PRÓLOGO DE ZARATUSTRA
1
Al cumplir los treinta años Zarathustra
abandonó su patria y los lagos de su patria, y se retiró a la montaña. Alli podía
gozar de su espíritu y su soledad, y asi vivió durante diez años, sin fatigarse. No
obstante, al fin su corazón experimentó un cambio.
PARÁBOLA SOLAR
Cierta mañana en que se levantó con la aurora naciente, se encaró con el
Sol y le dijo:
¡Oh, Tú, Gran Astro, Si te faltasen aquellos a quienes iluminas, ¿qué seria de tu
felicidad? Durante diez años, día tras dia, has comparecido ante la boca de mi cueva: de
seguro que ya te habrías cansado, tanto de tu luz como de tu girar eterno, a no ser por
mi, por mi águila y mi serpiente. Pero nosotros te aguardábamos todas las
mañanas, recibíamos de ti lo que te sobraba, y te bendecíamos con agradecimìento.
Pues bien: ya estoy hastiado de mi sabiduria, como lo están las abejas que han acumulado
un exceso de miel. Yo necesito manos que se tiendan hacia mi.
Yo desearía otorgar y repartir mercedes, hasta que los sabios entre los hombres volvieran
a gozar de su locura, y los pobres a gozar nuevamente de su riqueza.
Para ello debo hundirme en mi ocaso, al igual que lo
haces tú cuando cae el día. ¡Oh Astro, pletórico de riqueza! Cuando te ocultas tras
los mares llevas la claridad y la luz a los mismísimos infiernos. ¡Bendíceme, pues,
Apacible Ojo, ya que puede contemplar sin envidia cualquier dicha, por grande que sea!
Bendice también la copa que intenta desbordarse. ¡Ojalá fluya de ella el agua de oro,
esparza por doquier, aroma delicioso y los reflejos de tu alegría!
Mira: esa copa quiere vaciarse, y Zarathustra quiere volver a ser hombre.
Y así comenzó el descenso de Zarathustra.
EL ANCIANO ANACORETA Y LA MUERTE DE DIOS
Zarathustra descendió de la montaña completamente solo, sin topar con
nadie en su camino. Pero, a poco de haberse internado en el bosque, se halló de
imprevisto con un anciano que acababa de abandonar su
santa choza para recoger raíces por el bosque. Y el anciano habló a Zarathustra de este
modo:
«No me resultas desconocido, viajero: pasaste por aquí mismo, muchos años ha. Te
llamabas Zarathustra, y has cambiado mucho. Entonces subías hacia la montana tus cenizas: ¿es que intentas ahora bajar tu fuego al valle?
¿Acaso no temes las penas que se aplican a los incendiarios?
Sí, con seguridad te conozco, Zarathustra. Tus ojos son puros, y en los rasgos de tu boca
no hay expresión de nausea. No parece sino que vienes
bailando.
Zarathustra ha cambiado, se ha hecho niño. Zarathustra está muy despierto. ¿Tienes tú, acaso, algo que ver con los
que duermen?.
Al igual que en el mar, vivías en la soledad, y el mar te sustentaba.¡Ay, infeliz de ti!
¡Ahora quieres pisar suelo firme! ¡Ay de ti, que quieres camínar por tu propio
pie! ¿Intentas quizá arrastrar tu cuerpo de nuevo por ti mismo?
Zarathustra respondió:
Yo amo a los hombres.
Y el santo dijo:
Y ¿para qué bajé yo al bosque y fui en busca del desierto? ¿Acaso no fue porque amaba
demasiado a los hombres? Mas ahora amo a Dios: ya no amo a los hombres. El hombre es, a mi
ver, una realidad imperfecta. El amor a los hombres me mataría.
Zarathustra replicó:
«Yo no hablo meramente de amor. Yo traigo a los hombres un presente.
«No les traigas nada -dijo el santo-, antes bien, quítales algo; y ayúdales, si en algo
puedes, mientras a ti te convenga: nada les irá mejor.Y si algo quieres dar, no les des
más que alguna limosna; y espera a que te la pidan.»
«No -contestó Zarathustra-, yo no doy limosnas. No soy lo bastante pobre como para dar
limosnas.»
El santo sonrió al oír aquellas palabras, y prosiguió: Veremos si es que aceptan tus
regalos. Pues desconfían mucho de los anacoretas o de los solitarios, y nunca creen a
quienes les llevamos presentes. Nuestras pisadas les suenan a excesivamente solitarias en
plena calle. Y cuando por la noche están acostados y oyen los pasos de algún hombre
mucho antes de que el sol haya salido, suelen preguntarse: ¿A dónde vá ese ladrón?
¡No vayas a hundirte entre los hombres! ¡Quedate en el bosque¡ Antes que con ellos,
¡vete con las bestias ¿Por qué no ser lo que soy yo, un oso entre los osos, un pájaro
entre los pájaros?
·Y ¿que hace el santo en el bosque?, preguntó Zarathustra.
