Hilde se incorporó en la cama. Se acabó la historia de Sofía y Alberto. ¿Pero qué había sucedido en realidad? ¿Por qué había escrito su padre ese último capítulo? ¿Había sido sólo para sobre el mundo de Sofía? Absorta en una profunda meditación se metió en el baño para vestirse. Después de un rápido desayuno, bajó al jardin y se sentó en el balancín.
Estaba de acuerdo con Alberto en que lo único sensato de la fiesta del jardín había sido su discurso. ¿No pensaría su padre que el mundo de Hilde era tan caótico como la fiesta de Sofía? ¿0 que tambien el mundo de ella se disolvería? Y luego estaban Sofía y Alberto.
¿Qué habia pasado con el ? ¿Le tocaba ahora a Hilde el resto? ¿O habían logrado de la historia de verdad? Pero, en ese caso, ¿dónde estaban?De repente se dio cuenta de algo: si Alberto y Sofía habían logrado salirse de la historia, no pondría nada de eso en las hojas de la carpeta de anillas, porque todo lo que estaba escrito en ella, era de sobra sabido por su padre.
¿Podía haber entre líneas? Algo así se había insinuado. Hilde comprendió que tendría que toda la historia una y otra vez. En el instante en que el Mercedes se metía por el jardín, Alberto se llevó a Sofía hasta el Callejón. Luego se fueron corriendo por el bosque hacia la Cabaña del Mayor.-¡Rápido! -gritó Alberto-. Tiene que ser antes de que comiencen a buscarnos.
-¿Estamos ahora fuera de la atención del mayor?
-Estamos en la . Cruzaron el lago a remo y se metieron a toda prisa en la Cabaña del Mayor. Una vez en el interior, Alberto abrió una trampilla que daba al . Empujó a Sofía dentro. Todo se volvió . Durante los días siguientes, Hilde continuó trabajando en su propio plan. Envió varias cartas a Anne Kvamsdal en Copenhague, y la llamó un par de veces por teléfono. En Lillesand iba pidiendo ayuda a amigos y conocidos; casi la mitad de su clase del fue reclutada para la tarea. Entretanto releía El mundo de Sofía. Era una historia que había que leer más de una vez. Constantemente se le ocurrían nuevas sobre lo que pudo haberles a Sofía y a Alberto, después de que desaparecieran de la fiesta. El sábado 23 de junio se despertó de pronto sobre las nueve. Sabía que su padre ya había dejado el campamento en el Líbano. Ahora solo quedaba esperar. Habia calculado hasta el último detalle del final del último día de su padre en el Líbano. En el curso de la mañana comenzó con su madre los preparativos para la noche de San Juan. Hilde no podía dejar de pensar en cómo y su también habian estado preparando su de San Juan. ¿Pero era algo que ya habían hecho? ¿O lo estarían preparando ahora? Sofía y Alberto se sentaron en el césped delante de dos edificios grandes, con unas ventanas muy feas y conductos de aire en la fachada. Una pareja salía de uno de los edificios; él llevaba una cartera marrón y ella, un bolso en bandolera rojo. Por un pequeño camino al fondo pasó un coche rojo.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Sofía.
-¿Pero dónde estamos?
-Se llama
Cabaña del Mayor.-¿Pero... Cabaña del Mayor...?
-¿Estás seguro?
-Completamente.
Uno de estos edificios se llama , que significa «nuevo castillo». Allí se estudia música. El otro edificio es la . Más arriba, en la colina, se estudia ciencias, y todavía más arriba se estudian literatura y filosofía.-¿Hemos salido
del y del ?-Sí, las dos cosas. Aquí no nos encontrará jamás.
-¿Pero dónde estábamos cuando corríamos por el bosque?
-Mientras el mayor estaba ocupado en hacer estrellar el coche del asesor fiscal contra un manzano, nosotros aprovechamos la oportunidad para escondernos en el Callejón. Entonces nos encontrábamos en la fase fetal, Sofía. Pertenecíamos al viejo y al nuevo mundo a la vez. Pero al mayor no se le ocurrió pensar que podíamos escondernos allí.
-¿Por qué no?
