LIBRO IV REPUBLICA
COMENTARIO1
(419a-421c)
TEXTO1A
(419a-421c)
Y Adimanto, interrumpiendo, dijo.- -¿Y qué dirías en tu defensa,
Sócrates, si alguien te objetara que no haces nada
felices a esos hombres, y ello ciertamente por su culpa,
pues, siendo la ciudad verdaderamente suya, no gozan bien alguno de ella, como otros que adquieren campos y se construyen casas bellas y
espaciosas y se hacen con el ajuar acomodado a tales casas y ofrecen a los dioses
sacrificios por su propia cuenta, albergan a los forasteros y además, como tú decías,
granjean oro y plata y todo aquello que deben tener los que han de ser felices? Éstos, en cambio -agregaría el objetante-, parece que están
en la ciudad ni más ni menos que como auxiliares a sueldo, sin hacer otra cosa que
guardarla.
-Sí -dije yo,- y esto sólo por el sustento, sin percibir sobre él salario alguno como los demás, de modo que, aunque
quieran salir privadamente fuera de la ciudad, no les sea posible, ni tampoco pagar
cortesanas ni gastar en ninguna otra cosa de aquellas en que gastan los que son tenidos
por dichosos. Estos y otros muchos particulares has dejado fuera de tu acusación.
-Pues bien -contestó-, dalos también por incluidos en ella.
-¿Y dices que cómo habríamos de hacer nuestra defensa?
-Sí.
-Pues siguiendo el camino emprendido -repliqué yo-, encontraríamos, creo, lo que habría
que decir. Y diremos que no sería extraño que también éstos, aun de ese modo, fueran felicísimos; pero que, como quiera que sea, nosotros no
establecemos la ciudad mirando a que una clase de gente sea especialmente feliz, sino para
que lo sea en el mayor grado posible la ciudad toda; porque pensábamos que en una ciudad tal encontraríamos más
que en otra alguna la justicia, así como la injusticia en aquella en que se vive peor, y
que, al reconocer esto, podríamos resolver sobre lo que hace tiempo venimos investigando.
Ahora, pues, formamos la ciudad feliz, en nuestra opinión, no ya estableciendo
diferencias y otorgando la dicha en ella sólo a unos cuantos, sino dándola a la ciudad
entera; y luego examinaremos la contraria a ésta. Lo
dicho es, pues, como si, al pintar nosotros una estatua,
se acercase alguien a censurarla diciendo que no aplicábamos los más bellos tintes a lo
más hermoso de la figura, porque, en efecto, los ojos, que es lo más hermoso, no habían
quedado teñidos de púrpura, sino de negro; razonable parecería nuestra réplica al
decirle.- «No pienses, varón
singular, que hemos de pintar los ojos tan hermosamente que no parezcan ojos, ni tampoco
las otras partes del cuerpo; fíjate sólo en si, dando a cada parte lo que le es propio,
hacemos hermoso el conjunto. Y así, no me obligues a poner en los guardianes tal
felicidad que haga de ellos cualquier cosa antes que guardianes. Sabemos, en efecto, el
modo de vestir hasta a los labriegos con mantos de púrpura, ceñirlos de oro y
encargarles que no labren la tierra como no sea por placer; y el de tender a los alfareros
en fila a que, dando de lado al torno, beban y se banqueteen
junto al fuego para hacer cerámica sólo cuando les venga en gana; y el de hacer felices
igualmente a todos los demás de la ciudad para que toda ella resulte feliz. Pero no nos
requieras a hacer nada de ello; porque, si te hiciéramos caso, ni el labriego sería
labriego ni el alfarero alfarero ni
aparecería nadie en conformidad con ninguno de aquellos tipos de hombres que componen la
ciudad. Y aun de los otros habría menos que decir, porque, si los zapateros se hacen
malos, se corrompen y fingen ser lo que no son, ello no es ningún peligro para la
comunidad; pero los guardianes de las leyes y de la ciudad que no sean tales en realidad,
sino sólo en apariencia, bien ves que arruinan la misma ciudad de arriba abajo, de igual
modo que son los únicos que tienen en sus manos la oportunidad, de hacerla feliz y de
buena vivienda». Así, pues,
nosotros establecemos auténticos guardianes y no en
manera alguna enemigos de la ciudad; y el que propone aquello otro de los labriegos y los
que se banquetean a su placer, no ya como en una ciudad, sino como en una gran fiesta,
ése no habla de ciudad, sino de cualquier otra cosa. Tenemos, pues, que examinar si hemos
de establecer los guardianes mirando a que ellos mismos consigan la mayor felicidad
posible o si, con la vista puesta en la ciudad entera, se ha de considerar el modo de que
ésta la alcance y obligar y persuadir a los auxiliares
y guardianes a que sean perfectos operarios de su propio trabajo, y ni más ni menos a los
demás; de suerte que, prosperando con ello la ciudad en su conjunto y viviéndose bien en
ella, se deje a cada clase de gentes que tome la parte de felicidad que la naturaleza les
procure.
Comentario1
Presentación
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO2
(421c-422a)
TEXTO1B
(421c-422a)
-En verdad creo --dijo él- que hablas con acierto.
-¿Y acaso --dije- te parecerá que tengo razón en otro asunto
que corre parejas con éste?
-¿De qué se trata?
-Examina si estas otras cosas no corrompen a los demás trabajadores hasta el punto de
ocasionar su perversión.
-¿Y cuáles son ellas?
-La riqueza -contesté-- y la indigencia.
-¿Y cómo?
--Como voy a decirte. ¿Crees tú que un alfarero que se
hace rico va a querer dedicarse de aquí en adelante a su oficio?
-De ningún modo -replicó.
-¿No se hará más holgazán y negligente de lo que era?
-Mucho más.
-¿Vendrá, pues, a ser peor alfarero?
-También ---dijo-. Mucho peor.
-Y, por otra parte, si por la indigencia no puede
procurarse herramientas o alguna otra cosa necesaria a su arte, hará peor sus obras, y a
sus hijos o a otros a quiee nes enseñe, los enseñará a ser malos artesanos.
-¿Cómo no?
-Por consiguiente, tanto con la riqueza como con la indigencia resultan peores los productos de las artes y peores también los que
las practican.
-Así parece.
-Hemos encontrado, pues, por lo visto, dos cosas a que deben atender nuestros guardianes vigilando para que no se les metan en la ciudad sin que
ellos se den cuenta.
-¿Qué cosas son?
-La riqueza --dije- y la indigencia; ya que la una trae la molicie, la ociosidad y el
prurito de novedades, y la otra, este mismo prurito y, a más, la vileza y el mal obrar.
Comentario2
Presentación
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO3
(422a-423c)
TEXTO1C
(422a-423c)
-Conforme en todo -dijo-; pero considera, Sócrates, cómo nuestra
ciudad, sin estar en posesión de riqueza, se hallará capaz de hacer la guerra, sobre
todo cuando se vea forzada con otra ciudad grande y rica.
-Está claro -dije- que contra una sola le será más difícil;
pero más fácil si pelea en contra dos de tales ciudades.
-¿Cómo dices? -preguntó.
-Primeramente --,dije-, si hay que luchar, ¿no lucharán contra hombres ricos siendo
ellos atletas en la guerra?
-Sí por cierto -replicó.
-Y bien, Adimanto -pregunté-; un solo púgil preparado lo mejor posible en su oficio,
¿no te parece que puede luchar fácilmente con otros dos que no sean púgiles, pero sí
ricos y grasos?
-Quizá no -contestó-- con los dos a un tiempo.
-¿Y si le fuera posible -observé- emprender la huida y golpear, dando cara de nuevo, a
cada uno de los que sucesivamente le fueran alcanzando, y si hiciera todo esto bajo el ardor del sol? ¿No podría el tal habérselas aun con más de
dos de aquellos otros?
-Sin duda -dijo-, no sería nada extraño.
-¿Y no crees tú que a los ricos se les alcanza por conocimiento y práctica más de
pugilato que de guerra?
-Lo creo ---contestó.
-Por lo tanto, nuestros atletas podrán luchar probablemente con un número de enemigos
doble y triple que el suyo.
-Lo concedo - dijo -, porque, en efecto, me parece que llevas razón.
-¿Y qué sucedería si, enviando una embajada a una de
aquellas otras dos ciudades, dijeran, como era verdad: «Nosotros no queremos para
nada el oro ni la plata ni nos es lícito servirnos de ellos como os lo es a vosotros;
luchad, pues, a nuestro lado y quedaos con lo de los contrarios»? ¿Piensas que
habría quienes, al oír esto, eligieran el combatir contra unos perros duros y magros en
vez de aliarse con ellos contra unos carneros mantecosos y tiernos?
-No creo que los hubiera ---dijo; pero, si se juntan en una sola ciudad las riquezas
de las otras, mira no haya peligro para la que carece de ellas.
-Eres un bendito --dije- si crees que se debe llamar
ciudad a otra que no sea tal como la que nosotros formamos.
-¿Y por qué? -preguntó.
A las otras -replíqué- hay que acrecerles el nombre; porque cada una de ellas no es una
sola ciudad, sino muchas, como las de los jugadores.
Dos, en el mejor caso, enemiga la una de la otra: la de los pobres y la de los ricos. Y en
cada una de ellas hay muchísimas, a las cuales, si las tratas como a una sola, lo
errarás todo, pero, si te aprovechas de su diversidad entregando a los unos los bienes,
las fuerzas y aun las personas de los otros, te hallarás siempre con muchos aliados y
pocos enemigos. Y mientras tu ciudad se administre juiciosamente en la disposición que
queda dicha, será muy grande, no digo ya por su fama, sino en realidad de verdad, aunque
no cuente más que con un millar de combatientes; y
difícilmente hallarás otra tan grande ni entre los griegos ni entre los bárbaros,
aunque muchas parezcan ser varias veces más grandes que ella. ¿O tal vez opinas
de otro modo?
-No, por Zeus -dijo.
-De modo -proseguí- que éste será para nuestros gobernantes el mejor límite al
desarrollo que han de dar a la ciudad y al territorio que, conforme a este desarrollo, han
de asignarle dejando fuera lo demás.
-¿Qué límite? --,dijo.
-Creo que el siguiente --dije-.- mientras su crecimiento permita que siga siendo una sola
ciudad, acrecerla; pero no pasar de ahí.
-Perfectamente --dijo.
-Y así, haremos también otra prescripción a los
guardianes: que atiendan por todos los medios a que la ciudad no sea pequeña ni parezca
grande, sino sea suficiente en su unidad.
-¡Ligera prescripción, la que les hacemos! ---dijo.
Comentario3
Presentación
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO4
(423c-427d)
A continuación, Adimanto le pregunta a Sócrates si queda algo más que decir
en materia de legislación. Sócrates saca a colación todo lo referente a la materia
religiosa presente en una ciudad ideal (erecciones de templos, sacrificios, cultos a
los dioses,sepulturas a los muertos....) Afirma que los guardianes no entienden de estas
cosas ( y nosotros, afirma Sócrates, tampoco) por lo que no nos serviremos de más guía
que la transmitida por nuestros padres y muestra un respeto especial ante el dios
Apolo por considerarlo como un dios general en materia religiosa que no era
consultado solamente por los griegos sino tambien por muchos otros pueblos. Al llegar a
este punto, Sócrates considera ya fundada su ciudad ideal. {Ver texto4d}
Presentación
TEXTO1D
(423c-425a)
-Y aún más ligera ---continué-, esta otra, que ya recordamos antes cuando decíamos que, en caso de tener
los guardianes algún descendiente de poca valía, han de despedirlo y mandarlo con los
demás ciudadanos, y que sí a estos últimos les nace algún retoño de provecho ha de ir
con los guardianes. Con esto se quiere mostrar que, aun entre los demás de la ciudad,
cada uno debe ser puesto a un trabajo, que ha de ser aquel para el que esté dotado; de
modo que, atendiendo a una sola cosa, conserve él también su unidad y no se divida, y
así la ciudad entera resulte una sola y no muchas.
-¡Bien por cierto --dijo-, más insignificante es eso que lo otro!
-En verdad --dije- parecerá, buen Adimanto, que estas prescripciones son muchas y de
peso; pero todas son realmente de poca importancia con tal de que guarden aquella
única gran cosa del proverbio o más bien, en vez de
grande, suficiente.
-¿Y cuál es ella? -preguntó.
-La educación y la crianza --contesté--; porque, si con
una buena educación llegan a ser hombres discretos, percibirán fácilmente todas estas
cosas y aun muchas más que ahora pasamos por alto, como lo de que la posesión de las
mujeres, los matrimonios y la procreación de los hijos deben, conforme al proverbio, ser
todos comunes entre amigos en el mayor grado posible.
-Y sería lo mejor --dijo él.
-Y aún más -- dije-: una vez que el Estado toma impulso
favorable, va creciendo a manera de un círculo; porque, manteniéndose la buena crianza y
educación, producen buenas índoles, y éstas, a su vez, imbuidas de tal educación, se
hacen, tanto en las otras cosas como en lo relativo a la procreación, mejores que las que
les han precedido, igual que sucede en los demás animales.
-Es natural --dijo.
-Para decirlo, pues, brevemente: los que cuidan de la ciudad han de esforzarse para que
esto de la educación no se corrompa sin darse ellos cuenta, sino que en todo han de
vigilarlo, de modo que no haya innovaciones contra lo prescrito ni en la gimnasia ni en la
música; antes bien, deben vigilar lo más posible y sentir miedo si alguno dice
«la gente celebra entre todos los cantos el postrero, el más nuevo que viene a halagar sus [oídos»,
no crean que el poeta habla, no ya de cantos nuevos
sino de un género nuevo de canto y lo celebren. Porque ni hay que celebrar tal cosa ni
hacer semejante suposición. Se ha de tener, en efecto, cuidado con el cambio e
introducción de una nueva especie de canto en el convencimiento de que con ello todo se
pone en peligro; porque no se pueden remover los modos musicales sin remover a un tiempo
las más grandes leyes, como dice Damón y yo creo.
-Ponme a mí también entre los convencidos --,dijo Adimanto.
-Por tanto, es en el ámbito de la música ---dije- donde, según parece, han de
establecer su cuerpo de guardia los guardianes.
-Ahí es, en efecto -replicó, donde, al insinuarse, la ilegalidad
pasa más fácilmente inadvertida.
-Sí ---dije-, como cosa de juego y que no ha de producir daño alguno.
-Ni lo produce -observó- sino introduciéndose poco a poco y deslizándose calladamente
en las costumbres y modos de vivir; de ellos sale, ya crecida, a los tratos entre
ciudadanos y tras éstos invade las leyes y las constituciones, ¡oh, Sócrates!, con la
mayor impudencia hasta que al fin lo trastorna todo en la vida privada y en la pública.
-Bien --dije yo-, ¿ocurre ello así?
-Tal me parece -contestó.
Comentario4
Presentación
TEXTO2D
(425a-425d)
-¿Así, pues, como ya al comienzo decíamos, a los niños se les ha de procurar desde el
primer momento un juego más sujeto a normas en la convicción de que, si ni el juego ni
los niños se atienen a éstas, es imposible que, a al crecer, se hagan varones justos y
de provecho?
-¿Cómo no? ---dijo.
