El anticristo
(Introducción de Andrés Sanchez Pascual)
Duro de roer | Overbeck | Soeur abusive | Ambientales | Manipulación | Maldición |
Podach | Dostoievski | Tolstoi | Renan | El anticristo | Póstumos |
UN HUESO DURO DE ROER:
Cuando el 8 de enero de 1889 Franz Overbeck, el teólogo de Basilea amigo de
Nietzsche, llega a Turín para recoger a éste, caído en la demencia, lo encontró - son
sus propias palabras - «rodeado de montones de papeles». F. Overbeck había realizado el
viaje con la finalidad de salvar a Nietzsche, si todavía era tiempo. Como es bien sabido,
tal curación resultó imposible. Pero de aquellos montones de papeles F. Overbeck logró
rescatar los más importantes y se los llevó consigo a Basilea. Entre ellos se encontraba
precisamente el manuscrito de El Anticristo, cuidadosamente envuelto en un folio.
Al salvar este libro Overbeck salvó la expresión más neta, más enérgica, más
contundente - la clave, junto con los Ditirambos de Dioniso - de la intención última de
Nietzsche. Esta obra, en efecto, piedra de escándalo para todo el que lúdicamente haya
buscado perderse por los laberíntos del pensamiento de Nietzscbe, pero sin atreverse a
llegar nunca hasta el rincón último donde tiene su morada el Mínotauro; esta obra, arma
de combate de católicos contra
protestantes, de protestantes contra católicos, de creyentes contra ateos, de ateos
contra creyentes, de todos contra Nietzsche; esta obra, maldecida, calumniada, injuriada,
exaltada, aplaudida y, sobre todo, malentendida y desconocida, es la conclusión más
coherente, la conclusión necesaria, de todo su camino mental. Si el pensamiento de
Nietzsche no lleva a El Anticristo, no lleva a ninguna parte. Superficiales
resultan todos los intentos de asimilar de Nietzsche tan sólo alguna que otra idea
recogida al azar en sus escritos. Disfrutar, por ejemplo, con el psicólogo refinado que
desenmascara la humano, demasiado humano de las acciones presuntamente nobles; ensalzar al
estilista prodigioso del incógnito idioma alemán, al escritor dueño de todos los
registros de que éste ya disponía y, por encima de eso, al enriquecedor del mismo con
tonos que en él parecían ínalcanzables; encandilarse con su serena e impávida
destrucción de los cimientos del llamado Occidente, como si se estuviera contemplándo la
pintoresca voladura de un castillo de fuegos artifíciales; asistir, en fin, al
«espectáculo» Nietzsche como se asiste a una función de circo, para chismorrear luego
acerca del escalofrío que uno mismo sintió al contemplar las «sombras etruscas», las
«intangibilidades abstractas de la existencia» y, sobre todo, aquel número - ¡oh, el
gran final de fiesta! - en que el pobre payaso usaba con unos «dados inamovibles»: todo
eso acaso esté bien, pero no representa más que un entretenimiento. Quedarse en ello y
no avanzar hasta El Anticristo es, sencillamente, no atreverse a mirar a Nietzsche a los
ojos. Quien quiera vivir a partir de Nietzscbe habrá de roer este hueso de El
Anticristo; y, además, tragarlo. Y no sólo en lo negativo, cosa fácil, sino en lo
positivo. No sólo en el no, sino también en el sí oculto que aquí está encerrado.
Ante la imposibilidad de hacerlo, más de uno ha acabado por arrojar, todo entero, a
Nietzsche.
Introducción
Presetación Anticristo
OVERBECK:
Como ha quedado dicho, fue F. Overbeck quien recogió en Turín, entre
otros papeles, el manuscrito de El Anticristo y lo llevó consigo a Basilea.
Recuperado de la profunda depresión que el hundimiento psíquico de su amigo había
causado en él, se dispuso a ordenar aquellas escrituras, tropezando así con esta obra.
