LA ÉTICA DE PLATÓN EN EL LIBRO IV REPÚBLICA
Las virtudes de la Prudencia, el Valor y la Templanza
(427d-432b)

427d-432b

Comenzamos nuestra exposición situándonos en los versículos 427d-432b de la República. Estamos en el momento en que Sócrates ha dado ya por fundada su ciudad ideal. A partir de ahora intentara averigüar en que lugar, dentro de tal ciudad ideal,  estaría situada la justicia y en cuál la injusticia y en que se diferencia la una de la otra y cuál de las dos debe alcanzar el que ha de ser feliz. Para averiguar todo ello Sócrates le pide a Adimánto que comience tal investigación procurándose, de dónde sea, la luz necesaria, y, si es necesario, que llame en su auxilio a su hermano Glaucón así como a Polemárco y a los demás personajes presentes en el diálogo de la República. Adimánto protesta contra esta sugerencia de Sócrates y le recuerda que ha sido él mismo quien había prometió llevar a cabo tal investigación. Sócrates reconoce que es verdad lo que Adimánto dice. Solicita, sin embargo, ayuda a los presentes para llevar a cabo tal investigación. A partir de ahí, Sócrates, inicia su investigación para descubrir la esencia de la justicia y la injusticia en una ciudad. Para lograrlo, comienza hablando de las cuatro virtudes que deben acompañar a toda realidad que sea considerada como absolutamente buena: prudencia, valor, templanza, justicia.
Comienza su estudio por el análisis de la Prudencia. En primer lugar afirma que una ciudad prudente es aquella que acierta en sus determinaciones y que tal acierto es un modo de ciencia, es decir, un tipo de saber. A continuación analiza a quienes, dentro de la ciudad, pertenece tal tipo de saber. Va descartando toda una serie de oficios  (constructores, carpinteros, broncistas, agricultores) para acabar afirmando que, a partir de los análisis realizados anteriormente en relación con ciudad recientemente fundada, parecen existir determinados ciudadanos (los guardianes perfectos) que no se preocupan por aspectos particulares de la ciudad sino por ella entera en lo que se refiere a llevar lo mejor posible sus relaciones en el interior y con las demás ciudades. Afirma que poseen la ciencia de la preservación y que, en virtud de tal ciencia, ello permite que la ciudad acierte en sus determinaciones y sea, con ello, verdaderamente prudente. Finaliza señalando que curiosamente, en comparación con los representantes de los otros oficios dentro de la ciudad, es mucho menor el número de los sujetos poseedores de la virtud de la prudencia. Ello le lleva a concluir que una ciudad fundada conforme a naturaleza puede ser toda entera prudente por la clase de gente más reducida que en ella hay, que es la que la preside y gobierna y a la que propiamente pertenece el nombre de prudente.
{Ver texto1e}
A continuación analiza Sócrates el Valor. Señala que una ciudad es valerosa gracias a la existencia de una clase o estamento que la defiende. Define la virtud del valor como aquella que es capaz de mantener en toda circunstancia la opinión acerca de las cosas que se han de temer en el sentido de que éstas son siempre las mismas y tales cuales el legislador las prescribió en la educación. Es decir constancia en las opiniones que se han de temer y obediencia. En este contexto, afirma que el valor es una especie de conservación y ello por lo siguiente: mantenerse firme en las opiniones sobre las cuestiones que se han de temer sin desecharlas jamás implica un gran valor interno de conservar lo adquirido. Describe también un ejemplo que ayude a entender lo que quiere decir: los tintoreros cuando tiñen las lanas para que queden de color púrpura, eligen primeramente las de color blanco y las cuidan con esmero para que adquieran el mayor brillo posible. Después las tiñen y lo que queda teñido por este procedimiento conserva de modo indeleble su tinte. Pues bien, del mismo modo debería educarse, primeramente, con gran esmero a los jóvenes guardianes en la música y la gimnasia. Ello les permite les permite brillar para recibir una especie de teñido que se conserve también de modo indeleble en relación con las cosas que se han de temer y las que no. Tal teñido no deberían llevárselo ni los placeres, ni los miedos, ni la concupiscencia. Pues bien, esta fuerza de preservación en las opiniones rectas, en todo tipo de circunstancias, acerca de las cosas que deben ser temidas es la virtud del valor. Y tal cualidad, presente también en una clase reducida de la ciudad, es lo que hace a ésta realmente valerosa.
{Ver texto2e}
Ahora comienza Sócrates el estudio de la virtud de la templanza. Comienza señalando que se parece más que las anteriores a la armonía musical ya que esta virtud se define como un orden y dominio de los placeres y de la concupiscencia. Además suele afirmarse también que quien posee la virtud de la templanza posee también un dominio sobre sí mismo lo que, a primera vista, resulta paradójico pues el que es dueño de sí mismo es también esclavo y el esclavo resulta que es también dueño de sí mismo. Sócrates señala, sin embargo, que la solución ante esta aparente paradoja pasa por entender realmente lo que se quiere decir con ello; y es que en el alma del un mismo hombre existe algo que es mejor y algo que es peor; y cuando lo que por naturaleza es mejor domina a lo peor, se dice que aquel es dueño de sí mismo. Pues bien, sobre esta definición de templanza Sócrates propone echar una ojeada a la ciudad que podría definirse como templada y señala que, en coherencia con lo establecido hasta ahora, debería ser aquella que se proclama dueña de sí misma debido a que en ella lo mejor se sobrepone a lo peor. Ahora bien, en la ciudad recién fundada nos encontramos con que los llamados a gobernar, por ser los mejores. son aquellos que han logrado vencer lo peor en sus almas y sobreponerse sobre los apetitos de los menos capacitados para gobernar, pero que, a su vez, reconocen el dominio de los mejores. Por lo tanto parece que una ciudad así (como la defendida por Sócrates) es dueña de sus concupiscencias y apetitos, y, por tanto, temperante. Ahora bien, en una ciudad temperante la virtud de la templanza no es propiedad y característica, como sucede con la prudencia y el valor, únicamente de los llamados a gobernar (dueños de sí mismos por gobernar en ellos lo mejor) sino también de los gobernados (que aceptan dejarse gobernar por los más templados). Por ello, afirma Sócrates, la templanza se extiende por la ciudad entera, logrando que canten lo mismo (de ahí su parecido con la armonía musical) los más débiles, los más fuertes y los de en medio. En definitiva, la templanza es concordia y armonía entre las distintas clases o estamentos de la ciudad. En conclusión: la templanza es en la ciudad una virtud general de todos los ciudadanos; los guardianes auxiliares han de poseer también la virtud del valor; y los guardianes perfectos (gobernantes) deben poseer, además de la templanza y del valor, la virtud de la prudencia. De este modo cada clase tiene su virtud propia y diferencial.
{Ver texto3e}
Presentación
















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































 TEXTO1E
(427d-429a)

-Da, pues, ya por fundada a la ciudad, ¡oh, hijo de Aristón -dije-, y lo que a continuación has de hacer es mirar bien en ella procurándote de donde sea la luz necesaria; y llama en tu auxilio a tu hermano y tambien a Polemarco y a los demás, por si podemos ver en que sitio está la justicia y en cuál la injusticia y en qué se diferencia la una de la otra y cuál de las dos debe alcanzar el que ha de ser feliz, lo vean o no los dioses y los hombres.
-Nada de eso --objetó Glaucón-, porque prometiste hacer tú mismo la investigación
, alegando que no te era lícito dejar de dar favor a la justicia en la medida de tus fuerzas y por todos los medios.
-Verdad es lo que me recuerdas -repuse yo- y así se ha de hacer; pero es preciso que vosotros me ayudéis en la empresa.
-Así lo haremos -replicó.
-Pues por el procedimiento que sigue -dije- espero hallar lo que buscamos: pienso que nuestra ciudad, si está rectamente fundada, será completamente buena.
-Por fuerza -replicó.
-Claro es, pues, que será prudente, valerosa, moderada y justa.
-Claro.
-¿Por tanto, sean cualesquiera las que de estas cualidades encontremos en ella, el resto será lo que no hayamos encontrado?
-¿Qué otra cosa cabe?
-Pongo por caso: si en un asunto cualquiera de cuatro a cosas buscamos una, nos daremos por satisfechos una vez que la hayamos, reconocido, pero, si ya antes habíamos llegado a reconocer las otras tres, por este mismo hecho quedará patente la que nos falta; pues es manifiesto que no era otra la que restaba
..
-Dices bien --observó.
-¿Y así, respecto a las cualidades enumeradas, pues que son también cuatro, se ha de hacer la investigación
del mismo modo?
-Está claro.
-Y me parece que la primera que salta a la vista es la prudencia; y algo extraño se muestra en relación con ella.
-¿Qué es ello? -preguntó.
-Prudente en verdad me parece la ciudad de que hemos venido hablando; y esto por ser acertada en sus determinaciones. ¿No es así?
-Sí.
-Y esto mismo, el acierto, está claro que es un modo de ciencia, pues por ésta es por la que se acierta y no por la ignorancia.
-Está claro.
-Pero en la ciudad hay un gran número y variedad de ciencias.
-¿Cómo no?
-¿Y acaso se ha de llamar a la ciudad prudente y acertada por el saber de los constructores?
-Por ese. saber no se la llamará así -dijo-, sino maestra en construcciones.
-Ni tampoco habrá que llamar prudente a la ciudad por la ciencia de hacer muebles, si delibera sobre la manera de que éstos resulten lo mejor posible.
-No por cierto.
-¿Y qué? ¿Acaso por el saber de los broncistas o por algún otro semejante a éstos?
-Por ninguno de ésos --contestó.
-Ni tampoco la llamaremos prudente por la producción de los frutos de la tierra, sino ciudad agrícola.
-Eso parece.
-¿Cómo, pues? ----dije-. ¿Hay en la ciudad fundada hace un momento por nosotros algún saber en determinados ciudadanos con el cual no resuelve sobre este o el otro particular de la ciudad, sino sobre la ciudad entera, viendo el modo de que ésta lleve lo mejor posible sus relaciones en el interior y con las demás ciudades?
-Sí, lo hay.
-¿Y cuál es --dije- y en quiénes se halla?
-Es la ciencia de la preservación --,dijo- y se halla en aquellos jefes que ahora llamábamos perfectos guardianes.
-¿Y cómo llamaremos a la ciudad en virtud de esa ciencia?
-Acertada en sus determinaciones -repuso- y verdaderamente prudente.
-¿Y de quiénes piensas -pregunté- que habrá mayor número en nuestra ciudad, de broncistas o de estos verdaderos guardianes?
-Mucho mayor de broncistas -respondió.
-¿Y así también --dije- estos guardianes serán los que se hallen en menor número de todos aquellos que por su ciencia reciben una apelación determinada?
-En mucho menor número.
-Por lo tanto, la ciudad fundada conforme a naturaleza podrá ser toda entera prudente por la clase de gente más reducida que en ella hay, que es aquella que la preside y gobierna; y éste, según parece, es el linaje que por
  fuerza natural resulta más corto y al cual corresponde el a participar de este saber, único que entre todos merece el nombre de prudencia.
-Verdad pura es lo que dices --observó.
-Hemos hallado, pues, y no sé cómo, esta primera de las cuatro cualidades y la parte de la ciudad donde se encuentra.
-A mí, por lo menos -dijo-, me parece que la hemos hallado satisfactoriamente.
Resumen1
Presentación
















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO2E
(429a-430c)

-Pues si pasamos al valor y a la parte de la ciudad en que reside y por la que toda ella ha de ser llamada valerosa, no me parece que la cosa sea muy difícil de percibir.
-¿Y cómo?
-¿Quién ---dije yo-- podría llamar a la ciudad cobarde o valiente mirando a otra cosa que no fuese la parte de ella que la defiende y se pone en campaña a su favor?
-Nadie podría darle esos nombres mirando a otra cosa -replicó.
-En efecto -agregué-, los demás que viven en ella, sean cobardes o valientes, no son dueños, creo yo, de hacer a aquélla de una manera u otra.
-No, en efecto.
-Y así, la ciudad es valerosa por causa de una clase de ella, porque en dicha parte posee una virtud tal como para mantener en toda circunstancia la opinión acerca de las cosas que se han de temer en el sentido de que éstas son siempre las mismas y tales cuales el legislador las prescribió en la educación. ¿O no es esto lo que llamas valor?
-No he entendido del todo lo que has dicho --contestó.
-Afirmo --dije- que el valor es una especie de conservación.
-¿Qué clase de conservación?
-La de la opinión formada por la educación bajo la ley acerca de cuáles y cómo son las cosas que se han de temer. Y dije que era conservación en toda circunstancia porque la lleva adelante, sin desecharla jamás, el que se halla entre dolores y el que entre placeres y el que entre deseos y el que entre espantos. Y quiero representarte, si lo permites, a qué me parece que es ello semejante.
-Sí, quiero.
-Sabes --dije-- que los tintoreros, cuando han de teñir lanas para que queden de color de púrpura, eligen primero, de entre tantos colores como hay, una sola clase, que es la de las blancas; después las preparan previamente, con prolijo esmero, cuidando de que adquieran el mayor brillo posible, y así las tiñen. Y lo que queda teñido por este procedimiento resulta indeleble en su tinte, y el lavado, sea con detersorios o sin ellos, no puede quitarle su brillo; y también sabes cómo resulta lo que no se tiñe así, bien porque se empleen lanas de otros colores o porque no se preparen estas mismas previamente.
-Sí --contestó--; queda desteñido y ridículo.
-Pues piensa -repliqué yo- que otro tanto hacemos nosotros en la medida de nuestras fuerzas cuando elegimos los soldados y los educamos en la música y en la gimnástica: no creas que preparamos con ello otra cosa sino el que, obedeciendo lo mejor posible a las leyes, reciban una especie de teñido, para que, en virtud de su índole y crianza obtenida, se haga indeleble su opinión acerca de las cosas que hay que temer y las que, no; y que tal teñido no se lo puedan llevar esas otras lejías tan fuertemente dísolventes que son el placer, más terrible en ello que cualquier sosa o lejía, y el pesar, el miedo y la concupiscencia, más poderosos que cualquier otro detersorio. Esta fuerza  y preservación en toda circunstancia de la opinión recta y legítima acerca de las cosas que han de ser temidas y de las que no es lo que yo llamo valor y considero como tal si tú no dices otra cosa.
-No por cierto ---,dijo-; y, en efecto, me parece que a esta misma recta opinión acerca de tales cosas que nace sin educación, o sea, a la animal y servil, ni la consideras enteramente legítima ni le das el nombre de valor, sino otro distinto.
-Verdad pura es lo que dices ---observé.
-Admito, pues, que eso es el valor.
-Y admite -agregué,-- que es cualidad propia de la ciudad y acertarás con ello. Y en otra ocasión, si quieres, trataremos mejor acerca del asunto, porque ahora no es eso lo que estábamos investigando, sino la justicia; y ya es bastante, según creo, en cuanto a la búsqueda de aquello otro.
-Tienes razón --dijo.
valor y a la parte de la ciudad en que reside y por la que toda ella ha de ser llamada valerosa, no me parece que la cosa sea muy difícil de percibir.
-¿Y cómo?
-¿Quién ---dije yo-- podría llamar a la ciudad cobarde o valiente mirando a otra cosa que no fuese la parte de ella que la defiende y se pone en campaña a su favor?
-Nadie podría darle esos nombres mirando a otra cosa -replicó.
-En efecto -agregué-, los demás que viven en ella, sean cobardes o valientes, no son dueños, creo yo, de hacer a aquélla de una manera u otra.
-No, en efecto.
-Y así, la ciudad es valerosa por causa de una clase de ella, porque en dicha parte posee una virtud tal como para mantener en toda circunstancia la opinión acerca de las cosas que se han de temer en el sentido de que éstas son siempre las mismas y tales cuales el legislador las prescribió en la educación. ¿O no es esto lo que llamas valor?
-No he entendido del todo lo que has dicho --contestó.
-Afirmo --dije- que el valor es una especie de conservación.
-¿Qué clase de conservación?
-La de la opinión formada por la educación bajo la ley acerca de cuáles y cómo son las cosas que se han de temer. Y dije que era conservación en toda circunstancia porque la lleva adelante, sin desecharla jamás, el que se halla entre dolores y el que entre placeres y el que entre deseos y el que entre espantos. Y quiero representarte, si lo permites, a qué me parece que es ello semejante.
-Sí, quiero.
-Sabes --dije-- que los tintoreros, cuando han de teñir lanas para que queden de color de púrpura, eligen primero, de entre tantos colores como hay, una sola clase, que es la de las blancas; después las preparan previamente, con prolijo esmero, cuidando de que adquieran el mayor brillo posible, y así las tiñen. Y lo que queda teñido por este procedimiento resulta indeleble en su tinte, y el lavado, sea con detersorios o sin ellos, no puede quitarle su brillo; y también sabes cómo resulta lo que no se tiñe así, bien porque se empleen lanas de otros colores o porque no se preparen estas mismas previamente.
-Sí --contestó--; queda desteñido y ridículo.
-Pues piensa -repliqué yo- que otro tanto hacemos nosotros en la medida de nuestras fuerzas cuando elegimos los soldados y los educamos en la música y en la gimnástica: no creas que preparamos con ello otra cosa sino el que, obedeciendo lo mejor posible a las leyes, reciban una especie de teñido, para que, en virtud de su índole y crianza obtenida, se haga indeleble su opinión acerca de las cosas que hay que temer y las que, no; y que tal teñido no se lo puedan llevar esas otras lejías tan fuertemente dísolventes que son el placer, más terrible en ello que cualquier sosa o lejía, y el pesar, el miedo y la concupiscencia, más poderosos que cualquier otro detersorio. Esta fuerza  y preservación en toda circunstancia de la opinión recta y legítima acerca de las cosas que han de ser temidas y de las que no es lo que yo llamo valor y considero como tal si tú no dices otra cosa.
-No por cierto ---,dijo-; y, en efecto, me parece que a esta misma recta opinión acerca de tales cosas que nace sin educación, o sea, a la animal y servil, ni la consideras enteramente legítima ni le das el nombre de valor, sino otro distinto.
-Verdad pura es lo que dices ---observé.
-Admito, pues, que eso es el valor.
-Y admite -agregué,-- que es cualidad propia de la ciudad y acertarás con ello. Y en otra ocasión, si quieres, trataremos mejor acerca del asunto, porque ahora no es eso lo que estábamos investigando, sino la justicia; y ya es bastante, según creo, en cuanto a la búsqueda de aquello otro.
-Tienes razón --dijo.

Resumen1
Presentación
















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO3E
(430c-432b)

-Dos, pues, son las cosas --dije- que nos quedan por observar en la ciudad: la templanza y aquella otra por la que hacemos toda nuestra investigación, la justicia.
-Exactamente.
-¿Y cómo podríamos hallar la justicia para no hablar todavía acerca de la templanza?
-Yo, por mi parte --dijo-, no lo sé, ni querría que se declarase lo primero la justicia, puesto que aún no hemos examinado la templanza; y, si quieres darme gusto, pon la atención en ésta antes que en aquélla.
-Quiero en verdad -repliqué- y no llevaría razón en negarme.
-Examínala, pues ---dijo.
-La voy a examinar -contesté-. Y ya a primera vista, se parece más que todo lo anteriormente examinado a una especie de modo musical o armonía.
-¿Cómo?
-La templanza -repuse- es un orden y dominio de placeres y concupiscencia según el dicho de los que hablan, no sé en qué sentido, de ser dueños de sí mismos; y también hay otras expresiones que se muestran como rastros de aquella cualidad. ¿No es así?
-Sin duda ninguna --contestó.
-Pero ¿eso de «ser dueño de sí mismos» no es ridículo? Porque el que es dueño de sí mismo es también esclavo, y el que es esclavo, dueño; ya que en todos estos dichos se habla de una misma persona.
-¿Cómo no?
-Pero lo que me parece --dije- que significa esa expresión es que en el alma del mismo hombre hay algo que es mejor y algo que es peor; y cuando lo que por naturaleza es mejor domina a lo peor, se dice que «aquél es dueño de sí mismo», lo cual es una alabanza, pero cuando, por mala crianza o companía, lo mejor queda en desventaja y resulta dominado por la multitud de lo peor, esto se censura como oprobio, y del que así se halla se dice que está dominado por sí mismo y que es un intemperante.
-Eso parece, en efecto --observó.
  -Vuelve ahora la mirada -dije- a nuestra recién fundada ciudad y encontrarás dentro de ella una de estas dos cosas; y dirás que con razón se la proclama dueña de sí misma si es que se ha de llamar bien templado y dueño de sí mismo a todo aquello cuya parte mejor se sobrepone a lo peor.
-La miro, en efecto -respondió-, y veo que dices verdad.
-Y de cierto, los más y los más varios apetitos, concupiscencias y desazones se pueden encontrar en los niños y en las mujeres y en los domésticos y en la mayoría de los hombres que se llaman libres, aunque carezcan de valía.
-Bien de cierto.
-Y, en cambio, los afectos más sencillos y moderados, los que son conducidos por la razón con sensatez y recto juicio, los hallarás en unos pocos, los de mejor índole y educación.
-Verdad es --dijo.
-Y así ¿no ves que estas cosas existen también en la ciudad y que en ella los apetitos de los más y más ruines son vencidos por los apetitos y la inteligencia de los menos y más aptos?
-Lo veo ---dijo.