-Entonces no nos habría soltado con tanta facilidad. Todo fue tan sencillo como en un sueño. Claro, que puede ser que él estuviera metido en el plan.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Fue él quien arrancó el Mercedes blanco. Quizás se esforzó al máximo para perdernos de vista. Estaría completamente indignado por todo lo que había pasado... La joven pareja ya sólo estaba a un par de metros de ellos. A Sofía le daba un poco de vergüenza estar sentada en la hierba con un hombre mucho mayor que ella. Además tenía ganas de que alguien le confirmara lo que había dicho Alberto. Se levantó y se acercó corriendo a ellos.
-Por favor, ¿podéis decirme cómo se llama este sitio?
Pero
ni ni le . A Sofía esto le irritó tanto que insistió:-No pasa nada por contestar a una pregunta, ¿no? Aparentemente, el joven estaba explicando algo a la mujer.
-La forma de la composición de contrapunto funciona en dos dimensiones: horizontal o melódicamente, y vertical o armoniosamente. Se trata de dos o más
de que suenan al mismo tiempo...-Perdonad que os interrumpa, pero...
-Se simultanean melodías, cada una con valor propio, si bien todas ellas quedan subordinadas a un plan armónico biensonante. Es eso lo que llamamos contrapunto. En realidad significa «nota contra nota».
¡Qué poca vergüenza! Pues no eran ni sordos ni ciegos. Sofía intentó captar su atención por tercera vez, poniéndose en el camino para cerrarles el paso. Simplemente la empujaron hacia un lado.
-Creo que se está levantando viento -dijo la joven. Sofía volvió corriendo al lado de Alberto.
-¡No me escuchan! -dijo, y al decir esto, se acordó del sueño sobre Hilde y la cruz de oro.
-Ése
es el que tenemos que pagar. Si nos hemos salido a escondidas de un libro, no podemos esperar tener exactamente los mismos privilegios que el autor del libro. Pero estamos aquí. A partir de ahora no tendremos ni un día más de los que teníamos cuando abandonamos la fiesta filosófica de tu jardín.-¡Tampoco tendremos nunca un contacto real con la gente que nos rodea!
-Un auténtico filósofo jamás dice «nunca». ¿Tienes reloj?
-Son las ocho.
-Que es la hora que era cuando salimos de tu casa, sí.
-Es hoy cuando el padre de Hilde vuelve del Líbano.
-Por eso tenemos que darnos prisa.
-¿Por qué?
-¿No tienes interés en saber lo que pasará cuando el mayor llegue a Bjerkely?
-Claro, pero...
-¡Ven! Empezaron a bajar hacia el centro. Se cruzaban con la gente, pero todo el mundo les pasaba como si fueran aire. Caminaban al lado de los coches aparcados. De pronto Alberto se detuvo delante de un rojo, con la capota plegada.
-Creo que podemos utilizar éste -dijo-. Pero me tengo que asegurar de que es nuestro coche.
-No entiendo nada.
-Entonces tendré que explicártelo. No podemos coger sin más un coche que pertenezca a alguien de esta ciudad. ¿Cómo crees que reaccionaría la gente al descubrir que el coche va sin conductor? Y además, tampoco creo que lográramos arrancarlo.
-¿Y el deportivo rojo?
-Creo que lo reconozco de una vieja película.
-Perdona, pero para ser sincera tengo que decirte que todas esas misteriosas insinuaciones están empezando a molestarme.
-Es un coche imaginario, Sofía. Es exactamente como nosotros. La gente sólo ve aquí un lugar vacío. De eso es de lo que nos tenemos que asegurar, antes de ponernos en marcha.
Se pusieron a esperar. Al cabo de unos instantes,
llegó un chico montado en bicicleta por la acera. De pronto, pasó del coche rojo.-Ya ves. ¡Es como nosotros!
Alberto abrió la puerta delantera derecha.
-¡Adelante! -dijo, y Sofía se metió en el coche. Alberto se sentó en el asiento del conductor, la llave estaba puesta, la giró y el coche arrancó. Pronto se encontraban en la carretera hacia el sur. Poco a poco empezaron a ver grandes hogueras de San Juan.
-Estamos en la noche de San Juan, Sofía. Es maravilloso, ¿verdad?
