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El Diálogo comienza cuando Equécrates, un pitagórico de la ciudad de Fliunte, pregunta a Fedón de Elis si estuvo presente el día en que Sócrates bebió el veneno en la carcel.
Fedón contesta afirmativamente, y, ello es motivo para que Equécrates muestre un gran interés por saber como Sócrates acabó sus días y por saber cuáles fueron sus últimas palabras.
Equécrates afirma estar enterado de como había sido el proceso judicial en contra de Sócrates aunque señala que no sabe explicarse muy bien el porque, despues de finalizado el juicio, pasó tanto tiempo hasta que se le aplicó a Sócrates la
condena. Fedón le informa que todo ello fue debido a que en el día del juicio se dió la casualidad de que estaba con la guirnalda, puesta en popa, el barco que los atenienses enviaban a
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Fedón comienza señalando como todos los amigos de Sócrates se reunían todos los días, al amanecer, en el Tribunal, para, desde allí, caminar hacia la carcel en donde se encontraba Sócrates. Afirma que cuando se enteraron que la nave había regresado de Delos, acordaron citarse todavía más temprano, pues sospechaban que el fín del maestro era inminente.
Cuando, al día siguiente, llegan a la carcel, el
carcelero les da la fatal noticia de que ese día Sócrates morirá. Entran dentro y se encuentran a Sócrates sentado junto a Jantipa, la cual abandonará la carcel entre gritos y lamentaciones.
Dado que a Sócrates, aún hacía poco que le habían soltado los grilletes, aprovecha para hacer unas reflexiones en alto acerca de la naturaleza del
Placer .
Más adelante, Cebes, interroga al maestro acerca de algo que le encargó Eveno . Así, le pregunta acerca de unos poemas que
Sócrates compuso en honor al dios Apolo y sobre unos versos de las fábulas de Esopo.
Sócrates contesta que compuso tales poemas con el objeto de intentar averigüar el significado de ciertos sueños . Encarga le exponga a Eveno las razones reales que le llevaron a realizar tales composiciones y que le diga que si es hombre sensato le siga lo más rapidamente posible.
Simmias protesta ante el consejo que Sócrates envía a Eveno. Y es que no resulta inteligible, afirma Simmias, señalar que el verdadero filósofo ( siempre sin ejercer violencia sobre sí mismo ) debe estar deseoso de seguir al que se muere.
Sócrates justifica tal afirmación acudiendo a lo que les decía a los griegos la tradición y la mitología . Estas justifican el hecho de que uno no debe darse muerte a sí mismo, aún a sabiendas de que esta vida es una especie de presidio. Y es, que aún siendo la vida una especie de carcel, al mismo tiempo, los hombres somos posesiones de los dioses y, por ello, no nos está permitido tomar la justicia por nuestra mano. Hay que esperar a que la divinidad envie un motivo imperioso, como el que ahora, afirma Sócrates, parece habérsele presentado a él.
Cebes afirma que aunque lo que Sócrates acaba de decir, acerca del porque no debería uno actúar violentamente contra sí mismo, es algo verosimil; lo que no ve nada claro es el otro punto que Sócrates tambien ha defendido, es decir, que los verdaderos filósofos deberían estar dispuestos a morir con gusto. Y afirma que, a la luz de lo argumentado por Sócrates hasta ahora, sobre que somos posesiones de los dioses,
defender tal postura parece algo absurdo . Y es que si es cierto que los hombres sabios se encuentran en esta vida protegidos por los dioses, ¿por qué suponer que en la otra vida se va a estar mejor y, por ello, desear la muerte? Parece que este contexto, unicamente los hombre insensatos deberían desear la muerte. Los sensatos nunca.
Sócrates reconoce la fuerza del argumento de Cebes -que Simmias apoya- y, por ello, señala la necesidad de tener que defenderse ante ellos del modo más convincente posible.