A lo que el santo contestó: Compongo canciones y las canto. Mientras hago esas canciones,
rio, lloro y murmuro; y asi es como alabo al Señor. Entre cantos y lágrimas, risas
y murmullos, alabo al Señor mi Dios. Pero, veamos, ¿qué presente es ese que nos
traes?
Al oir Zarathustra esas palabras, se inclinó ante el anciano, y dijo: ¿Qué es lo que yo
podría daros? ¡Será mejor que me dejéis partir cuanto antes no vaya a quitaros
algo!
Y asi se separaron uno de otro, el anciano y el hombre, riéndose como dos chiquillos.
Cuando Zarathustra estuvo solo, vino a decirle a su corazón: ¿Será posible? Ese santo
varón, metído ahi en su bosque, ¡no ha oído aún que
Dios ha muerto!
ZARATHUSTRA ANUNCIADOR DEL SUPERHOMBRE
Cuando Zaratustra llegó a la primera ciudad, situada al borde
de los bosques, encontró reunida en el mercado una
gran muchedumbre: pues estaba prometida la exhíbición de un volatinero y Zaratustra
habló así al pueblo:
Yo os enseño el superhombre. E1 hombre es algo
que debe ser superado.¿Qué habéis hecho para superarlo?
Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de sí mismos: ¿y queréis ser
vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al animal más bien que superar al
hombre?
¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa y justo eso es
lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa.
Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el hombre, y muchas cosas en
vosotros continúan siendo gusano. En otro tiempo fuisteis monos, y también ahora es el
hombre más mono que cualquier mono.
Y el más sabio de vosotros es tan sólo un ser escindido, híbrido de planta y fantasma.
Pero ¿os mando yo que os convirtáis en fantasmas o en plantas?
¡Mirad, yo os enseño el superhombre!
El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el
sentido de la tierra!
Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tiera: y no creáis a quienes os
hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.
Son despreciodores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la
tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!
En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él
han muerto también esos delincuentes. ¡ahora lo más horrible es delinquir contra la
tierra! y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra!
En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: ese desprecio era entonces lo más
alto: - el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del
cuerpo y de la tierra.
Oh, también esa alma era flaca, fea y famélica: ¡y la crueldad era la voluptuosidad de
esa alma!
Mas vosotros también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia vuestro cuerpo de vuestra
alma? ¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y un lamentable bienestar?
En verdad, una sucia corriente es el hombre. Es necesario ser un mar para poder recibir
una sucia corriente sin volverse impuro.
Mirad, yo os enseño el superhombre: él es ese mar, en él puede sumergirse vuestro gran
desprecio.
¿Cuál es la máxima vivencia que vosotros podéis tener? La hora del gran desprecio. La
hora en que incluso vuestra felicidad se os convierta en náusea y eso mismo ocurra con
vuestra razón y con vuestra virtud.
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi felicidad! Es pobreza y suciedad y un
lamentable bienestar. ¡Sin embargo, mi felicidad debería justificar incluso la
existencia!
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi razón! ¡Ansía ella el saber lo mismo que el
león su alimento! ¡Es pobreza y suciedad y un lamentable bienestar!»
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi virtud! Todavía no me ha puesto furioso.
¡Qué cansado estoy de mi bien y de mi mal! ¡Todo esto es pobreza y suciedad y un
lamentable bienestar!»
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi justicia! No veo que yo sea un carbón
ardiente ¡Mas el justo es un carbón ardiente!
La hora en que digáis: «¡Qué importa mi compasión! ¿No es la compasión acaso la
cruz en la que es clavado quien ama a los hombres! Pero mi compasión no es una
crucifixión.»
¿Habéis hablado ya así? ¿Habeis gritado ya asi? ¡Ah, ojala os hubiese yo oído ya
gritar así!
¡No vuestro pecado - vuestra moderación es lo que clama
al cielo, vuestra mezquindad hasta en vuestro pecado es lo que clama al cielo!
¿Dónde está el rayo que os llama con su lengua? ¿Dónde la demencia que habría que
inocularos?
Mirad,yo os enseño al superhombre: ¡el es ese rayo, él es esa demencia!
Cuando Zaratustra hubo hablado asi, uno del pueblo gritó: Ya hemos oído hablar bastante
del volatinero; ahora, ¡veámoslo también!» Y todo el pueblo rió de Zaratustra. Mas el
volatinero, que creyo que aquello iba dicho por él, se puso a trabajar.
Mas Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló Luego habló así.
El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre,- una cuerda sobre un
abismo
Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un
peligroso estremecerse y pararse.
La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede
amar es que es un tránsito y un ocaso.
Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso, pues ellos son
los que pasan al otro lado.
Yo amo a los grandes despreciadores, pues ellos son los grandes veneradores. Y flechas del
anhelo hacia la otra orilla.
Yo amo a quienes, para hundirse en su ocaso y sacrificarse, no buscan una razón detrás
de las estrellas: sino que se sacrifican a la tierra para que ésta llegue alguna vez a
ser del superhombre.
Yo amo a quien vive para conocer, y quiere conocer para que alguna vez viva el
superhombre. Y quiere así su propio ocaso.