-Y el viento sopla fuerte en los coches descapotables. ¿Es verdad que nadie nos ve?
-Sólo aquellos que son como nosotros. Quizás nos encontremos con alguno de ellos. ¿Qué hora es?
-Las ocho y media.
-Entonces tenemos que coger un atajo; no podemos seguir detrás de este camión.
Alberto se metió
en un . Sofía miró hacia atrás y vio que dejaban tras ellos una ancha franja de mieses aplastadas.-Mañana dirán que ha sido el viento, que ha pasado por el campo -dijo Alberto. El mayor Albert Knag había aterrizado en Kastrup, el aeropuerto de Copenhague. Eran las cuatro y media del sábado 23 de junio. El día había sido muy largo. La penúltima etapa del viaje la había hecho en avión
desde . Pasó el control de pasaportes vestido con ese de las Naciones Unidas del que siempre había estado tan orgulloso.No se representaba sólo a sí mismo, tampoco representaba sólo a su propio país. Albert Knag representaba un sistema de derecho internacional, y una tradición de siglos que ahora abarcaba todo el planeta. Llevaba una pequeña bolsa en bandolera, el resto del equipaje lo había facturado desde Roma. Sólo tuvo que presentar su .-¿Nada que declarar? El mayor Albert Knag tenía que pasar tres horas en Kastrup, a la espera de que saliera el avión para Kristiansand.Podría comprar algunos regalos para la familia. Hacía casi dos semanas habia enviado a Hilde el regalo más grande que habia hecho jamás.
lo había dejado sobre su mesilla para que lo tuviera al despertarse en su cumpleaños. Albert no habia hablado con Hilde después de la llamada de aquella noche. Albert se compró algunos periódicos noruegos. Pero sólo le habia dado tiempo a echar un vistazo a los titulares cuando escuchó algo por los altavoces: "Comunicado personal para el senor Albert Knag. Se ruega al senor Albert Knag que se presente en el mostrador de la SAS".¿Qué seria? Albert sintió que
una le subia por la espalda. ¿No le mandarían de nuevo al Libano? ¿Habría sucedido algo en casa? Se presentó en seguida en el mostrador de información.-Soy Albert Knag.
-¡Tenga! Es urgente.
Abrió el sobre inmediatamente. Dentro había un sobre más pequeño. Y en ese sobre ponia:
c/o Información de SAS, Aeropuerto de Kastrup, Copenhague. Albert estaba nervioso. Abrió el pequeño sobre y encontró una notita:Querido papa. Te doy la bienvenida. Como ves,no podía aguantar hasta que llegaras a casa.Perdona que te haya hecho llamar por los altavoces.Era lo más sencillo.
P.D. Desgraciadamente,ha llegado una demanda de indemnización
del Ingebrigtsen por el percance ocurrido a un Mercedes robado.P.D.P.D. Quizás esté sentado en el jardín cuando llegues.Pero también puede ser que sepas algo más de mí antes.
P.D.P.D.P.D. Tengo miedo de quedarme demasiado tiempo en el jardín.En esos sitios
es muy fácil en el suelo.Un abrazo de Hilde,que ha tenido mucho tiempo para preparar tu regreso.
Albert Knag sonrió ligeramente, pero no le gustaba ser manipulado de esa manera. Siempre había apreciado llevar un buen control sobre su propia vida. Y ahora esa pequeña hija suya estaba dirigiendo desde su casa, en Lillesand, los movimientos de su padre en el aeropuerto de Copenhacue. ¿Cómo lo había conseguido?
Metió el sobre en un bolsillo de la camisa y empezó a pasear por las galerias comerciales. Al entrar en la tienda donde vendían alimentos típicos de Dinamarca, vio un pequeño sobre que estaba pegado al cristal de la puerta.
, ponía en el sobre, escrito con un rotulador gordo. Albert despegó el sobre y lo abrió:Mensaje personal al mayor Albert Knak c/o Alimentos de Dinamarca. Aeropuerto de Kastrup.
Querido papá, me gustaría que nos compraras
un grande,de dos kilos si puede ser.Y a mamá seguro que le gustará un .P.D. El tampoco se despreciará.
Abrazos, Hilde.