F. Overbeck fue, pues, el primer lector de El Anticristo, y es posible que no
sólo en sentido cronológico haya sido el «primero». En aquel momento, al menos,
ningún lector más capacitado que él para poder comprender su significado. A Peter
Gast, que le preguntaba cuáles eran las obras que Nietzsche había dejado
concluidas, le respondió con estas líneas, pertenecientes a una carta escrita el 4 de
febrero de 1889:
«... De la Transvaloración de todos los valores en especial, no
hay completo, efectivamente, más que el libro primero, envuelto también él en un folio
blanco, con este título
El Anticristo
Transvaloración de todos los valores
La segunda línea está tachada y sustituida por las palabras, 'Maldición sobre el
cristianismo', las cuales, por desgracia, dejan oír otra vez el cínico acento con que en
sus últimas cosas Nietzsche, en un cierto crescendo, se ha hecho a sí mismo, creo yo, no
menor violencia que a los demás; en esas palabras paréceme reconocer los mismos trazos
que se muestran en los breves manifiestos que, según parece, envió en el primer día de
su locura a muy diversos sitios, también a nosotros, a usted, y a mí... Por el momento
no estoy en condiciones de estudiar con detalle los papeles, tampoco de proceder a una
lectura de El Anticristo, cuya muy detallada crítica, también del Antiguo y Nuevo
Testamento, yo leeré con tenso interés, en lo que respecta al último punto ...
Cinco semanas más tarde, tras la lectura de la obra, Franz Overbeck
escribe al mismo destinatario otra carta, en la que se contiene el primer juicio sobre El
Anticristo. Dice así:
«... Para asegurar esta obra contra todo riesgo, en lo que de mí dependa, he hecho
una copia completa... puede usted imaginarse que en ella el cristianismo es tratado como
Marsias por Apolo. No su fundador - todas las tentativas anteriores de hacer de él una
figura humana aparecen ridículamente abstractas y sólo como una ilustración de una
dogmática racionalista si se las compara con la hazaña de Nietzsche y su manera de hacer
surgir, de lo original de la persona, también lo humano de la misma - ; pero sí todo lo
que viene después. En especial, la concepción que Nietzsche tiene del cristianismo me
parece demasiado política, por así decirlo, y la equiparación cristiano-anarquista
paréceme descansar en una apreciación históricamente muy discutible de lo que el
cristianismo fue 'en realidad' en el Imperio Romano. El 'movimiento budista de
paz' iniciado originariamente por Cristo, según Nietzsche, lo continuó siendo, a
mi parecer, también el cristianismo subsiguiente, en mayor medida de lo que Nietzsche
supone. Pese a todo, El Anticristo no deja de ser un monumento único que ilumina
esencialmente también las ideas propias de Nietzsche sobre este objeto, expresadas hasta
ahora de manera dispersa.»
La SOEUR ABUSIVE:
La copia de El Anticristo hecha por F.
Overbeck -ahora en la Universidad de Basitea- le sirvió a éste para, desde el
primer instante, comprender a Nietzsche mejor que nadie en su tiempo. El manuscrito mismo
de la obra lo envió más tarde a Peter Gast. Y éste, el 13 de noviembre de 1893, hizo
entrega del mismo a la hermana de Nietzsche. Desde ese instante este escrito, al igual que
todos los demás póstumos, quedó secuestrado por la que ha sido denominada «soeur
abusive» (Richard Roos). La decisión de dar a conocer o no esta obra inédita de
Nietzsche y la manera de llevar a cabo su publicación, iban a estar encomendadas, por
tanto, a la funesta hermana. Podría suponerse que acaso ésta, asustada por los juicios
del libro, que culminan en una solemne maldición, se decidiría a no publicarlo, al menos
por el momento.
FACTORES AMBIENTALES:
Para comprender todos los avatares en la
publicación y manipulación del Anticristo de Nietzsche, es preciso tener en cuenta
varios factores ambientales, cuyo peso era incomparablemente mayor entonces que hoy.
En primer lugar, Níetzsche era hijo de un clérigo protestante; su madre, viuda,
mujer piadosa y respetada, vivía aún, rodeada por la «virtud» de una pequeña ciudad
levítica, y necesariamente había de sufrir las consecuencias de la publicación de tal
obra de su hijo; la misma hermana de Níetzsche, Elísabeth Förster-Nietszche, basaba
hipócritamente su nauseabundo y militante antisemitismo en la defensa de los «valores
cristianos» y andaba solicitando por aquel entonces donaciones de dinero para construir
una capilla en Paraguay.
