dirigió a Overbeck con el ruego de que
se responsabilizara de esa tutela oficial y de que hiciera en Basilea los trámites
necesarios para ello. Le escribe el 3 de agosto de 1889: «Así pues, hoy sólo un
gran ruego, si usted amablemente quiere gestionar la solicitud adjunta, dado que todo
tiene que acelerarse tanto, y si usted se haría cargo, en su amabilidad y cariño hacia
mi hijo, de la tutela o si debo hacerme cargo yo. Me he permitido ya alguna vez analizar
lo poco apropiada que yo soy para ello, pero consúltelo con el juzgado de ahí y déjese
aconsejar de su buen corazón y de la querida Sra. Overbeck.» Pero Overbeck
estaba de vacaciones....
PRESIDENTE DEL TRIBUNAL
La madre creyó que no debía esperar hasta el regreso de Oberveck y
se dirigió directamente al padre de la Sra. Gelzer, al Sr. Dr. Eduard
Thurneysen-Gemuseus (1824-1900), por entonces presidente del tribunal de lo
criminal de Basilea.
INFORME DEL PRESIDENTE
El presidente informó el 15 de agosto de 1889 a Overbeck al
respecto, igualmente desde su lugar de vacaciones Langenbruck (en el Jura basileo): «El
11 de agosto...recibí una carta de la Sra. Nietzsche desde Naumburg, acompañada de una
instancia al tribunal de lo civil de Basilea. En esta última solicita una tutela en la
persona de usted para el Prof. Nietzsche, en caso necesario con una declaración previa de
incapacidad. En el escrito que me dirige a mí analiza la situación en el Paraguay y los
motivos que hicieron necesario tomar esta medida...y para que el arreglo no se haga
esperar más de lo necesario, se dirige a mí, dado que usted está de vacaciones. Este
motivo únicamente ha hecho que me inmiscuya provisionalmente en asuntos que usted lleva
de modo tan acertado, tanto más cuando en mi opinión se trata de un paso estéril.
Envié la solicitud de la Sra. Nietzsche, acompañada de las aclaraciones necesarias, al
organismo oficial tutelar competente, y acabo de recibir de él la comunicación de que el
tribunal de lo civil de Basilea sólo se ocupa de declaraciones de incapacidad...de
ciudadanos del cantón basileo, y el organismo tutelar sólo de peticiones de tutela de
los demás ciudadanos suizos. El secretario del organismo tutelar aconseja, según medidas
de la ordenación tutelar prusiana, que la Sra. Nietzsche se dirija con su solicitud al
juzgado del último lugar de residencia del Nietzsche padre y, a falta de éste, al
ministerio de justicia prusiano. Y a la vez adjunta una declaración de incompetencia de
las autoridades basileas...Le comunico todo esto con el ruego de que me disculpe en caso
de que me haya inmiscuido en sus asuntos. La Sra. Nietzsche apremiaba tanto que no tuve el
valor de rehusar y de esperar su regreso, a pesar de que realmente no veo la necesidad de
tamaña premura.» Si Nietzsche hubiera sido en otro tiempo suizo, y
especialmente ciudadano basileo, el juzgado civil no habría podido negar ahora su
competencia para el caso. Hay otra dificultad a la que no se hace aquí referencia alguna:
a causa de la distancia geográfica Overbeck nunca estuvo dispuesto a participar de la
tutela.
TUTELA PARA LA MADRE
Al final fue la madre misma la que tuvo que asumir la tutoría, como
comunica el 8 de enero de 1890 a Overbeek: «Hoy he asumido la tutela, y dado que
había que elegir a un tutor subsidario, le propuse a usted, mi buen Sr. Profesor, pero se
me aconsejó que era mejor que tomara a alguien de mi familia, puesto que todo resulta
más complicado con el extranjero. Pero usted será tan amable de seguir haciéndolo todo
como hasta ahora ¿no es verdad, mi buen Sr. Profesor? Ah, qué agradecido le estaba
siempre mi buen Fritz por ello, y yo ahora que me siento completamente impotente.»
TUTOR SUBSIDIARIO
Los organismos oficiales impusieron su criterio y como tutor
subsidiario fue nombrado el hermano de la madre, el pastor Edmund Oehler de
Gorenzen, con el que el joven Nietzsche había pasado algunos días de vacaciones
y de fiesta, en los que pensó en la composición musical «Noche de San Silvestre»
para violín y piano de 1863-64.
TUTOR PERJUDICIAL
Edmund Oehler no pudo desempeñar mucho tiempo su encargo
puesto que murió en septiembre de 1891, pero en este corto espacio de tiempo intervino al
menos una vez, y de modo perjudicial, en la herencia filosófica de Nietzsche: participó
esencialmente en impedir en abril de 1891 la distribución de la parte IV de Zaratustra,
que ya estaba impresa, junto con la madre y la hermana Elisabeth, que, por lo demás,
poco se preocupó de su hermano en ese tiempo. No sin amargura e ironía comentaba
Köselitz esta decisión en su carta del 4 de abril de 1891 a Overbeck: «En realidad
es como para enfermar de risa, ver a dos féminas temerosas de Dios y a un cura rural
constituidos en tribunal sobre la publicación de los escritos de uno de los ateos y
anticristos más redomados. Pero en este instante me falta humor para reírme.»
SOBRINO COMO TUTOR
Tras la muerte de Edmund Oehler fue elegido como sucesor el sobrino
de la Sra. Nietzsche, Adalbert Oehler (el biógrafo de ella más tarde), concejal
en Halle, quien permaneció en este encargo hasta la muerte de su pupilo y tuvo que tomar
algunas decisiones graves en este asunto,así como vivir dificultades con su prima
Elisabeth, la sucesora de la madre en la tutoría. Pero no se inmiscuyó en la edición de
la obra como su tío Edmund Oehler. Habremos de toparnos con él aún en
relación con la pensión de Basilea y las maquinaciones de Elisabeth en
torno a la edición completa.
PLAN DE KÖSELITZ
Köselitz, por lo demás, no mantenía en absoluto una
postura acrítica respecto a los últimos escritos de Nietzsche, como tampoco Overbeek y
Rohde. Así, el 27 de febrero de 1889 escribe a Overbeck: «Dar a la imprenta Ecce
homo sin contar en absoluto con su previo conocimiento, es cosa que no he pensado. Yo
quería que usted, estimado Sr. Profesor, conociera primero el escrito por mi copia, o sea
sin los pasajes que incluso a mí me dan la impresión de autodelirio, o de injusticia y
desdén llevados demasiado lejos, para que usted se hiciera así, primero, la impresión
que yo no puedo conseguir del todo, ya que con excesiva facilidad pienso a la vez en lo
suprimido. Naturalmente poco después recibiría usted el original, para el que usted ya
ha encontrado borradores en los papeles de Turín. El 30 de octubre anuncia Nietzsche que
el día de su cumpleaños ha comenzado el Ecce homo y que está
significativamente avanzado. El 13 de noviembre, que el manuscrito acaba de ser enviado a
la imprenta...El 2 de diciembre, que ha pedido a Naumann que le vuelva a enviar el
manuscrito de Ecce para revisarlo. El 9 de diciembre, que ha sido enviado de nuevo a
Naumann. Las cosas que Nietzsche en esta revisión cambió o introdujo (¡pasajes muy
grandes, de modo que sorprende la productividad!) tienen otro tono que el primer
manuscrito. ¡Menos reservas aún y realmente hachazos, tanto que incluso me duele la
cabeza! Los dos primeros pliegos, que usted conoce, no son nada comparados con lo que
viene después, sobre todo con el capítulo "Por qué soy un destino"...
No obstante lo más inteligente será apartar plenamente por ahora la idea de una
publicación del Ecce homo. ¡Persuada a Naumann de ello, estimado Sr. Profesor!
Así pues, fuera con el escrito antes de que sea todavía imprimido inconsideradamente.»
ARREBATADOR Y DEMONÍACO
Y después de que Overbeck le mandara la copia del Anticristo y
la hubiera leído algunas veces, también con su amigo Widemann, confiesa al
remitente el 14 de noviembre de 1889: «Percibimos lo arrebatador, demoníaco,
tempestuoso que este escrito tiene en común con el Zaratustra y El ocaso de los ídolos.
Salvo algunos párrafos menores, que seguramente serían modificados durante la impresión
[como efectivamente hacía Nietzsche, que entonces corregía muchas cosas todavía], nos
parece que la visión del Imperium Romanum del primer siglo después de Cristo está muy
necesitada de modificación. Evidentemente Nietzsche no quiere ver el cansancio, la
decadencia de la antigüedad; pero sería un auténtico milagro que algo de tan poco
nervio como el cristianismo hubiera vencido a una potencia tan indestructible como la cree
Nietzsche como el imperio romano de comienzos de¡ siglo IV. Del Constantino de
Burckhardt, al menos, se saca la impresión de que crecen el miedo, la superstición, el
odio, el agroseramiento intelectual, y de que sin esas condiciones resulta impensable que
desembocara en el cristianismo y bizantinismo.»
LLEGA UN DESPACHO
Pero que se retenga el Zaratustra IV, y además con la
justificación de «por miedo al fiscal», esto ya le resulta a Köselitz
excesivo. El editor Naumann pudo escribir todavía el 31 de marzo de 1891 a
Overbeck «que Zaratustra está ya listo y terminado de imprimir desde hace varias
semanas, su expedición entretanto no pudo ser llevada a cabo por mi parte a causa de
algunos otros trabajos pendientes». Para ahorrar gastos de envío quería juntarlo con
otros dos libros. «Y por la mañana temprano llega de Naumburg un despacho con el
contenido siguiente: "Ruego que Zaratustra no sea publicado sin mi definitivo
consentimiento. Franziska Nietzsche". ¡Si soy sincero debo confesar que no encuentro
ninguna explicación suficiente para ello, a pesar de que estoy bastante orientado en todo
el asunto! Ultimamente era mi deseo, a causa de las muchas demandas y para evitar
correspondencias insustanciales bastante molestas para mi precioso tiempo, conseguir un
fotograbado realmente bueno del Sr. Prof. Nietzsche y adjuntarlo al Zaratustra IV; estos
retratos también están pedidos, mañana recibo los primeros ejemplares y también por
esa razón se ha retrasado algunas semanas la entrega del libro, puesto que tuve
frecuentes complicaciones inútiles con el fotógrafo naumburgués cuya toma, yo quería
hacer reproducir. Por el contrario ya he expedido ejemplares del Zaratustra IV para
recensión, obligando a los interesados a sacar el comentario sólo cuando yo distribuyera
el libro, puesto que quería tener ya trabajo adelantado; asimismo ya he quedado con un
número bastante elevado de librerías de depósito que la aparición del libro tendría
lugar el 10 de abril de este año, pues entre los amigos de Nietzsche se ha divulgado ya
la edición del libro. Para aclararme con respecto a la fotografía, aproveché la
oportunidad de la visita personal de un cierto Sr. Lauterbach, quien visitó a nuestro (
... ) Sr. Prof. Nietzsche en Naumburg, y, a través de este caballero, rogué a la Sra.
Nietzsche que me informara sobre si la placa ha sido hecha a expensas del fotógrafo de
Naumburg o a expensas del Sr. Prof. Nietzsche. Recibí la respuesta de que lo último
había sido el caso, y, además, la Sra. Nietzsche y la Sra. Förster estaban muy
contentas porque el retrato se adjuntara al Zaratustra. Entretando se ha producido un
cambio en el ánimo de ambas damas, que consiste en que el fiscal podría lanzarse sobre
el libro y, con ello, todo el asunto acabaría indignamente para el autor. No sé cómo
las damas han podido llegar a esta conclusión, realmente no lo tengo claro.»
MIEDO AL FISCAL
Pero el veto de Naumburg se mantuvo, y Naumann tuvo que
enviar la siguiente circular: «Con respecto a su amable demanda tengo el gusto de
comunicarle que Zaratustra tomo IV, cuya aparición había sido comprometida para
abril de 1981, por el momento no va aparecer, ya que, debido a anotaciones del autor, se
supo posteriormente que él no deseaba la publicación de la obra en la forma actual. Dado
que actualmente se produce un giro en el estado de salud del Sr. Prof. Dr. Nietzsche, que
no excluye una posible curación, los familiares del autor no quieren adelantarse a la
voluntad que él mismo expresó en su momento, y por la presente le ruego que comunique
esto a sus clientes.» ¿Qué había sucedido? De algún modo, la historia
puede recomponerse a partir de las cartas de la madre a Overbeck y Köselitz, y de la
correspondencia entre Overbeck- Köselitz y Naumann .Un cierto Dr. Lauterbach se
había propuesto dar conferencias (¿«Lecciones universitarias»?) en Leipzig
sobre Nietzsche, que tuvieron que ser suspendidas porque le falló la voz. Pero
no olvidó el asunto y, por ello, mantuvo relación con Naumann. Hacia el 21/22 de
marzo Naumann lo envió a Naumburg para aclarar la cuestión de los derechos de
disposición del retrato. Con ello comienza a hablarse en círculos familiares de la
publicación de la parte IV del Zaratustra, que Köselitz, «eludiendo
a la hermana» (tal como se expresa él mismo en carta a Overbeck), es decir, sin su
conocimiento, había conseguido que le permitiera la madre. Ella no conocía el texto y
sólo reclamó el consentimiento de Overbeck, del que Köselitz estaba plenamente seguro. Elisabeth,
sin embargo, miró con mayor detenimiento el texto, no gustándole la «Fiesta del
asno». Justamente para ella no era el momento ahora de estropear las cosas en los
círculos eclesiásticos, puesto que estaba intentando que se pusiera a disposición de su
capilla en la colonia un pastor alemán pagado por Prusia. Ella fue quien provocó la
decisión con la mordaz pregunta a Lauterbach respecto a «si el fiscal no podría
inmiscuirse en el asunto»,a lo que Lauterbach contestó «que esto podría
suceder muy fácilmente, pero sería una burla sonada». Ello intranquilizó a la
madre, quien «sinceramente» no se sentía «con ánimos ahora para una
"broma sonada" así». Le preocupaba también el hecho de haber dado ella
sola el consentimiento, para lo que no estaba legitimada en absoluto sin consultar al
cotutor, y el que este hombre piadoso consintiera le parecía, ahora que sabía de lo que
se trataba, algo plenamente a excluir, cosa que le confirmó además una conversación
mentenida algunos días más tarde.