-Y cuando los niños, comenzando a jugar como es debido,
reciben la buena norma por medio de la música, aquélla, al contrario de lo que ocurre
con los otros, los seguirá a todas partes y los hará medrar enderezando cuanto
anteriormente estaba caido en la ciudad.
-Verdad es --dijo.
-Y ellos -dije- descubrirán también aquellas reglas que sus predecesores dejaron totalmente perdidas.
-¿Cuáles son?
-De este género: el silencio que los jóvenes han de guardar ante personas de más edad;
cómo han de hacer que se sienten y levantarse ellos en su presencia; el respeto de los
propios padres; y también el modo de cortarse el pelo, de vestir y calzar, el pergeño
general del cuerpo y, en fin, todo cuanto hay de semejante a esto. ¿No te parece?
-Desde luego.
-Creo que sería tonto disponer por ley todas estas cosas:
no se hace en ninguna parte y, aunque se hiciera, no se mantendrían ni por la palabra ni
por la escritura.
-¿Cómo iban a mantenerse?
-Será, pues, probable, ¡oh, Adimanto! -dije yo-, que, partiendo de la educación en la
dirección de la vida, todo lo que sigue sea como ella. ¿O no es cierto que lo semejante
llama a lo semejante?
-¿Qué más cabe?
-Y al fin, creo que podríamos decirlo, saldrá de ello algo completo y vigoroso, sea
bueno, sea malo.
-¿Cómo no? ---dijo él.
-De modo -proseguí- que yo, por los motivos dichos, no trataría de legislar sobre estas
cosas.
-Y con razón -dijo él.
Comentario4
Presentación
TEXTO3D
(425d-427a)
-¿Y qué diremos, por los dioses -continué--, acerca de esos
lances del mercado, de los convenios que en él hacen unos y otros entre sí y, si quieres, de los tratos con los artesanos, de las injurias y atropellos, de las citaciones en justicia y las elecciones de los jueces, de la necesidad de tales y cuales coacciones o imposiciones de tributos en plazas y puertos y, en general, de todos los usos placeros, urbanos y marítimos y cuantas cosas hay del mismo estilo? ¿Nos atreveremos a poner leyes sobre ellas?
TEXTO4D
(427a-427d)
-Y por cierto --dijo- que no es otra su tarea.
-Por eso -proseguí-, yo no podía pensar que el verdadero legislador hubiera de tratar
tal género de leyes y constituciones ni en la ciudad de buen régimen ni en la de malo:
en ésta, porque resultan sin provecho ni eficacia, y en aquélla, porque en parte las
descubre cualquiera y en parte vienen por sí mismas de los modos de vivir precedentes.
-¿Qué nos queda, pues, que hacer en
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO5
(427d-432b)
TEXTO1E
(427d-429a)
-Da, pues, ya por fundada a la
ciudad, ¡oh, hijo de Aristón -dije-, y lo
que a continuación has de hacer es mirar bien en ella procurándote de donde sea la luz
necesaria; y llama en tu auxilio a tu hermano y tambien a
Polemarco y a los demás, por si podemos ver en que sitio
está la justicia y en cuál la injusticia y en qué se diferencia la una de la otra y
cuál de las dos debe alcanzar el que ha de ser feliz, lo vean o no los dioses y los
hombres.
-Nada de eso --objetó Glaucón-, porque prometiste hacer
tú mismo la investigación, alegando que no
te era lícito dejar de dar favor a la justicia en la medida de tus fuerzas y por todos
los medios.
-Verdad es lo que me recuerdas -repuse yo- y así se ha de hacer; pero es preciso que
vosotros me ayudéis en la empresa.
-Así lo haremos -replicó.
-Pues por el procedimiento que sigue -dije- espero hallar lo que buscamos: pienso que
nuestra ciudad, si está rectamente fundada, será completamente buena.
-Por fuerza -replicó.
-Claro es, pues, que será prudente, valerosa, moderada y justa.
-Claro.
-¿Por tanto, sean cualesquiera las que de estas cualidades encontremos en ella, el resto
será lo que no hayamos encontrado?
-¿Qué otra cosa cabe?
-Pongo por caso: si en un asunto cualquiera de cuatro a cosas buscamos una, nos daremos
por satisfechos una vez que la hayamos, reconocido, pero, si ya antes habíamos llegado a
reconocer las otras tres, por este mismo hecho quedará patente la que nos falta; pues es
manifiesto que no era otra la que restaba.
-Dices bien --observó.
-¿Y así, respecto a las cualidades enumeradas, pues que son también cuatro, se ha de
hacer la investigación del mismo modo?
-Está claro.
-Y me parece que la primera que salta a la vista es la prudencia;
y algo extraño se muestra en relación con ella.
-¿Qué es ello? -preguntó.
-Prudente en verdad me parece la ciudad de que hemos venido hablando; y esto por ser
acertada en sus determinaciones. ¿No es así?
-Sí.
-Y esto mismo, el acierto, está claro que es un modo de ciencia,
pues por ésta es por la que se acierta y no por la ignorancia.
-Está claro.
-Pero en la ciudad hay un gran número y variedad de ciencias.
-¿Cómo no?
-¿Y acaso se ha de llamar a la ciudad prudente y acertada por el saber de los
constructores?
-Por ese. saber no se la llamará así -dijo-, sino maestra en construcciones.
-Ni tampoco habrá que llamar prudente a la ciudad por la ciencia de hacer muebles, si
delibera sobre la manera de que éstos resulten lo mejor posible.
-No por cierto.
-¿Y qué? ¿Acaso por el saber de los broncistas o por algún otro semejante a éstos?
-Por ninguno de ésos --contestó.
-Ni tampoco la llamaremos prudente por la producción de los frutos de la tierra, sino
ciudad agrícola.
-Eso parece.
-¿Cómo, pues? ----dije-. ¿Hay en la ciudad fundada hace un momento por nosotros algún
saber en determinados ciudadanos con el cual no resuelve sobre este o el otro particular
de la ciudad, sino sobre la ciudad entera, viendo el modo
de que ésta lleve lo mejor posible sus relaciones en el interior y con las demás
ciudades?
-Sí, lo hay.
-¿Y cuál es --dije- y en quiénes se halla?
-Es la ciencia de la preservación --,dijo- y se
halla en aquellos jefes que ahora llamábamos perfectos guardianes.
-¿Y cómo llamaremos a la ciudad en virtud de esa ciencia?
-Acertada en sus determinaciones -repuso- y verdaderamente prudente.
-¿Y de quiénes piensas -pregunté- que habrá mayor número en nuestra ciudad, de
broncistas o de estos verdaderos guardianes?
-Mucho mayor de broncistas -respondió.
-¿Y así también --dije- estos guardianes serán los que se hallen en menor número de todos aquellos que por su ciencia reciben una
apelación determinada?
-En mucho menor número.
-Por lo tanto, la ciudad fundada conforme a naturaleza
podrá ser toda entera prudente por la clase de gente más reducida que en ella hay, que
es aquella que la preside y gobierna; y éste, según parece, es el linaje que por fuerza natural resulta más corto y al cual
corresponde el a participar de este saber, único que entre todos merece el nombre de
prudencia.
-Verdad pura es lo que dices --observó.
-Hemos hallado, pues, y no sé cómo, esta primera de las cuatro cualidades y la parte de
la ciudad donde se encuentra.
-A mí, por lo menos -dijo-, me parece que la hemos hallado satisfactoriamente.
Comentario5
Presentación
TEXTO2E
(429a-430c)
-Pues si pasamos al
valor y a la parte de la ciudad en que reside y por la que toda ella ha de ser llamada valerosa, no me parece que la cosa sea muy difícil de percibir.
TEXTO3E
(430c-432b)
-Dos, pues, son las cosas --dije- que nos quedan por observar en la ciudad: la
templanza y aquella otra por la que hacemos toda nuestra investigación, la justicia.
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO6
(432b-434d)
TEXTO1F
(432b-433a)
-Bien -dije yo-; tenemos vistas tres cosas de la ciudad según
parece; pero ¿cuál será la cualidad restante por la que aquélla alcanza su virtud? Es
claro que la justicia.
-Claro es.
-Así, pues, Claucón, nosotros tenemos que rodear la mata, como unos cazadores, y aplicar la atención, no sea que se nos
escape la justicia y, desapareciendo de nuestros ojos, no podamos verla más. Porque es
manifiesto que está aquí; por tanto, mira y esfuérzate en observar por sí la ves antes
que yo y puedes enseñármela.
-¡Ojalá! --dijo él-, pero mejor te serviré si te sigo y alcanzo a ver lo que tú me
muestres.
-Haz, pues, conmigo la invocación y sígueme ---dije.
-Así haré -replicó- , pero atiende tú a darme guía.
-Y en verdad --,dije yo- que estamos en un lugar difícil y sombrío,
porque es oscuro y poco penetrable a la vista. Pero, con todo, habrá que ir.
-Vayamos, pues -exclamó.
Entonces yo, fijando la vista, dije: -¡Ay, ay, Glaucón! Parece que tenemos un rastro y creo que no se nos va a escapar la presa.
-¡Noticia feliz! --dijo él.
-En verdad ---dije-- que lo que me ha pasado es algo estúpido.
-¿Y qué es ello?
-A mi parecer, bendito amigo, hace tiempo que está la cosa rodando ante nuestros pies y
no la veíamos incurriendo en el mayor de los ridículos. Como aquellos que, teniendo algo
en la mano, buscan a veces lo mismo que tienen, así nosotros no mirábamos a ello, sino
que dirigíamos la vista a lo lejos y por eso quizá no lo veíamos.
-¿Qué quieres decir? -preguntó.
-Quiero decir -repliqué- que en mi opinión hace tiempo que estábamos hablando y oyendo
hablar de nuestro asunto sin darnos cuenta de que en realidad de un modo u otro
hablábamos de él.
-Largo es ese proemio -dijo- para quien está deseando
escuchar.
Comentario6
Presentación
TEXTO2F
(433a-434d)
-Oye, pues -le advertí-, por si digo algo a que valga. Aquello que desde el
principio, cuando fundábamos la ciudad, afirmábamos que había que observar en toda circunstancia, eso mismo o una forma de eso es a mi parecer la justicia. Y lo que establecimos y repetimos muchas veces, si bien te acuerdas, es que cada uno debe atender a una sola de las cosas de la ciudad: a aquello para lo que su naturaleza esté mejor dotada.
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO7
(434d-441c)
TEXTO1G
(434d-436a)
-No lo digamos todavía con voz muy recia --observó--; antes bien,
si, trasladando la idea formada a cada uno de los hombres, reconocemos que allí es
también justicia, concedámoslo sin más, porque ¿qué otra cosa cabe oponer? Pero, si
no es así, volvamos a otro lado nuestra atención. Y ahora terminemos nuestro examen en
el pensamiento de que, si tomando algo de mayor extensión entre los seres que poseen la
justicia, nos esforzáramos por intuirla allí, sería luego más fácil observarla en un
hombre solo. Y de cierto nos pareció que ese algo más extenso es la ciudad y así la
fundamos con la mayor excelencia posible, bien persuadidos de que en la ciudad buena era
donde precisamente podría hallarse la justicia. Traslademos,
pues, al individuo lo que allí se nos mostró y, si hay conformidad, será ello bien; y,
si en el individuo aparece como algo distinto, volveremos a la ciudad a hacer la prueba, y
así, mirando al uno junto a la otra y poniéndolos en contacto y roce, quizá
conseguiremos que brille la justicia como fuego de enjutos y, al hacerse visible, podremos
afirmarla en nosotros mismos.
-Ese es buen camino -dijo- y así hay que hacerlo.
-Ahora bien --,dije-; cuando se predica de una cosa que es lo mismo que otra, ya sea
más grande o más pequeña, ¿se entiende que le es semejante
o que le es desemejante en aquello en que tal cosa se predica?
-Semejante --contestó.
-De modo que el hombre justo no diferirá en nada de la ciudad justa en lo que se refiere
a la idea de justicia, sino que será semejante a ella.
-Lo será -replicó.
-Por otra parte, la ciudad nos pareció ser justa cuando
los tres linajes de naturalezas que hay en ella hacían cada una lo propio suyo; y nos
pareció temperada, valerosa y prudente por otras determinadas condiciones y dotes de
estos mismos linajes.
-Verdad es.
-Por lo tanto, amigo mío, juzgaremos que el individuo que tenga en su propia alma estas
mismas especies merecerá, con razón, los mismos
calificativos que la ciudad cuando tales especies tengan las mismas condiciones que las de
aquélla.
-Es ineludible --dijo.
-Y henos aquí -dije---, ¡oh, varón admirable!, que hemos dado en un ligero problema acerca del alma, el de si tiene en sí misma esas
tres especies o no.
-No me parece del todo fácil -replícó--; acaso, Sócrates, sea verdad aquello que suele
decirse, de que lo bello es difícil.
-Tal se nos muestra --dije-. Y has de saber, Glaucón, que, a mi parecer, con métodos tales como los que ahora venimos empleando en
nuestra discusión no vamos a alcanzar nunca lo que nos proponemos, pues el camino que a
ello lleva es otro más largo y complicado; aunque éste quizá no desmerezca de nuestras
pláticas e investigaciones anteriores.
-¿Hemos, pues, de conformarnos? --dijo-. A mí me basta, a lo menos por ahora.
-Pues bien ---dije-, para mí será también suficiente en un todo.
-Entonces - dijo- sigue tu investigación sin desmayo.
-¿No nos será absolutamente necesario -proseguí- el reconocer que en cada uno de nosotros se dan las mismas especies y modos de
ser que en la ciudad? A ésta, en efecto, no llegan de ninguna otra parte sino de nosotros
mismos. Ridículo sería pensar que, en las ciudades a las que se acusa de índole
arrebatada, como las de Tracía y de Escitia y casi todas las de la región norteña, este
arrebato no les viene de los individuos; e igualmente el amor al saber que puede
atribuirse principalmente a nuestra región y no menos la avaricia que suele a achacarse a
los fenicios o a los habitantes de Egipto.
-Bien seguro --dijo.
-Así es, pues, ello --dije yo- y no es difícil reconocerlo.
-No de cierto.
Comentario7
Presentación
TEXTO2G
(436a-437b)
-Lo que ya es más
difícil es saber si lo hacemos todo por medio de una sola especie o sí, siendo éstas tres, hacemos cada cosa por una de ellas. ¿Entendemos con un cierto elemento, nos encolerizamos con otro distinto de los existentes en nosotros y apetecemos con un tercero los placeres de la comida y de la generación y otros parejos o bien obramos con el alma entera en cada una de estas cosas cuando nos ponemos a ello? Esto es lo difícil de determinar de manera conveniente.
TEXTO3G
(437b-439a)
-¿Y acaso -proseguí- el asentir y el negar, el desear algo y el rehusarlo, el atraerlo y el rechazarlo y todas las cosas de este
tenor las pondrás entre las que son contrarias unas a otras sin distinguir si son acciones y pasiones? Porque esto no hace al caso.
TEXTO4G
(439a-441c)
-¿Y la sed? -pregunté---. ¿No la pondrás por su a naturaleza
entre aquellas cosas que tienen un objeto? Porque la sed lo es sin duda de...
-Sí ---,dijo-; de bebida.