-Sí hay, pues, una ciudad a la que debarnos llamar dueña de sus concupiscencias y apetitos y dueña  también ella de sí misma, esos títulos hay que darlos a la nuestra.
-Enteramente --- dijo.
-¿Y conforme a todo ello no habrá que llamarla asimismo temperante?
-En alto grado -contestó.
-Y si en alguna otra ciudad se hallare una sola opínión, lo mismo en los gobernantes que en los gobernados, respecto a quiénes deben gobernar, sin duda se hallará también en ésta. ¿No te parece?
-Sin la menor duda --dijo.
-¿Y en cuál de las dos clases  de ciudadanos dirás que reside la templanza cuando ocurre eso? ¿En los gobernantes o en los gobernados?
-En unos y otros, creo -repuso.
-¿Ves, pues -dije yo--, cuán acertadamente predecíamos hace un momento que la templanza se parece a una cierta armonía musical?
-¿Y por qué?
-Porque, así como el valor y la prudencia, residiendo en una parte de la ciudad, la hacen a toda ella el uno valerosa y la otra prudente, la templanza no obra igual, sino que se extiende por la ciudad entera, logrando que canten lo mismo y en perfecto unísono los más débiles, los más fuertes y los de en medio, ya los clasifiques por su inteligencia, ya por su fuerza, ya por su número o riqueza o por cualquier otro semejante respecto; de suerte que podríamos con razón afirmar que es templanza esta concordia, esta armonía entre lo que es inferior y lo que es superior por naturaleza sobre cuál de esos dos elementos debe gobernar ya en la ciudad, ya en cada individuo.
-Así me parece en un todo -repuso.

Resumen1
Presentación













































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































LIBRO IV REPÚBLICA
LA JUSTICIA
(432b-434d)

432b-434d
A partir de ahora Sócrates y Adimanto se centrarán en búsqueda y análisis de la virtud que falta: La Justicia.
Sócrates comienza su investigación de un modo algo misterioso y con el objeto de excitar la curiosidad de los oyentes. Habla de la justicia como de algo que sabemos que tiene que estar ya presente y la compara con una pieza de caza a la cual, aún teniéndola a la vista, no somos capaces de reconocer. Después habla de un rastro que conduce a ella y finaliza afirmando que la justicia es algo que tenemos ante nuestras narices y que con ella nos sucede lo mismo que aquellos, que teniendo algo en la mano, buscan lo mismo que  ya tienen en su poder.
{Ver texto1f}
Después de esta puesta en escena un tanto misteriosa Sócrates hace referencia a algo que ya desde el principio habían establecido como elemento básico de la ciudad: cada uno debe atender a una sola de las cosas de la ciudad, es decir, a aquello para lo que su naturaleza esté mejor dotada. Señala también que en hacer cada uno lo suyo y en no multiplicar sus actividades era, precisamente, en lo que consistía la justicia. La justicia=hacer cada uno lo suyo. A continuación Sócrates señala que ha inferido tal afirmación como un residuo del estudio de las otras virtudes. Y es que después de haber descubierto las virtudes de la prudencia, el valor y la templanza, faltaría la virtud que les da vigor y las conserva después de su nacimiento. Y es que si alguien tuviera que responder a la pregunta de cual de todas las virtudes hace con su presencia totalmente buena a una ciudad, no sería muy correcto afirmar que es aquella que mantiene a los soldados en la opinión legítima sobre lo que es realmente temible; o la que se asienta en el niño, la mujer, el esclavo, el hombre libre, el artesano o el gobernante y gobernado; o la que permite la igualdad de opiniones entre gobernantes y gobernados. Y es que estas virtudes, aunque hacen a una ciudad entera prudente, valerosa y templada, no pertenecen por igual a todos los ciudadanos. Sin embargo, el que dentro de una ciudad cada uno haga en ella lo que es propio parece que generaliza y sintetiza las otras virtudes en una sóla. Y ello parece que se corresponde con la justicia. En definitiva, según Sócrates la posesión y la práctica de lo que a cada uno es propio constituye la justicia. Por lo tanto, si un carpintero se dedica hacer el trabajo del zapatero y viceversa o un artesano pretende entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en las de los consejeros o guardianes, sin tener merito para ello, es evidente que tal trueque en las funciones sería ruinoso para una ciudad. El entrometimiento y trueque mutuo de estas tres clases, afirma Sócrates, en el mayor daño de la ciudad y su mayor crimen. Y tal crimen no sería otra cosa que la injusticia. Por consiguiente, concluye Sócrates, parece que hemos cazado no solamente la justicia, como sinónimo de actuación en lo que le es propio a cada uno de los linajes de la ciudad, sino también a la injusticia como sinónimo del entrometimiento, y, por tanto, el hacer dejación de sus funciones propias como estamento social. En definitiva, según el Sócrates de la Republica, las virtudes de la prudencia, valor y templaza se resumen en la justicia y ésta representa la virtud única de donde brotan las otras.
{Ver texto2f}
Presentación






















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO1F
(432b-433a)

-Bien -dije yo-; tenemos vistas tres cosas de la ciudad según parece; pero ¿cuál será la cualidad restante por la que aquélla alcanza su virtud? Es claro que la justicia.
-Claro es.
-Así, pues, Claucón, nosotros tenemos que rodear la mata, como unos cazadores, y aplicar la atención, no sea que se nos escape la justicia y, desapareciendo de nuestros ojos, no podamos verla más. Porque es manifiesto que está aquí; por tanto, mira y esfuérzate en observar por sí la ves antes que yo y puedes enseñármela.
-¡Ojalá! --dijo él-, pero mejor te serviré si te sigo y alcanzo a ver lo que tú me muestres.
-Haz, pues, conmigo la invocación y sígueme ---dije.
-Así haré -replicó- , pero atiende tú a darme guía.
-Y en verdad --,dije yo- que estamos en un lugar difícil y sombrío, porque es oscuro y poco penetrable a la vista. Pero, con todo, habrá que ir.
-Vayamos, pues -exclamó.
Entonces yo, fijando la vista, dije: -¡Ay, ay, Glaucón! Parece que tenemos un rastro y creo que no se nos va a escapar la presa.
-¡Noticia feliz! --dijo él.
-En verdad ---dije-- que lo que me ha pasado es algo estúpido.
-¿Y qué es ello?
-A mi parecer, bendito amigo, hace tiempo que está la cosa rodando ante nuestros pies y no la veíamos incurriendo en el mayor de los ridículos. Como aquellos que, teniendo algo en la mano, buscan a veces lo mismo que tienen, así nosotros no mirábamos a ello, sino que dirigíamos la vista a lo lejos y por eso quizá no lo veíamos.
-¿Qué quieres decir? -preguntó.
-Quiero decir -repliqué- que en mi opinión hace tiempo que estábamos hablando y oyendo hablar de nuestro asunto sin darnos cuenta de que en realidad de un modo u otro hablábamos de él.
-Largo es ese proemio -dijo- para quien está deseando escuchar.
justicia.
-Claro es.
-Así, pues, Claucón, nosotros tenemos que rodear la mata, como unos cazadores, y aplicar la atención, no sea que se nos escape la justicia y, desapareciendo de nuestros ojos, no podamos verla más. Porque es manifiesto que está aquí; por tanto, mira y esfuérzate en observar por sí la ves antes que yo y puedes enseñármela.
-¡Ojalá! --dijo él-, pero mejor te serviré si te sigo y alcanzo a ver lo que tú me muestres.
-Haz, pues, conmigo la invocación y sígueme ---dije.
-Así haré -replicó- , pero atiende tú a darme guía.
-Y en verdad --,dije yo- que estamos en un lugar difícil y sombrío, porque es oscuro y poco penetrable a la vista. Pero, con todo, habrá que ir.
-Vayamos, pues -exclamó.
Entonces yo, fijando la vista, dije: -¡Ay, ay, Glaucón! Parece que tenemos un rastro y creo que no se nos va a escapar la presa.
-¡Noticia feliz! --dijo él.
-En verdad ---dije-- que lo que me ha pasado es algo estúpido.
-¿Y qué es ello?
-A mi parecer, bendito amigo, hace tiempo que está la cosa rodando ante nuestros pies y no la veíamos incurriendo en el mayor de los ridículos. Como aquellos que, teniendo algo en la mano, buscan a veces lo mismo que tienen, así nosotros no mirábamos a ello, sino que dirigíamos la vista a lo lejos y por eso quizá no lo veíamos.
-¿Qué quieres decir? -preguntó.
-Quiero decir -repliqué- que en mi opinión hace tiempo que estábamos hablando y oyendo hablar de nuestro asunto sin darnos cuenta de que en realidad de un modo u otro hablábamos de él.
-Largo es ese proemio -dijo- para quien está deseando escuchar.

Resumen2
Presentación




















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO2F
(433a-434d)

-Oye, pues -le advertí-, por si digo algo a que valga. Aquello que desde el principio, cuando fundábamos la ciudad, afirmábamos que había que observar en toda circunstancia, eso mismo o una forma de eso es a mi parecer la justicia. Y lo que establecimos y repetimos muchas veces, si bien te acuerdas, es que cada uno debe atender a una sola de las cosas de la ciudad: a aquello para lo que su naturaleza esté mejor dotada.
-En efecto, eso decíamos.
-Y también de cierto oíamos decir a otros muchos y dejábamos nosotros sentado repetidamente que el hacer cada uno lo suyo y no multiplicar sus actividades era la justicia.
-Así de cierto lo dejamos sentado.
-Esto, pues, amigo ---dije-, parece que es en cierto modo la justicia: el hacer cada uno lo suyo. ¿Sabes de dónde lo infiero?
-No lo sé; dímelo tú -replicó.
-Me parece a mí ---dije- que lo que faltaba en la ciudad después de todo eso que dejamos examinado -la templanza, el valor y la prudencia- es aquello otro que a todas tres da el vigor necesario a su nacimiento y que, después de nacidas, las conserva mientras subsiste en ellas. Y dijimos que si encontrábamos aquellas tres, lo que faltaba era la justicia.
-Por fuerza --,dijo.
-Y si hubiera necesidad -añadí- de decidir cuál de estas cualidades constituirá principalmente con su presencia la bondad de nuestra ciudad, sería difícil determinar si será la igualdad de opiniones de los gobernantes y de los gobernados o el mantenimiento en los soldados de la opinión legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no o la inteligencia y la vigilancia existente en los gobernantes o si, en fin, lo que mayormente hace buena a la ciudad es que se asiente en el niño y en la mujer y en el esclavo y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el gobernado eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más.
-Cuestión difícil ---dijo-. ¿Cómo no?
-Por ello, según parece, en lo que toca a la excelencia de la ciudad esa virtud de que cada uno haga en ella lo que le es propio resulta émula de la prudencia, de la templanza y del valor.
-Desde luego -dijo.
-Así, pues, ¿tendrás a la justicia como émula de e aquéllas para la perfección de la ciudad?
-En un todo.
-Atiende ahora a esto otro y mira si opinas lo mismo: ¿será a los gobernantes a quienes atribuyas en la ciudad el juzgar los procesos?
-¿Cómo no?
-¿Y al juzgar han de tener otra mayor preocupación que la de que nadie posea lo ajeno ni sea privado de lo propio?
-No, sino ésa.
-¿Pensando que es ello justo?
-Sí.
-Y así, la posesión y práctica de lo que a cada uno es propio será reconocida como justicia.
-Eso es.
-Mira, por tanto, si opinas lo mismo que yo: el que el carpintero haga el trabajo del zapatero o el zapatero el del carpintero o el que tome uno los instrumentos y prerrogativas del otro o uno solo trate de hacer lo de los dos trocando todo lo demás ¿te parece que podría dañar gravemente a la ciudad?
-No de cierto -dijo.
-Pero, por el contrario, pienso que, cuando un artesano u otro que su índole destine a negocios privados, engreído por su riqueza o por el número de los que le siguen o por su fuerza o por otra cualquier cosa semejante, pretenda entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en la de los consejeros o guardianes, sin tener mérito para ello, y así cambien entre sí sus instrumentos y honores, o cuando uno solo trate de hacer a un tiempo los oficios de todos, entonces creo, como digo, que tú también opinarás que semejante trueque y entrometimiento ha de ser ruinoso para la ciudad.
-En un todo.
-Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de estas tres clases es el mayor daño de la ciudad y más que ningún otro podría ser con plena razón calificado de crimen.
-Plenamente.
-¿Y al mayor crimen contra la propia ciudad no habrás de calificarlo de injusticia?
-¿Qué duda cabe?
-Eso es, pues, injusticia. Y a la inversa, diremos: la actuación en lo que les es propio de los linajes de los traficantes, auxiliares y guardianes, cuando cada uno haga lo suyo en la ciudad, ¿no será justicia, al contrario de aquello otro, y no hará justa a la ciudad misrna?
-Así me parece y no de otra manera -dijo él.
principio, cuando fundábamos la ciudad, afirmábamos que había que observar en toda circunstancia, eso mismo o una forma de eso es a mi parecer la justicia. Y lo que establecimos y repetimos muchas veces, si bien te acuerdas, es que cada uno debe atender a una sola de las cosas de la ciudad: a aquello para lo que su naturaleza esté mejor dotada.
-En efecto, eso decíamos.
-Y también de cierto oíamos decir a otros muchos y dejábamos nosotros sentado repetidamente que el hacer cada uno lo suyo y no multiplicar sus actividades era la justicia.
-Así de cierto lo dejamos sentado.
-Esto, pues, amigo ---dije-, parece que es en cierto modo la justicia: el hacer cada uno lo suyo. ¿Sabes de dónde lo infiero?
-No lo sé; dímelo tú -replicó.
-Me parece a mí ---dije- que lo que faltaba en la ciudad después de todo eso que dejamos examinado -la templanza, el valor y la prudencia- es aquello otro que a todas tres da el vigor necesario a su nacimiento y que, después de nacidas, las conserva mientras subsiste en ellas. Y dijimos que si encontrábamos aquellas tres, lo que faltaba era la justicia.
-Por fuerza --,dijo.
-Y si hubiera necesidad -añadí- de decidir cuál de estas cualidades constituirá principalmente con su presencia la bondad de nuestra ciudad, sería difícil determinar si será la igualdad de opiniones de los gobernantes y de los gobernados o el mantenimiento en los soldados de la opinión legítima sobre lo que es realmente temible y lo que no o la inteligencia y la vigilancia existente en los gobernantes o si, en fin, lo que mayormente hace buena a la ciudad es que se asiente en el niño y en la mujer y en el esclavo y en el hombre libre y en el artesano y en el gobernante y en el gobernado eso otro de que cada uno haga lo suyo y no se dedique a más.
-Cuestión difícil ---dijo-. ¿Cómo no?
-Por ello, según parece, en lo que toca a la excelencia de la ciudad esa virtud de que cada uno haga en ella lo que le es propio resulta émula de la prudencia, de la templanza y del valor.
-Desde luego -dijo.
-Así, pues, ¿tendrás a la justicia como émula de e aquéllas para la perfección de la ciudad?
-En un todo.
-Atiende ahora a esto otro y mira si opinas lo mismo: ¿será a los gobernantes a quienes atribuyas en la ciudad el juzgar los procesos?
-¿Cómo no?
-¿Y al juzgar han de tener otra mayor preocupación que la de que nadie posea lo ajeno ni sea privado de lo propio?
-No, sino ésa.
-¿Pensando que es ello justo?
-Sí.
-Y así, la posesión y práctica de lo que a cada uno es propio será reconocida como justicia.
-Eso es.
-Mira, por tanto, si opinas lo mismo que yo: el que el carpintero haga el trabajo del zapatero o el zapatero el del carpintero o el que tome uno los instrumentos y prerrogativas del otro o uno solo trate de hacer lo de los dos trocando todo lo demás ¿te parece que podría dañar gravemente a la ciudad?
-No de cierto -dijo.
-Pero, por el contrario, pienso que, cuando un artesano u otro que su índole destine a negocios privados, engreído por su riqueza o por el número de los que le siguen o por su fuerza o por otra cualquier cosa semejante, pretenda entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en la de los consejeros o guardianes, sin tener mérito para ello, y así cambien entre sí sus instrumentos y honores, o cuando uno solo trate de hacer a un tiempo los oficios de todos, entonces creo, como digo, que tú también opinarás que semejante trueque y entrometimiento ha de ser ruinoso para la ciudad.
-En un todo.
-Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de estas tres clases es el mayor daño de la ciudad y más que ningún otro podría ser con plena razón calificado de crimen.
-Plenamente.
-¿Y al mayor crimen contra la propia ciudad no habrás de calificarlo de injusticia?
-¿Qué duda cabe?
-Eso es, pues, injusticia. Y a la inversa, diremos: la actuación en lo que les es propio de los linajes de los traficantes, auxiliares y guardianes, cuando cada uno haga lo suyo en la ciudad, ¿no será justicia, al contrario de aquello otro, y no hará justa a la ciudad misrna?
-Así me parece y no de otra manera -dijo él.