FINAL PARA NO PUBLICAR
Pero Elisabeth no fundó sólo su negativa a la
publicación sobre reparos teológicos, como se deja traslucir en la circular de Naumann.
Ella pudo referirse a que su hermano designa varias veces esta parte IV como el «final
para no publicar» y a que él incluso había vuelto a recoger los pocos ejemplares
especiales enviados a personas de confianza, porque no quería en absoluto que se
publicara ese escrito en esa forma.
ULTRAJE
Frente a toda esta movida, Köselitz escribe a la Sra. Nietzsche
(como se lo refiere a Overbeck el 4 de abril): «Nietzsche jamás me habló de una
publicación 20 años después de su muerte. A la vista de los 35 ejemplares de imprenta
que tengo aquí en mi casa, en Venecia, comentamos incluso varias veces la cuestión de la
publicación. Sí, estos 35 ejemplares él los quería pasar a Naumann para su venta dos
años más o menos después de su impresión. Después, cuando se hizo esperanzas un tanto
desbordantes sobre el beneficio lucrativo de sus escritos, cambió de parecer...Nietzsche
puede llegar aún a edad avanzada. Imaginemos que esta parte IV (sin la que la obra queda
incompleta realmente) se publica sólo 50 años después; dado el cambio cada vez más
rápido del ánimo de los tiempos puede que esta publicación apareciera en una época en
la que resultara hasta cómica. Una obra ha de actuar en la época de la que surgió: si
no, tampoco dice nada a la posterioridad...Ya no recuerdo todo lo que escribí ayer a la
Sra. Niezsche; sólo sé que al final calificaba el impedir la publicación como un
ultraje tanto al gran nombre de Nietzsche como al mundo contemporáneo; con este ultraje
se conseguiría una triste fama.» Köselitz intenta también intimidar a la
madre. Llamó «su atención sobre el hecho de que esta retirada tardía de una
aprobación que solicité de ella en toda regla...le va a costar 3.400 marcos, por los
que, de todos modos, entra...en posesión de 1.000 ejemplares». Pero todo ello no
surtió efecto.
AVISPADA EN NEGOCIOS
La Sra Förster, experimentada a la hora de hacer negocios,
se entrevista con Naumann, en Leipzig, el día 13 de abril. Del encuentro ámbos
salieron satisfechos, con el sentimiento de que los dos había ganado. Naumann se
aseguró los derechos para el caso de una edición completa, y Elisabeth creyó
poder sacar de esto, bien ya mismo, o bien muy pronto, una renta regular para su
madre.
APATÍA ESTREMECEDORA
Estremecedora y acertadamente a la vez lo formuló Carl
von Gersdorff en carta a Overbeck el 17 de febrero de 1891: «Parece como si la
locura ahora amenazara con trastocarse en idiotez.»
APATÍA AUTÉNTICA
Al mismo tiempo, Köselitz, el 5 de febrero de 1891 informa a Carl
Fuchs en Danzig lo siguiente: «El aspecto físico en Nietzsche es magnífico,
tostado por el sol; pero mentalmente está peor que el año pasado. Quizá esté todavía
sorprendido por mi visita. Pero creo entender, por las manifestaciones de la Sra.
Förster, que se hunde, aunque despacio,cada vez más en la apatía. En lugar de una
respuesta uno recibe una sonrisa o una mera inclinación de cabeza, muy peculiar. Esta
tarde fuimos en coche a Schulpforta; Nietzsche...no quiso dar un paso más allá de la
entrada. Si leí bien en su semblante, en ese momento se hacía una idea de su situación
actual: Parecía como si se avergonzara de ella a la vista del centro de enseñanza, tan
importante para él.»
RELACIÓN EXTRAÑA
El 26 de febrero el mismo Köselitz escribe de modo muy
parecido a Overbeck, mostrándose muy extrañado de la relación existente
entre los hermanos, puesto que Elisabeth «apenas permanece con Nietzsche: tan
atareada está con la correspondencia y tanto viaja. Para grandísimo pesar suyo Nietzsche
se comporta con ella en general de modo totalmente apático. Pero esto es ahora algo
típico suyo. Habla sólo muy poco, apenas puede ya mantenerse con él una conversación.
Una sonrisa, una inclinación de cabeza o una admiración desproporcionada eso es casi
todo lo que se puede sacar de él. Su memoria ha disminuido sensibilísimamente desde el
año pasado: ya no se aclara o se aclara poco en su pasado. El año pasado le escuché
tocar al piano y me sorprendí todavía por la lógica y la elevación de sus
improvisaciones: este año se había perdido todo ello. ¡Ya no tiene sentimiento rítmico
ninguno, todo es confuso y falso! Su aspecto externo es resplandecientemente saludable,
como antes; durante los paseos le gusta ponerse a correr. Cuando se le lee, escucha
atentamente y parece seguir correctamente el sentido. Ha aumentado mucho su abulia.Yo creo
que ya casi nunca sucede que de propio impulso abandone un sillón que le haya sido
asignado...No existen metas conscientes de su andar: si no se le condujera iría siempre
hacia adelante mientras no encontrara un obstáculo insuperable en el camino. Fuimos los
cuatro a Pforta; allí Nietzsche no quiso traspasar el umbral hacia la vivienda del
rector, no hacía más que señalar con el dedo hacia allí y recelar ante ello, como el
demonio ante el pentagrama pintado por Fausto... No reconoce los lugares...como conocidos
de antaño: todo le resultaba nuevo».
AUTOCRITICA MATERNA
También la madre se dio cuenta del comportamiento del paciente
durante la visita de Köselitz. En carta a Overbeck del 28 de febrero intenta explicarlo
por el hecho de que, con la visita y la presencia de la hermana, habían estado
demasiadas personas en torno al enfermo, fácilmente irritable. Pero hace también una
observación autocrítica acertada: «que quizá yo he sido cada vez más modesta en
mis exigencias a su espíritu, quizá también debido a aquel veredicto pasado de
Bisnwanger... ante el juzgado "incurable". Este veredicto me hizo demasiado
infeliz, de modo que cualquier chispa de vida intelectual me resulta como un rayo de sol y
de esperanza al que me aferro.» Ella se dejó cegar por el buen estado físico
externo. De todos modos la madre se esforzaba casi convulsivamente por mantener ante ella
misma y ante los amigos y conocidos su imagen del «hijo querido» que está
recuperándose también mentalmente.
ENTREVISTA
Pero a la madre no le llegó con tales «confirmaciones»,
por ella percibidas, sobre la progresiva apatía de su hijo. Quiso también tener de su
parte el juicio del médico y con ese fin fue a hacer una consulta al Prof. Binswanger.
También aquí vuelve a demostrar su tacto increíblemente fino en el trato del paciente,
ya que un encuentro brusco hubiera atraído malas consecuencias. Después de que Elisabeth
estuvo en Jena para entrevistarse con Binswanger y «volvió totalmente
satisfecha de la visita de Jena», ¡ella arregló el encuentro en casa de los
Gelzer! «La buena de la Sra. Gelzer estaba en la estación, que queda muy cerca, y
Fritz le cogió inmediatamente del brazo dirigiéndonos a su casa. Pronto apareció
también el Prof. Binswanger, a quien saludó amistosamente como a un viejo conocido.
Conversó con él como antes con los Gelzer, contestando la mayoría de las veces, pero no
miraba a los interesados al hacerlo sino sólo a mí, cosa que resulta enfermiza
precisamente porque sólo está acostumbrado a mí. Binswanger le preguntó qué tal iban
sus ojos, él respondió entonces: "realmente están mejor." Si tenía dolores
cabeza, "nunca". De qué se ocupaba, "de tocar el piano y
cantar"...Así, Bisnwanger estuvo más de media hora allí, a continuación dejamos a
Fritz con la buena de la Sra. Gelzer y yo lo acompañé a la habitación de al lado, donde
se manifestó muy satisfactoriamente y dijo "estoy sorprendido, aunque su estado deja
todavía mucho que desear", pero la calma equilibrada y los modales completamente
naturales si bien se mira, parecieron imponerle. Le dije cómo estaba organizada su dieta
y todo su modo de vida, también que él había seguido tomando dos baños de sala
semanalmente...y consideró que todo ello estaba bien, que "su aspecto era
excelente"... Sin embargo me sigue preocupando cómo podría elevarse su estado
mental...También Lieschen...se preocupa conmigo por si el juicio de Binswanger es el
acertado... El dijo: "Tranquilidad, tranquilidad, y otra vez tranquilidad".»
MANIPULACIÓN
La esperanzada madre no quería aceptar sin más que la
remisión en el ámbito de la vida espiritual no se estaba realizando. Siempre intentaba
dirigir la conversación al pasado filológico de Nietzsche, en lo que le era posible a
ella por los conocimientos conseguidos incidentalmente. Intentaba asimismo completar hacia
afuera, para con los demás, la imagen del paciente que se fortalecía físicamente,
añadiéndole un reflejo de despertar intelectual; para ello hacía que él escribiera en
las cartas pequeños apéndices o saludos al menos, que difícilmente pueden haber sido
formulados espontáneamente por Niétzsche, sino, más bien, dictados por ella e incluso
es posible que copiados de un modelo hecho por ella, tal como es el caso cuando se fuerza
a los parvulos a escribir un saludo a los tíos y tías. En este sentido, es difícil que
sea «original» de Nietzsche la poesía de 5 líneas que añade a la
carta del 22 de febrero de 1891 que la madre dirige a Elisabeth a
Berlín. Quizá el intento primero en este sentido lo llevó a cabo la madre en una
carta a Köselitz, con respecto a la cual éste escribe el 17 de septiembre de 1890 a su
amiga Cäcilie Gusselbauer: «En el sobre aparecía de mano de Nietzsche con
grandes letras
- saluda su-...amigo N
después de "su" él quiso seguramente escribir otra cosa, por ejemplo
"su bufón" o algo parecido: puesto que tiene momentos en los que se da cuenta
de su estado. ¡Bajo unas líneas que escribió desde Jena a América a su hermana, puso
¡el loco!. Volvió a partírseme el corazón cuando leí sus letras.»
FOTOGRAFÍA Y ROSTRO APAGADO
En el verano la madre hace que le saquen una fotografía. Justamente
aquí se demuestra la lejanía entre el ideal de la madre y la realidad. La fotografía le
parece una prueba del estupendo estado del paciente y tan buena que se la envía a los
amigos Overbeck y Köselitz. E. Podach dice (1932) que en ella «aparece
Nietzsche sin corbata y con una expresión muy enferma, apagada, en el rostro». Tenerlo
sin cuello ni corbata era una medida necesaria para impedir en la cabeza la fuerte
afluencia de sangre o, respectivamente, el estancamiento de sangre que se producía
cuando, al leer, adoptaba una postura inclinada hacia adelante.» .
SEGURIDAD APARENTE
El mismo Podach afirma: El leía a menudo, siempre en voz
alta y «con tal expresión natural que podría creerse que tiene que entender lo que
lee». Medio año después (26 de febrero de 1892) Köselitz informa a Overbeck sobre
esta pasión por la lectura: «La mayor excitación la muestra al leer: entonces la
sangre le sube a la cabeza y su habla se convierte en ladridos y rugidos. Lo mejor
entonces es quitarle el libro de la mano. Ya no puede hablarse de comprensión de lo que
lee. Lee los números de página, la primera línea y una línea a mitad de página,
después pasa a otra y así todo el libro.»
EL IMPRESCINDIBLE
El conflicto entre Köselitz y Elisabeth se agravó
rápidamente y ya el 23 de octubre de 1893 Köselitz le entregó a ella todo el
legado manuscrito de Nietzsche que él conservaba en Annaberg para trabajar con
él o editarlo. «Me es difícil creer que exista otro para quien estos manuscritos
sean legibles», escribe, con suaves tonos triunfantes, a Overbeck, y de ahí su
confianza de que en Naumburg no puedan arreglárselas sin su cooperación editorial,
parcial al menos.
SE EQUIVOCABA
Pero Elisabeth, con sangre fría, se sobrepuso también a
esta dificultad, con todos los riesgos para la edición de estas partes póstumas del
legado. Köselitz quedó excluido por el momento de todo tipo de colaboración,
hasta que, seis años más tarde, a comienzos de octubre de 1899, Elisabeth,
sorprendentemente, lo llama al Archivo y él se deja introducir plenamente en los
métodos y en las ideas de ella.
REDACTOR
Pero no sólo excluye a Köselitz de todo tipo de
colaboración, sino que, además, rechaza todo su trabajo anterior. Los tomos dirigidos
por él fueron retirados de la venta y convertidos en papel, y se inició una nueva
edición completa, para la que ella ganó al Dr. Fritz Kögel como redactor
responsable, quien tuvo primero que deshacer, en artículos de periódico, el trabajo de Köselitz,
y suprimir sus prólogos, haciendo como que hubieran entrado «por error» en la
edición. Köselitz expresa la suposición de que Elisabeth conoció al Dr.
Kögel dos años antes (1891 en Berlín) por mediación de Cosima Wagner.
NEGOCIO
Fritz Kögel era filólogo de origen, pero fundamentalmente
un manager de éxito en la industria alemana del hierro (tubos de Mannesrnann), por
lo que cabía esperar de él una actividad editorial «expeditiva», cosa que se hacía
necesaria también por consideraciones económicas. Se necesitaban ingresos de los libros,
puesto que la modesta pensión de Basilea no había alcanzado más que para un modo de
vida también modesto, como el que Nietzsche, anteriormente, y los últimos años, la
madre, habían llevado. Ahora, sin embargo, se vivía a lo grande, en el estilo del «Försterhof»,
contratándose también colaboradores. Ya a la madre, en los últimos tiempos, no le
alcanzaba la subvención de Basilea: los cuidados del paciente, cada día más necesitado
de ayuda, se hicieron más costosos; también los cambios llevados a cabo en la casa,
necesarios por la atención del enfermo, habían costado dinero.
