EJEMPLOS
SÓCRATES. No me sorprende nada de lo que dices. Pero voy a hacer los esfuerzos posibles para que nos pongamos en camino de hacer este descubrimiento, si soy capaz de ello. Ya comprendes, sin duda, que lo mismo sucede con todas las demás cosas. Si te dirigiese la pregunta que yo antes te hice: Menón, ¿qué es una figura? Y, en seguida, te preguntase, como ya antes lo hice, si la redondez es la figura o es una especie de figura, ¿no dirías probablemente que es una especie de figura?
MENÓN. Sí.
SÓCRATES. Sin duda, porque hay otras figuras.
MENÓN. Sí. .
SÓCRATES. Y si te preguntasen, además, cuáles son estas figuras, ¿las nombrarías?
MENÓN. Seguramente.
SÓCRATES. En igual forma, si te preguntasen lo que es el color y hubieses contestado que es la blancura; y después te repusiesen, si la blancura es el color o una especie de color, ¿no dirías que es una especie de color, en razón de que hay otros colores?
MENÓN. Sin duda.
SÓCRATES. Y si te suplicasen que designaras los otros colores, nombrarías otros, que son también colores, como lo es la blancura.
MENÓN. Sí.
SÓCRATES. –Si, tomando de nuevo la palabra, como lo he hecho, te dijese: abarcamos demasiadas casas y no debes responder así; pero, puesto que llamas a estas diversas cosas con un solo nombre, y pretendes que no hay una sola que no sea figura, aun cuando muchas sean opuestas entre sí, dime cómo es esta cosa que llamas figura, que comprende igualmente la línea recta y la línea curva, y que te obliga a decir que el espacio redondo no es menos una figura que el espacio encerrado entre líneas rectas. ¿No es esto lo que dices?
MENÓN. Sí.
SÓCRATES. Pero, cuando hablas de esta manera, ¿quieres decir que lo que es redondo no es más bien redondo que recto, o lo que es recto más bien recto que redondo?
MENÓN. De ninguna manera, Sócrates.
SÓCRATES. Sostienes, sin embargo, que el uno no es más figura que el otro; lo redondo que lo recto.
MENÓN. Es cierto.
SÓCRATES. Intenta decirme cuál es esta cosa que se llama figura. Si alguno te interrogase sobre la figura, sobre el color, y tu le respondieses: querido mío, yo no comprendo lo que me preguntas, ni sé de qué quieres hablar; probablemente él se sorprendería y replicaría: ¿no concibes que lo qué te pregunto es común a todas estas figuras y a todos estos colores? jQué! Menón, ¿no tendrías nada que responder, en caso de que se te preguntase lo que el espacio redondo o recto, y los demás, que llamas figuras, tienen de común? Trata de decirlo, para que esto te sirva como de ejercicio para la respuesta que has de dar con motivo de la virtud.
MENÓN. No; pero dilo tú mismo, Sócrates.
SÓCRATES. ¿Quieres que te de gusto en esto?
MENÓN. Mucho.
SÓCRATES. ¿Tendrás, a tu vez, la complacencia de decirme lo que es la virtud?
MENÓN. Sí.
SÓCRATES. Es preciso entonces que yo haga cuanto pueda, porque la cosa vale la pena.
MENÓN. Seguramente.
SÓCRATES. Vamos, ensayemos una explicación de lo que es la figura. Mira si admites esta definición: la figura es, de todas las casas que existen, la única que va unida al color. ¿Estás contento o deseas alguna otra definición? Yo me daría par satisfecho, si me dieras otra semejante de la virtud.
MENÓN. Pero esta definición es impertinente, Sócrates.
SÓCRATES. ¿Por qué?
MENÓN. Según tu opinión, la figura va siempre unida con el color.
SÓCRATES. Bien, ¿y luego?
MENÓN. Si se dijese que no se sabe lo que es el color, y que en este concepto se está en el mismo embarazo que respecto a la figura, ¿qué pensarías de tu respuesta?
