HACIA LA CUARTA DEFINICIÓN DE VIRTUD
¿ES POSIBLE INTENTAR LA BÚSQUEDA DE LO QUE SE DESCONOCE?

SÓCRATES. Respóndeme, pues, de nuevo: ¿en qué hacéis consistir la virtud, tú y tu amigo?

MENÓN. Había oído decir, Sócrates, antes de conversar contigo, que tú no sabías más que dudar y sumir a los demás en la duda, y veo ahora que fascinas mi espíritu con tus hechizos, tus maleficios y tus encantamientos; de manera que estoy lleno de dudas. Y si es permitido bromear, me parece que imitas perfectamente por la figura y en todo, a ese corpulento torpedo marino que causa adormecimiento a todos los que se le aproximan y le tocan. Pienso que has producido el mismo efecto sobre mí, porque verdaderamente siento adormecidos mi espíritu y mi cuerpo, y no sé qué responderte. Sin embargo, he discurrido mil veces, por despacio, sobre la virtud, delante de muchas personas y con acierto, a mi parecer. Pero, en este momento, no puedo decir ni aun lo que es la virtud. Haces bien, en mi juicio, en no embarcarte ni visitar otros países, porque si lo que haces aquí lo hicieses en cualquiera otra ciudad, bien pronto te exterminarían.

SÓCRATES. Eres muy astuto, Menón, y has querido sorprenderme.

MENÓN. ¿Como? Sócrates.

SÓCRATES. Ya veo por qué has hecho esa comparación.

MENÓN. Te suplico me digas por qué.

SÓCRATES. Para que te compare yo, a mi vez. Se que todos los hermosos gustan que se les compare, porque se convierte en su provecho, puesto que las imágenes de las cosas bellas son bellas, a mi entender. Pero no te volveré comparación por comparación. En cuanto a mí, si el torpedo, estando adormecido, produce en los demás adormecimiento, entonces yo me parezco a él; pero si no, no me parezco. Porque si llevo la duda al espíritu de los demás, no es porque yo sepa más que ellos, sino todo lo contrario, pues yo dudo más que nadie, y así es como hago dudar a los demás. Ahora mismo, con relación a la virtud, yo no sé lo que es, y tú, quizá, lo sabías antes de hablar conmigo; pero, en este momento, parece que tampoco lo sabes. Sin embargo, quiero examinar y buscar contigo lo que pueda ser.

MENÓN. ¿Y qué medio adoptarás, Sócrates, para indagar lo que de ninguna manera conoces? ¿Qué principio te guiará en l a indagación de cosas que ignoras absolutamente? Y aun cuando llegases a encontrar la virtud, ¿cómo la reconocerías, no habiéndola nunca conocido?

SÓCRATES. Comprendo lo que quieres decir, Menón. Mira ahora cuán fecundo en cuestiones es el tema que acabas de sentar. Según él , no es posible al hombre indagar lo que sabe, ni lo que no sabe. No indagará lo que sabe, porque ya lo sabe, y, por lo mismo, no tiene necesidad de indagación; ni indagará lo que no sabe, por la razón de que no sabe lo que ha de indagar.

MENÓN. ¿No te parece verdadero ese razonamiento, Sócrates?

SÓCRATES. De ninguna manera.

MENÓN. ¿Me dirás por qué?

SÓCRATES. Sí, porque he oído hablar a hombres y mujeres hábiles en las cosas divinas.

MENÓN. ¿Qué dicen?

SÓCRATES. Cosas verdaderas y bellas, a mi entender.

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