APOYOS PARA EL Archivo-Nietzsche
Organizativamente Elisabeth partió de la siguiente
correcta consideración: si había que fundar alguna vez un Archivo-Nietzsche
(cosa en la que divergían las opiniones), entonces no había tiempo que perder. Había
que aprovechar el interés que por Nietzsche se manifestaba desde numerosos lados, había
que dar satisfacción a los muchos que pedían informes. Por otra parte era necesario
buscar un amplio apoyo para la institución, y para ello se contaba, como base, con la
participación continuada de los amigos en la suerte del paciente. Elisabeth se preocupó
inmediatamente de reactivar viejas amistades, incluso así, por ejemplo, la de la
acaudalada Meta v. Salis, a la que ya el 18 de noviembre de 1893 expone sus
planes para un Archivo-Nietzsche, y que en los próximos años se había de
convertir en uno de los valedores esenciales de la institución «Archivo-Nietzsche».
MODELO DE ORGANIZACIÓN
Elisabeth tomará como modelo para su idea el «Archivo-Goethe»
de entonces en Weimar. Esto es algo que se mostró ya desde muy pronto, tanto en
la propia elección de sus colaboradores, como por el hecho de no construir un archivo «abierto»
que estuviera a disposición de los investigadores interesados (como hoy, por ejemplo, las
colecciones de manuscritos de las grandes bibliotecas o del «Archivo-Goethe y
Schiller» de Weimar). Los archivos de hoy persiguen el objetivo de reunir, en lo
posible, minucioso material de fuentes para tenerlo a disposición de la ciencia
concentradamente -y por ello cómodamente. Los archivos de entonces, primero el Archivo-Goethe,
y, más aún, el Archivo-Nietzsche hasta después de la muerte de la Sra.
Förster (8 de noviembre de 1935), recogían materiales para substraer las fuentes a
la propiedad privada y, con ello, a eventuales publicaciones libres, y conseguirse así el
monopolio de su evaluación, cosa que promovía la tentación de abuso, en la que Elisabeth
cayó.
HABITACIÓN-ARCHIVO
La desgracia económica de la madre de tener desalquiladas las habitaciones
del parterre, coadyuva a los planes de Elisabeth.Aquí es donde monta su primera «habitación-archivo»,
a la que lleva a la madre por primera vez el 24 de diciembre de 1893, después de la
celebración navideña. Sería la última vez que la madre celebraría una fiesta de
Navidad tan satisfactoria y reconfortante, sobre la que informa a Overbeck el 29 de
diciembre: «Pero Lieschen... [tras una gripe] estaba tan recuperada la Noche Buena
que montamos un árbol y, además, de acuerdo a los deseos de mi hijo cuando le pregunté
si uno pequeño o uno grande: "naturalmente uno muy grande". Además le
habíamos regalado un pequeño symphonium, de tonos argentinos, al que hicimos
que tocara la marcha nupcial de Lohengrin cuando entramos en la habitación con el árbol
reluciente... El se sentó en un sillón ante el árbol de Navidad, no lejos de él, y
nosotros aquí y allá, su rostro resplandecía, miraba hacia el pianino a ver si venían
de allí los sonidos y, sin excitación de ningún tipo, repitió varias veces estas
palabras: "esto es lo más hermoso de toda la casa". Naturalmente también
nosotras resplandecíamos por este efecto inésperado sobre "nuestro corazón de
ángel", como lo llama siempre Lieschen... Nosotras dos no nos regalamos nada sino
que ahorramos todo para la "habitación archivo".» Y puede añadir, con
respecto al paciente: «En general, el estado actual de nuestro querido enfermo puede
decirse que es satisfactorio (el 29 de marzo de 1894): Lo más
provocativo son los gritos -y con qué voz, aunque la mayoría de las veces con el rostro
más apacible-, sobre todo también el procurar que nadie le oiga, y mientras más trato
de persuadirle más lo hace, de modo que lo mejor es que me quede yo sola con él en el
cuarto de enfermo...En el balcón abierto y soleado... [ello] da buen, resultado algunos
días durante un cuarto de hora. Pero hoy, tras algunos avisos por causa de los gritos,
durante los cuales se muestra completamente satisfecho y nada extraño, tuve que ponerlo a
buen recaudo en el interior del balcón en su tumbona...Fue también una buena idea de mi
hija el hacer abajo de dos habitaciones una grande,donde recibimos ahora todas
las visitas, puesto que allí no se oye nada en absoluto a nuestro querido....»
OBRA COMPLETA Y BIOGRAFÍA DE NIETZSCHE (Tomo I)
El archivo decide publicar la «Obra completa» de
Nietzsche. Naumann había pensado como tomo I una biografía, que esperaba
de Köselitz. Köselitz aceptó en principio el plan e intentó recoger en los
círculos de amistades informaciones que pudieran apoyar o completar sus propias
experiencias. Así Carl v. Gersdorff, el 15 de agosto de 1893, anuncia a
Overbeck: «Ayer recibí una agradable señal de vida de Köselitz...que ha
reaccionado ante el estímulo de Naumann de escribir una biografía de nuestro
incomparable amigo, y que quiere contar con el fuerte apoyo de todos los que han tenido
relación con él. Con gusto voy a refrescar y redactar por escrito mis recuerdos, y los
pondré a disposición de Köselitz, ya que sé que es discreto.No puedo dudar de su
capacidad para esta tarea grande, seria, honrosa. Sus dotes filosóficas y musicales, su
seriedad y entusiasmo por el asunto, hacen esperar algo bueno. ¿Sabe usted que en el
último año librero se han vendido 1.000 ejemplares del Zaratustra? ¿Que en Francia,
sobre todo, se encuentran muchos lectores? En cualquier caso, mejores que en Alemania.»
KÖSELITZ SE ARREDRA
Pero pronto Kóselitz esa seducción se arredra ante la magnitud del
trabajo-, y el 19 de noviembre de 1893 hace esta observación a Overbeck: «Nunca he
pensado seriamente en escribir la biografía que Naumann anuncia para el tomo I.»
Tampoco era ya necesario puesto que Elisabeth ya estaba trabajando en ello.
BIOGRAFÍA DE SU HERMANO
Fueron diferentes los motivos que impulsaron a la Sra Förster
a escribir ella misma la biografía de su hermano. Entre ellos, seguramente, no
tuvo la más mínima importancia el de la demanda de información, que era el fundamental
para Naumann. Era más importante anticiparse a Köselitz o incluso a otro cualquiera, y
entre estos «otros» temía a su enemigo jurado y mortal núm. uno: Lou Salomé,
ahora Sra. Andreas-Salomé, que desde 1891 había publicado artículos sobre
Nietzsche (de los que en 1894 surgió su libro Friedrich Nietzsche en sus obras) en
diferentes revistas berlinesas, en los cuales se las daba, como antigua amiga, de
especialmente introducida y enterada. En cualquier caso, otro viejo amigo de Nietzsche, Heinrich
Rohmundt, está firmemente convencido, y lo confirma con citas en sus cartas a
Overbeck, de que la biografía de Elisabeth Förster es en primera línea un
enfrentamiento polémico a Lou Andreas-Salomé. El toma partido pública y
claramente por Lou Andreas-Salomé, y con ello se atrae la cólera irreparable
del ama del Archivo, con todas sus consecuencias. ¡Le llega a amenazar, incluso,
si no se comporta dócil y callado, con aniquilarlo completamente como científico
publicista! Y así lo «trató» en correspondencia en su biografía: silenciándolo. Overbeck,
que se había visto mezclado indirectamente en la polémica, por los contactos
epistolares, recibió la misma «consideración», nombrándolo lo menos posible,
¡dándole como justificación «delicada» que, como teólogo, le podría resultar más
bien incómodo que se hiciera demasiado pública su amistad con el anticristo
Nietzsche! Tampoco Overbeck rechazaba sin más las interpretaciones de Lou
Andreas-Salomé; pensaba que, a pesar de todos los fallos, seguía siendo lo mejor
que por el momento se había escrito sobre la filosofía de Nietzsche. Le achacaba,
ciertamente, el modo de exhibir su «amistad». El conocía demasiado las
intimidades y sabía de la corta duración de ellas: apenas siete meses; por todo ello ese
contacto no le podía parecer suficiente como para una acreditación tan pretenciosa.
Köselitz se mostró mucho más crítico, así por ejemplo cuando el 29 de septiembre de
1893 escribe a Overbeck: «Lou...es ciertamente la ensayista más sagaz sobre
Nietzsche, y mi desconsideración puede que resulte bárbara: pero nada me horripila más
que un Nietzsche tal como ella lo describe, como un débil y un neurópata al estilo de
Gabriel Marisch, parecido a Chopin, quien probablemente vive en nuestra memoria plenamente
falsificado por las descripciones de Sand y Liszt...Ahora recuerdo que un cierto Pole...ha
escrito un libro Friedrich Nietzsche y Frédric Chopin...Este Pole considera a
Nietzsche como una especie del Chopin de los nocturnos, pero en materia intelectual y
lingüística -y en este error Lou tiene parte de "culpa" seguramente.»
LAS PHILOLÓGICA
En abril de 1895 apareció el tomo I como publicación
independiente, al que sucedió a finales de diciembre del año siguiente una primera parte
del segundo tomo. Hubo pues que conseguir un texto para el primer tomo de la edición
completa, y a ello dedicó Elisabeth las Philológica, las publicaciones
especializadas del estudiante y del joven catedrático de filología clásica, o sea, los
trabajos sobre Diógenes Laercio, Hesíodo y Homero. Para ello se dirigió al
viejo amigo y reconocido especialista Erwin Rohde.
RODHE Y LAS PHILOLÓGICA
Rohde acabada de terminar su gran obra capital Psyche, en
la que había trabajado muchos años y consumido sus fuerzas hasta el agotamiento. Si
algunas le quedaban se las llevó la desesperanza sobre la situación de las universidades
alemanas en el ámbito de las ciencias del espíritu. Así, con 48 años era ya un hombre
viejo, roto, debilitado por una dolencia de corazón latente, a la que sucumbiría pocos
años después (el 11 de enero de 1898). Hay que pensar siempre en esto cuando se
pretende juzgar el comportamiento de Rohde en estos años, no siempre fácilmente
comprensible. Con Nietzsche se había llegado a la ruptura porque Rohde ya no participaba
de su camino filosófico, sino que lo criticaba enérgicamente. Había quedado un recuerdo
de juventud entusiasta y romántico, del tiempo de los años de estudio en común, durante
los que se encontraban bajo el cetro de Schopenhauer y Wagner, quienes seguían
siendo todavía para Rohde las estrellas iluminadoras. De este acopio de recuerdos se
alimentó ahora la memoria, la entrega, la compasión con el amigo de entonces y la
admiración por la persona de Nietzsche tal como había sido algún día. Pero todo esto
no servía de base para tomar decisiones acertadas en las cuestiones de la edición de la
obra y del legado correspondiente (a partir de Zaratustra). A Elisabeth sólo le
importaba realmente las Philólogica en este caso. Y ahí Rohde volvía a
ser demasiado «especialista» para no darse cuenta de sus debilidades, de sus
defectos técnicos -¡cosa que ya tenía clara el propio Nietzsche tiempo atrás! Esos
trabajos suyos le desagradaron ya inmediatamente después de su publicación, encontrando «en
ellos muchas cosas francamente falsas». Las Philológica de Nietzsche carecen
de importancia para la filología, eso podía reconocerlo el filólogo Rohde, pero son
reveladoras para el conocimiento de Nietzsche (¡los estudios sobre Demócrito!), cosa
para la que Rohde ya no poseía sensibilidad alguna. Por contra, sí la tuvo, y tanto
más, para los ideales de la Sra. Förster. El 14 de marzo de 1893 pudo escribir a
Overbeck: «Ayer leí en la Deutsche Rundschau una serie de chismes burdos sobre
Nietzsche, escritos por un profesor de Berna y judío berlinés llamado Stein.
¡Vergonzoso!...Ha escrito un libro estúpido y osado sobre psicología estoica...Uno de
esos metomentodos, uno de ese tipo entrometido y husmeante, impertinente siempre y por
todas partes, de judíos, bastos del todo, dedicados a la literatura. (Existe también una
especie más soportable.) ¡Y tal gente cae ahora sobre Nietzsche! Por lo demás, parece
que hay toda una literatura sobre Nietzsche debida a verdes jovencitos: yo tampoco la
conozco. Pero estos groseros universitarios a la Stein, ni siquiera verdes, son más
detestables, en cualquier caso.» Ambos, la Sra. Förster y Erwin
Rohde no habían comprendido jamás que Friedrich Nietzsche suponía un
acontecimiento en la historia cultural europea, que su filosofía, que parte de la
antigüedad, especialmente de los presocráticos, es una parte integrante de la filosofía
occidental en general. Ellos lo situaron en la estrecha vía de un «despertar»
alemán y pusieron con ello la base para la errónea interpretación y para la
funesta evolución que experimentaría su estudio.
DIRECCIÓN DEL PROYECTO
A deseos de la Sra. Förster, en la Pascua (abril) de 1894,
Rohde estuvo en Naumburg con el fin de discutir la disposición de la (¡nueva!)
edición completa, para la que el 24 de abril de 1894 se cierra un nuevo contrato
editorial con Naumann, por el que la Sra. Fórster queda tremendamente fortalecida y
«legitimada». Sólo meses más tarde, el 27 de diciembre de 1894, Rohde informa a
Overbeck sobre esta visita: «Vi al infeliz mismo: está completamente embotado,
aparte de la madre y de la hermana ya no reconoce a nadie, apenas dice una frase una vez
al mes, físicamente estaba también completamente arrugado, debilitado y empequeñecido,
con color saludable en el rostro por lo demás, en una palabra ¡un espectáculo como para
llorar! Pero es evidente que no siente ya nada... de un modo horrible está "más
allá" de todo lnlxptva. Su hermana ha tomado en sus propias manos, y con loable
energía, la edición de sus escritos...El admirable Kóselitz los había desvirtuado
plenamente, había corregido el estilo de Nietzsche -¡demasiado necio!- y añadido
desacertadas introducciones. Había que poner fin a ello, y los nuevos editores llevan las
cosas magníficamente, a mi parecer. Yo mismo hice que me enviaran masas infinitas de
cuadernos filológicos, que he revisado, pero sin encontrar -desde amplios y varios
presupuestos- nada apto para la publicación. No sé si las Philologica...aparecerán en
la edición completa; yo -no lo he aconsejado. En cualquier caso, incluyen demasiadas
cosas: casi todo el medio estúpido Ecce homo, incluso. A propósito, la Sra. Förster
estaba muy afligida por el modo brusco, casi enemistoso, con el que usted se dirigió a
ella con ocasión de la nueva edición: a la base tiene que haber un malentendido por
parte de usted, puesto que realmente, yo lo he visto desde cerca, la buena señora sólo
tiene en su ánimo las mejores y más laudables disposiciones e intenciones con respecto a
usted.»