Albert miró a su alrededor. ¿No estaría Hilde cerca? ¿No le habría regalado Marit un viaje a Copenhague para que se encontrara con él allí? Era la letra de Hilde... De pronto, el observador de las Naciones Unidas empezó a sentirse el mismo observado. Tenía la sensación de que todo lo que hacía estaba dirigido por control remoto. Se sintió
como un en manos de un niño.Entró en la tienda y compró un salami de dos kilos, un fùet al coñac y tres frasquitos de caviar de Limfjord. Luego continuó su paseo por las galerías comerciales. Quería comprarle un buen regalo de cumpleaños a Hilde.¿Estaría bien una calculadora? ¿O una pequeña radio? Sí, eso... Al entrar en la tienda de electrónica, vio que también allí había un sobre pegado al cristal del escaparate. «Mayor Albert Knag c/o la tienda mas interesante de Kastrup, ponía. En una notita dentro del sobre blanco, leyó el siguiente mensaje:
Querido papá.Muchos recuerdos para ti
de , que también quiere darte las gracias por una radio con FM y con un mini-televisor que le regaló su generosisimo papá.Demasiado generoso,pero,por otra parte,una simple nimiedad.No obstante,tengo que admitir que comparto el interés de Sofía por las nimiedades.P.D. Si no has estado aún, hay mas instrucciones en la tienda de alimentción y en la tienda libre de impuestos,donde venden vinos y tabaco.
P.D.P.D. Me regalaron algo de dinero para mi cumpleaños,de modo que puedo contribuir con 350 coronas para el
Abrazos de Hilde, que ya ha rellenado el pavo y hecho la ensalada de Waldorf.
El mini-televisor costó 985 coronas danesas. Y sin emhargo podría considerarse una nimiedad, en comparacion con cómo se sentia Albert Knag por dentro, al ser dirijido a todas partes por los astutos caprichos de su hija. ¿Estaba ella alli o no?
Ahora miraba hacia todos los lados. Se sentía como un espía y como una marioneta a la vez. ¿Había perdido su libertad? Entonces también tendría que ir a la tienda grande libre de impuestos. Allí había, en efecto, otro sobre blanco con su nombre. Era como si todo el aeropuerto se hubiera transformado en un juego de ordenador en el que él era la mecha. En la notita ponía:
Mayor Knag c/o la gran tienda libre de impuestos de Kastrup.
Todo lo que pido aqui es una y un de Anton Berg. ¡Recuerda que todas esas cosas son muy caras en Noruega! Si no recuerdo mal, a mamá le gusta mucho el .P. D. Ten tus sentidos bien abiertos durante todo el viaje de vuelta.Supongo que no querrás perderte ningún mensaje importante.
Abrazos de tu hija Hilde, que aprende con mucha rapidez.
Albert suspiró con resignaciõn, pero entró en la tienda y cumplió con la lista de compras. Con tres bolsas de plástico y su bolsa en bandolera, se acercó a la puerta 28 para esperar el embarque. Si había más notitas, allí se quedarían. Pero sobre una columna, en la puerta 28 había otro sobrecito blanco: "Al mayor Albert Knag, puerta 28, aeropuerto de Kastrup". También ésta era la letra de Hilde, pero el número de la puerta parecia añadido y escrito con otra letra. No era facil hacer averiguaciones, porque no tenia ninguna otra letra con la que comparar, solo números contra letras.
Se sentó en un asiento con la espalda pegada a una ancha pared. El orgulloso mayor se quedó así sentado, mirando fìjamente al aire
como si fuera un que viajaba solo por primera vez en la vida. Si ella estuviera allí, al menos no tendría el gusto de encontrarle a él primero. Miraba pusilanimemente a los pasajeros conforme iban llegando. A ratos se sentía como un enemigo de la seguridad del reino. Cuando empezaron aembarcar, suspiró aliviado; él fue el último en entrar en el avión. En el momento de entregar la tarjeta de embarque, cogió otro que había pegado al mostrador.Sofía y Alberto habían pasado ya el puente de Brevik, y un poco más tarde la salida para Kragero.
-Vas a 180 -dijo Sofía.
