EL PENSAMIENTO DE NIETZSCHE
(EN EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA)
(Adaptación a la obra de Eugen Fink)
ARTE TRÁGICO:
(En el nacimiento de la tragedia)
El Nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música significa
en primer lugar un homenaje a Richard Wagner: el drama musical
de este compositor es una correspondencia clara con la tragedia antigua. Más tarde
Nietzsche considerará esta obra con gran dureza ya que le parecía estropeada
por su aplicación al wagnerismo, por la mezcla de su concepto de los griegos con el
fenómeno Wagner.
La posterior correción de Nietzsche a su primera obra señalará que el tema fundamental
queda ensombrecido por su proposito de homenaje, por el nimbo que pone en torno a la opera
de Wagner.
Al margen de Wagner, Nietzsche había llegado a la conclusión, en esta época de Basilea,
que el arte y la poesía trágica eran
las llaves que nos permitían descubrir la esencia del mundo. El arte se
convierte en el organon de la filosofía. Detrás de él puede ser que nos encontremos con
el concepto, pero de ningún modo este debe ser el punto de partida. Y si lo es, unicamente
debe aplicarse para re-pensar lo que a través del arte se experimenta de modo creador.
Por ello, Nietzsche afirma que el Nacimiento de la tragedia es
una metafísica de artistas, en el sentido de que el arte es el
centro; en él y desde él es como puede descifrarse el mundo.Solamente con corazón
artístico se puede penetrar en el corazón del mundo.
Ahora bien, el arte del que habla Nietzsche es un arte trágico.
Por ello, afirma que es la tragedia antigua quien mejor nos describe esa profunda mirada a
la esencial del mundo. ¿Y cómo veía el mundo el hombre trágico de la antigüedad? Pues
como un antagonismo de contrarios primordiales entre lo finito y lo infinito. En este
contexto, pensaba Nietzsche, el cristianismo había venido a trastocar esta
concepción. En un mundo trágico no existe redención, es decir, salvación del ente
finito. En él rige unicamente la ley inexorable de la decadencia de todo aquello que
desde el fundamento del ser ha salido a una existencia particular y desgajada de la vida
fluyente del todo.
Según Nietzsche, en la visión trágica del mundo, vida y muerte, nacimiento y
decadencia de lo finito se encuentran entrelazados. Ahora bien, el pathos trágico no es un pesimismo
huero -al modo de Schopenhauer- sobre lo trágico de la existencia sino una
afirmación de ésta, un asentimiento jubiloso incluso a lo terribe y lo horrible, a la
muerte y a la ruina. Pero la interpretaríamos erroneamente si la confundiéramos con una
actitud de tipo heroica, como una valentía casi temeraria. La afirmación trágica,
incluso de la desaparición de la propia existencia, tiene sus raices hundidas en el
conocimiento fundamental de que todas las figuras finitas son sólo olas momentáneas en
la gran marea de la vida. El hundimiento de lo finito no significa la aniquilación total,
sino la vuelta al fondo de la vida de donde surge todo lo individualizado. El pathos
trágico se fundamenta en el saber de que todo es uno. Vida y
muerte se encuentran profundamente hermanadas en un movimiento rotatorio misterioso;
cuando una sube, la otra tiene que bajar; unas figuras se forman al romperse otras, cuando
algo sale a la luz, otra tiene que hundirse en la noche. Pero la luz y la noche, la figura
y la sombra, etc son sólo aspectos de una y la misma ola de la vida. El camino
arriba y abajo es uno y el mismo, había dicho Heráclito
exponiendo este tipo de sentir trágico. En la tragedia de los griegos, Nietzsche, cree
descubrir la antítesis entre peras (lo finito) y apeiron (infinito), es decir, entre ser
finito destinado a la aniquilación que se hunde en el fondo de lo infinito que hace
surgir de nuevo otras figuras. Pues bien, a este vaivén entre lo finito y lo infinito lo
denomina Nietzsche como la contraposición entre lo apolineo y
lo dionisíaco.
Presentación
LO APOLINEO Y LO DIONISÍACO:
(En el nacimiento de la tragedia)
Aunque en el Nacimiento de la tragedia Nietzsche
habla de lo apolineo como si estuviera en una parte y lo
dionisíaco en otra, lo cierto es que la madurez de su pensamiento le
llevará a afirmar que lo dionisíaco (infinito) llega a
absorver a lo apolineo (finito). Lo apolineo
es, por tanto, un momento de lo dionisíaco. El mismo
Nietzsche afirma en Ecce Homo (1888) que lo decisivo de
esta su primera gran obra fue el descubrimiento de lo dionisíaco. Y realiza ese
descubrimiento como su experiencia más íntima. Tal experiencia la expresa, en estos
momentos, bajo la forma de experiencia estética.
En su Ensayo de autocrítica , escrito en 1886, Nietzsche
borra todo su wagnerismo y traslada el centro de gravedad de la obra al
descubrimiento de lo dionisíaco y su fenómeno contrapuesto.
Este no es ahora lo apolíneo - pues ha quedado absorbido ya
totalmente dentro de lo dionisíaco- sino que tal fenómeno contrapuesto a la visión
trágica del mundo es el socratismo, el nacimiento del
predominio de lo lógico y de la racionalidad intelectual, incapaz ya de ver la vida que
fluye detrás de todas las figuras, la vida que construye y destruye.
Pero según Fink, el Nacimiento de la tragedia representa
tambien la experiencia originaria de Nietzsche acerca del ser,
de su ontología - que está encubierta por la psicología
y la teoría del arte. Lo que sucede es que tal ontología
está escondida y subyacente, recubierta, en este caso, por una visión de
tipo estético. Estas palabras acerca de Heráclito nos muestran que Nietzsche había
pensado, al menos, la cuestión:
«Antes de mí no existe esta transposicicín de lo dionisíaco a un pathos
filosófico: falta la sabiduría trágica -en vano he buscado indicios de ella incluso en
los grandes griegos de la filosofía, los de los dos siglos anteriores a Sócrates. Me ha
quedado una duda con respecto a Heráclito. en cuya cercanía siento más calor y me
encuentro de mejor humor que en ningún otro lugar. La afirmación del fluir y del
aniquilar, que es lo decisivo en la filosofía dionisíaca, el decir sí a la antítesis y
al la guerra, el devenir, el rechazo radical incluso del mismo concepto de
"ser" -en esto tengo que reconocer, bajo cualquier circunstancia, lo más afín
a mí entre lo que hasta ahora se ha pensado»
Además, el rechazo de Nietzsche a la metafísica no es tanto un
rechazo ontológico sino moral. Para Nietzsche la
metafísica expresa un movimiento vital en el que se reflejan ante todo estimaciones de
valor que oprimen, atrofian y debilitan la vida. La metafísica es tomada como un proceso
vital que Nietzsche escudriña en cuanto valor. Por ejemplo, la
distinción entre fenómeno y cosa en sí la interpreta como sintoma
expresivo de un sentimiento vital descendente y de una vida que por no encontrarse ya a
gusto en lo sensible, se inventa el trasmundo de un más allá de los fenómenos.
Por ello, Nietzsche nunca plantea la cuestión del ser. La cuestión del ser queda
recubierta por la cuestión del valor.
En el momento que Nietzsche escribe El nacimiento de la tragedia, se
encuentra totalmente extraño a la tradición conceptual del pensamiento filosófico.Puede
decirse que su filosofía era la de Schopenhauer. Y aunque es cierto que conocía a
fondo a los griegos, su conocimiento era más la del filólogo que la del filósofo.