PINTOR DE BERLÍN
Sobre ello informa a Overbeck la madre de Nietzsche: «Que, dado
que era tan ruidoso también durante el baño, tuvimos que recurrir a los baños en casa.
Es realmente algo incómodo, puesto que, por sus gritos, sólo podemos usar para ello su
dormitorio, que está muy bien atrincherado, y, así, son siempre 20 los calderos que hay
que traer hasta la bañera, y luego volver a sacarlos... Lo baño cada dos días, ello,
unido al masaje del día intermedio, parece tranquilizarlo algo» (3 de julio de
1894). «Así, mi querido hijo está sentado junto a mí y frente a nosotros un
pintor de Berlín, quien ha de dejarnos plasmada en óleo su querida figura... He de
confesar que resulta muy fatigoso ya que Fritz se está poco quieto; ¡ojalá salga
bien!» Pero el retrato no fue hecho para conservarnos su recuerdo físico, sino para
peregrinar por las exposiciones dentro del montaje-Nietzsche que se hizo la
hermana.
CURT STÖVING
El pintor de Berlín, del que habla la madre de
Nietzsche, era Curt Stöving (1863-1939); fué un reconocido
arquitecto y artista. Además de los retratos, hizo un busto de bronce y placas
de bronce de Nietzsche.
MONTAJE
La madre afirma lo siguiente: «Lo último es que mi hija ha
fundado con el archivo... un hogar propio no lejos de nosotros... Aunque no estuve en
absoluto de acuerdo con esta separación, ahora he de confesar que es lo correcto, ya que
no pueden compaginarse bien sus cuidados físicos y sus bienes espirituales. A causa de
estos últimos los caballeros estaban el día entero en casa, además del otro mucho
movimiento, y yo, así, todo el día a la desbandada cerrando puertas a causa de los
gritos, pero el aire le es absolutamente imprescindible a nuestro querido enfermo...
Ahora, desde el primero de octubre, el segundo director del Archivo-Goethe, el Sr. v. d.
Hellen, se ha trasladado de Weimar a aquí a Naumburg, con mujer y dos hijitos, como
colaborador, en lugar del Sr. Dr. Zerbst, quien no valía para ello, de modo que el
movimiento se ha hecho enormemente vivo en casa de mi hija; ambos son, lo mismo que el Sr.
Kögel, muy musicales.... Todo esto no resulta apropiado para una casa en la que se
encuentra un enfermo así, y, para ser sincera, tampoco mi energía llega más allá de
las 10 cuando máximo» (11 de octubre de 1894).
COMO UN VEGETAL
Tambien informa a Overbeck la madre de Nietzsche: «Mañana el
Sr. Prof. Deussen de Berlín quiere venir para algunos días y se alojará en mi casa, al
menos durante las noches, puesto que los días los pasará más bien con los caballeros
[del archivo].» La ocasión era el 50 cumpleaños de Nietzsche, el 15 de
octubre. El recuerdo de este último encuentro con el viejo amigo hubo de grabársela a
Deussen profundamente en la memoria, y por ello la imagen que expresa en sus Recuerdos
resulta correcta: «Estaba sentado allí, tranquilo e indiferente, sin observar a
nadie, sólo las flores que llevé excitaron su interés durante un poco de tiempo, y el
pastel que se le puso delante fue consumido con voracidad. »
De todos los informes de los visitantes, viejos amigos íntimos, se sigue que Nietzsche,
ya entonces, en el otoño de 1894, estaba completamente apático y no reconocía
a nadie más que a la madre, a la hermana y a Alwine.
SRA NIETZSCHE INCOMODA
Otras preocupaciones adicionales produjo a la madre la
biografía que con tanta rapidez había salido de la pluma de su hija, cuyo primer
tomo apareció en abril de 1895. Se veía ignorada en ella con
premeditación, y eso resultó doloroso para ella. Köselitz creía saber (así
el 16 de noviembre de 1896 a Overbeck) que, en el primer momento de enfado, había pensado
escribir ella misma una biografía de su gran hijo, cosa que naturalmente no era apropiado
a sus fuerzas.
MIRADA ENEMISTOSA
La única alegría auténtica del año la experimentó el 24 de
septiembre: Overbeck, en el viaje de Dresden (donde había visitado a sus parientes) a
Basilea, paró algunas horas en Naumburg. Antes, el 19 de septiembre, había mantenido una
conversación con Elisabeth en Leipzig, en la que le aseguró la comunicación de datos
biográficos para su trabajo, pero en la que se comprobó, por lo demás, la
incompatibilidad de sus puntos de vista sobre la «evaluación» del legado intelectual de
Nietzsche. Pero esto no afectó la relación de la madre para con Overbeck. Envidió a su
hija por la prioridad de este encuentro y rogó encarecidamente a Overbeck que le
concediera el mismo favor. Sería la última vez que ella lo vería y él al amigo. En sus
Recuerdos Overbeck describe así el encuentro: «¡Qué terrible cambio se
había producido en Nietzsche desde 1890! Lo vi repetidamente, mañana y tarde, durante el
día antedicho. En todo el tiempo no abandonó su silla de enfermo, no habló conmigo ni
una palabra, sólo de vez en cuando me dirigía una mirada rota, medio enemistosa, y me
dio en general la impresión de un animal noble herido de muerte, que se ha retirado al
rincón en el que sólo piensa ya acabar su vida. No pude darme cuenta en absoluto de si
siquiera me reconoció, y me quedó la duda de si siquiera era capaz todavía de
hablar, y no me atreví a salir de dudas pidiendo información a la pobre madre.»
INQUIETO NIETZSCHE
El día 31 de diciembre de 1894 escribe la madre de Nietzsche:
«Un día tras otro, incluso a veces durante la noche, como hoy en torno a las tres de la
mañana, tiene su día ruidoso, contra el que sólo ayuda, en tal caso, que corra mucho en
su gran habitación de abajo, dispuesta para ello, el llamado cuarto de paseo, antiguo
archivo, cosa que acaba de hacer a mi brazo, aunque con los gritos de júbilo
acostumbrados, y ahora está tumbado en el sofá junto a mí, algo más tranquilo, en
tanto que el resto del día estará muy propenso al sueño.» Y el 8 de abril de
1895: «Creo incluso que usted se alegraría... por su aspecto externo, como hoy por
ejemplo, aunque tras una noche de plena vigilia por ambas partes. Pero durante el día él
ha recuperado la noche y ahora está sentado, tan lindo y con tan buen aspecto, junto a
mí en el balcón, que es el mayor alivio para él. Entre medias damos también nuestros
pequeños paseos de cuarto de hora, aunque sólo por las habitaciones, naturalmente. En
una palabra, las cosas marchan, no se me pregunte cómo, pero yo estoy feliz por tenerlo
siquiera conmigo, y este sentimiento ayuda a soportar esta pena infinita, sobre todo
también porque él no sufre.» El cambio de días y noches tranquilos y «ruidosos»
siguió dominando la escena. El 6 de octubre de 1895 escribe: «Ahora, a las 8 de la
tarde, parece que vuelve su vitalidad, y usualmente dura 24 horas, acrecentándose, de
modo que no nos espera un buen domingo, y así vuelve ese estado un día tras otro,
alternativamente. La noche pasada puede considerarse buena, y así es como el buen Dios
ayuda de un día para otro, pues yo me siento entonces inmediatamente recuperada».
MUERTE DE LA MADRE
El estado de la madre de Nietzsche empeoró rápidamente. Tras
un «catarro intestinal» se escondía una enfermedad peor. El 20 de
abril de 1897, a la edad de 71 años y dos meses y medio, la madre fue
liberada por la muerte de todo trabajo y preocupación que en los últimos tiempos habían
caído sobre ella.
PARTES DIFERENCIADAS
La renta que se le asignó a Nietzsche en 1879 con ocasión de su
despedida de la universidad de Basilea estaba compuesta por tres partes perfectamente
diferenciadas. Mil francos fueron concedidos por el consejo de gobierno
(del gobierno cantonal) con cargo al tesoro público. A partir del 1 de julio de 1885 se
hubiera necesitado un nuevo acuerdo pero se dejó pasar porque nadie se preocupó de ello
y quizá sólo Overbeck fue consciente de que había que cursar una nueva solicitud pero
decidió actuar de acuerdo con el principio «quieta non movere» (cosas que
están quietas mejor es no moverlas), puesto que la cantidad siguió pagándose, por
error, dado que desde el 1 de julio de 1885 faltaba la base legal para ello. Otros
1.000 francos corrían a cargo del «Fondo testamentario Heusler», dejado
al buen criterio de la regencia de la universidad, o sea, de un consejo de profesores. Ese
fondo Andreas Heusler, era una parte del legado testamentario de un tal «Friedrich
Heusler, vecino de esta ciudad», que legó a la ciudad de Basilea 705.000 francos (varios
millones según el poder adquisitivo actual), «para repartir sus intereses anuales
entre profesores y maestros necesitados, retirados por edad o por enfermedad, entre sus
viudas o huérfanos». El último tercio de 1.000 francos provenía de círculos
de la «Sociedad académica libre».También aquí existía una base legal para
el pago prorrogado.
FALLO EN LA RENOVACIÓN
Dado que esta parte de la renta se pagaba cada cuarto de año
juntamente con la aportación estatal (el pago del fondo Heusler sucedía cada medio año)
y que, además, desde 1885 se transfería primero a la caja estatal, el cajero estatal
siguió pagando rutinariamente la cantidad total. Sólo cuando llegó a sus oídos en 1889
el desmoronamiento intelectual de Nietzsche se fijó con mayor detalle en la disposición
del consejo de gobierno, constatando, con no poco susto, que desde hacía cuatro años
estaba pagando ilegalmente 1.000 francos cada uno. Fue una situación embarazosa para
aquel hombre, tan concienzudo, sin duda, por lo demás. No había perspectiva alguna de
liquidar el asunto mediante una reclamación del dinero pagado.
BASILEA POLÍTICA
Ante la noticia de la no-renovación, el consejero gubernamental
reaccionó agriamente produciéndose un enfrentamiento entre la Basilea
«intelectual» y la Basilea «Política».
El secretario del departamento de educación, H. Zehntner, escribió con fecha 6 de
septiembre de 1889 al Prof. Hagenbach- Bischoff: «El Sr. L. David acaba de
descubrir que la pensión Nietzsche hace tiempo que ha caducado y que se está pagando,
tanto por el fondo de la universidad como por el Estado y la Sociedad académica, desde
hace varios años, sin el oportuno acuerdo. No sé cómo ha sucedido en el fondo Heusler o
en la Sociedad, pero por cauces estatales la cantidad de 1.000 francos (de los 3.000) no
ha sido nunca prorrogada, de modo que el plazo de 6 años ha expirado el 1 de julio de
1885 si comenzamos a contar desde el 26 de junio de 1879. El señor consejero de gobierno
Zutt es de la opinión de que la pensión estatal tiene que suspenderse en cualquier caso,
ya que no hay motivo alguno para su renovación. Pero le gustaría, primero, conocer su
opinión al respecto.» Despues de la oportuna información por parte de la Basilea
intelectual (ver más adelante) se contesta lo siguiente: «muchas gracias por sus
amables informaciones de las que se sigue que, como nosotros suponíamos, el asunto de la
pensión de Nietzsche está plenamente en regla por lo que compete a la Sociedad
académica y al fondo Heusler, que no están bajo control gubernamental, y tiene fallos
sólo por lo que se refiere al lado estatal. Dado que se ha llegado a hablar del asunto,
el Sr. consejero gubernamental Zutt quiere consultar al Sr. Prof. Overbeck para saber si
los 1.000 francos de subvención por parte del Estado siguen siendo realmente necesarios.
El Sr. consejero gubernamental Zutt duda mucho de ello y en cuentra además chocante que
la pensión se gaste en el extranjero. Si no puede demostrarse una absoluta necesidad, el
consejo gubernamental no estará muy inclinado, sin duda, a renovar la concesión».
BASILEA INTELECTUAL
Ala carta anterior responde Hagenbach el 7 de septiembre: «El
"descubrimiento" del Sr. David de que la pensión del Sr. Nietzsche siguió
pagándose "sin acuerdo", por lo que respecta al fondo de la universidad, es
plenamente incorrecto. Al enfermar el Sr. Nietzsche se decidió una pensión de 1.000
francos durante 6 años. Desde que terminó ese plazo (1885) la pensión se decidió
nuevamente cada año, cosa que pueden confirmar las actas de la regencia. »Hago
notar todavía que los 1.000 francos no son pagados del fondo de suplementos (fiscus
universitarios), sobre cuyos dispendios deciden el consejo de educación y el de gobierno,
sino del fondo testamentario Heusler, sobre cuyo uso según ley fundacional decide en
definitiva la regencia de acuerdo al 25 de la ley universitaria, sin perjuicio de una
autorización posterior de la rendición de cuentas, y precisamente a propuesta de la
comisión para el legado Heusler. Así pues, la administración de la universidad y, por
lo que sé, la Sociedad académica han actuado muy correctamente en este asunto, y en ello
el Sr. David no ha podido encontrar nada; con la paga de la pensión estatal no tengo nada
que ver, ni puedo dar explicación alguna al respecto. Pero si el Estado, en el futuro, no
sigue pagando la pensión, ello resultará muy penoso para Nietzsche, que es atendido
ahora en un manicomio.»