-Son casi las nueve. Ya no falta mucho para que aterrice en el aeropuerto de Kjevik, y a nosotros no nos pararán en ningún control de tráfico.
-¿Y si chocamos?
-Si es con un coche normal no pasa nada. Pero si es con uno de los nuestros...
-¿Sí?
-Entonces tendríamos que tener cuidado.
-No es fácil adelantar a nadie por aquí, hay árboles por todas partes.
-No importa, Sofía. ¿Cuándo te vas a enterar? Dicho esto, Alberto se salió de la carretera, se metió por el bosque y atravesó los espesos árboles. Sofía suspiró aliviada.
-¿Qué susto me has dado?
-Ni siquiera nos enteraríamos si atravesáramos una pared de acero.
-Eso significa que somos simplemente
unos respecto del entorno.-No, lo estás viendo al revés. Es la realidad de nuestro entorno la que es para nosotros
un .-Me lo tendrás que explicar más a fondo.
-Entonces escúchame bien. Hay un extendido malentendido acerca de que el espíritu es algo más «ligero» que el vapor de agua. Pero es al contrario. El espíritu es más sólido que el hielo. -Nunca se me había ocurrido.
-Entonces te contaré una historia.
Érase una vez un hombre que no creía en los . No obstante, recibió un día la de un ángel, mientras estaba trabajando en el bosque.-¿Sí?
-Caminaron juntos un trecho. Al final, el hombre se volvió hacia el ángel y dijo: «Bueno, he de admitir que los ángeles existen. Pero no .
«¿Qué quieres decir con eso?», preguntó el ángel. Y el hombre contestó: «Al llegar a una piedra grande yo he tenido que , pero me he dado cuenta de que tú simplemente la has . Y cuando nos encontramos con un gran tronco de árbol caído sobre el sendero, yo tuve que ponerme para pasarlo, pero tú losin más». El ángel se quedó muy sorprendido al oír esto y dijo: «¿No te diste cuenta de que también pasamos por un pequeño pantano, y de que los dos nos a través de la ? Eso es porque los dos tenemos una consistencia másque la niebla». -Ah...
Lo mismo pasa con nosotros, Sofia. El espíritu puede atravesar puertas de acero. Ni tanques ni bombarderos pueden destrozar algo hecho de espiritu.
-Qué curioso.
-Pronto pasaremos Riser, y sólo hace una hora que salimos de Oslo. Me está apeteciendo un café.
Llegaron a Fiane y se encontraron a su izquierda con una cafetería que se llamaba . Alberto se salió de la carretera y aparcó el coche en el césped. En la cafetería, Sofía intentó
coger una botella de del mostrador frigorífico, pero moverla. Estaba como pegada. Luego, Alberto intentó en un vaso de plástico que había encontrado en el coche; sólo tenía que bajar una palanquita, pero aunque se esforzó al máximo, de moverla. Se enfadó tanto, que se dirigió a los demás clientes pidiendo ayuda. Como nadie reaccionaba, se puso a gritar tan fuerte que Sofía tuvo que taparse los oídos:-¡Quiero café! Su enfado no iba muy en serio, porque en seguida se estaba tronchando de risa.
-Ellos no pueden oírnos, y nosotros tampoco podemos servirnos en sus cafeterías, claro. Estaban a punto de marcharse, cuando una anciana se levantó de una silla y se acercó a ellos.
Llevaba una chillón, una de punto, y un en la cabeza. Tanto sus colores como su figura eran, de alguna manera, más nítidos que todo lo demás en la pequeña cafetería. La anciana se acercó a Alberto y dijo:-Pero chico, sí que gritas.
-Perdone.
-¿Quieres café, no?
-Sí, pero...
-Tenemos un pequeño establecimiento aquí al lado. Acompañaron a la mujer
por un pequeño sendero . Mientras iban andando, ella preguntó:-¿Sois nuevos por aquí?
-Tendremos que admitir que sí -contestó Alberto.
-Bueno, bueno, bienvenidos
a la , hijos míos.-¿Y usted?
-Yo vengo
de un de la colección de los hermanos Grimm, de hace casi doscientos años. ¿Y de dónde proceden los recién llegados?-Venimos de un libro de filosofía. Yo soy el profesor de filosofía, Sofia es mi alumna.