Resumen2
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































LIBRO IV REPÚBLICA
Concordancia entre justicia individual y ciudadana
(434d-441c)

434d-441c
Al llegar a este punto Sócrates señala la necesidad de analizar si la virtud de la justicia, que acaba de definir como ideal para la ciudad buena recién fundada, se podría descubrir también si sometiéramos a examen a un hombre solo. Plantea pues la idea de trasladar al individuo lo que se nos mostró como virtud en la ciudad con el objeto de observar si existe concordancia. Y es que si en el individuo esta virtud se nos presentaran como algo distinto, entonces deberíamos volver al estudio de la ciudad para hacer la prueba de poner en contacto al sujeto y la ciudad con el objeto de hacer que en ambos brille la justicia como fuego de enjutos.... El punto de partida acerca del porque no tiene porque existir gran diferencia entre ciudad justa e individuo justo es, de alguna forma, la creencia en la ley de la tendencia de lo igual hacia lo igual, es decir, Sócrates afirma que cuando se predica algo de una cosa que es lo mismo que en otra, ya sea más grande o más pequeña, parece evidente que ese algo será semejante tanto en una cosa como en la otra. Por consiguiente, si ese algo es la idea de justicia, parece la justicia no diferirá en nada en un hombre justo y en una ciudad justa. Por otro lado, continúa Sócrates, anteriormente hemos establecido que una ciudad justa aparece cuando los tres linajes de naturalezas que hay en ella hacía cada uno lo suyo propio; y, al mismo tiempo, se nos mostró como temperada, valerosa y prudente por otras condiciones presentes en estos mismos linajes. Pues bien, ahora se trataría de analizar si el individuo tiene en su propia alma estas mismas especies con el objeto de ver si se nos aparecen los mismos calificativos que en la ciudad. Este planteamiento lleva a Sócrates a analizar si es posible descubrir en el alma humana estas tres especies de linajes ya que si ello es cierto entonces tendríamos que reconocer que en cada uno de nosotros se dan las mismas especies y modos de ser que en la ciudad. Afirma también que tal tipo de investigación no es un absurdo ya que a las ciudades las hacen los individuos lo que explicaría que se hablase de ciudades de índole arrebatada como Tracia y Escitia; o ciudades amantes del saber como la misma Atenas; o ciudades en donde reina la avaricia como suele decirse de los fenicios y de los habitantes de Egipto.
{Ver Texto1g}
Pues bien teniendo todo esto presente, Sócrates comienza analizando si las diferentes funciones del alma - pensar, encolerizarse, apetecer - las hacemos por medio de una única especie de alma o mediante tres. Es decir, Sócrates intenta averiguar si existe un alma responsable de la cólera como algo distinto de la responsable del pensamiento y éstas dos como distintas de la responsable de los apetitos; o, por el contrario, si obramos con el alma entera. La argumentación usada para intentar aclarar estos puntos es la siguiente: comienza formulando ( por primera vez en el pensamiento griego ) el principio de contradicción, es decir, señalando que es imposible que un mismo ser admita hacer o sufrir cosas contrarias al mismo tiempo. Es decir, es imposible entender que una misma cosa se esté quieta y se mueva al mismo tiempo en una misma parte de sí misma. Sócrates intenta fundamentar la seguridad de este principio con el objetivo de no dudar en absoluto de él ante los ataques y argucias de los sofistas. Así analiza críticamente los ataques a este principio, por ejemplo, a partir de aquellos que podrían afirmar que es posible que un hombre se mueva y esté quieto al mismo tiempo, ya que podría estar quieto y, al mismo tiempo, mover las manos y la cabeza. Y es que, según Sócrates, en este caso no habría alteración en el principio de contradicción ya que una parte de él estaría quieta y otra estaría moviéndose. Y el principio establece que no puede ser que algo se mueva y esté quieto al mismo tiempo en una misma parte de sí misma. También analiza el ejemplo de las peonzas que están en reposo y se mueven enteras cuando bailan con la púa fija en un punto sin salirse de su sitio. Tampoco valdría este caso como ejemplo de principio de contradicción ya que no permanecen y se mueven al mismo tiempo en la misma parte de sí mismos sino que en ellos hay una línea recta y una circunferencia y que están quietos por su línea recta, puesto que no se inclinan a ningún lado, pero que por lo que se refiere a su circunferencia se mueven en redondo. Por lo tanto, en este caso, no estarían quietos y, al mismo tiempo, moviéndose en una misma parte de la peonza. Por otro lado, cuando la línea recta se inclina a la derecha o a la izquierda, hacia delante o hacia atrás al mismo tiempo que gira circularmente, entonces ocurre que no están quietos en ningún respecto. En definitiva, Sócrates quiere dejar claramente establecido lo siguiente: no debemos dejarnos nunca conmover ni persuadir por estas argucias acerca que algo pueda sufrir ni ser ni obrar dos cosas contrarias al mismo tiempo.
{Ver texto2g}
Pues bien, a continuación Sócrates aplica este principio a la cuestión que se encuentra en esos momentos analizando, es decir, si es el alma entera quien gobierna al individuo o si existen tres partes (mere), especies (eíde) o linajes (géne) dentro de la misma. Para ello comienza haciendo referencia acciones y pasiones que parecen ser contrarias entre sí (asentir-negar, desear-rehusar). También hace referencia a apetitos contrarios entre sí (hambre-sed; querer-rechazar). A continuación se centra en el análisis de apetitos básicos como son el hambre y la sed como deseos de bebida y comida. Señala que lo de menos son las cualidades que acompañan a esos deseos, como puede ser que la comida sea fría o la bebida caliente. Cada apetito no es apetito más que de aquello que le conviene por naturaleza; y cuando le apetece de tal o cual cualidad, ello depende de algo accidental que se le agrega. Sócrates hace referencia a esto último teniendo también presentes las argucias de los sofistas que podrían afirmar que nadie apetece bebida, sino buena bebida, ni comida sino buena comida; para concluir que los apetitos son el deseo de algo bueno y placentero. Sócrates rechaza esta posición para señalar que cada apetito desea realmente aquello que le conviene por naturaleza (la sed desea la bebida; el hambre la comida....). Los añadidos son algo accidental. Pero no solamente cada apetito tiende hacia lo que desea por naturaleza sino que tiene también su propio objeto, es decir, un objeto en sí mismo y diferente de los demás. Tal objeto, además, podrá ser general o específico. Así, por ejemplo, decimos que la ciencia en sí tiene por objeto general el conocimiento en sí. Ahora bien, también puede haber una ciencia que tenga su objeto específico. Así, por ejemplo, una vez que se creó la ciencia de hacer edificios, ésta quedó separada de las demás ciencias y recibió el nombre de arquitectura, es decir, quedó calificada como ciencia que posee un objeto específico. En definitiva, una vez que una ciencia ya no tiene por objeto el de la ciencia en sí, sino otro determinado, ella misma queda determinada como ciencia y eso hace que no sea llamada ya ciencia a secas, sino ciencia especial de algo que se le ha agregado.
{Ver Texto3g}
A continuación Sócrates vuelve al estudio los apetitos y se refiere a la sed en sí. Señala que el objeto de la sed en si es la bebida, pero no como caliente o fría, dulce o amarga. Pues bien el alma del sediento, en cuanto tiene sed, no desea otra cosa que beber y hacia ello tiende. Ahora bien, si algo la retiene en su sed tendrá que haber alguna cosa distinta a aquello que la impulsa a desear beber, ya que como hemos establecido anteriormente, una misma cosa no puede hacer lo que es contrario en la misma parte de sí misma en relación con el mismo objeto y al mismo tiempo. Sucedería lo mismo que a un arquero al que sería imposible el que, al mismo tiempo, sus manos rechacen y atraigan el arco al mismo tiempo, sino que mientras que una lo rechaza, la otra la atrae. Pues bien, establecido todo lo anterior, Sócrates plantea a Adimánto si acaso no es cierto que existen algunos que tienen sed y, al mismo tiempo, no quieren beber. Adimánto responde que sí. Pues bien, según Sócrates, ello significa que tiene que haber en su alma un objeto específico, relacionado con lo que les impulsa a beber y otro relacionado con algo que los retiene en tal impulso. Además, parece que este segundo es no sólo diferente sino también más poderoso.
Pues bien, el objeto relacionado con la retención nace del razonamiento. Por ello, afirma Sócrates, llamaré a aquello con lo que se razona, lo racional del alma, y a aquello con lo que se desea y siente hambre o sed, lo irracional y concupiscible. Pero no finaliza aquí el análisis ya que, tanto Sócrates como Adimanto, son conscientes de que tienen que descubrir en el individuo no dos sino tres linajes dentro del alma individual. Por ello, Sócrates pregunta tambien acerca de si la cólera y aquello que nos permite hacerlo será una tercera especie o será de la misma naturaleza que las otras dos especies descritas. En principio Adimanto señala que parece ser de la misma naturaleza que lo concupiscible. Sócrates no lo tiene tan claro y para demostrarlo se sirve de una anécdota: un cierto Leoncio subía al Pireo por la parte exterior del muro norte cuando advierte la presencia de unos cadáveres que estaban en tierra al lado del vérdugo. Comienza a sentir deseos de verlos, pero, al mismo tiempo, una repugnancia que le retraía a hacerlo. Así estuvo luchando y cubriéndose el rostro hasta que, vencido por su apetencia, abrió enteramente los ojos y corriendo hacia los muertos dijo: ¡Ahí los teneis, malditos, saciaos de hermoso espectáculo! La conclusión que Sócrates deduce aparece ahora clara: la historia nos muestra que cólera combate a veces los apetitos como algo distinta a ellos. Señala tambien que la experiencia interior nos demuestra que cuando entran en conflicto los deseos concupiscibles y la razón, la cólera se hace aliada de la razón no haciendo nunca causa común con las concupiscencias. En este contexto compara la cólera con un perro que obedece a su pastor y con los auxiliares que, como perros de raza, están siempre al servicio de los gobernantes. Por consiguiente, en este último análisis, señala Sócrates, se nos ha revelado la cólera como lo contrario de lo que podíamos pensar hace un momento. Entonces pensábamos que era algo concupiscible y ahora confesamos que en la lucha del alma hace armas a favor de la razón.  Por eso, Sócrates, concluye afirmando que, de momento, parece que hemos descubierto lo siguiente: del mismo modo que en la ciudad eran tres los linajes que la mantenía, el traficante, el auxiliar y el deliberante, así parece que existen tres linajes dentro del alma humana, el racional, el concupiscible y el irascible. Este último se nos manifiesta como un auxiliar por naturaleza del racional, siempre, claro está, que no ser pervierta por una mala crianza. Socrates afirma tambien que ya se ha señalado el porque lo irascible es diferente de lo concupiscible. Ahora señala tambien el porque de su diferencia con lo racional. Para ello se sirve de ejemplos tomados del mundo de los niños y de los animales. Parece evidente que los niños cuando nacen están llenos de cólera y la razón parece que no la alcanzan hasta muchos más tarde, e incluso, muchos no llegan a alcanzarla nunca. Lo mismo sucede en las bestias. Cita tambien como prueba de que cólera y razón son cosas distintas la frase de Homero:Pero a su alma increpó golpeándose el pecho y le dijo.... Es evidente, según Platón, que son dos cosas distintas el que increpa y el que es increpado.
{Ver Texto4g}
Presentación




















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO1G
(434d-436a)

-No lo digamos todavía con voz muy recia --observó--; antes bien, si, trasladando la idea formada a cada uno de los hombres, reconocemos que allí es también justicia, concedámoslo sin más, porque ¿qué otra cosa cabe oponer? Pero, si no es así, volvamos a otro lado nuestra atención. Y ahora terminemos nuestro examen en el pensamiento de que, si tomando algo de mayor extensión entre los seres que poseen la justicia, nos esforzáramos por intuirla allí, sería luego más fácil observarla en un hombre solo. Y de cierto nos pareció que ese algo más extenso es la ciudad y así la fundamos con la mayor excelencia posible, bien persuadidos de que en la ciudad buena era donde precisamente podría hallarse la justicia. Traslademos, pues, al individuo lo que allí se nos mostró y, si hay conformidad, será ello bien; y, si en el individuo aparece como algo distinto, volveremos a la ciudad a hacer la prueba, y así, mirando al uno junto a la otra y poniéndolos en contacto y roce, quizá conseguiremos que brille la justicia como fuego de enjutos y, al hacerse visible, podremos afirmarla en nosotros mismos.
-Ese es buen camino -dijo- y así hay que hacerlo.
-Ahora bien --,dije-; cuando se predica de una cosa que es lo mismo que otra, ya sea más grande o más pequeña, ¿se entiende que le es semejante o que le es desemejante en aquello en que tal cosa se predica?
-Semejante --contestó.
-De modo que el hombre justo no diferirá en nada de la ciudad justa en lo que se refiere a la idea de justicia, sino que será semejante a ella.
-Lo será -replicó.
-Por otra parte, la ciudad nos pareció ser justa cuando los tres linajes de naturalezas que hay en ella hacían cada una lo propio suyo; y nos pareció temperada, valerosa y prudente por otras determinadas condiciones y dotes de estos mismos linajes.
-Verdad es.
-Por lo tanto, amigo mío, juzgaremos que el individuo que tenga en su propia alma estas mismas especies merecerá, con razón, los mismos calificativos que la ciudad cuando tales especies tengan las mismas condiciones que las de aquélla.
-Es ineludible --dijo.
-Y henos aquí -dije---, ¡oh, varón admirable!, que hemos dado en un ligero problema acerca del alma, el de si tiene en sí misma esas tres especies o no.
-No me parece del todo fácil -replícó--; acaso, Sócrates, sea verdad aquello que suele decirse, de que lo bello es difícil.
-Tal se nos muestra --dije-. Y has de saber, Glaucón, que, a mi parecer, con métodos tales como los que ahora venimos empleando en nuestra discusión no vamos a alcanzar nunca lo que nos proponemos, pues el camino que a ello lleva es otro más largo y complicado; aunque éste quizá no desmerezca de nuestras pláticas e investigaciones anteriores.
-¿Hemos, pues, de conformarnos? --dijo-. A mí me basta, a lo menos por ahora.
-Pues bien ---dije-, para mí será también suficiente en un todo.
-Entonces - dijo- sigue tu investigación sin desmayo.
-¿No nos será absolutamente necesario -proseguí- el reconocer que en cada uno de nosotros se dan las mismas especies y modos de ser que en la ciudad? A ésta, en efecto, no llegan de ninguna otra parte sino de nosotros mismos. Ridículo sería pensar que, en las ciudades a las que se acusa de índole arrebatada, como las de Tracía y de Escitia y casi todas las de la región norteña, este arrebato no les viene de los individuos; e igualmente el amor al saber que puede atribuirse principalmente a nuestra región y no menos la avaricia que suele a achacarse a los fenicios o a los habitantes de Egipto.
-Bien seguro --dijo.
-Así es, pues, ello --dije yo- y no es difícil reconocerlo.
-No de cierto.
Traslademos, pues, al individuo lo que allí se nos mostró y, si hay conformidad, será ello bien; y, si en el individuo aparece como algo distinto, volveremos a la ciudad a hacer la prueba, y así, mirando al uno junto a la otra y poniéndolos en contacto y roce, quizá conseguiremos que brille la justicia como fuego de enjutos y, al hacerse visible, podremos afirmarla en nosotros mismos.
-Ese es buen camino -dijo- y así hay que hacerlo.
-Ahora bien --,dije-; cuando se predica de una cosa que es lo mismo que otra, ya sea más grande o más pequeña, ¿se entiende que le es semejante o que le es desemejante en aquello en que tal cosa se predica?
-Semejante --contestó.
-De modo que el hombre justo no diferirá en nada de la ciudad justa en lo que se refiere a la idea de justicia, sino que será semejante a ella.
-Lo será -replicó.
-Por otra parte, la ciudad nos pareció ser justa cuando los tres linajes de naturalezas que hay en ella hacían cada una lo propio suyo; y nos pareció temperada, valerosa y prudente por otras determinadas condiciones y dotes de estos mismos linajes.
-Verdad es.
-Por lo tanto, amigo mío, juzgaremos que el individuo que tenga en su propia alma estas mismas especies merecerá, con razón, los mismos calificativos que la ciudad cuando tales especies tengan las mismas condiciones que las de aquélla.
-Es ineludible --dijo.
-Y henos aquí -dije---, ¡oh, varón admirable!, que hemos dado en un ligero problema acerca del alma, el de si tiene en sí misma esas tres especies o no.
-No me parece del todo fácil -replícó--; acaso, Sócrates, sea verdad aquello que suele decirse, de que lo bello es difícil.
-Tal se nos muestra --dije-. Y has de saber, Glaucón, que, a mi parecer, con métodos tales como los que ahora venimos empleando en nuestra discusión no vamos a alcanzar nunca lo que nos proponemos, pues el camino que a ello lleva es otro más largo y complicado; aunque éste quizá no desmerezca de nuestras pláticas e investigaciones anteriores.
-¿Hemos, pues, de conformarnos? --dijo-. A mí me basta, a lo menos por ahora.
-Pues bien ---dije-, para mí será también suficiente en un todo.
-Entonces - dijo- sigue tu investigación sin desmayo.
-¿No nos será absolutamente necesario -proseguí- el reconocer que en cada uno de nosotros se dan las mismas especies y modos de ser que en la ciudad? A ésta, en efecto, no llegan de ninguna otra parte sino de nosotros mismos. Ridículo sería pensar que, en las ciudades a las que se acusa de índole arrebatada, como las de Tracía y de Escitia y casi todas las de la región norteña, este arrebato no les viene de los individuos; e igualmente el amor al saber que puede atribuirse principalmente a nuestra región y no menos la avaricia que suele a achacarse a los fenicios o a los habitantes de Egipto.
-Bien seguro --dijo.
-Así es, pues, ello --dije yo- y no es difícil reconocerlo.
-No de cierto.

Resumen3
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO2G
(436a-437b)

-Lo que ya es más difícil es saber si lo hacemos todo por medio de una sola especie o sí, siendo éstas tres, hacemos cada cosa por una de ellas. ¿Entendemos con un cierto elemento, nos encolerizamos con otro distinto de los existentes en nosotros y apetecemos con un tercero los placeres de la comida y de la generación y otros parejos o bien obramos con el alma entera en cada una de estas cosas cuando nos ponemos a ello? Esto es lo difícil de determinar de manera conveniente.
-Eso me parece a mí también --dijo.
-He aquí, pues, cómo hemos de decidir si esos elementos son los mismos o son diferentes.
-¿Cómo?
-Es claro que un mismo ser no admitirá el hacer o sufrir cosas contrarías al mismo tiempo, en la misma parte de sí mismo y con relación al mismo objeto; de modo que, si hallamos que en dichos elementos ocurre eso, vendremos a saber que no son uno solo, sino varios.
-Conforme.
-Atiende, pues, a lo que voy diciendo.
-Habla -dijo.
-¿Es acaso posible -dije- que una misma cosa se esté quieta y se mueva al mismo tiempo en una misma parte de sí misma?
-De ningún modo.
-Reconozcámoslo con más exactitud para no vacilar en lo que sigue: si de un hombre que está parado en un sitio, pero mueve las manos y la cabeza, dijera alguien que está quieto y se mueve al mismo tiempo, juzgaríamos que no se debe decir así, sino que una parte de él está quieta y otra se mueve; ¿no es eso?
-Eso es.
-Y si el que dijere tal cosa diera pábulo a sus facecias pretendiendo que las peonzas están en reposo y se mueven enteras cuando bailan con la púa fija en un punto o que pasa lo mismo con cualquier otro objeto que da vueltas sin salirse de un sitio, no se lo admitiríamos, porque no permanecen y se mueven en la misma parte de sí mismos. Diríamos que hay en ellos una línea recta y una circunferencia y que están quietos por su línea recta puesto que no se inclinan a ningún lado, pero que por su circunferencia se mueven en redondo; y que, cuando inclinan su línea recta a la derecha o a la izquierda o hacia adelante o hacia atrás al mismo tiempo que giran, entonces ocurre que no están quietos en ningún respecto.
-Y eso es lo exacto ---dijo.
-Ninguno, pues, de semejantes dichos nos conmoverá ni nos persuadirá en lo más mínimo de que haya algo que pueda sufrir ni ser ni obrar dos cosas contrarias al mismo tiempo en la misma parte de sí mismo y a en relación con el mismo objeto.
-A mí por lo menos no -aseveró.
-No obstante --dije-, para que no tengamos que alargarnos saliendo al encuentro de semejantes objeciones y sosteniendo que no son verdaderas, dejemos sentado que eso es así y pasemos adelante reconociendo que, si en algún modo se nos muestra de modo distinto que como queda dicho, todo lo que saquemos de acuerdo con ello quedará vano.
-Así hay que hacerlo -aseguró.
difícil es saber si lo hacemos todo por medio de una sola especie o sí, siendo éstas tres, hacemos cada cosa por una de ellas. ¿Entendemos con un cierto elemento, nos encolerizamos con otro distinto de los existentes en nosotros y apetecemos con un tercero los placeres de la comida y de la generación y otros parejos o bien obramos con el alma entera en cada una de estas cosas cuando nos ponemos a ello? Esto es lo difícil de determinar de manera conveniente.
-Eso me parece a mí también --dijo.
-He aquí, pues, cómo hemos de decidir si esos elementos son los mismos o son diferentes.
-¿Cómo?
-Es claro que un mismo ser no admitirá el hacer o sufrir cosas contrarías al mismo tiempo, en la misma parte de sí mismo y con relación al mismo objeto; de modo que, si hallamos que en dichos elementos ocurre eso, vendremos a saber que no son uno solo, sino varios.
-Conforme.
-Atiende, pues, a lo que voy diciendo.
-Habla -dijo.
-¿Es acaso posible -dije- que una misma cosa se esté quieta y se mueva al mismo tiempo en una misma parte de sí misma?
-De ningún modo.
-Reconozcámoslo con más exactitud para no vacilar en lo que sigue: si de un hombre que está parado en un sitio, pero mueve las manos y la cabeza, dijera alguien que está quieto y se mueve al mismo tiempo, juzgaríamos que no se debe decir así, sino que una parte de él está quieta y otra se mueve; ¿no es eso?
-Eso es.
-Y si el que dijere tal cosa diera pábulo a sus facecias pretendiendo que las peonzas están en reposo y se mueven enteras cuando bailan con la púa fija en un punto o que pasa lo mismo con cualquier otro objeto que da vueltas sin salirse de un sitio, no se lo admitiríamos, porque no permanecen y se mueven en la misma parte de sí mismos. Diríamos que hay en ellos una línea recta y una circunferencia y que están quietos por su línea recta puesto que no se inclinan a ningún lado, pero que por su circunferencia se mueven en redondo; y que, cuando inclinan su línea recta a la derecha o a la izquierda o hacia adelante o hacia atrás al mismo tiempo que giran, entonces ocurre que no están quietos en ningún respecto.
-Y eso es lo exacto ---dijo.
-Ninguno, pues, de semejantes dichos nos conmoverá ni nos persuadirá en lo más mínimo de que haya algo que pueda sufrir ni ser ni obrar dos cosas contrarias al mismo tiempo en la misma parte de sí mismo y a en relación con el mismo objeto.
-A mí por lo menos no -aseveró.
-No obstante --dije-, para que no tengamos que alargarnos saliendo al encuentro de semejantes objeciones y sosteniendo que no son verdaderas, dejemos sentado que eso es así y pasemos adelante reconociendo que, si en algún modo se nos muestra de modo distinto que como queda dicho, todo lo que saquemos de acuerdo con ello quedará vano.
-Así hay que hacerlo -aseguró.