POLEMICA CON OVERBECK
El 13 de septiembre el cajero estatal Lucas David se dirige
directamente a Overbeck con un escrito: «Considero deber mío informarle de que ya no
estoy autorizado para pagarle en nombre del Sr. Prof. Nietzsche la suma anual de 1.000
francos que ha soportado hasta ahora el erario público como pensión suya...Las
cantidades entregadas después, debido al carácter completamente excepcional del caso, le
fueron remitidas a usted...para el Sr. Nietzsche sólo por equivocación; espero, sin
embargo, que el consejo de educación dé por buenos los pagos que se sucedieron después
de 1885, en consideración de la enfermedad duradera del citado. Este mismo, a pesar de
que él debía conocer exactamente la duración de su pensión, desde 1885 no se ha
presentado nunca ante el consejo de gobierno o ante el de educación para pedir una
prórroga de la aportación estatal a su pensión y tampoco a usted le manifestó nada
respecto a la duración de la pensión... cosas ambas que hubieran sido
indispensables...Este asunto me resulta, como también a usted, estimado señor, muy
desagradable, y he hablado al respecto con el presidente del organismo educacional, el
señor consejero gubernamental Dr. R. Zutt, al que remito también a usted en este caso.»
RENUNCIA PENSIÓN ESTATAL
En medio de este desagradable incidente Overbeck no podía
realmente hacer otra cosa que renunciar a la asignación estatal, cosa que podía
aventurar tranquilamente puesto que, entretanto, estaba perfectamente informado de lo que
se había gastado en Jena para la atención del enfermo, y puesto que para una necesidad
mayor, en todo caso, había recibido en el ínterin suficientes promesas de ayuda entre el
grupo de amigos. Además puede suponerse que él preveía ya ahora entre los colegas la
posibilidad de conseguir una cantidad suplementaria de las arcas del fondo Heusler.
Así Hagenbach, tras conferenciar con
Overbeck, pudo informar el 25 de septiembre al consejo gubernamental: «El Sr. Prof.
Nietzsche se encuentra actualmente en el manicomio de Jena y, excepto algunos ahorros sin
importancia, depende completamente de lo que recibe de Basilea. El Sr. Overbeck, que se
cuida de todo, cree que si no se presenta nada inesperado, podrían bastar 2.000 francos
al año. La asignación de la Sociedad académica de 1.000 francos,...,por lo que yo sé,
está asegurada todavía para 2 años y la asignación de 1.000 francos del fondo
testamentario Heusler hasta ahora se ha concedido todos los años sin dificultades. Por
eso el Sr. Overbeck es de la opinión de que en el futuro podrá prescindirse de la
aportación estatal.» Así, la pensión basilea desde el 1 de julio de 1889
quedó reducida a 2.000 francos al año.
CARTA DE ELISABETH
La Sra. Förster escribe directamente el 4 de febrero al Prof.
Von der Mühll un informe detallado de la situación desde su punto de vista:
«Mi querido hermano ya manifestó hace tiempo la idea y el deseo de renunciar a la
pensión de Basilea. Por esta razón hablé a fines de este otoño con el concejal de
Magdeburg Dr.Oehler, tutor asignado a él tras su enfermedad,...Tengo que decir que
sopesó seriamente el asunto como deseo que era de mi hermano, pero que opuso a ello
motivos graves e inquietantes, tales que tuve que reconocer que había pedido algo muy
imprudente por el momento...Nuestra pequeña familia se compone de mi madre, mi hermano y
yo misma. Los humildes ingresos de mi madre y los míos desaparecen casi completamente con
nuestra muerte o van a parar a otras manos. Mientras vivamos juntos y unas cosas se
compensan con otras, los gastos que conlleva nuestro querido enfermo se reducen muy
significativamente, pero podría suceder que nosotras dos muriéramos antes que nuestro
querido pupilo (Hölderlin vivió 74 años), entonces habría de ser llevado a un hospital
¿y de dónde se pagaría entonces la pensión debida? Mi hermano posee 1.075 marcos...de
réditos, aunque consiguiera un poco de capital añadido difícilmente podría ser llevado
a un buen hospital de segunda o de tercera clase -¡una idea realmente espantosa para
nuestro corazón amante! »Quizá haya oído usted que mi hermano ha conseguido
buenos ingresos por sus libros, y es correcto, pero eso es justamente el capital que se le
ha colocado y por el que recibe ahora 1.075 marcos de intereses. Cuando mi hermano se puso
enfermo poseía todavía aproximadamente 12.000 marcos de capital, su pequeña fortuna se
había reducido a este mínimo por años enteros de curas y especialmente por la
autofinanciación de la impresión de sus libros...El librero, tras su grave
enfermamiento, exigió de los tutores 1.500 marcos como gastos de impresión y demás, a
pesar de que mi hermano había pagado ya muchos miles. Entonces éste tenía un acuerdo
increíblemente desventajoso con el librero; con gran esfuerzo y tras muchas
contrariedades conseguí poner en orden en tres años este enmarañado asunto.»Desde
entonces todo ha cambiado: la tutela no tiene ya que pagar gasto alguno por los libros,
sino que recibe para él unos honorarios importantes, que sólo se consideran, sin
embargo, como capital devuelto y que se colocan casi por entero a rédito. Mi hermano
posee ahora 29.000 marcos en valores...Estos ingresos hubieran sido mejores aún si
no...se hubiera publicado una mala edición completa ilegal, de la que hubimos de
convertir en papel 3.500 tomos. Naturalmente la edición completa de ahora exige
colaboradores tan sobresalientes como el Sr. Kögel y el Sr. Dr. v. d. Hellen, y ello
supone grandes sumas, aunque la parte principal de los gastos corre a cargo de la firma
Naumann y de mí misma...El tutor de mi hermano me dijo que es absolutamente imposible
prescindir de la pensión basilea...Todo este asunto me agobia puesto que temo que en
Basilea se conceda de mala gana la pensión a mi pobre hermano, él tampoco quería gravar
demasiado a Basilea. Yo misma no tengo fortuna alguna; lo que me quedaba en dinero
líquido lo he gastado en honor de mi hermano, a quien amo profundamente, para la
instalación y mantenimiento de un Archivo-Nietzsche, cosa absolutamente imprescindible
como base para la edicción completa. A mi pobre madre no puedo decirle absolutamente nada
de todo este asunto,...puesto que ella considera la pensión de Basilea como lo único
seguro.....a excepción de los pocos intereses: duda completamente de que sus libros
produzcan siquiera algún ingreso en lo sucesivo.Yo también creo que después de la
edición completa ya no llegarán grandes ingresos; ¿quién compra en Alemania libros
filosóficos? Los libros de mi hermano no se dirigen en absoluto a la masa: si de mí
dependiera sólo podrían venderse a los muy pocos que los entienden, por eso me parece
muy bien su precio enormemente elevado...Pero quiero volver al objetivo fundamental de mi
carta: estoy muy afligida por no poder exonerar a Basilea; lo habría hecho con mucho
gusto.» Ante esto el Prof. Von der Mühll hubo de aclararle otra vez
que no estaba en ella el renunciar o no, sino en la regencia el conceder o
no, y que hasta 1897 estaban asegurados todavía los 1.000 marcos de la Sociedad
académica.
TACTICA DE ATEMORIZAR
Pero entretanto la Sra. Förster se había asegurado
financieramente de otro modo. Elisabeth consiguió, en porfía con su madre y con
el tutor Oehler, que renunciaran a todos sus derechos respecto de las
publicaciones. Con ello en cualquier caso, demostró poseer un olfato infalible para los
negocios. La hermana tendió el lazo hábilmente: a finales de noviembre, atemoriza
a la madre con la «nueva profundamente alarmante» de que la pensión «le
ha de ser retirada próximamente a mi pobre hijo», tal como ésta se lamenta a
Overbeck el 28 de noviembre de 1895, informándole a continuación: «He oído
también a través de un tercero que mi hija ha hablado incluso de una especie de
reintegro, cosa que es imposible que ella piense en serio», y ruega a Overbeck que
le conteste rápidamente, telegráficamente incluso si es necesario, puesto que el domingo
(1 de diciembre) viene su sobrino Adalbert Oehler para tratar de un «asunto
tremendamente inquietante» para ella, para cuya decisión es importante conocer con
certeza la cuestión en torno a la pensión de Basilea.
RENTA PARA LA MADRE
Entretanto Elisabeth había preparado una compensación para la
pensión de Basilea: Si la tutoría (madre y concejal Oehler) renuncia en ella - Elisabeth
- a sus derechos derivados del contrato editorial, ella abonará 30.000 marcos y promete a
la madre una renta de 1.600 marcos anuales. La madre desconfía de esa oferta tan rumbosa,
no puede imaginarse de dónde ha de llegar de repente tanto dinero. «De amigos»,
se le asegura, pero silenciando quiénes son esos «amigos», así como las
condiciones interesantes a esa generosidad. El 6 de diciembre de 1895 confiesa a Overbeck:
«... y esta petición que se me dirige no me hace gracia alguna, y así la decisión me
resulta muy difícil y me tortura auténticamente. Tampoco mi sobrino... pudo llegar a una
decisión definitiva, o, más bien, vino sólo para procurarme tranquilidad, pero cada
día encuentro más motivos para estar en contra que a favor». Le dice también por qué
no cree en ese dinero: «Se gasta demasiado, de modo que sólo puede depositarse poco, y
yo, por ejemplo, jamás he recibido nada ni de sus réditos ni del archivo.»
LA MADRE CEDE
Pero la madre de Nietzsche, poco antes de Navidad, se ablandó, y,
con el amargo sentimiento de haber cometido en definitiva una injusticia, el 27 de
diciembre de 1895 escribe a Overbeck: «Acabo de pasar unas semanas muy difíciles,
pero antes de que le explique todo esto por escrito es mejor adjuntarle el correspondiente
documento, del que podrá usted colegir que el Archivo-Nietzsche, con todo, también con
sus honorarios de Naumann, ha pasado a mi hija. Fui totalmente sorprendida con el
contrato, de modo que por la tarde recibí el escrito enviado por mi sobrino desde
Magdeburg y al día siguiente ya Liesbeth tenía fijada hora con el notario para la firma.
Pero se habían hecho las cuentas sin el patrón, así que me resistí durante cuatro
semanas enteras y lo hice, finalmente, porque creí volverme yo misma enferma y porque
también mi sobrino me escribía una carta tras otra diciendo que firmara sin miedo
alguno; el día anterior pedí también telegráficamente al Prof. Heinze, de Leipzig, que
viniera y el bueno de él... compartió plenamente mi punto de vista en todo, puesto que
él había recibido ya de Lieschen el contrato...A mi me pareció todo ello una confusión
de ideas de mi hija: quererme comprar el tesoro espiritual de mi hijo, de nuestro enfermo
comúnmente amado, o sea, nuestro tesoro familiar, a cambio de dinero extraño, a mí y,
sobre todo, a mi hijo, que tiene un nombre -puesto que yo no veía el menor motivo para
cambiar las cosas. Ni yo ni mi sobrino hemos puesto jamás impedimento alguno tanto a
Lieschen como a Kógel...A Heinze, Lieschen le dio como motivo fundamental poder decidir
al respecto, comprar correspondencia a ser posible, etc... Así, al día siguiente vino el
notario a casa con mi hija, puesto que yo estaba enferma, y estampé esa firma, que se me
había hecho amarga. De dónde piensa sacar mi hija sus medios de existencia, el sueldo de
Kögel, el dinero para servir a objetivos ideales y los 1.600 marcos que ha de pagarme a
mí como pensión para el bueno de Fritz ("que sólo están sobre el papel",
como dijo el Prof. Heinze), es cosa que ella misma ignora, puesto que Lieschen, además,
no sabe manejarse con el dinero...Lo mejor de ello es que desde la firma reina el buen
tiempo y pasamos una hermosa Noche Buena.»
ARROGANCIA
Ahora la Sra. Förster podía comportarse ya de modo
arrogante respecto a Basilea. Ya no se forzó en las alabanzas y sorprendió al Prof.
Karl Von der Mühll el 12 de enero de 1896 con una de sus locuaces cartas. Pide
diculpas por haber olvidado su última carta en alguna parte en Weimar, Leipzig o
Berlín, diciéndole que le responderá más tarde cuando vuelva a reunir sus papeles.
Después dice que quiere «rogar al tutor de mi hermano que le ofrezca a usted una
exposición exacta de toda la situación, y, entonces, usted y él podrán decidir
libremente qué es lo que parece más oportuno hacer en la cuestión de la pensión de
acuerdo a esa situación y a la condición de mi hermano. Mi madre no tiene la más
mínima idea de todo esto, puesto que es mi primo... quien se ocupa de estos asuntos...
Esa fue la desgracia ahora en la cuestión del contrato: que la pobre madre quiso decidir
de repente sin conocimiento del asunto y sólo según peregrinas ideas personales. Se
extrañará de que el contrato llegara por fin a realizarse. Ello sucedió así: los pocos
que podían tener perspectiva sobre el asunto: tres juristas excelentes, la firma C. G.
Naumann y un amigo, emprendieron a la vez el asalto a mi madre, tan increíblemente
lógica; la cosa se agudizó tanto que probablemente se le hubiera retirado la tutela de
no haber firmado ese contrato tan extraordinariamente beneficioso para mi querido hermano,
fue entonces cuando ella se decidió, aunque todavía de muy mala gana.
ATAQUES A OVERBECK
En la carta anterior la Sra Förster afirma tambien que en
sus últimas gestiones fue respaldada por Naumann: «Overbeek, extrañamente,
respaldó al contrario y había sancionado francamente el error. Si ese error hubiera
persistido mi hermano sería ahora completa, completamente pobre y dependería únicamente
de la pensión de Basilea, mientras que ahora hemos llegado a un punto en el que podemos
sopesar el tema de la pensión. Acto seguido el experto pasó a resaltar especialmente:
cómo yo, todavía en mayor grado, me había preocupado de la herencia intelectual de mi
hermano; fundado el archivo, creado la edición completa, ejecutado, en fin, una suma
summa summarum, una plétora realmente sorprendente de buenas actuaciones. Al final
consideró aún el sacrificio que yo había hecho, todo lo que yo poseía en dinero,
tiempo y capacidad de trabajo lo había sacrificado por ello... Esta exposición completa
de mis méritos... convenció por fin a mi buena madre. Desde entonces está como cambiada
y manifiesta también con respecto a mí todas las cualidades amables de su naturaleza...