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Sócrates intenta defenderse de las objecciones de Cebes y Simmias del modo más convincente posible. Para ello, comienza reconociendo que si no estuviese convencido de que trás la muerte iba a reunirse con hombres más sabios y mejores que los de aquí
( esto no lo afirma categoricamente ) y con dioses que son amos excelentes ( eso si lo afirma categoricamente ), entonces cometería una falta si no se irritase con la muerte.
Antes de intentar fundamentar las razones que le llevaban a pensar así, Sócrates, es molestado amistosamente por Critón que le recuerda que no debe alterarse ni hablar demasiado, pues corre el peligro ( se lo ha dicho el carcelero ) de que el veneno que tiene que tomar tarde en hacerle efecto, con lo que tendría que tomar una dosis doble o triple. Sócrates le contesta diciendo que mande a paseo al carcelero y que éste haga lo que tenga que hacer. De este modo, vuelve al refugio de la filosofía y continúa fundamentando su creencia sobre lo dicho anteriormente. La
fundamentación reposa sobre los siguientes aspectos:
Finalizado Sócrates su discurso, Cebes , toma, de nuevo, la palabra para señalar lo siguiente: por lo que se refiere - señala - a la cuestión de que el filosofar rectamente implica el desligarse lo más posible del cuerpo, pues éste es un estorbo a la hora de alcanzar el auténtico saber, es algo que parece absolutamente verosimil y razonable. Ahora bien, deducir, a partir de ello, que el alma pueda existir por sí , en el más allá, al separarse del cuerpo, y no creer que se disipa como un soplo al separarse de tal cuerpo, es algo que no resulta en absoluto evidente. Por ello, solicita de Sócrates una justificación y una demostración de que ello pueda ser así: ¿existe realmente el alma, poseyendo la capacidad de obrar y entender,cuando el hombre está muerto?
Sócrates le responde si quiere que charlen sobre si es verosimil que así sea.
Cebes responde que escucharía con gusto la opinión que Sócrates tiene de ello. {Ver texto integro}
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PRUEBA BASADA EN LA EXISTENCIA DE CONTRARIOS
Sócrates comienza describiendo la cuestión a analizar: ¿tienen una existencia en el Hades las almas de los finados o no? Para responder
a tal cuestión, Sócrates, trae a colación una antigua tradición que decía que, despues de llegar las almas de los muertos al Hades, vuelven de nuevo acá almas vivas que proceden de tales almas muertas. En definitiva, se estaría afirmando que los vivos no tienen otro origen que los muertos. ¿Es esto verosímil?, se interrroga Sócrates.
Sócrates intenta fundamentar la verosimilitud del planteamiento anterior en el estudio de la naturaleza de los contrarios . Y es que parece que en toda realidad, todo lo que tiene un origen necesita de su contrario, de tal forma que podría establecerse como principio axiomático que: las cosas contrarias nacen de sus contrarios. Ello explicaría, por ejemplo, que el dormir se origine en el estar despierto, y viceversa, el estar despierto, tenga su origen en el hecho de dormir. Todo ello daría lugar a dos tipos de generaciones: el despertarse y el dormirse.
Pues bien, aplicado el mismo principio y análisis a proposito de la vida y de la muerte , Sócrates, llega al resultado siguiente:
Son muchas las críticas que se han hecho ante este modo de argumentar de Sócrates.{Ver texto integro}
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PRUEBA BASADA EN LA TEORÍA DE LA REMINISCENCIA
Cebes aprovecha la parte final del argumento anterior para - interrumpiéndole- recordar a Sócrates que él ha enseñado siempre que aprender es recordar, y ello sería imposible a no ser que se postulara que el alma ha existido en alguna parte antes de llegar a insertarse en el cuerpo.
Simmias protesta por esta intervención y le pide a Cebes que le recuerde las pruebas que muestran lo que acaba de decir. Cebes aprovecha para hacer un breve resumen de la Teoría
de la reminiscencia - presente en el Menón-. Los puntos principales de su resumen
son los siguientes:
Los hombres bien interrogados responden correctamente acerca de cuestiones que nadie les ha enseñado en esta vida.
Tal hecho no tiene explicación a no ser que postulemos que tales sujetos sabían de antemano acerca de las cuestiones que se les plantean.