Por ello su filosofar se oculta bajo la estética y la psicología. Sobre estos
presupuestos Nietzsche en El nacimiento de la tragedia expone sus ideas
principales como si fueran tesis, es decir, se las propone y afirma sin más. Así, por
ejemplo, afirma que la intuición es algo que vuelve a los
fenómenos comprensibles. Es algo que penetra como un rayo a la realidad
mostrándones patente la esencia misma de las cosas. En este contexto, Nietzsche,
desde el principio mismo de su pensar abandona todo tipo de especulación. Lo que denomina
la ciencia de la estética nos permite el descubrimiento de la esencia de la
realidad. Para demostrarlo, Nietzsche se centra en el análisis intuitivo de la
obra de arte antiguo que se convierte para él en la llave que nos permite
conocer la visión que el hombre de esa época tenía sobre la naturaleza de lo real. En
este contexto, señala que lo apolineo y lo dionisíaco
son dos instintos estéticos que los helenos poseían para su conocimiento y
dominio del mundo. Apolo simboliza el instinto figurativo; es el
dios de la claridad, de la luz, de la medida, de la forma y de disposición bella; Dionisos
es, en cambio, el dios de lo caótico y desmesurado, de lo informe, del
oleaje hirviente de la vida, del frenesí sexual, el dios de la noche, el dios de la
música seductora y excitante,que desata pasiones. Para ilustrar el antagonismo de estos
instintos artísticos mediante los cuales los griegos se enfrentaban al mundo, Nietzsche,
acude a una contraposición fisiológica de la vida humana: el sueño
y la embriaguez. El sueño es la
fuerza inconsciente, creadora de imágenes del hombre.El sueño crea el mundo de las
imágenes, produce magicamente la bella apariencia. El soñar trae imágenes, es una
fuerza plástica, una visión creadora. Los griegos concibieron a Apolo con esta
fuerza creadora del mundo imaginativo que aparece en el sueño. Apolo, afirma
Niezsche, representa la imagen divina del principio de individuationis, es decir, el dios
que unifica la apariencia de lo real. Es el fundamento de la división y
particularización de todo lo que existe. Es decir, las cosas están en el espacio y en el
tiempo. Ahora bien, el estar implica que unas veces están juntas y otras separadas. El
espacio y el tiempo juntan y separan a la vez. Pues bien, lo que nosotros llamamos lo
existente es realmente una pluralidad de realidades distintas pero, a la vez, juntas y
reunidas en la unidad de espacio tiempo. Esta visión el mundo como algo disgregado es por
tanto mera apariencia. Está engañada por el velo de Maya, tal como pensaba Schopenhauer.
Esta apariencia es el mundo de los fenómenos, que sólo sale a nuestro conocimiento en
las formas subjetivas del espacio y el tiempo. El mundo en cuanto es verdaderamente, en
cuanto cosa en sí, no está disgregado en absoluto en una pluralidad diversa; constituye
una unidad ininterrumpida, una corriente única. La pluralidad es apariencia, es mero
fenómeno. Pero la verdad es que todo es uno. Es evidente que esta concepción de
Nietzsche tiene su base en Schopenhauer y su distinción entre cosa en sí y fenómeno,
entre voluntad y representación. Lo único que hace Nietzsche es adaptar esta versión a
una visión psicológica basada en el sueño y la embriaguez. Pero tambien es cierto que
convierte estos elementos humano es poderes ontológicos: el sueño humano productor de
imágenes lo convierte en el poder ontológico de producir figuras e imágenes y lo
identifica con Apolo. Este poder de la bella apariencia es el creador del mundo de los
fenómenos. Además esta apariencia de lo individual fenoménico, es decir, la
individuación, es una engaño apolineo. Lo mismo podemos decir de la
embriaguez. Inicialmente es algo humano que nos situa ante la experiencia de
una situación en donde desaparecen las barretas y en donde parece que nos identificamos
con el todo. Pero esta situación es tambien elevada por Nietzsche a un nivel
cósmico que le permite afirmar que la embriaguez es como una marea cósmica, un delirio
de bacantes, que rompe y succiona todas las figuras individuales eliminando todo lo finito
y particualarizado. Representa el gran ímpetu vital que nos situa en el deleite de lo
Uno primordial.
Lo curioso es que Nietzsche no hace ningún esfuerzo por señalar el camino que le ha
llevado a descubrir tales tesis de lo Apolineo y lo Dionisíaco. En
ningún momento reflexiona sobre la razones que le llevan a mantener esta concepción
ontológica de base.Asombra que sin ningún tipo de critica acepte del modo que hace a Schopenhauer.
Lo cierto es que no sopesa en absoluto la
distinción básica de Schopenhauer entre el mundo como voluntad y el mundo como
representación.Nietzsche no piensa en modo alguno de manera especulativa sino que se
sirve de la intuición artístisca y sobre ella interpreta el
arte griego como una llave que nos abre el acceso a la esencia del mundo. En este sentido,
cree descubrir la existencia de dos fuerzas que se repelen pero que no pueden existir la
una sin la otra. Su lucha, su discordia es tambien cierta concordia. Así, el mundo
de lo apolineo, que tiende al orden y la medida, descansa sobre la base viva
de la desmesura dionisíaca. Lo dionisiaco es la base sobre la
que se apoya el mundo luminoso: el Olimpo hunde sus raices en el Tártaro. Detás del
mundo de la bella apariencia está la Gorgona. Apolo no puede vivir sin Dionisios. En este
contexto, Nietzsche contrapone Homero, el poeta ingenuo y soñador de los grandes
dioses olímpicos, a Arquíloco en donde su lírica músical es algo opuesto a la
plasticidad épica. A través de su lirismo nos muestra claramente quién es el verdadero
sujeto del arte: no el hombre que cree ejercerlo, sino el fondo mismo del mundo que actúa
por medio del hombre haciendo de él un mero depositario de sus tendencias. El fondo del
mundo, presente a través de la lira y la música, busca la redención al desasosiego de
la voluntad inquieta, y la busca precisamente en el engaño de la bella apariencia, en la
aparente eternidad de la forma, en el orden y la consistencia de la figura. El arte, por
tanto, no es más que un acontecimiento cósmico en donde los artistas no son los
auténticos creadores sino meros transmisores que nos sitúan ante los poderes
fundamentales de Apolo y Dionisos. Para expresar esto último Nietzsche se sirve de los
conceptos de Redención y Justificación.
Presentación
EL CONCEPTO DE REDENCIÓN:
(En el nacimiento de la tragedia)
Según Nietzsche en una concepción trágica del mundo no puede haber redención alguna. En este contexto el Nacimiento de la tragedia transforma los conceptos de redención y justificación.Según él, el fondo luminoso primordial de lo dionisíaco es algo que se proyecta constantemente en el mundo de las apariencias permitiendo, a través del arte, su transfiguración en belleza artística y forma apariencial. En este sentido, el mundo de los fenómenos es como un bello sueño que sueña la esencia del mundo que es lo dionisíaco. Pues bien, esta luminosidad de la noche abismal es lo redentor, pues unicamente como fenómeno estético están eternamente justificados la existencia y el mundo. En definitiva, el abismo de lo dionisíaco transforma la belleza apariencial en arte y ello nos redime de la dureza y la pesadez, del absurdo y del abismo sin sentido de la existencia.
Presentación
LA TRAGEDIA ANTIGUA:
(En el nacimiento de la tragedia)
En el Nacimiento de la tragedia, Nietzsche no se queda unicamente señalándonos la relación contrapuesta de los dos principios del arte y del mundo que ha distinguido. Tambien busca explicar la suprema unificación y compenetración de lo apolineo y lo dionisíaco y lo encuentra en la tragedia antigua. Para él la tragedia es el lugar de la representación de estos dos principios. En la tragedia se encuentran entrelazadas las dos dimensiones: el abismo de lo Uno primordial, que sólo se revela en la música, y el luminoso mundo soñado de las figuras. En la tragedia Apolo y Dionisos forman una alianza fraternal: Dionisos habla el lenguaje de Apolo, pero al final Apolo habla el lenguaje de Dionisos. La tragedia es música e imagen, sueño y embriaguez, figura y caos, luz y noche, fenómeno y esencia, o más exactamente: la aparición de la esencia del mundo. Nietzsche cree encontrar su representación de la música dionisíaca en el coro. De esa música surge la visión de la escena dramática, que tuvo siempre como único tema los sufrimientos de Dionisos. En este contexto, Prometeo y Edipo son máscaras del dios. Aunque las tesis de Nietzsche resulten discutibles y no las acepte una filología tradicional; con su teoría de la tragedia, Nietzsche nos ofrece una interpretación del mundo una esquema fundamental de la totalidad de la existencia. Lo que sucede es que tal visión totalizadora es dificilmente penetrable sobre todo por la indifinición en que queda el concepto nietzscheano del fondo dionisíaco. Y es que mientras que el significado de lo apolineo, como principio de individuationis, es relativamente facil de captar ya que vivimos en un mundo individualizado y nososotros mismos somos individualidades; lo que no es muy inteligible es como entender la base( es decir lo dionisíaco) de ese mundo de la multiplicidad de lo existente. Pues este mundo es lo que nos muestra la esencia de lo que es la apariencia de lo individual fenoménico. Pero lo cierto es que esta dimensión esencial de lo dionisíaco es presentida místicamente más bien que aprehendida en conceptos; posee el problemático caracter, como luego llegará a darse cuenta el mismo Nietzsche, de algo trasmundano.Veamos como recuerda esta época en Así habló Zarathustra:
"En otro tiempo tambien Zarathustra proyectó su ilusión más allá del hombre, lo mismo que todos los transmundanos. Obra de un dios sufriente y atormentado me parecía entonces el mundo. Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un dios: humo coloreado ante los ojos de un ser divinamente insatisfecho."