-Ji-ji, eso es una novedad.
Salieron a un claro en el bosque. Allí había varios edificios muy bonitos. En un patio abierto, entre dos casas, se había encendido una gran hoguera y alrededor de la hoguera había un montón de gente variopinta. Sofía reconoció a muchos de ellos.
Allí estaba y algunos de los enanos, y , y , y también y . Alrededor de la hoguera se habían congregado muchas figuras muy queridas pero que no tenían nombre:gnomos y elfos,faunos y brujas, ángeles y diablillos. Sofía también vio por allí a un auténtico troll.-¡Qué lío! -exclamó Alberto.
-Bueno, es la noche de San Juan -contestó la anciana.No hemos tenido un encuentro como éste desde la Noche de Walpurgis. La celebramos en Alemania. Yo estoy pasando aquí unos días para devolver la visita. Querías café, ¿no?
-Si, por favor.
Ahora Sofía se dio cuenta de que todas las casas estaban hechas
de , y . Algunos de los personajes se servían directamente de las casas. Pero había por allí una pastelera que iba reparando los daños conforme se iban produciendo. Sofía cogió un trozo de tejado. Le supo mejor y más dulce que todo lo que habíà probado a lo largo de su vida. La mujer volvió en seguida con una taza de café.-Muchas gracias -dijo Alberto.
-¿Y qué queréis pagar por el café?
-¿Pagar?
-Solemos pagar con una historia. Por el café basta con un trocito.
-Podríamos contar toda la increíble historia de la humanidad -dijo Alberto-. Pero lo malo es que tenemos muchísima prisa. ¿Podemos volver y pagar en otra ocasión?
-Claro que sí. ¿Por qué tenéis tanta prisa?
Al comandante Knag,en el momento en que entrega la carta de embarque en
Kastrup,la noche de San Juan de 1990.
Querido Papá.A lo mejor pensabas que iba aparecer en Copenhague.No papá, mi control
sobre tí es más complicado que eso. Te veo por todas parte,papá.He ido a ver a una
familia gitana tradicional,que una vez,hace muchisimos años, vendió
Alberto no habia podido determinar del todo si estaba enfadado o simplemente cansado y resignado. Pero de pronto se echó a reir. Se reía tan ruidosamente que los pasajeros se volvieron hacia él para mirarle. Entonces el avion despegó.
En realidad Hilde le había dado a probar su propia medicina. ¿Pero no había una diferencia importante?
Su medicina había caído principalmente sobre y , y ellos no eran más que . Hizo como Hilde le habia sugerido. Echó el asiento hacia atrás y se dispuso a dormir un rato. No se volvió a despertar del todo hasta después de haber pasado el control de pasaportes. Fuera, en el gran vestíbulo del aeropuerto de Kjevik, se encontró con una manifestación.Eran ocho o diez personas, la mayoría de la edad de Hilde. En sus pancartas ponía:
A CASA, PAPÁ», « TE ESPERA EN EL JARDIN» y LA EN MARCHA.Lo peor era que no podía meterse en un taxi rápidamente, porque tenia que esperar al equipaje. Mientras tanto, los amigos de Hilde pasaban por delante de el,obligándole a leer los carteles una y otra vez.Pero se derritió cuando una de las chicas se acercó a él con
un . Albert buscó en una de las bolsas y dio una barra de mazapan a cada uno de los manifestantes. SOlo quedaban dos para Hilde.Cuando llegó el equipaje por la cinta,apareció un joven que le explicó que estaba bajo el mando de la y que tenía órdenes de llevarle a . Los demás manifestantes desaparecieron entre la multitud. Cogieron la carretera E-18. En todos los puentes y entradas a túneles había carteles y banderitas con distintos textos: -¡Bienvenido a casa!», «El pavo espera. Albert Knag suspiró aliviado y dio al conductor un
billete de y Elephant de
Carlsberg, cuando el coche paró delante de la verja de Bjerkely. Fue recibido por
su mujer delante de la casa. Tras un largo abrazo,
preguntó:
-¿Dónde está? -Está sentada
en el , Albert. Alberto y Sofía aparcaron el deportivo rojo en la plaza de Lillesand, delante del . Eran las diez y cuarto. Vieron una gran hoguera en uno de los islotes de la bahía.-¿Cómo vamos a encontrar Bjerkely? -preguntó Sofía.