Resumen3
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO3G
(437b-439a)

-¿Y acaso -proseguí- el asentir y el negar, el desear algo y el rehusarlo, el atraerlo y el rechazarlo y todas las cosas de este tenor las pondrás entre las que son contrarias unas a otras sin distinguir si son acciones y pasiones? Porque esto no hace al caso.
-Sí -dijo-; entre las contrarias las pongo.
-¿Y qué? - continué --, ¿El hambre y la sed y en general todos los apetitos y el querer y el desear, no referirás todas estas cosas a las especies que quedan mencionadas? ¿No dirás, por ejemplo, que el alma del que apetece algo tiende a aquello que apetece o que atrae a  sí aquello que desea alcanzar o bien que, en cuanto quiere que se le entregue, se da asentimiento a sí misma como si alguien le preguntara, en el afán de conseguirlo?
-Así lo creo.
-¿Y qué? ¿El no desear ni querer ni apetecer no lo pondrás, con el rechazar y el despedir de sí mismo, entre los contrarios de aquellos otros términos?
-¿Cómo no?
-Siendo todo ello así, ¿no admitiremos que hay una clase especial de apetitos y que los que más a la vista están son los que llamamos sed y hambre?
-Lo admitiremos --dijo.
-¿Y no es la una apetito de bebida y la otra de comida?
-Sí.
-¿Y acaso la sed, en cuanto es sed, podrá ser en el alma apetito de algo más que de eso que queda dicho,como, por ejemplo, la sed será sed de una bebida caliente o fría o de mucha o poca bebida o, en una palabra, de una determinada clase de bebida? ¿O más bien, cuando a la sed se agregue un cierto calor, traerá éste consigo que el apetito sea de bebida fría y, cuando se añada un cierto frío, hará que sea de bebida caliente? ¿Y asimismo, cuando por su intensidad sea grande la, sed, resultará sed de mucha bebida, y cuando pequeña, de poca? ¿Y la sed en sí no será en manera alguna apetito de otra cosa sino de lo que le es natural, de la bebida en sí, como el hambre lo es de la comida?
-Así es -dijo-; cada apetito no es apetito más que de aquello que le conviene por naturaleza; y cuando le apetece de tal o cual calidad, ello depende de algo accidental que se le agrega.
-Que no haya, pues -añadí yo-, quien nos coja de sorpresa y nos perturbe diciendo que nadie apetece bebida, sino buena bebida, ni comida, sino buena comida. Porque todos, en efecto, apetecernos lo bueno; por tanto, si la sed es apetito, será apetito de algo bueno, sea bebida u otra cosa, e igualmente los demás apetitos.
-Pues acaso ---dijo- piense decir cosa de peso el que tal habla.
-Como quiera que sea -concluí-, todas aquellas cosas que por su índole tienen un objeto, en cuanto son de tal o cual modo se refieren, en mi opinión, a tal o cual clase de objeto; pero ellas por sí mismas, sólo a su objeto propio.
-No he entendido - dijo.
-¿No has entendido -pregunté- que lo que es mayor lo es porque es mayor que otra cosa?
-Bien seguro.
-¿Y esa otra cosa será algo más pequeño?
-Sí.
-Y lo que es mucho mayor será mayor que otra cosa mucho más pequeña. ¿No es así?
-Sí.
-¿Y lo que en un tiempo fue mayor, que lo que fue más pequeño; y lo que en lo futuro ha de ser mayor, que lo que ha de ser más pequeño?
-¿Cómo no? -replicó.
-¿Y no sucede lo mismo con lo más respecto de lo menos y con lo doble respecto de la mitad y con todas las cosas de este tenor y también con lo más pesado respecto de lo más ligero e igualmente con lo caliente respecto de lo frío y con todas las cosas semejantes a éstas?
-Enteramente.
-¿Y qué diremos de las ciencias? ¿No ocurre lo mismo? La ciencia en sí es ciencia del conocimiento en sí o de aquello, sea lo que quiera, a que deba asignarse ésta como a su objeto; una ciencia o tal o cual ciencia lo es de uno y determinado conocimiento. Pongo por ejemplo: ¿no es cierto que, una vez que se creó la ciencia de hacer edificios, quedó separada de las demás ciencias y recibió con ello el nombre de arquitectura?
-¿Cómo no?
-¿Y no fue así por ser una ciencia especial distinta de todas las otras?
-Sí.
-Así, pues, ¿no quedó calificada cuando se la entendió como ciencia de un objeto determinado? ¿Y no ocurre lo mismo con las otras artes y ciencias?
-Así es.
-Reconoce, pues -dije yo-, que eso era lo que yo quería decir antes, si es que lo has entendido verdaderamente ahora: que las cosas que se predican como propias de un objeto lo son por sí solas de este objeto solo; y de tales o cuales objetos, tales determinadas cosas. Y no quiero decir con ello que como sean los objetos, así serán también ellas, de modo que la ciencia de la salud y la enfermedad sea igualmente sana o enferma, sino que, una vez que esta ciencia no tiene por objeto el de la ciencia en sí, sino otro determinado, y que éste es la enfermedad y la salud, ocurre que ella misma queda determinada como ciencia y eso hace que no sea llamada ya ciencia a secas ., sino ciencia especial de algo que se ha agregado, y se la nombra medicina.
-Lo entiendo -dijo- y me parece que es así.

Resumen3
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO4G
(439a-441c)

-¿Y la sed? -pregunté---. ¿No la pondrás por su a naturaleza entre aquellas cosas que tienen un objeto? Porque la sed lo es sin duda de...
-Sí ---,dijo-; de bebida.
-Y así, según sea la sed de una u otra bebida será también ella de una u otra clase; pero la
sed en sí no es de mucha ni poca ni buena ni mala bebida ni, en una palabra, de una bebida especial, sino que por su naturaleza lo es sólo de la bebida en sí.
 -Conforme en todo.
-El alma del sediento, pues, en cuanto tiene sed no desea otra cosa que beber y a ello tiende y hacia ello se lanza.
-Evidente.
Por lo tanto, si algo alguna vez la retiene en su sed tendrá que haber en ella alguna cosa distinta de aquella que siente la sed y la impulsa como a una bestia a que beba, porque, como decíamos, una misma cosa, no puede hacer lo que es contrario en la misma parte de sí misma, en relación con el mismo objeto y al mismo tiempo.
-No de cierto.
--Como, por ejemplo, respecto del arquero no sería bien, creo yo, decir que sus manos rechazan y atraen el arco al mismo tiempo, sino que una lo rechaza y la otra lo atrae.
-Verdad todo -dijo.
-¿Y hemos de reconocer que algunos que tienen sed no quieren beber?
-De cierto --dijo-, muchos y en muchas ocasiones.
-¿Y qué -pregunté yo-- podría decirse acerca de esto? ¿Que no hay en sus almas algo que les impulsa a beber y algo que los retiene, esto último diferente y más poderoso que aquello?
-Así me parece --,dijo.
-¿Y esto que los retiene de tales cosas no nace, cuando nace, del razonamiento, y aquellos otros impulsos que les mueven y arrastran no les vienen, por el contrario, de sus padecimientos y enfermedades?
-Tal se muestra.
-No sin razón, pues --dije-, juzgaremos que son dos cosas diferentes la una de la otra, llamando, a aquello con que razona, lo racional del alma, y a aquello con que desea y siente hambre y sed y queda perturbada por los demás apetitos, lo irracional y concupiscible, bien avenido con ciertos hartazgos y placeres.
-No; es natural --dijo- que los consideremos así.
-Dejemes, pues, definidas estas dos especies que se dan en el alma -seguí yo-. Y la cólera y aquello con que nos encolerizamos, ¿será una tercera especie o tendrá la misma naturaleza que alguna de esas dos?
-Quizá --dijo- la misma que la una de ellas, la concupiscible.
-Pues yo -repliqué- oí una vez una historia a la que me atengo como prueba, y es ésta: Leoncio, hijo de Aglayón, subía del Pireo por la parte exterior del muro del norte cuando advirtió unos cadáveres que estaban
 echados por tierra al lado del verdugo. Comenzó entonces a sentir deseos de verlos, pero al mismo tiempo le repugnaba y se retraía; y así estuvo luchando y cubriéndose el rostro hasta que, vencido de su apetencia, abrió enteramente los ojos y, corriendo hacía los muertos, dijo: «¡Ahí los tenéis, malditos, saciaos del hermoso espectáculo!
-Yo también lo había oído --dijo.
-Pues esa historia -observé- muestra que la cólera combate a veces con los apetitos como cosa distinta de ellos.
-Lo muestra, en efecto ---dijo.
-¿Y no advertimos también en muchas otras ocasiones ---dije-, cuando las concupiscencias tratan de hacer fuerza a alguno contra la razón, que él se insulta a sí mismo y se irrita contra aquello que le fuerza en su interior y que, como en una reyerta entre dos enemigos, la cólera se hace en el tal aliada de la razón? En cambio, no creo que puedas decir que hayas advertido jamás- ni en ti mismo ni en otro, que, cuando la razón determine que no se ha de hacer una cosa, la cólera se oponga a ello haciendo causa común con las concupiscencias.
-No, por Zeus --dijo.
-¿Y qué ocurre -pregunté- cuando alguno cree obrar injustamente? ¿No sucede que, cuanto más gene-
cuando alguno cree obrar injustamente? ¿No sucede que, cuanto más generosa sea su índole, menos puede irritarse aunque sufra hambre o frío u otra cualquier cosa de este género por obra de quien en su concepto le aplica la justicia y que, como digo, su cólera se resiste a levantarse contra éste?
-Verdad es ---dijo.
-¿Y qué sucede, en cambio, cuando cree que padece injusticia? ¿No hierve esa cólera en él y se enoja y se alía con lo que se le muestra como justo y, aun pasando hambre y frío y todos los rigores de esta clase, los soporta hasta triunfar de ellos y no cesa en sus nobles resoluciones hasta que las lleva a término o perece o se aquieta, llamado atrás por su propia razón como un perro por el pastor?
 -Exacta es esa comparación que has puesto --dijo-; y, en efecto, en nuestra ciudad pusimos a los auxiliares como perros a disposición de los gobernantes, que son los pastores de aquélla.
-Has entendido perfectamente -observé- lo que quise decir; ¿y observas ahora este otro asunto?
-¿Cuál es él?
-Que viene a revelársenos acerca de la cólera lo contrario de lo que decíamos hace un momento; entonces pensábamos que era algo concupiscible y ahora confesamos que, bien lejos de ello, en la lucha del alma hace armas a favor de la razón.
-Enteramente cierto --dijo.
-¿Y será algo distinto de esta última o un modo de ella de suerte que en el alma o resulten tres especies, sino dos sólo, la racional y la concupiscible? ¿O bien, así como en la ciudad eran tres los linajes que la mantenían, el traficante, el auxiliar y el deliberante, así habrá  también un tercero en el alma, el irascible, auxiliar por naturaleza del racional cuando no se pervierta por una mala crianza?
-Por fuerza ---dijo-- tiene que ser ése el tercero.
-Sí -aseveré - con tal de que se nos revele distinto del racional como ya se nos reveló distinto del concupiscible.
-Pues no es difícil percibirlo --dijo-. Cualquiera puede ver en niños pequeños que, desde el punto en que nacen, están llenos de cólera; y, en cuanto a la razón, algunos me parece que no la alcanzan nunca y los más de ellos bastante tiempo después.
-Bien dices, por Zeus --observé-. También en las bestias puede verse que ocurre como tú dices; y a más de todo servirá de testimonio aquello de Homero que dejamos mencionado más arriba:
«Pero a su alma increpó golpeándose el pecho y le dijo ... » En este pasaje, Homero, representó manifiestamente como cosas distintas a lo uno increpando a lo otro: aquello que discurre sobre el bien y el mal contra lo que sin discurrir se encoleriza.
-Enteramente cierto es lo que dices - afirmó.

Resumen3
Presentación




























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































LIBRO IV REPÚBLICA
Sobre el hombre valeroso, prudente, templado y justo
(441c-443b)

441c-443b
Al llegar a este punto Sócrates afirma haber llegado a buen puerto al descubrir que en el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo número. Ahora bien, si ello es así, entonces el individuo que sea prudente lo deberá de ser por la misma razón que lo es la ciudad; y lo mismo habría que decir del valeroso y el templado. Y, por supuesto, si hemos visto que una ciudad era justa porque cada una de sus tres clases hacía en ella aquello que le era propio, así también el hombre solamente será justo si hace también lo propio en cuanto cada una de las cosas, que en él hay, haga lo que es justo. ¿Y de qué modo? Para responder a esta cuestión, Sócrates señala que sería a lo racional a quien compete el gobierno, por razón de su prudencia, sobre el alma toda. Por su parte, a lo irascible le correspondería el ser el súbdito y aliado de la razón y ello se logrará mediante la combinación de la música y de la gimnasia pues, sobre esta base, la educación del alma hará que sea la razón con sus consejos de tipo armónico y rítmico quien logrará que la parte irascible remita y se aplaque. Además, continúa Sócrates, con estos dos elementos anímicos instruidos y controlados no será difícil lograr que impongan su autoridad frente a lo concupiscible. Este linaje, como sucede en la ciudad con los artesanos, es la que ocupa una mayor parte dentro del alma, y, por naturaleza, es insaciable en la búsqueda de placeres. Por ello necesita vigilancia pues puede llegar a hacerse grande y fuerte y, con ello, aspirar no solamente a obrar lo propio suyo sino también a esclavizar y gobernar a aquello que por naturaleza no le corresponde. Es por ello necesaria la colaboración entre lo racional y lo irascible con el objeto de someter a la parte concupiscible. También es necesaria la colaboración del tandem de lo racional (tomando determinaciones) y de lo irascible (luchando en seguimiento del que mando y ejecutando con valor lo determinado) para velar en contra de los enemigos de fuera.
Pues bien, en el contexto de lo dicho hasta ahora, Sócrates, realiza una serie de definiciones relacionadas con el individuo valeroso, prudente, temperante y justo. Así el valeroso sería el individuo que, a través de lo irascible, sabe conservar el juicio de la razón sobre lo que es temible y sobre lo que no lo es. Por su parte el hombre prudente será aquel que, sobre la base de la pequeña porción racional presente en él, da preceptos a lo irascible pues posee la ciencia de lo conveniente para cada cual y para la comunidad entera con sus tres partes. A su vez, el hombre temperante sería aquel individuo en donde la armonía establecida entre lo racional y lo irascible le hacen ver que es la razón quien gobierna sobre los apetitos y, a su vez, estos se dejan gobernar no sublevándose en contra de ello. Por último, será justo el individuo que posea este tipo de alma en donde cada uno de sus linajes ejerce la función que le es propia por naturaleza.
A continuación Sócrates expresa el temor acerca de que, al trasladar la justicia de la ciudad al individuo, ésta se borre u oscurezca de modo que resulte imposible reconocerla. Para demostrar que no es así, Sócrates, recurre a una prueba de orden común referida a que un individuo que fuera realmente semejante a la ciudad fundada no sería posible que fuese injusto. Así, por ejemplo, si un sujeto, que vive en una ciudad como la recién fundada y con un alma gemela a tal ciudad, recibiera un depósito de oro o plata, lo lógico sería que intentase robarlo antes que él otro que no tuviese el mismo tipo de educación y que viviese en una ciudad no justa. Lo mismo podría decirse en lo que se refiere al cometer sacrilegios, traiciones privadas o públicas, adulterios, cumplimiento de promesas, respeto a los padres, etc. Pues bien, la razón de su comportamiento justo no sería otro que el que cada una de las partes de su alma hace lo suyo propio tanto en lo que toca a gobernar como en lo que toca a obedecer.
{Ver Texto1h}
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO1H
(441c-443b)

