Puesto que la
felicidad es una actividad del alma según la virtud
perfecta, hay que tratar de la virtud pues acaso así consideraremos
mejor lo referente a la felicidad. Y parece también que el que es
de veras político se ocupa, sobre iodo de ella, pues quiere hacer a los
ciudadanos buenos y obedientes a las leyes (como ejemplo de éstos tenemos
a los legisladores cretenses y lacedemoníos y los demás semejantes que
puedan haber existido). Y si esta investigación pertenece a la política,
es evidente que esta indagación estará de acuerdo con nuestro proyecto
inicia. Acerca de la virtud es evidente que hemos de investigar la humana,
ya que también buscábamos el bien humano y la felicidad humana. Llamamos
virtud humana no a la del cuerpo, sino a la del alma; y decimos que la
felicidad es una actividad del alma. Y si esto es así, es evidente que,
el político debe conocer en cierto modo lo referente al alma, como el que
cura, los ojos también todo el cuerpo, y tanto más cuanto que la política
es más estimable y mejor que la medicina; y los médicos distinguidos se
ocupan mucho del conocimiento del cuerpo,- también el político ha de
considerar el alma, pero la ha, de considerar en vista de estas cosas y en
la medida suficiente para lo que buscamos, pues examinar esta cuestión
con más detalle es acaso demasiado laborioso para nuestro propósito.
Además en los tratados exotéricos se estudian suficientemente algunos
puntos acerca del alma y hay que servirse de ellos; por ejemplo, que una
parte de ella es irracional y la otra tiene razón .....
Lo irracional en parte parece común y vegetativo,
quiero decir la causa de la nutrición y el crecimiento; pues esta
facultad del alma puede admitirse en todos los seres que se nutren,
incluso en los embriones, y ésta misma también en los organismos perfectos,
pues es más razonable que admitir alguna otra. Es claro, pues, que su
virtud es común y no humana ..... Pero
sobre estas cosas basta, y dejemos también aparte la nutritiva, puesto
que es naturalmente ajena a la virtud humana. Pero parece que hay además otro
principio irracional en el alma, que participa, sin embargo, de la razón
en cierto modo. Pues tanto en el continente como en el incontinente
elogiamos la razón y la parte del alma que tiene razón o porque
rectamente exhorta también a lo mejor) pero también aparece en ellos
algo mas, ajeno naturalmente a la razón, que lucha y contiende con la
razón. Exactamente como los miembros paralíticos del cuerpo queremos
moverlos hacia la derecha se van al contrario,- hacia la izquierda, y así
ocurre también con el alma.- pues las tendencias de los incontinentes se
mueven en sentido contrario. Pero en los cuerpos vemos lo que se desvía,
en el alma no lo vemos; pero probablemente no por eso ha de creerse que en
el alma hay algo ajeno a la razón que se le opone y le es adverso (en qué
sentido es distinto, no interesa).Pero parece que también participa de la
razón, como dijimos, puesto que obedece a la razón en el hombre
continente, y además es probablemente más dócil en el hombre morigerado
y esforzado, pues todo concuerda con la razón. Resulta, por tanto, que
también lo irracional es doble, pues lo vegetativo no participa en modo
alguno de la razón, pero lo apetitivo y, en general, desiderativo,
participa de algún modo en cuanto le es dócil y obediente (así también
respecto del padre y de los amigos decimos tener en cuenta y razón, pero
no como las matemáticas) que lo irracional se deja en cierto modo persuadir
por la razón lo indica también advertencia y toda reprensión y
exhortación. Y si hay que decir que esto también tiene razón, lo que
tiene razón será doble, de un lado primariamente y en sí mismo, de otra
parte como el hacer caso del padre. También la virtud se divide de
acuerdo con esta diferencia: pues decimos que unas son dianoéticas
y otras éticas y así
la sabiduría, la inteligencia y la prudencia son dianoéticas, la
liberalidad y la templanza, éticas: pues si hablamos del carácter no
decimos que alguien es sabio o inteligente, sino que es amable o morigerado,-
y también elogiamos al sabio por su hábito, y a los hábitos dignos de
elogio los llamamos virtudes.
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