En segundo lugar, Nietzsche acababa de caer en la locura, había estado en dos
manicomios, el de Basitea y el de Jena, y, dado de alta, vegetaba tristemente en una
parálisis progresiva. Su demencia había provocado sensación en toda Europa, y acerca
del origen de la enfermedad corrían mil chismes y rumores. Uno de sus más queridos
discípulos de Basilea lo visitó en el manicomio de Jena, y al ver en la tablilla colgada
junto a la cama la causa de la enfermedad: «sífilis», volvió indignado a casa y tuvo
el ridículo gesto de arrojar al fuego una amplísima colección de cartas recibidas de
Nietzsche en otro tiempo. En esas circunstancias, la publicación de El Anticristo iba a
servir inevitablemente para que todos los predicadores -los predicadores de púlpito y de
Periódico, de cátedra y de despacho - lanzasen su autocomplacida condena: «¡justo y
merecido castigo de Dios!»
En tercer lugar -y esto lo vio con gran agudeza F. Overbeck -los apresuramientos
y agitaciones en el aprovechamiento de la herencia inédita de Nietzsebe iban a perjudicar
necesariamente su influencia y a crear confusión. Overbeck, que conocía bien el ambiente
intelectual de su época, creía en el futuro de Níetzscbe y estaba convencido de que su
momento llegaría. Por eso se inclinaba por la calma y la mesura. El Anticristo no
podía dejar de ser malentendido entonces.
MANIPULACIÓN:
Pese a todo lo anterior, Elisabeth Föster-Nietzsche decidió editar la
obra lo más pronto posible.
El año 1895 la entregó al público. Para quien de los actos sepa inferir conclusiones
sobre los actores, esta enigmática decisión arroja una luz muy clara sobre el alma de
aquella enigmática mujer. En todo caso hoy debemos estar agradecidos a su resolución.
Que ella supiera sobreponerse a todas las razones antes mencionadas, que, impertérrita,
mandase publicar estas páginas: eso la honra. Es decir, la honraría si, en aquella
«cámara de los tormentos» que fue siempre el Archivo Nietzsche para los
papeles inéditos del hombre con cuyo apellido se honraba, El Antícristo no
hubiese sido sometido a una refinada manipulación. Con una pedantería insufrible el
manuscrito de El Anticristo, que Níétzsche había dejado perfectamente limpio
para la imprenta, fue examinado letra por letra. Algunas palabras fueron eliminadas;
algunos párrafos, suprimidos; algunas frases, retocadas; las citas bíblicas, corregidas
cuando la memoria de Nietzsche parecía haber tenido un fallo.... Pero todos esos abusos
parecen pequeños y pierden interés al compararlos con lo realmente grave: la
sistemática manía de hacer creer al público que Nietzsche había dejado, más o menos
completa, una obra magna, llamada Transvaloración de los valores o La voluntad de
poder, cuya «Primer libro» sería precisamente El Anticristo. La
aclaración de este problema es decisiva para comprender los meses finales de la vida
lúcida de Nietzsche y el sentido que él quiso dar a sus últimas acciones por escrito.
No existe, ciertamente, la menor duda de que, durante bastante tiempo, Nietzsche tuvo el
propósito de escribir una obra en cuatro libros titulada La voluntad de poder.
Incluso llegó a anunciarla públicamente en dos ocasiones. Lo hizo por vez primera en la
contracubíerta de la prímera edición de Más allá del bien y del mal (1886). En ella
aparece una lista de las obras de Nietzsche, redactada indudablemente por él. Tras la
enumeración cronológica de los escritos ya publicados, se anuncia, entre las «Obras en
preparación», la siguiente: «La voluntad de poder. Ensayo de una transvaloración de
todos los valores. En cuatro libros». Por segunda vez es anunciada esa obra dentro del
texto mismo de La genealogía de la moral (1887). En el § 27 del tratado tercero de ese
escrito puede leerse lo siguiente: «Estas cosas las abordaré con mayor profundidad y
dureza en otro contexto (con el titulo Historia del nihilismo europeo; remito para
ello a una obra que estoy preparando: La voluntad de poder. Ensayo de una transvaloración
de todos los valores ).»