Tal sabiduría, al no ser adquirida en esta vida, ha tenido, necesasriamente, que ser aprendida en la otra. Por lo tanto, el alma ha debido aprender en una existencia preterrena.
En esos momentos interviene Sócrates y plantea a Simmias que si no le convence el modo de argumentar de Cebes, él procurará mostrárselo del modo siguiente:
Si alguien recuerda algo tiene que haber contemplado, de algún modo, antes, ese algo.
Sócrates entiende por recuerdo lo siguiente: alguien contempla, por ejemplo, una lira y tal contemplación le trae a su mente la imagen del muchacho al que pertenece. Tal imagen es un recuerdo.
Pues bien, a partir de estos presupuestos, Sócrates, expone (sobre la base de la Teoría de la reminiscencia) otro argumento que lleva a postular la existencia del alma en una existencia preterrena antes de insertarse en el cuerpo. La base de tal argumentación podría resumirse así: parece evidente que tenemos recuerdos que surgen a partir de objetos que son semejantes a la imagen que nos formamos y otros a partir de objetos que son diferentes de tal imagen. Por ejemplo, si vemos la foto de un amigo y nos acordamos de él, el recuerdo es semejante al objeto. Por el contrario, si lo que contemplamos es una lira y ello nos trae tambien el recuerdo de un amigo, parece evidente que, en este caso, el recuerdo es diferente al objeto. Ahora bien, cuando alguien afirma que la foto es igual o diferente al objeto representado, parece que lo hace como si poseyera en sí una idea de igualdad o diferencia absoluta que le lleva a medir los grados del más o del menos en el parecido del objeto. Pues bien, se pregunta Sócrates, ¿de dónde hemos adquirido el saber de tal idea de igualdad o diferencia absolutas que nos permite medir la relatividad de las cosas, pudiendo afirmar que tal objeto es más o menos igual o más o menos diferente?
Si respondemos que tal aprendizaje lo hemos adquirido a partir de una
percepción repetitiva de cosas que se parecen o se diferencian unas de otras, la respuesta no sería coherente. Y es que resulta - señala Sócrates - que, a través de los sentidos , cosas que resultan iguales o diferentes para unos son para otros menos iguales o menos diferentes. Sin embargo, todos parecen saber lo que es lo igual en sí y lo diferente en sí que les permite afirmar tal cosa.
Pues bien, si poseemos una idea de la igualdad en sí , mediante la cual medimos la igualdad relativa de las cosas, y, al mismo tiempo, éstas no pueden ser la causa de que poseamos tal idea ( a las cosas les falta algo para ser la igualdad en sí; y la más clara prueba de tal hecho, es que, de dos cosas que decimos iguales, resulta que pueden ser más o menos iguales ) no hay más remedio que postular que tal idea la hemos adquirido antes de nacer en una existencia preterrena que el alma debió experimentar antes de insertarse en el cuerpo.
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PRUEBA BASADA EN LA
INDISOLUBILIDAD DE LO SIMPLE
Finalizado el argumento basado en la reminiscencia, Simmias, formula una duda: estamos convencidos - afirma - tanto Cebes como yo acerca de que parece haberse demostrado que antes de nacer nosostros existía nuestra alma. Ahora bien, la cuestión de si, una
vez que hemos muerto, tal alma continuará existiendo no parece haberse
probado con el argumento de la reminiscencia. Por todo ello - continúa - sigue en pie la duda de si al morir el hombre se disuelve o no su alma. Cebes se suma apoyando este planteamiento.
Sócrates les contesta que sus dudas deberían desaparecer si combinan el argumento de la reminiscencia con otro argumento anterior (3ª parte ) en donde habían admitido que todo lo que tiene vida procede de lo que está muerto . En este contexto, el alma nace de nuevo, desde el mundo de los muertos, iniciando un nuevo proceso de existencia cíclica
inmortal.