Presentación
La FIGURA DE SÓCRATES:
(En el nacimiento de la tragedia)
El nacimiento de la tragedia es un libro extraño al estar sobrecargado en su
composición. Por ello posee el caracter de un jeroglífico: dice
y oculta, alude y calla. Ahora, para Nietzsche, filosofía es sabiduría
trágica, es decir, la mirada esencial que penetra en la lucha originaria de los
principios antagónicos de Dionisos y Apolo; es la visión de una batalla entablada entre
el fondo vital informe, que engendra todo y todo lo devora, y el reino luminoso de las
figuras estables. O dicho de otra manera: la filosofía es la visión de la
lucha eterna entre unicidad e individualidad, entre cosa en sí y fenómeno,
entre embriaguez y sueño, entre día y noche. Cuando Nietzsche ponga en boca de Zarathustra
los conceptos del día y de la noche estará demostrando que sigue aún fiel a esta
concepción primera de su filosofía, de la filosofía como algo trágico y dionisíaco.
En el nacimiento de la tragedia el arte es el órgano de la filosofía. Desde la
óptica de tal arte, concebido como síntesis de lo apolineo-dionisíaco, en la tragedia
analiza criticamente la racionalidad socrática. Con Sócrates
ha llegado el final de la época trágica; comienza ahora la época de la razón y del
hombre teórico. Se inicia una terrible pérdida del mundo; la existencia pierde su
apertura a la cara oscura y nocturna de la vida, pierde el conocimiento mítico de la
unidad de vida y muerte, pierde la tensión entre individuación y fondo primordialmente
uno. Sócrates representa para Nietzsche la figura histórica de la ilustración helena y,
con ello, la pérdida de toda seguridad instintiva. De todos modos, la crítica de
Nietzsche a Sócrates es más psicológica que propiamente filosófica. Sócrates es el
genio malogrado que se define por un defecto monstruso: la falta total de seguridad
instintiva. En él, señala Nietzsche, solamente se desarrolla una cara del espíritu: el
factor lógico-racional. Sócrates representa el intento de dominar racionalmente lo
existente. Con ello se propuso la creación de un nuevo ideal y se convirtió en el
seductor de los jovenes atenienses, de entre los cuales destacaría con luz propia el
genio de Platón.
Presentación
EL SIMBOLO DEL JUEGO:
(En el nacimiento de la tragedia)
Otro de los conceptos decisivos en El nacimiento de la tragedia es el símbolo
del Juego. Por juego entiende Nietzsche el contrapuesto poder de Dionisisos
y Apolo como lucha antitética de dos potencias fundamentales. En tal concepción ya
encontramos una primera fórmula -que posteriormente ampliará- para expresar la inocencia
del devenir, para expresar una consideración del mundo opuesta a toda interpretación
moral cristiana, situada más allá del bien y del mal. En este contexto es de destacar el
texto siguiente de El nacimiento de la tragedia:
«De hecho el libro entero no conoce,detrás de todo acontecer, más que un sentido y un ultra-sentido de artista, un "dios" si se quiere,
pero, desde luego, tan sólo un dios-artista completamente amoral y desprovisto de
escrúpulos, que tanto en el construir como en él
destruir, en el bien como en el mal. lo que quiere es darse cuenta de su placer y su
soberanía idénticos, un dios artista que, creando mundos, se desembaraza de
la necesidad implicada en la plenitud y la sobreplenitud, del sufrimiento de la antítesis
en él acumuladas......
Presentación
SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL:
(Adaptación a la obra de Eugen Fink)
Entre las obras póstumas de Nietzsche se editó su importantísimo
escrito, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral que fue
redactado en 1873, pero no publicado. Verdad y mentira no significan aquí un
comportamiento consciente del hombre un comportamiento sujeto a la voluntad. No se trata
aquí de un problema moral, sino del papel que el intelecto
desempeña en el todo el mundo. La verdad o la falta de verdad moral se decide dentro de
la interpretación del mundo del intelecto humano. Pero hasta qué punto el intelecto
mismo es verdadero, hasta qué punto aprehende lo verdaderamente real. es una cuestión
distinta.
Nietzsche presenta como algo deplorable, lastimoso y fantasmal la capacidad humana
de conocer, dando de ella, por así decirlo, una visión histórico- natural: En
un apartado rincón del universo, en el que centellean innumerables sistemas solares. hubo
una vez un astro en el que animales astutos inventaron el conocer. Este
fue el minuto más altivo y más mentiroso de la historia universal...»
Ahora bien, esta vision biológica externa no es, propiamente, sino un modo de expresarse,
para hablar sobre el intelecto desde fuera de él. Nietzsche no cae en la ingenuidad del
científico. La «mentira» del intelecto se basa en la inaprehensibilidad
conceptual de la vida, entendida ésta no biológica sino metafísicamente.
Además Nietzsche interpreta asimismo de un modo pragmático la
función del conocimiento humano: el intelecto está al servicio de la voluntad
de vivir, descansa en una ilusión que sostiene a la vida. El orgullo del
animal que conoce le convence para que exista; es una seducción en ese sentido. La
naturaleza rnás general del intelecto es el encubrimiento, la sagacidad de la astucia,
que facilita la lucha por la vida. Y esa tendencia alcanza su punto más alto en el
hombre; en él llega a su cumlre el arte del encubrimiento. Nietzsche alude aquí
sarcasticamente al fútil iuego de las múltiples vanidades humanas: a la adulaclon,
la mentira, y el engaño, la comedia ante los demás y ante uno mismo, y plantea el
problema de cómo puede surgir en absoluto, en una constelación semejante, el impulso
puro y sincero hacia la verdad. De ordinario nosotros percibimos esto como un contraste
inconciliable: como el contraste entre el empleo abusivo del intelecto para la astucia
sagaz, para la comedia vanidosa, y la sincera voluntad de verdad. Mas Nietzsche
intenta llegar aquí con su pensamiento, más allá de tal contraposición y exponer
una genealogía del instinto de verdad a partir del instinto de encubrimiento y de
falsificación.