Está claro, pues, que Nietzsche tuvo la intención de escribir una obra para la
que disponía de un título y un subtítulo. Desde varios años atrás venía acumulando
para la misma una gran cantidad de materiales, que sometió a diversas reelaboraciones. A
mediados de febrero de 1888 le comunicaba a su amigo Peter Gast que había dado cima a una
«primera redacción», y añadía: «En conjunto ha sido una tortura. Además, no he
tenido todavía ánimos para hacerlo. Dentro de diez años lo haré mejor ... »
Nietzsche se encontraba totalmente insatisfecho con sus apuntes, pues, al parecer, no
conseguía dominarlos. El 26 de agosto de ese mismo año traza en Sils-Maria un último
plan de La voluntad de poder. Después, la abandona definitivamente, y en los cuatro meses
de vida lúcida que aún le quedan no vuelve a aparecer ninguna obra con ese título. Lo
menos que puede afirmarse, en consecuencia, es que Nietzsche decidió no publicar obra
alguna así titulada, como más tarde hicieron los editores.
Desaparecido el título, lo que antes era subtítulo pasa a ocupar su lugar. Nietzsche
reorienta sus propósitos literarios, y lo que ahora parece querer redactar es otra obra:
Transvaloración de todos los valores. El testimonio de este giro de su pensamiento
aparece en un folio escríto unos días más tarde, cuyo texto es el siguiente:
Transvaloración de todos los valores
por
Friedrich Nietzsebe
1. Nosotros los hiperbóreos.
2. El problema de Sócrates.
3. La razón en la filosofía.
4. Cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose en una fábula.
5. Moral como contranaturaleza.
6. Los cuatro grandes errores.
7. Con nosotros - contra nosotros.
8. Concepto de una religión de la décadence.
9. Budismo y cristianismo.
10. De mi estética.
11. Entre artistas y escritores.
12. Sentencias y flechas.
Todo conocedor de la obra de Nietzsche advertirá que los epígrafes numerados con las cifras 2, 3, 4, 5, 6 y 12 son los títulos exactos de otros tantos capítulos de Crepúsculo de los ídolos. De la Transvaloración de todos los valores Nietzsche extrae, por tanto, más de la mitad del material en que se articulaba, y lo publica por separado. Quiere que ese Crepúsculo de los ídolos sea «una especie de iniciación, algo que abra el apetito para mi Transvalorización de los valores» (carta a Gast del 12 de septiembre de 1888).
Nietzsche no ha desistido, pues, de llegar a concluir su Transvalorización. Eliminado, por la publicación de parte de su contenido en obra aparte, el primer plan recién citado, Nietzsche procede a efectuar una nueva reestructuración, que articula en cuatro libros. De ellos el primero llevará este título: El Anticristo. Ensayo de una crítica del cristianismo.
En las pocas semanas de que Nietzsche aún dispone antes de hundirse en el silencio,su capacidad de trabajo adquiere una aceleración frenética. El 30 de septiembre Nietzsche logra terminar El Anticristo, que en ese momento es todavía el «libro primero» de la Transvaloración. Incluso llega a esbozar una cuidadísima portada para el mismo, en que lo califica de ese modo. Pero, más tarde, a medida que Nietzsche va aproximándose a su final, sus ideas acerca de su obra literaria cambian totalmente. La Transvaloración de todos los valores había sido pensada como una obra teórica, de amplia envergadura y dilatado desarrollo. Llega un momento, sin embargo, en que Nietzsche piensa que ya no es hora de teorías y decide quemar etapas. Lo que antes era una parte de la obra se transforma en su totalidad. Abandona el propósito de publicar la Transvaloración en cuatro libros y convierte El Anticristo en la totalidad de la Transvaloracíón. Con ese fin traza una nueva portada: y a Georg Brandes le escribe así a principios de diciembre:
«Dentro de tres semanas daré órdenes de que se imprima como
manuscrito El Anticristo. Transvaloración de todos los valores; permanecerá
completamente escondído; me servirá de edición para la agitación.»