-Y así, según sea la sed de una u otra bebida será también ella de una u otra clase;
pero la
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO8
(441c-443b)
TEXTO1H
(441c-443b)
-Así, pues --,dije yo----, hemos llegado a puerto, aunque con trabajo, y reconocido en debida forma que
en el alma de cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo número.
-Así es.
-¿Será, pues, forzoso que el individuo sea prudente de la misma manera y por la misma razón que lo es la ciudad?
-¿Cómo no?
-¿Y que del mismo modo que y por el mismo motivo que es valeroso el individuo, lo sea la
ciudad tambien, y que otro tanto ocurra en todo lo demás que en uno y otra hace
referencia a la virtud?
-Y así, Glaucón, pienso que reconoceremos también que el individuo será justo de la
misma manera en que lo era la ciudad.
-Forzoso es también ello.
-Por otra parte, no nos hemos olvidado de que ésta era justa porque cada una de sus tres
clases hacía en ella aquello que le era propio.
-No creo que lo hayamos olvidado -dijo.
-Así, pues, hemos de tener presente que cada uno de nosotros
sólo será justo y hará él también lo propio suyo en cuanto cada una de las cosas que
en él hay hago lo que le es propio.
-Bien de cierto --dijo-, hay que- tenerlo presente.
-¿Y no es a lo racional a quien compete el gobierno,
por razón de su prudencia y de la previsión que ejerce sobre el alma toda, así como a
lo irascible el ser su súbdito y aliado?
-Enteramente.
-¿Y no será, como decíamos, la combinación de la
música y la gimnástica la que pondrá a los dos en acuerdo, dando tensión a lo uno y
nutriéndolo con buenas palabras y enseñanzas y haciendo con sus consejos que el
otro remita y aplacándolo con la armonía y el ritmo?
-Bien seguro ---dijo.
-Y estos dos, así criados y verdaderamente instruidos y educados en lo suyo, se
impondrán a lo concupíscible, que, ocupando la mayor
parte del alma de cada cual, es por naturaleza insaciable de bienes; al cual tienen que
vigilar, no sea que, repleto de lo que llamamos placeres
del cuerpo, se haga grande y fuerte y, dejando de obrar lo propio suyo, trate de
esclavizar y gobernar a aquello que por su clase no le corresponde y trastorne enteramente
la vista de todos.
-No hay duda --dijo.
-¿Y no serán también estos dos --dije yo-- los que mejor velen
por el alma toda y por el cuerpo contra los enemigos de fuera, el uno tomando
determinaciones, el otro luchando en seguimiento del que manda y ejecutando con su valor
lo determinado por él?
-Así es.
-Y, según pienso, llamaremos a cada cual valeroso por
razón de este segundo elemento, cuando, a través de dolores y placeres, lo
irascible conserve el juicio de la razón sobre lo que es temible y sobre lo que no lo es.
-Exactamente --dijo.
-Y le llamaremos prudente por aquella su pequeña
porción que mandaba en él y daba aquellos preceptos, ya que ella misma tiene entonces en
sí la ciencia de lo conveniente para cada cual y para la comunidad entera con sus tres
partes.
-Sin duda ninguna.
-¿Y qué más? ¿No lo llamaremos temperante por el
amor y armonía de éstas cuando lo que gobierna y lo que es gobernado convienen en que lo
racional debe mandar y no se sublevan contra ello?
-Eso y no otra cosa es la templanza --dijo--, lo mismo en la ciudad que en el particular.
-Y será asimismo justo por razón de aquello que tantas
veces hemos expuesto.
-Forzosamente,
-¿Y qué? -dije-. ¿No habrá miedo de que se nos oscurezca
en ello la justicia y nos parezca distinta de aquella que se nos reveló en la ciudad?
-No lo creo -replicó.
-Hay un medio -observé- de que nos afirmemos enteramente, si es que aún queda
vacilación en nuestra alma: bastará con aducir ciertas normas corrientes.
-¿Cuáles son?
-Por ejemplo, si tuviéramos que ponernos de acuerdo
acerca de la ciudad de que hablábamos y del varón que por naturaleza y crianza se
asemeja a ella, ¿nos parecería que el tal, habiendo recibido un depósito de oro o
plata, habría de sustraerlo? ¿Quién dirías que habría de pensar que lo había hecho
él antes que los que no sean de su condición?
-Nadie --contestó.
-¿Y así, estará nuestro hombre bien lejos de cometer sacrilegios, robos o traiciones
privadas o públicas contra los amigos o contra las ciudades?
-Bien lejos.
-Y no será infiel en modo alguno ni a sus juramentos ni a sus otros acuerdos.
-¿Cómo habría de serio?
-Y los adulterios, el abandono de los padres y el menosprecio de los dioses serán propios
de otro cualquiera, pero no de él.
-De otro cualquiera, en efecto ---contestó.
-¿Y la causa de todo eso no es que cada una de las cosas
que hay en él hace lo suyo propio tanto en lo que toca a gobernar como en lo que toca a
obedecer?
-Esa y no otra es la causa.
-¿Tratarás, pues, de averiguar todavía si la justicia es cosa distinta de esta virtud
que produce tales hombres y tales ciudades?
-No, por Zeus ---dijo.
Presentación
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO9
(443-444b)
TEXTO1I
(443b-444b)
-Cumplido está, pues, enteramente nuestro ensueño: aquel presentimiento que referíamos de que, una
vez que empezáramos a fundar nuestra ciudad, podríamos, con la ayuda de algún dios,
encontrar un cierto principio e imagen de la justicia.
-Bien de cierto.
-Teníamos, efectivamente, Glaucón, una cierta semblanza de la justicia, que, por ello,
nos ha sido de provecho: aquello de que quien por naturaleza es zapatero debe hacer
zapatos y no otra cosa, y el que constructor, construcciones, y así los demás.
-Tal parece.
-Y en realidad la justicia parece ser algo así, pero no en lo que se refiere a la acción
exterior del hombre, sino a la interior sobre sí
mismo y las cosas que en en hay; cuando éste no deja que ninguna de ellas haga lo que es
propio de las demás ni se interfiera en las actividades de los otros linajes que en el
alma existen, sino, disponiendo rectamente sus asuntos domésticos, se rige y ordena y se
hace amigo de sí mismo y pone de acuerdo sus tres elementos exactamente como los tres
términos de una armonía, el de la cuerda grave, el de la alta, el de la media y cualquiera otro que pueda haber entremedio; y después
de enlazar todo esto y conseguir de esta variedad su propia unidad, entonces es cuando,
bien templado y acordado, se pone a actuar así
dispuesto ya en la adquisición de riquezas, ya en el cuidado de su cuerpo, ya en la
política, ya en lo que toca a sus contratos privados, y en todo esto juzga y denomina
justa y buena a la acción que conserve y corrobore ese estado y prudencia al conocimiento
que la presida y acción injusta, en cambio, a la que destruya esa disposición de cosas e
ignorancia a la opinión que la rija.
-Verdad pura es, Sócrates, lo que dices ---observó.
-Bien -repliqué-; creo que no se diría que mentíamos si afirmáramos que habíamos
descubierto al hombre justo y a la ciudad justa y la justicia que en ellos hay.
-No, de cierto, por Zeus --dijo.
-¿Lo afirmaremos, pues?
-Lo afirmaremos.
Comentario9
Presentación
LIBRO IV REPÚBLICA
COMENTARIO10
(444b-445e)
TEXTO1J
(444b-445e)
-Bien -dije-, después de esto creo que hemos de examinar la injusticia.
-Claro está.
-¿No será necesariamente una sedición de aquellos
tres elementos, su empleo en actividades diversas y ajenas y la sublevación de una parte
contra el alma toda para gobernar en ella sin pertenecerle el mando, antes bien, siendo
esas partes tales por su naturaleza que a la una le convenga estar sometida y a la otra
no, por ser especie regidora? Algo así diríamos, creo yo, y añadiríamos que la
perturbación y extravío de estas especies es injusticia e indisciplina y vileza e
ignorancia, y, en suma, total perversidad.
-Eso precisamente --dijo.
-Así, pues ---dije yo-, el hacer cosas injustas, el violar la justicia e igualmente el
obrar conforme a ella ¿son cosas todas que ahora distinguimos ya con claridad si es que
hemos distinguido la injusticia y la justicia?
-¿Cómo es ello?
-Porque en realidad --dije- en nada difieren de las cosas sanas ni de las enfermizas, ellas en el alma como éstas en el cuerpo.
-¿De qué modo? -preguntó.
-Las cosas sanas producen salud, creo yo; las enfermizas, enfermedad.
-Sí.
-¿Y el hacer cosas justas no produce justicia y el obrar injustamente injusticia?
-Por fuerza.
-Y el producir salud es disponer los elementos que hay en
el cuerpo de modo que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el
producir enfermedad es hacer que se manden u obedezcan unos a otros contra naturaleza .
-Así es.
-¿Y el producir justicia --- dije- no es disponer los elementos del alma para que dominen
o sean dominados entre sí conforme a naturaleza; y el producir injusticia, el hacer que
se manden u obedezcan unos a otros contra naturaleza?
-Exactamente -replicó.
-Así, pues, según se ve, la virtud será una cierta o
salud, belleza y bienestar del alma; y el vicio,
enfermedad, fealdad y flaqueza de la misma.
-Así es.
-¿Y no es cierto que las buenas prácticas llevan a la consecución de la virtud y las
vergonzosas a la del vicio?
-Por fuerza.
-Ahora nos queda, según parece, investigar, si
conviene obrar justamente, portarse bien y ser justo, pase o no inadvertido el que tal
haga, o cometer injusticia y ser injusto con tal de no pagar la pena y verse reducido a
mejorar por el castigo.
-Pues a mí, ¡oh, Sócrates! -dijo-, me parece ridícula
esa investigación si resulta que, creyendo, como creemos, que no se puede vivir una vez
trastornada y destruida la naturaleza del cuerpo, aunque se tengan todos los alimentos y
bebidas y toda clase de riquezas y poder, se va a poder vivir cuando se trastorna y
pervierte la naturaleza de aquello por lo que vivimos, haciendo el hombre cuanto le venga
en gana excepto lo que le puede llevar a escapar del vicio y a conseguir la justicía y la
virtud. Esto suponiendo que una y otra se revelen tales como nosotros hemos referido.
-Ridículo de cierto -dije-, pero, de todos modos, puesto que hemos llegado a punto en que
podemos ver con la máxima claridad que esto es así, no hemos de renunciar a ello por cansancio.
-No, en modo alguno, por Zeus -replicó; no hay que renunciar.
-Atiende aquí, pues --dije-, para que veas cuántas son las especies que, a mi parecer,
tiene el vicio: por lo menos las más dignas de consideración.
-Te sigo atentamente -repuso él-. Ve diciendo.
-Pues bien ---dije-, ya que hemos subido a estas alturas de la discusión, se me muestra
como desde una atalaya que hay una sola especie de virtud e
innumerables de vicio; bien que de estas últimas son cuatro las más dignas de
mencionarse.
-¿Cómo lo entiendes? -preguntó.
-Cuantos son los modos de gobierno con forma propia
- dije-, tantos parece que son los modos del alma.
-¿Cuántos?
-Cinco -contesté--, los de gobierno; cinco, los del alma.
-Dime cuáles son --dijo.
-Afirmo - dije - que una manera de gobierno es aquella de que nosotros hemos discurrido,
la cual puede recibir dos denominaciones;
cuando un hombre solo se distingue entre los gobernantes, se llamará reino, y cuando son
muchos, aristocracia.
-Verdad es -dijo.
-A esto lo declaro como una sola especie --observé-; porque, ya sean muchos, ya uno solo,
nadie tocará a las leyes importantes de la ciudad si se atiene a la crianza y educación
que hemos referido.
-No es creíble -contestó.
Texto1j
Comentario10
OBJECIÓN
En los inicios del libro IV Sócrates y Adimanto
siguen analizando el problema de la educación de los guardianes-auxiliares
planteada a finales del libro III. Comienza interviniendo Adimanto
para plantear una objección a Sócrates. Adimanto piensa que con el duro regimen
de viva propuesto más arriba no se haría felices a los guardianes auxiliares.
Y es que, objeta Adimanto, parece que los guardianes, estando en una ciudad que
es realmente suya, son como personas a sueldo a las que no les está permitido
usar de ella como a otros ciudadanos.
ESOS HOMBRES
Se refiere a los auxiliares (epikouroi) de los
cuales, Sócrates, habló largo y tendido en el Libro III de la República.
Texto1a
Comentario1
OTROS
Por «otros» se han de entender verosímilmente los
guardianes o jefes de las otras ciudades. La posición de Adimanto al objetar a Sócrates
es la misma que adoptó Trasímaco, aunque con formas menos cínicas y apasionadas
representa el punto de vista del egoísmo privado frente a la fides socialis.
Texto1a
Comentario1
ESTOS HOMBRES
Vuelve referirse Sócrates a los auxiliares (epikouroi)
de los cuales habló largo y tendido en el Libro III de la República
Texto1a
Comentario1
SALARIO
Con ello se rectifica lo de Adimanto, «como auxiliares a
sueldo»; Sócrates encarece que ni sueldo han de percibir siquiera. Por eso recalca
que los guardianes-auxiliares deben recibir unicamente el sustento. Tampoco
les estaría permitido salir de la ciudad a gastar en juergas los dineros.
Texto1a
Comentario1
FELICISIMOS
Platón se refiere a la felicidad tal como él la
concibe, no en su concepto común: los guardianes-auxiliares pueden ser
felices simplemente porque realizan la función a que están destinados por
naturaleza.
Texto1a
Comentario1
TODA LA CIUDAD
Este principio de solidaridad social según el
cual la felicidad individual está supeditada a la colectiva es un principip muy repetido
en la literatura griega: «la dicha yo ver de mi Pueblo prefiero a su ruina»,
dice Agamenón (Ilíada I 117) cuando se resigna a entregar a su amada
Criseida; Sófocles por boca de Creonte (Antígona 189-190) y Tucídides por
boca de Pericles (II 60, 2) ponen el bien de la ciudad como fundamento del bien privado;
cf. también Jenof. Mem. III 7, 9. Por las condiciones de la vida antigua, la
dependencia en que la salud de cada ciudadano estaba de la salud pública se hacía más
sensible que entre nosotros.
Texto1a
Comentario1
SEGÚN PENSÁBAMOS
Ver Libro II 369 a.
Texto1a
Comentario1
FORMAS CONTRARIAS
Sócrates se refiere aquí a las formas degeneradas
del Estado y especialmente la peor de todas, la tiranía (libros VIII y IX).
Texto1a
Comentario1
ESTATUA PINTADA
Las palabras de Platón confirman la moderna tesis de que
las esculturas griegas, aun las de la mejor época, estaban pintadas, por lo menos en
parte. De todos modos el simil lo usa Sócrates para justificar que lo que
importa no es la felicidad de un estamento social sino la de la ciuad entera. Por lo
tanto, del mismo modo que en una estatua la belleza no está en sus ojos o en su
cara sino en el conjunto, asi tambien al hablar de la educación de los guardianes-auxiliares
no debe establecerse ésta mirando a su mayor o menor felicidad, sino que, con la vista
puesta en la ciudad entera.
Texto1a
Comentario1
EN FILA
Según algunos entienden la expresión, «de izquierda
a derecha». El pormenor conviene a la posición de los banquetes, donde cada
comensal ocupaba un lugar más bajo que su vecino de la derecha; y éste era el orden en
que circulaba el vino. Notorio es el aire de parodia y la incongruencia de estas
imaginaciones.