Yo amo a quien trabaja e inventa para construirle la casa al superhombre y prepara para
él la tierra, el animal y la planta: pues quiere asi su propio ocaso.
Yo amo a quien ama su virtud: pues la virtud es voluntad de ocaso y una mecha del anhelo.
Yo amo a quien no reserva para si ni una gota de espíritu, sino que quiere ser
íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el
puente.
Yo amo a quien de su virtud hace su inclinación y su fatalidad: quiere así, por amor a
su virtud, seguir viviendo y no seguir viviendo.
Yo amo a quien no quiere tener demasiadas virtudes. Una virtud es más virtud que dos,
porque es un nudo más fuerte del que se cuelga la fatalidad.
Yo amo a aquel cuya alma se prodiga, y no quiere recibir agradecimiento ni devuelve nada:
pues él regala siempre y no quiere conservarse a sí mismo.
Yo amo a quien se avergüenza cuando el dado, al caer, le da suerte, y entonces se
pregunta: ¿acaso soy yo un jugador que hace trampas? - pues quiere perecer.
Yo amo a quien delante de sus acciones arroja palabras de oro y cumple siempre más de lo
que promete: pues quiere su ocaso.
Yo amo a quien justifica a los hombres del futuro y redime a los del pasado: pues quiere
perecer a causa de los hombres del presente.
Yo amo a quien castiga a su dios porque ama a su dios:
pues tiene que perecer por la cólera de su dios.
Yo amo a aquel cuya alma es profunda incluso cuando se la hiere, y que puede perecer a
causa de una pequeña vivencia: pasa asi de buen grado por el puente.
Yo amo a aquel cuya alma está tan llena que se olvida de sí mismo, y todas las cosas
están dentro de él: todas las cosas se transforman así en su ocaso.
Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que
las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja al ocaso.
Yo amo a todos aquellos que son como gotas pesadas que caen una a una de la oscura nube
suspendida sobre el hombre: ellos anuncian que el rayo viene, y perecen como anunciadores.
Mirad, yo soy un anunciador del rayo y una pesada gota que cae de la nube: mas ese rayo se
llama superhombre.
Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras contempló de nuevo el pueblo y calló: «Ahi
están», dijo a su corazón, «y se ríen: no me entienden, no soy yo la boca para estos
oidos.
¿Habrá que romperles antes los oídos, para que aprendan a oír con los ojos? ¿Habrá
que atronar igual que timbales y que predicadores de penitencia? ¿O acaso creen tan sólo
al que balbucea?
Tienen algo de lo que están orgullosos. ¿Cómo llaman a eso que los llena de orgullo? Cultura lo llaman, es lo que los distingue de los
cabreros.
Por esto no les gusta oír, referida a ellos, la palabra 'desprecio'. Voy a hablar, pues,
a su orgullo.
Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre»
Y Zaratustra habló así al pueblo:
Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la
semilla de su más alta esperanza. Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas
algún día ese terreno será pobre y manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol
elevado.
¡Ay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más
allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar!
Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella
danzarina. Yo os digo: vosotros tenéis todavía caos dentro de vosotros.
¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. ¡Ay! Llega el
tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo.
¡Mirad! Yo os muestro el último homhre.
¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella? - así
pregunta el último hombre, y parpadea.
La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que
todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es
el que más tiempo vive.
"Nosotros hemos inventado la felicidad" - dicen los últimos hombres, y
parpadean.
Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La gente
ama incluso al vecino y se restriega contra él: pues necesita calor.
Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. ¡Un tonto es
quien sigue tropezando con piedras o con hombres!
Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al
final, para tener un morir agradable.
La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el
entretenimiento no canse.
La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién
quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas.
¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos
quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha
voluntariamente al manicomio.
"En otro tiempo todo el mundo desvariaba' - dicen los más sutiles, y parpadean.
Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de
burlarse. La gente continúa discutiendo, mas pronto se reconcilia - de lo contrario, ello
estropea el estómago.
La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero
honra la salud.
"Nosotros hemos inventado la felicidad" - dicen los últimos hombres, y
parpadean. -
Y aquí acabó el primer discurso de Zaratustra, llamado también «el prólogo»: pues en este punto el griterío y el
regocijo de la multitud lo interrumpieron. «¡Danos ese último hombre, oh Zaratustra, -
gritaban - haz de nosotros esos últimos hombres! ¡El superhombre te lo regalamos!». Y todo el pueblo daba gritos de júbilo y
chasqueaba la lengua. Pero Zaratustra se entristeció y dijo a su corazón:
No me entienden: no soy yo la boca para estos oídos. Sin duda he vivido demasiado tiempo
en las montañas, he escuchado demasiado a los arroyos y a los árboles: ahora les hablo
como a los cabreros.
Inmóvil es mi alma, y luminosa como las montañas por la mañana. Pero ellos piensan que
yo soy frío, y un burlón que hace chistes horribles.
Y ahora me miran y se ríen: y mientras ríen, continúan odiándome. Hay hielo en su
reír.