En este propósito aparece por vez primera un tema fundamental que desempeña un papel
importante en todo el desarrollo de Nietzsche. En este pequeño tratado su presentación
es todavía tosca, pero en cambio, su intención básica resulta muy clara. Nietzsche
parte del lenguaje, que concibe como una concordancia que surge
cuando la guerra natural de todos contra todos llega a un acuerdo. El lenguaje es según
él, una síntesis de convencionalismos, de recuerdos de designaciones válidas para lo
sucesivo. Mas ¿cómo corresponde la designación, la palabra a la cosa misma? ¿Hay aquí
una verdad? Nietzsche lo niega: «Así, pues, en el nacimiento del lenguaje no
se precede, en todo caso logicamente, y todo el material en que trabaja y con que
trabaja- y construye luego el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo, si no
proviene de las nubes, tampoco proviene, en ningún caso. de la esencia de las cosas»
Aunque esta concepción del lenguaje sea muy discutible, lo esencial ahora no es la
teoría del lenguaje de Nietzsche, o su teoría del concepto, sino aquello en que ve la «mentira»
del lenguaje, la mentira» de los conceptos -entendiendo
«mentira en sentido extramoral. «Las verdades son ilusiones de las que
se ha olvidado que lo son» La inconsciencia en el empleo de las
palabras y conceptos esto es, el olvido de la problemática historia de su formación. es
el presupuesto de la voluntad científica sincera de verdad. El científico se mueve entre
conceptos sin saber ya que éstos son únicamente metáforas vacías, que han perdido
su sentido. La voluntad lógica de verdad es -según la concepción de
Nietzsche- tan sólo el residuo desecado de un originario diálogo artístico -es decir,
realizado en la imagen sensible-del hombre con el mundo resplandeciente. El concepto es la
cáscara vacía de una metáfora que en otro tiempo hervía de intuición. Al hombre
científico, que no penetra ya la mentira de los conceptos, contrapone Nietzsche el hombre
intuitivo, el hombre artístico. El uno se ha salvado refugiándose en la casa. considera
los conceptos como la esencia misma de las cosas; el otro conoce el engaño de todas las
cosas fijas, y también el de las metáforas, pero se mueve libremente frente a la
realidad: es creador y produce imágenes. Para Nietzsche el hombre intuitivo, el artista,
es superior al lógico y al científico. Nietzsche le ve también siempre en lucha
con las convenciones conceptuales; no está dirigido ya por los conceptos, sino por
las intuiciones». «No hay un camino regular que conduzca desde estas intuiciones al
reino de los esquemas fantasmales de las abstracciones. La palabra no está hecha para
aquelllas: el hombre enmudece cuando las ve, o habla con metáforas rigurosamente
prohibidas y con expresiones inauditas para de este modo, destruyendo y burlándose de las
antiguas barreras conceptuales, corresponder creativamente a la impresion de la poderosa
intuición que le está presente» Lo que Nietzsche dice acerca de la verdad y de la
mentira ¿tiene un sentido admisible, dado que él interrumpe, por así decirlo, a
todo el conocer humano con respecto a su verdad, esto es, quiere convertir en problema una
especie de verdad de la verdad? Su doctrina ficcionalista del conocimiento representa en
cierto modo tan sólo una ilustración del socratismo. Nietzsche toma partido tambien
aquí en contra del hombre «teórico» y a favor del artista. El arte se le presenta como
órgano verdadero de la filosofía, pues el fondo primordial del ser rnismo, que es el
artista originario» juega formando mundos. Siempre que el hombre intuitivo como ocurría
en la antigua Grecia: sabe luchar y vencer. puede crear en circunstancias favorables, una
cultura y consolidar el dominio del arte sobre la vida...» Para Nietzsche la
cultura depende íntimamente de las tendencias de la voluntad cósmica, que en la
obra de arte trágico del hombre quiere llegar a la visión de sí. El sentido de la
cultura es el genio.
Pero éste es el hombre que se ha convertido en el lugar en que la existencia de todo lo
que existe se justifica en la bella apariencia en el fenómeno estético. Así, en dos
pequeñios fragmentos escritos en
la época misma del Nacimiento de la tragedia, titulados El estado
griego y La mujer griega, Nietzsche ve el problema
de la cultura con una dureza casi inhumana. Presenta la «verdad que suena cruelmente»:
la verdad de que «de la esencia de una cultura forma parte la esclavitud», es decir, el
sacrificio de la mayoría para el bien de la procreación del genio. Esto no tiene nada
que ver con el orgullo social. El concepto de cultura de Nietzsche hunde sus raices en su
concepción básica del mundo; es un concepto trágico, lo mismo que ésta.
Nietzsche menciona la idea - que produce vértigo- de si tal vez la voluntad (en el
sentido de Schopenhauer), para convertirse en arte, se ha vaciado en estos mundo,
estrellas, cuerpos y átomos. El concepto de cultura de Nietzsche y la metafíscia del
genio que lo domina se encuentran indisolublemente unidos con su metafísica de artista.
Presentación
Consideraciones intempestivas. Cultura y genio.
La filosofía en la época trágica de los griegos
Nietzsche deduce su concepto de genio de su intuición originaria de la realidad del mundo
y lo ve confirmado en dos hombres a quienes adora apasionadamente: Schopenhauer y Wagner.
Al genio no se le puede comprender desde perspectivas meramente humanas. El genio no es el
hombre grande, alejado de los otros hombres pequeños y ordinarios por una distancia en la
que existan múltiples escalones y grades intermedios; no es simplemente el tipo
afortunado, no es una forma suprema, sino que es, más bien, el hombre caracterizado por
lo sobrehumano, el hombre que posee una misión cósmica y que constituye un destino. El
concepto de genio del joven Nietzsche es una prefiguración del superhombre. La
«grandeza» es, ante todo un modo de la verdad: consiste en estar abierto al imperio del
juego dionisíaco y en expresarlo con la palabra, la figura, la música. El hombre en el
modo de ser de la «grandeza» no puede ser comprendido más que desde aquello que opera a
través de él. El genio es un instrumento del fondo creador de la vida que ve reflejada
su propia esencia en la creación artística. Sin esta inserción básica del genio en una
tendencia cósmica. la concepción de Nietzsche acerca de la cultura sería inhumana y
absurda.
El concepto de genio de Nietzsche, lo mismo que, más tarde, su concepto del superhombre
hay que entenderlos e interpretarlos, en última instancia, desde el servicio del
hombre a la verdad. Verdad no significa aquí el conocimiento de las ciencias sino la
mirada que penetra en el fondo del mundo la intuición trágica. Esta manera de entender
al genio como portavoz de una tendencia cósmica, y de concebir la cultura como una
interpretación del mundo y de la vida sostenida por el genio, y expresa en la unidad de
un estilo artísico, esta concepción de Nietzsche, decimos queda en él revestida
constantemente por una endeble y tosca heroización del genio. El culto de Nietzsche al
genio adquiere con frecuencia los rasgos propios de la idolatría. El sentido sobrehumano
del genio. su función para la voluntad primordialmente una del mundo quedan oscurecidas,
por así decirlo, por un elogio de la grandeza» que considera a ésta casi como un
mérito propio del hombre. El pathos de la distancia, del orden y de la ierarquía
intrahumana define por el momento la teoría de la cultura.
Hemos tocado con esto un tema esencial y básico de Nietzsche. Su concepto del hombre es
ambiguo; oscila entre una concepción que permanece en lo meramente humano, en lo cual
distingue los extremos del tipo creador y del no-creador, del genio y del hombre del
rebaño, y una interpretación más honda de lo humano, que va más allá de todo
humanismo y que concibe al hombre desde su tarea cósmica, consistente en ser el lugar de
la verdad del todo. En la historia de la filosofía de Nietzsche, esta tensión del
concepto del hombre permanece constantemente viva. Es cierto que Nietzsche pregunta por el
«hombre grande» cuando quiere decir qué es el hombre
en cuanto tal; pero la interpretación de la grandeza humana se mueve siempre dentro de la
mencionada equivocidad. En el primer período de Nietzsche resulta imposible desconocer la
fundamentación radical de la metafísica del genio en la universal metafísica de artista
sobre la esencia del universo, la fundamentación del concepto de cultura en la imagen
trágica del mundo. Desde este fundamento hemos de entender su propósito de reformar la
cultura. Nietzsche se enfrenta ya, de este modo, con la doctrina de Schopenhauer, aun
encontrándose todavía sobre su misma base.
De igual manera que Nietzsche se distingue de Schopenhauer también por no concebir el
fenómeno tan sólo como una creación del intelecto humano, sino como una forma apolínea
producida y
creada por el fondo dionisíaco del mundo -forma que es ciertamente apariencia, pero
que no por ello es nada-, así también el tiempo posee para Nietzsche un significado más
serio. El tiempo no existe sólo para el intelecto, sino que es la forma como el fondo del
mundo ejerce su dominio: el juego de Dionisos es el devenir puro. Como el tiempo está
presente en el fondo mismo del mundo, puede adquirir un significado serio en el ámbito de
la realidad que aparece. La historicidad de la cultura es el reflejo humano, la verdad del
juego del ser patentizada por el genio. Tal es el horizonte fundamental de la filosofía
de la historia de Nietzsche. También al Nietzsche teórico de la cultura hemos de
entenderlo desde la idea básica y oculta con que interpreta el ser.
La teoría de Nietzsche sobre la cultura es a la vez un diagnóstico y un programa. En El
nacimiento dp la tragedia desarrolló no sólo su concepción del mundo, sino que,
además, expuso una noción directriz de la cultura, al presentarnos la Grecia de la
«época trágica» en su fundamentación mística, en su estilo artístico total, en su
productividad creadora, en su autorrepresentación en la obra de arte
trágico, y proporcionarnos con ello un criterio de valoración. Las Consideraciones
intempestivas prosiguen esta misma línea. La primera Intempestiva: David Stuauss,
confesor y escritor, no es en el fondo un ataque a un «fílisteo de la cultura»; es algo
más: es un ataque a la cultura alemana, que estaba impregnada de una placidez satisfecha
de sí misma. Nietzsche confirmó aquí lo que más tarde dijo de sí mismo, a saber: que
sólo atacaba las cosas que eran victoriosas. Después de la guerra de 1870-71, después
del éxito de la fundación del Imperio, la nueva cultura imperial, la formación alemana,
a la que, como dice en Ecce Homo mira con un desprecio inexorable, le parece «carente de
sentido, de sustancia, de metáfora; una mera opinión, una mera "opinión
pública"» En el folleto contra David Strauss traza Nietzsche la contraimagen
negativa de una verdadera cu:tura y muestra cómo ésta no puede ni debe ser. La crítica
es de una mordacidad corrosiva.