Texto1a
Comentario1
AUTÉNTICOS GUARDIANES
Platón vuelve a la consideración de la función
específica,que tanta parte tiene en su argumentación. Los auténticos guardianes
son aquellos que superaron las pruebas de selección de las que Platón habla en
el libro III.
Texto1a
Comentario1
AUXILIARES
Son los epikouroi. Denomina así Platón a
aquellos que no fueron capaces de superar las pruebas de las que habla en el libro III para la selección de los guardianes perfectos. A partir de esos momentos,
los auxiliares se convierten en servidores y ayudantes de tales guardianes. Hacia ellos va
dirigido el duro regimen de vida que Sócrates propone y sobre el que Adimanto
protesta ahora.
Texto1a
Comentario1
ASUNTO DE RIQUEZA E INDIGENCIA
Sobre los males de la riqueza y de la indigencia
habla Platón más de una vez en este mismo tratado y en otros; cornpárese Aristófanes
(Plut. 507-597), donde la Pobreza expone a Crémilo y Blepsidemo la inercia
universal que produciría la riqueza repartida entre todos y los estímulos con que la
Pobreza misma mueve a trabajar a los hombres. Menos común, pero no menos fundada, es la
apreciación que hace aquí Platón de los males de la falta absoluta de bienes. La misma
Pobreza de Aristófanes protesta de que se la confunda con la indigencia y con la
mendiguez: «la existencia del mendigo -dice- consiste en vivir sin tener nada; la del
pobre en vivir economizando y atento a sus trabajos y en que no le sobre nada sin que nada
le falte».
Pues bien, ahora, Sócrates, saca a colación el asunto de la riqueza y de la
pobreza para referir que tanto una como la otra hacen peores a la ciudad y a sus
ciudadanos.
Texto1b
Comentario2
ALFARERO RICO
Sócrates trata primeramente de uno de los oficios dentro
de la ciudad (alfarero) para señalar que si se hace rico dejara de dedicarse al
mismo con lo que vendrá a ser peor alfarero.
Texto1b
Comentario2
INDIGENCIA
Por su parte si el mismo alfarero no tiene medios para
conseguir las herramientos propias de su oficio, tambie en se hará peor.
Texto1b
Comentario2
PEORES
Notar que lo que Sócrates quiere resaltar que la riqueza
y la pobreza hacen peores a los ciudadanos y a la ciudad.
Texto1b
Comentario2
VIGILANCIA
Los guardianes-auxiliares que se definen
esencialmente por ser vigilantes de su ciudad deberían estar muy atentos para
que en ella no entre ni la riqueza ni la indigencia. Y es que la primera, según
Sócrates, trae consigo la molicie y la ociosidad; mientras que la segunda la
vileza y el mal obrar.
Texto1b
Comentario2
MÁS DIFICIL CONTRA DOS QUE CONTRA UNA
Paradoja intencionada que Sócrates utiliza para
llamar la atención sobre lo que va a exponer: a una ciudad ideal como la que se está
fundando le resultaría más dificil vencer a una ciudad grande y rica
que a dos y más fácil vencer a dos que a una.
Texto1c
Comentario3
BAJO EL ARDOR DEL SOL
La estratagema que Sócrates relata aquí es parecida a la
que resolvió el combate entre Horacios y Curiacios (Ver Tito Livio, I. 25). Sócrates
utiliza aquí tal estratagema para explicar el por qué sería más dificil vencer en
una batalla a una ciudad grande y rica que a dos. Sus guardianes
-auxiliares serían atletas, educados en la música y la gimnasia
tal como se explió en el Libro III, que luchan contra hombres ricos de
otra ciudad que están mal preparados fisicamente. Ello les permitiría a los guardianes-auxiliares
de la ciudad recien fundada, del mismo modo que un solo púgil es capaz de vencer a otros
dos ricos pero grasos, el poder luchar con un número de enemigos doble e incluso triple
al suyo.
Texto1c
Comentario3
EMBAJADA
Esta embajada, formada por ciudadanos escogidos de
su ciudad ideal, no daría importancia ni al oro ni a la plata, metales
desconocidos y no deseados por ellos, tal como ha quedado establecido al tratar del regimen
de vida de los guardianes-auxiliares. Si existiera una embajada de
ciudadanos de este tipo: ¿Piensas, pregunta Sócrates, que habría quienes, al oir
esto, es decir, que desprecian el oro y la plata, eligirían el combatir contra unos
perros duros y magros en vez de aliarse con ellos contra unos carneros mantecosos y
tiernos? Pues bien, en este contexto sería mejor luchar en contra de dos
ciudades ricas y grandes que en contra de una sola.
Texto1c
Comentario3
BENDITO ADIMANTO
Apelativo cariñoso que Sócrates aplica a Adimanto pero
que explicita tambien la candidez del joven interlocutor de Sócrates. Y es que Adimanto
no se muestra totalmente de acuerdo con lo dicho hasta ahora por Sócrates y le recuerda
que si se juntan en una sóla ciudad las riquezas de las otras, lo que parece evidente
es que corre gran peligro el que carece de ellas. Sócrates llama bendito,
es decir, cándido, a Adimanto y niega que deba llamarse ciudad a otra
cosa que no sea tal como el razonamiento nos viene descubriendo.
Texto1c
Comentario3
JUGADORES
Parece que se trata de un juego llamado de las
ciudades (y que recuerda a los juegos de estrategia actuales tipo Civilizacion
II) en que cada casilla del tablero recibía el nombre de «ciudad», e igualmente el
conjunto de las que correspondían a cada uno de los dos jugadores y el tablero entero.
Sin duda corría entre los jugadores algún proverbio en que se fundían los varios
sentidos de la palabra. Sócrates acude a este
simil del juego para justificar su tesis de que es más fácil vencer a dos
ciudades grandes y ricas que a una sóla.
Texto1c
Comentario3
MILLAR DE COMBATIENTES
Una ciudad inteligente como la que Sócrates está fundando
no se quedaría aislada sino que aprovecharía la diversidad de intereses entre las
diferentes ciudades ofreciéndoles bienes (como el oro y la plata) para lograr así
alianzas y, con ello, tener pocos enemigos. De esta forma actuando juiciosamente se
podría conseguir una ciudad que sea realmente grande aunque no tuviese más que un millar
de combatientes, es decir, que parezca pequeña.
Texto1c
Comentario3
PRESCRIPCIÓN
Se ha hablado de una ciudad que, aun siendo pequeña por
territorio y habitantes, es grande por su condición. Otras ciudades parecen grandes y no
lo son realmente, quizá a causa de esta misma grandeza meramente externa: hay que huir,
pues, de la pequeñez real y de la grandeza aparente. La concepción antigua de la ciudad
lleva consigo el que todos los ciudadanos se conozcan entre sí; en la mente de Platón y
de sus contemporáneos nuestro grandes aglomeraciones urbanas no podrían haber sido
consideradas como auténticas ciudades. En consecuencia con todo lo dicho Sócrates
propone otra prescripción para los guardianes: que atiendan por todos los medios a
que la ciudad no sea pequeña ni parezca grande, sino que sea suficiente en su unidad.
Texto1c
Comentario3
RECORDANDO
Sócrates recuerda lo tratado en el libro III de la República en
relación con la educación de los guardianes-auxiliares y con la
fundación de su ciudad ideal. Alli se había establecido la idea de que en caso
de que los guardianes procreen algún descendiente de poca valía deberían de
despedirlo de la asociación y enviarlo a la ciudad a ejercer el oficio al que
estaría destinado por naturaleza. Y es que en una ciudad ideal cada uno debe dedicarse a
un trabajo, que ha de ser aquel para el que esté dotado.
Texto1d
Comentario4
IMPULSO CIRCULAR
No parece que haya aquí referencia a una clase determinada
de círculo o ruedo, que tal es el trazado del círculo geométrico que va
desarrollando su amplitud hasta cerrarse (Adam); o bien al ciclo en que acumulan
sucesivamente sus efectos la naturaleza y la educación (Shorey). Esta última
hipótesis parece estar más sólidamente apoyada por lo que sigue. Y es que lo que
Sócrates parece señalar es que una vez que algo se integra en un proceso de buenas
índoles y de educación tiende a desarrollarlas casí mecanicamente tanto en sí mismas
como en sus descendientes los cuales tienden incluso a mejorar acumulativamente a sus
antecesores. De todos modos, es posible que en vez de un simil circular se entendiera
mejor lo que quiere decir Sócrates representándose una espiral.
Texto1d
Comentario4
POSTRERO
Son dos versos de la Odisea (I 351-352), aunque con
alguna divergencia respecto al texto tradicional. A través de ellos Sócrates critica a
los que quieren estar siempre a la última.
Texto1d
Comentario4
DAMON
Sócrates cita de nuevo al gran músico griego Damón con
el objeto de justificar que los modos musicales se relacionan con los afectos que
cada uno de ellos inspira y con los géneros literarios a que acompañan. Se
comprende, pues, la gran importancia que para la educación les atribuye el filósofo.
Texto1d
Comentario4
ILEGALIDAD
El empleo de la palabra paranomía está facilitado
por el sentido de «ley», «norma», «módulo» en el orden musical.
Texto1d
Comentario4
DECÍAMOS
No hay referencia a una afirmación concreta, sino al
sentido general del párrafo anterior. Platón (Leg. 797) insiste sobre las malas
consecuencias de cambiar los juegos a los niños: con ello resulta despreciado lo antiguo
y honrado lo nuevo y se produce la afición al cambio de leyes y costumbres en gran daño
de la sociedad.
Texto2d
Comentario4
LOS JUEGOS DE LOS NIÑOS
A los niños se ha de procurar no introducirles
cambios en sus juegos, ofreciéndoles, desde el primer momento, juegos
tradicionales, es decir, sujetos a normas ya que si no se atienen a éstas es
imposible que al crecer se hagan varones justos y de provecho.
Texto2d
Comentario4
TONTO LEGISLAR
Isócrates dice también que «los
buenos políticos no deben llenar los pórticos de inscripciones, sino tener la justicia
en sus almas». Y asimismo que «la vida honesta en las ciudades no se consigue
por decretos, sino por las costumbres» y que «los mal criados osarían víolar
hasta las más rigurosas leyes escritas, mientras que los que han recibido buena
educación se prestarían a observar aun las más sencillamente establecidas». Y el
mismo Platón hace consideraciones semejante a las de aquí (Ver Leyes 788 e y sigs.)
y observa que, si se multiplican las disposiciones legales, la costumbre general de
transgredirlas en lo pequeño y prolijamente establecido acabará también con las grandes
leyes escritas.
Texto2d
Comentario4
LANCES DEL MERCADO
Platón enumera aquí con cierto desorden, índice de
su menosprecio, los casos e incidencias de la vida judicial y mercantil de Atenas presentes
en su espíritu. Pero la Atenas de su época es para Platón una ciudad enferma. En su ciudad
ideal sobrarían leyes y decretos para establecer como comportarse en los lances
del mercado o en los convenios sobre negocios.
Texto3d
Comentario4
HOMBRES SANOS
Sócrates compara de nuevo su ciudad ideal con la
salud y la enfermedad. Pues bien, en una ciudad saludable, como la que él está creando,
no vale la pena dar ordenanzas a hombres sanos y honrados. Ellos mismos hallarán
fácilmente la mayor parte de aquello que habría de ponerse por ley. Y es que, según
Sócrates, la promulgación continúa de leyes es algo propio de ciudades enfermas.
HOMBRES ENFERMOS
Sócrates compara de nuevo su ciudad ideal con la
salud y la enfermedad. Pues bien, en este contexto quiere señalar ahora que la
promulgación continúa de leyes sería algo propio de ciudades enfermas.
SAJADURAS
Según Platón las leyes no hacen otra cosa
que complicar y agravar aún más la enfermedad del individuo y de la ciudad. Andan
engañados lo que creen que el cuerpo (medicina) o el alma (leyes) puede
curarse con recetas médica o con prescripiciones legales. De lo que se trata es de
extirpar el mal de raiz. Ello explica que en las ciudades enfermas se tenga por su peor
enemigo al que les dice la verdad y les recuerda que no son los cauterios, las
sajaduras o talismanes las que curan al cuerpo que está realmente enfermo, ni se
cura una ciudad enferma en su alma legislando sobre multitud de asuntos. En este contexto,Píndaro,
nos habla sobre las prácticas de Asclepio: «a los unos los curaba con
suaves ensalmos, a los otros haciéndoles beber pociones saludables o aplicando a sus
miembros toda clase de reme dios; a tales otros restableció con sajaduras». Platón
parece distinguir aquí el tratamiento que nosotros consideramos estrictamente
médico de otros de carácter mágico, pero en otros lugares racionaliza también el
empleo de estos últimos. Así se alega la autoridad del tracio Zalmoxis para
afirmar que el alma es la fuente de donde vienen al hombre todos los males y todos los
bienes y que a ella hay que atender sobre todo en la curación de las enfermedades; por
otra parte el remedio del alma son los ensalmos, consistentes en los buenos razonamientos,
de donde nace la templanza. El sentido general de la comparación es claro: ni en el
cuerpo humano ni en la sociedad puede conseguirse nada multiplicando las prescripciones
sin extirpar la raíz del mal.
ADULACIÓN
Al hablar de la adulación, Platón, sigue con la
mente puesta en Atenas y, según algunos, aquí principalmente en Isócrates, que
había de contestar en XV 62 a la invectiva del filósofo. Claro es, sin embargo, que
éste rebasa aquí el marco de lo concreto e individual, aunque esto entre como fundamento
y parte de su concepción; y el tipo es más de demagogo que de teórico retorizante.
CUATRO CODOS
Condescendencia sincera, aunque no exenta de ironía,
que hallamos atribuida más de una vez a Sócrates en relación con ciertos disculpables
errores humanos. Los cuatro codos equivalen aproximadamente a 1,77 m. y
representan, pues, una buena estatura, aunque no extraordinaria; basta con ello para
indicar la capacidad atribuida al político, y no hay que reprobar la expresión.
CABEZAS DE LA HIDRA
Es una de las primeras menciones de la expresión
proverbial «cortar la hídra» con referencia al retoñar de las cabezas del monstruo a
medida que eran cortadas por Heracles: Hydra secto corpore firmior (Hor. Carm. IV
4, 61). Así retoñan los males contra los prolijos ataques del legislador.
En la mitología griega la Hidra
era un monstruo de nueve cabezas que vivía en un pantano cerca de Lerna, Grecia. Una
amenaza para todos los habitantes de Argos, tenía un aliento mortalmente ponzoñoso y cuando le
cortaban una de sus cabezas, crecían dos en su lugar; la cabeza del centro era inmortal. Hércules, a quien se envió a matarla como el segundo de sus doce trabajos, logró
eliminarla quemando las ocho cabezas mortales y enterrando la novena, inmortal, bajo una
enorme roca.