Pero entonces ocurrió algo que hizo callar todas las bocas y quedar fijos todos los ojos.
Entretanto, en efecto, el volatinero había comenzado su tarea: había salido de una
pequeña puerta y caminaba sobre la cuerda, la cual estaba tendida entre dos torres,
colgando sobre el mercado y el pueblo. Mas cuando se encontraba justo en la mitad de su
camino, la pequeña puerta volvió a abrirse y un compañero de oficio vestido de muchos
colores, igual que un bufón, saltó fuera y marchó con rápidos pasos detrás del
primero. «Sigue adelante, cojitranco, gritó su terrible voz, sigue adelante,
¡holgazán, impostor, cara de tísico! ¡Que no te haga yo cosquillas con mi talón!
¿Qué haces aquí entre torres? Dentro de la torre está tu sitio, en ella se te debería
encerrar, ¡cierras el camino a uno
mejor que tú!» - Y a cada palabra se le acercaba más y más: y cuando estaba ya a un
solo paso detrás de él ocurrió aquella cosa horrible que hizo callar todas las bocas y
quedar fijos todos los ojos: - lanzó un grito como si fuese un demonio y saltó por
encima de quien le obstaculizaba el camino. Mas éste, cuando vio que su rival lo vencía,
perdió la cabeza y el equilibrio; arrojó su balancín y, más rápido que éste, se
precipitó hacia abajo como un remolino de brazos y de piernas. El mercado y el pueblo
parecían el mar cuando la tempestad avanza: todos huyeron apartándose y atropellándose,
sobre todo alli donde el cuerpo tenía que estrellarse.
Zaratustra, en cambio, permaneció inmóvil, y justo a su lado cayó el cuerpo, maltrecho
y quebrantado, pero no muerto todavía. Al poco tiempo el destrozado recobró la
consciencia y vio a Zaratustra arrodillarse junto a él. «¡Qué haces aquí!, dijo por
fin, desde hace mucho sabía yo que el diablo me echaría la zancadilla. Ahora me arrastra
al infierno: ¡quieres tú impedírselo!»
«Por mi honor, amigo, respondió Zaratustra, todo eso de que hablas no existe: no hay ni
diablo ni infierno. Tu alma estará muerta aún más pronto que tu cuerpo: así, pues, ¡no temas ya nada!»
El hombre alzó su mirada con desconfianza. «Si tú dices la verdad, añadió luego, nada
pierdo perdiendo la vida. No soy mucho más que un animal al que, con golpes y escasa
comida, se le ha enseñado a bailar.
«No hables así, dijo Zaratustra, tú has hecho del peligro tu profesión, en ello no hay
nada despreciable. Ahora pereces a causa de tu profesión: por ello voy a enterrarte con
mis propias manos.
Cuando Zaratustra hubo dicho esto, el moribundo ya no respondió; pero movió la mano como
si buscase la mano de Zaratustra para darle las gracias. -
Entretanto iba llegando el atardecer, y el mercado se ocultaba en la oscuridad: el pueblo
se dispersó entonces, pues hasta la curiosidad y el horror acaban por cansarse. Mas
Zaratustra estaba sentado en el suelo junto al muerto, hundido en sus pensamientos: así
olvidó el tiempo. Por fin se hizo de noche, y un viento frío sopló sobre el solitario.
Zaratustra se levantó entonces y dijo a su corazón:
¡En verdad, una hermosa pesca ha cobrado hoy
Zaratustra! No ha pescado ni un solo hombre, pero sí, en cambio, un cadáver.
Siniestra es la existencia humana, y carente aún de sentido: un bufón puede convertirse
para ella en la fatalidad.
Yo quiero enseñar a los hombres el sentido de su ser: ese sentido es el superhombre, el
rayo que brota de la oscura nube que es el hombre.
Mas todavía estoy muy lejos de ellos, y mi sentido no habla a sus sentidos. Para los
hombres yo soy todavía algo intermedio entre un necio y un cadáver.
Oscura es la noche, oscuros son los caminos de
Zaratustra.¡Ven, compañero frío y rígido! Te llevaré adonde voy a enterrarte con mis
manos.
Cuando Zaratustra hubo dicho esto a su corazón, cargó el cadáver sobre sus espaldas y
se puso en camino. Y no habia recorrido aún cien pasos cuando se le acercó furtivamente
un hombre y comenzó a susurrarle al oído - y he aquí que quien hablaba era el bufón de
la torre. «Vete fuera de esta ciudad, Zaratustra, dijo; aquí son demasiados los que te
odian. Te odian los buenos y justos y te llaman su
enemigo y su despreciador; te odian los creyentes de la fe ortodoxa, y éstos te llaman el
peligro de la muchedumbre. Tu suerte ha estado en que la gente se rió de ti: y, en
verdad, hablabas igual que un bufón. Tu suerte ha estado en asociarte al perro muerto; al
humillarte de ese modo te has salvado a ti mismo por hoy. Pero vete lejos de esta ciudad -
o mañana saltaré por encima de ti, un vivo por encima de un muerto.» Y cuando hubo
dicho esto, el hombre desapareció; pero Zaratustra continuó caminando por las oscuras
callejas.