-Buscando. Supongo que recordarás la pintura de la Cabaña del Mayor.
-Pero tenemos que darnos prisa. Quiero estar allí antes de que él llegue. Empezaron a dar vueltas por pequeñas carreteras, pero también pasaron por piedras y montículos. Lo que si sabían es que
estaba al lado del mar.De pronto Sofía gritó.
-¡Allí está! Lo hemos encontrado.
-Creo que tienes razón, pero no grites tanto.
-Pero si nadie puede oírnos.
-Querida Sofía, después de ese largo curso de filosofía me decepciona que saques conclusiones tan apresuradamente.
-Pero...
-¿No creerás que este lugar está totalmente carente de gnomos, trolls y hadas buenas?
-Ah, perdona. Atravesaron la verja y subieron por el caminito de grava delante de la casa. Alberto aparcó el coche en el césped, junto al balancín. Un poco más abajo había una mesa puesta para tres personas.
-¡La veo! -susurró Sofía-. Está sentada en el borde del muelle,igual que en el sueño.
-¿Ves cómo se parece este jardín al tuyo?
-Sí, es verdad. Con balancín y todo. ¿Puedo acercarme a ella?
-Claro que sí. Yo me quedo aquí...
Sofía bajó corriendo al muelle. Estuvo a punto de tropezar con
, pero la esquivó y se sentó tranquilamente a su lado. Hilde estaba manoseando una cuerda de la barca de remos, que estaba amarrada al muelle. En la mano izquierda tenía un . Era evidente que estaba esperando. Miró varias veces el reloj.A Sofía le pareció muy hermosa.
Tenía el pelo largo, y . Y sus ojos eran de un . Llevaba puesto un vestido de verano amarillo. Le recordaba un poco a . Sofía intentó hablarle, aunque sabía que no serviría de nada.-¡Hilde! ¡Soy Sofía! Hilde no daba señales de haber oído nada. Sofía se puso de rodillas y le gritó al oído:
-¿Me oyes, Hilde? ¿Estás ciega y sorda?
¿Se volvió la mirada de Hilde? ¿Era una pequeña señal de que había oído algo, por muy débil que fuese? Luego se giró y miró directamente a los ojos de Sofía. No enfocó del todo la mirada, era como si mirase a través de ella.-No tan alto, Sofía. Era Alberto el que hablaba desde el deportivo.
-Prefiero el jardín lleno de sirenitas. Sofía se quedó muy quieta. Se sentía bien estando tan cerca de Hilde. De pronto se oyó una voz muy grave de hombre: «¡Hildecita!». Era el mayor, en uniforme y con casco azul. Estaba arriba en el jardín. Hilde se levantó rápidamente y fue corriendo hacia él. Se encontraron
entre el y el . Él la cogió en brazos, y empezó a dar vueltas.Hilde se había sentado en el muelle para esperar a su padre. Cada cuarto de hora que pasaba desde que él había aterrizado en Kastrup, ella había intentado imaginarse dónde estaría, lo que haria y como reaccionaria; tenía anotado todo
el en un papelito que había llevado en la mano todo el día. ¿Se enfadaría? No podía pensar que todo volvería a ser como antes, después de haberle escrito un libro tan misterioso. Volvió a mirar el reloj. Eran las diez y cuarto. Podía llegar en cualquier memento. ¿Pero qué era eso? ¿No oía como un , exactamente igual que en el sueño de Sofía?Se volvió bruscamente.
Había allí, de eso estaba segura, pero no sabia qué.-¿Podría ser la noche de verano?
-Durante unos instantes, tuvo miedo de ser vidente.
-Pero si estás hecha una mujer, Hilde.
-Y tu estás hecho un inventor de historias. Hilde se secó las lágrimas con las mangas del vestido amarillo.
-¿Podemos decir que estamos en paz? -preguntó ella.
-Estamos en paz. Se sentaron a la mesa. Lo primero que pidió Hilde fue una descripción detallada de lo que había sucedido en Kastrup y durante el camino de vuelta. Todo fue recibido con grandes risas.