He de rogarle a usted todavía que no considere en modo alguno definitivas las
observaciones de Overbeck. El no entiende absolutamente -nada de todo el asunto, no ha
hecho más que dificultarme todas estas difíciles situaciones, comportándose conmigo de
modo totalmente inconveniente. He hablado al respecto con el consejero privado Rohde y
éste manifestó su gran disconformidad con el comportamiento de Overbeck, aunque pensaba
que la culpa la tenía la mujer, que estaba empeñada en apartar a Overbeck de todos sus
viejos amigos: esto podía ser su disculpa.»
AMPLIA INFORMACIÓN
Los miembros de la comisión, de momento, deciden que la pensión de
Nietzsche y su asignación entre de nuevo en el presupuesto. Pero el Prof. Hegenhach
no se conformó tan tranquilamente con el asunto y el 29 de febrero de 1896 escribió a su
colega Von der Mühil: «Le devuelvo la carta de la Sra. Förster. La he leído. Si
exite un capital de 60.000 marcos y, además, puede conseguirse una renta de 1.600 marcos,
podríamos interrumpir tranquilamente la pensión.Pero el contenido entero y especialmente
la forma de la carta es tal que ante todo debíamos recabar información de una persona
desapasionada. Sería muy deseable un informe del tutor: el colega Overbeck sabe, en todo
caso, quién es el tutor y quizá podría pedírsele información.» El Prof.
Overbeck pidió informes, a través de la Sra. Nietzsche, al concejal Oehler
de Magdeburg, quien el 30 de marzo ofrece esta clara información: «1. Ingresos
seguros sólo son por el momento los réditos de 29.600 marcos en valores, los cuales,
colocados al tres y medio por ciento, importan anualmente alrededor de 1.000
marcos. »2. Honorarios de autor ya no le corresponden al profesor
Nietzsche. Todos los derechos provenientes de los contratos editoriales han sido
transferidos a la hermana, a la Sra. Förster-Nietzsche...» Afirma tambien
que las obligaciones aceptadas contractualmente por la Sra. Förster reposan, por ahora,
en un suelo muy inseguro.»3.Los préstamos concedidos por amigos del Profesor
Friedrich Nietzsche. » 4. La madre -la Sra. Nietzsche- cuenta con una
pensión escasa: creo que 300-400 marcos anuales: tiene una casa en Naumburg sobre la que
penden algunos miles de marcos de hipoteca . Antes tenía alquilada la casa, de modo que
sacaba de ahí ingresos suficientes para sus modestas necesidades. La enfermedad de su
hijo, entretanto, ha hecho necesario que la casa no sea habitada más que por ella. Por
esta razón, desde hace años la casa no genera más que gastos, pero no aporta ingreso
alguno...» Sea cual sea ahora la decisión, les pido a Vuestras llustrísimas que acepten
mi palabra de que quedo siempre agradecido a la universidad de Basilea, a sus autoridades
y miebros, por la benevolencia mostrada para con mi primo Friedrich Nietzsche.»
BUSQUEDA DE PRESTAMOS
Entretanto Elisabeth había recurrido a diferentes
«amigos» y «admiradores» con vistas a un préstamo. Pero, en principio, no consiguió
éxito alguno. Despues decide ir en busca de amigos que hagan de avales para un préstamo.
En primerísima línea de esos amigos está Meta von Salis. A ésta ya le había
solicitado en octubre un préstamo de 500 marcos, que recibió con rapidez, para
poder comprar aquella carta comprometida que parece que le fue robada en el
Paraguay y que ahora le había sido ofrecida desde Chemnitz. Hubo de tener un enorme
interés en la posesión (¿y destrucción?) de esa carta de su hermano. Pero los ingresos
del archivo no eran suficientes (sus viajes de 1895 a Turín, Sils, Basilea, habían
costado demasiado), por eso necesitó del préstamo de Meta von Salis. Ruega
a Meta von Salis un aval de 5.000 a 6.000 marcos, garantizado por valores (¡o
sea, el capital efectivo del hermano!). Todavía el 24 de enero de 1896 Elisabeth tiene
que informar a Meta von Salis de un inconveniente que puso en peligro el préstamo. El Dr.
Kógel y el Dr. Hermann Hecker eran partidarios de tomar el dinero de v. d. Heydt, el
conde Harry Kessler y el Dr. Raoul Richter preferían a Robert v. Mendelssohn. Fuera cual
fuera la decisión podía faltar un aval. Elisabeth propone a Meta von Salis: Meta v.
Salis responde de 10.000 marcos, ella misma de 2.000 y el Dr. Richter, el conde Kessier y
el Dr. Heeker, cada uno de 6.000. El 26 de enero se lleva a cabo el contrato de fianza,
por cuyas garantías se hacen líquidos los 30.000 marcos por Robert v.
Medelssohn (personalmente, no por la banca) por un plazo de 5 años, es decir, hasta el 1
de febrero de 1901. Como avales figuraron: la Srta. Meta v. Salis, el Dr. Hermann Hecker,
el conde Harry Kessler y el Dr. Raoul Richter, cada uno de los cuales respondieron de
6.000 marcos. El riesgo de los 6.000 restantes parece que fue el propio Mendelssohn quien
corrió con él.
CAPITAL JUDÍO
No deja de tener una amarga ironía que el Archivo-Nietzsche,
que más tarde se convertiría en un centro intelectual del nacional - socialismo,
necesitara, en definitiva, para su nacimiento de capital judío, cosa que Nietzsche
parecía prever cuando el 9 de diciembre de 1888 escribió a Heinrich Köselitz:
«¿Sabe usted ya que para mi movimiento internacional necesito todo el gran capital
judío?» Quizá la Sra. Förster se acordaba de esto cuando en 1933, a pesar
de toda su admiración por la persona del «Führer» y por su programa nacional,
se manifestó clara y contundentemente contra la persecución de los judíos, como una
confusión perniciosa bajo el influjo de malos consejeros.
FINAL DEFINITIVO
En Basilea, las decisiones a las que se refiere el concejal
Oehler en su carta del 30 de marzo se tomaron con plena independencia de todos estos
manejos de la Sra Förster y el montaje del Archivo-Nietzsche. Lo cierto, sin embargo, era
que. ya no existía «entre los suscriptores inclinación alguna a renovar la
suscripción Nietzsche». A la mayoría le faltaba en exceso la relación personal
con Nietzsche, y además, seguramente, se recibían con desagrado las noticias de prensa
del éxito del Archivo-Nietzsche, trasladado entretanto a Weimar.
Parecía obvio que allí no reinaba necesidad alguna.La cantidad de 1.000 francos del
fondo Heusler había vuelto a ser concedida mientras tanto para todo el año 1897 y llegó
a pagarse al completo; y lo hubiera sido asimismo sin el requerimiento del tutor Oehler
del 21 de junio de 1897 al Prof. Karl Von der Mühll: «La exposición que hice el
año pasado en mi detallado informe... vale hoy todavía... Tras la muerte,
desgraciadamente demasiado temprano, de la madre de Friedrich Nietzsche, yo, como tutor
del mismo, he llegado con la Sra. Förster al acuerdo de que ella se encargue plenamente
de los cuidados y del sostenimiento de su hermano, así como de todos los gastos
ordinarios, recibiendo a cambio todos los ingresos ordinarios de su hermano. Estos
ingresos - sin contar la pensión de Basilea - ascienden a unos 2.100 marcos. No hace
falta que me extienda en exponer cómo los gastos del cuidado y mantenimiento de su
hermano, con el que quiere trasladarse el próximo mes a Weimar a una casa con jardín,
saludable y recogida, no pueden cubrirse sólo con esto, y cómo ella ha de realizar
muchos mayores sacrificios para cumplir esa obligación de la que se ha responsabilizado.
Dado que ahora surgen cuantiosos gastos por la liquidación del hogar de Naumburg y por
transformaciones arquitectónicas en el nuevo hogar de Weimar, hechas en interés del
enfermo, yo saludaría con el más vivo agradecimiento el que fueran pagados aún los
plazos de la pensión que quedan para este año. A propuesta de la Sra. Förster quiero
hacer el intento, por el contrario, de arreglárnoslas en lo sucesivo sin la pensión
concedida hasta ahora. Todos tenemos motivos para estar agradecidos de todo corazón a las
autoridades de la universidad y a sus amigos por la esencial ayuda concedida para el
enfermo. Aunque esperamos que, en las circunstancias actuales, sea posible prescindir de
ella en el futuro... Ruego, en interés del enfermo, que pueda hacer la propuesta de que,
si en contra de lo esperado la situación se vuelve tan desfavorable que parece hacerse
indispensable seguir con la ayuda, se me permita entonces solicitar de usted esa
ayuda...No quiero tampoco desaprovechar esta ocasión para agradecer de todo corazón a
usted, estimado Sr. profesor, y a todos los que han participado en ello, la valiosa ayuda
prestada al desdichado enfermo.» El Prof. Von der Mühll se interesó
personalmente de modo extraordinario por la suerte de Nietzsche, tal como se colige de
diversas cartas a la Sra. Förster. Así por ejemplo, ahora lo afectó la supresión desde
el 1 de julio de las aportaciones provenientes del círculo de la Sociedad académica, y
expresó a Overbeck su intención de que, en caso de que esas aportaciones cesaran
realmente, se requiriera por esa única vez del fondo Heusler la cantidad correspondiente
a ellas. Pero en principio creía todavía en una prórroga, al menos para el año en
curso. «Si éste no fuera el caso, intentaría conseguir que la regencia concediera
500 marcos aún para este año, justificándolo por el hecho de que por la muerte de la
madre y por el traslado a Weimar han surgido gastos extraordinarios, y que no sería
correcto negar esta última ayuda. Quizá podría conseguirse aún la suma de la Sociedad
académica. No se pudo, como hubo de explicarle Overbeck el 27 de junio. En julio,
Von der Mühll volvió a aclarar detalladamente las cosas al concejal Oehler, y tuvo que
exponerle cómo a fines de 1897 debían acabar también definitivamente los pagos del
fondo Heusler. Por otro lado la pensión ya no era necesaria, cosa que, a su estilo
patético, la Sra. Förster confirma al profesor Von der Mühll en una carta llena de
divagaciones del 7 de septiembre de 1897: «El tutor de mi hermano me ha enviado una
carta suya para que la responda. Aprovecho gustosamente la oportunidad para expresarle en
esta ocasión lo muy agradecida que he estado siempre a la universidad de Basilea y a
todos los que ahí se han interesado con tanto calor y ternura por mi querido hermano,
evitando con ello preocupaciones a él y a mi querida madre. Mi vivo deseo fue siempre que
la pensión de Basilea no le resultara imprescindible a mi hermano; muy a menudo él
había expresado lo penoso que le resultaba gravar durante tanto tiempo a una comunidad
tan pequeña... Si intento arreglármelas ahora con lo que aportan nuestros ingresos
literarios comunes, si -no ruego a la universidad de Basilea que siga pagando al menos una
pequeña parte de la pensión, lo hago todo porque estoy imbuida por la idea de realizar
en todas mis acciones los deseos de mi querido hermano, para lo que gustosarnente estoy
dispuesta a hacer cualquier sacrificio. Tampoco su disposición al sacrificio fue
requerida por la evolución posterior de los acontecimientos en y en torno al Archivo
y al legado de Nietzsche. Pronto se las daría de «gran dama», como
una potentada en buena situación.
CONFLICTO
Con la desaparición de la pensión de Basilea se rompió, sin
embargo, la última relación positiva con «Basilea». A partir de entonces
resultaron ociosas todas las inhibiciones y deferencias con respecto a Overbeck, y él
hubo de servir cada vez más de blanco a la agresión de la Sra. Förster, cuando él no
tenía otro deseo que le dejaran en paz y no tener nada que ver con el tráfago del
Archivo. El 31 de marzo de 1897 había dejado su cátedra, el gobierno lo había jubilado
como emérito en agradecimiento a sus extraordinarios servicios durante largos años y no
quería ya más que gozar de sus últimos años tranquilamente y sin molestias. No se
interpuso para nada en el «Archivo», pero tampoco quería que le inmiscuyeran en su
actividad. La Sra. Förster, con sus incesantes ataques y pretensiones, le amargó
radicalmente tal deseo. Con ello había surgido la infausta tensión entre Basilea y
Weimar.
TRASLADO A WEIMAR
El 1 de agosto de 1896 Elisabeth se había trasladado a
Weimar con el Archivo.Afirmaba trabajar mejor allí, sobre todo en la biografía, recibir
más estímulos, estar más cerca de las fuentes. Ciertamente, en comparación con
Naumburg, Weimar era un entorno de gran estímulo intelectual. Y además sólo por eso de «con
asiento en Weimar» el Archivo consiguió superior consideración, se equiparó
externamente al de Goethe, y Elisabeth hubiera sido la última
precisamente en vacilar en jugar magistralmente esa carta de triunfo.También era más
fácil contar aquí con visitantes, con visitantes de relieve. Y ya no necesitaba además
atraerse a los colaboradores del Archivo-Goethe de Weimar.Y precisamente tenía
gran falta de ellos.
CLASES DE FILOSOFÍA
En el otoño de 1896, se atrajo a Rudolf Steiner para que
le diera clases de filosofía. El 5 de diciembre le propone ser editor en el Archivo-Nietzsche,
cosa que Steiner rechaza estrictamente a pesar del repetido ofrecimiento. Pero,
para no poca sorpresa suya, la Sra. Förster expandió la noticia de que lo
había conseguido como editor. Esto produjo, naturalmente, tensión con el colaborador de
hasta entonces, el Dr. Kögel, quien, para acabar de perder todas las simpatías
del ama, se había prometido con la Srta. Gelzer de Jena.