A la puerta de la ciudad encontró a los sepultureros: éstos iluminaron el rostro de
Zaratustra con la antorcha, lo reconocieron y comenzaron a burlarse de él. «Zaratustra
se lleva al perro muerto: ¡bravo, Zaratustra se ha hecho sepulturero! Nuestras manos son
demasiado limpias para ese asado. ¡Es que Zaratustra quiere acaso robarle al diablo su
bocado! ¡Vaya!¡Suerte, y que aproveche! ¡A no ser que el diablo sea mejor ladrón que
Zaratustra! - ¡y robe a los dos, y a los dos se los trague!» Y se reían entre sí,
cuchicheando.
Zaratustra no dijo ni una palabra y siguió su camino. Pero cuando llevaba andando ya dos
horas, al borde de bosques y de ciénagas, había oído demasiado el hambriento aullido de
los lobos, y el hambre se apoderó también de él. Por ello se detuvo junto a una casa
solitaria dentro de la cual ardía una luz.
El hambre me asalta, dijo Zaratustra, como un ladrón. En medio de bosques y de ciénagas
me asalta mi hambre, y en plena noche.
Extraños caprichos tiene mi hambre. A menudo no me viene sino después de la comida, y
hoy no me vino en todo el día:¡dónde se entretuvo, pues!
Y mientras decía esto, Zaratustra llamó a la puerta de la casa. Un hombre viejo
apareció; traía la luz y preguntó:«¿Quién viene a mí y a mi mal dormir?»
«Un vivo y un muerto, dijo Zaratustra. Dame de comer y de beber, he olvidado hacerlo
durante el día. Quien da de comer al hambriento reconforta su propia alma: así habla la
sabiduría»
El viejo se fue y al poco volvió y ofreció a Zaratustra pan y vino. «Mal sitio es éste
para hambrientos, dijo. Por eso habito yo aquí. Animales y hombres acuden a mí, el
eremita. Mas da de comer y de beber también a tu compañero, él está más cansado que
tú.» Zaratustra respondió: «Mi compañero está muerto, difícilmente le persuadiré a
que coma y beba.» «Eso a mí no me importa, dijo el viejo con hosquedad; quien llama a
mi casa tiene que tomar también lo que le ofrezco. ¡Comed y que os vaya bien!» -
A continuación Zaratustra volvió a caminar durante dos horas, confiando en el camino y
en la luz de las estrellas: pues estaba habituado a andar por la noche y le gustaba mirar a la cara a todas las cosas que duermen-. Mas cuando la
mañana comenzó a despuntar, Zaratustra se encontró en lo profundo del bosque, y ningún
camino se abría ya ante él. Entonces colocó al muerto en un árbol hueco, a la altura
de su cabeza - pues quería protegerlo de los lobos - y se acostó en el suelo de musgo.
Enseguida se durmió, cansado el cuerpo, pero inmóvil el alma.
Largo tiempo durmió Zaratustra, y no sólo la aurora pasó sobre su rostro, sino también
la mañana entera. Mas por fin sus ojos se abrieron: asombrado miró Zaratustra el bosque
y el silencio, asombrado miró dentro de sí. Entonces se levantó con rapidez, como un
marinero que de pronto ve tierra, y lanzó gritos de júbilo: pues había visto una verdad nueva, y habló así a su corazón:
Una luz ha aparecido en mi horizonte: compañeros de viaje necesito, compañeros vivos, -
no compañeros muertos ni cadáveres, a los cuales llevo conmigo adonde quiero.
Compañeros de viaje vivos es lo que yo necesito, que me sigan porque quieren seguirse a
sí mismos - e ir adonde yo quiero ir.
Una luz ha aparecido en mi horizonte: ¡no hable al pueblo Zaratustra, sino a compañeros
de viaje! ¡Zaratustra no debe convertirse en pastor y perro de un rebaño!
Para incitar a muchos a apartarse del rebaño - para eso he venido. Pueblo y rebaño se
irritarán contra mí: ladrón va a ser llamado por los pastores Zaratustra.
Digo pastores, pero ellos se llaman a sí mismos los buenos y justos. Digo pastores: pero
ellos se llaman a sí mismos los creyentes de la fe ortodoxa.
¡Ved los buenos y justos! ¿A quién es al que más odian? Al que rompe sus tablas de
valores, al quebrantador, al infractor: - pero ése es el creador.
¡Ved los creyentes de todas las creencias! ¿A quién es al que más odian? Al que rompe
sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor:
- pero ése es el creador.
Compañeros para su camino busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños y
creyentes. Compañeros en la creación busca el creador, que escriban nuevos valores en
tablas nuevas.
Compañeros busca el creador, y colaboradores en la recolección: pues todo está en él
maduro para la cosecha. Pero le faltan las cien hoces:
por ello arranca las espigas y está enojado.