-Así, pues --,dije yo----, hemos llegado a puerto, aunque con trabajo, y reconocido en debida forma que en el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo número.
-Así es.
-¿Será, pues, forzoso que el individuo sea prudente de la misma manera y por la misma razón que lo es la ciudad?
-¿Cómo no?
-¿Y que del mismo modo que y por el mismo motivo que es valeroso el individuo, lo sea la ciudad tambien, y que otro tanto ocurra en todo lo demás que en uno y otra hace referencia a la virtud?   -Por fuerza.
-Y así, Glaucón, pienso que reconoceremos también que el individuo será justo de la misma manera en que lo era la ciudad.
-Forzoso es también ello.
-Por otra parte, no nos hemos olvidado de que ésta era justa porque cada una de sus tres clases hacía en ella aquello que le era propio.
-No creo que lo hayamos olvidado -dijo.
-Así, pues, hemos de tener presente que cada uno de nosotros sólo será justo y hará él también lo propio suyo en cuanto cada una de las cosas que en él hay hago lo que le es propio.
-Bien de cierto --dijo-, hay que- tenerlo presente.
-¿Y no es a lo racional a quien compete el gobierno, por razón de su prudencia y de la previsión que ejerce sobre el alma toda, así como a lo irascible el ser su súbdito y aliado?
-Enteramente.
-¿Y no será, como decíamos, la combinación de la música y la gimnástica la que pondrá a los dos en acuerdo, dando tensión a lo uno y nutriéndolo con buenas   palabras y enseñanzas y haciendo con sus consejos que el otro remita y aplacándolo con la armonía y el ritmo?
-Bien seguro ---dijo.
-Y estos dos, así criados y verdaderamente instruidos y educados en lo suyo, se impondrán a lo concupíscible, que, ocupando la mayor parte del alma de cada cual, es por naturaleza insaciable de bienes; al cual tienen que vigilar, no sea que, repleto de lo que llamamos placeres del cuerpo, se haga grande y fuerte y, dejando de obrar lo propio suyo, trate de esclavizar y gobernar a aquello que por su clase no le corresponde y trastorne enteramente la vista de todos.
-No hay duda --dijo.
-¿Y no serán también estos dos --dije yo-- los que mejor velen por el alma toda y por el cuerpo contra los enemigos de fuera, el uno tomando determinaciones, el otro luchando en seguimiento del que manda y ejecutando con su valor lo determinado por él?
-Así es.
-Y, según pienso, llamaremos a cada cual valeroso por razón de este segundo elemento, cuando, a través de dolores y placeres, lo irascible conserve el juicio de la razón sobre lo que es temible y sobre lo que no lo es.
-Exactamente --dijo.
-Y le llamaremos prudente por aquella su pequeña porción que mandaba en él y daba aquellos preceptos, ya que ella misma tiene entonces en sí la ciencia de lo conveniente para cada cual y para la comunidad entera con sus tres partes.
-Sin duda ninguna.
-¿Y qué más? ¿No lo llamaremos temperante por el amor y armonía de éstas cuando lo que gobierna y lo que es gobernado convienen en que lo racional debe mandar y no se sublevan contra ello?
-Eso y no otra cosa es la templanza --dijo--, lo mismo en la ciudad que en el particular.
-Y será asimismo justo por razón de aquello que tantas veces hemos expuesto.
-Forzosamente,
-¿Y qué? -dije-. ¿No habrá miedo de que se nos oscurezca en ello la justicia y nos parezca distinta de aquella que se nos reveló en la ciudad?
-No lo creo -replicó.
-Hay un medio -observé- de que nos afirmemos enteramente, si es que aún queda vacilación en nuestra alma: bastará con aducir ciertas normas corrientes.
-¿Cuáles son?
-Por ejemplo, si tuviéramos que ponernos de acuerdo acerca de la ciudad de que hablábamos y del varón que por naturaleza y crianza se asemeja a ella, ¿nos parecería que el tal, habiendo recibido un depósito de oro o plata, habría de sustraerlo? ¿Quién dirías que habría de pensar que lo había hecho él antes que los que no sean de su condición?
-Nadie --contestó.
-¿Y así, estará nuestro hombre bien lejos de cometer sacrilegios, robos o traiciones privadas o públicas contra los amigos o contra las ciudades?
-Bien lejos.
-Y no será infiel en modo alguno ni a sus juramentos ni a sus otros acuerdos.
-¿Cómo habría de serio?
-Y los adulterios, el abandono de los padres y el menosprecio de los dioses serán propios de otro cualquiera, pero no de él.
-De otro cualquiera, en efecto ---contestó.
-¿Y la causa de todo eso no es que cada una de las cosas que hay en él hace lo suyo propio tanto en lo que toca a gobernar como en lo que toca a obedecer?
-Esa y no otra es la causa.
-¿Tratarás, pues, de averiguar todavía si la justicia es cosa distinta de esta virtud que produce tales hombres y tales ciudades?
-No, por Zeus ---dijo.
puerto, aunque con trabajo, y reconocido en debida forma que en el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo número.
-Así es.
-¿Será, pues, forzoso que el individuo sea prudente de la misma manera y por la misma razón que lo es la ciudad?
-¿Cómo no?
-¿Y que del mismo modo que y por el mismo motivo que es valeroso el individuo, lo sea la ciudad tambien, y que otro tanto ocurra en todo lo demás que en uno y otra hace referencia a la virtud?   -Por fuerza.
-Y así, Glaucón, pienso que reconoceremos también que el individuo será justo de la misma manera en que lo era la ciudad.
-Forzoso es también ello.
-Por otra parte, no nos hemos olvidado de que ésta era justa porque cada una de sus tres clases hacía en ella aquello que le era propio.
-No creo que lo hayamos olvidado -dijo.
-Así, pues, hemos de tener presente que cada uno de nosotros sólo será justo y hará él también lo propio suyo en cuanto cada una de las cosas que en él hay hago lo que le es propio.
-Bien de cierto --dijo-, hay que- tenerlo presente.
-¿Y no es a lo racional a quien compete el gobierno, por razón de su prudencia y de la previsión que ejerce sobre el alma toda, así como a lo irascible el ser su súbdito y aliado?
-Enteramente.
-¿Y no será, como decíamos, la combinación de la música y la gimnástica la que pondrá a los dos en acuerdo, dando tensión a lo uno y nutriéndolo con buenas   palabras y enseñanzas y haciendo con sus consejos que el otro remita y aplacándolo con la armonía y el ritmo?
-Bien seguro ---dijo.
-Y estos dos, así criados y verdaderamente instruidos y educados en lo suyo, se impondrán a lo concupíscible, que, ocupando la mayor parte del alma de cada cual, es por naturaleza insaciable de bienes; al cual tienen que vigilar, no sea que, repleto de lo que llamamos placeres del cuerpo, se haga grande y fuerte y, dejando de obrar lo propio suyo, trate de esclavizar y gobernar a aquello que por su clase no le corresponde y trastorne enteramente la vista de todos.
-No hay duda --dijo.
-¿Y no serán también estos dos --dije yo-- los que mejor velen por el alma toda y por el cuerpo contra los enemigos de fuera, el uno tomando determinaciones, el otro luchando en seguimiento del que manda y ejecutando con su valor lo determinado por él?
-Así es.
-Y, según pienso, llamaremos a cada cual valeroso por razón de este segundo elemento, cuando, a través de dolores y placeres, lo irascible conserve el juicio de la razón sobre lo que es temible y sobre lo que no lo es.
-Exactamente --dijo.
-Y le llamaremos prudente por aquella su pequeña porción que mandaba en él y daba aquellos preceptos, ya que ella misma tiene entonces en sí la ciencia de lo conveniente para cada cual y para la comunidad entera con sus tres partes.
-Sin duda ninguna.
-¿Y qué más? ¿No lo llamaremos temperante por el amor y armonía de éstas cuando lo que gobierna y lo que es gobernado convienen en que lo racional debe mandar y no se sublevan contra ello?
-Eso y no otra cosa es la templanza --dijo--, lo mismo en la ciudad que en el particular.
-Y será asimismo justo por razón de aquello que tantas veces hemos expuesto.
-Forzosamente,
-¿Y qué? -dije-. ¿No habrá miedo de que se nos oscurezca en ello la justicia y nos parezca distinta de aquella que se nos reveló en la ciudad?
-No lo creo -replicó.
-Hay un medio -observé- de que nos afirmemos enteramente, si es que aún queda vacilación en nuestra alma: bastará con aducir ciertas normas corrientes.
-¿Cuáles son?
-Por ejemplo, si tuviéramos que ponernos de acuerdo acerca de la ciudad de que hablábamos y del varón que por naturaleza y crianza se asemeja a ella, ¿nos parecería que el tal, habiendo recibido un depósito de oro o plata, habría de sustraerlo? ¿Quién dirías que habría de pensar que lo había hecho él antes que los que no sean de su condición?
-Nadie --contestó.
-¿Y así, estará nuestro hombre bien lejos de cometer sacrilegios, robos o traiciones privadas o públicas contra los amigos o contra las ciudades?
-Bien lejos.
-Y no será infiel en modo alguno ni a sus juramentos ni a sus otros acuerdos.
-¿Cómo habría de serio?
-Y los adulterios, el abandono de los padres y el menosprecio de los dioses serán propios de otro cualquiera, pero no de él.
-De otro cualquiera, en efecto ---contestó.
-¿Y la causa de todo eso no es que cada una de las cosas que hay en él hace lo suyo propio tanto en lo que toca a gobernar como en lo que toca a obedecer?
-Esa y no otra es la causa.
-¿Tratarás, pues, de averiguar todavía si la justicia es cosa distinta de esta virtud que produce tales hombres y tales ciudades?
-No, por Zeus ---dijo.
Resumen4
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































LIBRO IV REPÚBLICA
La justicia virtud interior
(443-444b)

443b-444b
Sócrates finaliza esta parte de su investigación afirmando que se ha cumplido por fín su ensueño, es decir, aquel presentimiento que le llevó a pensar que una vez que se lograra fundar una ciudad justa, podríamos encontrar un cierto principio e imagen de la justicia. Y es que una vez que se ha descubierto en el alma de cada sujeto la naturaleza de la justicia, la justicia presente en la ciudad es realmente una imagen o semblanza de la verdadera justicia que está dentro del hombre mismo cuando cada una de las partes de su alma hace lo que le es propio. Por ello afirma que la justicia realmente consiste en algo que se refiere no a la acción exterior del hombre sino a su interior. En definitiva, cuando el hombre no deja que ninguna de las partes de su alma haga lo que es propio de las demás, ni que se interfiera en las actividades de los otros linajes que en el alma existen, sino que se rige y ordena y se hace amigo de sí mismo y pone de acuerdo sus tres elementos de un modo armónico, entonces es cuando, bien templado y acordado, se pone a actuar ya en política, ya en lo que toca a sus contratos privados, de una forma justa y buena. En definitiva, con un alma así no se diría mentira al afirmar que estamos ante un hombre justo en una ciudad justa y a la justicia que en ellos hay.
{Ver Texto1i}
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO1I
(443b-444b)

-Cumplido está, pues, enteramente nuestro ensueño: aquel presentimiento que referíamos de que, una vez que empezáramos a fundar nuestra ciudad, podríamos, con la ayuda de algún dios, encontrar un cierto principio e imagen de la justicia.
-Bien de cierto.
-Teníamos, efectivamente, Glaucón, una cierta semblanza de la justicia, que, por ello, nos ha sido de provecho: aquello de que quien por naturaleza es zapatero debe hacer zapatos y no otra cosa, y el que constructor, construcciones, y así los demás.
-Tal parece.
-Y en realidad la justicia parece ser algo así, pero no en lo que se refiere a la acción exterior del hombre, sino a la interior sobre sí mismo y las cosas que en en hay; cuando éste no deja que ninguna de ellas haga lo que es propio de las demás ni se interfiera en las actividades de los otros linajes que en el alma existen, sino, disponiendo rectamente sus asuntos domésticos, se rige y ordena y se hace amigo de sí mismo y pone de acuerdo sus tres elementos exactamente como los tres términos de una armonía, el de la cuerda grave, el de la alta, el de la media y cualquiera otro que pueda haber entremedio; y después de enlazar todo esto y conseguir de esta variedad su propia unidad, entonces es cuando, bien templado y acordado, se pone a actuar así dispuesto ya en la adquisición de riquezas, ya en el cuidado de su cuerpo, ya en la política, ya en lo que toca a sus contratos privados, y en todo esto juzga y denomina justa y buena a la acción que conserve y corrobore ese estado y prudencia al conocimiento que la presida y acción injusta, en cambio, a la que destruya esa disposición de cosas e ignorancia a la opinión que la rija.
-Verdad pura es, Sócrates, lo que dices ---observó.
-Bien -repliqué-; creo que no se diría que mentíamos si afirmáramos que habíamos descubierto al hombre justo y a la ciudad justa y la justicia que en ellos hay.
-No, de cierto, por Zeus --dijo.
-¿Lo afirmaremos, pues?
-Lo afirmaremos.
ensueño: aquel presentimiento que referíamos de que, una vez que empezáramos a fundar nuestra ciudad, podríamos, con la ayuda de algún dios, encontrar un cierto principio e imagen de la justicia.
-Bien de cierto.
-Teníamos, efectivamente, Glaucón, una cierta semblanza de la justicia, que, por ello, nos ha sido de provecho: aquello de que quien por naturaleza es zapatero debe hacer zapatos y no otra cosa, y el que constructor, construcciones, y así los demás.
-Tal parece.
-Y en realidad la justicia parece ser algo así, pero no en lo que se refiere a la acción exterior del hombre, sino a la interior sobre sí mismo y las cosas que en en hay; cuando éste no deja que ninguna de ellas haga lo que es propio de las demás ni se interfiera en las actividades de los otros linajes que en el alma existen, sino, disponiendo rectamente sus asuntos domésticos, se rige y ordena y se hace amigo de sí mismo y pone de acuerdo sus tres elementos exactamente como los tres términos de una armonía, el de la cuerda grave, el de la alta, el de la media y cualquiera otro que pueda haber entremedio; y después de enlazar todo esto y conseguir de esta variedad su propia unidad, entonces es cuando, bien templado y acordado, se pone a actuar así dispuesto ya en la adquisición de riquezas, ya en el cuidado de su cuerpo, ya en la política, ya en lo que toca a sus contratos privados, y en todo esto juzga y denomina justa y buena a la acción que conserve y corrobore ese estado y prudencia al conocimiento que la presida y acción injusta, en cambio, a la que destruya esa disposición de cosas e ignorancia a la opinión que la rija.
-Verdad pura es, Sócrates, lo que dices ---observó.
-Bien -repliqué-; creo que no se diría que mentíamos si afirmáramos que habíamos descubierto al hombre justo y a la ciudad justa y la justicia que en ellos hay.
-No, de cierto, por Zeus --dijo.
-¿Lo afirmaremos, pues?
-Lo afirmaremos.

Resumen5
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































LIBRO IV REPÚBLICA
Sobre la injusticia
(444b-445e)

444b-445e
A continuación Sócrates plantea la necesidad de examinar la esencia de la injusticia. En principio comienza señalando que no sería absurdo señalar que ésta debe consistir en la sedición de los tres linajes del alma. Tal sedición se produciría cuando asistimos a la sublevación de una parte del alma en contra del alma todo con el objeto, por ejemplo, de gobernar sin pertenecerle el mando. En este contexto, Sócrates compara la injusticia con la enfermedad y la justicia con la salud. Y es, señala, que el producir salud es disponer los elementos que hay en el cuerpo de modo que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el producir enfermedad es hacer que se manden u obedezcan unos a otros contra naturaleza (ver tesis de Hipócrates). Pues bien, el producir justicia no sería otra cosa que disponer los elementos del alma para que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza. Por su parte, el producir injusticia es el hacer que se manden u obedezcan unos contra otros contra naturaleza. Por todo ello, la virtud se nos aparece tambien como salud y bienestar del alma; mientras que el vicio lo hace como enfermedad y flaqueza de la misma. Ya a finales del libro IV, Sócrates, plantea la necesidad de investigar, en relación con la injusticia, si conviene obrar justamente, portarse bien y ser justo, pase o no inadvertido el que tal haga, o cometer injusticia y ser injusto con tal de no pagar la pena y verse reducido a mejorar por el castigo. Adimanto señala que, despues de todo lo visto, le parece ridícula tal investigación ya que del mismo modo que resultaría absurdo defender que es preferible la enfermdead del cuerpo a la salud, del mismo modo, tambien, es ilógico afirmar que es preferible la enfermedad del alma a su bienestar. Sócrates reconoce que efectivamente parece ridículo el plantear tal análisis. Sin embargo, afirma, puesto que llegamos a este punto de máxima claridad, estar ante algo que no estaría de más estudiar. Sobre esta base afirma, en primer lugar, que hay una sola especie de virtud e inumnerables del vicio; además, señala cuáles le parecen ser las especies de vicio o injusticia y las describe tambien a partir de las formas de gobierno existentes en las ciudades y sus consiguientes modos del alma. Afirma que estos modos son cinco y señala que uno de ellos se corresponde con el descubierto en la investigación anterior (el único justo) . Este modo o forma de gobierno puede recibir dos denominaciones: cuando un hombre sólo se distingue entre los gobernantes (reino o monarquía) y cuando son muchos los que gobiernan (aristocracia).
{Ver Texto1j}
Presentación



















































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































TEXTO1J
(444b-445e)

 -Bien -dije-, después de esto creo que hemos de examinar la injusticia.
-Claro está.
-¿No será necesariamente una sedición de aquellos tres elementos, su empleo en actividades diversas y ajenas y la sublevación de una parte contra el alma toda para gobernar en ella sin pertenecerle el mando, antes bien, siendo esas partes tales por su naturaleza que a la una le convenga estar sometida y a la otra no, por ser especie regidora? Algo así diríamos, creo yo, y añadiríamos que la perturbación y extravío de estas especies es injusticia e indisciplina y vileza e ignorancia, y, en suma, total perversidad.
-Eso precisamente --dijo.
-Así, pues ---dije yo-, el hacer cosas injustas, el violar la justicia e igualmente el obrar conforme a ella ¿son cosas todas que ahora distinguimos ya con claridad si es que hemos distinguido la injusticia y la justicia?
-¿Cómo es ello?
-Porque en realidad --dije- en nada difieren de las cosas sanas ni de las enfermizas, ellas en el alma como éstas en el cuerpo.
-¿De qué modo? -preguntó.
-Las cosas sanas producen salud, creo yo; las enfermizas, enfermedad.
-Sí.
-¿Y el hacer cosas justas no produce justicia y el obrar injustamente injusticia?
-Por fuerza.
-Y el producir salud es disponer los elementos que hay en el cuerpo de modo que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el producir enfermedad es hacer que se manden u obedezcan unos a otros contra naturaleza .
-Así es.
-¿Y el producir justicia --- dije- no es disponer los elementos del alma para que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el producir injusticia, el hacer que se manden u obedezcan unos a otros contra naturaleza?
-Exactamente -replicó.
-Así, pues, según se ve, la virtud será una cierta o salud, belleza y bienestar del alma; y el vicio, enfermedad, fealdad y flaqueza de la misma.
-Así es.
-¿Y no es cierto que las buenas prácticas llevan a la consecución de la virtud y las vergonzosas a la del vicio?
-Por fuerza.
-Ahora nos queda, según parece, investigar, si conviene obrar justamente, portarse bien y ser justo, pase o no inadvertido el que tal haga, o cometer injusticia y ser injusto con tal de no pagar la pena y verse reducido a mejorar por el castigo.
-Pues a mí, ¡oh, Sócrates! -dijo-, me parece ridícula esa investigación si resulta que, creyendo, como creemos, que no se puede vivir una vez trastornada y destruida la naturaleza del cuerpo, aunque se tengan todos los alimentos y bebidas y toda clase de riquezas y poder, se va a poder vivir cuando se trastorna y pervierte la naturaleza de aquello por lo que vivimos, haciendo el hombre cuanto le venga en gana excepto lo que le puede llevar a escapar del vicio y a conseguir la justicía y la virtud. Esto suponiendo que una y otra se revelen tales como nosotros hemos referido.
-Ridículo de cierto -dije-, pero, de todos modos, puesto que hemos llegado a punto en que podemos ver con la máxima claridad que esto es así, no hemos de renunciar a ello por cansancio.
-No, en modo alguno, por Zeus -replicó; no hay que renunciar.
-Atiende aquí, pues --dije-, para que veas cuántas son las especies que, a mi parecer, tiene el vicio: por lo menos las más dignas de consideración.
-Te sigo atentamente -repuso él-. Ve diciendo.
-Pues bien ---dije-, ya que hemos subido a estas alturas de la discusión, se me muestra como desde una atalaya que hay una sola especie de virtud e innumerables de vicio; bien que de estas últimas son cuatro las más dignas de mencionarse.
-¿Cómo lo entiendes? -preguntó.
-Cuantos son los modos de gobierno con forma propia - dije-, tantos parece que son los modos del alma.
-¿Cuántos?
-Cinco -contesté--, los de gobierno; cinco, los del alma.
-Dime cuáles son --dijo.
-Afirmo - dije - que una manera de gobierno es aquella de que nosotros hemos discurrido, la cual puede recibir dos denominaciones; cuando un hombre solo se distingue entre los gobernantes, se llamará reino, y cuando son muchos, aristocracia.
-Verdad es -dijo.
-A esto lo declaro como una sola especie --observé-; porque, ya sean muchos, ya uno solo, nadie tocará a las leyes importantes de la ciudad si se atiene a la crianza y educación que hemos referido.
-No es creíble -contestó.
injusticia.
-Claro está.
-¿No será necesariamente una sedición de aquellos tres elementos, su empleo en actividades diversas y ajenas y la sublevación de una parte contra el alma toda para gobernar en ella sin pertenecerle el mando, antes bien, siendo esas partes tales por su naturaleza que a la una le convenga estar sometida y a la otra no, por ser especie regidora? Algo así diríamos, creo yo, y añadiríamos que la perturbación y extravío de estas especies es injusticia e indisciplina y vileza e ignorancia, y, en suma, total perversidad.
-Eso precisamente --dijo.
-Así, pues ---dije yo-, el hacer cosas injustas, el violar la justicia e igualmente el obrar conforme a ella ¿son cosas todas que ahora distinguimos ya con claridad si es que hemos distinguido la injusticia y la justicia?
-¿Cómo es ello?
-Porque en realidad --dije- en nada difieren de las cosas sanas ni de las enfermizas, ellas en el alma como éstas en el cuerpo.
-¿De qué modo? -preguntó.
-Las cosas sanas producen salud, creo yo; las enfermizas, enfermedad.
-Sí.
-¿Y el hacer cosas justas no produce justicia y el obrar injustamente injusticia?
-Por fuerza.
-Y el producir salud es disponer los elementos que hay en el cuerpo de modo que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el producir enfermedad es hacer que se manden u obedezcan unos a otros contra naturaleza .
-Así es.
-¿Y el producir justicia --- dije- no es disponer los elementos del alma para que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el producir injusticia, el hacer que se manden u obedezcan unos a otros contra naturaleza?
-Exactamente -replicó.
-Así, pues, según se ve, la virtud será una cierta o salud, belleza y bienestar del alma; y el vicio, enfermedad, fealdad y flaqueza de la misma.
-Así es.
-¿Y no es cierto que las buenas prácticas llevan a la consecución de la virtud y las vergonzosas a la del vicio?
-Por fuerza.
-Ahora nos queda, según parece, investigar, si conviene obrar justamente, portarse bien y ser justo, pase o no inadvertido el que tal haga, o cometer injusticia y ser injusto con tal de no pagar la pena y verse reducido a mejorar por el castigo.
-Pues a mí, ¡oh, Sócrates! -dijo-, me parece ridícula esa investigación si resulta que, creyendo, como creemos, que no se puede vivir una vez trastornada y destruida la naturaleza del cuerpo, aunque se tengan todos los alimentos y bebidas y toda clase de riquezas y poder, se va a poder vivir cuando se trastorna y pervierte la naturaleza de aquello por lo que vivimos, haciendo el hombre cuanto le venga en gana excepto lo que le puede llevar a escapar del vicio y a conseguir la justicía y la virtud. Esto suponiendo que una y otra se revelen tales como nosotros hemos referido.
-Ridículo de cierto -dije-, pero, de todos modos, puesto que hemos llegado a punto en que podemos ver con la máxima claridad que esto es así, no hemos de renunciar a ello por cansancio.
-No, en modo alguno, por Zeus -replicó; no hay que renunciar.
-Atiende aquí, pues --dije-, para que veas cuántas son las especies que, a mi parecer, tiene el vicio: por lo menos las más dignas de consideración.
-Te sigo atentamente -repuso él-. Ve diciendo.
-Pues bien ---dije-, ya que hemos subido a estas alturas de la discusión, se me muestra como desde una atalaya que hay una sola especie de virtud e innumerables de vicio; bien que de estas últimas son cuatro las más dignas de mencionarse.
-¿Cómo lo entiendes? -preguntó.
-Cuantos son los modos de gobierno con forma propia - dije-, tantos parece que son los modos del alma.
-¿Cuántos?
-Cinco -contesté--, los de gobierno; cinco, los del alma.
-Dime cuáles son --dijo.
-Afirmo - dije - que una manera de gobierno es aquella de que nosotros hemos discurrido, la cual puede recibir dos denominaciones; cuando un hombre solo se distingue entre los gobernantes, se llamará reino, y cuando son muchos, aristocracia.
-Verdad es -dijo.
-A esto lo declaro como una sola especie --observé-; porque, ya sean muchos, ya uno solo, nadie tocará a las leyes importantes de la ciudad si se atiene a la crianza y educación que hemos referido.
-No es creíble -contestó.
Resumen6
Presentación


































































































