De todos modos, señala Sócrates, es muy posible que tal argumentación no convenza totalmente a Cebes y a Simmias y que deseen discutir más detenidamente esta cuestión, es decir, si es verdad o no que el alma se disipa y disuelve como un soplo cuando está saliendo del cuerpo.
Cebes le contesta, sonriendo, por qué no intenta convencerles de la verdad de tal cuestión y disuardirles del temor que sienten ante la muerte. Ante ello, Sócrates inicia la exposición de lo que será el siguiente argumento para probar la inmortalidad del alma.(78b)
La estructura del argumento es la siguiente:
A partir de aquí, Sócrates entra en una especie de trance adivinatorio que le lleva a profetizar acerca de lo que podría suceder despues de que uno muere. Muy posiblemente se correspondan con ideas del propio Platón que pone en boca de Sócrates. Sea lo que fuere, podrían destacarse las ideas siguientes:
Al legar a este punto se produce una largo silencio. Todos quedan absortos pensando en las últimas palabras del maestro. Por su parte, Simmias y Cebes cuchichean en voz baja. Al verlos. Sócrates, les interroga, iniciándose lo que denominamos como la 6ª parte del Fedón. {Ver texto integro}
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Pruebas basadas en la crítica al SIMIL DE LA LIRA (Simmias) y al SIMIL DEL TEJEDOR (Cebes)
Esta 6ª parte comienza cuando Sócrates, interrogando a Cebes y a Simmias, les pregunta si les parece que hay algo incompleto o dudoso sobre lo dicho hasta ahora. Simmias le contesta que, tanto él como Cebes, están con ciertas dudas, pero que no se animan a plantear por no importunar al maestro en un día tan desdichado para él.
Sócrates , sonriendo, les responde lo dificil que debe resultar persuadir al vulgo de que, para él, esperar la muerte no es una situación desdichosa, cuando son sus mismos discípulos lo que temen que Sócrates se encuentra de peor humor por saber que va a morir. Les cuenta que tener tal opinión acerca de él lo sitúa, en lo que a dotes adivinatorios se refiere, en un lugar inferior a los cisnes. Estos, una vez que saben que van a morir, cantan entonces más que nunca y del modo más bello, ya que están llenos de alegría por saber que van a reunirse con el dios del que son siervos. No es, por tanto, un canto de despedida triste, como dicen muchos, lo que tales cisnes realizan en esos momentos, pues ningún ave, ni el propio ruiseñor, ni la golondrina, ni la abubilla, aves adivinas de Apolo, cantan cuando tienen algún tipo de desgracia. Cuando van a morir, sin embargo, lo hacen mejor que nunca porque intuyen que van a reunirse con su dios. Pues bien, Sócrates, afirma sentirse tambien compañero de los cisnes por estar consagrado al mismo dios.
A partir de ahí, les anima a que planteen todas las dudas y preguntas que tengan, mientras lo permitan los Once de Atenas.
Simmias es el primero que plantea su duda. Para hacer más comprensible la naturaleza de tal duda se sirve de un simil: el simil de la lira . Podemos - afirma Simmias - diferenciar en una lira, por un lado, entre lo que es la lira como tal, así como lo que son sus cuerdas y el material de la que está hecha, y, por otro, lo que es la armonía ( que se produce trás el afinamiento ) y que se nos muestra como algo incorporeo, bello y divino. Pues bien, continúa, supongamos que una vez que se rompe la lira y se arrancan sus cuerdas, alguien sostuviera que sigue
existiendo aquella armonía como aparte e inmortal. Podría decírsele que no es algo muy creible. Simmias le hace ver a Sócrates que eso mismo es lo que puede suceder cuando se habla del alma , es decir, cuando está en nuestro cuerpo, entonces permite la armonía de sus elementos. Ahora bien, cuando estos elementos se destruyen: ¿por qué seguír sosteniendo que la productora de tal armonía sigue existiendo de por
sí ?
Sócrates mirándole fijamente, como acostumbraba muchas veces, afirma que le parece muy justo lo que Simmias plantea. Señala, sin embargo, que antes de analizar sus dudas, prefiere escuchar tambien la que perturba a Cebes.