También en la segunda Intempestiva, titulada Sobre la ventaja y la desventaja de la
historia para la vida, predomina la crítica, pero ésta se ha vuelto mucho más
radical. Trátase ahora de una crítica del
«sentido histórico» concebido como síntoma de una decadencia cultural. El tema oculto
del escrito es la historicidad del hombre. La crítica cultural parte de una degeneración
del sentido histórico, de
una hipertrofia de la vuelta al pasado, bajo la cual se marchita el programa vivo de una
cultura. Nietzsche distingue tres posibles modos fundamentales de comportarse respecto a
la historia: la historia anticuaria, la crítica y la monumental. La primera corresponde a
una especie de hombre que no hace más que conservar y admirar, a una humanidad que vive
totalmente del pasado y que saca sus quehaceres de la tradición; la vida es aquí. en lo
esencial recuerdo y memoria.
En cambio, la historia crítica corresponde a una actitud básica abierta ante todo al
presente, al que convierte en medida del pasado, citando a la historia ante el tribunal de
lo actual. La historia monumental corresponde a una actitud que se proyecta sobre todo
hacia el futuro. Cuando la vida se impone a sí misma todavía grandes tareas, posee
también sensibilidad para captar tales proyectos audaces en el pasado. Unicamente a la
resuelta voluntad de futuro se le desvela también. en todo lo pretérito lo venidero.
Cuando el programa vital, el proyecto de futuro de la vida decaen. el amontonamiento de
saber histórico se convierte en un lastre, má aún,. en un peligro para la
vida; el hombre no aprende ya de la historia mas que la resignación, la caducidad de
todos los proyectos. La vida que no está ya llena de impulsos creadotes para un futuro
propio se refugia en el pasado e intenta olvidar el propio vacío con la plenitud ajena de
una vida vivida.
Lo importante de este escrito consiste menos en su mostración del peligro que para una
cultura representa una exageración del sentido histórico, que en su interpretación de
la existencia humana desde las perspectivas de las estructuras temporales. de las
dimensiones del pasado, el presente - el futuro. La existencia humana no aparece
simplemente en éstas, lo mismo que todas las demás cosas. sino que tales dimensiones
son, más bien, los horizontes que la existencia misma mantiene abiertos, haciéndolo de
modo distinto en cada caso.
En las otras dos Consideraciones intempestiva:: Schopenhauer como educador y Ricavdo
Wagner en Bayreuth, Nietzsche trazá la imagen del genio, el cual constituye el centro
esencial de una cultura: no de una cultura ya presente -pues el genio se relaciona, en
efecto, «intempestivamente» con la presunta cultura--. sino para una cultura futura.
Más tarde Nietzsche dirá. refiriéndose a estos dos
escritos, que. en el fondo, Schopenhauer y Wagner le habían servido sólo de
«ocasiones» para «tener en la mano unas cuantas fórmulas, signos, medios
lingüísticos más», de manera parecida a comn Platón se sirvió de Sócrates para
expresarse a sí mismo. Schopenhauer y Wagner significan «en una sola palabra:
Nietzsche» Mas el sentido de tales escritos no lo aprehendemos con sólo ver la
re-presentación psicológica, el símbolo de las dos figuras que representan a Nietzsche
mismo. Nietsche nos ofrece aquí su vision de una cultura futura, lo mismo que en El
Nacimiento de la tïagedia había trazado su imagen de la suprema posibilidad pretérita
de cultura. El carácter equívoco que cubre con su sombra todas las Intempestivas se debe
a que no se nos expone explícitamente la metafísica del genio que se encuentra detrás
de ellas y que encontró su expresión tan clara
en El nacimiento de la tragedia. La consideración de la cultura se mueve en conjunto en
el plano meramente humano. La función cósmica del genio, su utilidad, permanece como
encubierta por un velo. Para la mirada superficial surge por ello la apariencia de una
fantástica glorificación del genio. Añádese a esto que Nietzsche busca la
contradición, que quiere dar en rostro a las tendencias «democráticas» y niveladoras
propias de la época, que alienta en él un espíritu de ataque y un placer por la lucha,
que «tiene peligrosamente suelta la muñeca» Encontramos aquí un claro ejemplo de cómo
Nietzsche pone en peligro su filosofía con su arte de escritor y con su propósito de
causar un efecto rápido. Vistas en conjunto las Intempestivas, pertenecen al primer
período de Nietzsche: la metafísica de artista de El nacimiento de la tragedia se
encuentra también a su base, aunque de manera inexpresa. Con el problems de la
«cultura» no se ha separado Nietzsche todavía de su primer punto de partida
metafísico, formulado por él en seguimiento de Schopenhauer. Aun cuando aquí el hombre
se encuentra en el centro, no se trata todavía de una antropología desligada de la
metafísica, tal como aparece en el segundo período. La cultura no es sencillamente una
obra humana, sino que el hombre, como salvador, como artista, como sabio, como genio que
crea y define una cultura, es el instrumento de un poder sobrehumano, el medio que el
fondo del mundo se crea para encontrarse consígo mismo. El genio es el lugarteniente de
la verdad del fondo primordialmente uno del mundo, es el lugar donde ese fondo se
patentiza.
El primer período de Nietzsche, cuyo punto de partida metafísico y cuyo concepto de
cultura aquí hemos delineado, se encuentra, sin embargo, determinado también
esencialmente por su relación con la filosofía griega, por el modo como Nietzsche ve los
problemas de ésta. Por su profesión de filólogo clásico, Nietzsche se había ocupado
ya en muchas ocasiones de la filosofía antigua. No sólo escribió artículos sobre
Diógenes Laercio, importante fuente de la transmisión de los filosofemas, sino que en
Basilea dictó varias veces cursos sobre los «filósofos preplatónicos», escribiendo
además una Introdución al estilo de los diálogos platónicos. Nietzsche trazó sobre
todo, en la época de 1872-73 a 1875, diversos Proyectos de un «libro de filósofos»,
entre ellos el pequeño escrito titulado La filosofía en la época trágica de los
griegos, que es del año 1873. El encuentro de Nietzsche con la filosofía griega es
sorprendente. Los problemas ontológicos fundamentales de los griegos no parecen afectarle
en absoluto; está como ciego para ellos. El que más influjo ejerce sobre él es
Heráclito. Recordando a éste, Nietzsche presentó el dominio del fondo primordial como
un juego. Sin embargo, el concepto de juego de Nietzsche es radicalmente distinto del
heraclíteo. Tiene máxima importancia el hecho de que, dentro de la tradición
histórica, Nietzsche coloque una ruptura entre los pensadores anteriores a Sócrates y a
Platón y estos mismos junto con todos sus sucesores. La inaudita sensibilidad de
Nietzsche para percibir las tragedias del espíritu barrunta aquí una ruptura profunda.
Pero en qué consista ésta es algo que no se nos dice de manera clara. A los filósofos
anteriores a Sócrates y Platón los denomina Nietzsche los filósofos trágicos. ¿Lo son
porque vivieron y pensaron en la época de la tragedia, o están, en su pensamiento mismo,
abiertos
a aquello que Nietzsche llamó, en su interpretación de la tragedia, «alianza
fraternal» entre Dionisos y Apolo? ~Palpita en su pensamiento la concepción trágica del
mundo! Así como la tragedia murió
a consecuencia del socratismo de la musa trágica, que en Eurípides se tornó
«racional», así también la filosofía de la época trágica murió a consecuencia de
la dialéctica de Sócrates. Nietzsche atribuye aquí, pues, a un cambio de mentalidad, de
método, y al hombre, algo que tal vez habría que entender, más originariamente, como un
cambio de la verdad, a la que el hombre sigue. Al pesimismo heroico y trágico se
contrapone una confianza optimista; a la intuición artística, el aparato conceptual, y a
la mirada visionaria. la dialéctica.