CIUDAD FUNDADA
Hemos visto anteriormente como Sócrates, despues de haber analizado el tipo de educación aplicable a los guardianes-auxiliares de la ciudad asi como las prescripciones y normas por las que ésta debería regirse, da por fundada su ciudad ideal.
Texto1e
Resumen1
































































































































AUXILIO
Fundada la ciudad, Sócrates le pide a Adimanto que continúe la investigación procurandose de dónde sea la luz necesaria y, si es necesario, que pida auxilio a su hermano Glaucón así como a Polemarco y a los demás. Y es que se trata de averigüar, a partir de ahora, en que lugar de la ciudad se podría encontrar la justicia. Adimanto protesta contra esta sugerencia de Sócrates y le recuerda que ha sido él mismo quien prometió llevar a cabo tal investigación. Sócrates reconoce que es verdad lo que Adimanto dice. Solicita, sin embargo, ayuda a los presentes para llevar a cabo tal investigación.
Texto1e
Resumen1

































































































































SITIO DE LA JUSTICIA Y DE LA INJUSTICIA
A partir de ahora se trataría de averigüar en que lugar de la ciudad se halla la justicia y en cuál la injusticia y en que se diferencia la una de la otra y cuál de las dos debe alcanzar el que ha de ser féliz. Platón no parece incluir en su ciudad ideal la perfeción absoluta de todos sus ciudadanos; caben, sin duda, en ella imperfecciones individuales. Por otra parte la injusticia sólo puede ser definida en relación con la justicia.
Texto1e
Resumen1

































































































































OBJECCIÓN
Adimanto recuerda a Sócrates lo que había prometido en 368 c.
Texto1e
Resumen1

































































































































CIUDAD COMPLETAMENTE BUENA
A partir de ahora, Sócrates, inicia su investigación para descubrir el lugar de la justicia y la injusticia en una ciudad. Para lograrlo, comienza hablando de las cuatro virtudes que deben acompañar a toda realidad que sea considerada como absolutamente buena: prudencia, valor, templanza, justicia. Es la primera vez que aparece enunciada y explicada la doctrina de las cuatro virtudes cardinales si entendemos por tales aquellas cuyo conjunto forma la perfecta bondad. Es imposible saber si esta doctrina fue tomada por Platón de la opinión común. Es verdad que Píndaro habla ya de las «cuatro virtudes que lleva consigo la vida humana», pero no dice cuáles sean éstas. Por otra parte, Platón parece referirse a ello como punto ya establecido de doctrina ética, no como a una división hecha ocasionalmente en relación con las cuatro clases de ciudadanos de su estado ideal según opinaba Schleiermacher.
Texto1e
Resumen1

































































































































TRES Y LA QUE RESTA
Se ha puesto de relieve la ingenuidad de la aplicación de este procedimiento lógico y matemático a la investigación ética. No es rara en Platón esta extralimitación del método matemático, y de ello se hallarán otras pruebas en este mismo tratado; pero acaso tenga razón Shorey al suponer que Platón no se ilusiona aquí sobre el valor probativo del procedimiento y se sirve de él sólo para exponer lo aceptado y convenido por otras razones.
Texto1e
Resumen1

































































































































LA PRUDENCIA
Sócrates comienza su estudio analizando la virtud de la Prudencia. En primer lugar afirma que una ciudad prudente es aquella que acierta en sus determinaciones y que tal acierto es un modo de ciencia, es decir, un tipo de saber.
Texto1e
Resumen1

































































































































ALGO EXTRAÑO
Anuncia aquí aquello que luego se va a ver (428 e), que esa prudencia, existiendo no más que en una pequeña porción de ciudadanos, hace prudente a la ciudad entera, Por otra parte, esta prudencia que aquí Platón requiere para los guardianes, ¿es una prudencia meramente política o presupone el conocimiento de la idea del bien en sí? No puede negarse que algunos toques del discurso (429 e, 441 c) parecen abonar lo segundo, como reconoce el mismo Adam, aunque partidario de la opinión contraria.
Texto1e
Resumen1

































































































































MODO DE CIENCIA
Platón parte del concepto pitagórico de euboulía, «buen consejo, acierto o prudencia política», y lo distingue de los otros conocimientos. Esto no entraña que él se limite a reproducir esa misma concepción del saber como cualidad propia de sus guardianes.
Texto1e
Resumen1

































































































































PRUDENCIA Y CIUDAD ENTERA
Sócrates  analiza a continuación a quienes, dentro de la ciudad, pertenece el tipo de saber al que se ha referido anteriormente. Va descartando oficios  ( constructores, carpinteros, broncistas, agricultores  )  para acabar afirmando que, a partir de los análisis realizados anteriormente en relación con ciudad recientemente fundada, parecen existir ciudadanos, (los guardianes perfectos) que no se preocupan por aspectos particulares de la ciudad, sino por ella entera en lo que se refiere a llevar lo mejor posible sus relaciones en el interior y con las demás ciudades.
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Resumen1

































































































































CIENCIA DE LA PRESERVACIÓN
Los guardianes perfectos son prudentes porque poseen la ciencia de la preservación y, en virtud de tal ciencia, la ciudad acierta en sus determinaciones y es, con ello, prudente. Por lo tanto, la ciudad es prudente por la prudencia de sus guardianes como el hombre es prudente por la prudencia de su razón: una consideración semejante se aplicará a las otras tres virtudes en la comparación de las clases de la sociedad con las partes del alma individual.
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Resumen1

































































































































MENOR NÚMERO
Sócrates finaliza el análisis de la virtud de la Prudencia señalando que curiosamente, en comparación con los representantes de los otros oficios dentro de la ciudad, es mucho menor el número de los sujetos poseedores de la virtud de la prudencia. Ello le lleva a concluir que una ciudad fundada conforme a naturaleza puede ser toda entera prudente por la clase de gente más reducida que en ella hay, que es la que la preside y gobierna y a la que propiamente pertenece el nombre de prudente.
Texto1e
Resumen1

































































































































CIUDAD CONFORME A NATURALEZA
Una ciudad conforme a naturaleza es, en este caso, aquella en dónde su prudencia se corresponde con el linaje que posee, por su profesión, la ciencia de la preservación.
Texto1e
Resumen1
































































































































LA VIRTUD DE VALOR
Sócrates analiza ahora la virtud del valor. Como se verá más adelante situa la esencia de esta virtud no tanto en el ámbito de lo externo como de lo interno. Por ello, quien posee la virtud del valor no será unicamente el que se identifica con el valiente sino con el es que fuerte de espíritu.
Texto2e
Resumen1
































































































































CIUDAD VALEROSA
Un ciudad valerosa será aquella que posee, dentro de ella, un linaje valeroso, es decir, un linaje que, por un lado, muestra una «constancia de la recta opinión sobre las cosas que se han de temer», pero, puesto que esta opinión es prescrita por el legislador, el valor es también obediencia, y ésta es una idea hondamente griega (recuérdese, por ejemplo, el epigrama de Simónides a los muertos de las Termópilas). Por su parte, Aristóteles en Etica a Nicómaco 1129b 19-20, afirma que «también ordena la ley hacer las casas de valor». Queda claro está, el valor filosófico, de más alta especie, que no se basa en opinión, sino en conocimiento.
Texto2e
Resumen1

































































































































ESPECIE DE CONSERVACIÓN
Sócrates describe el valor como una especie de conservación pues esta virtud se define, sobre todo, por la capacidad que permite a quien la posee de mantenerse firme en las opiniones que se han de temer sin desecharlas jamás. Esto implica un gran valor interno de conservar lo adquirido.
Texto2e
Resumen1

































































































































ESPANTOS
Lo que Socrates quiere decir aquí lo expresa claramente Tucídides cuando afirma: «Con razón podrían ser considerados como los más fuertes de espíritu los que conocen más claramente lo que es terrible y lo que es placentero y no por ello rehúyen los peligros.
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Resumen1

































































































































LANAS
En el simil de las lanas, Sócrates, describe el proceso de elaboración y  tratamiento de las mismas: hay, pues, primeramente una selección de las lanas que se han de teñir y que han de ser blancas; luego unas preparación de las mismas que sabemos consistía en impregnarlas de una solución secante para dejarlas en condiciones de absorber mejor el tinte; y por último el teñido mismo. Es clara la correspondencia de cada una de estas operaciones: elección de los que han de ser soldados; educación de los mismos e infusión de la opinión indeleble acerca de las cosas que deben ser temidas.
Texto2e
Resumen1

































































































































TEÑIDO
Aqui el simil del teñido de las lanas se aplica a los guardianes-auxiliares. Del mismo modo que se eligen las mejores lanas se deberían elegir (recordar el proceso de selección) los mejores guardianes; del mismo modo que se preparan las lanas para absorver el mejor tinte, así tambien se debería educar a los guardianes en las música y en gimnasia y en la educación de como mantenerse indelebles en sus opiniones.
Texto2e
Resumen1

































































































































LEJIA
Platón habla aquí del llamado nitro de Calestra o Calastra, que según se cree,es natrón o carbonato de sosa en estado natural procedente de dicha ciudad de Macedonia; el segundo detersorio, que decimos en la traducción lejía, parece ser un preparado hecho con aquel.
Texto2e
Resumen1

































































































































FUERZA Y PRESERVACIÓN
Despues de todo lo dicho no es de extrañar que Sócrates define el valor como una fuerza y preservación en toda circunstancia de la opinión recta y legítima acerca de las cosas que han de ser temidas y de las que no.
Texto2e
Resumen1

































































































































EDUCACIÓN ANIMAL
Resulta extraño que Sócrates hable de «recta opinión» con referencia a las bestias. En este sentido no es enteramente satisfactoria la explicación de Adam y otros que lo refieren a aquellos casos en que el animal obra obedeciendo la recta opinión de su amo. Claro queda, sin embargo, que Platón quiere decir que el valor irracional, aunque bien dirigido, v. gr., por el instinto, no merece ser considerado como verdadero valor. Se ha interpretado este pasaje como anticipación de Laques, 197 a y sigs., lo cual es imposible según la cronología a que nos atenemos.
Texto2e
Resumen1

































































































































CUALIDAD DE LA CIUDAD
Parece indicar con ello que el valor tal como se ha descrito, si existe en los defensores de la ciudad, hace que la ciudad sea valerosa (cf. supra, 429 b) y, por lo tanto, se convierte en virtud propia suya. Menos claro resulta que Platón quiera fijar aquí el valor político como una especie de valor inferior al valor filosófico (basado en el conocimiento propio, no ya en la opinión recibida del legislador) y superior al valor sólo aparente del animal o del esclavo.
Texto2e
Resumen1

































































































































VIRTUD DE LA TEMPLAZA
Sócrates comienza ahora el estudio de la virtud de la templanza. No han estado claras durante mucho tiempo la diferencia entre el concepto platónico de la templanza y el de la justicia tales como se presentan en esta parte de La República, con lo que la distinción aparecía afectada de redundancia. Un estudio más estricto y detenido ha llevado a un mejor conocimiento de la mente del autor en la materia. Ciertamente que la sopbrosyne no es definida siempre por él del mismo modo: el concepto común griego de esta cualidad quedó ya visto (389 d-e) y entraña subordinación a la autoridad legítima y dominio de los apetitos. Ambas notas aparecen aquí elevadas a más alta significación.
Texto3e
Resumen1
































































































































ESPECIE DE ARMONÍA MÚSICAL
En el análisis de la virtud de la templanza, Sócrates, comienza señalando que se parece más que las anteriores a la armonía musical ya que esta virtud se define como un orden armónico y dominio de los apetitios.
Texto3e
Resumen1

































































































































SER DUEÑO DE SÍ MISMO
Sócrates halla a primera vista una paradoja en aquello de «ser dueño de sí mismo» y explica su verdadero sentido: resulta paradójico afirmar que alguien es dueño de sí mismo, pues el que es dueño de sí mismo es tambien esclavo y el esclavo resulta que es tambien dueño de sí mismo.
Texto3e
Resumen1

































































































































ALGO MEJOR Y ALGO PEOR
Sócrates señala, sin embargo, que la solución ante esta aparente paradoja pasa por entender realmente lo que se quiere decir cuando se afirma que algo o alguien es dueño de sí mismo; y es que en el alma del un mismo hombre, afirma Sócrates, existe algo que es mejor y algo que es peor. Pues bien, cuando lo que por naturaleza es mejor domina a lo peor, se dice que aquel es dueño de sí mismo.
Texto3e
Resumen1

































































































































CIUDAD RECIEN FUNDADA
Sobre la concepción anterior de la virtud de la templanza, Sócrates, propone echar una ojeada a la recien fundada ciudad con el objeto de señalar cuando podría definirse como templada. En coherencia con lo establecido hasta ahora afirma que ésta debería ser aquella que se proclama dueña de sí misma debido a que en ella lo mejor se sobrepone a lo peor. Ahora bien, en la ciudad recien fundada nos encontramos con que los llamados a gobernar, por ser los mejores son aquellos que han logrado vencer lo peor en sus almas y sobreponerse sobre los apetitos de los menos capacitados para gobernar, pero que, a su vez, reconocen el dominio de los mejores. Por lo tanto parece que una ciudad asi - como la defendida por Sócrates - es dueña de sus apetitos, y, por tanto, temperante.
Texto3e
Resumen1

































































































































SE CREEN LIBRES
Pero que no lo son en realidad, pues se hallan esclavizados a sus malos deseos: esta falta de libertad del hombre intemperante será tema favorito de la filosofía posterior. Por lo que se refiere a las mujeres, Platón las considera en general menos capaces que a los hombres del dominio sobre las pasiones; pero la diferencia no es nada radical, pues, por un lado, los hombres sólo en minoría son temperantes, y además de las mujeres hay algunas que lo son, puesto que se les permite ser guardianas de la ciudad.
Texto3e
Resumen1

































































































































CIUDAD TEMPERANTE
Ciudad temperante es, por tanto, aquella en dónde la virtud de la templanza hace a la ciudad dueña de sí misma, dominadora de los placeres y deseos y concorde en la opinión de gobernantes y gobernados sobre el problema del mando.
Texto3e
Resumen1

































































































































DOS CLASES
Aristóteles y otros parecen haber profesado, contra la que aquí dice Platón, que la sopbrosyne, pues entraña sumisión, es la virtud propia de las clases inferiores; pero, entendida en su más alto sentido, deben tenerla también los gobernantes, ya que incluye la buena disposición de cada cual en el desempeño de su función, y ésta está subordinada al bien del conjunto.
Texto3e
Resumen1

































































































































PERFECTO UNÍSONO
En todo este párrafo se mezcla lo recto (armonía musical) con lo metafórico (concordia de la ciudad) de manera que no puede reproducir la traducción diá pasón en sentido musical significa propiamente «a octava»; pero como el acorde de octava era considerado por los griegos como el más perfecto, fácilmente confundible al oído con el unísono, es claro que aquí se quiere indicar la más perfecta concordia de opinión entre las clases de la sociedad. No habiendo, por lo tanto, más que dos notas musicales, es imposible seguir extendiendo la semejanza a los tres grupos de ciudadanos de que después se habla.
Texto3e
Resumen1

































































































































CONCORDIA
Aunque esta definición de la templanza no incluye sino el último carácter señalado en ella, es claro que supone los otros dos: dominio propio, esta es, de lo mejor sobre lo peor, y dominio sobre los placeres y deseos, porque sólo en ellos puede haber acuerdo presupuestos la prudencia y el valor. Así resulta que la templanza es en la ciudad virtud general de todos los ciudadanos, mientras que los guardianes auxiliares han de poseer también el valor; y los gobernantes, estas dos virtudes y la prudencia. De ese modo, cada clase tiene una virtud propia y diferencial.
Texto3e
Resumen1

































































































































LA JUSTICIA
Despues de haber visto tres cosas de la ciudad, es decir, la prudencia, el valor y la templaza, Sócrates y Adimanto se centrarán en la búsqueda y análisis de la virtud que falta: La Justicia.
Texto1f
Resumen2
































































































































SIMIL CAZADORES
Sócrates comienza su investigación de un modo algo misterioso y con el objeto de excitar la curiosidad de los oyentes. Habla de la justicia como de algo que sabemos que tiene que estar ya presente y la compara con una pieza de caza a la cual, aún teniéndola a la vista, no somos capaces de reconocer.
Los símiles tomados de la caza son muy del gusto de Platón: la especie de caza a que aquí se hace referencia consistía en tender la red alrededor de la mata donde estaba la liebre mientras los cazadotes esperaban en torno para perseguirla si rodaba fuera de aquélla.
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Resumen2

































































































































INVOCACIÓN
Conforme a la piadosa costumbre del cazador de invocar previamente a Apólo y Ártemis.
Texto1f
Resumen2

































































































































LUGAR SOMBRIO
Metáfora de la que Sócrates se sirve, en su búsqueda de la Justicia, para excitar la curiosidad de los oyentes. Despues resultará que ese lugar sombrío era mucho más claro de lo que, en principio, se pensaba.
Texto1f
Resumen2

































































































































RASTRO
Sócrates, de pronto,  habla de un rastro que conduce a la justicia y finaliza afirmando que ésta parece ser algo que tenemos ante nuestras narices y que con ella nos sucede lo mismo que aquellos, que teniendo algo en la mano, bucan lo mismo que  ya tienen en su poder.
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Resumen2

































































































































ESTUPIDO
Sócrates dice sentirse estupido al descubrir que la pieza que desean cazar, en este caso la Justicia, es algo que tienen delante como más tarde se descubrirá: la justicia está presente como algo que da vigor y nacimiento a las otras virtudes. Despues de analizar esas virtudes, como ya se ha hecho, Sócrates, descubre como la justicia se nos muestra como algo nítido.
Texto1f
Resumen2

































































































