Cebes acude tambien a un simil: el simil del tejedor. A través de él expone la duda siguiente: aunque es cierto - señala- que estoy convencido que el alma es más dura y
perfecta que el cuerpo, lo que me lleva a aceptar su existencia preterrena en el mundo de las ideas, antes de insertarse en un cuerpo, así como su espiritualidad y posiblidad de realizar multiples reeencarnaciones, ello no implica que vea claramente que deba ser siempre inmortal. Lo único que significa es que posee más energía que los cuerpos y su duración es mayor. Ahora bien, es muy posible que el alma, despues de varias
reencarnaciones y despues de desgastar varios cuerpos, llegue tambien a ser ella destruida, como le sucedería a un buen manto que ha dado cobijo a varios hombres. Al final, este buen manto tambien acaba por gastarse y destruirse. Pues bien, si ello es así, podría ser que el alma que reside en Sócrates fuera la última con grado de energía en el proceso de reencarnación, y, por consiguiente, estaría condenada a la
destrucción. Por ello, nadie debería estar confiado ante la muerte, y el estarlo sería una insensatez a no ser que pudiera demostrarse que el alma es algo completamente mortal e indestructible. Pero si no se puede, entonces es necesario que el que está a punto de morir tema que su alma pueda quedar destruida.
Despues de oir las dudas de Simmias y Cebes, todos los presentes entraron en un momento de depresión y de disgusto, pues de estar convencidos por los primeros argumentos de Sócrates acerca de la inmortalidad del alma, pasaron ahora a la confusión y la desconfianza. Es en estos momentos, cuando Platón, situándonos en el diálogo real, hace intervenir a Equécrates el cual ruega insistentemente a Fedón que le cuente cuál fue la reacción de Sócrates ante tal intervención.
Fedón le confiesa que, aunque había admirado a Sócrates en muchos momentos de su vida, fue precisamente en ese cuando la admiración llegó a su más alto grado. Y ello - señala - no fue debido tanto a la respuesta que dió a las dudas de Simmias y Cebes sino al placer y a la benevolencia con que acogió los argumentos de ámbos. Estábamos en fuga - afirma Fedón - y derrotados, y él nos llamó de nuevo al combate, impulsándonos a seguirle y a considerar con él el razonamiento.
Antes de entrar de lleno en el análisis de los argumentos de Simmias y Cebes, Sócrates, les inculca a sus discípulos la necesidad de no convertirise en misólogos. Y es, señala, que la misológía, u odio a los razonamientos, se produce de la misma manera que la misantropía , es decir, el odio a los hombres. Esta surge cuando alguien descubre que algún individuo, al que consideraba franco, sano y digno de fé, es realmente un ser malvado y desleal. Pues bien, cuando esto ocurre, muchas veces, termina uno por odiar a todos y considerar que en nadie existe algo sano y verdadero.
Pues bien, Sócrates critica el modo de proceder del misántropo. Y es que su modo de actúar es totalmente erroneo ya que no considera las cosas como realmente son sino que establece que los buenos en exceso y los malos en exceso son tambien muchos, cuando, en realidad, son los intermedios los muchisismos. Y es que no parecen existir cosas sumamente pequeñas o sumamente grandes: es raro encontrar a un hombre, a un perro o cualquier otra cosa, sumamente grande o sumamente pequeña. En todas las cosas, los extremos opuestos son escasos , mientras que las que están en un término medio son abundantes.
Todo lo dicho hasta ahora, le sirve a Sócrates para aplicarlo al ámbito de la misología: cuando se tiene una fé absoluta en un razonamiento, como si fuera el definitivo, y acto seguido se tiene la sensación de que es falso, la frustración puede ser tan grande que le lleve a desconfiar, e incluso a odiar, los razonamientos. Además, tampoco sería de recibo el echar la culpa de la veracidad o de la falsedad de tales razonamientos, al razonamiento mismo y desprenderse alegremente de la culpa personal en la elaboración de los mismos, pasando la vida odiándolos y vituperando esa manera de vivir y de actúar. Por todo ello, señala Sócrates, debemos precavernos de dejar entrar en nuestra alma la idea de que no hay nada sano en los razonamientos, y aceptar que somos nosotros mismos los que podemos estar enfermos a la hora de conocer.