Con otras palabras: Al caracterizar la diferencia de los presocráticos con respecto a la
filosofía griega clásica, Nietzsche se mueve totalmente dentro de categorías
antropológicas y a vcces psicológicas. Es muy extraño el contraste existente entre la
sensibilidad nietzscheana para percibir la gran cesura y su interpretación de ésta. Y
este mismo contraste podemos encontrarlo también en toda su relación con la filosofía
griega. Nietzsche percibe su significado único, capta la grandeza de aquel comienzo, pero
lo interpreta de tal manera que toda la problemática del ser desaparece casi por
completo. Nietzsche considera a los antiguos gigantes como «grandes hombres», como
«personalidades», de una fisonomía peculiar. Tiene, por así decirlo, un interés
estético por ellos. Sus sistemas no los considera como verdaderos, sino sólo como
documentos de su vida, tan rica y tan plena. «Quien... se complace en los grandes hombres
en cuanto tales, se complace también en tales sistemas, aun cuando éstos sean del todo
erróneos, pues tienen en sí un punto que es completamente irrefutable, tienen un tono
personal, poseen color. Se los puede emplear para extraer de ellos la imagen del
filósofo...» Nietzsche utiliza el sistema para obtener de él la imagen del hombre
que lo creó. Pero tal vez los pensadores antiguos utilizaran su «personalidad» para
pensar la esencia del ser. Nietzsche cuenta la historia de aquellos filósofos
«simplificada»: y, en verdad, simplifica, exagera y desfigura a veces de manera casi
insoportable. Sin embargo, este escrito se halla impregnado de un encanto peculiar. En él
habla Nietzsche de los ídolos de su alma. En cada pensador que describe coloca un pedazo
de su propia vida. Ve en los griegos la valentía audaz para llevar visiblemente una vida
filosófica, hasta en el estilo de vestir; ve en ellos el acto creador del que surge una
nueva forma de vida: la existencia del sabio, y esto directamente en una pluralidad de
esquemas radicalmente distintos; ve una magna riqueza de intuiciones, la gran pretensión
de dictar leyes a todas las cosas y de moldear de nuevo la fisonomía y el valor de todo
lo existente;
contempla en la historia de estos filósofos un «alto diálogo de espíritus»: «Un
gigante llama a otro gigante a través de los desiertos intervalos de los tiempos»
Nietzsche pregunta a los filósofos sobre
todo cuál es su juicio acerca del valor de la existencia, juicio que tiene para él más
importancia que el precedente de épocas ilustradas. Aquel juicio tiene todavía a su
base, por así decirlo, la experiencia trágica. Nietzsche ve a estos filósofos como los
santos y los purificadores de la cultura griega, es decir, desempeñando un papel análogo
al que él mismo se atribuye a sí con respecto a la cultura alemana. En los grandes
pensamientos de los presocráticos encuentra Nietzsche, sin embargo, «metáforas»,
intuiciones originarias pervertidas por la reflexión. Tales contempló la unidad de lo
existente y cuando quiso expresarla habló del agua. Nietzsche interpreta las grandes
figuras de
Tales, de Anaximandro, de Heráclito, de Parménides, de Anaxágoras. Pero el centro del
escrito lo constituye la exposición de Heráclito.
Como figura contrapuesta a él, también Parménides es destacado luego con gran fuerza.
A Anaximandro Nietzsfhe lo interpreta de manera moral; él fue «el primer griego que
abordó, con mano audaz, la entraña del profundísimo problema ético». Dike y adikia
son interpretadas como
nociones morales básicas con las cuales se determina la culpa de la existencia de lo que
es. Precisamente aquí se muescra ya con máxima claridad cómo Nietzsche transforma - y
tal vez tenga necesariamente que transformar- todas las cuestiones ontológicas en
cuestiones axiológicas. En Heráclito cree Nietzsche haber encontrado de nuevo sus
ideas más íntimas: Heráclito niega el ser estable. conoce que el devenir, el río del
tiempo, es la verdadera dimensión de la realidad», y
posee capacidad para ver la tensión polar de los contrarios en todo lo que es y existe en
el tiempo. En la contraposición heraclítea ve Nietzsche preíigurada su intuición del
antagonismo unitario de Dionisos y Apolo. Y, sobre todo, encuentra en él la
interpretación de esta unidad antitética, contradictoria, expresada con el concepto
fundamental del juego. ¿Cómo lo uno es a la vez lo múltiple? «La tercera posibilidad,
única que quedaba para Heráclito, nadie la hubiera podido averiguar con el sentido
dialéctico - por así decirlo, calculando, pues lo que Heráclito halló aquí fue una
cosa extraña, incluso en el reino de las incredulidades místicas y de las metáforas
cósmicas inesperadas. El mundo es el juego de Zeus: o dicho de manera física, el juego
del fuego consigo mismo; sólo en este sentido es lo uno a la vez lo múltiple» Y
la trasformación del fuego único en
la pluralidad de las cosas la aclara Heráclito con una «comparación elevada».
Nietzsche dice: «Un devenir y un perecer, un construir y un destruir sin ninguna
responsabilidad moral, con una inocencia
eternamente igual, lo tienen en este mundo sólo el juego del artista y el juego del
niño. Y así como juegan el niño y el artista, así juega también el fuego eternamente
vivo, así destruye y construye, inocentemente. Y este juego lo juega el "eon"
consigo mismo» " Nietzsche sitúa aquí en el centro de su interpretación de
Heráclito el fragmento 52 (Diels), que dice: Aion pais estii paizon, petteuon, paidos he
basileie: «El tiempo cósmico es un niño que juega quitando y poniendo las piedras; el
reino del niño.» En el concepto heraclíteo del juego encuentra Nietzsche la más honda
intuición de la realidad del mundo como metáfora cósmica grandiosa. Nietzsche se siente
semejante a Heráclito en la «concepción estetica fundamental del juego del mundo».
«Lo que él vio» -dice Nietzsche con gran seriedad-, «la doctrina de la ley en el
devenir y del juego en la necesidad, debe ser visto eternamente desde ahóra: Heráclito
levantó el telón de este gran espectáculo»
A la imagen de Heráclito enfrenta Nietzsche luego una contraimagen. Pero, en su carácter
negativo, también ésta resulta tan instructiva como la otra: Parménides se relaciona
con Heráclito como el hielo con el fuego, como el concepto lógico con la intuición,
como la vida con la muerte. Nietzsche no tiene comprensión alguna para la originariedad
parmenídea, pues desconoce completamente la
profundidad especulativa del problema del ser. El «ser» es para él tan sólo el
concepto abstracto de una quimera del espíritu humano, de un ente de razón, al que no
corresponde realidad alguna. Considera el ser como algo estable, inmóvil, rígido,
inerte, como lo contrario del devenir. Nietzsche no hizo jamás el menor intento de
superar esta dicotomía vulgar y pensar la contraposición entre ser y devenir desde el
problema mismo del ser. Por ello describe a Parménides como un pensador petrificado, por
así decirlo, en sus inertes abstracciones; moviliza todos los recursos de sus
comparaciones para hacer clara esta lejanía del mero concepto a la realidad. «Pero nadie
realiza impunemente abstracciones tan terribles como "lo que es" o "lo que
no es"; la sangre se hiela paulatinamente cuando se las toca...
Sólo en las generalidades más pálidas y abstractas, en las vacías conchas de las
palabras más indeterminadas habitará desde ahora la verdad como en un estuche de tela de
araña: y junto a la "verdad" se sienta ahora el filósofo, tan exangüe como
una abstracción, y envuelto todo a su alrededor en fórmulas... A un griego le fue
posible entonces huir de la exuberante realidad como de un mero esquematismo ilusorio de
las fuerzas de la imaginación... refugiarse en la rígida y mortal quietud del concepto
más frío, que nada dice, del ser. Así ve Nietzsche a Parménides. Se trata de una
caricatura sin par, pero que tiene un significado sintomático muy grande. Ya en su primer
período, en el que intenta pensar metafísicamente, Nietzsche edifica su metafísica de
artista sobre la base de la filosofía de Schopenhauer y contradice de la manera más
rotunda y apasionada
al eléata. Pero en la repulsa del concepto ontológico hay tal vez una razón esencial de
que Nietzsche no consiguiera llevar su intución del mundo, su intución del juego de lo
dionisíaco y lo apolíneo,
más allá de la imagen poética. Con ello se inicia el giro que conduce a su segundo
período.
