¿ES LA VIRTUD UNA CIENCIA O UN DON DE LA NATURALEZA?
(HIPÓTESIS Y DIFICULTADES)

SÓCRATES. Por lo tanto, puesto que estamos de acuerdo en que se debe indagar lo que no se sabe, ¿quieres que averigüemos juntos lo que es la virtud?

MENÓN. Con mucho gusto. Sin embargo, no, Sócrates; prefiero dilucidar y oírte, en lo cual tendría el mayor placer, sobre la cuestión que te propuse al principio, a saber: si es preciso aplicarse a la virtud como a una cosa que puede enseñarse; o si se la recibe de la naturaleza; o, en fin, de qué manera llega a los hombres.

SÓCRATES. Si tuviera alguna autoridad, no sólo sobre mí mismo, sino sobre ti, Menón, no examinaríamos si la virtud es susceptible o no de enseñanza, sino después de haber indagado lo que es en sí misma. Mas, como no haces ningún esfuerzo para dominarte, sin duda, para mantenerte libre, y por otra parte, intentas imponerme la ley y, de hecho, me la impones, tomo el partido de darme por vencido. ¿Y qué vamos a hacer?

Henos aquí, en el caso de examinar la cualidad de una cosa cuya naturaleza no conocemos. Si no quieres obedecerme en nada, modera, por lo menos, tu imperio sobre mí, y permíteme indagar, a manera de hipótesis, si la virtud puede enseñarse, o si se la adquiere por cualquier otro medio. Cuando digo a manera de hipótesis, entiendo el método ordinario de los geómetras. Cuando se les interroga sobre un espacio, por ejemplo, y se les pregunta si es posible inscribir un triángulo en un círculo, os responden: yo no sé si será eso posible, pero sentando la siguiente hipótesis, podrá servirnos para la solución del problema. Si esta figura es tal, que describiendo un círculo sobre sus líneas dadas, hay otro tanto espacio fuera del círculo, como en la figura misma, resultará tal cosa, y otra cosa distinta, si esta condici6n no se llena. Sentada esta hipótesis, consiento en decirte lo que sucederá con relación a la inscripción de la figura en el círculo, y si esta inscripción es posible o no. En igual forma, puesto que no conocemos la naturaleza de la virtud ni sus propiedades, examinemos, partiendo de una hipótesis, si puede o no enseñarse, y hagámoslo de la manera siguiente: si la virtud es tal o cual cosa con relación al alma, podrá enseñarse o no se podrá. En primer lugar, siendo de otra naturaleza que la ciencia; ¿es o no susceptible de enseñanza, o como decíamos antes, de reminiscencias? No nos ocupemos en cuál de estos dos nombres nos serviremos. ¿En este caso, pues, la virtud puede ser enseñada? o más bien, ¿no es claro para todo el mundo, que la ciencia es la única cosa que el hombre aprende?

MENÓN. Así me parece.

SÓCRATES. Si, por el contrario, la virtud es una ciencia, es evidente que puede enseñarse.

MENÓN. Sin duda.

SÓCRATES. Bien pronto, pues, nos vemos libres de esta cuestión: siendo tal la virtud, se la puede enseñar; no siendo tal, no se la puede enseñar.

MENÓN. Seguramente.

SÓCRATES. –Pero, se presenta ahora otra cuestión que examinar, a saber, si la virtud es una ciencia o si difiere de la ciencia.

MENÓN. Me parece que esto es lo que necesitamos considerar.

SÓCRATES. ¿Pero, no decimos que la virtud es un bien? ¿Y no nos mantendremos firmes en esta hipótesis?

MENÓN. Sin duda.

SÓCRATES. Si hay alguna especie de bien que sea distinto de la ciencia, puede suceder que la virtud no sea una ciencia. Pero, si no hay ningún género de bien que la ciencia no abrace, tendremos razón para conjeturar que la virtud es una especie de ciencia.

. MENÓN. Es cierto.

SÓCRATES. Además, por la virtud, nosotros somos buenos.

MENÓN. Sí.

SÓCRATES. Y si somos buenos, somos, por consiguiente, útiles; porque todos los que son buenos, son útiles, ¿no es así?

MENÓN. Sí.

SÓCRATES. –Luego, la virtud es útil.

MENÓN. Es un resultado necesario de las proposiciones que hemos ido aprobando.

SÓCRATES. –Examinemos, entonces, las cosas que nos son útiles, recorriéndolas una a una. La salud, la fuerza, la belleza; he aquí lo que miramos como útil, ¿no es verdad?

MENÓN. Decimos, igualmente, que estas mismas cosas son algunas veces dañosas. ¿Eres tú de otra opinión?

MENÓN. No, pienso lo mismo.

SÓCRATES. Mira ahora en qué concepto cada una de estas cosas nos es útil o dañosa. ¿No son útiles cuando se hace de ellas un buen uso, y dañosas, cuando se hace malo?