DESEANDO ESCUCHAR
La alusión a la caza y la viva representación que le sigue con sus toques de la vida cotidiana no han hecho otra cosa que excitar la curiosidad del oyente como conviene al punto capital que va a ser elucidado.
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Resumen2

































































































































DESDE EL PRINCIPIO
Sócrates hace referencia aquí a algo que ya anteriormente se había establecido casi como un axioma básico para el correcto funcionamiento de su ciudad ideal: cada uno debe atender a una sola de las cosas de la ciudad, es decir, a aquello para lo que su naturaleza esté mejor dotada. Sobre esta base se acabará señalando que la justicia consiste en hacer cada uno lo suyo.
Texto2f
Resumen2
































































































































DEJAMOS SENTADO
Esta aserción, sin embargo, no se encuentra en cuanto ya dicho en La República ni en los anteriores diálogos de Platón. Por otra parte, la misma definición que aquí se da de la justicia la dan Cármides y Critias de la templanza en el Cármides («el hacer lo propio de uno mismo»), donde es discutida por Sócrates (161 b, y Timeo 72 a). Platón parece aquí rectificar la opinión vulgar y establecer que ese concepto de hacer cada uno lo suyo corresponde a la justicia, no a la templanza. Y ello sería enteramente claro si, conforme a una conjetura de Adam, en la frase anterior en vez de «era la justicia» se dijera «era la templanza». Así, después de mencionada la opinión común aceptada anteriormente por los mismos que ahora la recuerdan, vendría la rectíficación en lo que sigue.
Texto2f
Resumen2

































































































































VIGOR A SU NACIMIENTO
Sócrates señala que ha inferido su definición de la Justicia como un residuo del estudio de las otras virtudes. Y es que despues de haber descubierto las virtudes de la prudencia, el valor y la templanza, faltaría la virtud que les da vigor y las conserva despues de su nacimiento. El razonamiento está un tanto abreviado y por ello resulta oscuro: supuestas ya las tres primeras virtudes, prudencia, valor y templanza, en las que se ha abarcado todo el cuerpo social, la que quede como necesaria a la ciudad será la justicia conforme a la teoría de los residuos (428 a); por otra parte, esa virtud que queda ha de dar a las otras tres el vigor necesario.Y ello consiste en hacer cada uno lo suyo; luego la justicia es hacer cada uno lo suyo.
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Resumen2

































































































































BONDAD EN LA CIUDAD
Y es que, según Sócrates, si alguien tuviera que responder a la pregunta de cual de todas las virtudes hace con su presencia totalmente buena a una ciudad, no sería muy correcto afirmar que es aquella que mantiene a los soldados en la opinión legítima sobre lo que es realmente temible;{valor} o la que se asienta en el niño, la mujer, el esclavo, el hombre libre, el artesano o el gobernante y gobernado; {templanza} o la que permite la igualdad de opiniones entre gobernantes y gobernados.{prudencia} Y es que estas virtudes, aunque hacen a una ciudad entera prudente,valerosa y templada, no pertenecen por igual a todos los ciudadanos. Sin embargo, el que dentro de una ciudad cada uno haga en ella lo que es propio parece que generaliza y sintetiza las otras virtudes en una sóla. Y ello parece que se corresponde con la justicia.
Así todas las virtudes se resumen en la justicia y ésta representa la virtud única de donde brotan las otras virtudes especiales. Esta doctrina que atribuye aquí Platón a Sórates es diferente de la que éste expone en Jenof. Mem. 111 9, 5: «Dijo que la justicia y toda otra virtud es prudencia. Y esta última fue sin duda la verdadera opinión del Sócrates histórico.
Texto2f
Resumen2

































































































































JUZGAR EN LOS PROCESOS
En 428 d, es donde se ha establecido que la prudencia es el saber que resuelve sobre el modo de que la ciudad lleve lo mejor posible sus relaciones en el interior, etc., y que este saber se halla en los jefes que se llaman perfectos guardianes. Es claro que en la ciudad ha de haber jueces y que éstos, dada la clasificación platónica, no pueden ser otros que los gobernantes.
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Resumen2

































































































































POSESIÓN Y PRÁCTICA DE LA JUSTICIA
Según Socrates la posesión y la práctica de lo que a cada uno es propio constituye la justicia. Hay aquí una cierta confusión producida al querer Platón relacionar su concepto de la justicia con la opinión común de que ésta consiste en dar a cada uno lo suyo; porque, en rigor, no es lo mismo la posesión de una cosa que la práctica de una profesión, aunque en un sentido amplio pueda considerarse lo uno incluido en lo otro.
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Resumen2

































































































































EL CARPINTERO Y SUS FUNCIONES
Por lo tanto, si un carpintero se dedica hacer el trabajo del zapatero y viceversa o un artesano pretende entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en las de los consejeros o guardianes, sin tener merito para ello, es evidente que tal trueque en las funciones sería ruinoso para una ciudad.
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Resumen2

































































































































TROCANDO TODO LO DEMÁS
«Todo lo demás, se entiende con la excepción que Sócrates va a señalar en lo que sigue: las funciones propias de gobernantes y gobernados.
Texto2f
Resumen2

































































































































EL ARTESANO Y SUS FUNCIONES
Por lo tanto, si un carpintero se dedica hacer el trabajo del zapatero y viceversa o un artesano pretende entrar en la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en las de los consejeros o guardianes, sin tener merito para ello, es evidente que tal trueque en las funciones sería ruinoso para una ciudad.
Texto2f
Resumen2

































































































































TRUEQUE DE FUNCIONES
Platón tiene aquí su mente puesta en los políticos improvisados de Atenas. Las aserciones que siguen se encuentran ya más arriba en 421.
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Resumen2

































































































































CRIMEN CONTRA LA CIUDAD
El entrometimiento y trueque mutuo de los linajes existentes en la ciudad, es el mayor daño de la ciudad y su mayor crimen. Y tal crimen no sería otra cosa que la injusticia.
Texto2f
Resumen2

































































































































LA INJUSTICIA
Por consiguiente, concluye Sócrates, parece que hemos cazado no solamente la justicia, como sinónimo de actuación en lo que le es propio a cada uno de los linajes de la ciudad, sino tambien a la injusticia como sinónimo del entrometimiento, y, por tanto, el hacer dejación de sus funciones propias como estamento social.

Texto2f
Resumen2

































































































































TRASLADAR LA CIUDAD AL INDIVIDUO
Sócrates señala la necesidad de analizar si la virtud de la justicia, que acaba de definir como ideal para la ciudad buena recien fundada, se podría descubrir tambien en un hombre solo. Plantea pues la idea de trasladar al individuo lo que se nos mostró como virtud en la ciudad con el objeto de observar si existe concordancia. Y es que si en el individuo esta virtud se nos presentaran como algo distinto, entonces deberíamos volver al estudio de la ciudad para hacer la prueba de poner en contacto al sujeto y la ciudad con el objeto de hacer que en ámbos brille la justicia como fuego de enjutos....
Texto1g
Resumen3
































































































































LO SEMEJANTE TIENDE A LO SEMEJANTE
El punto de partida acerca del porque no tiene porque existir gran diferencia entre ciudad justa e individuo justo es, de alguna forma, la creencia en la ley de la tendencia de lo igual hacia lo igual. Sócrates afirma que cuando se predica algo de una cosa que es lo mismo que en otra, ya sea más grande o más pequeña, parece evidente que ese algo será semejante tanto en una cosa como en la otra. Por consiguiente, si ese algo es la idea de justicia, parece la justicia no diferirá en nada en un hombre justo y en una ciudad justa.
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Resumen3

































































































































LA CIUDAD JUSTA
Socrates hace referencia a lo establecido anteriormente acerca de que una ciudad justa aparece cuando los tres linajes de naturalezas que hay en ella hacían cada uno lo suyo propio; y, al mismo tiempo, se nos mostró como temperada, valerosa y prudente por otras condiciones presentes en estos mismos linajes. Pues bien, ahora se trataría de analizar si el individuo tiene en su propia alma estas mismas especies con el objeto de ver si se nos aparecen los mismos calificativos que en la ciudad. Este planteamiento le llevará a Sócrates a analizar si es posible descubrir en el alma humana estos tres linajes ya que si ello es cierto entonces tendríamos que reconocer que en cada uno de nosotros se dan las mismas especies y modos de ser que en la ciudad.
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Resumen3

































































































































ESPECIES DE ALMA
Para el rigor de la conclusión debería haber dicho «linajes» como arriba. Es claro que Platón admite en el alma, mientras está encarnada, distintos elementos que llama indiferentemente eíde, géne, mére y que se traducen, conforme a su sentido etimológico, «especies, linajes, partes», igual que cuando se trató de las clases de la ciudad. Esto plantea el problema de la simplicidad del alma como ser inmaterial; y, aunque Platón no suscita aquí directamente la cuestión, puede entenderse que para él las especies, linajes o partes del alma no son más que sus diferentes modos de operación. Del modo de ser del alma una vez que está separada del cuerpo se trata en el libro X.
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Resumen3

































































































































PROBLEMAS RELACIONADOS CON EL ALMA
Sócrates plantea aquí el problema que analizará de modo detallado más adelante: si el alma tiene en sí tres especies o linajes o no.
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Resumen3

































































































































METODO INSUFICIENTE
El sentido de este párrafo no resulta obvio y ha dado origen a muchas discusiones; puede entenderse, sin embargo, que, al hablar de la insuficiencia del método, Platón se refiere no a la presente cuestión psicológica, sino al problema ético de la definición de las virtudes a que aquél sirve de introducción; y con respecto a este fundamental asunto sostiene que hace falta un procedimiento más largo y complicado que se descarta en este lugar.
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Resumen3

































































































































LA CIUDAD Y CADA UNO
Según Sócrates no es un absurdo identificar los linajes de la ciudad con los linajes del alma indiviudual  ya que a las ciudades las hacen los individuos lo que explicaría que se hablase de ciudades de índole arrebatada como Tracia y Escitia; o ciudades amantes del saber como la misma Atenas; o ciudades en donde reina la avaricia como suele decirse de los fenicios y de los habitantes de Egipto. De todos modos, que la índole de un estado o ciudad dependa de la de sus ciudadanos y que haya estados de tres clases distintas según el temple de los que lo forman, no implica que en cada ciudadano hayan de darse las notas o elementos a ellos correspondientes; Platón vuelve, pues, un tanto apresuradamente a su tema favorito de la ecuación entre el individuo y el Estado. Por lo demás, las gentes salvajes del Norte son presentadas como prototipos del temperamento colérico, así como los pueblos comerciales de Fenicia y Egipto sirven de representación del temperante.
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Resumen3

































































































































DIFICIL DE SABER
La dificultad a la que Sócrates se refiere está relacionado con algo que ya había planteado anteriormente y que es necesario resolver: ¿hacemos las cosas por medio de una sola especie de alma, o, siendo ellas tres, hacemos cada cosa por una de ellas?
Texto2g
Resumen3

































































































































ENTENDEMOS
La capacidad de entender parece estar relacionada con una de las especies del alma: la racional.
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Resumen3

































































































































NOS ENCOLERIZAMOS
La capacidad de encolerizarse parece estar relacionada con otra de las especies del alma: la irascible.
Texto2g
Resumen3

































































































































APETECEMOS
La capacidad de apetecer parece estar relacionada con otra de las especies del alma: la concupiscible.
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Resumen3

































































































































SUFRIR COSAS CONTRARIAS
Formúlase aquí, por primera vez en la literatura griega, el principio de contradicción; y es de notar que se hace con aquellas precisiones que han de preservar su vigencia contra los adversarios y en cuya necesidad había de insistir machaconamente Aristóteles. Tal rigor era preciso para prevenir así la respuesta de los heracliteos, supuestos negadores del principio, como las argucias de los sofistas: en este espíritu se dan las explicaciones subsiguientes.
Texto2g
Resumen3

































































































































EXACTITUD
En relación con el principio de contradicción, Sócrates, exige aclaraciones que nos situen en su plano exacto ante el significado de tal principio. Por eso al formular el principio de contradicción como aquel en dónde es imposible que un mismo ser admita hacer o sufrir cosas contrarias al mismo tiempo, Sócrates,  intenta fundamentar la seguridad del mismo con el objetivo de no dudar en absoluto de él ante los ataques y argucias de los sofistas. Asi analiza criticamente los ataques a este principio, por ejemplo, a partir de aquellos que podrían afirmar que es posible que un hombre se mueva y esté quieto al mismo tiempo, ya que podría estar quieto y, al mismo tiempo, mover las manos y la cabeza. Pues bien, Sócrates, quiere aclarar con exactitud que en este caso no habría alteración en el principio de contradicción ya que una parte de él estaría quieta y otra estaría moviéndose. Y el principio establece que no puede ser que algo se mueva y esté quieto al mismo tiempo en una misma parte de sí misma.
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Resumen3

































































































































LAS PEONZAS
Siguiendo con el tema de la necesidad de aclarar con exactitud el significado del principio de contradicción, Sócrates, analiza el ejemplo de las peonzas que están en reposo y se mueven enteras cuando bailan con la púa fija en un punto sin salirse de su sitio. Tampoco valdría este caso, afirma Sócrates, como ejemplo de principio de contradicción ya que no permanecen y se mueven al mismo tiempo en la misma parte de sí mismos sino que en ellos hay una linea recta y una circunferencia y que están quietos por su linea recta, puesto que no se inclinan a ningún lado, pero que por lo que se refiere a su circunferencia se mueven en redondo. Por lo tanto, en este caso, no estarían quietos y, al mismo tiempo, moviéndose en una misma parte de la peonza. Por otro lado, cuando la linea recta se inclina a la derecha o a la izquierda, hacia delante o hacia atrás al mismo tiempo que gira circularmente, entonces ocurrre que no están quietos en ningún respecto.
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Resumen3

































































































































NO DEJARSE PERSUADIR
En definitiva, Sócrates quiere dejar claramente establecido lo siguiente: no debemos dejarnos nunca conmover ni persuadir por estas argucias acerca que algo pueda sufrir ni ser ni obrar dos cosas contrarias al mismo tiempo.
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Resumen3

































































































































DE MODO DISTINTO
Platón siente aquí, comno luego Aristóteles, que el Principio de contradicción no puede ser probado; y por ello, después de haber explicado su alcance, sigue adelante con la irónica observación de que, si flaquea su evidencia, carecerá de base todo cuanto establezca en adelante.
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Resumen3

































































































































COSAS DE ESTE TENOR
Sócrates aplica el principio de contradicción establecido anteriormente a cosas que tienen un determinado tenor con, por ejemplo, a acciones y pasiones que parecen ser contrarias entre sí - asentir - negar, desear - rehusar-. No olvidar que la aplicación de este principio va encaminado a resolver la cuestión central que Sócrates se encuentra en esos momentos analizando, es decir, si es el alma entera quien gobierna al individuo o si existen tres partes (mere), especies (eíde) o linajes (géne) dentro de la misma.
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Resumen3
































































































































TENDENCIA
Sócrates hace referencia a apetitos que son contrarios entre sí ya que mientras unos tienden a la satisfacción de algo, otros muestran rechazo a llevar a cabo esa tendencia. Por ejemplo, es evidente que el hambre y la sed son apetitos que tienden a ser satisfechos.
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Resumen3

































































































































RECHAZO
Sócrates hace referencia a apetitos que son contrarios entre sí ya que mientras unos tienden a la satisfacción de algo, otros rechazan tan apetencia. Por ejemplo, es evidente que el que se ponde en huelga de  hambre rechaza la tendencia natural a calmar el apetito del hambre.
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Resumen3

































































































































APETITOS
Sócrates describe como apetitos básicos al hambre y la sed.
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Resumen3

































































































































LA SED EN CUANTO ES SED
Aquí empieza una digresión de carácter lógico en que Platón demuestra que cada apetito tiene un objeto específico propio y que, si este objeto aparece a veces con notas calificativas distintas, ello depende de elementos variables y no esenciales que se agregan a dicho apetito. La demostración se hace en el ejemplo de la sed y la argumentación concluye en 439a.
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Resumen3

































































































































ALGO ACCIDENTAL
Sócrates afirma que lo de menos son las cualidades que acompañan a los apetitos o deseos, como puede ser que la comida sea fría o la bebida caliente. Cada apetito no es apetito más que de aquello que le conviene por naturaleza; y cuando le apetece de tal o cual cualidad, ello depende de algo accidental que se le agrega.
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Resumen3

































































































































POR SORPRESA
Sócrates pone sobreaviso a sus interlocutores para que no sean cogidos por sorpresa, por ejemplo, con las argucias de los sofistas que podrían afirmar que nadie apetece bebida, sino buena bebida, ni comida sino buena comida; para concluir que los apetitos son el deseo de algo bueno y placentero. Sócrates rechaza esta posición para señalar que cada apetito desea realmente aquello que le conviene por naturaleza (la sed desea la bebida; el hambre la comida....). Los añadidos son algo accidental.
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Resumen3

































































































































APETITO DE LO BUENO
Es lo más importante del argumento: todos los apetitos son por sí de algo bueno, pero, si nos concretamos al apetito mismo, esta bondad de lo apetecido puede ser sólo aparente; sobre la bondad real del objeto no puede juzgar el apetito, sino la razón. Hay, pues, que quitar la nota de «buena en la bebida que es objeto de la sed.
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Resumen3

































































































































OBJETO PROPIO
Pero no solamente cada apetito tiende hacia lo que desea por naturaleza sino que tiene tambien su propio objeto, es decir, un objeto en sí mismo y diferente de los demás. Tal objeto, además, podrá ser general o específico.
Texto3g
Resumen3

































































































































LAS CIENCIAS
Así, por ejemplo, decimos que la ciencia en sí tiene por objeto general el conocimiento en sí. Ahora bien, tambien puede haber una ciencia que tenga su objeto específico. Asi, por ejemplo, una vez que se creó la ciencia de hacer edificios, ésta quedó separada de las demás ciencias y recibió el nombre de arquitectura, es decir, quedó calificada como ciencia que posee un objeto específico. En definitiva, una vez que una ciencia ya no tiene por objeto el de la ciencia en sí, sino otro determinado, ella misma queda determinada como ciencia y eso hace que no sea llamada ya ciencia a secas, sino ciencia especial de algo que se le ha agregado.
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Resumen3

































































































































LA MEDICINA
Observación que tiende a precisar y a evitar malas inteligencias y confusiones siempre teinibles de un adversario sofístico y enredador: hay una correspondencia de extensión entre la ciencia y su objeto, pero esto no quiere decir que la ciencia sea de la misma naturaleza que su objeto. La ciencia de las enfermedades no ha de ser una ciencia enferma, ni la ciencia del mal una ciencia mala.
Texto3g
Resumen3

































































































































LA SED EN SÍ
Sócrates vuelve ahora al estudio los apetitos y se refiere a la sed en sí. Señala que el objeto de la sed en si es la bebida, pero no como caliente o fría, dulce o amarga. Estas son meras cualidades accidentales del objeto en sí.
Texto4g
Resumen3
































































































































ALMA DEL SEDIENTO
El alma del sediento, en cuanto tiene sed, no desea otra cosa que beber y hacia ello tiende.
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Resumen3

































































































































EVIDENTE
Conclusión del argumento iniciado en 437 d. Con ello se vuelve al punto capital de la distinción entre los elementos del alma; y se empieza por distinguir entre lo concupiscible y lo racional.
Texto4g
Resumen3

































































































































COSA DISTINTA
Si algo retiene a la tendencia natural del alma que lleva al sediento a intentar calmar su sed tendrá que ser alguna cosa distinta a aquello que la impulsa a desear beber, ya que como hemos establecido anteriormente, una misma cosa no puede hacer lo que es contrario en la misma parte de sí misma en relación con el mismo objeto y al mismo tiempo.
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Resumen3

































































































































AL MISMO TIEMPO
Al hablar de la «sed del alma» y de «una misma cosa no puede hacer...y al mismo tiempo etc.», presenta Platón el concepto de unidad del alma.
Texto4g
Resumen3

































































































































IMPULSO
Establecido todo lo anterior, Sócrates, plantea a Adimanto si acaso no es cierto que existen algunos que tienen sed y, al mismo tiempo, no quieren beber. Adimanto responde que sí. Pues bien, según Sócrates, ello significa que tiene que haber en su alma un objeto específico, relacionado con lo que les impulsa a beber y otro relacionado con algo que los retiene en tal impulso.
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Resumen3

































































































