Compañeros busca el creador, que sepan afilar sus hoces. Aniquiladores se los llamará, y
despreciadores del bien y del mal. Pero son los cosechadores y los que celebran fiestas.
Compañeros en la creación busca Zaratustra, compañeros en la recolección y en las
fiestas busca Zaratustra: ¡qué tiene él que ver con rebaños y pastores y cadáveres!
Y tú, primer compañero mío, ¡descansa en paz! Bien te he enterrado en tu árbol hueco,
bien te he escondido de los lobos. Pero me separo de ti, el tiempo ha pasado. Entre aurora
y aurora ha venido a mí una verdad nueva.
No debo ser pastor ni sepulturero. Y ni siquiera voy a volver a hablar con el pueblo
nunca; por última vez he hablado a un muerto.
A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme: voy a
mostrarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre.
Cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en pareja;
y a quien todavía tenga oídos para oír cosas inauditas, a ése voy a abrumarle el
corazón con mi felicidad.
Hacia mi meta quiero ir, yo continúo mi marcha; saltaré por encima de los indecisos y de
los rezagados. ¡Sea mi marcha el ocaso de ellos!
EL AGUILA Y LA SERPIENTE
Esto es lo que Zaratustra dijo a su corazón cuando el sol
estaba en pleno mediodía: entonces se puso a mirar inquisitivamente hacia la altura -
pues había oído por encima de sí el agudo grito de un pájaro. Y he aquí que un
águila cruzaba el aire trazando amplios círculos y de él colgaba una serpiente, no como
si fuera una presa, sino una amiga: pues se mantenía enroscada
a su cuello.
¡Son mis animales!, dijo Zaratustra, y se alegró de corazón.
El animal más orgulloso debajo del sol, y el animal más inteligente debajo del sol - han
salido para explorar el terreno. Quieren averiguar si Zaratustra vive todavía. En verdad,
¿vivo yo todavía?
He encontrado más peligros entre los hombres que entre los animales, peligrosos son los
caminos que recorre Zaratustra. ¡Que mis animales me guíen!»
Cuando Zaratustra hubo dicho esto, se acordó de las palabras del santo en el bosque,
suspiró y habló así a su corazón:
¡Ojalá fuera yo más inteligente! ¡Ojalá fuera yo inteligente de verdad, como mi
serpiente!
Pero pido cosas imposibles: ¡por ello pido a mi orgullo que camine siempre junto a mi
inteligencia!
Y si alguna vez mi inteligencia me abandona - ¡ay, le gusta escapar volando! - ¡que mi
orgullo continúe volando junto con mi tontería!
- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.
Zarathustra es una figura
legendaria de la antigua Persia y fundador de una religión que fue la propia de esa zona
hasta su conquista por los árabes. Se cree que vivió en el siglo VI antes
de nuestra era, y que los elementos más auténticos de su doctrina están
contenidos en los himnos a Avesta. En el mundo griego esta
figura fué conocida sobre todo como filósofo y mago, y se le atribuían extrañas
visiones y milagros. El mismo Nietzsche ha fijado en una hoja
suelta los rasgos elementales de esta figura:
Zarathustra, nacido junto al lago de Urmi, en la provincia Aria, abandonó su
patria a los 30 años, marchó a las montañas, y escribió durante diez años de su
soledad el Zend Avesta.
¿Por qué eligió Nietzsche a esta figura como
personaje central de esta obra? Aunque nadie le hizo esta pregunta directamente, vuelve
ser el mismo Nietzsche quien se encarga de contestarla de una forma que aclara todas las
dudas:
«No se me ha preguntado, pero se debería haberme preguntado qué significa,
cabalmente en mi boca, en boca del primer inmoralista, el nombre Zaratustra: pues lo que
constituye la inmensa singularidad de este persa en la historia es justo lo contrario de
esto. Zaratustra fue el primero en advertir que la auténtica rueda que hace moverse a las
cosas es la lucha entre el bien y el mal, - la trasposición de la moral a lo metafísico,
como fuerza, causa, fìn en sí, es obra suya. Mas esa pregunta sería ya, en el fondo, la
respuesta. Zaratustra creó ese error, el más fatal de todos, la moral; en consecuencia,
también él tiene que ser el primero en reconocerlo. No es sólo que él tenga en esto
una experiencia mayor y más extensa que ningún otro pensador -la historia entera
constiruye, en efecto, la refutación experimental del principio de la denominada
"ordenación moral del mundo"-: mayor importancia tiene el que Zaratustra sea
más veraz que ningún otro pensador. Su doctrina, y sólo ella, considera la veracidad
como virtud suprema - esto signifìca lo contrario de la cobardía del
"idealista": que, frente a la realidad, huye; Zaratustra tiene en su cuerpo más
valentía que todos los demás pensadores juntos. Decir la verdad y disparar bien con
flechas, ésta es la virtud persa. - ¿Se me entiende?... La autosuperación de la moral
por veracidad, la autosuperación del moralista en su antítesis -en mí- es lo que
significa en mi boca el nombre Zaratustra» (Ecce homo, p. 125).