COLABORADORES
Kögel fue despedido en junio de 1897, Steiner
perdió al mismo tiempo su «puesto de enseñanza». En el otoño de 1898 viene
como nuevo colaborador el Dr.Arthur Seidl. Pero no tiene otra cosa que hacer que
corregir las supuestas faltas de Kögel. Después de un año también él se despide y es
sustituido por el Dr. Ernst Horneffer, al que se une más tarde su hermano el Dr.
August Horneffer. A finales de octubre de 1899, finalmente la Sra. Förster consigue
anexionar a Heinrich Köselitz al Archivo para la edición de las cartas. En
ese archivo, por tanto, las cosas suceden de modo realmente turbulento.
SILBERBLICK
El archivo se estableció primero en la Wösrthstrasse 5.
Pero esto no le bastaba a ella, no le parecía con suficiente relieve. Con gran tenacidad
la Sra Förster consiguió que Meta von Salis, el 20 de mayo y para el 1
de julio de 1897, adquiriera por 39.000 marcos la casa «Silberbrick» de la
Luisenstrasse 30, con vistas sobre todo Weimar, y que la pusiera a su disposición como
archivo. Sobre la suave cadena montañosa que, al otro lado de la ciudad, acompaña y
abarca el valle del Ilm, se levantaba ya el nuevo edificio del «Archivo Goethe y
Schiller», inaugurado el 26 de junio de 1896, tras haberse ampliado el
Archivo-Goethe, fundado en 1885, al conseguirlo en 1889 el legado de Schiller. El 20/21 de
julio de 1897 Elisabeth pudo instalarse en «Silberblick» con el archivo. Hizo
inmediatamente que vinieran obreros y jardineros y procedió a transformaciones en la casa
que hubo de costear la propietaria. Despues se pone inmediatamente a conseguir hacerse con
la propiedad de la casa y ofrece por ella a Meta von Salis 40.000 marcos, cosa
que logra dentro del plazo de un año. El contrato de compra-venta está fechado el 1 de
julio de 1898. La caja de ahorros de Weimar le acepta una hipóteca de 19.000 marcos y los
21.000 marcos restantes lo logra vendiendo la casa de Naumburg en mayo de 1989.
NIETZSCHE A WEIMAR
La nueva casa-archivo ofrecía tanto espacio que Elisabeth
pudo llevar consigo a su hermano incluso con la fiel Alwine. Parece que Nietzsche
en su apatía no notó en falta la ausencia de su madre y que soportó bien el traslado a
Weimar a donde llegó el 8 de agosto.
ESPECTACULAR
La instalación de Nietzsche en Weimar fue una acontecimiento
espectacular. Un viejo conocido de Basilea, Ludwig von Scheffler, narra....«Sobre el
collado labrantío de enfrente se levanta un molino holandés roto...¡No lejos de allí
se está acondicionando un casa! ¡Realmente una fea casa! Como en el verano aparece allí
tan abandonada, tan sin protección en medio del ardor del día, la ocurrencia del
filisteo de Weimar no resulta tan desacertada cuando la llama Villa insolación. ¿Cómo
puede vivirse allí dentro? ¡Y sin embargo se vive! Un día mi hijo pequeño llega de la
escuela excitado: ¿Sabes papá? ¡Ahí en frente se ha instalado un filósofo loco!
Reprendo al muchacho pues mi sospecha se confirma pronto. ¡La hermana de Nietzsche ha
venido a Weimar con su hermano enfermo! Voy al jardín y elijo las rosas más hermosas
para un ramillete. Subo luego a la villa, allá en la altura, el corazón lleno de
emotivos pensamientos que pertenecen al recuerdo de la juventud. ¡Como entonces en el
Spalentorweg, una dama me abre la puerta! Reconocí inmediatamente la cara. Lo demás que
pertenece a la mutuas explicaciones sucede en minutos de salutación afectuosa. La hermna
de Nietzsche me conduce a una especie de salón. Ya entonces casi todo está dedicado
piadosamente al recuerdo del gran hermano. ¡Sus retratos en las paredes, libros,
manuscritos suyos por todas partes, colocados ordenadamente, pero esparcidos por doquier!
Luego, instintivamente nos vamos a la ventana a contemplar la vista. ¡Ante nosotros el
molino! La Sra. Förster se refiere a él con ademán melancólico: 'Una imagen de nuestra
existencia! ¡Sin alas!' Y supe a continuación que una admiradora suiza del filósofo
había adquirido para él esa casa tan extrañamente situada. Aquí, en la tranquilidad y
apartamiento, ella confiaba aún en una especie de curación de sus enfermos nervios».
PEREGRINAJE
Elisabeth escribe a Meta v. Salis informándole sobre las
primeras visitas: «Entretanto he tenido visitas muy agradables: primero el conde
Kessler y después la Sra. Von Petery y pasado mañana viene Stöving,...En noviembre
Resa v. Schirnhofer hizo una visita de tres días. Se trataba de su primer encuentro
con la hermana de Nietzsche. En sus Recuerdos informa al respecto: «Era
natural que Elisabeth Förster- Nietzsche me propusiera hacer una visita a su hermano, a
pesar de que yo misma no hubiera manifestado tal deseo, pues temía que la amable imagen
del recuerdo del tiempo de nuestros encuentros anteriores se ensombreciera por la
impresión de su aspecto externo, alterado por la enfermedad... Inmóvil, ausente, cerrado
en sí mismo, estaba sentado, como un autómata, allí donde una voluntad extraña lo
había colocado. No recuerdo haber pronunciado una palabra siquiera de salutación, ni de
haber superado la medrosa rigidez que me sobrevino ante esa persona muda que antes me
resultaba conocida y ahora tan extraña...Así que, con tristeza, despedí, meditabundo,
aquello que todavía podía moverse -por lo que se refiere a las ideas y a los
sentimientos- detrás de aquella máscara externa, impenetrable en esa forma vital que
llevaba en sí misma el sello del desamparo humano y en la que toda chispa de vida
intelectual parecía extinguida. La Sra. Elisabeth quería saber algunas cosas sobre mis
encuentros y conversaciones con su hermano y, entre otras cosas, me preguntó también por
si él había hablado conmigo sobre Stirner y su libro El único y su
propiedad. Reflexioné un momento 'y contesté después que no podía acordarme de
haberle escuchado ese nombre. Esto pareció no satisfacerla e insistió formulando de otro
modo la pregunta: si yo, con seguridad, por mis recuerdos, podía afirmar que él no lo
hubiera nombrado. Tuve la impresión de ser un delincuente en interrogatorios ante el juez
de instrucción y dije que sólo podía afirmar que ese nombre no se encuentra en mi
cuaderno de notas de aquel tiempo ni en mi recuerdo de Nietzsche como pronunciado por él.
Pero ella volvió varias veces a esa pregunta recibiendo siempre la misma respuesta»..
DESCRIPCIÓN EXCENTRICA
La descripción seguramente más entusiasta, excéntrica y exaltada
nos la ofrece la baronesa Ungern-Sternberg, a la que Nietzsche había conocido en
octubre de 1876 en el viaje a Sorrento. Relata su última visita, pocas semanas antes de
la muerte de Nietzsche, o sea, en torno a julio de 1900: «A ruegos míos
encarecidos, tras tres días, se me concedería un reencuentro, deseado y temido -y a la
vez que a mí, a todo un pequeño círculo de amigos íntimos, antiguos y nuevos. Para
gran satisfacción mía conocí a Gast (Köselitz), el hombre con ese corazón sensible de
oro y con esa cabeza de músico tan expresiva. Este simpático círculo lo completaban
nuevos admiradores, un matrimonio joven con formación musical, personajes de la nobleza,
no sólo de nacimiento, sino también de sentimientos...Al pobre doliente sólo se le ha
podido ahorrar el suplicio de las ulceraciones de cúbito por un refinado sistema de
cuidados inventado por ella [por la hermana], que consiste esencialmente en cambiarlo de
posición y lugar cada dos horas durante el día. De ese modo llevaba una existencia
pacífica,contemplativa,sin dolores físicos, protegido por un amor y un desvelo
incansables, que se renovaban para él con cada sol...¡Cómo me sentí cuando lo ví en
la majestad de su ser, de la belleza tan infinitamente ahondada de su expresión anímica!
La belleza de los ojos, especialmente, no cubiertos ya por las gafas, era realmente
subyugante.De esas estrellas oculares profundamente tristes, que parecían divagar en la
lejanía y,sin embargo,mirar hacia el interior,surgía una fuerza poderosa, un fluido
espiritual magnético,al que no podía sustraerse ninguna naturaleza sensible. Cubierto de
un ropaje blanco,reposaba en un diván al que me acerqué vacilante, introducida por las
palabras de la hermana:"Cariño, aquí te traigo a una querida amiga que hemos
recordado juntos a menudo."Con ambas manos tomé la derecha suya, estrecha,
enflaquecida -la misma que había conjurado sobre el papel esas series inmortales de
ideas, aere perennius- y susurré:"Nos encontramos una vez, hace mucho, mucho tiempo,
en Italia, en Génova y en Pisa."Examinando, pensativo, sus ojos reposaron
sobre mí y buscaron después, moviendo la poderosa cabeza, en pregunta sorda, la
mirada de la hermana, que le susurraba palabras afectuosas, llenas de amor y dulzura. Bajo
las manos del maestro Peter Gast surgían del piano sones magníficos, poderosos acordes,
que conmovían al enfermo como con fuerza de encanto y sacudían su organismo como chispas
eléctricas. Un arrobo feliz se dibujaba en su rostro, todo el cuerpo se estremecía en
excitación febril, y nueva vida traspasaba las manos translúcidas, entumecidas. Ellas
rompían las cadenas del entumecimiento y se movían una contra otra en signo de aplauso.
Nada le parecía bastante en esa manifestación de alegría; enmudecidas ya las cuerdas
-pero ojo en ojo con la hermana, buscando y encontrando ahí elocuente simpatía- temblada
la deliciosa emoción en una auténtica tormenta de entusiasmo, con gesticulaciones y
aplausos que no querían terminar. Un espectáculo para dioses que me fue dado contemplar.
Con ojos húmedos, trapasados de indecibles sensaciones, se retiraron los testigos de esa
insurrección anímica. Un apretón de manos y lágrimas disolvieron la tensión del
alma.»
DONACIONES
Elisabeth escribe a Meta v. Salis informándole: «¿[Sabes] que
el Dr. Meyer en Berlín ha comprado el cuadro de Stöving por 2.000 marcos y lo ha
regalado al Archivo? El cuadro, desgraciadamente, está aún en una exposición y sólo
llegará en septiembre. El conde Kessler es ahora nuestro consejero en asuntos
bibliográficos, queremos sacar una nueva y pequeña edición del Zaratustra, la actual ha
caído en el estilo de la lírica juvenil y femenina.»
FANTASIAS
Adalbert Oehler informa a Meta v. Salis brevemente
de que el 19 de diciembre ha estado por primera vez en «Silberblick». A parte
de esto las noticias sobre el estado del enfermo, extinguido mentalmente, se hacen
escasas, pero estas pocas, todas ellas, contradicen plenamente la exposición que hace Elisabeth
en su Biografía, en la que afirma un nuevo despertar del espíritu,
conversaciones razonables e incluso una cierta movilidad física, hasta que sufriera una
recaída en el verano de 1898 que ella diagnostica como «débil ataque apopléjico».
Así una sobrina, Marie Schenk el 12 de septiembre de 1898 escribe a Meta von
Salis: «La tía estaba tan contenta en julio con el estado del enfermo que casi
abrigaba esperanzas de que pudiera darse un cambio para mejor.Pero, por desgracia, sólo
se trató de una ilusión. Un profesor de Jena, al que hizo venir la tía, dio la
enfermedad por incurable.A las fases de tal mejoría aparente seguían las recaídas que
siempre llevaban un peldaño más abajo». Así en mayo de 1899 la hermana vuelve a
tener la impresión de un «ataque de apoplejía», del que el paciente se
recupera algo, de modo que Marie Schenk puede informar al mes siguiente, el 29 de
junio de 1899: «El estado de Friedrich Nietzsche es muy variable.Ultimamente la tía
Förster tuvo mucho miedo por su vida ya que él se pasó 36 horas tendido sin dar ningún
signo de vida. Ayer me escribió mi hermana Martha desde Weimar que "su marido va
ahora casi diariamente al Archivo-Nietzsche, ojalá que la dolencia de pies no depare aún
más sufrimientos en el futuro al pobre enfermo; en cualquier caso, los cuidados se han
hecho más difíciles por ello». Al parecer se había abierto un pie, y eso debía
resultar muy doloroso.» Por la misma época que Resa v. Schirnhofer vino
también el escritor Karl Böttcher (1852-1909), que el 4 de diciembre de 1897 en
el diario de Riga y en 1900 en su libro Por caminos de estudio describe
sus impresiones: «Al entrar en la amplia habitación, iluminada desde dos lados, la
encuentro vacía. Pero no, allí en el rincón, en el sofá detrás mismo de la mesa,
reposa en bata una figura algo encogida...Duerme, el enfermo duerme en largas y tranquilas
aspiraciones... Hundido, con los ojos apretados un tanto enfermizamente, pálido,
reposando las manos sobre el pecho.La conversación con la hermana continúa en tono de
susurro...Volvemos a la biblioteca...Tras algún tiempo entro otra vez en la sala de estar
del enfermo. Ahora ha salido ya de su dulce sueño y está acurrucado en su silla junto a
la ventana. La ancha espalda inclinada sobre un libro gordo en el que aparentemente lee,
aunque lo mantiene al revés en la mano. Grandes, vivaces ojos brillan hacia mí: Es como
si comenzara a buscar en sus recuerdos quién pueda ser ese hombre extraño que está ante
él. Pero después vuelve e inclinarse sobre el libro, sin tenernos más en cuenta ni a la
hermana ni a mí...A veces balbucea algunas palabras como en un monólogo."En esta
casa vivían muchas personas buenas"... y, más tarde,"He escrito muchas cosas
bonitas"...Se le da un trocito de pan (¿pastel?); al parecer le gusta. Este es un
hermoso libro", dice con seriedad».No
como Lenau, furioso y excitado, no; como en otro tiempo Hölderlin, Friedrich Nietzsche
está oscurecido por una especie de locura elegíaca; está tranquilo, se comporta
dulcemente, pero sin pena ni alegría.Su actividad intelectual está plenamente destruida:
apagada su memoria, apagado el juicio, apagada la fantasía; enmudecido el surtidor del
espíritu, que en otro tiempo alcanzaba el cielo, brillantes en la tiniebla mental
aquellos ojos azules... resplandecientes antes en el sol con la pompa más magnificiente
de arco iris.» Estos pocos testimonios ofrecen una idea suficiente de como las
cosas fueron realmente.