MALDICIÓN SOBRE EL
CRISTIANISMO:
Y cuando al final Nietzsche ha convocado en Roma
un congreso de casas reinantes europeas, con exclusión de los Hohenzollern; cuando ha
escrito a la Casa de Baden; cuando se ha dirigido «a mi querido hijo Umberto», rey de
Italia, y «a mi querido hijo Mariani», cardenal secretario de Estado del Vaticano;
cuando ha dispuesto «fusílar al emperador alemán y a todos los antisemitas» y ha
redactado su «Ultima consíderacíón», en que dice: - - después de que el viejo
Dios ha sido eliminado, sólo estoy dispuesto a gobernar el mundo»:
en ese momento Nietzche toma una decisión totalmente lúcida y consecuente: borra de un
trazo el subtítulo «Tránsvalorización de todos los valores» y bajo él escribe lo
siguiente: «Maldición sobre el cristianismo. »
Los datos señalados eran perfectamente conocidos por los editores del Archivo
Nietzsche, los cuales disponían de la totalidad de los papeles que dan testitnonio
de ellos. Pero su ridículo capricho de fabricar un Nietzsche a su manera los llevó a no
respetar las decisiones de éste. Era Nietzsche quien debía obedecer y someterse a los
propósitos de los editores; y así, éstos jamás llegaron a publicar El Anticristo con
su verdadero subtítulo ni a devolver a la obra las palabras y frases que le habían
sustraído.
Es cierto que quienes, fuera del Archivo Níetzsche, llegaron a conocer algunos
de estos detalles los dieron a la publicidad en la medida de sus posibilidades. En el
número de enero de 1906 de la revista berlinesa Neue Rundschau C. A. Bernoulli
publicó las antes citadas cartas de F. Overbeck a P. Gast, que muestran cuál es el
verdadero subtítulo de El Anticristo. Y Hofmiller, en un amplísimo trabajo
titulado sencillamente «Níetzsche», aparecido en la revista muniquesa Süddeutsche
Monatshefte (noviembre de 1931), comunicó a los lectores algunas de las mutilaciones
de esta obra. Los editores, sin embargo, ignoraron estas revelaciones, y la falsificada
«edición canónica» continuó imprimiéndose una y otra vez.
ERICH F. PODACH
Fue necesario esperar a que la hermana de Nietzsebe muriese y a que
el Tercer Reich desapareciese para que los manuscritos de Nietzsche fueran puestos
libremente a disposición de los investigadores. En 1961 - es decir, setenta y tres años
después de escrita esta obra - publica Erich F. Podach su fundamental libro: Nietzsches
Werke des Zusammenbruchs. El libro de Podach marca un hito en la historia de las
ediciones nietzscheanas. En torno a él se entabló una desaforada polémica; pero hay en
esta publicación un mérito que resulta inatacable. Por vez primera hace Podach algo
tan sencillo y obvio como lo siguiente: tomar en sus manos unos manuscritos de
Nietzsche y publicarlos tal como fueron dejados por su autor. En, su edición Podach
mostró que el texto de El Anticrísto había sufrido otras manipulaciones,
además de las ya sabidas, y dio a conocer por vez pritnera la «Ley contra el
cristianismo con que esta obra concluye. Una vez sacado El Anticristo de la
falsa perspectiva en que los editores antiguos lo habían situado, la lectura crítica de
esta obra está resultando extraordinariamente fecunda. Esa lectura destaca cada vez más
lo que en ella hay de afirmación en la negación y contribuye así a profundizar en la
herencia nietzscheana.
El problema de las influencias:Dostoievski
Los vicios editores no se limitaron sólo a intervenir de
un modo directo en el texto de El Anticristo. Sobre él ejercieron además una
segunda distorsión; ésta fue indirecta y consistió en silenciar de forma totalmente
innecesaria una serie de hechos que, conocidos a su debido tiempo, habrían evitado muchas
discusiones inútiles.
Los adversarios de El Anticristo se contentaron al principio con los habituales
rayos y centellas. El portavoz máximo de esa forma de ataque fue el psiquiatra
Moebius. Más tarde la campaña en contra perdió tosquedad. Se quiso mostrar que, en
realidad, Nietzsche no había hecho aquí otra cosa que amalgamar ideas tomadas de otros.
Ante esas insinuaciones, el Archivo Nietzsche cerró sus puertas más
herméticamente que nunca. Excepto algunas, las obras leídas, estudiadas y extractadas
por Nietzsche durante la preparación de este libro fueron indudablemente eliminadas de su
biblioteca personal, pues luego no han aparecido. Y en cuanto a los apuntes tomados por
Nietzsche de ellas, un silencio absoluto cayó sobre los mismos. No fueron editados ni
mencionados jamás.La manera de plantear el problema era ridícula: a los presuntos
atacantes y a los sedicentes defensores los unía el gusto por las trivialidades
intelectuales. Ante.esta obra, construida de una sola pieza y en un solo aliento, haber discutido la cuestión de la «originalidad» de Nieizsche se
nos aparece hoy como un argumento más en favor de la naturaleza «intempestiva» de
éste. Por otro lado, la edición de esos apuntes por vez primera en 1970 (en el tomo VIII
2 de las Obras de Nietzsche publicadas por la editorial Walter de Gruyter y dirigida por
G. Colli y M. Montínari) ha venido a demostrar lo que ya podía adivinarse: que la
independencia de Nietzsche destaca más aún al comprarlo con eí transfondo desde el que
parte.