Este 1 de Así habló Zarathustra reproduce literalmente el aforismo 342 de La gaya ciencia; sólo que el lago Urmi, que allí aparece, es aquí sustituido por el lago de su patria. El mencionado aforismo lleva el título incipit tragaedia (comienza la tragedia) y es el último del libro cuarto de La gaya ciencia, titulado Sanctus Januarius (San Enero)
TREINTA AÑOS
La intención de Nietzsche es clara. Treinta años era la edad en que Jesús comienza la predicación.Con todo ello Nietzsche persigue en todo momento contraponer a un representante de, lo que, en la Genealogía de la moral, denominara la moral de los esclavos ( Jesus ), un representante de la moral de los señores ( Zarathustra ). Como puede verse en toda la obra, Zarathustra se nos muestra siempre como una antifigura de Jesus y sus enseñanzas evangélicas. En este momento, Nietzsche nos muertra la primera contraposición: la edad en que Jesús comienza a predicar, es aquella en que Zarathustra escoge precisamente para recogerse a las montañas con el fín de prepararse para su tarea. Además, la preparación será muchos más profunda en Zarahustra: Jesús pasó sólo 40 días en el desierto; Zarathustra pasará 10 años en las montañas.
EL AGUILA Y LA SERPIENTE
Estos dos animales heráldicos de Zarathustra ( Aguila-Serpiente ) representan, respectivamente, la voluntad y la inteligencia-astucia. Tales animales de confianza le harán compañía en numerosas ocasiones y, muchas veces actuarán incluso como interlocutores suyos, como puede verse en El convaleciente, capítulo de la 3ª parte de Así habló Zarthustra.
EL AGUILA Y LA SERPIENTE
Estos dos animales heráldicos de Zarathustra ( Aguila-Serpiente ) representan, respectivamente, la voluntad y la inteligencia-astucia. Tales animales de confianza le harán compañía en numerosas ocasiones y, muchas veces actuarán incluso como interlocutores suyos, como puede verse en El convaleciente, capítulo de la 3ª parte de Así habló Zarthustra.
HUNDIRSE EN EL OCASO
La palabra alemana que usa Nietzsceh es Untergehen. Posee diversos significados:
ANCIANO EREMITA
Este anciano eremita que se nos muestra ahora como ignorante de la muerte de Dios, volverá a ser personaje en el recuerdo: en la 4ª parte, el papa jubilado contará a Zarahustra que había venido en busca de tal anciano pero que se ha enterado de que tambien ha muerto. Ya no solamente ha muerto Dios, tambien van desapereciendo los que creen en su existencia.
CENIZAS
La referencia a las cenizas es una constante en esta obra de Nietzsche ( ver Transmundanos, Del camino creador, El adivino ). Es un símbolo de cremación que usa Nietzsche para referir el rechazo a los falsos ideales de juventud.
NAUSEA
En varias ocasiones Nietzsche ( ver De los sublimes, El mendigo voluntario) hace referencia a esta característica de la naturaleza de Zarathustra: entre sus atributos destacan la pureza de sus ojos y la ausencia de asco en su boca.
EL DESPIERTO
Este calificativo del El despierto era usualmente aplicado a Buda. Nietzsche lo refiere ahora a Zarahustra.
EL LADRÓN
Es una alusión con sentido bíblico: Pues sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón de noche (Tesalonicenses, 5,2)
LA MUERTE DE DIOS
El tema de la muerte de Dios es el tema central de este prólogo. Será tema de conversación entre Zarathustra y el papa jubilado en la cuarta parte de la obra (ver El jubilado)
EL MERCADO
Nietsche usa la palabra Markt. Pero no se refiere unicamente al lugar de compra (Mercado) sino, en general, al lugar amplio donde se reune la gente, es decir, a la plaza pública.
EL SUPERHOMBRE
Sobre el Superhombre, que tan mal se ha
interpretado a veces, Nietzshe, en su obra Ecce Homo, afirma lo
siguiente:
La palabra superhombre, que designa un tipo de óptima
constitución, en contraste con los hombres modernos, con los hombre buenos,
con los cristianos y demás nihilistas, una palabra que en boca de
Zarathustra, el aniquilador de la moral, se convierte en una palabra muy digna
de reflexión, ha sido entendida, casi en todas partes, con total inocencia, en
el sentido de aquellos valores cuya antítesis se ha manifestado en la figura de
Zarathustra, es decir, ha sido entendida como tipo idealista de una especie
superior de hombre, mitad santo, mital genio.
VERGÜENZA DOLOROSA
Esta expresión, y, las relacionadas con ella, parece ser un eco
de fragmentos que Nietzsche pudo haber leido en Heráclito
(fragmentos 82-83 de Diels-Kranz). Tales fragmentos, pertenecientes a Heráclito,
dicen:
El más bello de los monos es feo comparado con la raza de los humanos.
El más sabio de entre los hombres parece, respecto de Dios, mono en sabiduría, en belleza
y en todo lo demás.