Presentación
INTRODUCCIÓN AL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA
(Andrés Sanchez Pascual)
Con estas palabras en Así habló Zarathustra recuerda Nietzsche la elaboración de esta su primera obra El nacimiento de la tragedia:
En otro, tiempo también Zaratustra: proyectó su ilusión
más allá del hombre, lo mismo que todos los trasmundanos. Obra de un dios sufriente y
atormentado me pareció entonces el mundo.
Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un dios; humo coloreado
entre los ojos de un ser divinamente insatisfecho.
Bien y mal, y placer y dolor, y yo y tú-humo coloreado me parecía todo eso ante ojos
creadores. El creador quiso apartar la vista de sí mismo,-entonces creó el mundo.
Ebrio placer es, para quien sufre, apartar la vista de su sufrimiento y perderse a
sí mismo. Ebrio placer y un perderse-a-si-mismo me pareció en otros tiempos el mundo.
Este mundo, eternamente imperfecto, imagen, e imagen imperfecta, de una contradicción
eterna-un ebrio placer para su imperfecto creador: -asi me pareció en otro tiunpo el
mundo.
Y asi también yo proyecté en otro tiempo mi ilusión más allá del hombre, lo mismo que
todos los trasmundanos. ¿Más allá del hombre, en verdad?
Vemos, por tanto, como interpretó Nietzsche, muchos años más tarde, en
una alusión tácita, el significado de este pequeño y explosivo libro, el primero de los
suyos y el de irisaciones más numeroras y dispares. Un libro con el que Nietzsche se
convirtió definitivamente en un intempestivo, un libro que provocó un estupor
tan grande que durante largos meses la única respuesta al mismo fue un silencio de hielo.
Sólo a través de cartas y cuchicheos de pasillos universitarios se manifestaban
las opiniones sobre él. Wagner, él sí, daba gritos de júbilo: por vez primera
un catedrático univesitario otorgaba un espaldarazo científico a su obra musical. Los
demás callabán. Y cuando el silencio fue roto, por obra de un panfleto
violentísimo de Ulrich von Wilamowitz-Mölledorf fue para invitar a Nietzsche a
que bajase de la cátedra y abandonase la enseñanza universitaria.
¿Qué había pasado para que fuese ésta la respuesta del mundo universitario al primer libro de un joven catedrático de 26 años en el que tantas esperzanzas estaban puestas, del que su maestro Ritschl, el más gran de los filólogos de entonces, había dicho al recomendarlo para la cátedra de Basilea: podrá lo que se proponga? ¿Cuál fue la causa de ese equívoco enorme, a consecuencia del cual Nietzsche no pudo dar clases al semestre siguiente en la Universidad....porque ni un sólo alumno acudió a ella?, ¿qué provocó odios incomprensibles, como el nacido entre Wilamowitz y E. Rodhe, los cuales no volvieron a hablarse en su vida ni a citarse una sola vez en sus obras? ¿Por qué Nietzsche escribió este libro como lo escribió, por qué tuvo que escribirlo así? Un breve repaso a la
génesis de esta obra nos dará algunas respuestas a estas preguntas.Presentación
La Génesis de El nacimiento de la tragedia:
El 13 de abril de 1869 llega F. Nietzsche a Basilea.
Tiene veinticuatro años y acaba de ser nombrado catédrático de Filología
clásica en aquella Universidad. Como es bien sabido, fue este nombramiento, en la
académicamente rigurosa Alemania, algo sorprendente. Nietzsche, que no había
presentado ninguna tesis doctoral, recibió sin embargo, de la Universidad de Leipzig
el título de doctor, sobre la base de los trabajos publicados por él en la revista
Rheinisches Museum, dirigida por su maestro Ritschl. De un golpe, pues, y como
por arte de magia parece Nietzsche haber alcanzado todo lo que podía esperar
alcanzar en una carrera docente universitaria. Ahora,
sin embargo, Nietzsche tiene que demostrar a sus colegas los filólogos que aquel
nombramiento no había sido una arbitrariedad ni un acto de nepotismo. Ahora Nietzsche
tiene que escribir «un libro» su primera obra. Un libro, además, que fuese cual fuese
su tema, tenía que estar escrito mirando con el rabillo del ojo a sus colegas. Y como en
aquella época Nietzsche estaba empapado de filosofía schopenhaueriana;
y como, además, siente un entusiamo por sin límites por la obra musical de Wagner,
el cual le honra con su amistad intima y a quien él visita muchos fines de semana;
y como, por otro lado, sus relaciones con la filologia eran muy extrañas y muy
peculiares (unas relaciones de verdadero enamorado: fervor extático, y a la
vez asco y odio): el libro que de aquí podía salir tenía que ser, por
necesidad, «algo imposible, como dice el mismo autor.
Nietzsche empieza sus clases, tiene poco después su lección inaugural (Sobre
la Personalidad de Homero), medita a fondo sobre los griegos. Lo que en
su interior pasaba se puede rastrear por los vestigios escritos que de aquellas
meditaciones poseemos. Tras pasar las vacaciones de verano de 1869 en diversos lugases de
Suiza, Nietzsche vuelto a Basilea, da a conocer a su amigo Gersdorff el
28 de Septiembre de 1869 acerca de sus planes de trabajo inmediatos:
En el próximo invierno tendre ocasión de ser útil en
nuestro sentido, pues he anunciado historia de la filosofía preplatónica y un curso
sobre Homer y Hesíodo. Tambien tendre dos conferencias públicas, obre la estética de
los trágicos grriegos y sobre cl drama musical antiguo, y Wagner vendrá oirlas desde
Tribschen. Ya te he escrito cuánto valor tiene para mi este genio: es la ilustración
viviente de lo que Schopenhauer llama un llama un genio»
Las dos conferencias aludidas aquí por Nietsche constituyen el primer germen de lo que
será más tarde el Nacimiento de la tragedia.La primera se celebró el
día 18 de enero de 1870, con el título de «El drama musical griego» La segunda,
poco después, el 1 de febrero, con el título «Sócrates y la tragedia.
Nietzsche envía el texto a sus amígos y recibe de Wagner una carta entusiasta
con un consejo: que amplíe aquellos pensamientos y escriba un libro. En Basilea las
ideas expresadas por Nietzche en público fueron, en cambio, mal acogidas. Sobre
todo sus ataques a la gran ópera» y a la prensa despertaron, dice Nietzsche, espanto y
malentendidos. Y su amigo Deussen le escribe que su conferencia sobre «Sócrates
y la tragedia, fue tomada como una cadena de paradoias y, en parte, provocó odio y rabia.
Nietzsche, ciertamente, no necesitaba el consejo de Wagner para escribir
un libro. Estaba decidido o hacerlo y su proposito era componer una obra de
conjunto sobre la cultura griega. Pero las insinuaciones de Wagner,
al que apoyaba sagazmente su mujer Cosima, fueron dando cada vez más al libro
sobre los griegos» un sesgo del que luego Nietzsche se arrepentirá
profundamente. Por
lo pronto, Nietzsche empieza a aludir a ese libro en las cartas a sus amigos. Así le
escribe a Rohde en febrero del 1870:
Propiamente no tengo ambición literaria, y no necesito adherirme a ningún
patrón dominante, puesto que no aspiro ocupar puestos brillantes y famosos. En cambio,
cuando llegue el tiempo, quiero hablar con toda la franqueza de que sea capaz. Ciencia,
arte y filosofia crecen ahora tan juntos dentro de mí, que en todo caso pariré
centauros.
Y uno de esos centauros fue El nacimiento de la tragedia.
EI otro vestigio escrito de que disponemos es el ensayo titulado «La visión
dionisíaca del mundo». Este ensayo lo escribió Nietzsche en los meses de
julio y agostos de 1870, durante las vacaciones veraniegas.