MENÓN. Seguramente.

SÓCRATES. Consideremos ahora las cualidades del alma. ¿No hay cualidades que llamas templanza, justicia, fortaleza, penetración de espíritu, memoria, elevación de sentimientos y otras semejantes?

MENÓN. Sí.

SÓCRATES. Mira cuáles de estas cualidades te parece que no son objeto de una ciencia, y si otra cosa. ¿No son tan pronto dañosas como provechosas? La fortaleza, par ejemplo, cuando está destituida de prudencia, es simplemente audacia. ¿No es cierto que si somos atrevidos sin prudencia, esto viene en perjuicio nuestro, y que sucede lo contrario cuando la prudencia acompaña al atrevimiento?

MENÓN. Sí.

SÓCRATES. Asimismo, la templanza y la penetración de espíritu, ¿no son útiles cuando se las aplica y pone en ejercicio, con prudencia, y dañosas cuando ésta falta?

MENÓN. Sí, ciertamente.

SÓCRATES. ¿No es cierto, en general, respecto a todo lo que el alma está dispuesta a hacer y soportar, que cuando preside la sabiduría, todo conduce a su bien; así como todo, a su desgracia, si aquélla falta?

MENÓN. Es probable.

SÓCRATES. Si la virtud es una cualidad del alma, y si es indispensable que sea útil, es preciso que sea la sabiduría misma. Porque, en el supuesto de que todas las demás cualidades del alma no son por sí mismas útiles y dañosas, sino que se hacen lo uno o lo otro, según que las acompaña la sabiduría o la imprudencia, resulta de aquí que la virtud, siendo útil, debe ser una especie de sabiduría.

MENÓN. Así lo pienso.

SÓCRATES. Y con relación a las demás cosas, tales como la riqueza y otras semejantes, que, según dijimos, son tan pronto útiles como dañosas, ¿no convienes en que, a la manera que la sabiduría, cuando dirige las otras cualidades del alma, las hace útiles, y la imprudencia dañosas; así el alma hace estas otras cosas útiles cuando usa de ellas y las dirige bien, y dañosas, cuando se sirve mal de ellas?

MENÓN. Sin duda.

SÓCRATES. –Luego, el alma sabia gobierna bien, y la imprudente gobierna mal.

MENÓN. Es cierto.

SÓCRATES. ¿No puede decirse, en general, que si se ha de consultar el bien, todo lo que está en el poder del hombre debe estar sometido al alma, y todo lo que pertenece al alma, depende de la sabiduría? De esta manera, es como la sabiduría es útil. Porque ya estamos conformes en que la virtud es igualmente útil.

MENÓN. Sin duda.

SÓCRATES. –Luego, diremos que la sabiduría es necesariamente, o la virtud toda entera, o una parte de la virtud.

MENÓN. Todo eso me parece muy en su lugar, Sócrates.

SÓCRATES. –Pero, entonces, los hombres no son buenos por naturaleza.

MENÓN. Parece que no.

SÓCRATES. –Porque, he aquí lo que sucedería. Si los hombres de bien fuesen tales, naturalmente, habría entre nosotros personas que averiguarían quiénes eran los jóvenes buenos, por naturaleza, y luego, los darían a conocer, los recibiríamos de sus manos, y los pondríamos en depósito en el Acrópolis, bajo un sello, como se hace con el oro, y aun con mayor esmero, para que nadie los corrompiese hasta que llegasen a la mayor edad y pudiesen ser útiles a su patria.

MENÓN. –Conforme, Sócrates.

SÓCRATES. –Pero, si los hombres buenos no lo son por naturaleza, ¿se hacen tales por la educación?

MENÓN. Me parece que es una consecuencia necesaria. Por otra parte, Sócrates, es evidente, según nuestra hipótesis, que si la virtud es una ciencia, puede aprenderse.

SÓCRATES. ¡Quizá, por Zeus! Pero temo que no hayamos tenido razón para conceder esto.

MENÓN. Antes me pareció, sin embargo, que habíamos hecho bien en concederlo.

SÓCRATES. Para que sea sólido lo que antes sentamos, no basta que nos haya parecido tal, cuando lo dijimos, sino que debe parecérnoslo ahora y en todo tiempo.

MENÓN. Pero, ¿por qué te desagrada esta opinión? ¿Qué razón tienes para creer que la virtud no sea una ciencia?

SÓCRATES. Voy a decírtelo. No tengo por mal concedido que la virtud pueda enseñarse, si es una ciencia; pero mira si tengo razón para dudar que lo sea. Dime, Menón, si una cosa cualquiera, para no hablar sólo de la virtud, es por naturaleza susceptible de ser enseñada, ¿no es de toda necesidad que tenga maestros y discípulos?

MENÓN. Creo que sí.

SÓCRATES. Por el contrario, cuando una cosa no consiente maestros ni discípulos, ¿no tenemos fundamento para conjeturar que no puede enseñarse?

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