MATERIA DE LEGISLACIÓN RELIGIOSA
A continuación, Adimanto le pregunta a Sócrates si queda
algo más que decir en materia de legislación. Sócrates saca a colación todo lo
referente a la materia religiosa presente en una ciudad ideal (erecciones de
templos, sacrificios, cultos a los dioses,sepulturas a los muertos....) Afirma que
los guardianes no entienden de estas cosas ( y nosotros, afirma Sócrates, tampoco) por lo
que no nos serviremos de más guía que la transmitida por nuestros padres y muestra un
respeto especial ante el dios Apolo por considerarlo como un dios general en
materia religiosa que no era consultado solamente por los griegos sino tambien por muchos
otros pueblos. Al llegar a este punto, Sócrates considera ya fundada.
APOLO
Apolo era tenido por ascendiente de los jonios
como padre de Ión; pero su oráculo de Delfos era consultado no sólo por los griegos
(«guía propio de nuestros padres»), sino por todos los hombres, como se dice después (commune
bumani generas oraculum, dijo Tito Livio, XXXVIII 48, 2). Según la leyenda, dos
águilas lanzadas por Zeus desde los dos extremos, Oriente y Occidente, del mundo, se
habían encontrado allí y precisamente en el lugar donde un cono de mármol seiíaló el
ombligo de la tierra. Platón acepta para su ciudad la autoridad general en materia
religiosa.
DELFOS
Delfos, ciudad de la
antigua Grecia, emplazamiento del famoso oráculo del dios
Apolo, en las laderas del monte Parnaso, en Fócida (ahora departamento de Fokis) a 9,5 km
del golfo de Corinto. Considerada por los antiguos griegos el centro de la tierra, Delfos
fue sede del oráculo de la diosa de la tierra Gaya. Según la
leyenda, Apolo derrotó a la monstruosa serpiente Pitón, que
custodiaba a Gaya y la expulsó del santuario, el cual después compartió con el dios Dionisio. Los sacerdotes délficos desarrollaron un complicado ritual, centrado en
la sacerdotisa principal llamada Pitia. Sus manifestaciones eran consideradas las palabras
de Apolo y el oráculo era consultado tanto por ciudadanos particulares como por oficiales
públicos. El camino sagrado al templo estaba alineado con ricas casas construidas con las
ofrendas dadas por las ciudades-estado griegas.
La ciudad de Delfos en un principio era una dependencia de Crisa, ciudad de Fócida. Ésta
más tarde se unió a la Liga
anfictiónica, que tenía como uno de
sus objetivos proteger el templo de Apolo en Delfos, el cual patrocinó los juegos de
Pitia. Cuando Fócida exigió tributo a los peregrinos del oráculo, la Liga destruyó
Crisa al principio de las Guerras Sagradas (595 a.C.). En el 480 a.C. una sublevación
persa en Delfos fracasó debido a un terremoto, atribuido a Apolo. Los focios se
apoderaron de Delfos y de sus tesoros en el 356 a.C. pero fueron derrotados en el 346 a.C.
por el rey Filipo II de Macedonia en la Segunda Guerra Sagrada. Hacia
finales del siglo, la Liga etolia controló Delfos. La riqueza de la ciudad la
convirtió en objetivo de ataques, incluida la incursión de los celtas el 279 a.C. Tras
la conquista romana de Grecia y en particular con la expansión del cristianismo, Delfos
decayó. La mayoría de su arte y tesoros fueron confiscados por los romanos, en
particular por el emperador Nerón, quien se llevó 500 estatuas. Sin embargo, el
oráculo continuó hasta el 390 d.C., año en que lo cerró el emperador bizantino Teodosio I.
La ciudad fue finalmente ocupada por la ciudad de Kastri. En 1891 Kastri fue trasladada y
se le dio el nombre de Dhirfis (Delfos) y en 1892 comenzaron las excavaciones del
emplazamiento. Los descubrimientos incluyen templos, el gran altar, un estadio, los muros
de la antigua ciudad y edificios considerados ofrendas con inscripciones de himnos a
Apolo. El emplazamiento contiene más de cuatro mil inscripciones que proporcionan una
valiosa información sobre la antigua Grecia.
CIUDAD FUNDADA
Hemos visto anteriormente como Sócrates, despues de haber
analizado el tipo de educación aplicable a los guardianes-auxiliares de la
ciudad asi como las prescripciones y normas por las que ésta debería regirse,
da por fundada su ciudad ideal.
Texto1e
Comentario5
AUXILIO
Fundada la ciudad, Sócrates le pide a
Adimanto que continúe la investigación procurandose de dónde sea la luz necesaria y, si
es necesario, que pida auxilio a su hermano Glaucón así como a Polemarco
y a los demás. Y es que se trata de averigüar, a partir de ahora, en que lugar de la
ciudad se podría encontrar la justicia. Adimanto protesta contra esta sugerencia de
Sócrates y le recuerda que ha sido él mismo quien prometió llevar a cabo tal
investigación. Sócrates reconoce que es verdad lo que Adimanto dice. Solicita, sin
embargo, ayuda a los presentes para llevar a cabo tal investigación.
Texto1e
Comentario5
SITIO DE LA JUSTICIA Y DE LA INJUSTICIA
A partir de ahora se trataría de averigüar en que
lugar de la ciudad se halla la justicia y en cuál la injusticia y en que se diferencia
la una de la otra y cuál de las dos debe alcanzar el que ha de ser
féliz. Platón no parece incluir en
su ciudad ideal la perfeción absoluta de todos sus ciudadanos; caben, sin duda, en ella
imperfecciones individuales. Por otra parte la injusticia sólo puede ser definida en
relación con la justicia.
Texto1e
Comentario5
OBJECCIÓN
Adimanto recuerda a Sócrates lo que había prometido en
368 c.
Texto1e
Comentario5
CIUDAD COMPLETAMENTE BUENA
A partir de ahora, Sócrates, inicia su investigación para
descubrir el lugar de la justicia y la injusticia en una ciudad. Para lograrlo,
comienza hablando de las cuatro virtudes que deben acompañar a toda realidad que
sea considerada como absolutamente buena: prudencia, valor, templanza,
justicia. Es la primera vez
que aparece enunciada y explicada la doctrina de las cuatro virtudes cardinales si
entendemos por tales aquellas cuyo conjunto forma la perfecta bondad. Es imposible saber
si esta doctrina fue tomada por Platón de la opinión común. Es verdad que Píndaro
habla ya de las «cuatro virtudes que lleva consigo la vida humana», pero no
dice cuáles sean éstas. Por otra parte, Platón parece referirse a ello como punto ya
establecido de doctrina ética, no como a una división hecha ocasionalmente en
relación con las cuatro clases de ciudadanos de su estado ideal según opinaba Schleiermacher.
Texto1e
Comentario5
TRES Y LA QUE RESTA
Se ha puesto de relieve la ingenuidad de la aplicación de
este procedimiento lógico y matemático a la investigación ética. No es rara en Platón
esta que nos parece extralimitación del método matemático, y de ello se hallarán otras
pruebas en este mismo tratado; pero acaso tenga razón Shorey al suponer que Platón no
se ilusiona aquí sobre el valor probativo del procedimiento y se sirve de él sólo
para exponer lo aceptado y convenido por otras razones.
Texto1e
Comentario5
LA PRUDENCIA
Sócrates comienza su estudio analizando la virtud de la Prudencia.
En primer lugar afirma que una ciudad prudente es aquella que acierta en sus
determinaciones y que tal acierto es un modo de ciencia, es decir, un tipo de
saber.
Texto1e
Comentario5
ALGO EXTRAÑO
Anuncia aquí aquello que luego se va a ver (428 e), que
esa prudencia, existiendo no más que en una pequeña porción de
ciudadanos, hace prudente a la ciudad entera,
Por otra parte, esta prudencia que aquí Platón requiere para los guardianes, ¿es una
prudencia meramente política o presupone el conocimiento de la idea del bien en sí? No
puede negarse que algunos toques del discurso (429 e, 441 c) parecen abonar lo segundo,
como reconoce el mismo Adam, aunque partidario de la opinión contraria.
Texto1e
Comentario5
MODO DE CIENCIA
Platón parte del concepto pitagórico de euboulía, «buen
consejo, acierto o prudencia política», y lo distingue de los otros conocimientos.
Esto no entraña que él se limite a reproducir esa misma concepción del saber como
cualidad propia de sus guardianes.
Texto1e
Comentario5
PRUDENCIA Y CIUDAD ENTERA
Sócrates analiza a continuación a quienes,
dentro de la ciudad, pertenece el tipo de saber al que se ha referido anteriormente. Va
descartando toda una sere de oficios (constructores, carpinteros, broncistas,
agricultores) para acabar afirmando que, a partir de los análisis realizados
anteriormente en relación con ciudad recientemente fundada, parecen existir determinados
ciudadanos (los guardianes perfectos) que no se preocupan por aspectos
particulares de la ciudad sino por ella entera en lo que se refiere a llevar
lo mejor posible sus relaciones en el interior y con las demás ciudades.
Texto1e
Comentario5
CIENCIA DE LA PRESERVACIÓN
Los guardianes perfectos son prudentes porque
poseen la ciencia de la preservación y, en virtud de tal ciencia, la ciudad acierta
en sus determinaciones y es, con ello, verdaderamente prudente. Por lo tanto, la ciudad
es prudente por la prudencia de sus guardianes como el hombre es prudente
por la prudencia de su razón: una consideración semejante se aplicará a las otras tres
virtudes en la comparación de las clases de la sociedad con las partes del alma
individual.
Texto1e
Comentario5
MENOR NÚMERO
Sócrates finaliza el análisis de la virtud de la Prudencia
señalando que curiosamente, en comparación con los representantes de los otros oficios
dentro de la ciudad, es mucho menor el número de los sujetos poseedores de la
virtud de la prudencia. Ello le lleva a concluir que una ciudad fundada conforme a
naturaleza puede ser toda entera prudente por la clase de gente más reducida que en ella
hay, que es la que la preside y gobierna y a la que propiamente pertenece el nombre de
prudente.
Texto1e
Comentario5
CIUDAD CONFORME A NATURALEZA
Una ciudad conforme a naturaleza es, en este caso, aquella
en dónde su prudencia se corresponde con el linaje que posee, por su profesión,
la ciencia de la preservación.
Texto1e
Comentario5
LA VIRTUD DE VALOR
Sócrates analiza ahora la virtud del valor. Como se verá
más adelante situa la esencia de esta virtud no tanto en el ámbito de lo
externo como de lo interno. Por ello, quien posee la virtud del valor no será
unicamente el que se identifica con el valiente sino con el es que fuerte de
espíritu.
Texto2e
Comentario5
CIUDAD VALEROSA
Un ciudad valerosa será aquella que posee,
dentro de ella, un linaje valeroso, es decir, un linaje que, por un lado, muestra una
«constancia de la recta opinión sobre las cosas que se han de temer», pero, puesto
que esta opinión es prescrita por el legislador, el valor es también obediencia,
y ésta es una idea hondamente griega (recuérdese, por ejemplo, el epigrama de Simónides
a los muertos de las Termópilas). Por su parte, Aristóteles en Etica a Nicómaco
1129b 19-20, afirma que «también ordena la ley hacer las casas de valor».
Queda claro está, el valor filosófico, de más alta especie, que no se basa en
opinión, sino en conocimiento.
ESPECIE DE CONSERVACIÓN
Sócrates describe el valor como una especie
de conservación pues esta virtud se define, sobre todo, por la capacidad que permite
a quien la posee de mantenerse firme en las opiniones que se han de temer sin
desecharlas jamás. Esto implica un gran valor interno de conservar lo adquirido.
ESPANTOS
Lo que Socrates quiere decir aquí lo expresa claramente
Tucídides cuando afirma: «Con razón podrían ser considerados como los más fuertes
de espíritu los que conocen más claramente lo que es terrible y lo que es placentero y
no por ello rehúyen los peligros.
LANAS
En el simil de las lanas, Sócrates, describe el
proceso de elaboración y tratamiento de las mismas: hay, pues, primeramente una selección
de las lanas que se han de teñir y que han de ser blancas; luego unas preparación
de las mismas que sabemos consistía en impregnarlas de una solución secante para
dejarlas en condiciones de absorber mejor el tinte; y por último el teñido mismo.
Es clara la correspondencia de cada una de estas operaciones: elección de los que han de
ser soldados; educación de los mismos e infusión de la opinión indeleble acerca de las
cosas que deben ser temidas.
TEÑIDO
Aqui el simil del teñido de las lanas se aplica a
los guardianes-auxiliares. Del mismo modo que se eligen las mejores lanas
se deberían elegir (recordar el proceso de selección) los mejores guardianes;
del mismo modo que se preparan las lanas para absorver el mejor tinte, así
tambien se debería educar a los guardianes en las música y en gimnasia y en la
educación de como mantenerse indelebles en sus opiniones.
LEJIA
Plat
FUERZA Y PRESERVACIÓN
Despues de todo lo dicho no es de extrañar que Sócrates define el valor
como una fuerza y preservación en toda circunstancia de la opinión recta y
legítima acerca de las cosas que han de ser temidas y de las que no.
EDUCACIÓN ANIMAL
Resulta extraño que Sócrates hable de «recta
opinión» con referencia a las bestias. En este sentido no es enteramente
satisfactoria la explicación de Adam y otros que lo refieren a aquellos casos en que el
animal obra obedeciendo la recta opinión de su amo. Claro queda, sin embargo, que Platón
quiere decir que el valor irracional, aunque bien dirigido, v. gr., por el
instinto, no merece ser considerado como verdadero valor. Se ha interpretado este
pasaje como anticipación de Laques, 197 a y sigs., lo cual es imposible según la
cronología a que nos atenemos.
CUALIDAD DE LA CIUDAD
Parece indicar con ello que el valor tal como se
ha descrito, si existe en los defensores de la ciudad, hace que la ciudad sea valerosa
(cf. supra, 429 b) y, por lo tanto, se convierte en virtud propia suya. Menos claro
resulta que Plat<5n quiera fijar aquí el valor político como una especie de valor inferior al valor filosófico (basado en el conocimiento propio, no ya en la opinión recibida de¡ legislador) y superior al valor sólo aparente del animal o del esclavo. ón quiera fijar aquí el valor político como una especie de valor
inferior al valor filosófico (basado en el conocimiento propio, no ya de la opinión
recibida del legislador) y superior al valor solo aparente del animal o del esclavo.
LA VIRTUD DE LA TEMPLAZA
Sócrates comienza ahora el estudio de la virtud
de la templanza. No han estado claras durante mucho tiempo la diferencia entre el
concepto platónico de la templanza y el de la justicia tales como se presentan en esta
parte de La república, con lo que la distinción aparecía afectada de
redundancia. Un estudio más estricto y detenido ha llevado a un mejor conocimiento de la
mente del autor en la materia. Ciertamente que la sopbrosyne no es definida siempre
por él del mismo modo: el concepto común griego de esta cualidad quedó ya visto (389 d-e)
y entraña subordinación a la autoridad legítima y dominio de los apetitos.
Ambas notas aparecen aquí elevadas a más alta significación.
Texto3e
Comentario5
ESPECIE DE ARMONÍA MÚSICAL
En el análisis de la virtud de la templanza, Sócrates,
comienza señalando que se parece más que las anteriores a la armonía musical
ya que esta virtud se define como un orden armónico y dominio de los apetitios.
SER DUEÑO DE SÍ MISMO
Sócrates halla a primera vista una paradoja en
aquello de «ser dueño de sí mismo» y explica su verdadero sentido: resulta paradójico
afirmar que alguien es dueño de sí mismo, pues el que es dueño de sí mismo es tambien
esclavo y el esclavo resulta que es tambien dueño de sí mismo.