Sobre estos presupuestos, Sócrates finaliza, antes de pasar a analizar los argumentos de Simmias y Cebes, afirmando que con todo lo que va a decir no aspira a que los presentes opinen que es verdad lo que Sócrates dice, sino a que a él mismo se lo parezca. Por su parte, señala, los presentes no deberían preocuparse tanto de lo que Sócrates dice como de la verdad . Si lo que os digo - afirma - os parece verdad, reconocedlo; si no, oponeos con toda clase de argumentos.
A partir de ahora, Sócrates, aborda el análisis de las dudas planteadas por Simmias y Cebes. Ello da lugar a la la presentación del 4º y 5º argumentos del Fedón sobre la inmortalidad del alma.
Primeramente comienza resumiendo lo que Simmias y Cebes habían establecido en sus argumentaciones. Simmias tiene dudas de que alma, a pesar de ser algo más divino y bello que el cuerpo, perezca antes que éste, por ser una especie de armonía. Por su parte,
Cebes, afirma que, aunque el alma puede ser más duradera que el cuerpo, acaba tambien, despues de multiples reerncarnaciones , por ser aniquilada. Ambos reconocen que lo dicho por Sócrates es la base de sus razonamientos.
A continuación les pregunta si, de los argumentos expuestos anteriormente, les plantea alguna duda el basado en la Teoría de la Reminiscencia. Cebes responde que éste es precisamente el que más seguridad le ofrece. Sobre esta seguridad, construirá Sócrates la refutación de la argumentación de Simmias. Y es que, según Sócrates, la Teoría de
la Reminiscencia es incompatible con la creencia de que el alma es una armonía constituida por los elementos que hay en tensión dentro del cuerpo. Las razones que llevan a Sócrates a establecer tal afirmación constituyen la base de la 4ª argumentación para demostrar la inmortalidad del alma. Veamos su estructura :
Finalizado el 5º argumento sobre la inmortalidad del alma, Sócrates se dirije a Cebes con el fín de analizar sus dudas y su planteamiento. Comienza resumiendo, de nuevo, su posición: afirmar, piensa Cebes, que el alma existe antes de su inserción en el cuerpo solamente demostraría una existencia, si si quiere, preterrena incalculable. Ahora bien, tambien sería lógico suponer que, despues de su unión con el cuerpo, y trás múltiples encarnaciones, el alma acaba tambien por destruirse.
Cebes asiente, de nuevo, a este resumen socrático de su postura.
Despues de todo esto, Sócrates, se mantiene largo tiempo en silencio y pensativo. Despues le dice a Cebes que su planteamiento es dificil y complicado de responder ya que toca el tema de las causas de la generación y corrupción de la realidad. Por todo ello, afirma,
antes de pasar al tema central del argumento prefiere contarle alguna de las experiencias de su aprendizaje intelectual. En este contexto le refiere lo siguiente:
Una vez que Sócrates y Cebes se ponen de acuerdo en que cada una de las cosas es lo que es porque participa de las ideas que permiten que cada cosa real tenga su ser, se inicia un diálogo entre ámbos que es esencial entender correctamente para valorar en toda su dimensión el 5º argumento, presente en el Fedón, sobre la inmortalidad del alma. El resumen del diálogo mantenido entre Sócrates y Cebes es el siguiente:
Ninguno de los contrarios, mientras que es lo que es, quiere hacerse y ser a la vez su contrario....Así, por ejemplo, la grandeza en sí nunca quiere ser a la vez grande y pequeña....pero tampoco la grandeza que hay en nosotros acepta jamás lo pequeño, sino que, una de dos, o huye y deja libre el puesto cuando sobre ella avanza su contrario, lo
pequeño, o bien perece al avanzar sobre ella éste. (Ver Fedón 102 c-e)
No es desdeñable destacar la voz anónima que protesta ante este planteamiento socrático. Este personaje anónimo, recordando sin duda el 1º de lo argumentos sobre la inmortalidad del alma, que estaba precisamente centrado en la existencia de los
contrarios, afirma:
¡Por los dioses!...¿no convinimos anteriormente...que lo mayor se produce de lo menor y lo menos de lo mayor, y que en esto simplemente estribaba la generación de los contrarios, en proceder de sus contrarios?