La guerra franco-alemana que estalló por aquellos días y en la que Nietzsche
participó fugazmente como enfermero no le impidió seguir meditando sobre los signos de
interrogación que había colocado en torno a los griegos:
El Nacimiento de la tragedia parece un escrito muy intempestivo: nadie
imagina que fue comenzado bajo los truenos de la batalla de Wörth. Yo mediré a fondo
estos problrmas ante los muros de Metz, en frías noches de septiembre, mientra trabajaba
en el servicio de sanidad
Pero el libro sobre los griegos» que Nietzsche proyectaba fue estrechando cada vez más
su horizonte. Lo que primitiuamente iba a denominarse Consideración sobre la
Antigüedad, que abarcaba unos veinte temas (la personalidad de Homero; la
lírica griega; la estética de Aristóteles; ensayos especiales sobre Demócrito,
Herátlito, Pitágoras y Empédocles, sobre el Estado griego,
sobre lo mujer griega, sobre la esclavitud griega, etc.), iba quedando reducido a un
ensayo sobre la estética de los trágicos y sobre el pesimismo sobre la antigüedad. La
lucha de Nietzsche en todos estos meses con el material que pretendía abarcar era
desesperada. Testimonio de ello son los constantes combios de título. Así, por
ejemplo, dice en una carta a Rohde:
En cuanto tenga listo algunos pequeños ensayos (sobre materias antiguas),
quiero concentrarme en un libro para el que se me ocurren cada vez más cosas. Temo que no
producirá una impresión filológica; mas ¿quién puede ir contra su naturaleza?
Comienza ahora para mi el período del escándalo, despues de haber despertado durante
algún tiempo una agradable complaciencia, porque llevaba puestas las viejas y conocidas
pantuflas. Tema y título del futuro libro: Sócrates y el instinto.
Pero otras veces el título será La tragedia y los espíritus libres, o La
jovialidad griega, u Origen y meta de la tragedia. Wagner. sin
embargo, está al acecho. Lo que el desea sin duda es que Nietzsche
escriba un libro en que su propia obra musical aparezca como el renacimiento verdadero de
la antigüedad Y Nietzsche no pudo ni supo resistirse, aunque cuando
estaba redactando su obra había dejado ya de ser wagneriano, como ha desmostrado T.
M Campbell. En este sentido habriá que decir que esta obra fue insincera.
Durante el invierno 1870-71 la salud de Nieszche empeora de tal
modo, que tiene que pedir una liberación de sus obligaciones académicas, y se retira a Lugano
con su hermana. Desde allí escribe a Rohde estos melancólicas palabras.
Entre muchos estados de ánimo de depresión y de indiferencia, he tenido también
algunos de verdadera exaltación y he dejado alguna huella de ellos en el pequeño escrito
citado. Con respecto a la filologia vivo en un alejamiento tan insolente, que no se lo
puede pensar peor. La alabanza y el reproche, e incluso todas las más altas glorias por
ese lado me hacen temblar. Y asi me introduzco cada vez mas en mi filosofía y creo ya en
mi; mas aún, si alguna vez debiera convertirme en un poeta, estoy dispuesto e ello...
Este estado de ánimo me permite mirar hacia la posición universitaria entera como hacia
algo secundario, mas aún, con frecuencia penoso, y hasta aquella cátedra de filosofía
me atrae propiamente sobre todo por ti, dado que también esa cátedra la considero tan
sólo como algo provisional [29 de marzo de 1871]
A la vuelta de Lugano para reincorporarse en Basilea a sus tareas universitarias, Nietzsche
se detiene en Tribschen y discute largamente con Wagner
la estructura del libro: esa visita de Nietzsche a Wagner, funesta en cierto modo para el
primero, imprimirá su huella definitiva a la obra, que a partir de este momento sigue una
marcha prefijada. Bajo el influjo de Wagner, Nietzsche se decide a reelaborar
totalmente sus pensamientos sobre los griegos y a enfocarlos hacia la obra wagneriana.
Pocos dias después de la mencionada visita busca editor, y el día 20 de abril
ofrece a W. Engelmann, de Leipzig, un libro bajo el tílulo de Música y tragedia.
Tras muchas dudas, Engelmann no se decide a publicar la obra. Por ello Nietzsche, con
ocasión de una visita a Leipzig, a mediados de octubre de 1871, entrega la obra al
editor E. W. Fritsch, aun sin estar completa. El 18 de noviembre le envía más material,
y por fin, el 12 de diciembre, le manda los últimos capítulos. En los últimos
días del año 1871 el libro está publicado.
Presentación
Rohde, el amigo de Nietzsche, intentó publicar una
recensión en el Litterarisches Centralbatt, pero esa recensión fue rechazada,
por lo cual el 26 de mayo de 1872 publicó en un periódico, la Norddeutsche
Allgemeine Zeitung, un escrito haciendo propaganda del libro de Nietzsche.
Frente al silencio de los especialistas, un escrito en un periódico casi sólo podía
agravar las cosas.
Y poco después, a finales de rnayo, apareció en Berlín el panfleto de
Wilamowitz, titulado de manera rnordaz, ¡Filologia del futuro! Una
respuesta al libro de Friedrich Nietzsche «El nacímiento de la tragedia».
El folleto ocupa 32 páginas (el libro de Nietzsche tiene 143) y constituye un
ataque frontal a la posición de Nietzsche. No es sólo que Wilamozuitz se
complazca en ir enumerando uno por uno todos los errores (o presuntos errores) de
Nietzsche en el aspecto histórico, sino que lo que él rechaza es la interpretación
de Grecia dada por Nietzsche. El párrafo citado al comienzo, que es el final de
este escrito de Wilamowitz, lo explica con claridad. Nietzsche no se defendió
personalmente. La desagradable tarea fue encomendada a Rohde, aunque Wagner
se apresuró a publicar una Carta abierta a F. Nietzsche en el
mismo periódico en que Rohde habia hecho aparecer su primer escrito. El
entusiasmo de Wagner era comprensible (uno de los muchos motivos de entusiasmo
para Wagner era que el libro no tuviese notas), pero necesariamente tenía que
comprometer todavía más a Nietzsche. Lo que éste necesitaba, si es que lo necesitaba,
era una defensa que viniera de un filólogo. Y aqui es donde radica todo el malentendido.
Hasta el mismo Nietzsche creia que lo que él habia escrito era un libro filológico, y
por eso había puesto debajo de su nombre, en la portada de la obra: «Catedrático
ordinario de filologia clásica en la Universidad de Basilea». Rodhe, en
todo caso, con amistad sacrificada, salió en su defcnsa como filólogo, y publicaría a
finales del año otro planfeto titulado Afterphihilologie [Pseudofilologia]
(Leipzig, 1872), que, con vistas al público, se presentaba como Mensaje de un filólogo a
R.Wagner y que empieza con estas palabras:: «¡Venerado maestro!»
Si el escrito de Wilamowitz no se puede leer sin repugnancia, por el sinnumero de
insultos en él acumulados, el de Rohde no le queda a la zaga, y tal vez lo
supera. Wilamowitz no se calló, sino que contesta una «segunda
parte» de ¡Filología del futuro! (Berlín, 1873), cuyo penúltimo
párrafo dice:
Pues todo el que juzgue sin prejuicios se dará cuenta de que yo he luchado
honestamente, que lo que a mí me importa es el asunto mismo, la verdad. Sin duda que
ésta triunfa sin mi ayuda, y muy pronto la rápida corriente del tiempo arrastrará
consigo tanto estas páginas como las de mis adversarios: sin embargo, no me arrepiento de
haber comenzado y proseguido una lucha que, en verdad, no podía proporcionarme ninguna
fama, ningún provecho, ningún goce, y a la que no me arrastró ninguna necesidad,
ninguna amonestación de fuera, sino la voz del deber, que incita a mantenera en alto la
bandera bajo la que se lucha.
La lectura hoy de las «actas» de aquel pleito, a los cien años justos de haberse
producido es - ya se ha dicho - penosa. Y,sin embargo, también resulta fascinante. Pues
es el ejemplo clásico del desconocimiento del genio, es un arquetipo de lo que sucede y
sucederá siempre cuando, por un malentendido, chocan entre si el filósofo (el
verdadero filósofo) y el erudito. El primero queda y
quedará siempre destruido - por el momento. Lo que añade grandeza a esta querella es la
serena inocencia de Nietzsche al creer que quienes se daban de cuchilladas por su causa
estaban hablando de él o de su obra. Hasta muchos años después, y una vez bajado de la
cátedra, Nietzsche no se dio cuenta de que lo que él habia descrito en su
libro era una vivencia personal, y que lo que él habia expuesto- bajo máscaras
desorientativas: la del filólogo, la del wagneriano, la del schophenhaueriano, - era una
visión correcta del mundo: el pensamiento trágico.
Presentación
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