Humano, demasiado humano |
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El
30 de abril de 1876, Malwida von Meysemburg, invita a Nietzsche a
pasar un año en Italia. Nietzsche, aludiendo problemas de
salud y necesidades de investigación, solicita una año sabático
a la Universidad de Basilea. En septiembre de 1876 emprende viaje, junto
a Paul Rée, hacia Génova. Desde allí, los dos amigos y
Albert Brenner, se dirigen hacia Nápoles.
Al final, tanto Nietzsche, como Malwida, Brenner y Rée, deciden
hospedarse en Sorrento [lugar de la foto] en la ya famosa Villa
Rubinacci. En Sorrento, Nietzsche, decide tomar el aforismo
como medio de expresión literaria. Alli medita y elabora, en su cuaderno
de notas, la mayoría de los aforismos que se nos muestran en Humano,
demasiado humano. En esta obra, mitad de ruptura y mitad de iniciación,
Nietzsche, decide romper con la metafísica de Schopenhauer y con el
romanticismo de Wagner para dar entrada a nuevos espíritus libres,
al modo de Voltaire, que le ayuden a descubrir y dar salida al mundo que
Nietzsche percibe llevar dentro. Con la publicación de Humano,
demasiado humano, Nietzsche, deja de ser un panegirísta, al
modo que se nos muestra en el Nacimiento de la tragedia, para
convertirse en un denunciante. Ello le llevará al repudio de los
Wagner que le tachan de traidor. Y es que Nietzsche ha decidido,
con Humano, demasiado humano, denunciar el idealismo de
las buenas formas y modales, con que sus contemporaneos se acomodaban a
la realidad, y clamar con fuerza que tal idealismo le es ajeno y que
en dónde los demás ven cosas ideales, él ve sólo lo humano ¡Si, sólo
demasiado humano!. Pero con esta obra, Nietzsche, no sólo conmueve
los cimientos del convencionalismo social de su tiempo sino que ataca
tambien sus valores fundamentales e intenta derribarlos. Por
ejemplo, en
los tres primeros capítulos De las cosas primeras y últimas, Para la
historia de los sentimientos morales y La vida religiosa, Nietzsche,
no solamente examina criticamente, sino que intenta tambien
derrumbar las convecciones morales y
religiosas de su época. No es de extrañar, por tanto, que, en este
caso, decida colocarse, como máscara, la de un león depredador del desierto que
vaga cruel y deseoso, ya en esta época, de llevar a cabo una inversión de
valores, o, al menos, realizar tal grado de depredación que quede asi el camino
abierto para los
espíritus libres del mañana. Una pregunta inquietante surge
ahora: ¿Ha llegado ya ese mañana? ¿Dónde los espíritus libres? |