-¿No viste el sobre de la cafeteria?
-No tuve ni tiempo para sentarme a tomar algo,pesada.Ahora estoy hambriento.
-Pobre papá.
-¿Era una broma lo del pavo?
-En absoluto. Yo lo he preparado, y mamá lo va a servir. Luego hablaron detalladamente de la carpeta de anillas y de la historia sobre Alberto y Sofia. Pronto estuvieron sobre la mesa el pavo y la ensalada Waldorf, el vino rosado y el pan trenzado hecho por Hilde. El padre estaba diciendo algo sobre Platón,cuando de pronto fue interrumpido por Hilde.
-¡Calla!
-¿Qué pasa?
-¿No has oído? Es
como si alguien estuviera ...-No...
-Estoy segura de haber oído algo. Bueno, sera un ratón. Lo último que dijo el padre anles de que la madre volviera con el vino fue:
-Pero el curso de filosofía no está totalmente acabado.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Esta noche te hablaré
del . Antes de empezar a comer, el padre dijo: Hilde ya está muy grande para estar sentada sobre mis rodillas.¡Pero tu no! Y dicho esto, capturo a Marit y la sentó sobre sus rodillas. Pensar que tienes ya casi cuarenta años.... Después de que Hilde se hubiera ido corriendo al encuentro de su padre, Sofía notó que las lágrimas estaban a punto de brotarle.¡No la alcanría nunca! Sofía sentía envidia de Hilde, que podía ser un ser humano de carne y hueso. Cuando Hilde y el mayor se hubieron sentado a la mesa, Alberto
tocó el del coche. levantó la cabeza. ¿No hizo lo mismo? Subió al coche y se sentó al lado de Alberto.-¿Nos quedamos un rato mirando lo que pasa? -dijo.
Sofía asintió con la cabeza.
-¿Has llorado? Volvió a asentir con la cabeza.
-¿Pero qué pasa?
-Y nietos, Sofía. Pero todo tiene dos caras. Eso es algo que he procurado enseñarte desde el principio del curso de filosofía.
-¿En gué estás pensando?
-Yo opino, como tú, que ella es muy afortunada. Pero
a quien le toca la loteria de la también le toca la de la . Pues la condición humana es la muerte.-¿Pero no es al fin y al cabo mejor haber vivido, que no vivir nunca de verdad?
-Nosotros no podemos vivir como Hilde... bueno, o como el mayor. En cambio
nunca. ¿No te acuerdas de lo que dijo la anciana en el bosque? Pertenecemos al «pueblo invisible». También dijo que tenía casi doscientos años. Pero en aquella fiesta de San Juan vi a algunos personajes que tienen más de tres mil...-Quizás lo que más envidie de Hilde sea su... su vida en familia.
-Pero tú también tienes una familia. ¿No tienes un gato, un par de pájaros, una tortuga...?
-Pero ya abandonamos esa realidad.
-De ninguna manera. Sólo la ha abandonado el mayor. Ha puesto punto final, hija mía. Y nunca nos volverá a encontrar.
-¿Quieres decir que podemos volver?
-Todo lo que queramos. Pero también nos vamos a encontrar con nuevos amigos en el bosque, detrás del café Cinderella.
La familia Moller Knag se sentó a cenar. Por un instante, Sofía tuvo miedo de que la cena se desarrollara en la misma dirección que la fiesta filosófica en el iardín del Camino del Trébol, porque daba la impresión de que el mayor iba a tumbar a Marit en la mesa. Pero en lugar de eso, Marit cayó encima de las rodillas de su marido. El coche estaba aparcado a cierta distancia de la familia, que en ese momento estaba cenando. Sólo a intervalos lograban oír lo que se decía. Sofía y Alberto se quedaron sentados mirando al jardín, y tuvieron tiempo para hacer un largo resumen de la infeliz fiesta filosófica.
Alrededor de medianoche, la familia se levantó de la mesa. Hilde y el mayor se dirigieron hacia el balancín.Hicieron señas a la madre, que se encaminaba a la casa blanca.
-Tú
, mamá. Tenemos mucho de qué .