ALGO MEJOR Y ALGO PEOR
Sócrates señala, sin embargo, que la solución ante
esta aparente paradoja pasa por entender realmente lo que se quiere decir cuando se
afirma que algo o alguien es dueño de sí mismo; y es que en el alma del un
mismo hombre, afirma Sócrates, existe algo que es mejor y algo que es peor. Pues
bien, cuando lo que por naturaleza es mejor domina a lo peor, se dice que aquel
es dueño de sí mismo.
CIUDAD RECIEN FUNDADA
Sobre la concepción anterior de la virtud de la
templanza, Sócrates, propone echar una ojeada a la recien fundada ciudad
con el objeto de señalar cuando podría definirse como templada. En coherencia con lo
establecido hasta ahora afirma que ésta debería ser aquella que se proclama dueña
de sí misma debido a que en ella lo mejor se sobrepone a lo peor. Ahora
bien, en la ciudad recien fundada nos encontramos con que los llamados a gobernar,
por ser los mejores son aquellos que han logrado vencer lo peor en sus almas y
sobreponerse sobre los apetitos de los menos capacitados para gobernar, pero que,
a su vez, reconocen el dominio de los mejores. Por lo tanto parece que una ciudad asi -
como la defendida por Sócrates - es dueña de sus apetitos, y, por tanto, temperante.
SE CREEN LIBRES
Pero que no lo son en realidad, pues se hallan esclavizados
a sus malos deseos: esta falta de libertad del hombre intemperante será tema
favorito de la filosofía posterior. Por lo que se refiere a las mujeres, Platón las
considera en general menos capaces que a los hombres del dominio sobre las pasiones; pero
la diferencia no es nada radical, pues, por un lado, los hombres sólo en minoría son
temperantes, y además de las mujeres hay algunas que lo son, puesto que se les permite
ser
guardianas de la ciudad.
CIUDAD TEMPERANTE
Ciudad temperante es, por tanto, aquella en dónde
la virtud de la templanza hace a la ciudad dueña de sí misma, dominadora de los
placeres y deseos y concorde en la opinión de gobernantes y gobernados sobre el problema
del mando.
DOS CLASES
Aristóteles y otros parecen haber profesado, contra la que
aquí dice Platón, que la sopbrosyne, pues entraña sumisión, es la virtud propia
de las clases inferiores; pero, entendida en su más alto sentido, deben tenerla también
los gobernantes, ya que incluye la buena disposición de cada cual en el desempeño de su
función, y ésta está subordinada al bien del conjunto.
PERFECTO UNÍSONO
En todo este párrafo se mezcla lo recto (armonía musical)
con lo metafórico (concordia de la ciudad) de manera que no puede reproducir la
traducción diá pasón en sentido musical significa propiamente «a octava»; pero
como el acorde de octava era considerado por los griegos como el más perfecto,
fácilmente confundible al oído con el unísono, es claro que aquí se quiere indicar la
más perfecta concordia de opinión entre las clases de la sociedad. No habiendo, por lo
tanto, más que dos notas musicales, es imposible seguir extendiendo la semejanza
a los tres grupos de ciudadanos de que después se habla.
CONCORDIA
Aunque esta definición de la templanza no incluye sino el
último carácter señalado en ella, es claro que supone los otros dos: dominio propio,
esta es, de lo mejor sobre lo peor, y dominio sobre los placeres y deseos, porque
sólo en ellos puede haber acuerdo presupuestos la prudencia y el valor. Así resulta que
la templanza es en la ciudad virtud general de todos los ciudadanos, mientras que
los guardianes auxiliares han de poseer también el valor; y los gobernantes,
estas dos virtudes y la prudencia. De ese modo, cada clase tiene una virtud propia y
diferencial.
LA JUSTICIA
Despues de haber visto tres cosas de la ciudad, es decir, la
prudencia, el valor y la templaza, Sócrates y Adimanto se
centrarán en la búsqueda y análisis de la virtud que falta: La Justicia.
Texto1f
Comentario6
SIMIL CAZADORES
Sócrates comienza su investigación de un modo algo
misterioso y con el objeto de excitar la curiosidad de los oyentes. Habla de la
justicia como de algo que sabemos que tiene que estar ya presente y la compara con
una pieza de caza a la cual, aún teniéndola a la vista, no somos capaces de
reconocer.
Los símiles tomados de la caza son muy del gusto de Platón: la especie de caza a que
aquí se hace referencia consistía en tender la red alrededor de la mata donde estaba la
liebre mientras los cazadotes esperaban en torno para perseguirla si rodaba fuera de
aquélla.
Texto1f
Comentario6
INVOCACIÓN
Conforme a la piadosa costumbre del cazador de invocar
previamente a Apólo y a Ártemis.
Texto1f
Comentario6
LUGAR SOMBRIO
Metáfora de la que Sócrates se sirve, en su búsqueda de
la Justicia, para excitar la curiosidad de los oyentes. Despues resultará que
ese lugar sombrío era mucho más claro de lo que, en principio, se pensaba.
Texto1f
Comentario6
RASTRO
Sócrates, de pronto, habla de un rastro que
conduce a la justicia y finaliza afirmando que ésta parece ser algo que tenemos
ante nuestras narices y que con ella nos sucede lo mismo que aquellos, que teniendo
algo en la mano, bucan lo mismo que ya tienen en su poder.
Texto1f
Comentario6
ESTUPIDO
Sócrates dice sentirse estupido al descubrir que la pieza que
desean cazar, en este caso la Justicia, es algo que tienen delante como más
tarde se descubrirá: la justicia está presente como algo que da vigor y nacimiento a
las otras virtudes. Despues de analizar esas virtudes, como ya se ha hecho,
Sócrates, descubre como la justicia se nos muestra como algo nítido.
Texto1f
Comentario6
DESEANDO ESCUCHAR
La alusión a la caza y la viva representación que le
sigue con sus toques de la vida cotidiano no han hecho otra cosa que excitar la curiosidad
del oyente como conviene al punto capital que va a ser elucidado.
Texto1f
Comentario6
DESDE EL PRINCIPIO
Sócrates hace referencia aquí a algo que ya
anteriormente se había establecido casi como un axioma básico para el correcto
funcionamiento de su ciudad ideal: cada uno debe atender a una sola de las cosas de la
ciudad, es decir, a aquello para lo que su naturaleza esté mejor dotada. Sobre esta
base se acabará señalando que la justicia consiste en hacer cada uno lo suyo.
Texto2f
Comentario6
DEJAMOS SENTADO
Esta aserción, sin embargo, no se encuentra en cuanto ya
dicho en La República ni en los anteriores diálogos de Platón. Por otra
parte, la misma definición que aquí se da de la justicia la dan Cármides y Critias de
la templanza en el Cármides («el hacer lo propio de uno mismo»), donde es
discutida por Sócrates (161 b, y Timeo 72 a). Platón parece aquí
rectificar la opinión vulgar y establecer que ese concepto de hacer cada uno lo suyo
corresponde a la justicia, no a la templanza. Y ello sería enteramente claro si, conforme
a una conjetura de Adam, en la frase anterior en vez de «era la justicia» se dijera «era
la templanza». Así, después de mencionada la opinión común aceptada
anteriormente por los mismos que ahora la recuerdan, vendría la rectíficación en lo que
sigue.
VIGOR A SU NACIMIENTO
Sócrates señala que ha inferido su definición de la
Justicia como un residuo del estudio de las otras virtudes. Y es que despues de
haber descubierto las virtudes de la prudencia, el valor y la templanza,
faltaría la virtud que les da vigor y las conserva despues de su
nacimiento. El razonamiento está un tanto abreviado y por ello resulta oscuro: supuestas
ya las tres primeras virtudes, prudencia, valor y templanza, en las que se ha abarcado
todo el cuerpo social, la que quede como necesaria a la ciudad será la justicia conforme
a la teoría de los residuos (428 a); por otra parte, esa virtud que queda ha
de dar a las otras tres el vigor necesario.Y ello consiste en hacer cada uno lo suyo;
luego la justicia es hacer cada uno lo suyo.
BONDAD EN LA CIUDAD
Y es que, según Sócrates, si alguien tuviera que
responder a la pregunta de cual de todas las virtudes hace con su presencia totalmente
buena a una ciudad, no sería muy correcto afirmar que es aquella que mantiene a los
soldados en la opinión legítima sobre lo que es realmente temible;{valor} o
la que se asienta en el niño, la mujer, el esclavo, el hombre libre, el artesano o el
gobernante y gobernado; {templanza} o la que permite la igualdad de opiniones
entre gobernantes y gobernados.{prudencia} Y es que estas virtudes, aunque hacen a
una ciudad entera prudente,valerosa y templada, no pertenecen por igual a todos
los ciudadanos. Sin embargo, el que dentro de una ciudad cada uno haga en ella lo que
es propio parece que generaliza y sintetiza las otras virtudes en una sóla. Y ello
parece que se corresponde con la justicia.
JUZGAR EN LOS PROCESOS
En 428 d, es donde se ha establecido que la prudencia
es el saber que resuelve sobre el modo de que la ciudad lleve lo mejor posible sus
relaciones en el interior, etc., y que este saber se halla en los jefes que se llaman perfectos
guardianes. Es claro que en la ciudad ha de haber jueces y que éstos, dada
la clasificación platónica, no pueden ser otros que los gobernantes.
POSESIÓN Y PRÁCTICA DE LA JUSTICIA
Según Socrates la posesión y la práctica de lo
que a cada uno es propio constituye la justicia. Hay aquí una cierta confusión
producida al querer Platón relacionar su concepto de la justicia con la opinión común
de que ésta consiste en dar a cada uno lo suyo; porque, en rigor, no es lo mismo la posesión
de una cosa que la práctica de una profesión, aunque en un sentido amplio pueda
considerarse lo uno incluido en lo otro.
EL CARPINTERO Y SUS FUNCIONES
Por lo tanto, si un carpintero se dedica hacer el
trabajo del zapatero y viceversa o un artesano pretende entrar en la clase de los
guerreros, o uno de los guerreros en las de los consejeros o guardianes, sin tener merito
para ello, es evidente que tal trueque en las funciones sería ruinoso para una ciudad.
TROCANDO TODO LO DEMÁS
«Todo lo demás, se entiende con la excepción
que Sócrates va a señalar en lo que sigue: las funciones propias de gobernantes y
gobernados.
EL ARTESANO Y SUS FUNCIONES
Por lo tanto, si un carpintero se dedica hacer el trabajo
del zapatero y viceversa o un artesano pretende entrar en la clase de los
guerreros, o uno de los guerreros en las de los consejeros o guardianes, sin tener merito
para ello, es evidente que tal trueque en las funciones sería ruinoso para una ciudad.
TRUEQUE DE FUNCIONES
Platón tiene aquí su mente puesta en los políticos
improvisados de Atenas. Las aserciones que siguen se encuentran ya más arriba en 421.
CRIMEN CONTRA LA CIUDAD
El entrometimiento y trueque mutuo de los linajes
existentes en la ciudad, afirma Sócrates, es el mayor daño de la ciudad y su mayor
crimen. Y tal crimen no sería otra cosa que la injusticia.
LA INJUSTICIA
Por consiguiente, concluye Sócrates, parece que hemos
cazado no solamente la justicia, como sinónimo de actuación en lo que le es
propio a cada uno de los linajes de la ciudad, sino tambien a la injusticia como
sinónimo del entrometimiento, y, por tanto, el hacer dejación de sus funciones propias
como estamento social.
TRASLADAR LA CIUDAD AL INDIVIDUO
Sócrates señala la necesidad de analizar si la virtud
de la justicia, que acaba de definir como ideal para la ciudad buena recien fundada,
se podría descubrir tambien en un hombre solo. Plantea pues la idea de trasladar
al individuo lo que se nos mostró como virtud en la ciudad con el objeto de
observar si existe concordancia. Y es que si en el individuo esta virtud se nos
presentaran como algo distinto, entonces deberíamos volver al estudio de la ciudad para
hacer la prueba de poner en contacto al sujeto y la ciudad con el objeto de hacer que en
ámbos brille la justicia como fuego de enjutos....
Texto1g
Comentario7
LO SEMEJANTE TIENDE A LO SEMEJANTE
El punto de partida acerca del porque no tiene porque
existir gran diferencia entre ciudad justa e individuo justo es, de
alguna forma, la creencia en la ley de la tendencia de lo igual hacia lo igual.
Sócrates afirma que cuando se predica algo de una cosa que es lo mismo que en otra, ya
sea más grande o más pequeña, parece evidente que ese algo será semejante tanto en una
cosa como en la otra. Por consiguiente, si ese algo es la idea de justicia,
parece la justicia no diferirá en nada en un hombre justo y en una ciudad
justa.
Texto1g
Comentario7
LA CIUDAD JUSTA
Socrates hace referencia a lo establecido anteriormente
acerca de que una ciudad justa aparece cuando los tres linajes de
naturalezas que hay en ella hacían cada uno lo suyo propio; y, al mismo tiempo, se nos
mostró como temperada, valerosa y prudente por otras condiciones presentes en
estos mismos linajes. Pues bien, ahora se trataría de analizar si el individuo tiene
en su propia alma estas mismas especies con el objeto de ver si se nos aparecen los
mismos calificativos que en la ciudad. Este planteamiento le llevará a Sócrates a
analizar si es posible descubrir en el alma humana estos tres linajes
ya que si ello es cierto entonces tendríamos que reconocer que en cada uno de
nosotros se dan las mismas especies y modos de ser que en la ciudad.
Texto1g
Comentario7
ESPECIES DE ALMA
Para el rigor de la conclusión debería haber dicho
«linajes» como arriba. Es claro que Platón admite en el alma, mientras está
encarnada, distintos elementos que llama indiferentemente eíde, géne, mére y que
se traducen, conforme a su sentido etimológico, «especies, linajes, partes»,
igual que cuando se trató de las clases de la ciudad. Esto plantea el problema de la
simplicidad del alma como ser inmaterial; y, aunque Platón no suscita aquí directamente
la cuestión, puede entenderse que para él las especies, linajes o partes del alma no son
más que sus diferentes modos de operación. Del modo de ser del alma una vez que está
separada del cuerpo se trata en el libro X.
Texto1g
Comentario7
PROBLEMAS RELACIONADOS CON EL ALMA
Sócrates plantea aquí el problema que analizará de modo
detallado más adelante: si el alma tiene en sí tres especies o linajes o no.
Texto1g
Comentario7
METODO INSUFICIENTE
El sentido de este párrafo no resulta obvio y ha dado
origen a muchas discusiones; puede entenderse, sin embargo, que, al hablar de la
insuficiencia del método, Platón se refiere no a la presente cuestión psicológica,
sino al problema ético de la definición de las virtudes a que aquél sirve de
introducción; y con respecto a este fundamental asunto sostiene que hace falta un
procedimiento más largo y complicado que se descarta en este lugar.