SÓCRATES. Que es verdadera. Y si tropezase con alguno de esos hombres hábiles, siempre dispuestos a disputar y a argumentar, le diría: mi respuesta está dada; si no es justa, a ti te toca pedir la palabra y refutarla. Pero si fuésemos dos amigos, como tú y yo, que quisiéramos conversar juntos, sería preciso contestar de una manera más suave y más conforme con las leyes de la dialéctica. Es más conforme, a mi entender, con las leyes de la dialéctica no limitarse a dar una respuesta verdadera, sino hacer entrar en ella sólo cosas que el mismo que pregunta confiesa que conoce. De esta manera es como voy a ensayar el responderte. Dime: ¿no hay una cosa que llamas fin, es decir, limite, extremidad? Estas tres palabras expresan la misma idea; quizá Pródico no convendría en ello, ¿pero tú no dices de una cosa que es finita y limitada? He aquí lo que yo entiendo, y en lo que no hay ninguna complicación.
MENÓN. –Sí, digo lo mismo; y creo comprender tu pensamiento.
SÓCRATES. ¿No llamas a algunas cosas, superficies, planos, y a otras sólidos? Por ejemplo, lo que se llama con estos nombres en geometría.
MENÓN. Sin duda.
SÓCRATES. Ahora puedes concebir lo que entiendo por figura. Porque digo, en general de toda figura, que es lo que limita el sólido; y para resumir esta definición en dos palabras, llamo figura al limite del sólido.
MENÓN. ¿Y qué es lo que llamas color, Sócrates?
SÓCRATES. Me parece una burla, Menón, que quieras suscitar dificultades a un anciano como yo, ahogándome con preguntas; mientras que no quieres recordar, ni decirme, en qué hace consistir, Gorgias, la virtud.
MENÓN. Te lo diré, Sócrates, después que hayas respondido a mi pregunta.
SÓCRATES. Aunque tuviera los ojos vendados, sólo por tu conversación conocería que eres hermoso y que tienes amantes.
MENÓN. ¿Por qué?
SÓCRATES. Porque en tus discursos no haces más que mandar; cosa muy común en los jóvenes, que, orgullosos de su belleza, ejercen una especie de tiranía mientras están en la flor de sus años. Además de esto, quizá has descubierto mi flaco, el amor por la belleza. Pero te daré gusto y te responderé.
MENÓN. Sí, hazme ese favor.
SÓCRATES. ¿Quieres que te responda como respondería Gorgias, de modo que te sea mas fácil seguirme?
MENÓN. Lo quiero, ¿por qué no?
SÓCRATES. ¿No decís, según el sistema de EmpédocIes, que los cuerpos producen emanaciones?
MENÓN. Sin duda.
SÓCRATES. ¿Y que tienen poros, por los que y a través de los cuales pasan estas emanaciones?
MENÓN. Seguramente.
SÓCRATES. ¿Y que ciertas emanaciones son proporcionadas a ciertos poros; mientras que para otros, ellas son o demasiado grandes o demasiado pequeñas?
MENÓN. Es verdad.
SÓCRATES. ¿Reconoces lo que llama la vista?
MENÓN. Sí.
SÓCRATES. Sentado esto, comprende lo que digo, como dice Píndaro. El color no es otra cosa que una emanación de las figuras, proporcionada a la vista y sensible.
MENÓN. Esa respuesta, Sócrates, me parece perfectamente bella.
SÓCRATES. Eso nace, al parecer, de que no es extraña a vuestras ideas; y cree que tú mismo percibirás que, sobre la base de esta respuesta, te seria fácil explicar lo que es la voz, el olfato y otras cosas semejantes.
MENÓN. Sin duda.
SÓCRATES. Ella tiene no se que de trágico, Menón, y por esta razón te agrada más que la respuesta relativa a la figura.
MENÓN. La confieso.
SÓCRATES. Sin embargo, no es tan buena, hijo de Alexidemo, a lo que yo creo; la otra vale más. Lo mismo juzgarías tu, si, como ayer decías, no te vieses obligado a partir antes de los misterios, y pudieses permanecer y hacerte iniciar en ellos.
MENÓN. Con gusto permanecería, Sócrates, si consintieses en referirme
muchas cosas de ésas.