BUSTO DE MAX KRUSE
En mayo de 1898 Elisabeth hace que venga de Berlín el
escultor Max Kruse para hacer un busto de mármol. Hoy ese busto está
en Sils-Maria, después de que durante muchos años quedara casi olvidado.
Entonces, sin embargo, gozaba de consideración - o Elisabeth consiguió que se le
considerara. En cualquier caso, el gran duque de Weimar acudió hasta el archivo
expresamente para contemplar ese busto.«Parece que el enfermo estuvo muy paciente
durante las sesiones y que su aspecto era bueno, dadas las circunstancias.» Ya al
siguiente septiembre Elisabeth hace venir de Dresden al escultor Arnold
Kramer para realizar una estatuilla de Nietzsche. En los últimos meses de
vida al pintor Hans Olde (1855-1917) le fue permitido pintarlo embebido en la
contemplación de una puesta de sol. Sólo a visitantes escogidos les es
permitido ver al enfermo, y en ello se percibe siempre una escena con el ánimo y el
encanto de un ritual.
ATRACCIÓN FATAL
Tras un distanciamiento de años, incluso enemistad hostil, por parte de la Sra. Förster, ésta comenzó en
abril de 1898, con el envío de un tomo recién aparecido de poesías de Nietzsche y con
una dedicatoria personal, a ganarlo como colaborador imprescindible para el desciframiento
de los últimos manuscritos. Kóselitz reacciona ante ello todavía sarcásticamente y el
14 de abril de 1898 escribe a Overbeck: «Casi me echo a reír con la dedicatoria
escrita "Al Sr. Peter Gast, con los saludos más cordiales de la editora".
Naumann ha sido vuelto a demandar ante el fiscal por la encantadora y angelical dama.
Apenas sabe otra cosa que intranquilizar a las personas, torturarlas, vejarlas y juzgarlas
con la injusticia más evidente. Al Dr. Kögel, que ha trabajado como un caballo de
Trakehnen, lo llamaba "vago", etc. Yo, por mi parte, me alegro de haber cortado
por lo sano con ella entonces, cuando la llama regresó de América.»
Pero la Sra. Förster espera ahora, sin prisas, a que su gesto de reconcilización vaya
actuando, pero no por eso pierde de vista su objetivo, y el 15 de noviembre del año
siguiente (1899) Köselitz escribe a Overbeek, que se sorprende no poco de ello:«¡Querido
Sr. profesor!..Estuve en Weimar del 11 al 14
de octubre. En el transcurso del año recibí varias cartas muy largas del Archivo, que no
contesté. A comienzos de octubre llegó una carta que me encarecía la edición de las
composiciones musicales de Nietzsche de tal modo que esta vez ya no me produjo ni risa ni
llanto y que me pareció realmente aceptable. Casualmente tenía que hacer otras cosas en
Weimar, con lo que no tuve reparos en subir hasta la magnífica Silberblick, ante la que
queda Weimar aproximadamente como Florencia vista desde San Miniato. Nuestro reencuentro
fue natural, como si no hubiera pasado nada. Sólo el tercer día llegamos a hablar de
nuestras diferencias. Por desgracia no puedo comenzar la historia con el Dr. Kögel,
puesto que me llevaría muy lejos.» El Archivo está deliciosamente montado; Nietzsche,
envuelto en un blanco vestido de franela, reposa el día entero arriba, en un diván, con
no mal aspecto, muy tranquilo, con mirada soñadora y muy inquisitivo. Cuando le toqué al
piano, muy suavemente, el Priache spunti in ciel l'aurora, parece que resurgió
una luz de lo profundo de su borrada memoria: aplaudió sin fuerza alguna y casi
imperceptiblemente con sus manos de Cristo. No creo que esta vez me conociera ya....A
comienzos de diciembre volveré a Weimar: en mi primera visita, a causa de los muchos
paseos, nuevos conocimientos, ojeadas en las actas a los acontecimientos de los últimos
años y demás líos, no pude sino echar una mirada fugaz a las obras musicales con que se
cuenta. Pero ahora tengo que acabarlo. Estoy ansioso por saber qué es lo que usted piensa
de mi comportamiento...Con los deseos y saludos más cordiales para usted y para la
estimada Sra., quedo siempre, en eterno agradecimiento, discípulo suyo Heinrich
Köselitz.»
REVISIÓN DE CARTAS
En realidad la Sra. Förster no tenía en mientes la
edición musical, sino la de las cartas. Y en el material para ello se encontraban
también trozos que Köselitz no podía siquiera enumerar: las duras e injustas
observaciones de Nietzsche sobre el amigo como «majadero» y «espíritu torpe»,
como «carga». ¿Debía aparecer esto en la edición? ¿Y bajo qué condiciones la Sra.
Förster estaba dispuesta a tachar estos párrafos y a renunciar a la publicación?
Köselitz, en ese aprieto, ni podía ni debía siquiera pedir consejo a su viejo maestro
tan respetado como lo era, para él, Overbeck
KÖSELITZ PIENSA CASARSE
Cuando a comienzos de abril de 1900 la madre de Köselitz murió en
Annaberg, él pudo trasladarse definitivamente a Weimar, donde se alojó al principio en
la Lisztstrasse 22. El 4 de agosto de 1900 informa a Overbeck sobre su vida y sus
impresiones (ya desde su nueva vivienda en la Luisenstrasse 13/11, o sea, más cerca del
Archivo 187): «Ha sido un tiempo muy movido este que queda tras de mí, y cuando
creía poderle decir definitavamente dónde aproximadamente podía caberme el honor de
volver a verle, todo cambiaba de improviso. Ahora las cosas están de tal modo que pienso
quedarme aquí los próximos años: ¡sí, quiero casarme el 3 de septiembre! Con un amor
que tengo hace ya 10 años: con la Srta. Elise Wagner, de Leipzig, que tiene ahora 26
años».
KÖSELITZ CRÍTICO
Köselitz escribe a Overbeck: «Ahora, con el
desciframiento de los últimos manuscritos de Nietzsche, así como con la revisión del
León de Venecia (que ha de aparecer aquí en el invierno), estoy terriblemente ocupado,
también socialmente. Estaba pensando, estimado Sr. Profesor, si usted no podría, quizá,
hacer que su camino hacia Dresden pasara por Franckfurt-Eisenach-Weimar-Leipzig. Entonces
me sería dado vivir aquí la tremenda alegría de volver a verle a usted y a su estimada
Sra. No hay peligro alguno de que la Sra. Förster nos importunara. No da un paso por la
ciudad, sólo anda en coche, con cochero y servidor de librea sobre el pescante. Se ha
covertido en una auténtica dama de corte, muy solicitada por su amenidad en círculos
aristocráticos y cortesanos.» Así pues, en este momento Köselitz mantiene
todavía una relación plenamente crítica y distante para con el ama del Archivo.
CALUMNIAS
La visita de Overbeck tuvo lugar en septiembre, aunque fue corta.
Por su parte, Köselitz, queda expuesto permanente y unilateralmente al influjo de la Sra.
Förster, enemistoso respecto a Overbeck, y a él sucumbirá pronto, defendiendo incluso,
al final, la hipótesis - sacada completamente del aire - de que Overbeck se había
inventado la «leyenda» de la base sifilítica de la enfermedad de Nietzsche,debiéndose
sólo la nota correspondiente del historial médico de Jena al influjo de sus informes.
Era ésta una afirmación claramente rebatida por el testimonio de Binswanger, pero que, a
pesar de ello, siguió defendiéndose obstinadamente desde el Archivo - por la Sra.
Förster y Köselitz - en la controversia con Möbius después de 1902.
ULTIMOS DIAS
La definitiva liberación del paciente sucedió el 25 de agosto
de 1900. Esta vez es la señora Mathilde Schenk-Nietzsche, la madre de Marie
Schenk, la que el 30 de agosto de 1900 escribe a Meta v. Salis breve, pero
reparadoramente y sin pathos: «La última semana el finado padecía de un catarro que
se agarró también al pulmón. En la noche del viernes al sábado (24/25 de agosto) tuvo
un ataque de apoplejía. El sábado por la mañana temprano, a las 8, mi marido fue
llamado a casa de la Sra. E. Förster-Nietzsche y encontró al enfermo agonizando
inconsciente, y temblando débilmente en manos y pies; entre las 11 y las 12 del mediodía
dio su último respiro. El domingo por la mañana temprano mi marido fue a Röcken, por
encargo de la hermana del difunto, para preparar y disponer todo para el entierro en la
tumba familiar de sus padres... El martes por la mañana temprano el cadáver fue
trasladado a Röcken.»
ANUNCIO
Trás la muerte de Nietzsche, Elisabeth Förster puso
como anuncio personal:
«Hoy al mediodía, hacia las doce, falleció
mi querido Friedrich Nietzsche».
«Weimar, 25 de agosto de 1900»
Biografía de Nietzsche
Muerte de Nietzsche
HONRAS FÚNEBRES
El anuncio del Archivo fue firmado por Peter Gast, Arthur Seidl,
y Ausgust Horneffer, e invitaba a las honras fúnebres en Silberblick el
lunes 27 de agosto con el siguiente programa:
1.Canto de consuelo de las amigas de la Sra. Förster: «Sones» (poema de Claus
Groth) de Johannes Brahms («Cuando un cansado,enterrado...»)
2. Alocución de Ernst Horneffer.
3. Canto de lamento de las mujeres: «Quae fremuerunt gentes» de Palestrina.
El programa musical delata al experto músico Peter Gast. En su juventud
Nietzsche había puesto música a dos poemas de Groth, uno, aquel cuyo texto
tomaría más tarde Brahms, habiéndose dejado estimular por otro para componer
una pieza de piano. Compuso también un «Miserere» a 5 voces, claramente bajo
el influjo de estudios intensos de Palestrina.
ENTIERRO
El martes 28 de agosto, a las 4 de la tarde, tuvo lugar el entierro
en la tumba familiar de Röcken:
1. Repique de las viejas campanas (que ya habían tocado para su nacimiento, así como
para la temprana muerte del padre).
2. Canto de un coro de hombres.
3. Alocución del alcalde Dr. Adalbert Oehler [ahora alcalde de Halberstadt]
4. Coro de hombres.
5. Palabras de despedida: Prof. Max Heinze, Carl v. Gersdorff, Dr. Carl Fuchs.
6. «Confesión» de Peter Gast.
7. Coro de hombres.
8. Palabras de despedida del cortejo fúnebre (todo citas tomadas del Zaratustra);
después se cerró la fosa bajo una gran lápida, de la que Nietzsche había hecho
obsequio a la tumba del padre.
SI LEVANTARA LA CABEZA....
Fue ciertamente una celebración digna y conmovedora. Pero
¿apropiada al modo de ser y de pensar de Nietzsche? El siempre había exigido sinceridad
hasta las últimas consecuencias, había luchado sin compromisos contra la apariencia.
¿Respondía la celebración a esa exigencia? En el cementerio de una iglesia cristiana y
bajo sus toques de campana se decían palabras de despedida tomadas del libro del
anticristo Zaratustra. Y parece que nadie del cortejo fúnebre fue sensible a la tremenda
ruptura, (¿qué pensaría el leño Köselitz? ) al abismo insondable, incluso,
que se abría entre el lugar y la actuación, entre el deseo y la realidad.
AUSENCIA NOTABLE
Hubiera habido uno, quizá, que sufriera por ello: Overbeck.
Pero no estaba presente. No dejó de estarlo premeditadamente, por recelo Por ejemplo,
como más tarde se le achacaría. Volvió a entrar en juego uno de aquellos
acontecimientos desgraciados, que tienen a menudo consecuencias
desproporcionadas. Tras la carta alegre del 4 de agosto de Köselitz, Overbeck no
esperaba ninguna mala noticia de Weimar. El contestó el 7 de agosto del mismo modo, Pero,
por precaución, hizo saber sus próximos planes: «El jueves dentro de 8 días [=16
de agosto] vamos a los Vosgos, donde permaneceremos hasta finales de mes -Hotel de las 3
Espigas junto a Colmar, en Alsacia. Desde comienzos de septiembre nuestro refugio será
Villa Kijnigswald en Klotzsche, junto a Dresden. En los días 20 del citado mes pasaremos
por Weimar y nada nos parece mejor que visitarle a usted unas horas en su nuevo estado.»
Por alguna confusión momentánea - quizá pensando en su propia estancia allí mismo -
Overbeck dirige la carta a Dresden en lugar de a Weimar. Así no llega nunca a
Köselitz, sino que, pasado más de un año, el 25 de octubre de 1901, retorna a Overbeck
en Basilea. De este modo Köselitz no conocía las direcciones de las vacaciones de
Overbeck y dirigió a Basilea su misiva del 25 de agosto por la mañana temprano: «Lo
que hace tiempo se temía -la muerte de Nietzsche- parece querer cumplirse hoy o esta
noche. Estoy seguro de que usted vendrá para ver de nuevo el rostro del amigo inmortal -y
si no, quizá, por estas líneas, sí ciertamente por un eventual telegrama que le lleve
la triste noticial.» Cuando éste le llegó a Alsacia desde Basilea, era demasiado
tarde para emprender el viaje, tanto a Weimar como a Röcken. Quizá fue esto una suerte
para él y el destino ahorró a Overbeck el tener que despedirse de su amigo difunto en
una ceremonia discordante. Así pudo conservarlo en su recuerdo vivo, como el ejemplo
luminoso de una persona que soportó firmemente una vida árdua, en aras del cumplimiento
de una tarea que él creyó que se le había impuesto -su amor fati-.