Texto1g
Comentario7
LA CIUDAD Y CADA UNO
Según Sócrates no es un absurdo identificar los linajes
de la ciudad con los linajes del alma indiviudual ya que a las ciudades las
hacen los individuos lo que explicaría que se hablase de ciudades de índole
arrebatada como Tracia y Escitia; o ciudades amantes del saber como la misma Atenas;
o ciudades en donde reina la avaricia como suele decirse de los fenicios y de los
habitantes de Egipto. De todos modos,
que la índole de un estado o ciudad dependa de la de sus ciudadanos y que haya estados de
tres clases distintas según el temple de los que lo forman, no implica que en
cada ciudadano hayan de darse las notas o elementos a ellos correspondientes; Platón
vuelve, pues, un tanto apresuradamente a su tema favorito de la ecuación entre el
individuo y el Estado. Por lo demás, las gentes salvajes del Norte son presentadas como
prototipos del temperamento colérico, así como los pueblos comerciales de Fenicia y
Egipto sirven de representación del temperante.
Texto1g
Comentario7
DIFICIL DE SABER
La dificultad a la que Sócrates se refiere está
relacionado con algo que ya había planteado anteriormente y que es necesario resolver: ¿hacemos
las cosas por medio de una sola especie de alma, o, siendo ellas tres, hacemos cada cosa
por una de ellas?
ENTENDEMOS
La capacidad de entender parece estar relacionada
con una de las especies del alma: la racional.
NOS ENCOLERIZAMOS
La capacidad de encolerizarse parece estar
relacionada con otra de las especies del alma: la irascible.
APETECEMOS
La capacidad de apetecer parece estar relacionada
con otra de las especies del alma: la concupiscible.
SUFRIR COSAS CONTRARIAS
Formúlase aquí por primera vez en la literatura griega el
principio de contradicción; y es de notar que se hace con aquellas precisiones que
han de preservar su vigencia contra los adversarios y en cuya necesidad había de insistir
machaconamente Aristóteles. Tal rigor era preciso para prevenir así la respuesta de los
heracliteos, supuestos negadores del principio, como las argucias de los sofistas:
en este espíritu se dan las explicaciones subsiguientes.
EXACTITUD
En relación con el principio de contradicción,
Sócrates, exige aclaraciones que nos situen en su plano exacto ante el significado de tal
principio. Por eso al formular el principio de contradicción como aquel en
dónde es imposible que un mismo ser admita hacer o sufrir cosas contrarias al mismo
tiempo, Sócrates, intenta fundamentar la seguridad del mismo con el objetivo
de no dudar en absoluto de él ante los ataques y argucias de los sofistas. Asi
analiza criticamente los ataques a este principio, por ejemplo, a partir de aquellos que
podrían afirmar que es posible que un hombre se mueva y esté quieto al mismo tiempo,
ya que podría estar quieto y, al mismo tiempo, mover las manos y la cabeza. Pues bien,
Sócrates, quiere aclarar con exactitud que en este caso no habría alteración en el
principio de contradicción ya que una parte de él estaría quieta y otra estaría
moviéndose. Y el principio establece que no puede ser que algo se mueva y esté
quieto al mismo tiempo en una misma parte de sí misma.
LAS PEONZAS
Siguiendo con el tema de la necesidad de aclarar con
exactitud el significado del Principio de contradicción, Sócrates, analiza el ejemplo de
las peonzas que están en reposo y se mueven enteras cuando bailan con la púa
fija en un punto sin salirse de su sitio. Tampoco valdría este caso, afirma Sócrates,
como ejemplo de principio de contradicción ya que no permanecen y se mueven al mismo
tiempo en la misma parte de sí mismos sino que en ellos hay una linea recta y una
circunferencia y que están quietos por su linea recta, puesto que no se inclinan a
ningún lado, pero que por lo que se refiere a su circunferencia se mueven en redondo.
Por lo tanto, en este caso, no estarían quietos y, al mismo tiempo, moviéndose en una
misma parte de la peonza. Por otro lado, cuando la linea recta se inclina a la
derecha o a la izquierda, hacia delante o hacia atrás al mismo tiempo que gira
circularmente, entonces ocurrre que no están quietos en ningún respecto.
NO DEJARSE PERSUADIR
En definitiva, Sócrates quiere dejar claramente
establecido lo siguiente: no debemos dejarnos nunca conmover ni persuadir por estas
argucias acerca que algo pueda sufrir ni ser ni obrar dos cosas contrarias al mismo
tiempo.
DE MODO DISTINTO
Platón siente aquí, comno luego Aristóteles, que el
Principio de contradicción no puede ser probado; y por ello, después de haber
explicado su alcance, sigue adelante con la irónica observación de que, si flaquea su
evidencia, carecerá de base todo cuanto establezca en adelante.
COSAS DE ESTE TENOR
Sócrates aplica el principio de contradicción
establecido anteriormente a cosas que tienen un determinado tenor con, por ejemplo, a acciones
y pasiones que parecen ser contrarias entre sí - asentir - negar, desear -
rehusar-. No olvidar que la aplicación de este principio va encaminado a resolver la
cuestión central que Sócrates se encuentra en esos momentos analizando, es decir, si es
el alma entera quien gobierna al individuo o si existen tres partes (mere),
especies (eíde) o linajes (géne) dentro de la misma.
Texto3g
Comentario7
TENDENCIA
Sócrates hace referencia a apetitos que son
contrarios entre sí ya que mientras unos tienden a la satisfacción de algo,
otros muestran rechazo a llevar a cabo esa tendencia. Por ejemplo, es evidente que el
hambre y la sed son apetitos que tienden a ser satisfechos.
RECHAZO
Sócrates hace referencia a apetitos que son
contrarios entre sí ya que mientras unos tienden a la satisfacción de algo,
otros rechazan tan apetencia. Por ejemplo, es evidente que el que se ponde en huelga
de hambre rechaza la tendencia natural a calmar el apetito del hambre.
APETITOS
Sócrates describe como apetitos básicos al hambre
y la sed.
LA SED EN CUANTO ES SED
Aquí empieza una digresión de carácter lógico en que
Platón demuestra que cada apetito tiene un objeto específico propio y
que, si este objeto aparece a veces con notas calificativas distintas, ello depende de
elementos variables y no esenciales que se agregan a dicho apetito. La demostración se
hace en el ejemplo de la sed y la argumentación concluye en 439a.
ALGO ACCIDENTAL
Sócrates afirma que lo de menos son las cualidades
que acompañan a los apetitos o deseos, como puede ser que la comida sea fría o la bebida
caliente. Cada apetito no es apetito más que de aquello que le conviene por
naturaleza; y cuando le apetece de tal o cual cualidad, ello depende de algo
accidental que se le agrega.
POR SORPRESA
Sócrates pone sobreaviso a sus interlocutores para que no
sean cogidos por sorpresa, por ejemplo, con las argucias de los sofistas que
podrían afirmar que nadie apetece bebida, sino buena bebida, ni comida sino buena
comida; para concluir que los apetitos son el deseo de algo bueno y placentero.
Sócrates rechaza esta posición para señalar que cada apetito desea realmente aquello
que le conviene por naturaleza (la sed desea la bebida; el hambre la comida....). Los
añadidos son algo accidental.
APETITO DE LO BUENO
Es lo más importante del argumento: todos los apetitos
son por sí de algo bueno, pero, si nos concretamos al apetito mismo, esta bondad de
lo apetecido puede ser sólo aparente; sobre la bondad real del objeto
no puede juzgar el apetito, sino la razón. Hay, pues, que quitar la nota de «buena
en la bebida que es objeto de la sed.
OBJETO PROPIO
Pero no solamente cada apetito tiende hacia lo que desea
por naturaleza sino que tiene tambien su propio objeto, es decir, un objeto en
sí mismo y diferente de los demás. Tal objeto, además, podrá ser general o
específico.
LAS CIENCIAS
Así, por ejemplo, decimos que la ciencia en sí
tiene por objeto general el conocimiento en sí. Ahora bien, tambien puede haber una
ciencia que tenga su objeto específico. Asi, por ejemplo, una vez que se creó la ciencia
de hacer edificios, ésta quedó separada de las demás ciencias y recibió el nombre de
arquitectura, es decir, quedó calificada como ciencia que posee un objeto
específico. En definitiva, una vez que una ciencia ya no tiene por objeto el de la
ciencia en sí, sino otro determinado, ella misma queda determinada como ciencia y eso
hace que no sea llamada ya ciencia a secas, sino ciencia especial de algo que se le ha
agregado.
LA MEDICINA
Observación que tiende a precisar y a evitar malas
inteligencias y confusiones siempre teinibles de un adversario sofístico y enredador: hay
una correspondencia de extensión entre la ciencia y su objeto, pero esto no quiere decir
que la ciencia sea de la misma naturaleza que su objeto. La ciencia de las
enfermedades no ha de ser una ciencia enferma, ni la ciencia del mal una ciencia mala.
LA SED EN SÍ
Sócrates vuelve ahora al estudio los apetitos
y se refiere a la sed en sí. Señala que el objeto de la sed en si es
la bebida, pero no como caliente o fría, dulce o amarga. Estas son meras cualidades
accidentales del objeto en sí.
Texto4g
Comentario7
ALMA DEL SEDIENTO
El alma del sediento, en cuanto tiene sed, no
desea otra cosa que beber y hacia ello tiende.
EVIDENTE
Conclusión del argumento iniciado en 437 d. Con
ello se vuelve al punto capital de la distinción entre los elementos del alma; y se
empieza por distinguir entre lo concupiscible y lo racional.
COSA DISTINTA
Si algo retiene a la tendencia natural del alma
que lleva al sediento a intentar calmar su sed tendrá que ser alguna cosa distinta
a aquello que la impulsa a desear beber, ya que como hemos establecido anteriormente,
una misma cosa no puede hacer lo que es contrario en la misma parte de sí misma en
relación con el mismo objeto y al mismo tiempo.
AL MISMO TIEMPO
Al hablar de la «sed del alma» y de «una
misma cosa no puede hacer...y al mismo tiempo etc.», presenta Platón el concepto de
unidad del alma.
IMPULSO
Establecido todo lo anterior, Sócrates, plantea a Adimanto
si acaso no es cierto que existen algunos que tienen sed y, al mismo tiempo, no
quieren beber. Adimanto responde que sí. Pues bien, según Sócrates, ello significa
que tiene que haber en su alma un objeto específico, relacionado con lo que les impulsa
a beber y otro relacionado con algo que los retiene en tal impulso.
RETENCIÓN
Establecido todo lo anterior, Sócrates plantea a Adimanto
si acaso no es cierto que existen algunos que tienen sed y, al mismo tiempo, no
quieren beber. Adimanto responde que sí. Pues bien, según Sócrates, ello significa
que tiene que haber en su alma un objeto específico,relacionado con lo que les impulsa a
beber y otro relacionado con algo que los retiene en tal
impulso.
RAZONAMIENTO
El objeto relacionado con la retención nace del
razonamiento. Por ello, afirma Sócrates, llamaré a aquello con lo que se razona, lo
racional del alma. Con esta afirmación, Sócrates, lo que realmente quiere es
mostrar que lo racioanal es algo totalmente distinto de lo concupiscible.
CONCUPISCIBLE
El objeto relacionado con el deseo y sensación,
por ejemplo, de hambre o sed nace de lo irracional y concupiscible. Con
esta afirmación, Sócrates, lo que realmente quiere es es mostrar que lo concupiscible
que es algo totalmente distinto de lo racional.
LA CÓLERA
Pero no finaliza aquí el análisis ya que, tanto Sócrates
como Adimanto, son conscientes de que tienen que descubrir en el individuo no dos sino
tres linajes dentro del alma individual. Por ello, Sócrates pregunta tambien acerca
de si la cólera y aquello que nos permite hacerlo será una tercera especie o
será de la misma naturaleza que las otras dos especies descritas. En principio Adimanto
señala que parece ser de la misma naturaleza que lo concupiscible.
LA CÓLERA Y LO RACIONAL
Se ha notado que la correspondencia entre los tres
elementos del alma y las tres clases de la ciudad quiebra un poco en este
punto, porque la clase de los gobernantes no es sino una selección de la clase
de los guardianes, mientras que lo racional no es una parte selecta de la
colérico, sino algo esencialmente diferente.
LEONCIO
Sócrates no lo tiene tan claro que la
cólera y lo concupiscible sean de la misma naturaleza. Para demostrarlo se
sirve de una anécdota: un cierto Leoncio subía al Pireo por la parte exterior
del muro norte cuando advierte la presencia de unos cadáveres que estaban en tierra al
lado del vérdugo. Comienza a sentir deseos de verlos, pero, al mismo tiempo, una
repugnancia que le retraía a hacerlo. Así estuvo luchando y cubriéndose el
rostro hasta que, vencido por su apetencia, abrió enteramente los ojos y corriendo hacia
los muertos dijo: ¡Ahí los teneis, malditos, saciaos de hermoso espectáculo!
VERDUGO
Sobre este Leoncio y su carácter sensual y liviano hay
conservado un texto de la comedia Las buhoneras de Teopompo, representada
entre el 410 y el 400, lo que no aporta grandes conclusiones cronológicas. El muro norte
de los dos que limitaban el camino del Pireo era llamado también muro exterior, porque el
opuesto o del sur quedaba entre él y el que conducía al Falero, el otro puerto de
Atenas, y era, por tanto, interior. Sin duda el verdugo, cuando pasó Leoncio, se
disponía a arrojar los cadaveres de los ejecutados en el báratro u hondo
barranco, lugar común para este efecto situado fuera de los muros.<5 Leoncio, se disponía a arrojar los cadáveres de los ejecutados en el «báratro» u hondo barranco, lugar común a este efecto situado fuera de los muros.
COMBATE
La conclusión que Sócrates deduce aparece ahora clara:
la historia nos muestra que la cólera combate a veces los apetitos como algo distinta a
ellos.
ALIADA DE LA RAZÓN
Sócrates señala tambien que la anécdota interior
nos demuestra que cuando entran en conflicto los deseos concupiscibles y la
razón, la cólera se hace aliada de la razón no haciendo nunca causa común con
las concupiscencias. La alianza de la cólera con la razón es bien conocida por la
intetpretación corriente del consejo paulino (Epb. IV 26): irascimini et nolite
peccare. De donde algunos escritores eclesiásticos llamaron a la ira instrumentum
virtutis. Sabido es que los estoicos, por el contrario, condenaron toda clase de ira,
y que esto fue motivo de perpetuas diferencias entre ellos y los platónicos.
PADECE INJUSTICIA
«La ira se produce a la aparición de la injusticia -dice
Aristóteles, Eth. Nic, 1135 b 28-29-; pero obsérvese que Platón sigue ha blando
aquí únicamente del hombre de índole generosa.
COMPARACIÓN
Sócrates compara la cólera con un perro que
obedece a su pastor y con los auxiliares que,como perros de raza, están siempre
al servicio de los gobernantes.
REVELACIÓN
Según Sócrates el análisis realizado sobre la naturaleza
de la cólera nos ha revelado a ésta como lo contrario de lo que podíamos
pensar hace un momento. Entonces pensábamos que era algo concupiscible y ahora confesamos
que en la lucha del alma hace armas a favor de la razón.
TRES ESPECIES EN EL ALMA
Sócrates, concluye afirmando que, de momento, parece que
hemos descubierto lo siguiente: del mismo modo que en la ciudad eran tres los linajes
que la mantenían, el traficante, el auxiliar y el deliberante, así parece que existen
tres linajes dentro del alma humana, el racional, el concupiscible y el irascible.