Los cuatro autores de los que Nietzsche extrajo sugerencias directas para este escrito
fueron: Dostoievski, Tolstoi, Renan y Julius Wellhausen. Los nombres de los tres
primeros aparecen en el texto de la obra. Como suele suceder, Nietzsebe era menos
nietzscheísta que sus autonombrados guardianes.
La novela de Dostoievski Demonios (leída por Nietzsche en Niza en traducción
francesa: Les Possédés, París, 1886, durante los primeros meses de 1888) le
proporcionó sobre todo el concepto de Dios como «atributo de la nacionalidad». Esta
sugerencia se unió a la procedente de la obra del famoso orientalista J. Welthausen:
Prolegomena zur Geschichte Israels [Prolegómenos a la historia de Israel],
Berlín, 1887, sobre la historia del texto del Antiguo Testamento. Con ambas, Nietzsche
pudo ver prefigurada en la manipulación de que hicieron objeto los sacerdotes judíos al
texto del Antiguo Testamento, lo que más tarde sería la acción del rabíno Pablo con la
vida de Jesús, Pero Dostoievski tuvo una influencia más importante aún sobre
Nietzsche. En las novelas de aquél descubrió éste la descripción más exacta de la
comunidad cristiana primitiva. En ellas respiró el aire que allí tuvo que existir. El
tono de familiaridad con que Nietzsche habla de esos hechos, cual sí hubiera asistido a
ellos, le viene facilitado por el novelista ruso. El fue la ventana por la que Nietzsche
pudo contemplar, fascinado y asqueado, aquel espectáculo. Dostoievski, por fin, le
procuró a Nietzsche las palabras «idiota» e «idiotísmo», tan repetidas en El
Anticristo. Si se hubiera conocido a su debido tiempo la influencia de Dostoíevski
sobre Niezsche y se hubiera sabido que el arquetipo del «idiota» es el príncipe
Mischkin de la novela de Dostoievski («una mezcla de sublimidad, enfermedad e
infantilismo», como dice Nietzsche en una ocasión), los alemanes no se habrían
irritado tanto al leer que Nietzsche calificado a Kant de «idiota», ni los cristianos
habrían hecho tales aspavientos al enterarse en 1931 - no antes, pues bien se había
cuidado la hermana de mutilar esa frase -de que también Jesús era llamado de igual
modo. O tal vez la indignación de unos y otras habría sido mayor aún.
EL PROBLEMA DE LAS INFLUENCIAS:Tolstoi
Tolstoi, por su parte, del cual Nietzsche leyó,
también en Niza y también en los primeros meses de 1888, un libro en traducción
francesa (Ma religion, París, 1885), fue el que le sugirió la equiparación
entre el cristiano primitivo y el anarquista; el que le dio asimismo la famosa fórmula de
los cinco mandamientos; y el que llamó además su atención sobre la frase evangélica
«no resistáis al mal», a partir de la cual Nietzsche construye la base fisiológica de
Jesús.
El PROBLEMA DE LAS INFLUENCIAS:Renan
En cuanto a Renan, el estudio por
Nietzsche de su Vie de jésus (París, 1883) le hizo ahondar más, por
contraposición, en lo recibido de Dostoievski. El civilizado idilio descrito por Renan,
en el que Jesús aparece como un «héroe» y como un «genio», provoca la ira de
Nietzsebe, quien califica a Renan de «bufón en cuestiones psicológias».Si aquí han sido
recordados estos detalles, se debe únicamente a que son hechos históricos, hoy
comprobados, que sería necio callar. Pero la manera como Nietzsche asimila las
sugerencias de las obras citadas, que él leyó de manera simultánea, y el modo como
combina esas sugerencias y se sirve de ellas poniéndolas al servicio de su intención
propia, muestran que carece de sentido hacer una cuestión de la «originalidad» de
Nietzsche.