Sócrates valora su valentía al plantear esta objección pero, amablemente, le recuerda que que no ha entendido la diferencia entre lo que se dice ahora y lo que se dijo antes. Entonces se decía - señala Sócrates - que de la cosa contraria nace la contraria; ahora que el
contrario jamás puede ser contrario de sí mismo. (Ver Fedón 103 d)
Aclarado este punto, se produce, de nuevo, un diálogo entre Sócrates y Cebes. Tal diálogo constituye realmente la base esencial del 5º argumento del Fedón sobre la inmortalidad del alma (Fedón 103c-107a). Los aspectos a destacar en tal argumento son los
siguientes:
El punto de partida es el establecimiento y aceptación del principio siguiente: un contrario jamás será contrario de sí mismo. Así, por ejemplo, si la nieve recibe el calor, ésta no podrá ser jamás una y otra cosa a la vez, sino que al acercársele el calor o le cederá el puesto o perecerá. Del mismo modo, cuando el fuego se aproxima a lo frío, o bien retrocederá o bien perecerá, pero jamás ( recibiendo lo frío ) podrá ser lo que era y su contrario.
Pero no son solamente los contrarios los que no se admiten entre sí, sino tambien, todas las cosas que, aún no siendo naturalmente contrarias, tienen en sí uno de esos contrarios. Por ejemplo, los números 3, 5, 7 no son exactamente lo mismo que lo impar y, sin embargo, llevan como dentro de sí el valor de lo impar; del mismo modo que el 2, 4, 6..no son lo mismo que lo par, y, sin embargo, tambien lo llevan como dentro de sí. Pues bien, aunque, por ejemplo, el 3, como número en sí, no tiene porque ser contrario al 6, si lo son, sin embargo, por representar en sí a lo impar y a lo par. Y en este sentido, ninguno de ellos podría convertirse en el otro. De todo lo dicho parece deducirse por tanto que no solamente las ideas contrarias no contienen su mutua aproximación, sino que hay tambien algunas otras cosas que sin ser naturalmente contrarias ( como sucede con los números ) no aguantan tampoco la aproximación mutrua por tener relaciones con otros elementos que si son contrarios por naturaleza, como sucede con lo impar y lo par.
Con todo el material señalado hasta ahora, Sócrates, realiza un análisis mayeútico centrado en el alma, de dónde habríaque destacar los siguientes elementos:
El alma siempre trae la vida a aquello que ocupa.
Lo contrario de la vida es, evidentemente, la muerte.
Por lo tanto, la muerte es lo contrario a lo que siempre trae la vida, es decir, al alma.
Ahora bien, según se ha demostrado anteriormente, ningún contrario admitirá jamás algo que represente lo contrario de sí mismo. Por ello, sería inconcebible que el alma-vida pudiera aceptar en sí a su contrario, es decir, la muerte.
Pero, además, se ha dicho anteriormente que lo que no admitía la idea de lo par era denominado como lo impar. Del mismo modo, parece lógico admitir tambien que a todo aquello que no admite la idea de lo mortal lo denominemos lo inmortal.
Ahora bien, anteriormente, se ha establecido que la realidad que no admitía jamás a la muerte era el alma.
Por lo tanto, no es absurdo concluir que el alma es imortal.
Pero, además, lo que no admite jamás la muerte es tambien algo indestructible, ya que cuando la muerte marche sobre ella no la admitirá. Por lo tanto, el alma no solamente es inmortal sino tambien indestructible. ( No hay que olvidar que la duda de Cebes se centraba precisamente, no tanto en la espiritualidad - inmortalidad del alma antes de su unión con el cuerpo, como en su posible desgaste y destrucción posteriormente a tal unión ).