Este último se nos manifiesta como un auxiliar por naturaleza de lo racional,
siempre, claro está, que no ser pervierta por una mala crianza.
DISTINTO
Distinguido lo irascible (colérico) de lo concupiscible se
hace preciso distinguirlo tambien de lo racional. Esto lo consigue, Sócrates,
mediante el ejemplo del caso de los niños y de los animales y el testimonio de
un verso de Homero ya citado en 390 d. El resultado final es la
confirmación de la correspondencia entre las especies y las clases de la ciudad.
EL MUNDO DE LOS NIÑOS
Parece evidente que los niños cuando nacen están
llenos de cólera y la razón parece que no la alcanzan hasta muchos más tarde, e
incluso, muchos no llegan a alcanzarla nunca. Lo mismo sucede en las bestias.
TESTIMONIO
Cita que, según Sócrates, probaría que cólera y
razón son cosas distintas. En la frase de Homero: Pero a su alma increpó
golpeándose el pecho y le dijo....; es evidente, según Sócrates, que son dos cosas
distintas el que increpa y el que es increpado.
LLEGADA A PUERTO
Al llegar a este punto Sócrates afirma haber
llegado a buen puerto al descubrir que en el alma de cada uno hay las
mismas clases que en la ciudad y en el mismo número.
Texto1h
Comentario8
DE LA MISMA MANERA
Ahora bien, si lo dicho anteriormente es cierto, entonces
el individuo que sea prudente lo deberá de ser por la misma razón que lo es la
ciudad; y lo mismo habría que decir del valeroso y el templado. Texto1h
Comentario8
JUSTICIA EN EL SUJETO
Si hemos visto que una ciudad era justa porque
cada una de sus tres clases hacía en ella aquello que le era propio, así tambien el
sujeto individual solamente será justo si hace tambien lo propio en cuanto cada
una de las cosas, que en él hay. Esas cosas que en él hay son,
evidentemente, las tres especies de alma.
Texto1h
Comentario8
GOBIERNO
Sócrates señala que sería a lo racional
a quien compete el gobierno, por razón de su prudencia, sobre el alma toda.
Texto1h
Comentario8
SUBDITO
Por su parte, a lo irascible le correspondería el
ser el súbdito y aliado de la razón.
Texto1h
Comentario8
COMBINACIÓN MUSICA-GIMNASIA
Se ha observado que, aunque Platón habla aquí de los efectos
de la combinación de música y gimnástica y no de los particulares de una y otra (ver
411 e), en realidad, sólo menciona los de la música («dando tensión a lo
uno», es decir a lo racional), por lo que Adam sospecha haya
una preparación para el intelectualismo de los libros VI y VII. Sea lo que sea,
la idea que aquí se refleja es que mediante la combinación de la música y de la
gimnasia se logrará que la razón, con sus consejos de tipo armónico y
rítmico, consiga que la parte irascible remita y se aplaque.
Texto1h
Comentario8
OCUPANDO
De la misma manera que la clase inferior o de los
traficantes era la más numerosa en la ciudad asi (ver. 428 e) así sucede con la
parte concupiscible en relación con el alma.
Texto1h
Comentario8
LO QUE LLAMAMOS PLACERES
Dice «llamamos placeres» para indicar que no lo
son en realidad.
Texto1h
Comentario8
LOS QUE MEJOR VELAN
Los elementos anímicos de lo racional y lo irascible
deberían imponer su autoridad frente a lo concupiscible. Y es que este linaje
es, por naturaleza, insaciable en la busqueda de placeres. Por ello necesita vigilancia
pues puede llegar a hacerse grande y fuerte y, con ello, aspirar no solamente a obrar lo
propio suyo sino tambien a esclavizar y gobernar a aquello que por naturaleza no le
corresponde. Es por ello necesario que lo racional y lo irascible estén siempre
en vela con el objeto de vigilar y someter a la parte concupiscible.
Texto1h
Comentario8
EL VALEROSO
El valeroso sería el individuo que, a través de
lo irascible, sabe conservar el juicio de la razón sobre lo que es temible y
sobre lo que no lo es.
Texto1h
Comentario8
EL PRUDENTE
Por su parte el hombre prudente será aquel que,
sobre la base de la pequeña porción racional presente en él, da preceptos a
lo irascible pues posee la ciencia de lo conveniente para cada cual y para
la comunidad entera con sus tres partes.
Texto1h
Comentario8
EL TEMPERANTE
A su vez, el hombre temperante sería aquel
individuo en donde la armonía establecida entre lo racional y lo irascible le hacen ver
que es la razón quien gobierna sobre los apetitos y, a su vez, estos se dejan gobernar no
sublevándose en contra de ello.
Texto1h
Comentario8
EL JUSTO
Por último, será justo el individuo que posea un tipo de
alma en donde cada uno de sus linajes ejerce la función que le es propia por
naturaleza.
Texto1h
Comentario8
TEMOR A OSCURECIMIENTO
Sócrates expresa aquí el temor de que, al trasladar la
idea de justicia de la ciudad al individuo, se borre u oscurezca de modo que
resulte imposible de reconocer. Para demostrar que no es así, Platón recurre a una prueba
de orden común: el varón que se asemeje a la ciudad que hemos ideado como justa, ¿podría
ser injusto en el sentido ordinario de la palabra?
Texto1h
Comentario8
EJEMPLO
Con el objeto de responder a la pregunta planteada
anteriormente, Sócrates pone el ejemplo de un sujeto, que vive en una ciudad como la
recien fundada y con un alma gemela a tal ciudad, y que recibe un depósito de oro o
plata. Lo lógico sería que intentase robarlo antes que él otro que no tuviese el
mismo tipo de educación y que viviese en una ciudad no justa. Lo mismo podría decirse en
lo que se refiere al cometer sacrilegios, traciones privadas o públicas, adulterios,
cumplimiento de promesas, respeto a los padres, etc. Platón reproduce en este pasaje la concepción
común del hombre justo con su honestidad y lealtad en la vida pública y en la privada,
incluida la nota de cusébeia o piedad considerada como justicia para con los
dioses. Pero, si tales son las notas exteriores y visibles de la justicia, su raíz es la
que se ha expuesto ya al considerarla en la ciudad y ahora va a aplicarse al individuo.
Texto1h
Comentario8
CAUSA DEL COMPORTAMIENTO
La razón de su comportamieno justo, en relación con el sujeto del
ejemplo anterior, no sería otro que el que cada una de las partes de su alma hace lo
suyo propio tanto en lo que toca a gobernar como en lo que toca a obedecer.
Texto1h
Comentario8
SUEÑO CUMPLIDO
Sócrates afirma que se ha cumplido por
fín su ensueño, es decir, aquel presentimiento que le llevó a pensar que una
vez que se lograra fundar una ciudad justa, podríamos encontrar un cierto principio e
imagen de la justicia.
Texto1i
Comentario9
IMAGEN DE JUSTICIA
Conforme a lo establecido en 434 d-e se ha comenzado por
buscar la justicia en algo de mayor extensión (la ciudad), donde era más fácil
intuirla, para luego observarla en el individuo; ahora hace ver que aquella justicia
observada en la ciudad no era más que una imagen o semblanza de la verdadera justicia que
se halla en el hombre cuando cada una de las partes de su alma hace lo que le es propio.
Aquella imagen o semblanza es, sin embargo, útil porque nos conduce a la realidad. Otros
interpretan la mente platónica de manera distinta y ven en el proceso una elevación a la
pura idea de justicia desde sus distintas manifestaciones o revelaciones parciales (eídola)
así en el Estado como en el individuo: la fórmula «hacer cada uno lo suyo» no
sería más que una de estas imágenes o semblanzas.
EN LO INTERIOR
Y es que una vez que se ha descubierto en el
alma de cada sujeto la naturaleza de la justicia, la justicia presente en la ciudad es
realmente una imagen o semblanza de la verdadera justicia que está dentro del hombre
mismo cuando cada una de las partes de su alma hace lo que le es propio. Por ello afirma
que la justicia realmente consiste en algo que se refiere no a la acción exterior del
hombre sino a su interior.
GRAVE, ALTA, MEDIA
Los intérpretes modernos se inclinan a creer que el autor
se refiere a las cuerdas correspodientes a las tres notas fundamentales de la escala:
primera (grave), octava (alta) y cuarta (media); el escoliasta, en cambio, cuenta dos
octavas con sus notas extremas (grave y alta) y entiende por media la última de la
primera octava, que es la primera de la segunda y, por lo tanto, común a ambas. En uno u
otro caso, las tres notas pueden ser llamadas «términos» (de intervalos armónicos).
Platón deja entrever que la armonía debe alcanza también a las notas intermedias
comprendidas entre estas fundamentales, lo que, respecto de lo comparado, quiere decir que
su división en tres elementos no es exhaustiva (Adám). Queda por observar que los
vocablos usados en el original por Plat6n no expresan el tono de las notas, sino la
posición de las cuerdas en el octacordio.
BIEN ACORDADO
Cuando el hombre no deja que ninguna de las partes de su
alma haga lo que es propio de las demás, ni que se interfiera en las actividades de los
otros linajes que en el alma existen, sino que se rige y ordena y se hace amigo de sí
mismo y pone de acuerdo sus tres elementos de un modo armónico, entonces es cuando, bien
templado y acordado, se pone a actuar ya en política, ya en lo que toca a sus contratos
privados, de una forma justa y buena. Con un alma así no se diría mentira al afirmar que
estamos ante un hombre justo en una ciudad justa y a la justicia
que en ellos hay.
OPINIÓN Y CONOCIMIENTO
Por primera vez se presenta aquí la oposición entre conocimiento
y opinión, que tendrá ulterior y amplio desarrollo.
Texto1i
Comentario9
LA INJUSTICIA
El tema de la injusticia
es tratado extensamente por Platón en los libros VIII y IX; aquí no hay más que
un bosquejo preliminar en que Platón saca las consecuencias inmediatas de lo tratado y
recoge conceptos de la opinión común acerca de aquélla como lo ha hecho antes con la
justicia.( 442 d).
Texto1j
Comentario10
SEDICIÓN
Es evidente que, según la concepción platónica, no
sería absurdo considerar a la injusticia como una especie de sedición.
Tal sedición se produciría cuando asistimos a la sublevación de una parte del
alma en contra del conjunto ordenado y acordado; y esto sucede cuando, por ejemplo,
lo concupiscible o lo irascible deciden gobernar sin pertenecerles el
mando.
Texto1j
Comentario10
INJUSTICIA COMO ENFERMEDAD
Sócrates aplica aquí la concepción hipocrática de la salud y de la
enfermedad. Según Hipócrate, la salud consiste en la buena
proporción y la buena mezcla de la sangre, la flema y la bílis; cuando hay exceso
o defecto de alguno de estos humores o están separados o defectuosamente mezclados, se
produce la enfermedad. Pues bien, según Sócrates la injusticia
es una enfermedad pues permite que, o bien en el individuo, o en la
colectividad, los que mandan u obedezcan lo hacen contra natura.
Texto1j
Comentario10
PRODUCIR SALUD
Sócrates aplica aquí la concepción hipocrática de la salud y de la
enfermedad. Según Hipócrates, la salud consiste en la buena
proporción y la buena mezcla de la sangre, la flema y la bílis; cuando hay exceso
o defecto de alguno de estos humores o están separados o defectuosamente mezclados, se
produce la enfermedad. Pues bien, según Sócrates, la justicia
es salud. Y es, que del mismo modo que la salud consiste en disponer los elementos
de cuerpo de modo que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza;
producir justicia no sería otra cosa que disponer los elementos del alma para
que dominen o sean dominados entre sí conforme a naturaleza.
Texto1j
Comentario10
LA JUSTICIA COMO VIRTUD
Por todo ello, la virtud de la justicia se nos
aparece como salud y bienestar del alma.
Texto1j
Comentario10
LA INJUSTICIA COMO VICIO
El vicio, por su parte, se nos aparece como
enfermedad y flaqueza del alma.
Texto1j
Comentario10
OTRA INVESTIGACIÓN
A finales del libro IV, Sócrates, plantea la
necesidad de investigar, en relación con la injusticia, si conviene obrar justamente,
portarse bien y ser justo, pase o no inadvertido el que tal haga, o cometer injusticia y
ser injusto con tal de no pagar la pena y verse reducido a mejorar por el castigo.
Texto1j
Comentario10
INVESTIGACIÓN RIDICULA
Adimanto señala que, despues de todo lo visto, le
parece ridícula tal investigación ya que del mismo modo que resultaría absurdo
defender que es preferible la enfermdead del cuerpo a la salud, del mismo modo, tambien,
es ilógico afirmar que es preferible la enfermedad del alma a su bienestar.
Texto1j
Comentario10
NO RENUNCIAR
Sócrates reconoce que efectivamente parece ridículo el
plantear tal análisis. Sin embargo, afirma, que, puesto que se ha llegado a un punto de
máxima claridad, sería importante no renunciar a tal análisis. Y es que cuando
se ha descubierto como puede destruirse el alma, mediante la injusticia, no estaría de
más señalar que la vida del hombre malvado y disoluto puede recobar su valor cuando
empieza a actuar para salir del vicio y recobrar la virtud.
Texto1j
Comentario10
UNA SOLA ESPECIE DE VIRTUD
Sócrates afirma que hay una sola especie de virtud
e inumnerables del vicio. Este Principio de la unidad de la virtud y variedad
del vicio había sido desde antiguo profesado por los pitagóricos y fue
despues repetido por Aristóteles (Ethica a Nicómaco 1106 b 28 y sigs.).
Texto1j
Comentario10
MODOS DE GOBIERNO
Sócrates deducirá las especies de vicio o injusticia
a partir del estudio que en los libros VIII-IX realizará sobre las diferentes formas
de gobierno existentes en las ciudades. Allí, de modo magistral, establecerá una
conexión entre ciudad y sujeto individual. El estudio del
caracter psicológico concordante con cada una de las formas de gobierno injusto
nos revelará como es el sujeto injusto que con tal ciudad se corresponde.
Texto1j
Comentario10
CINCO FORMAS DE GOBIERNO
Aunque Sócrates habla de 5 formas de gobierno hay
que tener claro que son 4 las formas que considera como modos de gobierno
injusto (timocracia, oligarquía, democracia y tiranía) y
solamente uno como modo de gobierno justo (Aristocracia).
Texto1j
Comentario10
DENOMINACIONES DEL GOBIERNO JUSTO
En verdad Platón nos ha presentado a los gobernantes de su
ciudad como una clase y, por tanto, como una pluralidad; aquí apunta que el gobernante
puede ser uno solo y distintas indicaciones en el resto de la obra (540 a y sigs.,
576 e, 587 b) nos llevan a la conclusión de que consídera a la monarquía sólo
como una forma especial de aristocracia. En El político, por el contrario (301 y
sigo.), al hacer la clasificación de los regímenes en monarquías, aristocracias y
democracias con los tres tipos degenerados correspondientes se marca una distinción
fundamental entre los dos. En definitiva, de los cinco modos de gobierno sólo existe un
único justo. Este modo o forma de gobierno justo puede recibir dos denominaciones: cuando
un hombre sólo se distingue entre los gobernantes (reino o monarquía) y cuando son
muchos los que gobiernan (aristocracia).