Quién es el Anticristo
Por extraño que pueda parecer, durante
muchos años los lectores de esta obra no se detuvieron a pensar, ni antes ni después de
su lectura, en algo que aparece en la portada.- la palabra Anticristo.. Bajo el prejuicio
del Anti-, y en la creencia de la negatividad de este escrito, su sentido fue ignorado y
la obra utilizada como un proyectil.
J. Salaquarda ha señalado recientemente que el Anticristo es un «proceso», y
ha puesto de relieve que ese proceso tiene un origen -que es a la vez su meta-, tiene unos
caminos de realización, y tiene también, a lo largo de ese camino, unos obstáculos con
que tropieza que es preciso superar. De los tres componentes del proceso, el último
nombrado es obviamente el menos importante. Sin embargo, ha sido en realidad el único que
se ha sabido ver y el único en que las miradas han quedado hipnóticamente fijadas y
detenidas. Es cierto que se ha de comenzar por él, pero un «comienzo» no quiere decir
un «origen». La destrucción de los valores que impiden el surgimiento del espíritu
libre no puede ser considerada como una meta última y ni siquiera como muy importante.
Quedarse en la negación es recaer en lo negado. Todos los románticos acaban igual, dice
Nietzsche al final de su «Ensayo de autocrítica» de El nacimiento de la tragedia.
Con su modo de expresarse, tan lleno de segundos y de cuartos y de séptimos sentidos, el
mismo Nietzsche ha contribuido no poco a que lectores poco alertas cayesen en el engaño.
Oigámosle:
«Mi fórmula para decir esto es la siguiente: el Anticristo es la
lógica necesaria en la evolución de un cristiano auténtico; en mí el cristianismo se
supera a sí mismo.»
Fragmento póstumo de octubre-noviembre de 1888.
«Yo soy el Antiasno par excellence, y, por tanto, un monstruo en la
historia universal; yo soy, dicho en griego, y no sólo en griego, El Anticristo ...»
Ecce homo, esto es, un libro cuyo título es, como ve sabe, una
expresión que hace referencia a Cristo.
«Ese hombre del futuro, que nos redimirá del ideal existente hasta
ahora y asimismo de lo que tuvo que nacer de él, de la voluntad de la nada, del
nihilismo, ese toque de campana del mediodía y de la gran decisión, que de nuevo libera
la voluntad, que devuelve a la tierra su meta y al hombre su esperanza, ese Anticristo y
Antinihilísta, ese vencedor de Dios ,y de la nada - alguna vez tiene que llegar ...
»
La genealogía de la moral.
Los dos primeros textos son bastante unidimensionales y casi se agotan
en la negatividad. El tercero, en cambio, encierra en pocas líneas la totalidad del
proceso. El paso primero - ¡no el último! - consiste en la «redención del ideal
existente hasta ahora» -y, por tanto, en la redención también de lo que ese ideal
encierra en su seno: la nada, el nihilismo. El paso primero consiste en ser «vencedor de
Dios y de la Nada», en ser un «Anticrísto y Antinihilista». Pero quedarse en esa
victoria y en ese anti lleva, más tarde, o más temprano, a rendirse ante lo negado.
Es preciso avanzar por ese camino y «liberar de nuevo la voluntad», «devolver a la
tierra su meta» y «devolver al hombre su esperanzas. Es preciso -lo dice Níetzsche en
el apartdado 347 de La gaya ciencia - que «el sí oculto en nosotros, amigos míos,
sea más fuerte que todos los noes y todos los tal vez de que vosotros, junto con vuestra
época, estáis enfermos».
¿Quién es el verdadero Anticristo? Pero si ya ha quedado dicho: es ese toque de
campana del mediodía y de la gran decisión. Nietzsche escribió sólo el «primer
libro» de El Anticristo. Pero el segundo y el tercero están por escribir; y,
con mayor motivo, por ejecutar.