Por todo ello, este argumento no debería decirse que prueba realmente la espiritualidad del alma ni su existencia preterrena, ya que el argumento parte de la aceptación del mundo de las ideas y la participación del alma en relación con las mismas. Además, hemos visto que la duda de Cebes no cuestionaba este punto, sino que, aceptando la teoría de la reminiscencia, y con, ello, la espiritualidad y eternidad
del alma, argüía sobre su posible agotamiento y extinción al cabo de sucesivas reencarnaciones. De ahí, el hincapié que Sócrates hace, al final de este argumento, al destacar no unicamente la inmortalidad del alma sino tambien su ser indestructible. {Ver texto integro}
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EL MITO FINAL
Finalizada la 5ª prueba acerca de la inmortalidad y la
indestructibilidad
del alma, Platón, nos sitúa en las últimas partes del diálogo. En una de ellas, describe, a través del mito y las creencias, la visión que
Sócrates tenía de la naturaleza del más allá. Despues de señalar que uno de los postulados prácticos que se siguen de las demostraciones sobre la inmortalidad del alma es que no queda otra salvación, para escapar de los males cometidos en este mundo, que el hacerse más sensato y más justo, Sócrates, inicia una descripción mitológica acerca de como cree que es la tierra en donde habitan las almas. Serían de destacar las ideas siguientes:
El Mundo del Hades , situado bajo la tierra que habitamos, es un habitat complejo con gran número de encrucijadas y caminos.
Las almas malas que llegan a este mundo son rehuidas y andan errantes, sumidas en la mayor indigencia. Las almas buenas enseguida son aceptadas y guiadas por los dioses.
La tierra que habitamos está en el centro del universo y es redonda. Vivimos no en la superficie de la verdadera tierra sino en cavidades y nos sucede lo mismo que uno que viviera en el fondo del piélago y se creyera que vivía en la superficie por poder ver el sol y las estrellas través del agua. Si alguien pudiera contemplar la tierra desde arriba se le aparecería con franjas de diferentes colores.
La verdadera tierra es de una belleza mucho mayor que la que habitamos. En ella, lo que para nosotros es el agua y el mar, allí es el aire. Y lo que para nosotros es el aire, allí es el eter. Los almas buenas que allí habitan están exentas de enfermadades. Tienen recintos sagrados y templos. Ven el sol, las estrellas y la luna tal como son.
En el submundo existen ríos inmensos con aguas calientes y frías. Hay una sima que cruza de extremo a extremo esta tierra. Es el Tártaro. Los nombres de los ríos son el Oceáno, el Aqueronte, la laguna Aquerusíade, el Piriflegetonte, el Estigio y el Cócito.
Las almas que han vivido en el término medio se encaminan al Aqueronte y moran un tiempo en esta zona purificándose hasta ser absueltos. Las almas que han cometido robos sacrílegos u homicidios injustos se les arroja al Tártaro de donde no salen jamás. Las que han ejercido violencia contra sus padres en un momento de cólera o ha cometido homicidios involuntarios y acaban por arrepentirse son tambien precicipitados al Tártaro. Sin embargo, al cabo de un tiempo, los que maltrataron a sus padres son arrojados frente al Pirifligetonte y los homicidas arrepentidos frente al Cócito. Desde allí llaman a gritos a los ofendidos en vida y les suplican perdón. Si logran convencerlos, entonces son liberados del Tártaro. Si no, deben volver a él y seguir el ciclo hasta ser perdonados. Las almas que han tenido un piadoso vivir son liberados del interior de la tierra y llegan arriba a la pura morada y se establecen sobre la verdadera tierra. Allí viven sin cuerpo por toda la eternidad llegando aún a moradas más bellas que esa. {Ver texto integro}
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Últimos momentos en la vida de Sócrates
En relación con los últimos momentos de la vida de Sócrates sobra todo tipo de comentario. Lo mejor es leer directamente la extraordinaria descripción que Platón nos transmite en las últimas páginas del Fedón.