CLAMAR AL CIELO
Es tambien una expresión bíblica: La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra (palabras de Javhé a Caín). Sin embargo, Zarathustra usa esta expresión de un modo antitético al que tiene en el original ya que lo que ahora clama al cielo, el auténtico pecado, es el seguirle dando importancia a la compasión, a la moderación, a la virtud.....
CASTIGAR A SU DIOS=AMAR A SU DIOS
Tambien aquí Nietzsche invierte claramente el sentido de la alusión bíblica que dice: Porque el señor, a quien ama, lo castiga (Hebreos, 12, 6)
CULTURA
Sobre el concepto de Cultura puede verse el cápitulo Del país de la cultura (2ª parte)
EL ÚLTIMO HOMBRE
Sobre el significado del último hombre nos
dice Nietzsche en Ecce homo:
En este sentido Zarathustra llama a los buenos unas veces "los últimos
hombres" y otras el "comienzo del final";sobre todo los considera como la
especie más nociva del hombre, porque imponen su existencia tanto a costa de la verdad
como a costa del futuro.
EL PASTOR Y EL REBAÑO
Otra alusión bíblica modificada intencionalmente por Nietzsche. Frente a la frase del Evangelio de S. Juán (10,16): Habrá un solo rebaño y un solo pastor, Zarathustra, habla de Ningún pastor y un solo rebaño. El pastor sobra. El rebaño es sinónimo de uniformidad y negación de la diferencia.
FINAL DEL PROLOGO
La finalización del Prólogo unicamente quiere decir que ha llegado a su fín el primer discurso preliminar de Zarathustra; y que su verdadero hablar va empezar a partir de ahora. Por eso, la verdadera primera parte de Asi habló Zarathustra se titulará precisamente Los discursos (Reden) de Zarathustra.
REGALAR AL SUPERHOMBRE
Estamos ante un eco claro de la escena evangélica (Lucas 23,17) en donde la muchedumbre rechaza a Jesús y reclama a Barrabás: Pero ello vociferaron a una: ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás!
EL ALMA ES ALGO MORTAL
Esta idea la desarrollará ampliamente Zarathustra en la primera parte ( ver De los despreciadores del cuerpo ) y en la tercera parte (ver El convaleciente). Allí afirmará claramente que: las almas son tan mortales como los cuerpos.
ZARATHUSTRA PESCADOR
La expresión que califica a Zarathustra como pescador de hombres tiene tambien un sentido bíblico aunque claramente invertido. En relación con este tema, puede compararse lo que se dice en el Evangelio de S. Mateo (4,19): Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres; con lo que Nietzsche nos describe en la cuarta parte en el capítulo titulado La ofrenda de la miel.
LOS OSCUROS CAMINOS DE ZARATHUSTRA
Cita ligeramente modificada de Proverbios (4,19): Oscuros son los caminos del ateo (traducción de Lutero) Lutero emplea el término gottlos (sin dios). Lo que sucede es que son los buenos y los justos quienes emplean criticamente la frase (ver De la virtud empequeñecedora ) para aplicarla a los ateos. Pues bien, Zarathustra se apropia con orgullo de esta calificación. Por ello, los buenos y los justos (ver Picadura de la víbora) llamarán a Zarathustra el aniqulidador de la moral.
LOS BUENOS Y JUSTOS
La pareja verbal de los buenos y justos se repite numerosas veces en Así habló Zarathustra (ver De tablas viejas y nuevas).Es muy probable que sea una repetición consciente que Nietzsche quiere contraponer a la pareja de los hipócritas y fariseos que tambien aparecen con mucha frecuencia en los evangelios.
LA CARA DE LOS QUE DUERMEN
Nietzsche hace referencia en varias ocasiones (ver Del amigo, La sombra) a esta costumbre de Zarathustra de mirar a la cara de todas las cosas que duermen.
LA VERDAD NUEVA
En el capítulo de la 4ª parte, titulado Del hombre superior, Zarathustra recordará esta verdad nueva de la que ahora nos habla.
ZARATHUSTRA EL INFRACTOR
Del mismo modo que Moises rompe la tablas (Exodo 32,19): Al acercarse al campamento y ver al becerro y las danzas, Moises, se enfureció, tiró las tablas y las rompió al pie del monte; ahora, Zarathustra se nos muestra como un destructor e infractor-creador de las tablas de valores.
LAS CIEN HOCES
Reminiscencia del Evangelio de Mateo (9,37): La mies es abundante y los braceros, pocos.
EREMITAS EN PAREJA
Nietzsche hace aquí un juego de palabras. Mezcla los términos Einsiedler (eremita) y Zweisieldler. Este último es un término inventado por Nietzsche para hacer referencia a la soledad de dos en compañía.
ENROSCAMIENTO
Los amplios círculos que en el cielo traza el águila y el enroscamiento de la serpiente en torno al cuello del aguila no son otra cosa que premoniciones de la idea del eterno retorno, doctrina capital de Así habló Zarathustra y que desarrolla esencialmente en la 3ª parte de la obra.