FRAGMENTOS PÓSTUMOS:
«Inéditos», en el sentido de no editados por Nietzsche, son,
evidentemente, todos los papeles
por él escritos, pero que
no había mandado editar aún cuando se hundió en la locura. Hay, sin embargo, una diferencia esencial entre los escritos no-editados,
pero sí destinados a la edición (ejemplos: El Anticristo o Ditirambos de Dioniso), y los escritos no editados y no destinados a la edición en la forma en que se
encuentran. Los primeros merecen, desde luego, el nombre de inéditos, pues se sabe con
certeza que Nietzsche pensaba editarlos en la forma en que están redactados
(independientemente, claro está, de tas eventuales modificaciones que hubiera podido
introducir a última hora). En cuanto a los segundos, ningún editor responsable los ha
caificado jamás con cita palabra que pudiera traducirse por «inéditos». En alemán la mejor
edición existente los llama: Nachgelassene
Fragrnente [Fragmentos póstumos]; en italiano, esa misma edición lleva este
título: Frainmenti postumi. Y lo mismo ocurre en francés. Por eso es preferible
denominar «fragmentos
póstumos» a aquellos
papeles escritos por Nietzscbe en muv diversas épocas de su vida, pero que no destinó a
la publicación en esa forma. Al llamarlos «póstumos» y no «ínéditos», se subraya así que esa redacción no
estaba «destinada» a ser editada.
Innecesario es decir que la importancia de estos papeles póstumos es capital. Pero no porque nos revelen siempre
imágenes, pensamientos, relaciones que no pudiéramos conocer también por otros escritos
publicados por Nietzsche
mismo. Hay casos, ciertamente, en que eso ocurre, y entonces su importancia se acrecienta
más aún. Son aquellos papeles de cuyo contenido Nietzsche nunca hizo uso público. Pero aun en los casos en que Nietzsche
haya sublimado (aufgehoben) estilísticamente esas primeras versiones y haya
comunicado públicamente su contenido, tales fragmentos póstumos ofrecen un interés considerable. Al disponer de ellos disponemos de una misma escritura realizada en niveles
distintos. Pues, hora es de decirlo, esos papeles se encuentran por debajo de su versión destinada a ser entregada al
público.
Por debajo de: en dos sentidos antitéticos. En primer lugar, porque ningún lector que haya tenido acceso a los textos
originales puede dejar de advertir la diferencia estilística entre ambas escrituras. La
redacción destinada al público ha pasado por las manos del Nietzsche «artista»; ha adquirido la brillantez literaria que
caracteriza a sus escritos; ha sufrido, en suma, un proceso retórico. El nudo fragmento
póstumo tiene, por el contrario, un ritmo mucho más ajustado a la marcha del
pensamiento; carece de la elaboración distanciadora - de las «galas literarias». Tal sería el sentido «negativo» del por debajo de. Mas, junto a él, aparece un sentido eminentemente positivo. Los
fragmentos póstumos están por debajo de su versión hacia el exterior porque constituyen
su base, su punto de apoyo
y, en muchas ocasiones, su aclaración y su sentido. Hállanse mucho más cerca de la carne
intelectual de Nietzsche. No han quedado distanciados aún de su autor. No tienen autor,
son su autor. En este segundo
sentido los fragmentos póstumos nos acercarían mucho
más al Nietzsche verdadero. Los escritos dados a la publicidad quedarían así desvalorizados, como una especie
de proyección engañosa y retórica, puramente externa, de algo que, como asegura su
autor, fue escrito con sangre.
La cuestión así planteada nos lleva a estas Preguntas: ¿Qué valor tiene lo «escrito
para sí» a diferencia de lo «escrito para otros»? ¿De qué criterio hay que servirse
para encontrar la «verdad» de la escritura? Los libros editados por Nietzsche mismo:
¿son modos suyos de burlarse del lector?, ¿son espejismos, son máscaras tras las cuales
se oculta su pensamiento?, ¿son engaños conscientemente desorientadores? Y si lo fueran,
¿no tendríamos nosotros que burlarnos entonces de esas obras, que reírnos de ellas, que
desandar el camino por el que la retórica los ha ido alejando de su punto de origen y,
pertorando incluso éste, llegar hasta nosotros? Mas, para ese recorrido hacia atrás o
hacia abajo, ¿son indispensables esos hitos de camino constituidos por los póstumos? Con
fragmentos póstumos o sin ellos, ¿no hemos de romper siempre, en cualquier caso, el
hielo retórico y efectista en que el pensar se ha congelado? ...... - ¿cómo se ha de
leer a un autor que ha dejado fragmentos póstumos?