RETENCIÓN
Establecido todo lo anterior, Sócrates plantea a Adimanto si acaso no es cierto que existen algunos que tienen sed y, al mismo tiempo, no quieren beber. Adimanto responde que sí. Pues bien, según Sócrates, ello significa que tiene que haber en su alma un objeto específico,relacionado con lo que les impulsa a beber y otro relacionado con algo que los retiene en tal impulso.
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Resumen3

































































































































RAZONAMIENTO
El objeto relacionado con la retención nace del razonamiento. Por ello, afirma Sócrates, llamaré a aquello con lo que se razona, lo racional del alma. Con esta afirmación, Sócrates, lo que realmente quiere es mostrar que lo racional  es algo totalmente distinto de lo concupiscible.
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Resumen3

































































































































CONCUPISCIBLE
El objeto relacionado con el deseo y sensación, por ejemplo, de hambre o sed  nace de lo  irracional y concupiscible. Con esta afirmación, Sócrates, lo que realmente quiere es mostrar que lo concupiscible que es algo totalmente distinto de lo racional.
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Resumen3

































































































































LA CÓLERA
Pero no finaliza aquí el análisis ya que, tanto Sócrates como Adimanto, son conscientes de que tienen que descubrir en el individuo no dos sino tres linajes dentro del alma individual. Por ello, Sócrates pregunta tambien acerca de si la cólera y aquello que nos permite hacerlo será una tercera especie o será de la misma naturaleza que las otras dos especies descritas. En principio, Adimanto, señala que parece ser de la misma naturaleza que lo concupiscible.
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Resumen3

































































































































LA CÓLERA Y LO RACIONAL
Se ha notado que la correspondencia entre los tres elementos del alma y las tres clases de la ciudad quiebra un poco en este punto, porque la clase de los gobernantes no es sino una selección de la clase de los guardianes, mientras que lo racional no es una parte selecta de la colérico, sino algo esencialmente diferente.
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Resumen3

































































































































LEONCIO
Sócrates no tiene tan claro que la cólera y lo concupiscible sean de la misma naturaleza. Para demostrarlo se sirve de una anécdota: un cierto Leoncio subía al Pireo por la parte exterior del muro norte cuando advierte la presencia de unos cadáveres que estaban en tierra al lado del vérdugo. Comienza a sentir deseos de verlos, pero, al mismo tiempo, una repugnancia que le retraía a hacerlo. Así estuvo luchando y cubriéndose el rostro hasta que, vencido por su apetencia, abrió enteramente los ojos y corriendo hacia los muertos dijo: ¡Ahí los teneis, malditos, saciaos de hermoso espectáculo!  
Texto4g
Resumen3

































































































































VERDUGO
Sobre este Leoncio y su carácter sensual y liviano hay conservado un texto de la comedia Las buhoneras de Teopompo, representada entre el 410 y el 400, lo que no aporta grandes conclusiones cronológicas. El muro norte de los dos que limitaban el camino del Pireo era llamado también muro exterior, porque el opuesto o del sur quedaba entre él y el que conducía al Falero, el otro puerto de Atenas, y era, por tanto, interior. Sin duda el verdugo, cuando pasó Leoncio, se disponía a arrojar los cadaveres de los ejecutados en el báratro u hondo barranco, lugar común para este efecto situado fuera de los muros. 
Texto4g
Resumen3

































































































































COMBATE
La conclusión que Sócrates deduce aparece ahora clara: la historia nos muestra que la cólera combate a veces los apetitos como algo distinta a ellos.
Texto4g
Resumen3

































































































































ALIADA DE LA RAZÓN
Sócrates señala tambien que la anécdota  interior nos demuestra que cuando entran en conflicto los deseos concupiscibles y la razón, la cólera se hace aliada de la razón no haciendo nunca causa común con las concupiscencias. La alianza de la cólera con la razón es bien conocida por la intetpretación corriente del consejo paulino (Epb. IV 26): irascimini et nolite peccare. De donde algunos escritores eclesiásticos llamaron a la ira instrumentum virtutis. Sabido es que los estoicos, por el contrario, condenaron toda clase de ira, y que esto fue motivo de perpetuas diferencias entre ellos y los platónicos.
Texto4g
Resumen3

































































































































PADECE INJUSTICIA
«La ira se produce a la aparición de la injusticia -dice Aristóteles, Eth. Nic, 1135 b 28-29-; pero obsérvese que Platón sigue ha blando aquí únicamente del hombre de índole generosa.
Texto4g
Resumen3

































































































































COMPARACIÓN
Sócrates compara la cólera con un perro que obedece a su pastor y con los auxiliares que,como perros de raza, están siempre al servicio de los gobernantes.
Texto4g
Resumen3

































































































































REVELACIÓN
Según Sócrates el análisis realizado sobre la naturaleza de la cólera nos ha revelado a ésta como lo contrario de lo que podíamos pensar hace un momento. Pensábamos que era algo concupiscible y ahora confesamos que en la lucha del alma hace armas a favor de la razón. 
Texto4g
Resumen3

































































































































TRES ESPECIES EN EL ALMA
Sócrates, concluye afirmando que, de momento, parece que hemos descubierto lo siguiente: del mismo modo que en la ciudad eran tres los linajes que la mantenían, el traficante, el auxiliar y el deliberante, así parece que existen tres linajes dentro del alma humana, el racional, el concupiscible y el irascible. Este último se nos manifiesta como un auxiliar por naturaleza de lo racional, siempre, claro está, que no ser pervierta por una mala crianza.
Texto4g
Resumen3

































































































































DISTINTO
Distinguido lo irascible (colérico) de lo concupiscible se hace preciso distinguirlo tambien de lo racional. Esto lo consigue, Sócrates, mediante el ejemplo del caso de los niños y de los animales y el testimonio de un verso de Homero ya citado en 390 d. El resultado final es la confirmación de la correspondencia entre las especies y las  clases de la ciudad.
Texto4g
Resumen3

































































































































MUNDO DE LOS NIÑOS
Parece evidente que los niños cuando nacen están llenos de cólera y la razón parece que no la alcanzan hasta muchos más tarde, e incluso, muchos no llegan a alcanzarla nunca. Lo mismo sucede en las bestias.
Texto4g
Resumen3

































































































































TESTIMONIO
Cita que, según Sócrates, probaría que cólera y razón son cosas distintas. En la frase de Homero: Pero a su alma increpó golpeándose el pecho y le dijo....; es evidente, según Sócrates, que son dos cosas distintas el que increpa y el que es increpado.
Texto4g
Resumen3

































































































































LLEGADA A PUERTO
Al llegar a este punto Sócrates afirma haber llegado a buen puerto al descubrir que en el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo número.
Texto1h
Resumen4
































































































































DE LA MISMA MANERA
Ahora bien, si lo dicho anteriormente es cierto, entonces el individuo que sea prudente lo deberá de ser por la misma razón que lo es la ciudad; y lo mismo habría que decir del valeroso y el templado.
Texto1h
Resumen4

































































































































JUSTICIA EN EL SUJETO
Si hemos visto que una ciudad era justa porque cada una de sus tres clases hacía en ella aquello que le era propio, así tambien el sujeto individual solamente será justo si hace tambien lo propio en cuanto cada una de las cosas, que en él hay. Esas cosas que en él hay son, evidentemente, las tres especies de alma.
Texto1h
Resumen4

































































































































GOBIERNO
Sócrates señala que sería a lo racional a quien compete el gobierno, por razón de su prudencia, sobre el alma toda.
Texto1h
Resumen4

































































































































SUBDITO
Por su parte, a lo irascible le correspondería el ser el súbdito y aliado de la razón.
Texto1h
Resumen4

































































































































COMBINACIÓN MUSICA-GIMNASIA
Se ha observado que, aunque Platón habla aquí de los efectos de la combinación de música y gimnástica y no de los particulares de una y otra (ver 411 e), en realidad, sólo menciona los de la música («dando tensión a lo uno», es decir a lo racional), por lo que Adam sospecha haya una preparación para el intelectualismo de los libros VI y VII. Sea lo que sea, la idea que aquí se refleja es que mediante la combinación de la música y de la gimnasia se logrará que la razón, con sus consejos de tipo armónico y rítmico, consiga que la parte irascible remita y se aplaque.
Texto1h
Resumen4

































































































































OCUPANDO
De la misma manera que la clase inferior o de los traficantes era la más numerosa en la ciudad asi (ver. 428 e) así sucede con la parte concupiscible en relación con el alma.
Texto1h
Resumen4

































































































































LO QUE LLAMAMOS PLACERES
Dice «llamamos placeres» para indicar que no lo son en realidad.
Texto1h
Resumen4

































































































































LOS QUE MEJOR VELAN
Los elementos anímicos de lo racional y lo irascible deberían imponer su autoridad frente a lo concupiscible. Y es que este linaje es, por naturaleza, insaciable en la busqueda de placeres. Por ello necesita vigilancia pues puede llegar a hacerse grande y fuerte y, con ello, aspirar no solamente a obrar lo propio suyo sino tambien a esclavizar y gobernar a aquello que por naturaleza no le corresponde. Es por ello necesario que lo racional y lo irascible estén siempre en vela con el objeto de vigilar y someter a la parte concupiscible.
Texto1h
Resumen4
































































































































EL VALEROSO
El valeroso sería el individuo que, a través de lo irascible, sabe conservar el juicio de la razón sobre lo que es temible y sobre lo que no lo es.
Texto1h
Resumen4

































































































































PRUDENTE
Por su parte el hombre prudente será aquel que, sobre la base de la pequeña porción racional presente en él, da preceptos a lo irascible pues posee la ciencia de lo conveniente para cada cual y para la comunidad entera con sus tres partes.
Texto1h
Resumen4

































































































































TEMPERANTE
A su vez, el hombre temperante sería aquel individuo en donde la armonía establecida entre lo racional y lo irascible le hacen ver que es la razón quien gobierna sobre los apetitos y, a su vez, estos se dejan gobernar no sublevándose en contra de ello.
Texto1h
Resumen4
































































































































JUSTO
Por último, será justo el individuo que posea un tipo de alma en donde cada uno de sus linajes ejerce la función que le es propia por naturaleza.
Texto1h
Resumen4

































































































































TEMOR A OSCURECIMIENTO
Sócrates expresa aquí el temor de que, al trasladar la idea de justicia de la ciudad al individuo, se borre u oscurezca de modo que resulte imposible de reconocer. Para demostrar que no es así, Platón recurre a una prueba de orden común: el varón que se asemeje a la ciudad que hemos ideado como justa, ¿podría ser injusto en el sentido ordinario de la palabra?
Texto1h
Resumen4

































































































































EJEMPLO
Con el objeto de responder a la pregunta planteada anteriormente, Sócrates pone el ejemplo de un sujeto, que vive en una ciudad como la recien fundada y con un alma gemela a tal ciudad, y que recibe un depósito de oro o plata. Lo lógico sería que intentase robarlo antes que él otro que no tuviese el mismo tipo de educación y que viviese en una ciudad no justa. Lo mismo podría decirse en lo que se refiere al cometer sacrilegios, traciones privadas o públicas, adulterios, cumplimiento de promesas, respeto a los padres, etc. Platón reproduce en este pasaje la concepción común del hombre justo con su honestidad y lealtad en la vida pública y en la privada, incluida la nota de cusébeia o piedad considerada como justicia para con los dioses. Pero, si tales son las notas exteriores y visibles de la justicia, su raíz es la que se ha expuesto ya al considerarla en la ciudad y ahora va a aplicarse al individuo.
Texto1h
Resumen4

































































































































CAUSA DEL COMPORTAMIENTO
La razón de su comportamieno justo, en relación con el sujeto del ejemplo anterior, no sería otro que el que cada una de las partes de su alma hace lo suyo propio tanto en lo que toca a gobernar como en lo que toca a obedecer.
Texto1h
Resumen4

































































































































SUEÑO CUMPLIDO
Sócrates afirma que se ha cumplido por fín su ensueño, es decir, aquel presentimiento que le llevó a pensar que una vez que se lograra fundar una ciudad justa, podríamos encontrar un cierto principio e imagen de la justicia.
Texto1i
Resumen5
































































































































IMAGEN DE JUSTICIA
Conforme a lo establecido en 434 d-e se ha comenzado por buscar la justicia en algo de mayor extensión (la ciudad), donde era más fácil intuirla, para luego observarla en el individuo; ahora hace ver que aquella justicia observada en la ciudad no era más que una imagen o semblanza de la verdadera justicia que se halla en el hombre cuando cada una de las partes de su alma hace lo que le es propio. Aquella imagen o semblanza es, sin embargo, útil porque nos conduce a la realidad. Otros interpretan la mente platónica de manera distinta y ven en el proceso una elevación a la pura idea de justicia desde sus distintas manifestaciones o revelaciones parciales (eídola) así en el Estado como en el individuo: la fórmula «hacer cada uno lo suyo» no sería más que una de estas imágenes o semblanzas.
Texto1i
Resumen5

































































































































EN LO INTERIOR
Y es que una vez que se ha descubierto en el alma de cada sujeto la naturaleza de la justicia, la justicia presente en la ciudad es realmente una imagen o semblanza de la verdadera justicia que está dentro del hombre mismo cuando cada una de las partes de su alma hace lo que le es propio. Por ello afirma que la justicia realmente consiste en algo que se refiere no a la acción exterior del hombre sino a su interior.
Texto1i
Resumen5

































































































































GRAVE, ALTA, MEDIA
Los intérpretes modernos se inclinan a creer que el autor se refiere a las cuerdas correspodientes a las tres notas fundamentales de la escala: primera (grave), octava (alta) y cuarta (media); el escoliasta, en cambio, cuenta dos octavas con sus notas extremas (grave y alta) y entiende por media la última de la primera octava, que es la primera de la segunda y, por lo tanto, común a ambas. En uno u otro caso, las tres notas pueden ser llamadas «términos» (de intervalos armónicos). Platón deja entrever que la armonía debe alcanza también a las notas intermedias comprendidas entre estas fundamentales, lo que, respecto de lo comparado, quiere decir que su división en tres elementos no es exhaustiva (Adám). Queda por observar que los vocablos usados en el original por Platón no expresan el tono de las notas, sino la posición de las cuerdas en el octacordio.
Texto1i
Resumen5

































































































































BIEN ACORDADO
Cuando el hombre no deja que ninguna de las partes de su alma haga lo que es propio de las demás, ni que se interfiera en las actividades de los otros linajes que en el alma existen, sino que se rige y ordena y se hace amigo de sí mismo y pone de acuerdo sus tres elementos de un modo armónico, entonces es cuando, bien templado y acordado, se pone a actuar ya en política, ya en lo que toca a sus contratos privados, de una forma justa y buena. Con un alma así no se diría mentira al afirmar que estamos ante un hombre justo en una ciudad justa y a la justicia que en ellos hay.
Texto1i
Resumen5

































































































































OPINIÓN Y CONOCIMIENTO
Por primera vez se presenta aquí la oposición entre conocimiento y opinión, que tendrá ulterior y amplio desarrollo.
Texto1i
Resumen5

































































































































LA INJUSTICIA
El tema de la injusticia es tratado extensamente por Platón en los libros VIII y IX; aquí no hay más que un bosquejo preliminar en que Platón saca las consecuencias inmediatas de lo tratado y recoge conceptos de la opinión común acerca de aquélla como lo ha hecho antes con la justicia.( 442 d).
Texto1j
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SEDICIÓN
Es evidente que, según la concepción platónica, no sería absurdo considerar a la injusticia como una especie de sedición. Tal sedición se produciría cuando asistimos a la sublevación de una parte del alma en contra del conjunto ordenado y acordado; y esto sucede cuando, por ejemplo, lo concupiscible o lo irascible deciden gobernar sin pertenecerles el mando.
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INJUSTICIA COMO ENFERMEDAD
Sócrates aplica aquí la concepción hipocrática de la salud y de la enfermedad. Según Hipócrates, la salud consiste en la buena proporción y la buena mezcla de la sangre, la flema y la bílis; cuando hay exceso o defecto de alguno de estos humores o están separados o defectuosamente mezclados, se produce la enfermedad. Pues bien, según Sócrates la injusticia es una enfermedad  pues permite que, o bien en el individuo, o en la colectividad, los que mandan u obedezcan  lo hacen contra natura.
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PRODUCIR SALUD
Sócrates aplica aquí la concepción hipocrática de la salud y de la enfermedad. Según Hipócrates, la salud consiste en la buena proporción y la buena mezcla de la sangre, la flema y la bílis; cuando hay exceso o defecto de alguno de estos humores o están separados o defectuosamente mezclados, se produce la enfermedad. Pues bien, según Sócrates, la justicia es salud. Y es, que del mismo modo que la salud consiste en disponer los elementos de cuerpo de modo que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; producir justicia no sería otra cosa que disponer los elementos del alma para que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza.
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JUSTICIA COMO VIRTUD
Por todo ello, la virtud de la justicia se nos aparece como salud y bienestar del alma.
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INJUSTICIA COMO VICIO
El vicio, por su parte, se nos aparece como enfermedad y flaqueza del alma. 
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OTRA INVESTIGACIÓN
A finales del libro IV, Sócrates, plantea la necesidad de investigar, en relación con la justicia, si conviene obrar justamente, portarse bien y ser justo, pase o no inadvertido el que tal haga, o cometer injusticia y ser injusto con tal de no pagar la pena y verse reducido a mejorar por el castigo.
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INVESTIGACIÓN RIDICULA
Adimanto señala que, despues de todo lo visto, le parece ridícula tal investigación ya que del mismo modo que resultaría absurdo defender que es preferible la enfermdead del cuerpo a la salud, del mismo modo, tambien, es ilógico afirmar que es preferible la enfermedad del alma a su bienestar.
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NO RENUNCIAR
Sócrates reconoce que efectivamente parece ridículo el plantear tal análisis. Sin embargo, afirma, que, puesto que se ha llegado a un punto de máxima claridad, sería importante no renunciar a tal análisis. Y es que cuando se ha descubierto como puede destruirse el alma, mediante la injusticia, no estaría de más señalar que la vida del hombre malvado y disoluto puede recobar su valor cuando empieza a actuar para salir del vicio y recobrar la virtud.
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UNA SOLA ESPECIE DE VIRTUD
Sócrates afirma que hay una sola especie de virtud e inumnerables del vicio. El principio de la unidad de la virtud y variedad del vicio había sido desde antiguo profesado por los pitagóricos y fue despues repetido por Aristóteles (Ethica a Nicómaco 1106 b 28 y sigs.).
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MODOS DE GOBIERNO
Sócrates deducirá las especies de vicio o injusticia a partir del estudio que en los libros VIII-IX realizará sobre las diferentes formas de gobierno existentes en las ciudades. Allí, de modo magistral, establecerá una conexión entre  ciudad y sujeto individual. El estudio del caracter psicológico concordante con cada una de las formas de gobierno injusto nos revelará como es el sujeto injusto que con tal ciudad se corresponde.
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CINCO FORMAS DE GOBIERNO
Aunque Sócrates habla de 5 formas de gobierno hay que tener claro que son 4 las formas que considera como modos de gobierno injusto  (timocracia, oligarquía, democracia y tiranía)  y solamente uno como modo de gobierno justo (Aristocracia).
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DENOMINACIONES DEL GOBIERNO JUSTO
En verdad Platón nos ha presentado a los gobernantes de su ciudad como una clase y, por tanto, como una pluralidad; aquí apunta que el gobernante puede ser uno solo y distintas indicaciones en el resto de la obra (540 a y sigs., 576 e, 587 b) nos llevan a la conclusión de que consídera a la monarquía sólo como una forma especial de aristocracia. En El político, por el contrario (301 y sig.), al hacer la clasificación de los regímenes en monarquías, aristocracias y democracias con los tres tipos degenerados correspondientes se marca una distinción fundamental entre los dos. En definitiva, de los cinco modos de gobierno sólo existe un único justo. Este modo o forma de gobierno justo puede recibir dos denominaciones: cuando un hombre sólo se distingue entre los gobernantes (reino o monarquía) y cuando son muchos los que gobiernan (aristocracia).

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